domingo, 30 de junio de 2013

Jorge Luis Borges: entrevistas inéditas



por: Guzmán Urrero

Fue Paz Ramos, periodista especializada en temas culturales y directora del programa El ojo crítico, quien me habló por primera vez del repertorio literario que alberga el Archivo Sonoro de Radio Nacional de España.

A partir de esa charla, una de las grabaciones que acentuaron mi interés fue una entrevista con Jorge Luis Borges que había sido efectuada por Ramos en 1983. Tiempo después, tuve la oportunidad de conocer el valor de este centro de documentación, donde se custodian registros de gran interés histórico e intelectual.

Entre las bobinas que su catálogo relaciona con Borges, el Archivo Sonoro contiene toda una variedad de testimonios: desde conferencias y coloquios hasta entrevistas, tertulias y confidencias telefónicas. Cabe oír al escritor y también a los tratadistas de su obra, enfrascados en diálogos donde se asumen los tópicos borgeanos como método literario.

Los testimonios recogidos coinciden con los momentos en que Borges fue noticioso. La fórmula es aplicable a su presencia en España, motivada por homenajes, entregas de premios y otras veladas donde se festejó el éxito de su pluma.

Consideradas como documentos de la relación de Borges con España, las bobinas de Radio Nacional retienen el sonido de las principales visitas del escritor a nuestro país. Sus conferencias en el Instituto de Cultura Hispánica en abril de 1973. La concesión, ex aequo con Gerardo Diego, del Premio Cervantes, cuya ceremonia protagonizó en la Universidad de Alcalá de Henares el 23 de abril de 1980, tres días antes de ser homenajeado en la Universidad de Barcelona. El viaje a Sitges para inaugurar los cursos de verano de la Universidad Menéndez Pelayo, en junio de 1983, el mismo año en que recibía en Santander la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. Y la última visita, motivada por la presentación de Los conjurados al público español, durante el mes de junio de 1985.

Si bien la fonoteca borgeana se nutre con material radiofónico ya emitido, buena parte de éste nunca se ha publicado en letra impresa. De ahí proviene la curiosidad de los fragmentos ordenados a continuación, y que transcribo en estas páginas gracias a la ayuda de los documentalistas del Archivo Sonoro.

En particular, quiero agradecer la gentileza de su principal responsable, Isabel Díez Aguado, quien me facilitó la consulta de las grabaciones y autorizó la cita de los pasajes más destacados en este artículo.

Fecha de emisión: 23 de abril de 1973. Programa: “Veinticuatro horas”. Entrevistador: No figura. Lugar: Madrid (conversación telefónica).

(Preguntado acerca de la mutua influencia existente entre la novela de España y la de Latinoamerica). «No puedo contestar con autoridad. Creo que puede hablarse de novela española. La palabra latinoamericano abarca países que son completamente distintos. (...) No sé si existe una novela latinoamericana porque considero que es una generalización peligrosa. Un argentino tiene poco en común con un colombiano. Yo estuve en Colombia, y me parece un país encantador, pero al mismo tiempo en ningún momento me sentí colombiano. Lo mismo me sucedió en México. De modo que no sé si podemos hablar de América Latina fuera de un modo geográfico».

Fecha de emisión: 25 de abril de 1973. Programa: No figura. Entrevistador: No figura. Lugar: Madrid.

«El laberinto es el símbolo evidente del asombro, el estupor, la perplejidad. Cuando yo era chico, recuerdo un grabado de un laberinto que me impresionó mucho. Se trataba del laberinto de Creta, y si no me engaño, pensaba que con el filo de una lupa, en una de las rendijas de aquel laberinto que era como una gran plaza de toros, yo podría ver el Minotauro». (La entrevistadora le interroga acerca del hilo para escapar del laberinto que es la vida). «Sí, finalmente el morir. Entonces ya salimos de ese laberinto con toda plenitud».

(La siguiente pregunta cuestiona la frontera entre lo real y lo fantástico). «No sé si hay una distinción entre ambas categorías. Si alguien sueña, evidentemente ese sueño es ese sueño y no otro. Plantear una diferencia esencial es muy difícil. Vamos a suponer que si un elemento fantástico existe, por ejemplo los espectros, entonces ya forma parte de la realidad».

(A continuación, su interlocutora alude a esa etiqueta de Borges como escéptico que pretende abolir el universo). «Cultivo el escepticismo sí, pero un escepticismo lleno de curiosidad. Por ejemplo, yo no soy religioso, pero he leído muchos libros de teología, no sólo cristiana, sino de otras creencias. Claro que todo eso lo he leído como se lee una novela fantástica. Además, en cuanto a lo de concluir con el universo, al menos en lo que a mí se refiere, va a concluir cuando yo me muera. (...) Con todo, aún no encontré lo que quería y espero no encontrarlo. Buscar es lindo, sobre todo cuando se sabe que no se va a encontrar. Entonces uno está más cómodo, porque se busca sin impaciencia».

(La entrevistadora le pregunta por qué habla de sus lecturas en mayor medida que de su propia obra). «Desde luego, porque lo que escribo no me interesa. Mejor dicho, me interesaba en el momento en que lo escribí, pero después yo escribo un libro para librarme de él. Escribo un libro para olvidarme de ese libro. Además, he leído muy poco de lo escrito sobre mí, porque el tema me interesa poco. En cambio, los otros autores me interesan. Yo estoy un poco harto de mí mismo, pero es natural, porque al cabo de setenta y tres años de convivencia con Borges uno acaba tan harto de Borges como cualquier lector. Más todavía, porque ha sido un Borges incesante, intolerable. (...) No siento plenitud. Al contrario, siento que estoy llegando a mis límites, aunque trato de engañarme. Al escribir un poema, ocurre muchas veces que me siento contento, y luego compruebo que es la cuarta o quinta vez que lo escribo, con ligeras variaciones que no siempre son enmiendas».

«Mi destino es la lengua castellana, y eso implica la literatura castellana. Pero, naturalmente, uno tiene ciertas preferencias que van cambiando. Por ejemplo, yo creí alguna vez que Francisco de Quevedo era superior a Luis de Góngora, y ahora me parece ridículo decir eso. Yo creí que Góngora era superior a Fray Luis de León, y ahora Fray Luis de León me parece infinitamente superior».

(Se sugiere en este punto el horacianismo de Fray Luis). «Yo diría que la personalidad de Horacio no es muy simpática. En cambio, la de Fray Luis es muy querible. Y como finalmente lo substancial no es cada página de un autor, y menos cada línea, sino la imagen suya que él deja, Fray Luis me parece superior a Horacio. Por otro lado, es fácil ver sus divergencias poéticas. Por ejemplo, lea esta línea de Horacio: “Beatus ille qui procul negotiis”. Y a continuación, tome el conocido verso “¡Qué descansada vida / la del que huye el mundanal ruido / y sigue la escondida / senda, por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido”. Al compararlos, advertirá que la entonación es distinta. Y la entonación es lo más importante en poesía».

«Acerca de la esperanza le diré que en este momento, conversando con usted, la tengo. Pero en general, muchas veces no he encontrado mi esperanza, lo cual significa que también la he perdido muchas veces. Quizá convenga perder la esperanza. Decía George Bernard Shaw que la inscripción imaginada por Dante sobre la puerta el Infierno –“Dinanzi a me non fuor cose create / se non etterne, e io etterna duro. / Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate”– había sido puesta por Dios para tranquilizar a los réprobos. Era un modo de decir: “Bueno, ya están en el Infierno, de modo que no tienen nada que temer. Estén tranquilos. Les aguarda una eternidad infernal”».

Fecha de emisión: 25 de abril de 1973. Programa: No figura. Se trata de una grabación del coloquio posterior a una conferencia en el Instituto de Cultura Hispánica. Entrevistador: No figura. Lugar: Madrid.

«Los cuentos policiales son superiores a lo demás que yo he escrito. (...) Uno de los compiladores de los Cahiers de L’Herne, Néstor Ibarra, me dijo que Crónicas de Bustos Domecq es el mejor libro mío. Se trata de un libro que hemos escrito Bioy Casares y yo: un libro que pertenece al tercer hombre de Aristóteles, un libro enteramente nuestro. De modo que no repudio los cuentos policiales. Sin duda, me parecen harto superiores a lo que yo escribo, porque, como me ha dicho Bioy, yo tiendo a ser muy solemne en la escritura, y pienso que él tiende a perderse en bromas que no siempre son graciosas. Por lo demás, Bustos Domecq es nuestro hijo y nuestro maestro. Ya mi padre me dijo que no son los padres los que educan a los hijos sino los hijos quienes educan a los padres».

Fecha de emisión: 25 de mayo de 1973. Programa: “Directísimo”. Entrevistador: No figura. Se trata de la reproducción diferida de una grabación magnetofónica previa. Lugar: Madrid.

(El periodista se interesa por la definición que propone Borges del método literario). «Para el escritor todo son instrumentos de trabajo. Incluso, y de la manera más destacada, forma parte de esos instrumentos la desdicha, la desventura personal. Luego, al emprender la composición literaria, el escritor tiene que transmutar todas esas emociones en palabras».

(Acerca de su sistema de versificación). «Ahora estoy escribiendo verso libre. Lo describo como un verso situado entre el verso regular y el verso libre, dado que se trata de combinaciones libres de endecasílabos, de alejandrinos, de versos de nueve y de siete sílabas, sin rima. La verdad es que ignoro cómo han salido. Como explicación, declararé que todo eso empezó escribiéndose solo».

Fecha de emisión: 1979. Programa: Servicios informativos de Radio Exterior de España. Entrevistador: No figura. Lugar: Conversación telefónica desde Madrid.

(Borges opina acerca de una nueva serie de Televisión Española, cuyos guiones adaptan relatos de autores iberoamericanos). «Es una idea muy generosa, sin duda excelente. Me beneficia a mí, desde luego, dado que se habla de adaptar un cuento mío titulado Emma Zunz, donde trato el ambiente judío de Buenos Aires. No obstante, desconozco el proyecto y no sé qué otros títulos han escogido para llevarlo a cabo [La serie llegó a las pantallas con el título Escrito en América. Entre sus episodios, figura uno inspirado en Hombre de la esquina rosada.]

(...) De todas las adaptaciones cinematográficas de mi obra, sólo hubo una buena: el mal cuento Hombre de la esquina rosada inspiró un excelente film con el mismo título, dirigido por René Mugica [Hombre de la esquina rosada (1957), de René Mugica]. Era éste un film admirable, muy superior al relato endeble en el cual se inspiró. Lo demás que se ha hecho prefiero callarlo. (...) Luego hubo una película titulada Los otros [Les autres (1974), de Hugo Santiago]. Eso se hizo en francés. No recuerdo el nombre del director. Se estrenó en París, donde fracasó. Yo no la vi nunca. También hicieron otras películas de las cuales no quiero acordarme. (...) Aunque participé en alguno de los guiones, luego todo aquel trabajo fue transformado de tal manera –quizá mejorado– que yo no lo reconocí al ver el producto final. Por ejemplo, en uno de aquellos films habían invertido el orden cronológico del relato: empezaban por el medio, luego iban al final, y para terminar, volvían al principio. Todo eso sin que yo tuviera nada que ver. Por eso siempre les digo a los cineastas que hagan lo que quieran con mis argumentos. Yo prefiero que no pongan mi nombre para no hacerme responsable de nada. Aun así, ellos insisten en poner mi nombre y luego yo resulto responsable de la ofensa».

(El entrevistador destaca la notoriedad del escritor y le interroga acerca de sus sentimientos al respecto). «Cuando empecé a escribir, jamás pensé que mis libros llegarían a ser conocidos. Ahora compruebo que no sólo son conocidos en mi patria, sino fuera de ella. Me alegro especialmente de que sean conocidos en España, a cual que me atan tantos vínculos. Entre otros recuerdos, guardo en mi memoria aquella tertulia de Rafael Cansinos Asséns, en el Café Colonial, hacia 1920. Además, muchos de mis antepasados son españoles, algunos de ellos conquistadores y fundadores de ciudades, sevillanos, castellanos y andaluces».

(Preguntado acerca de sus temas predilectos en literatura, Borges resume tópicos que le interesan vivamente). «El tiempo es el problema esencial. En este punto recuerdo la frase de San Agustín “Si no me preguntan qué es el tiempo, lo sé. Si me lo preguntan, lo ignoro”. De modo que si supiéramos qué es el tiempo, lo sabríamos todo. Incluso sabríamos quiénes somos. (...) Pero yo tengo otros hábitos literarios. Por ejemplo, hay una pesadilla que está recurriendo mucho. Se trata de un sueño sobre el laberinto en Cnosos, en la isla de Creta. Siempre me persigue. Sueño que me hallo en un lugar cualquiera, y entonces veo que ese lugar se multiplica infinitamente o aparece en infinitos espejos».

Fecha de emisión: 22 de abril de 1980. Programa: No figura. Entrevistador: No figura. Lugar: Madrid (conversación telefónica).

(Tras ser felicitado por la concesión del Premio Cervantes). «Me siento muy feliz, atónito ante el premio y al mismo muy agradecido. (...) De lo que se trata es de una general equivocación de ustedes, una generosa equivocación de mucha gente, desde luego. A mí no me satisface lo que he escrito, pero trato de pensar que lo que he escrito es menos importante que lo que escribiré. Ya que recibí este premio, trataré de ser digno de él. (...) De algún modo, pienso que siempre estoy en España. De hecho, siempre estuve en España, pues tengo, digamos, unos cuatrocientos años de América, pero detrás de todo eso está España, y ahora lo está de un modo más enfático. (...) Posiblemente fueran los ingleses quienes me descubrieron en Europa, y los franceses también, sin duda. Pero eso son meras circunstancias. Ahora vivo esta situación tan importante: el hecho de ser reconocido por ustedes, casi inventado por todos ustedes, o mejor dicho, soñado por todos ustedes».

(El locutor le pregunta si pasar a la historia de la literatura justifica una vida). “«Espero que sí, aunque no sé si la historia de la literatura es importante. A mi modo de ver, lo importante es la literatura y no las clasificaciones o la cronología de las obras. Lo importante es cada obra, y quizá más cada página, cada línea. Por todo ello, me sentiré muy feliz si de cuanto he escrito me ha sido dado dejar alguna fábula a la memoria de los hombres, algún verso que sea parte del lenguaje castellano».

Fecha de emisión: No figura (Probablemente sea 1981, coincidiendo con la publicación de su Antología poética). Programa: No figura. Entrevistador: No figura. Lugar: Madrid.

«María Kodama y yo estamos escribiendo un estudio sobre el historiador islandés Snorri Sturluson, y también una versión de la Edda Menor, obra de ese mismo escritor [Finalmente, apareció publicada su traducción del primer libro de la Edda Menor, la llamada Gylfaginning (La alucinación de Gylfi, Alianza Editorial, 1984)]. Asimismo, estamos aprendiendo otra vieja lengua escandinava, el islandés, después de haber aprendido juntos anglosajón e inglés antiguo. En este sentido, resulta curioso que toda la mitología germánica se perdiera o fuese borrada por el cristianismo en Alemania, Inglaterra y los Países Bajos, salvándose tan sólo en el Polo, en Islandia, la última Thule, donde aún se conservan todos esos mitos. Por ejemplo, ése que fue famoso después: el Crepúsculo de los Dioses. Los islandeses salvaron la vieja mitología. Fuera de allí sólo quedan vestigios, como cuando en inglés se dice wednesday y thursday, dos palabras con las cuales queremos decir el día de Odín y el día de Thor. Pero se trata tan sólo de fósiles».

(Borges interpela a la entrevistadora). «Usted es española, ¿no? Eso quiere decir que usted es celta, y además de ello es fenicia, romana, vándala, goda, árabe sin duda, y sin duda judía también. De modo que ser de un país es ser de muchos países. (...) Razas puras, felizmente, no hay. Quizá quede alguna raza pura en el centro de África. De hecho, ni siquiera sabemos si los esquimales son puros, y desde luego, los vascos no pueden ser puros tampoco (...) Yo tengo sangre andaluza, sangre castellana, judeoportuguesa, inglesa, normanda, un poco de sangre escandinava y alguna sangre belga. Eso es lo que yo sé, pero probablemente haya mucho más. De modo que razas puras no hay».

(Con la siguiente pregunta, el diálogo vuelve a tocar la mitología). «Creo que el mito es algo esencial. Como soñó Paul Valéry, el mito más antiguo es la cosmogonía. La humanidad comienza pensando por medio de mitos, y luego el razonamiento llega tardíamente en lo que se refiere a Occidente. He leído una historia de la filosofía en la India, ecrita por de Paul Deussen [Borges conoció los tres volúmenes que Deussen dedicó a la India en su historia de la filosofía (Allgemeine Geschichte der Philosophie mit besonderer Berucksichtung der Religionen, 1894-1919). Además de traducir y comentar los Upanishad, Deussen analizó la metafísica hindú en Das System des Vedanta (1883)], y tengo la impresión de que todo ha sido pensado en la India, salvo que de distinto modo que el nuestro. Al hilo de esa lectura, parece difícil que algún sistema filosófico no haya sido pensado en la India. Piense que Buda corresponde al siglo V antes de Jesucristo. Es contemporáneo de Pitágoras, Sócrates y Heráclito, y también de los pensadores chinos taoístas, Chuang Tzu y Lao Tzu. No sé qué sucedió, por qué tantos hombres se pusieron a pensar y, desde luego, a soñar».

«El caso de Sócrates es muy curioso. No sé si usted recuerda el diálogo de Platón en el cual Sócrates sabe que va a tomar la cicuta. En esa circunstancia, les habla a sus compañeros sobre la inmortalidad del alma, un tema que le interesa a él, ya que va a morir dentro de unas horas. Pues bien, lo singular en ese diálogo es que Sócrates emplea a la vez razonamientos y mitos, pues en aquella época podían usarse ambas formas. Ahora tendemos a ser pensadores y usamos razonamientos, a la manera de Aristóteles, o si no, usamos mitos, es decir, fábulas. Todavía Sócrates podía usar a un tiempo el mito y la razón. Eso es algo que ya se ha perdido».

Fecha de emisión: 27 de agosto de 1983. Programa: “El ojo crítico”. Entrevistador: Paz Ramos. Lugar: Sitges.

«Yo llegué tardíamente al ultraísmo. Por esa época, creíamos que el elemento esencial de la poesía era la metáfora. Ahora veo que es un error, pero lo creíamos en aquel momento. Una prueba de nuestro desacierto se descubre en la literatura japonesa, la cual es admirable y prescinde de metáforas. En la poesía japonesa se contrastan las cosas, mas nunca se comparan una a otra. Por ejemplo, recuerde aquel famoso haiku: “Sobre la campana de bronce se ha posado una mariposa”. Ahí no se compara nada. Sólo se contrasta la pesada y perdurable campana con esta leve mariposa. (...) En 1905 Leopoldo Lugones dijo: “La metáfora es un elemento esencial del verso moderno”. Pero no sé si pueden inventarse ya nuevas metáforas. Considero que las metáforas valederas son las de siempre, aquellas que corresponden a afinidades reales. Citaré como ejemplos el tiempo y el río –“Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar”–, las estrellas y los ojos, las mujeres y las flores, los sueños y la vida, la muerte y el dormir. Todas ellas son meramente asombrosas».

«Actualmente no pertenezco a ningún grupo literario, y tampoco a ningún partido político. Soy un hombre viejo, a veces solo. A veces, algunas jóvenes, como María Kodama, perdonan mi vejez y me acompañan. Me gusta mucho viajar. Posiblemente, si hubiera aprendido el sistema Braille, podría leer y escribir, y no tendría por qué viajar. Me quedaría en mi casa, leyendo y escribiendo. En cambio, ahora paso horas de soledad, pero sigo planeando algo. Siempre vivo en función del próximo poema, del próximo cuento, y algunos llegan a escribirse y otros no, algunos se publican y otros no los juzgo dignos de la letra de molde. (...) Para escribir novelas, convendría ser un lector de novelas, y no es mi caso. La novela siempre exige un esfuerzo. Quizá no he atendido ese género por timidez. Cómo voy a meterme en un libro tan lleno de gente. Mi siento como en una reunión».

Fecha de emisión: 27 de octubre de 1984. Programa: “Perfil del ruedo”. Entrevistador: Salvador Gómez Valdés. Lugar: Madrid.

«No pasa un día de mi vida sin que piense en Virgilio. Para mí es el poeta. Ocasionalmente, vacilo entre Virgilio y Verlaine, pero al fin me inclino por el primero». (Su interlocutor divierte a Borges al sugerir que Robert Graves prefiere a Ennio). «Eso es una broma, yo creo. A Graves le gusta ser herético y a mí no. Cuando era joven, me gustaba estar en desacuerdo, pero ahora no. Dijo Chesterton que había pasado la vida comprobando que los otros tenían razón, y a mí me pasa lo mismo».

(La conversación deriva entonces hacia el mundo del escritor inglés). «Todo lo que hizo Chesterton fue extraordinario. Era, sin duda, un hombre de genio. Es raro que nadie recuerde sus extraordinarias metáforas. De las muchas que ideó, me viene a la memoria aquella que habla de la noche como “un monstruo hecho de ojos”. Y fuerza es que recuerde el poema La balada del caballo blanco, donde incluye otras igualmente admirables. Por ejemplo, cuando dice “Marble like solid moonlight”. El mármol como luz de luna maciza. O también “Gold like a frozen fire”. Oro como fuego congelado. Vea que son metáforas imposibles, pero espléndidas. Es linda la expresión “frozen fire”, la cual tiene en inglés la aliteración en la “f”. Además, como ideas o conceptos, ambas metáforas causan asombro en cualquier idioma».

«Chesterton era profesionalmente católico. Un rasgo éste que no comparto, pues a mí me cuesta creer en la fe católica. (...) En contra de lo que sucede con la fe del Buda, el catolicismo exige demasiada mitología. Los católicos deben creer en un Dios que es tres, y en castigos y recompensas infinitas que no condicen con la brevedad de la vida humana. ¿Quién va a merecer un premio o un castigo infinitos? Desde luego, nadie hay tan importante. Ni siquiera los máximos tiranos merecen un castigo infinito. En cambio, uno puede ser budista, y creer que el mundo está regido por una ley ética, pero sin la necesidad de aceptar esa variedad de mitos».

«En Japón se niega la historicidad del Buda. (...) No obstante, se entiende que eso no importa. En verdad, es muy raro ese rasgo del budismo. Incluso he leído que en ciertos monasterios hay imágenes del Buda talladas en madera, y mientras los monjes están enseñando su fe, sentados frente a la chimenea, arrojan esas figuras al fuego. De igual manera, he sabido que los textos sagrados se emplean para usos inmundos. Al proceder de ese modo, se profanan deliberadamente las imágenes y los textos canónicos para indicar que lo importante es el espíritu».

(El periodista introduce dos nuevos temas: la relectura y el juicio crítico). «A veces resulta peligroso volver a leer ciertos escritos, porque la memoria ha ido mejorándolos. Eso me ha sucedido muchas veces con citas. He citado un pasaje y luego he cometido la imprudencia de buscar el texto, y entonces compruebo que mi memoria lo ha pulido. (...) Luego he leído muchas biografías, pero eso significa, de algún modo, deshacer la obra literaria, porque ésta empieza siendo una serie de experiencias humanas y luego se convierte en una obra de arte, y finalmente la crítica se encarga de destejer todo eso. A este propósito, hay una frase muy bella de Keats, que habla de “destejer el arcoiris”. Es un linda metáfora para definir ese proceder. En definitiva, la crítica se dedica a explicar a cada escritor sus circunstancias, lo cual es falso. Las circunstancias son las mismas para todos, y sin embargo no todos escribimos La Eneida».

Fecha de emisión: 7 de junio de 1985. Programa: No figura (Se trata de la grabación de una charla sobre sus experiencias durante los años veinte en Madrid). Entrevistador: No figura. Lugar: Madrid.

«Me sentía miembro de esa tertulia de Cansinos Asséns y pensé que ir a otras tertulias era, de algún modo, una traición. Acaso no es inútil señalar que la poesía era entonces una pasión, como lo fue la teología durante la Edad Media, y como ahora, desgraciadamente, lo es la política. Claro que yo soy esencialmente apolítico. Me definiría como anarquista, pues profeso la doctrina de Spencer: “el individuo contra el Estado”. Si bien no estoy afiliado a ningún partido político, he tratado de ser un hombre ético –y sin duda también he sido un canalla muchas veces, como todo el mundo–. Pero volvamos a lo que antes decía: en aquel tiempo la poesía era una pasión. Nos hallábamos en 1920. La Revolución Rusa había ocurrido tres años antes, tan sólo habían transcurrido dos desde el final de la que fue máxima guerra de la historia, y aún era reciente el malhadado Tratado de Versalles, que engendró a Hitler y a todos los males que vinieron con él. Pero a pesar de todo ello, recuerdo haberme reunido con mis amigos en Sevilla y en Madrid, para hablar de poesía. El hecho es que en la tertulia de Cansinos Asséns no se hablaba de otra cosa».

«En aquel momento yo era, como casi todos, comunista, salvo que la palabra tenía un sentido del todo distinto al que tiene ahora. Al decir que éramos comunistas, nosotros pensábamos realizar aquel antiguo ideario de los estoicos. En un país donde la gente se definía por su ciudad –Tales de Mileto, Zenón de Elea, etc.–, los estoicos quisieron ser cosmopolitas y se consideraban ciudadanos del mundo. De igual forma, sin dejar de ser un buen argentino, he tratado de ser un buen ciudadano del mundo. Diría que mi patria es este planeta, y si llegamos a la Luna, también lo sería. (...) Con el nacionalismo, el planeta está parcelado en países, cada uno con sus memorias y su lealtades, sus reivindicaciones y sus pequeños odios. Pero en fin, ya dejaremos todo eso atrás. Alejándose de este modelo, quizá los imperios han sido un buen camino para que la Tierra llegue a ser la Tierra».

Fecha de emisión: 9 de julio de 1985. Programa: No figura. Entrevistador: Elvira Huelves. Lugar: Madrid.

«Puedo concebir un universo sin espacio. Por ejemplo, uno hecho de conciencias, de almas, de música y de palabras. Un universo donde podría prescindir del espacio, donde no habría desplazamientos porque no habría espacio por el cual desplazarse. En cambio, me resulta imposible concebir un universo sin tiempo y eterno, porque pienso en el tiempo como lo sucesivo, y lo que somos es sucesivo. Por ejemplo, mientras yo repito unos versos (...), no estoy en el espacio. Digo esos versos en el tiempo y en él los oye usted. (...) La mayoría de la gente tiende a pensar que lo único real es el espacio. En contra de ello, juzgo que lo único real es el tiempo, salvo en una situación de éxtasis, lo cual sucede raras veces. A mí tan sólo me ha sucedido en dos ocasiones».

«Stevenson dijo que la poesía –la literatura en su conjunto– es un juego al que hay que jugar con la seriedad de un niño. Es un pensamiento lindo. Como es natural, Stevenson no se refería a los juegos de palabras, pues éstos son algo horrible y nada tienen que ver con las emociones. Tan sólo se trata de casualidades del idioma. Por cierto, ahora que lo pienso, en los primeros versos de la Divina Comedia hay algún juego de palabras. “Ah quanto a dir qual era è cosa dura / esta selva selvaggia e aspra e forte / che nel pensier rinova la paura!”. Es posible que “selva selvaggia” sea un juego de palabras, y sin embargo queda bien. En fin, era Dante. Quizá él intervino».

(Publiqué el presente artículo en la revista Cuadernos Hispanoamericanos, y reproduzco su contenido por primera vez en la red. La responsable del Archivo Sonoro de Radio Nacional de España, Isabel Díez Aguado, autorizó esta transcripción de las palabras de Borges. Agradezco a Blas Matamoro, director de la citada revista, su permiso para editar digitalmente esta breve antología)

Fuente : The Cult



 

viernes, 21 de junio de 2013

Jorge Luis Borges Doctor Honoris causa - Universidad Catolica de Perú - 1978 



Fuente : You Tube
http://www.youtube.com/watch?v=dsh83lHYDN0
Borges: sus primeros poemas publicados en Buenos Aires




 por Ariel Fleischer

El primer poema publicado por Jorge Luis Borges en Buenos Aires es el que lleva por título “Aldea”, aparecido en la revista mural Prisma, en diciembre de 1921. Pero también existen dos poemas publicados por Borges en la primera quincena del mes de diciembre en una revista del anarquismo libertario, dato no recogido por ningún estudio crítico y/o bibliográfico.

La publicación se llama Cuasimodo. Sus directores eran Rómulo Schenini, Nemesio Canale y Julio R. Barcos (1883-1960), intelectual anarquista y autor de varios libros como La doble amenaza. Réplica a Lugones (1923) y La libertad sexual de las mujeres (c.1930). La revista se funda en Panamá en 1920, donde se editan los primeros 13 números; y a partir del nro. 14, del mes de abril de 1921, se traslada a Buenos Aires donde se publican los números finales en diciembre del mismo año. En Cuasimodo era frecuente encontrar texto de Alberto Ghiraldo, Elías Castelnuovo, Lelio O. Zeno, Juan Montalvo y Elías Reclus.

La tendencia política de la revista es “anarco-bolchevique”: son anarquistas pero adhieren a la Revolución Rusa a la que ven como un movimiento de avanzada y de justicia. ¿Parece extraño encontrar a Borges publicando en esta revista? No, historiemos un poco acerca de aquellos años.

En 1914 la familia Borges se traslada a Suiza. El viaje se había originado a raíz de la ceguera de Jorge Borges, el padre de Jorge Luis, que buscaba tratarse con un oftalmólogo suizo de reconocida trayectoria. Durante la estadía en Ginebra estalla la primera guerra y en octubre de 1917, la revolución rusa. Estos dos hechos conmueven profundamente los ambientes universitarios suizos y determinan la actuación del país como neutral en la guerra.

En los ambientes juveniles de Europa la revolución de 1917 lleva una profesión de fe humanista que invade a toda la intelectualidad. Borges no escapa a esta influencia: “Yo empiezo a creer mas i mas en la posibilidad de una revolución en Alemania. No sé si el pueblo alemán está listo para ello. Sin embargo algunos acontecimientos recientes —la tentativa de sublevación en la flota, los motines en Berlín i el magnífico ejemplo de la Revolución Rusa— me dan esperanza. Yo deseo esta revolución con toda mi alma”, escribió Borges en una carta dirigida a su amigo Roberto Godel, redactada en Ginebra y fechada el 4 de diciembre de 1917.

La familia se asienta definitivamente en la ciudad hasta fines de 1918, cuando Borges finaliza sus estudios y consigue el título de bachiller. De allí viajan a España donde comienzan los contactos del joven poeta con Ramón Gómez de la Serna, Guillermo de Torre y Rafael Cansinos Asséns, máxima figura del ultraísmo.

En esta época Borges comienza a publicar una serie de poemas que temática y espiritualmente se relacionan con la revolución rusa. Los textos aparecen en revistas como Grecia , Ultra y Tableros , publicaciones que conforman la avanzada de la vanguardia española ultraísta. Según contó el propio Borges en sus memorias, por aquellos años concibió un libro de poemas que iba a titularse Los salmos rojos o Los ritmos rojos . El libro se compondría de alrededor de veinte poemas “en verso libre, como elogio a la revolución rusa, a la hermandad del hombre, al pacifismo”.

El humanismo que inicialmente inspiró en Borges la poesía de esa etapa, morirá hacia fines de 1920, según el testimonio que aporta una carta que Borges dirigiera a su amigo Maurice Abramowicz, fechada el 12 de enero de 1920: “Soy de tu opinión en lo concerniente al bolcheviquismo. Es una sucia chusma de arribistas que arribarán y harán de la Vida una vileza moral mediocre y monótona”. Sin embargo, lo que Borges sigue reivindicando con la publicación de textos con temática de la revolución y a pesar de reconocer su desencanto con el bolcheviquismo, son las posibilidades estéticas que le aporta el espíritu revolucionario ruso, enmarcado en la estética del ultraísmo.

En marzo de 1921 los Borges regresan a Buenos Aires. El poeta ultraísta comienza a difundir su credo y en esa aventura conoce a Norah Lange, Francisco Piñero y Eduardo González Lanuza, con quienes fundará Prisma .

La primera publicación conocida de Jorge L. Borges tras su regreso a Buenos Aires aparece en El Diario Español bajo el título “Ultraísmo”. En ella escribe acerca del movimiento: “es un arte aquilatado, sobrio, esquemático, que allende las martingalas mezquinas de preparar efectos y las baratas victorias conseguidas mediante el despilfarro de palabras auroleadas o extrañas, tiende a enunciar, sencilla y fácilmente, las intuiciones líricas. Los poemas ultraicos constan de una serie de metáforas, cada una de las cuales tiene sugestividad personal y sintetiza una visión de algún fragmento de la vida”.

Diciembre de 1921 será un mes prolífico: Borges publica otro ensayo en Nosotros y edita la revista Prisma , una hoja mural que empapela Buenos Aires con poemas. Allí publican, en el primer número, algunos poetas españoles ultraístas (J. Rivas Panedas, Pedro Garfias, Adriano del Valle, Isaac del Vando-Villar, Jacobo Sureda), Borges, Eduardo González Lanuza y Guillermo Juan. Los poemas van acompañados por un grabado de Norah Borges y una “Proclama” firmada por los últimos tres poetas junto a Guillermo de Torre. “Salíamos de noche (González Lanuza, Piñero, mi primo y yo) —cuenta Borges — cargados con baldes de engrudo y escaleras proporcionados por mi madre y caminábamos kilómetros, pegando las hojas a lo largo de Santa Fe, Callao, Entre Ríos y México”.

Entre tanto el primer grupo vanguardista da a conocer Prisma, Borges ya había entregado sus poemas a Cuasimodo. La publicación de los poemas “Rusia” y “Guardia Roja”, seguramente, tienen relación con la amistad que Borges mantuvo con Francisco Piñero. Este rosarino, fallecido a los 22 años en un accidente de tránsito, fue amigo íntimo de Borges y un acérrimo anarquista: “cuando le ocurrió el accidente que le costó la vida en Río Negro, quisieron llevarlo al único hospital confortable de Viedma. Pero ese hospital pertenecía a una congregación religiosa. Se negó a que lo condujeran allí. Indicó la Asistencia Pública. Luego, en otro pobre hospital de Patagones, murió”. Piñero colaboró en el segundo número de Prisma y en la primera época de la revista PROA (1922-1923). Antes formó parte de Insurrexit , un grupo de estudiantes universitarios de izquierda surgidos a partir de la Reforma Universitaria de 1918. En la revista que editaba el grupo publicaba Julio R. Barcos, mas tarde director de Cuasimodo y también Eduardo González Lanuza, por entonces amigo de Piñero y luego también de Borges . De modo que es factible pensar que Piñero fue el encargado de vincular a Borges con el director de Cuasimodo y que éste, viniendo los poemas por parte de Piñero y obedeciendo a la temática de la poesía borgesiana de entonces, publicara aquellos textos.

El poema “Rusia” apareció originalmente en la revista madrileña Grecia , en septiembre de 1920. De la correspondencia que Borges mantuvo con su amigo Maurice Abramowicz se desprende que el poema fue concebido originalmente como prosa y así fue publicado.

Existe también una versión manuscrita del mismo poema reproducido en el número dedicado a Borges del cahier de L'Herne (París) en 1964. Este manuscrito está redactado en verso pero no presenta variantes textuales con la publicación de Grecia . El texto original de “Rusia” posiblemente sea el manuscrito puesto a remate por la casa de subastas inglesa Bloomsbury en 2004.

La versión del poema en verso será publicada en 1925 por Guillermo de Torre en su Literaturas europeas de vanguardia . También será reproducida en el Índice de la nueva poesía americana , en 1926, edición que lleva prólogos de Borges, Alberto Hidalgo y Vicente Huidobro. Según comenta Carlos García la inclusión de este poema en la antología fue una decisión molesta para Borges, quien no se encargó de la selección de los textos, y motivo de enemistad con Hidalgo.

En una carta dirigida a su amigo Jacobo Sureda en 1920, Borges escribe: “Yo terminé hace tiempo mi poema “Judería” y ahora forjo un segundo poema: muy objetivo, dinámico y frío, que se rotulará “Guardia roja”. El poema se publicó en la revista Ultra en marzo de 1921. Meses después será recogido por la madrileña Tableros .

Los poemas publicados en Cuasimodo aparecieron en el nro. 27, de la primera quincena de 1921, en la página 14. Los versos están acompañados de dos grabados que si bien no llevan firma pueden atribuirse a Nora Borges. Respecto a las versiones anteriores de estos poemas, publicadas en España, ofrecen numerosas variantes.

“Rusia”: en el 5to. verso, Borges, reemplaza la palabra “estandartes” por “huracanes” y en el verso 6to, “se pluraliza” por “dice su queja”. El final del poema cambia radicalmente: las versiones anteriores decían: “El mar vendrá nadando a esos ejércitos / que envolverán sus torsos / en todas las praderas del continente / En el cuerno salvaje de un arco iris clamaremos su gesta / bayonetas / que portan en la punta las mañanas”. La nueva versión publicada en Cuasimodo suprime los versos enunciados y los reemplaza por los que siguen: “La tropa que desfila / con bayonetas levantadas / semeja un candelabro de mil brazos”.

Con estos cambios en el poema Borges despersonaliza el texto de las anteriores intromisiones propias: él ya no se incluye como parte sino se vuelve un simple contemplador y transcriptor de aquella emoción estética. Además “porteñiza” un poco el poema borrando expresiones líricas.

El poema “Guardia Roja” también presenta algunos cambios respecto de la primera versión (revista Ultra , marzo de 1921) y la segunda (revista Tableros , noviembre de 1921). Tomando ésta como base para el análisis, la versión publicada en Cuasimodo ofrece la variante más importante en el 3er. verso: donde antes decía: “De las colas de los caballos cuelga el villorrio incendiado”, ahora dice: “Las lejanías cuelgan de las colas de los caballos”. Otros cambios aparecen en el 4to. verso: se reemplaza la palabra “estepa” por “llanura”; en el verso 7mo. donde decía “el milagro terrible del dolor estiró los instantes”, dice ahora: “el milagro implacable del dolor estrujó los instantes” y por último, en el verso 11ro., se reemplaza “tañen” por “bañan”.

Borges parece adaptarse al idioma castellano pero del habla porteña y por ello suprime algunos giros verbales y reemplaza palabras por otras más atendibles para el oído argentino: ya había pasado la admiración por las epopeyas y había que dedicarle tiempo al uso de lenguaje: había que cambiar política por estética.

Por el tenor de sus poemas Borges pareció admirar la revolución rusa más como un movimiento humano de justicia que por razones ideológicas. Esta profesión de fe humanista, extendida a todos los jóvenes europeos, y de seguro relacionada con la estancia ginebrina de Borges, es lo que se vuelve en el inicio el camino de su primera estación poética. Luego, con la “desilusión” del comunismo, Borges verá solamente las posibilidades estéticas que le brinda la revolución y buscará así explotar las imágenes y metáforas de la gesta, poniéndolas al servicio de su poesía.

Fuente : Revista Godot

 

sábado, 15 de junio de 2013

Xul Solar y Jorge Luis Borges: El Arte de la Amistad




Una exposición que explora la amistad como una noción cosmopolita que influyó el arte y la cultura argentina a través del intercambio intelectual entre el artista y místico Xul Solar (1887-1963) y el escritor Jorge Luis Borges (1899-1985). El Arte de la Amistad se centra en el diálogo fraternal y las colaboraciones entre Solar y Borges, figuras culturales más singulares del siglo XX en Buenos Aires, quienes contribuyeron a la renovación filosófica y estética de Argentina en la década de 1920 cultivando una especie de “nacionalismo fluido”. La exposición está curada por Gabriela Rangel, Directora y Curadora Jefe del Departamento de Artes Visuales de Nueva York, en colaboración con la poeta Lila Zemborain y la asistencia de Christina de León y Anya Pantuyeva. Estará abierta al público entre el 18 de abril y el 20 de julio de 2013, y viajará al Museo de Arte de Phoenix en el otoño. Para Gabriela Rangel, “Xul Solar y Jorge Luis Borges fueron centrales en el proceso de invención de una identidad universal local, que parece paradójico, pero es más bien extraordinario y único”.

 La exposición cubre más de cuarenta años de amistad entre Solar y Borges, cuyo encuentro se produjo tras sus respectivos retornos de Europa en 1924, en los círculos artísticos y literarios del periódico/revista Martín Fierro y colaboraron en diferentes proyectos hasta la muerte de Solar en 1963. En la búsqueda de nuevos horizontes de la vanguardia argentina, Borges y Solar junto con otros martinfierristas desarrollaron una identidad neocriolla que fusionó las tácticas de los modernistas europeos con ideas nacionalistas y la cultura vernácula del gaucho argentino. No obstante, ambos tuvieron roles singulares en su aportación al discurso del grupo: Borges reinventó las barriadas y la arquitectura semi rural de los suburbios de Buenos Aires, Xul creó el idioma Neocriollo y la Panlingua, así como paisajes fantásticos llenos de figuras monstruosas que combinaban referencias místicas y ocultistas con un simbolismo panamericano. Como sugiere Sylvia Molloy, Borges y Solar buscan la diferencia más que la asimilación, actuando como auto-exiliados en el ambiente de vivos debates en torno a la vanguardia y el nacionalismo.

Ambos construyeron una metáfora visual que constituyó el núcleo de esta nueva concepción de la identidad local como una proyección cosmopolita. Durante sus innumerables paseos por la ciudad, sus partidas de ajedrez y mientras escuchaban música, ambos discutían sobre la poesía y el arte de William Blake, el misticismo de Emanuel Swedenborg, la teología de los ángeles, el Idealismo alemán, las religiones no occidentales y los idiomas. Solar y Borges forjaron una amistad que duró toda la vida al tiempo que descubrieron y aportaron una identidad singular para Buenos Aires en el proceso de invención de sí mismos.
El Arte de la Amistad se nutre del linaje especulativo sobre la amistad construido en occidente por pensadores como Aristóteles, Cicerón, Michel de Montaigne, Friedrich Nietzsche, Ralph Waldo Emerson, Richard Rorty, Hans-Georg Gadamer, y Jacques Derrida, quienes han examinado el intercambio fraternal como un ejemplo de entidad cívica. La amistad es también considerada como un espacio de interacción social y política que permite la construcción de mapas genealógicos que identifican amplias redes de solidaridad y comunidades.

Panajedrez

La exposición reúne un importante número de pinturas, primeras ediciones y manuscritos – algunos de los cuales salen de Argentina por primera vez – como un medio para explorar la naturaleza intelectual de la relación entre Solar y Borges y la definición de amistad como un asunto privado con repercusión pública. Xul Solar y Jorge Luis Borges: El Arte de la Amistad, está organizada por Americas Society en colaboración con el Museo Xul Solar en Buenos Aires. Contará con un catálogo de tapa dura ilustrado con ensayos de Patricia Artundo, Sergio Baur, Maria Kodama, Gabriela Rangel y Sylvia Molloy, y por una plaquette con poemas originales de Mónica de La Torre, Cecilia Vicuña, y Lila Zemborain inspirados en los viajes astrales de Xul Solar, también conocidos como San Signos.

Fuente : Revista Magenta
http://www.revistamagenta.com/index.php/xul-solar-y-jorge-luis-borges/
 
Friendship and Cosmopolitanism in Argentine Art and Literature 



In conjunction with Xul Solar and Jorge Luis Borges: The Art of Friendship, contributors to the exhibition's catalogue examined the creation of a cosmopolitan movement in the midst of the cultural effervescence occurring within Buenos Aires in the 1920s. The panel discussed the development of a distinct local identity informed by the European avant-garde, which was epitomized by the friendship between artist Xul Solar and writer Jorge Luis Borges.
Presentaciones en ingles y español

Fuente : You Tube
http://www.youtube.com/watch?v=dvae649Xg9A
El tiempo de Borges



Fuente : You Tube
http://www.youtube.com/watch?v=2hyvPyWoWb4
LAS PARADOJAS, ESTÍMULO DEL PENSAMIENTO 




Borges intenta con el uso de las paradojas demostrar que el mundo no puede explicarse adecuadamente usando exclusivamente la lógica y la razón, pues las consecuencias ultérrimas de esto nos llevan al absurdo.

La mayoría de las paradojas utilizadas por Borges tratan acerca del tiempo y la intemporalidad, lo finito y lo infinito, la continuidad y la discontinuidad, la unidad y la multiplicidad. Borges utiliza frecuentemente la segunda paradoja de Zenón, a la que dedica incluso dos ensayos: La perpetua carrera de Aquiles y la tortuga y Los avatares de la tortuga, ambos incluidos en el libro Discusión. Recordemos la paradoja: siempre que la tortuga comience la carrera con ventaja por delante de Aquiles, cuando éste recorra la distancia que les separa, la tortuga habrá avanzado una décima parte más; cuando Aquiles recorra esta décima parte, la tortuga habrá recorrido otra décima parte de la misma: independientemente de la distancia que recorra Aquiles, la tortuga siempre estará una décima parte de su anterior ventaja por delante. La paradoja resulta de tratar de convertir el continuo en una serie infinita de magnitudes decrecientes.

Inspirado en Platón, que veía en el tiempo una imagen móvil de la eternidad y en Plotino, que afirmaba que para indagar y definir la naturaleza del tiempo es indispensable conocer primero la eternidad, Borges cree poder ver en la matemática moderna una buena aproximación al infinito.

Otra de las paradojas que gustaban a Borges es la de Russell (el conjunto de los conjuntos que no se contienen a sí mismos sí está contenido en sí mismo), que no es sino la extensión de la célebre paradoja del mentiroso: si digo "soy un mentiroso" y efectivamente lo soy, entonces estoy diciendo la verdad, por lo que no soy un mentiroso. Fue el matemático Gödel, también estudiado por Borges, quien demostró que cualquier sistema formal que contenga una teoría de números tiene al menos un estamento indecible. Aunque nosotros sepamos que el estamento es cierto, el sistema no puede probarlo. Esto es importante, porque indica que la verdad matemática es algo más que lógica y computación, haciendo añicos las ingenuas expectativas de que el pensamiento humano pueda llegar a ser reducido a algoritmos. Los algoritmos son procesos matemáticos paso por paso para resolver problemas, que pueden ser reproducibles, y que son la base del funcionamiento de las computadoras. Por lo tanto, nuestro pensamiento no puede ser estrictamente un proceso mecánico reproducido por un ordenador.

Borges pretende sorprender al lector, intranquilizándole, mostrándole hechos que no por cotidianos dejan de ser incomprensibles para nosotros, o como diría Gödel, indemostrables. Borges nos hace pensar, recordándonos a ese "partero de las ideas", como se hacía llamar Sócrates. Utiliza las matemáticas para sumirnos en el desconcierto, obligándonos a una acción que no pueden hacer las computadoras: pensar. Uno de sus argumentos preferidos para estimular el pensamiento es el concepto de infinito.

EL INFINITO

Borges quiebra uno de los fundamentos de lo real, su certeza de finitud, para precipitarnos en la imposibilidad de representación del infinito. De este modo, por ejemplo, en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius las repeticiones se hacen infinitas hasta su irrupción en lo real. En Las ruinas circulares, un hombre es soñado por otro hombre que a su vez lo será por otro, y éste por otro, y así hasta el infinito, como infinitamente divisible será el espacio que impedirá que Aquiles alcance a la tortuga. En los versos de uno de los sonetos sobre el ajedrez se dibuja esta duplicación al infinito: "Dios mueve al jugador, y éste, la pieza / ¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza / de polvo y tiempo y sueño y agonías?". En La Escritura del Dios teje el mundo de los sueños con el de la vigilia en una infinita urdimbre: "Un día y una noche —entre mis días y mis noches, ¿qué diferencia cabe?— soñé que en el piso de la cárcel había un grano de arena. Volví a dormir, indiferente; soñé que despertaba y que había dos granos de arena. Volví a dormir; soñé que los granos de arena eran tres. Fueron, así, multiplicándose hasta colmar la cárcel y yo moría bajo ese hemisferio de arena. Comprendí que estaba soñando; con un vasto esfuerzo me desperté. El despertar fue inútil; la innumerable arena me sofocaba. Alguien me dijo: No has despertado a la vigilia, sino a un sueño anterior. Ese sueño está dentro de otro, y así hasta lo infinito, que es el número de los granos de arena. El camino que habrá de desandar es interminable y morirás antes de haber despertado realmente".

Borges utiliza las teorías de los matemáticos Cantor y Gödel en su exposición del concepto del infinito. Al contrario que la tradicional idea del infinito como un número inimaginablemente grande, Georg Cantor introdujo al final del siglo XIX los números transfinitos, representados por el número que denominó aleph. Cantor redefinió el concepto de conjunto infinito como aquel que permite establecer una correspondencia biunívoca con una parte de sí mismo. He ahí la paradoja, o lo ininteligible del concepto de infinito que tanto fascina a Borges: la cantidad de números pares es la misma que la de los números pares e impares juntos.

También coincidió Borges con Kafka en tomar el infinito como leitmotiv de sus relatos. En La construcción de la muralla china de Kafka aparece la idea de infinito y la multiplicidad. Hay un emperador infinitamente remoto en el tiempo y en el espacio que ordena que infinitas generaciones construyan una muralla infinita que circunscriba su imperio infinito. Borges nos acerca al infinito de otra manera: en El Aleph todos los puntos coinciden en uno, en El jardín de senderos que se bifurcan, todos los tiempos coinciden sin excluirse, fundando de este modo una nueva espacialidad y una nueva temporalidad. Borges dice: "Lo que llamamos azar es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad. Esa compleja maquinaria incluiría en sí todo lo que el orden normal excluiría: lo falaz, el crimen, lo infinito..." Borges se diferencia de Kafka en que éste se acerca al infinito desde la atmósfera del absurdo y del horror, mientras que para el autor de El Aleph, es desde una distanciada ironía.

El infinito es una clave para la comprensión del universo. Al igual que en un conjunto de infinitos elementos, cada uno es equivalente a los restantes, nos cuenta Borges en El Zahir: "Dijo Tennyson que si pudiéramos comprender una sola flor sabríamos quiénes somos y qué es el mundo. Tal vez quiso decir que no hay hecho, por humilde que sea, que no implique la historia universal y su infinita concatenación de efectos y causas... Los cabalistas entendieron que el hombre es un microcosmos, un simbólico espejo del universo; todo, según Tennyson, lo sería" (EA, pág 115).

EL LABERINTO Y LAS DIMENSIONES DEL TIEMPO

En Borges el laberinto es algo más que un símbolo, en ocasiones se convierte en verdadero eje del relato, en el elemento estructural del mismo.

Toda la obra borgiana gira en torno al laberinto. Borges afirmaba que sus pesadillas más recurrentes eran el laberinto y el espejo, dos símbolos que, en suma, se limitan a lo mismo, pues "bastan dos espejos opuestos para construir un laberinto". ¿Qué es el laberinto en Borges? A veces una imagen del universo o de la forma en que la humanidad ve el universo, una imagen de la cultura humana, un lugar para perder a los hombres, una expresión del caos, una expresión del orden, lo que no puede comprenderse, la escritura de Dios, lo inhumano, los rigores de la lógica, la razón, etc.

En La Biblioteca de Babel, Borges construye una fascinante alegoría en la que parece expresarse la condición esencial del hombre. Ésta podría ser entendida como la condición de un ser que se encuentra perdido de manera irremediable en un universo extrañamente caótico, en el que se siente tremendamente angustiado por el flujo de una temporalidad que lo envuelve y lo aniquila. La Biblioteca de Babel es un monstruoso laberinto que alude al infinito y al caos. Por sus inagotables corredores y galerías vagaría el hombre en busca de explicaciones y justificación. Encontramos numerosas referencias a la vastedad de ámbitos tanto espaciales como temporales: "yo afirmo que la Biblioteca es interminable"; "la Biblioteca existe ab aeterno"; "la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal"; "... la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita..."; "...digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito"; "...el dictamen clásico: la Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible."

Pero también parece encontrarse Dios subyaciendo bajo las formas de la esfera y del círculo en que se transfiguran mágicamente tanto los hexágonos como los libros de esta biblioteca-universo, cuya presencia nos aproxima simbólicamente al sentido de lo inabarcable: "Yo afirmo que la Biblioteca es interminable. Los idealistas arguyen que las salas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto, o por lo menos de nuestra intuición del espacio. Razonan que es imposible una sala triangular o pentagonal. (Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de tomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes. Ese libro cíclico es Dios)."

Esta Biblioteca de Babel, surgida a partir de la descripción matemática fundamentada en un cálculo probabilístico y en el convencimiento de que los veinticinco signos del alfabeto producen un número finito de combinaciones, desemboca en último término en una errar cíclico al interior de un terrible laberinto que consume a la especie humana y la pone al borde de su próxima extinción. "A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página de cuarenta renglones, cada renglón, de unas ochenta letras de color negro." Concluye Borges su relato con las siguientes palabras: "Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden)."
EL TIEMPO CIRCULAR (ETERNO RETORNO)

La noción de Tiempo Circular aparece repetidamente en la obra de Jorge Luis Borges. Uno de los primeros ensayos en que Borges habla del tiempo circular es La doctrina de los ciclos que se incluye en Historia de la Eternidad: "El número de todos los átomos es, aunque desmesurado, finito, y sólo capaz de un número finito de permutaciones. En un tiempo infinito, el número de permutaciones posibles debe ser alcanzado, y el universo tiene que repetirse". Así tenemos una primera noción de tiempo circular, que se basa en la repetición cíclica infinita, asociado a la imagen del eterno retorno, sin tomar esta imagen como retroceso sino como avance infinito hacia el punto de partida, recorriendo la circunferencia finita para volver al mismo punto.

Esta idea también aparece en sus cuentos: "Antes de exhumar esta carta, yo me había preguntado de qué manera un libro puede ser infinito. No conjeturé otro procedimiento que el de un volumen cíclico, circular. Un volumen cuya última página fuera idéntica a la primera, con posibilidad de continuar indefinidamente. Recordé también esa noche que está en el centro de Las mil y una noches, cuando la reina Shahrazad (por una mágica distracción del copista) se pone a referir textualmente la historia de Las mil y una noches, con riesgo de llegar a la noche en que la refiere, y así hasta el infinito". Ficciones, p. 142

En el ensayo Nueva refutación del tiempo intenta demostrar que las negaciones del idealismo pueden extenderse al tiempo. Berkeley niega la existencia de objetos independientemente de nuestra percepción de ellos. Dice Borges que si el hombre se puede reducir a una colección de sensaciones, entonces una simple repetición en la vida de un hombre es suficiente para probar que el tiempo, entendido como una sucesión, es una falacia puesto que la repetición destruye la secuencia lineal.

LAS INFINITAS DIMENSIONES DEL TIEMPO

En el símil borgiano del universo como biblioteca se esconde un concepto del continuo espacio-tiempo, a la manera de los explicados por Einstein en las Teorías Especial y General de la Relatividad, donde presenta la realidad como un sistema unificado e interconectado. De esta manera, en vez de considerar al tiempo como una serie de momentos omnipresentes, Einstein lo concebía interrelacionado con el espacio dentro de una matriz espacio-tiempo de cuatro dimensiones. Todo lo que para nosotros constituye el pasado, el presente y el futuro es un bloque homogéneo anterior a nuestro conocimiento del mismo. Sin embargo, con este modelo, un observador no puede disfrutar de la totalidad porque está atrapado por su propio cono de luz. De la misma manera, los personajes en La Biblioteca de Babel durante su vida apenas si pueden conocer una parte infinitesimal del vasto edificio geométrico.

El relato El jardín de senderos que se bifurcan es una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo: "...una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En éste, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma"(F, pág. 114-115). En este relato Borges va más allá del concepto de tiempo como una cuarta dimensión y considera el tiempo como algo atrapado en el infinito. El protagonista del relato creía en infinitas series de tiempos, las cuales abarcan todas las posibilidades. Esto implica una red infinita de tiempos paralelos, en la que sus ramificaciones a veces se topan y otras no.

Bibliografía y notaciones utilizadas

Sus obras completas se encuentran publicadas en Alianza Editorial, y para este trabajo hemos utilizado:
 (D) Discusión
(EA) El Aleph
(EH) El hacedor
(F) Ficciones
(HE) Historia de la eternidad
(LA) El libro de arena
(OI) Otras Inquisiciones

Fuente : Revista Esfinge
Juan Carlos del Río

 

jueves, 13 de junio de 2013

La relación de Jorge L. Borges con Bolivia, un libro y un poeta perdido




El escritor argentino dijo pocos años antes de morir que su poeta favorito era el boliviano Ramiro Tamayo, un desconocido incluso en su propio país natal. Borges le leyó su poema predilecto de este autor al escritor y periodista argentino Albino Gómez.

Por:
Martín Zelaya Sánchez

 Una noche de jueves, tras largas horas hablando de libros y música junto a una botella de Fernet que se resistía a ceder, mi buen amigo, el bardo tarijeño Marco Montellano, me lanzó sin medias tintas: "¿Sabías que el poeta favorito de Borges era un boliviano?"
Y me habló entonces de Ramiro Tamayo, "que nada tiene que ver con Franz Tamayo, y que casi nadie conoce, pues ni siquiera aparece en los libros de historia de la literatura'".
Pasaron muchos meses, entre vueltas y olvidos, hasta que terminé por fin de decidirme a rastrear la ligazón –escasa, modesta, pero ligazón al fin– de Jorge Luis Borges con Bolivia, y escribir un artículo al respecto.
Dijo el autor de Los conjurados, pocos meses antes de morir, a un entrevistador boliviano: "Bueno, quiero contarle que una vez en una librería encontré un libro sobre Borges –le encantaba hablar de sí mismo en tercera persona–. Lo había escrito Marcial Tamayo (boliviano), al que después conocí.' Mi memoria asocia Bolivia con Ricardo Jaimes Freyre, el poeta más preciosista del modernismo; y luego tienen a Reynolds, y al mismo Tamayo'".
¿Cuál Tamayo?, habrá que preguntarse. ¿Tal vez, por el contexto, esta vez sí Franz Tamayo? ¿O Marcial?, ¿O su hermano menor, Ramiro, un comunicador, cineasta e intelectual boliviano que creció y vivió gran parte de su vida en Buenos Aires, y que escribió el poema que tanto fascinó a Borges?
En 2007 el poeta y crítico Juan Carlos Ramiro Quiroga posteó en su blog el artículo "Borges a calzón quitado", en el que Albino Gómez cuenta de la relación del mayor escritor argentino de la historia con los Tamayo. Nadie le dio entonces mucha bolilla a ese texto, pese a su valía.
Cuenta Gómez: "Ramiro comenzó a destacarse por una tan excelente producción poética que motivó un breve prólogo de Borges a lo que constituyó su primer libro de poemas, donde el escritor se refería a sí mismo como un "poeta crepuscular" –a pesar de que todavía no tenía 50 años– llamando a Ramiro un "poeta del alba".
Más adelante, Gómez cuenta que Tamayo era tan perfeccionista que retiró y devolvió el libro varias veces a la imprenta y al final nunca se editó. Y comenta: "'con sus 18 años, Ramiro Tamayo era para su gusto (de Borges) el mejor poeta de nuestra lengua. Y con esa memoria prodigiosa que siempre lo caracterizó, a pesar de los más de 20 años transcurridos, recordó y recitó uno de los poemas de Ramiro.

DUDAS. Pero ¿cómo es posible, entonces, que pocos hayan oído hablar de los Tamayo y, sobre todo, que nadie o casi nadie en el país se haya preocupado de un poeta que deslumbró ni más ni menos que al mismísimo Borges?
"Ten cuidado con que sea un poema apócrifo", me advirtió Luis "Cachín" Antezana, autor del libro Álgebra y fuego: lecturas de Borges.
Considerado como uno de los máximos eruditos borgeanos en el país, tras leer el texto de Gómez, Antezana se limitó a comentar:
"No hay mucho que decir al respecto: los Tamayo fueron amigos de Borges, efectivamente. Biográfica y bibliográficamente se sabe que el único libro dedicado a su obra que Borges leyó fue el primero: el que escribieron Adolfo Ruiz Díaz y Marcial Tamayo (Borges. Enigma y clave). Está inclinado a discernir las fuentes clásicas (grecolatinas) en Borges; pero, en el camino, tiene un excelente
análisis del cuento 'La muerte y la brújula'".
Similares dudas tiene Rodolfo Ortiz, director de la revista La Mariposa Mundial: "Que yo sepa Borges elogió no sin cierta dosis de ironía el poema 'Peregrina paloma imaginaria', de Ricardo Jaimes Freyre'."
"Del tal Ramiro Tamayo –comenta– nada encontré en mi gaveta y tengo serias dudas del texto que me mandaste no vaya a ser un apócrifo más sobre el maestro".
Qué mejor entonces que recurrir a la fuente primaria. "Deseo que quede bien en claro que el poema recitado por Borges pertenecía a Ramiro Tamayo y estaba dedicado a una bella muchacha que cursaba la carrera de abogacía, y fue publicado en la revista de poesía Latitud 34", sostiene Gómez, escritor y diplomático argentino, amigo de Marcial y Ramiro, y que hace pocos días tuvo la gentileza de contestar un cuestionario, luego de que la magia de Google permitiera ubicarlo. Hasta aquí lo de los Tamayo.

EL LIBRO DE DANTE. Terminé de decidirme a escribir esta nota, decía antes respecto al "caso Tamayo", pero en realidad una idea primigenia había surgido mucho antes, a fines de los '90, cuando hallé en un cajón de ofertas de una librería de Sopocachi un libro en el que Dante Escóbar cuenta cómo Borges le mostró, una tarde de 1985 en su casa de la calle Maipú, en pleno centro de Buenos Aires, un ejemplar de Índice de la poesía boliviana contemporánea, de Juan Quirós.
Hábil, conociendo todos los obstáculos de la casa, se dirige a una sección de la biblioteca y trae consigo un volumen azul. "Vea este libro –le dice el escritor a Escóbar, sí, al mismo Dante Escóbar que años después fue juzgado y condenado por un millonario fraude y que aún hoy está preso en La Paz–: me llegó en los últimos meses. Me lo han recomendado y tengo deseos de conocer lo que se ha escrito en Bolivia en los últimos diez años”.
En otro momento de la extensa entrevista –publicada en un extraño libro llamado Las obsesiones de Borges (Distal, 1989)– el autor de El hacedor comenta: "Qué bueno que ustedes los bolivianos se acuerden aún de Ricardo Jaimes Freyre sus leyes sobre la versificación son una obra maestra".
Cuando, tras hablar de autores, libros, estilos, mitología, religión, ontología, la charla gira en torno al periodismo y las entrevistas, Borges, franco, admite que "son reprochables" porque el periodista generalmente "asume el predestinado papel de interrogador fiscal".
No obstante, lo arregla pronto y dice: "Pero si me piden un reportaje para un diario del interior o, en su caso, de Bolivia, pienso que puedo ayudarlos y lo hago contento. No sé, me llama la atención su país, donde hay gente que se interesa por lo mío y los artículos que usted publicó sobre mí en La Nación."
Siempre quise escribir algo en torno a este pequeño texto –son 120 páginas, pero la entrevista ocupa apenas 70; el resto, es una arbitraria "antología poética" de Borges elaborada por el autor–, pero recién hace un par de semanas lo reencontré, tras varios años olvidado, en uno de los cajones de libros que yacen bajo los anaqueles de mi pobre biblioteca que nunca termino de ordenar.

LO DE MENOS Y LO DEMÁS. Menciona Ortiz a Jaimes Freyre, que, sin lugar a dudas, es la máxima referencia que Borges tenía sobre Bolivia, pues incluso lo mencionaba como ejemplo y recitaba sus versos en varias conferencias de su vejez.
Además de Jaimes Freyre (ver recuadro), los Tamayo y Dante Escóbar, algunas breves "relaciones" del autor de El Aleph con nuestro país se hallan en el diario de Adolfo Bioy Casares:
Un comentario desfavorable de Borges sobre una conversación que tuvo en 1968 con la esposa del embajador boliviano en Argentina y un proyecto de luna de miel en Bolivia, cuando Borges quiso casarse con María Esther Vásquez.
 Por lo demás, en el prólogo a Un bárbaro en Asia, de Henri Michaux, traducido por él mismo, Borges escribe: "Hacia 1935 conocí en Buenos Aires a Henri Michaux ('). Solía asombrarnos con noticias tristísimas de Bolivia, donde había residido un tiempo."
La última, que sólo hay que tomar como rumor, pues no hay fuentes ni rastros. En plena guerra de las Malvinas, Borges habría declarado que "Argentina e Inglaterra parecen dos pelados peleándose por un peine" y que "las islas habría que regalárselas a Bolivia para que tenga salida al mar". No consta a nadie, pero quién sabe. «

 Ramiro Tamayo, el gran poeta sin libro
Tratando de zanjar la polémica, y tras ubicar su correo electrónico, le preguntamos a Albino Gómez: "Aparte de lo que cuenta en el artículo, ¿recuerda algo más que Borges haya mencionado sobre su relación con Marcial y Ramiro Tamayo?"
Debido a que no pocas veces se atribuyeron al maestro textos y poemas apócrifos, y ante las pocas referencias de Ramiro Tamayo, en Bolivia hay quienes sospechan que quizás el referido poema sea también un apócrifo. ¿Cómo puede Gómez ayudarnos a disipar esta duda? Resumimos, a continuación, la extensa respuesta.
"Ramiro fue un gran poeta y es verdad que su perfeccionismo le impidió editar ese libro (en el que iba a estar el poema que sólo la memoria de Borges mantuvo vivo). Yo lo conocí en quinto año del Colegio Nacional, cuando él llegó con su padre, don José Tamayo, su madre, su hermano Marcial, que ya tenía 28 años, y Celicetta, su hermana de 20 años."
"Fuimos muy amigos durante años. Ingresamos juntos a la Facultad de Derecho que pronto él abandonó porque no le interesaba. Lo malo es que también dejó la poesía y eso fue una gran pérdida. Se dedicó al cine primero y con el entonces periodista e incipiente escritor Tomás Eloy Martínez, luego famoso, hicieron un filme sobre una leyenda norteña que tuvo muchos premios y creo que figura en las buenas enciclopedias del cine." (…)
"Quien tuvo más continuada relación con Borges fue su hermano Marcial. Porque los Tamayo, a pesar de que al caer Villarroel don José dejó de ser embajador, siguieron viviendo en Buenos Aires."
"Y don José, ya viudo, llegó o pasó los 90 años y recibió siempre la generosa ayuda de Marcial, que desarrolló una gran carrera y publicó un extraordinario libro dedicado a su padre, que es una verdadera joya literaria. El título es Demasiada luz, y lo publicó la editorial Proa, con ilustraciones de la hermana de Borges, Norah."
"Yo seguí tratando más a Marcial que a Ramiro porque coincidimos en Nueva York y en Washington, donde Marcial estuvo unos diez años como representante del Secretario General de ONU ante la Casa Blanca."
"Así fue cómo en 1967 y 68 recibí a Borges en dos oportunidades. En la segunda, cuando se quedó tres días, me dijo que la única persona con la que le interesaba conversar en Washington era con Marcial."
"Cenaron en mi casa y charlaron hasta casi las tres de la mañana. Borges estaba acompañado por su primera y reciente mujer, de la cual se separó rápidamente."
"En fin, no quiero tomarle más tiempo, pero puede usted afirmar con total seguridad que el poema recitado por Jorge Luis Borges pertenecía a Ramiro Tamayo. La muchacha a quien fue dedicado, lo merecía."
Va, entonces (en cuadro adjunto), el poema que Borges le recitó a Gómez en una entrevista citada en el artículo "Borges a calzón quitado", que se puede hallar velozmente googleando.

 Ricardo Jaimes Freyre
"En el caso especial de Jaimes Freyre –pregunta Dante Escóbar avanzada la entrevista, en su libro Las obsesiones de Borges– ¿sentía usted alguna influencia de su poesía?" "Quizás –responde el maestro– muchas de mis primeras experiencias poéticas tienen influencia de Jaimes Freyre; era un preciosista. En su poesía, y no lo digo porque usted sea boliviano, la página es parte del lenguaje en la comunicación íntima poeta-lector. En Darío también hay una comunicación íntima, como la hay en otro gran poeta como lo es Verlaine."
"No me cabe duda de que en mi libro Fervor de Buenos Aires hay versos con notable influencia de Jaimes Freyre y Lugones."
"Es realmente curioso, ¿no?, que Jaimes Freyre haya sido más honrado, homenajeado aquí, en Argentina, y no en su propio país, con lo que se confirma que el oficio de escritor es extraño: unos reciben muchos elogios y premios, y otros son desestimados o rechazados por cuestiones extraliterarias."
"… Recuerdo sus famosos versos –dice mucho después, casi al final de la larga charla lograda en cuatro tardes consecutivas– 'Peregrina paloma imaginaria, que enardece los últimos amores; alma de luz, de música y de flores, peregrina paloma legionaria." Cómo no hallar metáfora en estos versos, y no importa el sentido intelectual de los versos; lo que importa es que nos llegan… son versos preciosos."

 El poema de Ramiro Tamayo
Tú que tienes los ojos como caminos de Dios. / Que los tienes como atardeceres en los ventanales / de mi casa / (ahí, frente a los árboles / que reciben el viento que llega desde el campo). / Tú que tienes los ojos como un Domingo / como uno de esos días esperados desde la infancia. / Que los tienes poblados de sueños / y de cuentos deslumbrantes. / Tú que miras con esa lejanía /con que se miran las cosas supremas. / Tú que tienes esos ojos dime: Qué es eso algo triste / que está andando por las calles? / Lo que nos despierta –a veces en / medio del sueño / con grandes lágrimas. / Aquella pesada hoja que cae / y se demora en la frente. / Dime despacio / el nombre del niño de los pómulos violetas / que afronta una mudez aciaga. / Tú que tienes los ojos poblados de cielos / que los tienes repletos de ansiedad. / Repite esas palabras tenaces / –y tan débiles / que llenan las horas sin horas. / Muchacha, repítelas.

Fuente : Tiempo Argentino

 
Monumento homenaje a Jorge Luís Borges en la Biblioteca Nacional Argentina 




Se inaugura en la explanada sobre el acceso de la calle Austria al 2500.

Siempre las esculturas, estatuas o monumentos nos sorprenden, sobre todo cuando sus temas son vidas que ya fueron, hombres y mujeres que vivieron, miradas movedizas que ahora parecen inmutables. Nada hay más extraño que las estatuas; se aceptan con escepticismo, pero es el escepticismo del memorioso cultural, que teme que el tiempo lo desampare; pero también se miran sin miedo, pero es el miedo que tiene la rara certeza de que al precio de revivir el pasado en una materia durable, se ha revivido un espíritu.

Forma modesta y aceptable de la eternidad, las estatuas siguen siendo el modo conmemorativo más antiguo que encontraron las culturas, desde los más percudidos menhires hasta los monolitos de algún culto indescifrable en una ruta olvidada. La Biblioteca Nacional, a su manera un monumento que corta el paisaje urbano con bloques vivos de cemento, ha juzgado que Borges debía ser una de las figuras que la flanquearan, como escoltas de piedra que pugnan por dejarse ver como estereotipo granítico, un lansquenete solitario que apenas deja entreverse sostenido en su bastón, como un espectro viviente. En portugués, recordó alguna vez Borges, bastón preserva el nombre de bengala, pues la buena madera para hacerlo provenía de esa lejana región del planeta. El objeto se pega a su nombre, un nombre se pega a la historia. He allí todo.

La Biblioteca Nacional tiene muchos bustos y monumentos en sus plazas y en su interior. La peculiaridad de las estatuas es que pueden ser puestas y sacadas. Ellas no saben el riesgo que corren cuando las rutinas de los hombres y el plan legendario de los Estados deciden erigirlas. Hay muchos que quieren estatuas para estabilizar el pasado, para establecer una suerte de justicia en las tribunas de los dioses de roca pulida. Otros las ven un desafío inútil que atrae a los vándalos y luego a los reconstructores. Entre el raro deseo de poner el pasado en orden y el duelo que se entabla con los que ven en la piedra la verdadera imagen de la vida, se pone este Borges, efigie magna del recuerdo que se invoca y se pierde a sí mismo. Es el homenaje en el lateral del edificio que hereda la vieja casa bibliotecaria que él dirigió y prefirió.

Este Borges de espíritu y guijarro, es un aerolito yacente entre plantas que será saludado, criticado, fermentado por nuevos pensamientos urbanos, y que viene a convivir con el heterogéneo jardín de la cultura argentina que esta Biblioteca representa.

Fuente : Biblioteca Nacional