Mariano Llinás dice por teléfono que le "encanta"
la idea de hablar sobre Invasión y más aún de Hugo Santiago pero "la
condición es que vengas a la productora porque te vas a sorprender".
Cuando el director de Balnearios (2002); Historias extraordinarias (2008) y La
flor (2018) abre la puerta del PH de Recoleta donde funciona El Pampero Cine lo
primero que se ve es un cuadro gigante con el mapa de Aquilea: la Buenos Aires
mítica que crearon Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Hugo Santiago; la
ciudad imaginaria en la que transcurre el film que -para muchos es- la mejor
película de la historia del cine argentino. Por supuesto, Llinás se inscribe en
esa lista.
"La escena de la milonga de Invasión es un momento
único en la historia del cine porque para mí Invasión es la Patria. Cuando
llega uno de los personajes y dice 'la amistad es una pasión tanto más lúcida
que el amor' y en donde a la pregunta '¿A qué morir por gente que no quiere
defenderse?', se responde: 'La ciudad es más que la gente'. Ese es un momento
de esplendor", recita con emoción Llinás desde un sillón ubicado justo
frente al mapa que parece un tablero de ajedrez tridimensional, uno de sus
mayores tesoros firmado por Hugo Santiago y dedicado a "los pamperos y las
pamperas".
La primera vez que Llinás vio la película fue en 1995 cuando
estaba estudiando la carrera de cine. "Llegué a Invasión como la película
de Borges y Bioy Casares y como era un pendejo, en aquel momento, no entendí
nada".
Tal vez lo mismo que sucedió con el director -autodefinido
"primero como uno de sus tantos acólitos, luego su camarada y más tarde su
cómplice"- haya ocurrido con los espectadores que el 16 de octubre de 1969
(día del estreno comercial en Buenos Aires) pagaron una entrada en el cine
Hindú de calle Lavalle para ver "la película de Borges y Bioy Casares".
Publicitada como "un film líder, una verdad prohibida
para menores de 18 años" en las páginas del diario La Nación, la película
remite a un enfrentamiento entre dos bandos, en el año 1957, en medio de una
Aquilea urbana que no intenta disimular nunca que se trata de Buenos Aires.
La película fue estrenada en la función de apertura de la
primera edición de la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes y
llegó a las salas porteñas tras ser premiada en los festivales de Locarno,
Mannheim y Barcelona.
En la sinopsis, escrita por el mismo Borges, "Invasión
es la leyenda de una ciudad, imaginaria o real, sitiada por fuertes enemigos y
defendida por unos pocos hombres, que acaso no son héroes. Lucharán hasta el
fin, sin sospechar que su batalla es infinita".
Protagonizada por Lautaro Murúa, Olga Zubarry, Juan Carlos
Paz, Roberto Villanueva, Martín Adjemian y Oscar Cruz a este film vanguardista
para la época le tocó compartir cartel con películas exitosas como El graduado
con Dustin Hoffman (ganadora de un Oscar) y ¡Viva la vida! con Palito Ortega,
Violeta Rivas, Tita Merello, Hugo del Carril y otras figuras de la época que
con sólo figurar sus nombres en las marquesinas las salas de cine se llenaban.
En esos años de la dictadura de Onganía, en los albores del rock
en Argentina con bandas como Almendra, Manal, Vox Dei y otras que hacían furor
en la juventud, Invasión fue musicalizada por el bandoneón mayor del tango:
Aníbal Troilo. Pichuco -que había entablado cierto grado de confianza con Hugo
Santiago porque el director quería que "el Gordo" actuara en una
película sobre un bandoneonista- compuso la música de la Milonga de Manuel
Flores escrita por Borges, recitada por Roberto Villanueva y doblada en
guitarra por Roberto Grela y Ubaldo De Lío.
La selección cultural argentina que constituyó Hugo Santiago
para su ópera prima no impidió que Invasión fuera un fracaso comercial ni que al guión de Borges y
Bioy no lo comprendieran ni los mismos protagonistas. Así lo contó Olga Zubarry
en una entrevista publicada en el sitio Leedor en 2008 cuando aseguró "no
entendí una sola palabra de lo que estábamos haciendo".
"Supongo que a todo el mundo le pasa cuando ve por
primera vez Invasión. Todos se deben preguntar por qué actúan así, de una
manera tan rara, que hablan casi recitando (salvo Lautaro Murúa). Es muy
difícil que te guste porque está actuada de una manera muy antinaturalista y a
veces eso espanta mucho, más cuando venimos de un cine de los norteamericanos,
entonces cualquier actuación distanciada te genera hasta miedo", dice
Mariano Llinás que, en 2015, participó como guionista en El cielo del Centauro,
la que sería la última película dirigida por Hugo Santiago.
Adolfo Bioy Casares dejó su impresión de lo ocurrido el día
del estreno en Buenos Aires en su libro Borges (Destino, 2006). "El film
no llega a los espectadores; éstos ríen en los momentos trágicos y largamente
se aburren. Nos vamos con precipitación, pero la gente (alguna famosa por la
impertinencia agresiva) me detiene para felicitarme. Manucho (Mujica Lainez),
tan cáustico; Dalmiro Sáenz, tan acometedor: ambos elogiosos y cordiales. A
Mastronardi lo interrumpo: 'Entre bueyes no hay cornadas' (en seguida dudo del
acierto de la frase). "El bodrio del año", afirma tristemente un
desconocido".
¿Una premonición?
Buenos Aires, 1967. El muchacho de anteojos oscuros, bien
peinado para atrás y con sonrisa compradora se acerca a la mesa de entrada de
la Biblioteca Nacional y pide hablar con el director.
-¿De parte de quién?
-Hugo Santiago Muchnik.
Cuando fue recibido por el director, el joven le contó que
había sido alumno suyo en la Facultad de Filosofía y Letras y que quería filmar
una película de una ciudad sitiada que se llamaría Aquilea y que sería víctima
de una invasión. "Quiero que usted escriba el guión", le dijo Hugo
Santiago, sin sonrojarse, al hombre que ese año encabezaba la lista al Nóbel de
Literatura.
Cuando Hugo Santiago fue a convencer a Borges venía de
aprender el oficio de cineasta en Francia con Robert Bresson, de quien fue
asistente por siete años. Para ese entonces ya tenía dos cortometrajes
dirigidos: Los contrabandistas (1967), con Federico Luppi y Los taitas (1968)
con Lito Cruz.
En el mencionado libro Borges, Bioy Casares recuerda lo
sucedido en el mes de julio de 1967 mientras trabajaban juntos en el guión de
la película: "Comen en casa Borges y Hugo Santiago Muchnik. A Muchnik le
digo: 'Tengo para usted, una buena y una mala noticia. La buena es que hemos
concluido el resumen del film y que se lo regalamos para que haga lo que
quiera. La mala es que no haremos el libreto'. Como un caballero, como un buen
perdedor, Muchnik acepta mis palabras. Dice que esas diez páginas que le hemos
hecho son lo esencial y que gracias a ellas podrán seguir adelante con el
film'. En ese mismo sentido, Borges dirá: 'Es un caballero. No flaqueó en
ningún momento. Cuando esté solo en su cuarto se pondrá a llorar. Nosotros le
entregamos un argumento que parece de Nick Carter o de Nick Winter, pero la
realidad nos ha regalado una escena que parece de Henry James: el fervoroso
admirador que descubre que los ídolos tienen pies de barro; que los colosos son
chiquititos. La gente sobrevalúa nuestra capacidad literaria".
Los cultores y estudiosos de Invasión han hecho distintas
lecturas de la película. Para algunos anticipó la sangrienta dictadura que
encabezaron Videla, Massera y Agosti y la lucha armada de los 70'; para otros
la escena en la cancha de Boca donde los que resisten son encerrados en La
Bombonera predijo lo que luego sucedió con la dictadura de Pinochet y la
utilización del Estadio Nacional de Chile como campo de concentración.
Sin dudas lo que contribuyó a alimentar esa lectura fue
cuando en 1978 -en plena dictadura militar- se robaron las 8 bobinas del
negativo original que se guardaban en el laboratorio Alex. Eso significó que la
película no existía más. Estaba desaparecida.
Tiempo después Hugo Santiago recordó la infundada
explicación sobre la desaparición de la cinta: "Nos dijeron que robaban
los negativos para sacar las sales y el nitrato de plata y la plata, pero
resulta que después de la Segunda Guerra Mundial los negativos no son más como
eran antes, no se puede hacer eso. Es una pavada. Otros decían que era para
fundirlos y hacer peines. No: fue un operativo. Vinieron y los robaron".
¿Entonces Invasión fue una película subversiva para la
Dictadura? ¿Esa resistencia de los habitantes de Aquilea podría incitar a los
jóvenes que la vieran a defenderse con la opresión militar? ¿Justamente una
película de Borges que en aquellos días elogiaba a Videla y se reunía con él a
almorzar?
El mismo Hugo Santiago contó en la presentación de El cielo
del Centauro -en el BAFICI 2015- que "empezaron a aparecer distintas
lecturas e interpretaciones y cambiando con los años. Hace muy poco se hizo un
reestreno de Invasión en París y jóvenes apasionados empezaron a decir que
estaban mal las lecturas políticas que se habían hecho en los setentas, porque
en realidad era un film sobre… ¡ecología! O sobre el comercio: uno de los
personajes decía ¿por qué no resiste Herrera, si la gente está esperando lo que
le vamos a vender?, y el otro dice 'la gente no se da cuenta, y los que se dan
cuenta tienen miedo como yo'. Eso era una cuestión de estilo, pensado junto con
Borges y redactado finalmente por él. No había un mensaje hacia una línea u
otra".
Para Mariano Llinás "la película goza de una lucidez
que echa por tierra -a mi gusto- con todas las tonterías políticas de Borges,
toda esa zona siniestra, confundida, perdida de Borges en los '70 cuando elogió
a la dictadura o cuando le dio la mano a Pinochet. Toda esa zona conservadora a
mí se me licua por completo cuando escribe una frase como 'la ciudad es más que
la gente' que es de mucha lucidez política y la manera en que él piensa
Invasión".
Lo cierto es que el mismo Hugo Santiago y su gran director
de fotografía, Hugo Aronovich, se encargaron de rehacer un negativo original a
partir de copias positivas que rastrearon en Buenos Aires y pudieron proyectar
la película en una versión restaurada en el Bafici 2002. Hasta entonces sólo
circulaban algunas copias en VHS de mala calidad.
Luego por iniciativa de Mariano Llinás y su productora con
el apoyo del Malba se editó una versión en DVD, con un adicional de entrevistas
a Hugo Santiago y recorrido por las locaciones de Invasión junto a un libro del
investigador y docente David Oubiña titulado Invasión: Borges/Bioy
Casares/Santiago.
El recuerdo de su
hermana
La familia de Hugo Santiago Muchnik tenía una gran
vinculación con el medio audiovisual. Su padre, Pedro Muchnik, era el dueño de
la productora Teleprogramas Argentinos -que producía emisiones para el canal 13
del cubano Goar Mestre– y su hermana la famosa conductora de Buenas tardes,
mucho gusto, Annamaría Muchnik.
La hermana, menor que Hugo, condujo el ciclo entre 1964 y
1967 y luego se fue a París con una beca a estudiar teatro. Mientras su hermano
se encontraba filmando Invasión ella se formaba en la actuación y vivía
experiencias personales que la marcaron para siempre como el Mayo Francés.
"Nos mandábamos cartas y él desde Buenos Aires me contaba que se reunía
con Borges y Bioy Casares para hacer Invasión, siempre estuvimos muy
unidos".
Annamaría, directora del Festival de La Mujer y el Cine,
dice que a la película la pudo ver "un tiempo después del estreno en París
y luego la volví a ver varias veces más. El texto es tan rico que cada vez que
la miro le encuentro nuevos detalles, escenas que me parecen increíbles,
subtextos".
De su infancia recuerda que su casa "era un desfile
permanente de actores, directores y hasta se filmaban programas". La
hermana de Hugo Santiago dice que su hijo y su nieto siguen el camino del cine
y guardan "profunda admiración por la obra de Hugo" y que
"cualquier cinéfilo sabe que Invasión es una película emblemática que
crece con los años".
Ayer, día en que se cumplió un año de la muerte de Hugo
Santiago, Annamaría se reunió con Mariano Llinás para recordar a su hermano.
"Veo una película de Hugo y me emociono mucho. Con la que más me pasa es
con Las veredas de Saturno donde reconozco muchas escenas y diálogos que
remiten a nuestra infancia".
Fuente: Infobae - 28 de febrero de 2019
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