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domingo, 14 de noviembre de 2021

Borges y los modelos económicos

 

Juan Davis Huertas Ramos

 

Del rigor de la ciencia es una pieza rigurosa de la escritura y otras ciencias que recrea la tragedia de un imperio a causa de la pseudo rigurosidad de la cartografía y los cartógrafos.

 

La falsa rigurosidad que causó la tragedia retratada por J. L. Borges tuvo lugar ya que el exceso de precisión desvirtuó la naturaleza de la cartografía, provocando un mapa tan preciso como el territorio del imperio mismo y su consecuente inutilización.

 

Entonces, de acuerdo con el universalismo borgiano, podríamos asegurar que los mapas son como los modelos económicos, es decir, estos son útiles al ser humano dado que pueden simplificar la realidad, pero no son la realidad en sí misma. Es decir, la rigurosidad del modelo económico, al igual que la del mapa, consiste en simplificar la realidad a través de una abstracción, lo cual no implica intención alguna por sustituir el hecho económico o el territorio analizado.

 

Los modelos económicos abstraen problemas de escasez o de orden económico que realmente gozan de complejidad. Su objetivo es analizar una realidad económica simplificándole en sumo grado. Para ello, se aíslan y se destacan algunas propiedades y variables del problema analizado. En palabras de Elí de Gortarí, “la abstracción permite, entonces, concentrar el estudio en una propiedad concreta, o en unas propiedades concretas, sin ocuparse de las otras” sin que ello implique su desconocimiento o negación.

 

En ese sentido, se formulan supuestos de análisis, se establecen restricciones, se representa una función matemática que explica el fenómeno estudiado, se asume la condición ceteris paribus para algunas variables y se observan las leyes económicas que le determinan como objeto de estudio.

 

Dichas abstracciones permiten analizar todo tipo de fenómenos económicos y, por ende, las decisiones a nivel micro o macroeconómico, según corresponda. La ventaja más importante de tales abstracciones radica en que no es necesario que el hecho económico ocurra para su respectivo análisis, basta con su modelación teórica.

 

Por ejemplo, la economía puede estudiar la estanflación sin que ella tenga lugar en un sistema económico determinado, con el beneficio social que ello implica, por supuesto. Así las cosas, la abstracción económica nos permite analizar de forma aislada las variables que influyen en la presión de precios al alza y la desaceleración económica de forma simultánea. Con este modelo, se podrá entender las implicaciones del fenómeno económico y los posibles escenarios que, de materializarse la estanflación, podrían impactar las condiciones de vida de la población.

 

Entonces, el modelaje económico facultará a los tomadores de decisiones para hacer su trabajo tanto en el plano de la gestión empresarial privada como en el de la gestión pública estatal.

 

Finalmente, Del rigor de la ciencia es más que “puro cuento”, pues, ofrece una muy buena radiografía de lo que debería tenerse en cuenta al momento de formular modelos económicos que sirvan para tomar decisiones teniendo presente que no siempre, “más es mejor”.

 

Fuente: La Nación – Colombia

https://www.lanacion.com.co/borges-y-los-modelos-economicos/

 

lunes, 1 de enero de 2018

Borges y Keynes: epistemología para no economistas



FERNANDO ESTRADA

Expresar que en economía los modelos son “simplificaciones”, dice poco. Los problemas metodológicos ofrecen una complejidad significativa. Pero se trata de un aspecto esencial para comprender la percepción que se tiene sobre lo que hacen los economistas.

En un relato excepcional, llamado “Del rigor de la ciencia”, Jorge Luis Borges describe un mítico imperio del pasado en el que los cartógrafos se tomaban su labor muy en serio y deseaban ante todo alcanzar la perfección. En su cruzada por el rigor de los detalles, comenzaron a diseñar mapas cada vez más grandes: el mapa de una provincia se expandía hasta alcanzar el tamaño de una ciudad, y el mapa del imperio ocupó el tamaño de una provincia entera. Con el tiempo, este nivel de detalle se volvió insuficiente, y el gremio de cartógrafos acabó creando un mapa del imperio a escala 1:1, es decir, del tamaño del imperio entero. Sin embargo, las generaciones futuras, menos enamoradas del arte de la cartografía y más interesadas en la ayuda práctica de la navegación, no encontraron utilidad alguna en estos mapas, por lo que finalmente decidieron descartarlos y dejarlos pudrirse poco a poco en el desierto.
(Jorge Luis Borges, “Del rigor de la ciencia”, en Historia universal de la infamia, 13ª ed., Alianza Editorial, 1966.)

Este relato puede ser ilustrativo para comunicar a los no economistas lo que hacen los economistas. Como los cartógrafos, los economistas construyen mapas. Pero antes debo aclarar algunos detalles relacionados con entradas anteriores. En Modelos y metáforas en economía discutía en un nivel abstracto lo que hacen los economistas, o más exactamente, lo que se supone que hacen sus modelos (omitiendo esa parte del trabajo de los economistas que he llamado “la minería de los datos”); en La economía experimental o aplicada relacioné los alcances y límites de los experimentos del aula en economía. Posteriormente discutiré algunas premisas absurdas que se hacen en macroeconomía y que pueden aclarar prejuicios que tienen quienes no son economistas sobre lo que hacen los economistas.

Es frecuente formarse una opinión sobre lo que hacen los economistas desde los medios de opinión. Y lo regular, es ver por televisión o en canales digitales al experto haciendo afirmaciones como “pronosticamos que la economía durante el año 2018 crecerá entre 1,5 o 2%” (otra cosa es creer como economistas, asesores de bolsa o administradores financieros, que buscan sacar provecho de algún negocio particular). En realidad, sin embargo, la previsión es tan solo una parte reducida del objetivo a la caja de herramientas con las que cuenta el economista. La macroeconomía, desde John Maynard Keynes, no es solo economía, es historia, sociología, filosofía, literatura, y tantas otras disciplinas que debe estudiar el economista.

Los economistas analizan información y datos para saber cómo se toman decisiones, porque esto determina cómo responde la gente a políticas de gobierno y cómo interactúan entre ellos. Al economista se le puede preguntar por los impuestos, la movilidad social, la desigualdad, el crimen, la reducción de la pobreza, los fondos pensionales, la infraestructura vial, la ecología, la seguridad social y, naturalmente, los precios del petróleo, las energías renovables y el contrabando.

Otro prejuicio, quizás más extendido entre los críticos, incluyendo analistas de medios, consiste en creer que los economistas se dedican a construir realidades imaginarias, y para ello se ingenian modelos ilegibles. Agregan un vocabulario matemático a sus trabajos y luego sacan conclusiones de una caja negra para recomendar diseños de política pública. Hay algo de verdad en esta crítica. No obstante, para evaluar adecuadamente qué supuestos son absurdos y en qué contexto, es necesario saber lo que suponen los modelos económicos. Y la respuesta a esta pregunta queda ilustrada por el relato de Borges sobre la exactitud en la ciencia.

Expresar que en economía los modelos son “simplificaciones”, dice poco. Los problemas metodológicos ofrecen una complejidad significativa. Pero se trata de un aspecto esencial para comprender la percepción que se tiene sobre lo que hacen los economistas. Lo que sigue es observar las dificultades, concesiones y cambios que hacen los economistas al elegir los supuestos de sus modelos en un determinado contexto. Las decisiones que toman al escoger un mapa en lugar de otro. La analogía con el relato es oportuna, en economía se usan diferentes mapas en distintos contextos. Así, los mapas políticos no muestran características topográficas como las cordilleras, pero nos enseñan las fronteras territoriales entre regiones y países. Los mapas del IDEAM muestran información sobre las condiciones climáticas de un área, mientras los mapas de carreteras nos enseñan el estado de las vías. Las resoluciones de los mapas cambian dependiendo de su utilidad.

Decidir qué características son relevantes y, lo que es más importante, que mapa usar y con qué propósito, es el asunto. Constituye, casi a la perfección, la definición dada por John Maynard Keynes a la economía: “la ciencia del pensamiento en términos de modelos, unida al arte de elegir entre modelos cuáles son relevantes para el mundo contemporáneo”. La economía contiene pues filosofía en estado puro, pero se contamina como ciencia porque tiene que ver con el mundo concreto.

En síntesis, el relato borgiano y la evocación a Keynes tenía como objetivo enseñar que con los modelos matemáticos los economistas se acercan —como los cartógrafos— a la realidad (para crear tipos específicos de mapas) sin confundir la complejidad que caracteriza el mundo que nos rodea y, menos, las interacciones humanas en particular. Borges y Keynes se hallan en una misma línea de aproximación a la economía, justamente porque ambos pensaron la economía y algo más.

Fuente :  Palmiguia

sábado, 30 de julio de 2016

Borges y el avance de los experimentalistas en economía




La implementación de pruebas permitió el desarrollo de muchas disciplinas, pero recién ahora se da en cuestiones económicas; el desafío es instalar una evaluación sistemática

El perro que les ladra a todos los autos que pasan está convencido de su efectividad: jamás ningún auto se detuvo tras sus ladridos. El gobierno de turno cree que todo lo bueno es obra de su gestión y que lo malo es causa del azar o de la oposición, que no hace más que poner palos en la rueda. Y exactamente lo contrario opinan los opositores, cargando todo lo malo a la inoperancia del gobierno.

Creer que porque una cosa se mueve con otra implica la causa es un razonamiento erróneo conocido como falacia de la correlación, y puede conducir a disparates tales como creer que los paraguas hacen llover (¿o no es cierto que cuando la gente los usa llueve?) y, peor aún, a proponer absurdas medidas de política, como repartir paraguas en regiones con sequía.

¿Es cierto que jugar al básquet hace crecer a la gente o es que los altos lo practican y los petisos se autoexcluyen? ¿Estudiar inglés conduce al éxito, o son otros factores los que llevan tanto a estudiar un segundo idioma como a ser exitoso? ¿Fue efectiva la Asignación Universal por Hijo (AUH)? La evaluación de las relaciones "causa y efecto" está en el corazón de la ciencia y afecta tanto a cuestiones mundanas como de política social. Y sin el cuidado suficiente es fácil caer en conclusiones y propuestas absurdas, como la de los paraguas para provocar lluvia.

En su magistral cuento El jardín de los senderos que se bifurcan, Jorge Luis Borges plantea un laberinto en donde conviven "una infinita trama de tiempos que se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran" y que "abarca todas las posibilidades". En este mundo coexisten Mateo, que decidió jugar al básquet, y él mismo habiendo optado por el futbol. También la Laura que terminó la Cultural Inglesa y la que ni siquiera la empezó, y la familia Ibáñez que recibió la AUH y la que no. En el laberinto borgeano convivimos los que somos y también los que pudimos haber sido, como en la película Volver al futuro.

El laberinto de Borges facilita la tarea de la evaluación de políticas, porque podríamos comparar directamente el derrotero de una familia a quien se le asignó la AUH con exactamente la misma familia pero que no la recibió, ya que ambas coexisten en el increíble mundo de don Jorge Luis.

La realidad es mucho más difícil, ya que sólo una de las circunstancias es observable; no es posible observar a una persona que tomó un antigripal y a la misma pero que no lo hizo; es uno o el otro y jamás los dos. ¿Y no podríamos comparar a la familia Ibáñez, que recibió la AUH, con los Vattuone, que son vecinos y no la recibieron? No, porque posiblemente ambas familias difieren en bastante más que haber recibido o no la AUH -empezando por el origen español de la primera y el italiano de la segunda- , y ya estaríamos comparando peras con manzanas.

El diseño de experimentos es uno de los grandes logros de la ciencia moderna. Su esencia consiste en diseñar un contexto que aísle el canal a través del cual una cosa afecta a la otra. En este sentido, un agrónomo asigna fertilizante a una parcela y no a la otra, pero garantizando que ambas tengan la misma cantidad de luz o agua, de modo que luego del experimento las diferencias en el crecimiento de las plantas se deba fundamentalmente al fertilizante. El experimento es un intento de reconstruir el laberinto borgeano: si está bien diseñado es como si una parcela fuese exactamente la otra, salvo por el fertilizante.

La implementación de experimentos bien diseñados ha permitido avanzar a pasos agigantados a las ciencias tradicionales como la medicina o la biología, y, con el rezago esperable, esa práctica ha cobrado relevancia reciente en la economía. Un ejemplo icónico es el caso del programa Progresa (ahora llamado Oportunidades), el plan de alivio de la pobreza más importante de América latina, llevado a cabo por México y con un alcance de más de cinco millones de hogares. En su primera etapa, su componente rural fue implementado en 506 aldeas rurales, de las cuales 320 fueron elegidas al azar para recibir el plan.
Diseños para pruebas

Este diseño experimental -idéntico en espíritu al ejemplo de los fertilizantes- permite evaluar con precisión la efectividad del plan, aislándola de otros factores concurrentes que podrían haber contaminado el resultado. Otro caso es el influyente estudio de los profesores Edward Miguel y Michael Kremer (de las universidades de Berkeley y Harvard, respectivamente) sobre un programa de tratamientos antiparasitarios en alumnos de 75 escuelas rurales en Kenia, mostrando que esas intervenciones tienen un fuerte impacto positivo en las tasas de presentismo escolar.

La asignación aleatoria es la característica central de este tipo de estudios, y es lo que permite una comparación válida entre quienes se benefician de un programa y quienes no, ya que si su asignación es al azar, luego de su implementación los resultados deberían deberse fundamentalmente a sus efectos y no a otros factores.

El enfoque experimental tuvo un profundo impacto en el diseño y evaluación de políticas destinadas a la reducción de la pobreza en la mayoría de los países en desarrollo, y es de prever que tenga una influencia similar en la Argentina.

El reciente libro de Esther Duflo y Abhijit Banerjee (Pensar la pobreza) es un vehemente alegato a favor de la implementación de programas de combate a la pobreza focalizados en acciones concretas (desparasitación, prácticas nutricionales o sanitarias, etcétera), siempre acompañados de etapas de ensayo y evaluación experimental, y que tiene una enorme influencia en organismos internacionales como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

El Poverty Action LAB del prestigioso MIT, liderado por Duflo y Banerjee, es algo así como el "brazo armado" de la implementación de programas de reducción de la pobreza sobre la base de rigurosos estándares de implementación y evaluación experimental.

Claramente, el enfoque experimental no está exento de detractores, cuyas críticas van desde la mismísima dificultad ética de experimentar con cuestiones sociales hasta las dudas acerca de la relevancia de extrapolar resultados de una región a otra. Angus Deaton, el flamante Nobel de Economía en 2015, ha expresado claramente sus reparos en relación con la visión experimental.

El compromiso de "pobreza cero" asumido por la actual gestión pone a las políticas sociales en el centro del debate, a tal punto que la AUH es uno de los muy pocos elementos de continuidad con el gobierno saliente. Más allá del debate sobre la relevancia del enfoque experimental, de lo que no existen dudas es de la importancia de instalar una cultura de la evaluación sistemática de las políticas. Éste es uno de los mayores desafíos que deja la gestión anterior y que enfrenta el actual gobierno.

El autor es profesor de la Universidad de San Andrés e investigador principal del Conicet
Fuente : La Nacion

martes, 31 de diciembre de 2013

¿Qué puede enseñarnos Jorge Luis Borges sobre los mercados?


 Dalibor Rohac

Participé en un simposio sobre Friedrich Hayek hace un par de semanas, organizado por el Legatum Institute en Londres, donde unos quince jóvenes académicos pasamos un día discutiendo las implicaciones prácticas del pensamiento político y económico de F.A. Hayek para los debates contemporáneos de políticas públicas —la crisis financiera, la salud y la educación, o el cuidado de los niños. Una contribución que sobresalió, en mi opinión, fue la de un joven escritor y activista basado en la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, Zach Cáceres.

En su breve ensayo (contenido en inglés), Zach aportó una inteligente metáfora para reflexionar acerca del rol práctico de los mercados en las sociedades humanas, basándose en la breve historia de Jorge Luis Borges, “La Biblioteca de Babel”. Borges delinea allí la idea de una biblioteca en la que se encuentran todos los libros posibles de 500 páginas. Esta colección incluiría un libro de quinientas páginas con todas ellas en blanco, un libro que solo tiene las letras “a” escritas en él, y así sucesivamente, pero también varias grandes obras de literatura del pasado, el presente y el futuro. Como lo describe Zach,

“la gran mayoría de la Biblioteca de Babel, es, en realidad, balbuceo. La biblioteca contiene una lista completa de todas las combinaciones posibles y, como podría esperarse, muchas de estas no tienen sentido.

[…]
Tenemos un gran problema en la biblioteca: es difícil encontrar los libros que tienen sentido entre la masa. La novela comprensible se pierde en un mar de balbuceos”.

La biblioteca puede ser interpretada como una metáfora de la complejidad del orden en la organización social. Existe un gran número de potenciales modelos de negocios, instituciones, maneras de abordar problemas de coordinación o necesidades individuales. La mayoría de ellos fracasarán pero algunos de ellos podrían conducir a grandes mejoras del bienestar humano. ¿Cómo navegamos dicha complejidad? Como en la biblioteca de Borges...

“Cualquier ‘libro’ escogido aleatoriamente casi seguramente será bulla en lugar de una señal. No se adaptará y fracasará. El reto para los agentes, y para el sistema como un todo, se convierte en este: ¿cómo podemos buscar en estas bibliotecas de posibilidad la señal en medio de toda la bulla y cómo podríamos hacerlo de la manera más rápida posible?”.

Basándose en la idea de Hayek que percibía a la competencia como un proceso de descubrimiento, Zach argumenta que la competencia de mercado es una manera de navegar la “biblioteca” y, por lo tanto, de abordar lo que el denomina “el Problema de la Posibilidad”. Sin considerar la cuestión de la eficiencia económica —o incluso del uso del conocimiento local— la competencia y la destrucción creativa de los mercados son herramientas que nos permiten analizar cantidades enormes de formas en las que se puede organizar la actividad humana. La competencia nos permite descartar progresivamente volúmenes que son solamente balbuceo y retener aquellos que contienen información valiosa.

Esto no es para sugerir que la competencia es la única herramienta. En su vida cotidiana, la mayoría de los seres humanos —incluyendo a los empresarios— no necesitan concebir todas las formas posibles de resolver los problemas sociales. De manera relativamente consciente, nos limitamos a lo que conocemos, lo que se ha ensayado y lo que es permisible en virtud de los sistemas existentes de normas formales e informales. En otras palabras, nos cerramos a muchas partes existentes de la “biblioteca”.

La regulación económica, por ejemplo, puede cerrar áreas enteras de la “biblioteca”, para mal o para bien, así como también lo pueden hacer los mandatos en contra de ciertos tipos de conducta basados en una tradición. Bien podría ser que hay buenas razones para descartar esas partes de la “biblioteca” pero tengo la sensación de que la existente y abundante regulación legal en las economías industriales avanzadas nos está privando de unos hallazgos valiosos.

Al cierre, el punto del ensayo de Zach (y de la obra de Hayek durante toda su vida) no es argumentar a favor de una competencia de mercado libre de cualquier norma. En cambio, es argumentar a favor de reglas que permitan que los individuos aprovechen el poder de los mercados —utilizando la prueba y el error, la competencia, y la destrucción creativa— para buscar entre los distintos modelos de cooperación social:

“En resumen, el liberalismo clásico de Hayek no es solo un compromiso con el liberalismo de propiedad privada en sí. Es un compromiso con una norma de nivel más alto acerca de construir sistemas que permitan que la humanidad supere la incertidumbre, la ignorancia, y ‘el Problema [de la Posibilidad]’”.


Este artículo fue publicado originalmente en The Umlaut (EE.UU.) el 18 de diciembre
de 2013.
Sobre Dalibor Rohac
Es analista de políticas públicas en el Centro para la Prosperidad y la Libertad Global del Instituto Cato. Su trabajo se focaliza en política económica internacional y desarrollo. Antes de arribar al Instituto Cato, se desempeñó como economista en el Instituto Legatum de Londres, Inglaterra, en donde asistió en temáticas relacionadas con la crisis de la Eurozona, y la transición económica de naciones del mundo árabe.

Fuente : El Ojo Digital
30 de Diciembre de 2013