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En 1984, cuando el más universal de los escritores argentinos, Jorge Luis Borges, visitó Marruecos, ya llevaba varios años sin visión. Sin embargo, su ceguera no le impidió experimentar una vivencia sensorial conmovedora.
Santiago de Luca, director de la revista literaria internacional SureS y coordinador del Espacio Argentina-Maghreb “Jorge Luis Borges”, rescata este episodio poco comentado en la vida de Borges, revelando la sensibilidad que el escritor excepcional tenía hacia una cultura singular y auténtica.
Para De Luca, “Borges y Marruecos se encontraron físicamente al final de su vida, pero pareciera que se conocían desde siempre: Marruecos es borgesiano y Borges habita las metáforas de Marruecos”.
Por iniciativa del difunto SM Hassan II, Borges fue el invitado de honor en el 7º Congreso Mundial de Poesía, celebrado en octubre de 1984 en Marrakech, bajo la presidencia del ex presidente senegalés y cantor de la negritud, Léopold Sédar Senghor.
“Borges no podía ver Marruecos (ya que era no vidente) pero lo sentía. Podía tocarlo, olerlo y, según algunos testimonios, disfrutó enormemente del universo sonoro” que emanaba de una sociedad vibrante.
De Luca añade que “al caer la noche, Borges se conmovía con los llamados a la oración que ascendían de las mezquitas cercanas”. Esta emoción fue captada y luego narrada por su esposa, María Kodama, quien lo acompañaba durante su estancia en la ciudad ocre.
En la plaza Jamaa El Fna, Borges, sin entender el idioma, fue cautivado por los sonidos musicales y las actuaciones de los “Hlaikiyas” (cuentacuentos públicos) que pueblan este espacio emblemático.
Para De Luca, “Borges se reconoció entre esos narradores porque él era, a su manera, un cuentacuentos como ellos. Pertenecía a esa antigua estirpe de narradores marroquíes”, que transportan al espectador hacia horizontes similares a los universos borgesianos.
Aunque visitó Marruecos solo una vez, Jorge Luis Borges logró crear, a través de sus lecturas y su imaginación, un vínculo profundo con el reino y con su rico patrimonio cultural y espiritual, que aparece en su obra como un lugar simbólico, un espacio donde se cruzan los mundos, donde resuenan los ecos del infinito y de lo místico.
En su odisea literaria, Borges fue “muy receptivo a la literatura árabe en general, como la poesía preislámica o Jahiliya que comentó en su obra. Asimismo, su lectura de Las mil y una noches fue la más poderosa realizada en español”.
La poeta venezolana Ana María del Re, presente también en Marrakech en 1984, recuerda su conversación con Borges sobre su estancia en la ciudad ocre. “Cada mañana, el muecín me despierta y eso me llena de alegría. Me emocionan las oraciones de los fieles”, le contó Borges a Ana María. Esta confesión reveló el gran atractivo que siempre tuvo la mística sufí para Borges.
Fascinada por este tipo de comunión que parecía envolver a Borges durante su estancia en Marrakech, María del Re escribió que “a lo largo de su obra, hay continuas alusiones a la cultura oriental, su historia, sus tradiciones, sus mitologías; hay toda una recreación de ese pasado lejano”.
Las historias como las que se cuentan desde hace siglos en Jamaa El Fna habrían despertado en Jorge Luis Borges un gran asombro por el mundo árabo-musulmán. En uno de sus poemas escritos en Ronda, España, Borges alababa la magia de Marruecos y del Oriente en general, con estos términos: “en la delicada oscuridad de la ceguera, un silencio cóncavo de patios, un ocio de jazmín y un leve murmullo de agua, que evocaba recuerdos de desiertos”.
A pesar de las pocas menciones de este episodio en la vida de Borges, su único viaje a Marruecos, dos años antes de su muerte, fue un encuentro entre un escritor y un espacio que había explorado a menudo a través de sus lecturas, ayudado por una imaginación fecunda a pesar de su ceguera.
Los testimonios disponibles indican que Marruecos ofreció a Borges una experiencia sensorial e intelectual intensa.
Aunque tardía, la experiencia marroquí de Borges aportó profundidad a su obra, confirmando su estatus de escritor universal, capaz de trascender las fronteras del tiempo y del espacio.
En el imaginario borgiano, las medinas de Marruecos y sus callejones sinuosos parecen ser espacios directamente sacados de sus propios escritos, amueblados por laberintos literarios. Estos lugares, que mezclan el pasado y el presente y donde cohabitan lo sagrado y lo profano, resonarían con las obsesiones literarias inextricables de Borges, cuyos aficionados albergan la esperanza de que el célebre escritor haya podido confrontar en tierra marroquí sus exploraciones literarias con la realidad.
Fuente: Marruecom
https://marruecom.com/2024/08/16/jorge-luis-borges-su-viaje-sensorial-por-marruecos/
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