lunes, 26 de febrero de 2024

“Oh, mar. Sé por qué te amo”: el primer poema que Borges publicó y que después destruyó


 

“Himno al mar” salió en una revista de Sevilla el último día de 1919. El autor argentino lo incluyó en un libro que destinó al olvido. Pero pudieron recuperarlo.

 

Por Elena Lidl

Publicado: 06 Ene, 2024

 

No fue fácil tener este poema. Jorge Luis Borges lo escribió, le escribió al mar, cuando tenía 22 años pero después, como suele pasar, no lo reconoció, no se vio en él, lo destruyó con todos los poemas que había escrito entonces y que formaban un libro titulado Los salmos rojos o Los ritmos rojos.

 

Eran unos veinte poemas en los que -sí, Borges- elogiaba a la Revolución Rusa y le cantaba al pacifismo.

 

Habrá estado feliz, sin embargo, cuando le publicaron Himno al mar en la revista Grecia, de Sevilla, el último día de 1919. Era la primera vez que una obra suya salía impresa. Habrá estado tan feliz como para haberlo recogido en aquel libro luego repudiado.

 

Muchos años más tarde, en 1970, Borges daría una conferencia, en inglés, en la que volvería sobre su Himno al mar. “Intenté con todas mis fuerzas ser Walth Whitman”, contaría allí.

 

¿Lo suyo era el mar? Borges no lo creía. En 1970, decía: “Hoy, apenas pienso en el mar, o incluso en mí mismo, como hambriento de estrellas” (en el poema habla de “sed” de estrellas). Sin embargo, explicaba: “cuando llegué a Madrid meses después, como éste era el único poema que había impreso, la gente de allí me consideraba un cantor del mar”.

 

El poema está dedicado a Adriano del Valle, por entonces redactor-jefe de la revista Grecia y amigo de Jorge Luis y de su hermana Norah. Del Valle comentaría después sobre Borges: “Admirador fervoroso de Walt Whitman, también él parecía soportar sobre sus hombros inclinados todo el peso de los orbes líricos del viejo cantor americano”.

 

También hay, sin embargo, algo autobiográfico en Himno del mar. Borges nadaba, así se lo contó a su biógrafo, Emir Rodríguez Monegal. Y así lo escribió en el Poema del cuarto elemento: “Has aplacado el ansia de las generaciones,/ Has lavado la carne de mi padre y de Cristo./ Agua, te lo suplico. Por este soñoliento/ Nudo de numerosas palabras que te digo,/ Acuérdate de Borges, tu nadador, tu amigo”.

 

¿Cómo es que tenemos el poema completo, si lo destruyó? En los años 90, y con el visto bueno del escritor, el estudioso Jean-Pierre Bernès reunió trece poemas en un volumen que tituló Rythmes rouges y que editó Pleiade. Hoy se lo puede leer en Textos recobrados, 1919-1929.

 

Himno al mar

 

Para Adriano del Valle

 

Yo he ansiado un himno del Mar con ritmos amplios como las olas

que gritan;

Del Mar cuando el sol en sus aguas cual bandera escarlata flamea;

Del Mar cuando besa los pechos dorados de vírgenes playas que

aguardan sedientas;

Del Mar al aullar sus mesnadas, al lanzar sus blasfemias los vientos,

Cuando brilla en las aguas de acero la luna bruñida y sangrienta;

Del Mar cuando vierte sobre él su tristeza sin fondo

La Copa de Estrellas.

Hoy he bajado de la montaña al valle

y del valle hasta el mar.

El camino fue largo como un beso.

Los almendros lanzaban madejas azuladas de sombra sobre la carretera

y, al terminar el valle, el sol

gritó rubios Golcondas sobre tu glauca selva: ¡Mar!

¡Hermano, Padre, Amado…!

Entro al jardín enorme de tus aguas y nado lejos de la tierra.

Las olas vienen con cimera frágil de espuma,

En fuga hacia el fracaso. Hacia la costa,

con sus picachos rojos,

con sus casas geométricas,

con sus palmeras de juguete,

que ahora se han vuelto lívidos y absurdos como recuerdos

yertos!

Yo estoy contigo, Mar. Y mi cuerpo tendido como un arco

lucha contra tus músculos raudos.

Sólo tú existes. Mi alma desecha todo su pasado

Como en nórtico cielo que se deshoja en copos

errantes!

Oh instante de plenitud magnífica;

Antes de conocerte, Mar hermano,

Largamente he vagado por errantes calles azules con oriflamas de faroles

Y en la sagrada media noche yo he tejido guirnaldas

De besos sobre carnes y labios que se ofrendaban,

Solemnes de silencio,

En una floración

Sangrienta…

Pero ahora yo hago don a los vientos

de todas esas cosas pretéritas,

pretéritas… Sólo tú existes.

Atlético y desnudo. Sólo este fresco aliento y estas olas,

y las Copas Azules, y el milagro de las Copas Azules.

(Yo he soñado un himno del Mar con ritmos amplios como las olas jadeantes.)

Ansío aún crearte un poema

Con la cadencia adámica de tu oleaje,

Con tu salino y primeral aliento,

Con el trueno de las anclas sonoras ante Thulés ebrias de luz y lepra,

Con voces marineras, luces y ecos

De grietas abismales

Donde tus raudas manos monjiles acarician constantemente a los

muertos…

Un himno

Constelado de imágenes rojas, lumínicas.

Oh mar! oh mito! oh sol! oh largo lecho!

Y sé por qué te amo. Sé que somos muy viejos.

Que ambos nos conocemos desde siglos.

Sé que en tus aguas venerandas y rientes ardió la aurora de la Vida.

(En la ceniza de una tarde terciaria vibré por vez primera en tu seno.)

Oh proteico, yo he salido de ti.

¡Ambos encadenados y nómadas;

Ambos con una sed intensa de estrellas;

Ambos con esperanza y desengaños;

Ambos, aire, luz, fuerza, obscuridades;

Ambos con nuestro vasto deseo y ambos con nuestra grande miseria!

Fuente: Infobae

https://www.infobae.com/leamos/2024/01/06/una-pasion-de-verano-borges-le-dedico-al-mar-su-primer-poema-publicado-pero-despues-lo-destruyo/

 

Borges y su cuadro de fútbol


 Jorge Luis Borges trabajó en la Biblioteca Municipal Miguel Cané de 1937 a 1946

 

22 de febrero de 2024

 

Pedro B. Rey


Cuando pensamos en Borges rodeado de libros, lo primero que viene a la mente son las casi dos décadas que estuvo al frente de la Biblioteca Nacional como director. No, no estuvo en el edificio actual, la mole diseñada por Clorindo Testa, a la que JLB no llegó a conocer. “El Poema de los dones”, donde se identifica con otro director, su admirado Paul Groussac, que también se había quedado ciego (a los dos, parafraseándolo, Dios les dio la magnífica ironía de los libros y la noche) no fue concebido ahí, sino en la vieja sede de la calle México, donde siempre tuvo su despacho.

 

Pero tampoco fueron los libros en larga fila de la calle México los que, contra lo que podríamos tender a fantasear, le inspiraron a Borges “La biblioteca de Babel”, cronológicamente anterior a ese trabajo. El cuento fue contemporáneo de su tarea en una biblioteca mucho más modesta, la Miguel Cané, donde revistó durante nueve años hasta que, con el peronismo en el poder, fue nombrado, como es sabido, inspector de aves de corral y de huevos. Borges mandó su renuncia que era, según consideró, lo que se esperaba de él. “De lo contrario, yo me hubiera quedado vegetando en aquella biblioteca por tiempo indefinido. No sé por qué, ya que cada año me decía: ‘Bueno, este es el último año’, y luego no sé qué cobardía me impedía que yo la dejara.” Fue, en retrospectiva, una suerte. A partir de entonces, empezaría a ganarse la vida dando conferencias, lo que le permitió viajar por todo el país.

 

"Cuando en la biblioteca Miguel Cané le preguntaron qué cuadro prefería, Borges pensó que se referían a telas o óleos y no a equipos de fútbol"

 

La biblioteca Miguel Cané todavía está activa en la misma dirección (Carlos Calvo 4319) y tiene un espacio dedicado a su empleado más notorio, donde incluso se puede visitar el rincón en que el escritor se encerraba a leer y, eventualmente, a borronear cuentos y poemas.

 

Hace poco se editó la edición definitiva de los diálogos que Borges mantuvo con el periodista Osvaldo Ferrari, que se transmitían por Radio Municipal, en los comienzos de la democracia. Casi todos son excepcionales, pero el 34, dedicado a sus experiencias en aquella biblioteca barrial tiene la curiosidad de presentar a un Borges en inesperada clave picaresca.

 

Borges dice ahí tener un recuerdo agridulce de aquel trabajo en el que comenzó como auxiliar segundo y fue después ascendido (quizá por insistencia del poeta Francisco Luis Bernárdez, que era el director) a auxiliar primero.

 

“Trabajar” tal vez no sea exacto, agrega. El primer día clasificó ochenta libros (siguiendo el clásico sistema decimal), y al siguiente, se vio recriminado por uno de sus colegas. “Me dijo que eso era una falta de compañerismo, porque ellos se habían fijado un promedio de cuarenta libros para clasificar por día”. Así que, para no quedar “como presuntuoso”, de ahí en adelante rebajó el número. La tarea, según él, se podía hacer en tres cuartos de hora, por lo cual quedaban todavía seis horas por delante. A ese tiempo muerto, le debió entre otras cosas, aunque al parecer leer tampoco estaba bien visto, el conocimiento de León Bloy y la relectura de la Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, de Gibbon.

 

El resto de las horas transcurría, según él, entre chismes, cuentos “verdes” y charlas sobre fútbol. Cuando alguna vez le preguntaron qué cuadro prefería, Borges pensó que se referían a telas o óleos y no a equipos de un deporte del que no sabía nada. Como estaban cerca de Boedo y San Juan, le dijeron que tenía que ser de San Lorenzo de Almagro. “Yo aprendí de memoria esa contestación, siempre decía que era de San Lorenzo de Almagro, para no ofender a los compañeros”, pero pronto notó que el equipo no ganaba casi nunca. Le respondieron que eso era secundario (“en lo que tenían razón”, acota), pero que era el cuadro más “científico” de todos: “no sabían ganar, pero lo hacían metódicamente”.

 

¿Borges, seguidor de algún equipo? No, claro, todo fue cuestión de cortesía o de supervivencia.

 

Fuente: La Nación

https://www.lanacion.com.ar/cultura/borges-y-su-cuadro-de-futbol-nid22022024/