París, 30 de noviembre de 1964
Mi querido Paco:
Gracias por tu larga carta, que me ha consternado y aliviado
por partes iguales. Tenés mucha razón: todo esto habría que conversarlo con
mate y caña, mirándose a los ojos. Pero ya que no se puede, me alegro de que me
hayas enviado una reseña lo bastante detallada del último capítulo de la triste
historia. Nada, te aseguro, me ha tomado de sorpresa, porque conozco esos
mecanismos de challenge and response, y en materia de objetos que vuelan por el
aire tuve mi buena experiencia en su momento. Sólo me duele que hayas sido vos
quien, sin tener otra culpa que la de ser amigo mío (y también buen amigo de
Edith, pero andá a hacerle entender eso en momentos parecidos), hayas tenido
que soportar una reacción tan brutal. Como la conozco un poco, sé que su
actitud, una vez que vaya comprendiendo las razones de todo esto, será
positiva; pero poco puede importarte ya a vos que lo sea o no, después de un
episodio tan desagradable y sobre todo tan injusto. Me siento como sucio y como
culpable frente a vos, y quisiera poder hacerme perdonar, no sé exactamente
qué, pero siento que tanto Sara como vos tienen que sentirse como el diablo
después de una cosa así. Te escribo mal, al voleo y repitiéndome, pero tu carta
me ha dejado muy jodido. Y a la vez me siento aliviado de que las cosas se
hayan definido de una vez por todas, aunque haya sido a las patadas, porque
ahora no tendrás que seguir pensando en el asunto, y yo me desentenderé a mi
vez de una cuestión que me tiene exasperado y afligido desde hace qué sé yo
cuántos meses.
Desde luego, ya recibí una untuosa carta del Dr. Promies en
la que me anuncia que la editorial le ha hecho el insigne honor de confiarle la
traducción de los Cronopios. Por mí la Luchterhand y el Dr. Promies se pueden
ir al quinto carajo; me importa un bledo lo que suceda del lado de Alemania,
siempre que me dejen en paz. Y sobre todo que te dejen en paz a vos.
Ah, una cosa para dejar terminado este asunto: Vos te has
creído obligado a explicarme en algún momento “y de una vez por todas mi
posición en este asunto de Los premios y Edith”. Mirá, Paco, si a alguien no
tenés nada que explicarle, es a mí. Tu posición es absolutamente clara,
ecuánime y generosa. Has hecho todo lo que has podido, como yo en mi momento
hice todo cuanto pude para defender las traducciones de Edith. Ni vos ni yo
podemos hacer más nada, y ella lo sabe. No sé si tengo doble vista, pero podría
asegurar que conozco perfectamente cada una de tus actitudes en este asunto,
desde el día en que empezó a envenenarse, y que yo no hubiera podido hacer nada
mejor si hubiera estado en tu lugar. Todo el error empezó cuando yo, convencido
de que Edith me traducía bien, insistí a pedido de ella en que los contratos de
ustedes llevaran la famosa cláusula sobre quién haría las traducciones. Con los
elementos que tenías a mano, has hecho todo lo que estaba en tu poder para
ayudarla a Edith y para ayudarme a mí. La cosa está liquidada; queda el mal
gusto en la boca, pero eso no es culpa ni tuya ni mía. Yo te agradeceré siempre
lo mucho que te has ocupado de este asunto, y la forma en que lo has piloteado
hasta un desenlace que Edith precipitó afortunadamente al sugerir el peritaje
de sus trabajos. Y no hablemos más, y por favor quedate tranquilo.
Che, está bien lo que me contás de ELLOS. Lamento mucho lo
del viejo, aunque cualquier tabla de vida de una compañía de seguros me
demostraría que es lógico; pero hiciste muy bien en tener esa conversación y
conseguir que te dieran el empujón hacia arriba. Comprendo de sobra que a pesar
de eso no estés contento, porque tu trabajo te agota y el Minotauro anda
anémico. Pero me pregunto, dadas las condiciones que reinan por allá (a veces
leo las crónicas de Henri Janières, en Le Monde, y se me paran los pelos) si
habría para vos alguna apertura más interesante en este momento. Como siempre,
cuando uno ha llegado a una edad determinada (que varía en cada caso, en el mío
fueron los 38 años exactamente) se empieza a sentir de una manera gástrica,
existencial, casi palpable, la culpabilidad frente al tiempo “perdido”. Es
inevitable, es necesario, y a veces eso ayuda a encontrar una solución, como
quien pasa por una puerta sin abrirla, dejando varios dientes en las astillas.
Me alegro de que digas, sin embargo, que no has perdido las esperanzas de
encontrar una solución más armónica. Lo malo del sistema capitalista de trabajo
(y peor todavía del sistema socialista) es que parecen dar por supuesto que el
tiempo libre no sirve para nada. Me acuerdo de mi primer patrón en París; me
anunció que me doblaría el sueldo si yo iba a trabajar todo el día en vez de
medio como hasta el momento. Cuando me negué, me preguntó: “Pero usted, ¿para
qué quiere medio día libre?”. El hombre no entendía, directamente no podía
entender que entre la guita y el tiempo yo eligiera el tiempo. Los de la Unesco
tampoco me han entendido nunca; pero yo [tengo] la suerte de contar con una profesión
que me permitió finalmente imponer mis condiciones. En fin, bien puede ser
(pero quizá es un wishful thinking nomás) que consigas organizar tu trabajo de
manera que te queden algunos globos de aire puro entre ladrillo y ladrillo.
Claro, tenés mucha razón en tu crítica del “estilo” de
Tomás, pero qué le vamos a hacer. La omisión del viaje a Cuba fue idiota, pero
ya colmé la laguna al contestar a un cuestionario de Tiempos modernos en que me
preguntan si el hecho de formar parte del consejo de redacción de la Revista de
la Casa de las Américas es una forma de mi “compromiso”. Verás que a partir de
eso no habrá más malentendidos: seré un apestado completo, y se acabarán las
apropiaciones y las reinvindicaciones. Si tenés por ahí la andanada de Hoy en
la cultura y me la querés mandar, quizá me venga bien. Me alegro de que Álvarez
publique Reunión; ya es tiempo de que Dios empiece a reconocer a los suyos.
Me alegro mucho de todo lo que me contás de Alejandra, y
sobre todo de que le publiquen el libro. Tu reacción con respecto a la petisa
me parece perfecta. Yo también encuentro muy natural que un autor de libros
procure que un editor se los publique y si ella te fue a ver con esa intención,
la conozco lo bastante para saber que, además, te fue a ver porque sabe por mí
quién sos vos, y porque tiene una gran admiración por vos y por Esteban; de
modo que por una vez lo útil se une a lo agradable, si me permitís esta audaz
forma de expresarme.
Sí, el reportaje que me hizo la gorda (Alejandra) era
estupendo; vos decís que se debe a que yo contesto bien las preguntas, pero
reconocerás que las preguntas son muy buenas y que estimulan cualquier
imaginación. En cambio a los de Tiempos modernos les boché un montón de
preguntas a cual más pava, que además parecen dar por supuesto que yo estoy
enteradísimo de las actualidades porteñas y que me paso la noche sentado
mirando hacia el sur y llorando de nostalgia. Nostalgia my foot.
Me rindo ante el problema de las tapas, y reconozco que en
esa materia la editorial me ha puesto una de tamaño natural. Que Final del
juego salga como quiera, total lo bueno de los sándwiches es siempre el
relleno, no te parece.
Muchas gracias, oficial y privadamente, por dejarme en
libertad frente a Einaudi por la historia de esos 4 cuentos. Le escribiré para
hacerle saber que se los pienso cobrar como corresponde. Che, lo que me deja
perplejo es tu deseo de que yo pre-anuncie mi “nuevo libro”. Viejo, pero es que
no hay nuevo libro. Hay esos 4 cuentos y bien podría ser que una de estas noches
yo me arranque por peteneras, como dice nuestra fabulosa Pepita (la femme de
ménage, de la que te contaré alguna vez anécdotas delirantes) y escriba otros
cuatro y entonces haya libro. Pero cómo saberlo desde ahora, si en este momento
no tengo la menor idea ni gana en materia de cuentos. Suponiendo que escriba
dos cuentos más (puede ser, porque me voy 10 días a Londres, solo, y eso puede
dar cuentos, I feel it in my bones), entonces sí, entonces ya pensaré en un
libro terminado y te lo avisaré con toda la antelación posible.
Aprovecho para preguntarte tu opinión sobre lo siguiente.
Hay aquí un muchacho muy inteligente, Luis Harss, que ha vivido en todas partes
luego de educarse en Buenos Aires, y que conoce a fondo los USA. La casa
Harper’s le ha confiado un libro que consistiría en “conversaciones con los 8 o
10 escritores latinoamericanos más significativos del momento”. El hombre ha
hecho una lista en la que entramos Fuentes, Asturias, Rulfo, Vargas Llosa, Paz,
yo, etc. Armado de un grabador y una gran sensibilidad (es de los que conocen
toda mi obra a fondo, ¡hángel de hamor!) está recogiendo nuestras genialidades.
El libro saldrá a fines del año que viene en Harper’s, y la idea sería hacerlo
publicar aquí por Gallimard y en Latinoamérica por... ¿por quién? Yo te paso el
scoop, y además Harss estaría dispuesto a facilitar llegado el caso el texto en
español y en inglés de algunas de esas conversaciones, para que se vea el tono
del libro. Sus diálogos conmigo dieron unas 50 páginas, es decir que es el
primer trabajo bastante exhaustivo que se hace sobre mis cosas; Harss, con
mucha inteligencia, fue variando el ángulo de ataque (literatura, background
personal, opiniones, política, tendencias, etc.). El resultado me parece ágil y
sobre todo muy veraz, porque lo que yo digo es, eliminadas las muletillas y las
tonterías mayores, exactamente lo que dije delante del grabador. El libro de
Harper’s saldrá con fotos, bibliografía, etc. Desde luego para los USA será muy
útil. Y para los franceses, que están à l’heure sudaméricaine. No sé en nuestro
país, pero es justamente eso lo que te pregunto.
Che, espero humildemente que no sea un acto fallido, pero en
la nómina me comí a Borges. Oh, no creo que sea un acto fallido, porque no te
podés imaginar cómo se me llena el corazón de azúcar y de agua florida y de
campanitas, cuando, al cruzar el hall de la Unesco con Aurora para ir a
tomarnos un café a la hora en que está terminantemente prohibido y por lo tanto
es muchísimo más sabroso, lo vimos a Borges con María Elena Vázquez*, muy
sentaditos en un sillón, probablemente esperando a Caillois. Cuando me di
cuenta, cuando reaccioné, ya nos estábamos abrazando con un afecto que me dejó
sin habla. Mirá, fue algo maravilloso. Borges me apretó fuerte, ahí nomás me
dijo: “Ah, Cortázar, a lo mejor, ¿no?, usted se acuerda, ¿no?, que yo le
publiqué cosas suyas en aquella revista, ¿no? ¿Cómo se llamaba la revista, che,
cómo se llamaba?”. Yo casi no podía hablar, porque el grado de idiotez a que
llego en momentos así es casi sobrenatural, pero me emocionó tanto que se
acordara con un orgullo de chico de esa labor de pionero que había hecho
conmigo. Entonces le recordé a mi vez todo lo que eso había significado para
mí, sobre todo porque él me había publicado sin conocerme personalmente, lo que
le daba muchísimo más valor a la cosa. Y entonces Borges dijo: “Ah, sí,
claro... Y usted a lo mejor se acuerda, ¿no?, que mi hermana Norah le hizo unos
dibujos muy preciosos, ¿no?”. En fin, che, yo estaba hecho un pañuelo. Después lo
escuchamos a Borges en su conferencia sobre literatura fantástica, dicha en un
francés excelente, y a los días vino a la Unesco y les rajó una charla sobre
Shakespeare que los dejó a todos mirando estrellas verdes. La chica Vázquez me
arrancó la lectura de dos cuentos para una emisión de Radio Municipal, y se
fueron a España. Por supuesto, los periodistas se ingeniaron como siempre para
hacerle decir a Borges cuatro pavadas sobre política, pero qué poco importa, o
en todo caso, qué poco me importa.
Bueno, viejo, esto sí que es una KARTA. Un dato para el
libro de Harss: ¿de cuántos ejemplares son las tiradas exitosas de una
colección popular como Piragua? No es obligatorio contestar, pero se trata de
mostrar la diferencia entre los best-sellers latinoamericanos y los europeos y
yanquis. Aurora calculó que una tirada popular debe ser de diez mil; yo
realmente no sé.
Chau, Paco, con mis afectos para Sara (pienso en su
expedición con la maldita carta, y se me aprieta el corazón). Dale un abrazo a
Esteban cuando lo veas. Aurora les manda a todos sus cariños; está fabricando
una tortilla de queso que se insinúa ya olfativamente hasta mi cuarto. Hace
mucho frío, pero hay sol. Ya te contaré de Londres a la vuelta.
Te abrazo muy fuerte,
Julio
*Textual en el original. Se refiere a María Esther Vázquez.
En Cortázar, Julio; Cartas 2 (1955-1964)
Edición a cargo de Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga
Segunda Edición, Alfaguara, Buenos Aires,2016
Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, Ilustración de Víctor Gallardo
Fuente: Borges todo el año
https://borgestodoelanio.blogspot.com/2018/08/julio-cortazar-carta-francisco-porrua.html