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domingo, 14 de agosto de 2022

Borges, Cortázar y el accidente que casi los mata

12 de agosto de 2022

 

Maximiliano Tomas

PARA LA NACION

 

Aunque pueda sonar paradójico, la cuarentena me salvó. Como lector quiero decir, me salvó como lector. Aquellos meses en que perdí más de un trabajo fui uno de los pocos privilegiados que pudieron compatibilizar el encierro obligado con su ocupación principal. No recuerdo haber dedicado antes tantas horas seguidas a leer, traducir y escribir como en aquel amenazante segundo semestre de 2020. Fuera de casa, todo era temor y zozobra. Dentro, los libros se convirtieron en una tabla de salvación. Volví a textos que no visitaba hacía años y releí autores queridos como si fuera la primera vez. Esos niveles de concentración inaudita me permitieron descubrir, por ejemplo, un insólito lazo entre las vidas de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.

 

La historia es muy conocida. En 1946 Borges ya era Borges (había publicado su mejor poesía, sus mejores ensayos y los cuentos de Ficciones) cuando vio entrar en las oficinas de la revista Los Anales de Buenos Aires, que dirigía, a “un muchacho muy alto, que me trajo un cuento manuscrito”. Le dijo que volviera a los diez días y le daría su opinión. “Volvió a la semana. Le dije que su cuento me gustaba y que ya había sido entregado a la imprenta”. El muchacho alto era Cortázar y el cuento “Casa tomada”, que apareció ilustrado por Norah Borges. Fue el primero que Cortázar publicó en la Argentina, lo que de alguna manera significó el comienzo de su carrera de escritor.

 

Hay otros puntos de contacto, menos visitados, entre los dos cuentistas argentinos más notables del siglo XX. Uno de ellos vincula uno de los mejores relatos de Borges, “El sur”, con uno de los más logrados de Cortázar, “La noche boca arriba”. Tengo para mí, incluso, que Cortázar no buscaba otra cosa que rendirle homenaje (¿agradecerle, tal vez, aquella primera intercesión?), con su historia de la guerra florida, a quien consideraba uno de sus grandes maestros.

 

Borges escribió “El sur” evocando un accidente que había sufrido en la Navidad de 1938, cuando al subir unas escaleras se cortó la cabeza con un ventanal que había quedado abierto. La herida se infectó, sufrió una septicemia y pasó una temporada internado al borde de la muerte. Es el mismo incidente que sufre Juan Dahlmann, su alter ego, en aquel viaje a la llanura y los infiernos que acaba con un duelo a cuchillo suspendido que parece seguir desarrollándose aún hoy.

 

“El sur” fue publicado el 8 de febrero de 1953, y es muy probable que Cortázar ya lo hubiera leído cuando tuvo el accidente con su moto Vespa en las calles de París, el 14 de abril del mismo año. Escuchemos a Cortázar: “Ese día me puse la Vespa de sombrero, para no matar a una vieja idiota que se me cruzó en una esquina cuando yo cruzaba con todo derecho y las luces verdes”. El escritor terminó con una doble fractura de la pierna izquierda. Pasaría un mes y medio internado, víctima de una infección, viviendo “muchos días en un estado de delirio en el que todo lo que me rodeaba sumía contornos de pesadilla”. Con los recuerdos de aquella experiencia escribió “La noche boca arriba”.

 

Las semejanzas entre un cuento y otro son evidentes. No solo el accidente, la internación, las pesadillas y ciertos elementos (la sangre en la cara, el caldo que ambos personajes toman) se repiten. Sobre todo lo hace la forma narrativa elegida: el deslizamiento de planos, el pasaje de una realidad a otra a través del velo de la fiebre y el delirio, la utilización de la figura del doble.

 

¿Ya descubrieron el lazo insólito? Borges se abrió la cabeza en 1938. Cortázar tuvo su accidente en 1953. Borges nació en agosto de 1899. Cortázar el mismo mes, pero de 1914. ¿Cuántos años tenía cada uno cuando casi se matan, el primero en Buenos Aires, el segundo en París? Hagan las cuentas. A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos.

Maximiliano Tomas

 

Fuente: La Nación

https://www.lanacion.com.ar/cultura/borges-cortazar-y-el-accidente-que-casi-los-mata-nid12082022/

 

 

domingo, 14 de noviembre de 2021

Julio Cortázar: Carta a Francisco Porrúa sobre Borges y otros escritores [París, 30 de noviembre de 1964]


 

París, 30 de noviembre de 1964

 

Mi querido Paco:

 

Gracias por tu larga carta, que me ha consternado y aliviado por partes iguales. Tenés mucha razón: todo esto habría que conversarlo con mate y caña, mirándose a los ojos. Pero ya que no se puede, me alegro de que me hayas enviado una reseña lo bastante detallada del último capítulo de la triste historia. Nada, te aseguro, me ha tomado de sorpresa, porque conozco esos mecanismos de challenge and response, y en materia de objetos que vuelan por el aire tuve mi buena experiencia en su momento. Sólo me duele que hayas sido vos quien, sin tener otra culpa que la de ser amigo mío (y también buen amigo de Edith, pero andá a hacerle entender eso en momentos parecidos), hayas tenido que soportar una reacción tan brutal. Como la conozco un poco, sé que su actitud, una vez que vaya comprendiendo las razones de todo esto, será positiva; pero poco puede importarte ya a vos que lo sea o no, después de un episodio tan desagradable y sobre todo tan injusto. Me siento como sucio y como culpable frente a vos, y quisiera poder hacerme perdonar, no sé exactamente qué, pero siento que tanto Sara como vos tienen que sentirse como el diablo después de una cosa así. Te escribo mal, al voleo y repitiéndome, pero tu carta me ha dejado muy jodido. Y a la vez me siento aliviado de que las cosas se hayan definido de una vez por todas, aunque haya sido a las patadas, porque ahora no tendrás que seguir pensando en el asunto, y yo me desentenderé a mi vez de una cuestión que me tiene exasperado y afligido desde hace qué sé yo cuántos meses.

 

Desde luego, ya recibí una untuosa carta del Dr. Promies en la que me anuncia que la editorial le ha hecho el insigne honor de confiarle la traducción de los Cronopios. Por mí la Luchterhand y el Dr. Promies se pueden ir al quinto carajo; me importa un bledo lo que suceda del lado de Alemania, siempre que me dejen en paz. Y sobre todo que te dejen en paz a vos.

 

Ah, una cosa para dejar terminado este asunto: Vos te has creído obligado a explicarme en algún momento “y de una vez por todas mi posición en este asunto de Los premios y Edith”. Mirá, Paco, si a alguien no tenés nada que explicarle, es a mí. Tu posición es absolutamente clara, ecuánime y generosa. Has hecho todo lo que has podido, como yo en mi momento hice todo cuanto pude para defender las traducciones de Edith. Ni vos ni yo podemos hacer más nada, y ella lo sabe. No sé si tengo doble vista, pero podría asegurar que conozco perfectamente cada una de tus actitudes en este asunto, desde el día en que empezó a envenenarse, y que yo no hubiera podido hacer nada mejor si hubiera estado en tu lugar. Todo el error empezó cuando yo, convencido de que Edith me traducía bien, insistí a pedido de ella en que los contratos de ustedes llevaran la famosa cláusula sobre quién haría las traducciones. Con los elementos que tenías a mano, has hecho todo lo que estaba en tu poder para ayudarla a Edith y para ayudarme a mí. La cosa está liquidada; queda el mal gusto en la boca, pero eso no es culpa ni tuya ni mía. Yo te agradeceré siempre lo mucho que te has ocupado de este asunto, y la forma en que lo has piloteado hasta un desenlace que Edith precipitó afortunadamente al sugerir el peritaje de sus trabajos. Y no hablemos más, y por favor quedate tranquilo.

 

Che, está bien lo que me contás de ELLOS. Lamento mucho lo del viejo, aunque cualquier tabla de vida de una compañía de seguros me demostraría que es lógico; pero hiciste muy bien en tener esa conversación y conseguir que te dieran el empujón hacia arriba. Comprendo de sobra que a pesar de eso no estés contento, porque tu trabajo te agota y el Minotauro anda anémico. Pero me pregunto, dadas las condiciones que reinan por allá (a veces leo las crónicas de Henri Janières, en Le Monde, y se me paran los pelos) si habría para vos alguna apertura más interesante en este momento. Como siempre, cuando uno ha llegado a una edad determinada (que varía en cada caso, en el mío fueron los 38 años exactamente) se empieza a sentir de una manera gástrica, existencial, casi palpable, la culpabilidad frente al tiempo “perdido”. Es inevitable, es necesario, y a veces eso ayuda a encontrar una solución, como quien pasa por una puerta sin abrirla, dejando varios dientes en las astillas. Me alegro de que digas, sin embargo, que no has perdido las esperanzas de encontrar una solución más armónica. Lo malo del sistema capitalista de trabajo (y peor todavía del sistema socialista) es que parecen dar por supuesto que el tiempo libre no sirve para nada. Me acuerdo de mi primer patrón en París; me anunció que me doblaría el sueldo si yo iba a trabajar todo el día en vez de medio como hasta el momento. Cuando me negué, me preguntó: “Pero usted, ¿para qué quiere medio día libre?”. El hombre no entendía, directamente no podía entender que entre la guita y el tiempo yo eligiera el tiempo. Los de la Unesco tampoco me han entendido nunca; pero yo [tengo] la suerte de contar con una profesión que me permitió finalmente imponer mis condiciones. En fin, bien puede ser (pero quizá es un wishful thinking nomás) que consigas organizar tu trabajo de manera que te queden algunos globos de aire puro entre ladrillo y ladrillo.

 

Claro, tenés mucha razón en tu crítica del “estilo” de Tomás, pero qué le vamos a hacer. La omisión del viaje a Cuba fue idiota, pero ya colmé la laguna al contestar a un cuestionario de Tiempos modernos en que me preguntan si el hecho de formar parte del consejo de redacción de la Revista de la Casa de las Américas es una forma de mi “compromiso”. Verás que a partir de eso no habrá más malentendidos: seré un apestado completo, y se acabarán las apropiaciones y las reinvindicaciones. Si tenés por ahí la andanada de Hoy en la cultura y me la querés mandar, quizá me venga bien. Me alegro de que Álvarez publique Reunión; ya es tiempo de que Dios empiece a reconocer a los suyos.

 

Me alegro mucho de todo lo que me contás de Alejandra, y sobre todo de que le publiquen el libro. Tu reacción con respecto a la petisa me parece perfecta. Yo también encuentro muy natural que un autor de libros procure que un editor se los publique y si ella te fue a ver con esa intención, la conozco lo bastante para saber que, además, te fue a ver porque sabe por mí quién sos vos, y porque tiene una gran admiración por vos y por Esteban; de modo que por una vez lo útil se une a lo agradable, si me permitís esta audaz forma de expresarme.

 

Sí, el reportaje que me hizo la gorda (Alejandra) era estupendo; vos decís que se debe a que yo contesto bien las preguntas, pero reconocerás que las preguntas son muy buenas y que estimulan cualquier imaginación. En cambio a los de Tiempos modernos les boché un montón de preguntas a cual más pava, que además parecen dar por supuesto que yo estoy enteradísimo de las actualidades porteñas y que me paso la noche sentado mirando hacia el sur y llorando de nostalgia. Nostalgia my foot.

 

Me rindo ante el problema de las tapas, y reconozco que en esa materia la editorial me ha puesto una de tamaño natural. Que Final del juego salga como quiera, total lo bueno de los sándwiches es siempre el relleno, no te parece.

 

Muchas gracias, oficial y privadamente, por dejarme en libertad frente a Einaudi por la historia de esos 4 cuentos. Le escribiré para hacerle saber que se los pienso cobrar como corresponde. Che, lo que me deja perplejo es tu deseo de que yo pre-anuncie mi “nuevo libro”. Viejo, pero es que no hay nuevo libro. Hay esos 4 cuentos y bien podría ser que una de estas noches yo me arranque por peteneras, como dice nuestra fabulosa Pepita (la femme de ménage, de la que te contaré alguna vez anécdotas delirantes) y escriba otros cuatro y entonces haya libro. Pero cómo saberlo desde ahora, si en este momento no tengo la menor idea ni gana en materia de cuentos. Suponiendo que escriba dos cuentos más (puede ser, porque me voy 10 días a Londres, solo, y eso puede dar cuentos, I feel it in my bones), entonces sí, entonces ya pensaré en un libro terminado y te lo avisaré con toda la antelación posible.

 

Aprovecho para preguntarte tu opinión sobre lo siguiente. Hay aquí un muchacho muy inteligente, Luis Harss, que ha vivido en todas partes luego de educarse en Buenos Aires, y que conoce a fondo los USA. La casa Harper’s le ha confiado un libro que consistiría en “conversaciones con los 8 o 10 escritores latinoamericanos más significativos del momento”. El hombre ha hecho una lista en la que entramos Fuentes, Asturias, Rulfo, Vargas Llosa, Paz, yo, etc. Armado de un grabador y una gran sensibilidad (es de los que conocen toda mi obra a fondo, ¡hángel de hamor!) está recogiendo nuestras genialidades. El libro saldrá a fines del año que viene en Harper’s, y la idea sería hacerlo publicar aquí por Gallimard y en Latinoamérica por... ¿por quién? Yo te paso el scoop, y además Harss estaría dispuesto a facilitar llegado el caso el texto en español y en inglés de algunas de esas conversaciones, para que se vea el tono del libro. Sus diálogos conmigo dieron unas 50 páginas, es decir que es el primer trabajo bastante exhaustivo que se hace sobre mis cosas; Harss, con mucha inteligencia, fue variando el ángulo de ataque (literatura, background personal, opiniones, política, tendencias, etc.). El resultado me parece ágil y sobre todo muy veraz, porque lo que yo digo es, eliminadas las muletillas y las tonterías mayores, exactamente lo que dije delante del grabador. El libro de Harper’s saldrá con fotos, bibliografía, etc. Desde luego para los USA será muy útil. Y para los franceses, que están à l’heure sudaméricaine. No sé en nuestro país, pero es justamente eso lo que te pregunto.

 

Che, espero humildemente que no sea un acto fallido, pero en la nómina me comí a Borges. Oh, no creo que sea un acto fallido, porque no te podés imaginar cómo se me llena el corazón de azúcar y de agua florida y de campanitas, cuando, al cruzar el hall de la Unesco con Aurora para ir a tomarnos un café a la hora en que está terminantemente prohibido y por lo tanto es muchísimo más sabroso, lo vimos a Borges con María Elena Vázquez*, muy sentaditos en un sillón, probablemente esperando a Caillois. Cuando me di cuenta, cuando reaccioné, ya nos estábamos abrazando con un afecto que me dejó sin habla. Mirá, fue algo maravilloso. Borges me apretó fuerte, ahí nomás me dijo: “Ah, Cortázar, a lo mejor, ¿no?, usted se acuerda, ¿no?, que yo le publiqué cosas suyas en aquella revista, ¿no? ¿Cómo se llamaba la revista, che, cómo se llamaba?”. Yo casi no podía hablar, porque el grado de idiotez a que llego en momentos así es casi sobrenatural, pero me emocionó tanto que se acordara con un orgullo de chico de esa labor de pionero que había hecho conmigo. Entonces le recordé a mi vez todo lo que eso había significado para mí, sobre todo porque él me había publicado sin conocerme personalmente, lo que le daba muchísimo más valor a la cosa. Y entonces Borges dijo: “Ah, sí, claro... Y usted a lo mejor se acuerda, ¿no?, que mi hermana Norah le hizo unos dibujos muy preciosos, ¿no?”. En fin, che, yo estaba hecho un pañuelo. Después lo escuchamos a Borges en su conferencia sobre literatura fantástica, dicha en un francés excelente, y a los días vino a la Unesco y les rajó una charla sobre Shakespeare que los dejó a todos mirando estrellas verdes. La chica Vázquez me arrancó la lectura de dos cuentos para una emisión de Radio Municipal, y se fueron a España. Por supuesto, los periodistas se ingeniaron como siempre para hacerle decir a Borges cuatro pavadas sobre política, pero qué poco importa, o en todo caso, qué poco me importa.

 

Bueno, viejo, esto sí que es una KARTA. Un dato para el libro de Harss: ¿de cuántos ejemplares son las tiradas exitosas de una colección popular como Piragua? No es obligatorio contestar, pero se trata de mostrar la diferencia entre los best-sellers latinoamericanos y los europeos y yanquis. Aurora calculó que una tirada popular debe ser de diez mil; yo realmente no sé.

 

Chau, Paco, con mis afectos para Sara (pienso en su expedición con la maldita carta, y se me aprieta el corazón). Dale un abrazo a Esteban cuando lo veas. Aurora les manda a todos sus cariños; está fabricando una tortilla de queso que se insinúa ya olfativamente hasta mi cuarto. Hace mucho frío, pero hay sol. Ya te contaré de Londres a la vuelta.

 

 Te abrazo muy fuerte,

 

Julio

 

*Textual en el original. Se refiere a María Esther Vázquez.

 

En Cortázar, Julio; Cartas 2 (1955-1964)

Edición a cargo de Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga

Segunda Edición, Alfaguara, Buenos Aires,2016

 Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, Ilustración de Víctor Gallardo

 

Fuente: Borges todo el año

https://borgestodoelanio.blogspot.com/2018/08/julio-cortazar-carta-francisco-porrua.html

 

sábado, 24 de agosto de 2019

El encuentro secreto entre Borges y Cortázar, con críticas al periodismo: "Se encargaron de..."




 El encuentro tuvo lugar en 1964

Los enemistaron desde el lenguaje, la ideología y hasta desde la escritura. Sin embargo, la relación que unió a Jorge Luis Borges con Julio Cortázar fue mucho más intensa de lo que los críticos quisieron instalar. Según el propio autor de Rayuela reveló en una carta dirigida en 1964 a Francisco “Paco” Porrúa, su agente literario, la primera vez que se encontró en persona con Borges fue en el edificio de la Unesco en París. “Quedé hecho un pañuelo”, advirtió en su momento el autor de La otra orilla.


“No te podés imaginar cómo se me llenó el corazón de azúcar y de agua florida y decampanitas cuando, al cruzar el hall de la UNESCO con Aurora (Bernárdez, su primera mujer) para ir a tomarnos un café a la hora en que está terminantemente prohibido, y por lo tanto es muchísimo más sabroso, lo vimos a Borges con María Ester Vázquez, muy sentaditos en un sillón, probablemente esperando a Caillois”, destacó el escritor.


El encuentro de los argentinos en el extranjero fue, según Cortázar, emocionante. “Cuando me di cuenta, cuando reaccioné, ya estábamos abrazándonos con un afecto que me dejó sin habla. Fue algo maravilloso. Borges me apretó fuerte y ahí nomás me dijo: ‘Ah, Cortázar, a lo mejor usted se acuerda que yo le publiqué cosas suyas en aquella revista. ¿Cómo se llamaba la revista, che?’. Yo casi no podía hablar, porque el grado de idiotez al que llego en momentos así es casi sobrenatural, pero me emocionó tanto que se acordara con un orgullo de chico de esa labor de pionero que había hecho conmigo”, relató el autor de El libro de Manuel.

Cuando me di cuenta, cuando reaccioné, ya estábamos abrazándonos con un afecto que me dejó sin habla"

Por último y en clara alusión a las diferencias políticas que mantenía con el autor de El Aleph, Cortázar analizó la cobertura periodística que los medios locales le dieron a la visita del argentino y desestimó: “Por supuesto, los periodistas se ingeniaron como siempre para hacerle decir a Borges cuatro pavadas sobre política. Pero qué poco importa o, en todo caso, qué poco me importa”.


Fuente : Bigbangnews

martes, 7 de agosto de 2018

El día que Julio Cortázar conoció de casualidad a Borges en París: "Quedé hecho un pañuelo"


El encuentro tuvo lugar en 1964 en el edificio de la UNESCO de París.

Los enemistaron desde el lenguaje, la ideología y hasta desde la escritura. Sin embargo, la relación que unió a Jorge Luis Borges con Julio Cortázar fue mucho más intensa de lo que los críticos quisieron instalar. Según el propio autor de Rayuela reveló en una carta dirigida en 1964 a Francisco “Paco” Porrúa, su agente literario, la primera vez que se encontró en persona con Borges fue en el edificio de la Unesco en París. “Quedé hecho un pañuelo”, advirtió en su momento el autor de La otra orilla.

“No te podes imaginar cómo se me llenó el corazón de azúcar y de agua florida y de campanitas cuando, al cruzar el hall de la UNESCO con Aurora (Bernárdez, su primera mujer) para ir a tomarnos un café a la hora en que está terminantemente prohibido, y por lo tanto es muchísimo más sabroso, lo vimos a Borges con María Ester Vázquez, muy sentaditos en un sillón, probablemente esperando a Caillois”, destacó el escritor.

El encuentro de los argentinos en el extranjero fue, según Cortázar, emocionante. “Cuando me di cuenta, cuando reaccioné, ya estábamos abrazándonos con un afecto que me dejó sin habla. Fue algo maravilloso. Borges me apretó fuerte y ahí nomás me dijo: ‘Ah, Cortázar, a lo mejor usted se acuerda que yo le publiqué cosas suyas en aquella revista. ¿Cómo se llamaba la revista, che?’. Yo casi no podía hablar, porque el grado de idiotez al que llego en momentos así es casi sobrenatural, pero me emocionó tanto que se acordara con un orgullo de chico de esa labor de pionero que había hecho conmigo”, relató el autor de El libro de Manuel.

Por último y en clara alusión a las diferencias políticas que mantenía con el autor de El Aleph, Cortázar analizó la cobertura periodística que los medios locales le dieron a la visita del argentino y desestimó: “Por supuesto, los periodistas se ingeniaron como siempre para hacerle decir a Borges cuatro pavadas sobre política. Pero qué poco importa o, en todo caso, qué poco me importa”.

Fuente: Big Bang News