sábado, 29 de julio de 2017

Borges el hombre y el lenguaje, según Abelardo Castillo






Fuente : You Tube

"En busca del Tesoro de Lima"

De cómo la proximidad de la independencia del Perú habría propiciado el botín pirata peruano más buscado. Leyendas de la piratología y uno de sus cultores locales, Eduardo García Montero

 Mary Read, mujer pirata del siglo XVIII. La inglesa, mencionada por el escritor Jorge Luis Borges, era abuela de William Read, sospechoso de haber robado el Tesoro de Lima.


Jaime Bedoya

La piratología es una ciencia improbable que le debe al Perú uno de sus tratados fundamentales: “El código de los piratas”. Se trata de dos tomos publicados en 1951.

El volumen en mis manos, con un sombrío navío de velas eternamente desplegadas en la portada, tiene una dedicatoria a mano del autor fechada en marzo de 1965. Está dirigida a don Clímaco Basombrío, probable antepasado del joven del Santa María que entregó su destino a un martillo.

El autor de esta obra dedicó diez años de su vida a la exploración y excavación de los arenales de Ancón, obsesionado con una ciencia desconocida hasta entonces. Brújula, pala y lampas cargadas al hombro por el leal y silencioso Pancho, ujier en estos menesteres junto a una imaginación generosa, hacían posible el espejismo: rastros en la arena hechos por una lagartija eran en realidad una senda. Sombras aleatorias sobre el desierto configuraban un lenguaje móvil. Y así sucesivamente hasta estructurar la enajenación perfecta propia de una teoría imaginaria.

Nunca encontró otro tesoro aparte de su propia creación: un manual para hacerse rico aún pendiente de confirmación tangible, pero con aventura asegurada.

Este piratólogo peruano, don Eduardo García Montero, tío abuelo de quien esto escribe, eligió como epígrafe una oportuna cita de Emerson para su obra cumbre:

“No hay nadie fracasado […] ¡No existe el fracaso para el que nunca se declara vencido!”.


García Montero era un excéntrico bendecido por una verdad indemostrable, feliz y persistente en ejercer su excentricidad. Hay que ser prudente al pretender calificar a alguien cercano de chiflado. La sangre no miente.

—El nieto de la pirata Mary Read—

Lo más sólido que tenía García Montero para apuntalar su teoría fueron dos muros que halló semienterrados en una playa indeterminada de Ancón. Tenían orientación magnética y guardaban entre sí medidas del sistema métrico decimal. Los incas nunca lo conocieron. Tampoco los españoles, que usaban la vara como medición. El nombre de esta última medida quedó como referencia para designar certeramente en el Perú al poder de influencia que supera todo obstáculo.

García Montero llegó a los escritos y mapas del pirata inglés William Read, quien asolara las costas peruanas entre los años 1820 y 1822. Este, según García Montero, era nieto de la legendaria pirata Mary Read, mencionada por Borges en su relato “La viuda Ching, pirata”, texto incluido en “Historia universal de la infamia” (1935), más de diez años antes de la aparición del “Código de los piratas”. Según Borges, Mary decía que la profesión de pirata no era para cualquiera, y que para ejercerla con dignidad, como ella, era preferible ser un hombre de coraje, como ella.

García Montero atribuía a William Read la autoría de las señales secretas en Ancón.

La embarcación de Read se llamaba Mary Dear, anagrama del nombre de su abuela. Y este, sostenía el piratólogo, había sido el navío a bordo del cual había sido capturado el botín pirata peruano más grande del mundo mundial: el Tesoro de Lima.

—La gloria del Tesoro de Lima—

Corría el año 1818 y el avance del ejército libertador al sur tenía a los realistas en alerta en la capital del Virreinato. Tras los triunfos de San Martín en Maipú, Argentina, y en Chacabuco, Chile, el virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela, noble y militar, disponía tropas hacia el Alto Perú a fin de contener a los insurrectos. Ante los ojos de un pirata oportunista, y todos lo son, esto suponía costas desguarnecidas. Sigiloso, Read merodeaba la costa peruana.


García Montero le atribuye a De la Pezuela el haber ordenado entonces que se embarcase a bordo del viejo y carcomido barco mercante San Antonio todo lo que de valor debiera ser salvado ante una posible caída de Lima. En las memorias del susodicho virrey, dijo haber encontrado el registro de la salida del Callao, el 27 de diciembre de 1818, de un convoy rumbo a Guayaquil. Este comprendía tres fragatas armadas, Piedad, Especulación y Alción, y el bergantín desarmado San Antonio. ¿Tenía sentido escoltar un barco vacío que zarpara del Callao en esos días?

El 28 de diciembre de 1818, Día de los Inocentes, el San Antonio es interceptado en aguas no determinadas entre Ancón y Chancay por el barco pirata Mary Dear, dice el autor. Read degolló a los marinos, capturó a los civiles, ‘crème de la crème’ de la aristocracia realista de Lima, y se hizo dueño del cargamento. Esto es lo que según diversas versiones el pirata tomó como suyo:

–144 barriles de oro y plata.
–200 cofres de joyas
–273 espadas con incrustaciones preciosas
–1.000 diamantes
–150 cálices religiosos
–113 estatuas de oro.

La más impresionante de ellas era de una Virgen María de siete pies de altura que lleva en brazos al Niño Jesús. Estaba hecha de oro puro, con un pectoral de esmeraldas y topacios en la corona. Read en sus escritos menciona el navío pirateado como el Antonio, a secas. Según el piratólogo, enterró más de cien barriles en el desierto de Ancón. Al mes, enero de 1819, lord Thomas Cochrane, marino inglés a favor de la causa de la independencia, zarpaba de Chile rumbo a bloquear las costas peruanas. García Montero alega que Cochrane lo que en realidad quería era quitarle el botín peruano a Read.

Read partió con su robo y prisioneros recorriendo la costa hacia el norte, donde según García Montero el pirata escondió el Tesoro de Lima bajo arena peruana.

Otras versiones posteriores dicen que esto no fue así. Estas afirman que el perpetrador del acto de piratería, un comerciante inglés llamado Walter Thompson, habría continuado rumbo con su preciosa carga hasta llegar a Centroamérica. En tierra firme asesinó a sus rehenes y enterró el Tesoro de Lima. El lugar donde buscarlo se llama isla Cocos.

Fuente : El Comercio  -  Lima  -  Perú


jueves, 27 de julio de 2017

El cuento de Borges que fascinó a Umberto Eco


Por Isabel Zwanck

En 1977 Umberto Eco confesó su interés por el cuento de Borges "La busca de Averroes", al que calificó como "historia extraordinaria". Agregó que su "fascinación" por el texto lo condujo a comenzar el único ensayo sobre semiótica del teatro con la historia de Averroes relatada por Borges. Y se pregunta: "¿Qué es tan extraordinario en esa historia? Es que el Averroes de Borges es estúpido no en términos personales sino culturales, porque él tiene la realidad delante de  sus ojos (los chicos jugando) y no lo puede relacionar con lo que el libro le está describiendo"[1] (Eco 127).

A la luz de estos conceptos, enfoquemos la trama del célebre cuento de Borges: el sabio Averroes,  escritor, poeta y estudioso de la obra de Aristóteles, debe traducir al árabe los términos "comedia y tragedia". Busca dentro de su marco de referencia, donde predomina la doctrina del Islam que condena la representación por figuras humanas, y no puede comprender el significado. Preocupado por este dilema y, al mismo tiempo, ignorante de sus límites culturales, Averroes observa un espontáneo hecho teatral en la calle, donde…

… jugaban unos chicos semidesnudos. Uno, de pie en los hombros de otro, hacía notoriamente de almuédano; bien cerrados los ojos, salmodiaba No hay otro dios que el Dios. El que lo sostenía, inmóvil, hacía de almínar; otro, abyecto en el polvo arrodillado, de congregación de fieles. El juego duró poco: todos querían ser el almuédano, nadie la congregación o la torre (Borges: 1974 583).

Irritado por escuchar el dialecto grosero de la plebe musulmana, no le presta atención. Poco más tarde, visita a Farach, quien comparte con Averroes todo un mundo de teóricas especulaciones lingüísticas y literarias. En esa reunión escucha el relato de Abulcásim, un viajero que describe una ópera china. Abulcásim detalla un edificio teatral y explica el valor de re-presentar:

Las personas de esa terraza tocaban el tambor y el laúd, salvo unas quince o veinte (con máscaras de color carmesí) que rezaban, cantaban y dialogaban. Padecían prisiones, y nadie veía la cárcel; cabalgaban, pero no se percibía el caballo; combatían, pero las espadas eran de caña; morían, y después estaban en pie (Borges: 1974 585).

Como vemos, Averroes escucha por boca del viajero la descripción de todos los elementos del hecho teatral: escenario, vestimenta, sonidos, parlamentos, utilería, tramoya, etc. Sin embargo, Farach, el dueño de casa, al igual que Averroes, opina que las personas de "la terraza" estaban locas. Abulcásim responde: "No estaban locos (…) Estaban figurando (…) una historia". E insiste más adelante: "Imaginemos que alguien muestra una historia en vez de referirla". Completa su relato al insistir en el aspecto visual ("los vemos…") y el auditivo  ("¡Hablaban, y cantaban y dialogaban!"). Sus palabras condensan el núcleo del arte dramático, pero Farach continúa desoyéndolas y dictamina con orgullo: "…no se requerían veinte personas. Un solo hablista puede referir cualquier cosa, por compleja que sea". Notemos la oposición entre los verbos  que indican distintos tipos de percepción: mostrar, ver, hablar, cantar, y dialogar, frente a  referir.

Averroes comparte la opinión de Farach y, limitado por el estrecho marco de referencia con el que se maneja dentro de su círculo comunicativo, desconoce los dos hechos teatrales que en solo un día podrían haber facilitado su traducción de la Poética. Y obsesionado por su idea fija: "Con firme y cuidadosa caligrafía agregó estas líneas al manuscrito: Aristu (Aristóteles) denomina tragedia a los panegíricos y comedias a las sátiras y anatemas. Admirables tragedias y comedias abundan en las páginas del Corán y en las mohalacas del santuario".

La historia donde Borges quiso narrar "el proceso de una derrota", se abre a interesantes consideraciones. Muestra en primer lugar las limitaciones de un marco cultural de referencia único, basado sobre el libro (Corán) antes que sobre la vida, y sobre la fe, antes que sobre la razón. Averroes tiene interés por los conceptos de "tragedia y comedia", pero carece de categorías para entenderlas. Por eso no puede decodificar los indicios de la realidad (los dos hechos teatrales).

El texto enfatiza  el carácter lúdico, vital y espontáneo del hecho teatral (en el juego de los niños), así como su función actualizadora (Abulcásim insiste en el acto simultáneo de percepción del hecho teatral).

La trama, además, ejemplifica el choque de perspectivas entre Oriente y Occidente, y entre lo teológico y lo estético.

El cuento parodia en cierta forma la inclusión de citas traducidas en textos que serán canónicos. (La traducción de Averroes fue la más aceptada en su época).

Asimismo, señala los peligros de seguir sólo la coherencia un sistema de ideas que es incongruente con los hechos del mundo externo.

Finalmente, creemos que "La busca de Averroes" destaca un caso particular de recepción de un texto (el hecho teatral), sea éste visual (en la calle) o auditivo (relato de Albucásim), de acuerdo con la teoría de la percepción. En efecto, "las cosas se perciben cuando existen categorías perceptuales previas acerca de lo que se percibe (…) Dicho de otro modo, percibimos aquello que previamente conocemos. Lo que nos es totalmente desconocido ni siquiera lo percibimos" (Töpf 37).


– Coda.

En consonancia con su idea del cuento-ensayo, Borges agrega al desenlace de la historia un extenso párrafo, con el que imprime al texto una vuelta más de tuerca. En él, el narrador se cuestiona:

Sentí que la obra se burlaba de mí. Sentí que Averroes, queriendo  imaginar lo que es un drama sin haber sospechado lo que es un teatro, no era más absurdo que yo, queriendo imaginar a Averroes, sin otro material que unos adarmes de Renan, de Lane y de Asín Palacios. Sentí en la última página, que mi narración era un símbolo del hombre que yo fui, mientras la escribía y que, para redactar esa narración, yo tuve que ser aquel hombre y que, para ser aquel hombre, yo tuve que redactar esa narración, y así hasta lo infinito (Borges: 1974 588).

Con esta última apertura del texto en la profundidad de sí mismo (mise en abyme), Borges  multiplica sus perspectivas pues dibuja amplios círculos concéntricos que, extendiendo sus fronteras permeables, tal vez, lleguen hasta el presente de nuestra recepción y nos incluyan como lectores o espectadores.


Obras citadas

Borges, Jorge Luis. "La busca de Averroes". En Obras completas. Volumen I. Buenos Aires: Emecé Editores, 1974.

Eco, Humberto: On  literature . (La traducción es nuestra). Florida: Harcourt, 2002.

Töpf,  José.  "Borges y el problema del conocer".  En Borges y la ciencia. . Prólogo de María Kodama. Buenos Aires: EUDEBA,  2004.


[1] Este texto es un fragmento de un ensayo más extenso titulado "La función del hecho teatral en algunos cuentos de Borges", incluido en el libro de mi autoría Borges o el cuento ausente y otros ensayos. Buenos Aires: Georges Zanun Editores, 2013


Isabel Zwanck es profesora en Letras y autora de "Borges Paso a Paso", "Posdata a la escritura contemporánea" y "Borges o el cuento ausente". www.isabelzwanck.com.ar

Fuente : Infobae





Umberto Eco habla de Borges



                                                     Umberto Eco en Argentina 1994


Fuente : You Tube

martes, 25 de julio de 2017

DESDE LA PERTENENCIA A LAS VANGUARDIAS


Textos. Enrique Madeo


 En 1965, tras infatigables gestiones e inmerso en un clima adverso al cual ya estaba adiestrado, Astor Piazzolla logró concretar una de sus ideas más desafiantes: la de incorporar su música a la pluma de Jorge Luis Borges utilizando para ello, como nexo causal, al tango.


 El proyecto no había generado mayores expectativas, ya que si bien por aquellos años, en el universo cultural los dos gozaban de un indiscutido reconocimiento, entre los argentinos, el mismo siempre se había visto cuestionado.


 Borges escribía difícil, Piazzolla no interpretaba tango, y entre calificaciones sin sustento y críticas infundadas, pocos eran los que mantenían expectativas en disfrutar de la unión de dos talentos inconmensurables. Y si bien Borges no era el nombre más apropiado a la hora de pensar en letristas de tango, la dimensión del desafío pudo una vez más con el gran maestro.


 Aquel continuo deseo de acceder a lo inaccesible, aquel íntimo placer de transitar por la vereda de enfrente, aquel obstinado intento de abordar la transgresión, resultaron finalmente factores centrales en aquella decisión.


 Obsesivo en su afán, Piazzolla dedicó íntegras jornadas de trabajo a la creación de una obra que conforme a sus convicciones, debería ser tan rica desde su música como desde sus palabras. Así es que incorporó a Edmundo Rivero y Luis Medina Castro, para que junto a su quinteto pudieran transformar aquel desafío en realidad.


 Las exigentes jornadas de ensayo se fueron acentuando en la medida que la prosa “borgiana” se hilvanaba mágicamente entre los acordes del quinteto y las voces de Luis Medina Castro y Edmundo Rivero, generándose toda una simbiosis entre texto-música-música-texto entre un grupo instrumental que estaba en su momento más explosivo, un cantante con rudeza elegante y sobria que lo hacía diferente y un compositor que pasaba por una suerte de fiebre creativa.


Desbordante de orgullo Piazzola declaró: “Esta grabación ha sido realizada exclusivamente por mi quinteto, lo que equivale a decir que los ruidos que se escuchan han sido logrados sólo con los instrumentos del mismo. El violín produce distintos efectos percusivos golpeando con el anillo sobre la punta de su mango, pizzicatos con glissé, imita a una sirena mediante el glissé sobre las cuerdas, imita a la lija con la punta del arco (comienzo) detrás del puente, y a un tambor con pizzicati sobre la uña entre dos cuerdas. La guitarra eléctrica imita al bongó, a sirenas con efectos de glissé, agrega segundas menores y extraños efectos con las seis cuerdas al aire detrás del puente. El pianista golpea con las palmas de las manos sobre las notas agudas y graves del piano y con el puño las notas más graves. El contrabajista golpea con la palma de la mano la parte trasera del instrumento, efectúa glissé sobre las cuerdas graves y agudas y golpea con el arco sobre las cuatro cuerdas. El bandoneón imita al bongó mediante golpes sobre la caja con el dedo mayor izquierdo. Además presenta sobre un lateral una especie de güiro metálico especialmente dispuesto que se raspa con la uña”.


Desde el comienzo, el clima generado por el quinteto resulta más que apropiado, y sumando la voz de Luis Medina Castro, se escucha la interpretación de “El tango”. Toda una síntesis desbordante de embates piazzollescos y punzantes pinceladas borgianas, lo que genera aún en el oyente más desprevenido, la idea de predecir que el disco a escuchar será como mínimo, atrapante.


 Avalando la predicción, a continuación la guitarra de Oscar López Ruiz da pie a la expresión vocal de Edmundo Rivero en la versión de Jacinto Chiclana imponiendo desde un perfil retratista a una época junto a sus personajes, resaltando valores propios a más de una geografía urbana descripta desde la inconfundible narrativa de Borges.


 El Títere, toda una milonga tangueada, tiene el típico ritmo ligero, jocoso y compadrón, propio de comienzos del siglo XX. En ella el quinteto genera un sobrio despliegue instrumental, mientras que Rivero cantando parece contestarle, jugando desde un diálogo entre lo académico y lo popular.


 En cuanto a El hombre de la Esquina Rosada, su música fue compuesta al amparo de una idea de la coreógrafa Ana Itelman, quien adaptó frases del cuento de Jorge Luis Borges a una partitura para recitante, canto y doce instrumentos.


 Y estas son solo descripciones parciales de un disco que no da tregua al oyente, este queda capturado y, cuando lo termina de escuchar, en su interior el deseo de reincidir aflora.


 Sin embargo, El Tango -como algunas de esas obras de cuya existencia solo se tienen noticias a partir de testimonios- lamentablemente ocupa el lugar del disco perdido de Piazzolla. Por eso, sin temor a exagerar, podemos decir que así como Don Quijote de la Mancha es el libro del cual todos hablan pero muy pocos han leído, El Tango es el disco del que muchos hablan pero muy pocos han escuchado.


 Resulta toda una “injusticia cultural”, pero quienes hemos logrado incorporar a nuestra discoteca el vinilo, o un ejemplar de la escasa remesa de CD oficial, o de la más que acertada publicación de Página 12, atesoramos con orgullo un trabajo brillante, que debió ser popular y que solo ha logrado sobrevivir entre algunos pocos que aún levantamos nuestra voz con la sola intención de que esta obra siga viva y se siga escuchando.


 Ficha Técnica

El Tango fue grabado en Buenos Aires en 1965.
Astor Piazzolla: bandoneón.
Jaime Gocis: piano.
Oscar López Ruiz: guitarra.
Antonio Agri: violín.
Quicho Díaz: contrabajo.

Fuente :Nosotros – El Litoral


lunes, 24 de julio de 2017

La ASALE publica la edición conmemorativa de «Borges esencial»

    

         La Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) y la Real Academia Española (RAE) presentaron el 1 de junio en Madrid una nueva edición conmemorativa: Borges esencial, con motivo de haberse cumplido en 2016 los 30 años del fallecimiento del escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986). La antología de textos fundamentales del autor universalmente admirado y reconocido como uno de los más destacados de la literatura del siglo XX, y quien fuera miembro de la Academia Argentina de Letras (AAL), fue preparada y coordinada por José Luis Moure, presidente de nuestra institución, y contiene un estudio de su autoría y otro del académico Santiago Sylvester.

      Se trata de un nuevo volumen de la colección académica de “Ediciones conmemorativas” de los grandes clásicos hispánicos publicada por la ASALE, que reúne a todas las academias de la lengua española, incluida nuestra Academia Argentina de Letras y la RAE. El libro Borges esencial, publicado por la editorial Alfaguara, es el primero de esta colección que homenajea la obra literaria de un escritor argentino. En agosto llegará a las librerías argentinas y estará a la venta en la sede de la AAL.

      La obra incluye el texto integral de Ficciones y El Aleph y una selección de ensayos y poesías. El volumen cuenta con estudios introductorios y posfacios de Nora Catelli (Universidad de Barcelona), Juan Pablo Canala (UBA / Biblioteca Nacional Mariano Moreno), Teodosio Fernández (Universidad Autónoma de Madrid), Alberto Giordano (Universidad Nacional de Rosario), Darío David González (Universidad de Copenhague), Noé Jitrik (Universidad de Buenos Aires), José Luis Moure (Universidad de Buenos Aires / AAL), Jorge Panesi (Universidad de Buenos Aires), Santiago Sylvester (académico de número de la Academia Argentina de Letras) y Graciela Tomassini (Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario). La edición se completa con una bibliografía básica preparada por José Luis Moure y un glosario.

      La antología se adentra en la obra de Borges y aborda esos “temas habituales [como] la perplejidad metafísica, los muertos que perduran en mí, la germanística, el lenguaje, la patria, la paradójica suerte de los poetas” (Borges, Nueva antología personal, 1967).

      “A la obra de Borges se le puede aplicar perfectamente la definición de poesía dada por Antonio Machado: «palabra esencial en el tiempo». Es una figura incomparable, una isla en el mar de la excelencia literaria en español”, manifestó el 1 de junio el director de la RAE, Darío Villanueva, durante la presentación en la sede de la institución española. El también presidente de la ASALE indicó que el título del libro puede ser quizá una redundancia, “porque Borges en sí mismo es esencia”.

      En el acto participaron, además, el académico de la RAE José María Merino; la directora editorial de Alfaguara, Pilar Reyes; el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), y autor de uno de los estudios de esta edición, Teodosio Fernández, y el secretario general de la ASALE, Francisco Javier Pérez. En todas las intervenciones se ha subrayado la importancia de la poesía en la obra de Jorge Luis Borges. “La obra poética de Borges es fundamental”, señaló Teodosio Fernández. A juicio de este catedrático de la UAM, “Borges es a veces un escritor más citado que leído. […] Por eso me parece muy recomendable esta antología para iniciarse en la lectura del gran autor argentino, uno de los grandes patriarcas de la literatura en español”.

      Borges está considerado como “el gran autor clásico contemporáneo” y en su ingente obra abolió todos los géneros literarios, recordó Pilar Reyes, que ha considerado que la selección realizada en el libro es “poderosa”. “Quien la lea se hará una idea bastante precisa de este prodigio de escritor que se inscribió en la tradición universal”, recalcó Reyes, que ha cifrado en 35.000 la primera tirada de ejemplares de esta obra.

      Al igual que el director de la RAE, el académico José María Merino estimó que “lo esencial de Borges está representado en toda su obra”. Merino elogió “el buen criterio seleccionador del antólogo de este libro, José Luis Moure. Aquí están todas las obsesiones narrativas y filosóficas de Borges: la difusa frontera entre la realidad y la ficción, el asunto del doble, el mundo onírico, la idea del universo como creación mental, el concepto del tiempo en todas sus perspectivas, el gusto por lo enigmático y lo laberíntico”.

      Por su parte, el secretario general de la ASALE, Francisco Javier Pérez, resaltó la importancia dada por la Asociación a la difusión de la literatura en español a través de autores como los que forman parte de esta colección.


      En 2004, y coincidiendo con la celebración del IV Centenario de la Publicación de la Primera Parte del Quijote, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española iniciaron un proyecto de edición de grandes obras de la literatura en español. Concebido como una línea de ediciones conmemorativas ocasionales y de circulación limitada de los grandes clásicos hispánicos de todos los tiempos, dichas obras son publicadas y distribuidas en todo el mundo de habla hispana por Penguin Random House Grupo Editorial bajo su sello Alfaguara.




      Hasta la fecha, además del Quijote de 2004, han formado parte de la colección las ediciones de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; La región más transparente, de Carlos Fuentes; Antología general, de Pablo Neruda; En verso y prosa. Antología, de Gabriela Mistral; La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, el Don Quijote de la Mancha (edición 2015, por el cuarto centenario de la publicación de la segunda parte y el cuarto centenario de la muerte de Cervantes); Rubén Darío. Del símbolo a la realidad. Obra selecta, La colmena, de Camilo José Cela, y Borges esencial. Actualmente las cuatro últimas son las únicas obras que siguen en circulación.

Fuente : Academia Argentina de Letras



¿Cómo eran las anotaciones que hacía Borges?



Se presentó la reedición de “Borges, libros y lecturas”, el catálogo crítico que elaboraron Laura Rosato y Germán Álvarez con textos que donó a la Biblioteca Nacional.

Borges escribe a partir de los libros que lee. Utiliza esas lecturas en una suerte de alquimia para transformarlas en textos únicos. Esto hace del lector el autor por excelencia, y de toda versión de un texto un borrador. Se podría decir entonces, que a partir de esta premisa -y de una tarea de rutina, paciencia, conocimiento y gran intuición- Germán Álvarez y Laura Rosato compilaron y analizaron las marcas y comentarios que Jorge Luis Borges dejó en sus libros en el catálogo ’Borges, libros y lecturas’, cuya reedición fue celebrada en la antigua sala de lectura de la Biblioteca Nacional.

Era tal la simbiosis entre escritor y biblioteca, que su universo radicó en los libros y en donde éstos descansan, en su biblioteca de galerías hexagonales e infinitas. El catálogo, además de reflejar ese espíritu, da a conocer una parte -alrededor de 400- del conjunto de libros donados por el escritor a la Biblioteca. Estos ejemplares permanecieron ocultos durante treinta años en los fondos generales de la institución. Un hallazgo casual fue el punto de partida de una investigación exhaustiva que duró casi 8 años, llevada a cabo por dos empleados de la Biblioteca y que resultó en el descubrimiento de casi 800 volúmenes intervenidos por el autor de El aleph.

Una de las curiosidades más grandes es que Jorge Luis Borges realizaba las anotaciones en los márgenes o tapas de los libros que leía, en el mismo idioma en que estaba escrito. Álvarez explica que, en esta edición, se amplían algunas de las oposiciones que hace: dentro del sistema de su escritura él confronta las mismas ideas con otros libros. “Estamos hablando de una actividad cognitiva intelectual. Entonces tenés que ponerte a leer como lo hubiese leído él. Y a partir de una nota, que capaz tiene dos palabras, ir adonde él quería ir, y llamar la atención sobre la nota. Es un mecanismo cognitivo que está en la mente de una persona y en este caso, en la mente de Borges, que es un genio”, dice el autor.

La primera edición fue hecha en 2010 bajo la dirección de Horacio González, que brindó apoyo intelectual y económico al proyecto.

Continúa con este sostén el actual director de la Biblioteca Nacional, Alberto Manguel, quien agradeció a los autores: “Entre los muchos tesoros que alberga la Biblioteca, creo que los máximos tesoros son la gente que trabaja allí. Ni la subdirectora, Elsa Barber ni yo podríamos hacer nada sin ellos”.

“A partir de este trabajo, me gusta Borges cada vez más. En algún momento mientras hacíamos esto, me preguntaba si no lo íbamos a empezar a leer y a ver cosas que rompieran la magia pero no, es una obra muy sólida. Mi lectura de Borges se volvió más profunda”, contó la autora Laura Rosato. 

Fuente : Noticias net



sábado, 22 de julio de 2017

Borges visita a Graves



Pablo Cingolani

Borges visitó a Robert Graves en Deyá, en Mallorca, la isla del Mediterráneo que fue su morada elegida. Era 1981. Anotó, con crudeza, el poeta no estaba agonizando, sino, simplemente, muriendo. Agonizar es luchar; morir es otra cosa. Es, simplemente, eso.

Narra Borges que a Graves lo rodeaba toda su parentela –hasta un nieto posado en sus rodillas inmóviles- y algunos peregrinos, “entre ellos, creo, un persa”. Bien de Borges creer que hay persas en todos lados

Graves no hablaba, ni oía, ni veía, “el alma estaba sola”, anotó Borges, totalmente sola no –acotaré irreverente- tal vez, estaba sola pero con la Diosa Blanca cercándolo, amparándolo, más plena que nunca.

Ven a mí, susurraba la Madre a sus oídos partidos que no podían escuchar otra cosa. Ven a mí, y se mostraba feroz en sus dominios, esos que Graves recorrió con avidez mejor que ninguno, a unos ojos que sólo podían verla a Ella, y a nadie más.

La tristeza acude siempre a ciertas citas. Despedirse de la vida es uno de esos momentos. Graves se estaba muriendo.

Por lo mismo, porque no hay muerte si no hay vida, porque lo que importa es la vida, porque si Yeats hubiera estado allí, más allá del dolor (Yeats se estuvo muriendo casi siempre), hubiera vuelto a sentenciar que la belleza es verdad y la verdad belleza –una máxima que Robert Graves honró como pocos, por eso la cita era en Deyá y no en otra parte-, es que Borges cuenta que la mujer del poeta los despidió de ese encuentro –estaba con María-, desde la puerta del jardín de nogales de la casa, con estas palabras: ¡Ustedes deben volver! ¡Este es el Paraíso! (Borges escribió en su texto: You must come back! This is Heaven!)

Graves seguiría inmóvil, cautivo de la Diosa, cuatro años más. Borges, que volvió a visitarlo al año, moriría a su vez en 1986. Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, uno de los más exquisitos escritores de todos los tiempos, acudiría a la cita en Ginebra, Suiza, a donde además reposan sus literarios huesos.

Borges no podía dejar de ser Borges, y de su encuentro con Graves moribundo, no pudo evitarse dejar su marca, su eterna marca, la que lo volvió inmortal. Escribió, para el suplemento literario del periódico de Mitre, La Nación, de Buenos Aires, el año 1983: “El lector no habrá olvidado La Diosa Blanca; recordaré el argumento de uno de sus poemas”.

Como otro alter ego del mismísimo Pierre Menard de sus ficciones, Borges escribe el mejor epitafio que jamás un hombre hubiera merecido, y yo lo transcribo aquí, en homenaje a estos dos seres irrepetibles que llenaron mi vida, como quería Yeats, de belleza y verdad. Aquí va, en testimonio de fe también para todos mis muertos:

Alejandro no muere en Babilonia a la edad de treinta y dos años. Después de una batalla se pierde y busca su camino por una selva durante muchas noches. Al fin ve las hogueras de un campamento. Hombres de ojos oblicuos y tez amarilla lo recogen, lo salvan y finalmente lo alistan en su ejército. Fiel a su suerte de soldado, sirve en largas campañas por los desiertos de una geografía que ignora. Un día pagan a la tropa. Reconoce un perfil en una moneda de plata y se dice: Esta es la medalla que hice acuñar en la victoria de Arbela cuando yo era Alejandro de Macedonia.

¡Son 108 palabras! ¡Delinean, definen, un mundo y lo celebran de la manera que sólo la poética puede hacerlo! Conservo el recorte del diario pegado en un cuaderno y ese fervor me guió, ya, toda una vida, me atrajo a estos cerros, me clamó para que los sintiese, adentro, como en un espejo, como esa moneda donde Alejandro se reflejó como un guerrero más, como un poeta más, como un amante feliz y dichoso de haber asistido, como canta Caetano, a guerras y fiestas inmensas (escuchar Peter Gast) y sobrevivir, seguir viviendo, sin ser Alejandro, sin vanidad, sin orgullo, sin otra metáfora que la vida misma, que se vive, poéticamente, y nada más.

Siempre sentí que la verdad y la belleza estaban escritas en esas 108 palabras y que no cabía otra tarea más que honrarlas. Graves nos alertó sobre la devastación y la destrucción de los ámbitos de lo sagrado, de los santuarios de la poesía, esa pura y dura que alienta e inspira y reclama la Diosa Blanca. Borges, desde el Sur, supo entender nuestras desdichas (acabar, aniquilar, arrinconar nuestra poesía originaria, ¿quién no se conmueve frente a su historia del guerrero y la cautiva, que son todas nuestras historias desde Alaska hasta la Patagonia, narrada en su clave, en su cifra, de la manera que sólo Borges pudo hacerlo?) y embellecerlas y volverlas verdaderas, como nadie.

Pienso, ahora, en los Ese Ejjas y en todas sus magníficas leyendas de la selva amazónica que los crió, tan nutrientes y vitales como las que tuvo nuestro pueblo-guía del mundo occidental, nuestros hermanos los griegos, el pueblo del mismísimo Alejandro.

Pienso también en los Yámanas, los Yaghanes, o en cómo quieran llamar al pueblo autóctono que habitó el confín de todos los confines, el sur del sur del mundo, y su idioma de más de treinta mil palabras, sólo unas 800 palabras para aludir y definir al viento, a todos los vientos.

Pienso en cómo los despreció Darwin y todo el conocimiento occidental y me dan ganas de llorar, de llorar de pie, por toda la poesía que perdimos, por toda esa poética que se perdió en ese mismo viento, si (acaso) un tipo como Graves los hubiera conocido, hubiera compartido su saber y su gloria poética y los hubiera escrito. Pienso en Kusch, nuestro Kusch, cuando habló de no perder nuestro cordón umbilical con la tierra y con él árbol. Pienso en Man Césped, en Arguedas y sus ríos profundos, pienso en Quintín Lame…

Buena leche, mi hermano: Es tiempo que nos demos cuenta que la poesía también habita en nosotros, los de este lado del mundo, los del Sur del mundo occidental, los mestizos que pretendemos anular todo un bagaje y una marca poética que no comprendemos porque nos arrasa esa TV que tanto adoramos, cuando es sólo un aparatito que podemos acabar con una buena patada.

Es momento de abrirse al misterio, de seducirse, como lo hizo Borges frente a un Graves que ya no podía decirle más nada.
The answer, my friend, is blowing in the wind: Bob Dylan, Dylan Thomas, Yeats, Holderin, Borges, Robert Graves, los Ese Ejjas, los Yámanas, Alejandro Magno, el Mío Cid, Lautaro, Calfucurá, la copla, la baguala, el huayno, la vidala, la zamba, el blues y el rock and roll: Spinetta y Led Zeppelin, Rodolfo Gunther Kusch, Quintín Lame, todos, juntos, componen y conjugan la canción que deberíamos estar escuchando a cada rato, y siempre.

Si vos querés, te lo digo al revés: la respuesta, mi amigo, está flotando en el viento: José María Arguedas, Mariátegui, Tizón, Calfucurá, los yámanas, los Ese Ejjas, los Siona y mi amigo Lobo, allá en la selva de Sucumbíos, Kusch, Quintín Lame, San Martín, Martí, Perón, Evita, Gaitán, Jaime Bateman, Bob Dylan, Led Zeppelin, The Incredible String Band, Miles Davis, Coltrane, Piazzola, Marley, Bob Marley, Hendrix, Violeta Parra, el Che Guevara, los Uturuncos, Haroldo Conti, Fernando Abal Medina, el Negro Sabino Navarro, Santucho, todos, juntos, componen y conjugan la canción que deberíamos estar escuchando a cada rato, y siempre.
Desconéctate, viví.
Luchá, sentí.

Borges honra a Graves moribundo: es uno de los mejores Borges que conozco. Honro a mis compañeros y a mis amigos muertos, a través de este texto. Que la muerte, que ahora nos convoca, que las almas que llegarán mañana, recirculen y revivan en nuestros jóvenes: que ellos sientan que no estamos muertos, que la poesía tampoco, que todavía cantamos, que la vida y la poesía son lo mismo, que si queremos cambiar al mundo, sólo hace falta eso: unir vida y poesía en un mismo lazo, y hacer de la vida, poesía, la poesía vida, como anheló Yeats, como lo queremos todos los que aún no nos rendimos y no nos rendiremos jamás.

Alejandro no muere en Babilonia a la edad de treinta y dos años…Alejandro no muere, los yámanas no mueren, Janis Joplin no muere,  no morirán jamás, si no los queremos matar en nuestro corazón, si no los queremos volver a matar en nuestro espíritu.

Fuente : Bolpress


sábado, 15 de julio de 2017

Anéctoda de Borges con un autor boliviano





 Jorge Luis Borges cuenta una anécdota muy interesante sobre un libro escrito por el boliviano Marcial Tamayo.

En una entrevista a un medio boliviano, el autor relató: "Quiero contarle que una vez en una librería encontré un libro sobre Borges -le encantaba hablar de sí mismo en tercera persona-. Lo había escrito Marcial Tamayo (boliviano), al que después conocí. Mi memoria asocia Bolivia con Ricardo Jaimes Freyre, el poeta más preciosista del modernismo; y luego tienen a Reynolds, y al mismo Tamayo”.

Fuente : You Tube

Borges y Bolivia, un libro y un poeta perdido



 Martín Zelaya Sánchez

Una noche de jueves, tras largas horas hablando de libros y música junto a una botella de Fernet que se resistía a ceder, mi buen amigo, el poeta tarijeño Marco Montellano, me sorprendió: "¿Sabías que el poeta favorito de Borges era un boliviano?”.

Y me habló entonces de Ramiro Tamayo, "que nada tiene que ver con Franz Tamayo, y que casi nadie conoce, pues ni siquiera aparece en los libros de historia de la literatura”.

Pasaron muchos meses, entre vueltas y olvidos, hasta que terminé por fin de decidirme a rastrear la ligazón -escasa, modesta, pero ligazón al fin- de Jorge Luis Borges con Bolivia.

Dijo el autor de Los conjurados, pocos meses antes de su muerte, el 14 de junio de 1986, a un entrevistador boliviano: "Quiero contarle que una vez en una librería encontré un libro sobre Borges -le encantaba hablar de sí mismo en tercera persona-. Lo había escrito Marcial Tamayo (boliviano), al que después conocí. Mi memoria asocia Bolivia con Ricardo Jaimes Freyre, el poeta más preciosista del modernismo; y luego tienen a Reynolds, y al mismo Tamayo”.

¿Cuál Tamayo?, habrá que preguntarse. ¿Tal vez, por el contexto, esta vez sí Franz? ¿O Marcial?, ¿O su hermano menor, Ramiro, un comunicador, cineasta e intelectual que creció y vivió gran parte de su vida en Buenos Aires, y que escribió el poema que tanto fascinó a Borges?

En 2007 el poeta y crítico Juan Carlos Ramiro Quiroga posteó en su blog el artículo "Borges a calzón quitado”, en el que Albino Gómez cuenta de la relación del mayor escritor argentino de la historia con los Tamayo. Nadie le dio entonces mucha bolilla a ese texto.

Cuenta Gómez: "Ramiro comenzó a destacarse por una tan excelente producción poética que motivó un breve prólogo de Borges a lo que constituyó su primer libro de poemas, donde el escritor se refería a sí mismo como un "poeta crepuscular” -a pesar de que todavía no tenía 50 años- llamando a Ramiro un "poeta del alba”.

Más adelante, Gómez cuenta que Tamayo era tan perfeccionista que retiró y devolvió el libro varias veces de la imprenta y al final nunca salió a la venta. Y comenta: "con sus 18 años, Ramiro Tamayo era para su gusto (de Borges) el mejor poeta de nuestra lengua. Y con esa memoria prodigiosa que siempre lo caracterizó, a pesar de los más de 20 años transcurridos, recordó y recitó uno de los poemas de Ramiro que decía...”. (Ver nota de apoyo).

Dudas

Pero ¿cómo es posible, entonces, que pocos hayan oído hablar de los Tamayo y, sobre todo, que nadie o casi nadie en el país se haya preocupado de un poeta que deslumbró ni más ni menos que al mismísimo Borges?
"Ten cuidado con que sea un poema apócrifo”, me advirtió Luis  Cachín  Antezana, autor del libro Álgebra y fuego: lecturas de Borges. Considerado como uno de los máximos eruditos borgeanos en el país, tras leer el texto de Gómez, Antezana se limitó a comentar:

"No hay mucho que decir al respecto: los Tamayo fueron amigos de Borges, efectivamente. Biográfica y bibliográficamente se sabe que el único libro dedicado a su obra que Borges leyó fue el primero: el que escribieron Adolfo Ruiz Díaz y Marcial Tamayo (Borges. Enigma y clave). Está inclinado a discernir las fuentes clásicas (grecolatinas) en Borges; pero, en el camino, tiene un excelente análisis del cuento La muerte y la brújula”.

Similares dudas tiene Rodolfo Ortiz, director de la revista La Mariposa Mundial: "que yo sepa Borges elogió no sin cierta dosis de ironía el poema Peregrina paloma imaginaria, de Ricardo Jaimes Freyre”.

"Del tal Ramiro Tamayo -comenta- nada encontré en mi gaveta y tengo serias dudas del texto que me mandaste no vaya a ser un apócrifo más sobre el maestro”.

Qué mejor entonces que recurrir a la fuente primaria. "Deseo que quede bien en claro que el poema recitado por Borges pertenecía a Ramiro Tamayo y estaba dedicado a una bella muchacha que cursaba la carrera de abogacía, y fue publicado en la revista de poesía Latitud 34”, sostiene Gómez, escritor y diplomático argentino, amigo de Marcial y Ramiro, y que tuvo la gentileza de contestar un cuestionario, luego de que la magia de Google permitiera ubicarlo. Hasta aquí lo de los Tamayo.

El libro de Dante

Terminé de decidirme a escribir esta nota, decía antes respecto al "caso Tamayo”, pero en realidad una idea primigenia había surgido mucho antes, a fines de los 90, cuando hallé, en un cajón de ofertas de una librería de Sopocachi, un libro en el que Dante Escóbar cuenta cómo Borges le mostró, una tarde de 1985 en su casa de la calle Maipú, un ejemplar de Índice de la poesía boliviana contemporánea, de Juan Quirós.

"Hábil, conociendo todos los obstáculos de la casa, se dirige a una sección de la biblioteca y trae consigo un volumen azul”. "Vea este libro -le dice el escritor a Escóbar, sí, al mismo Dante Escóbar que años después fue juzgado y condenado por un millonario fraude-: me llegó en los últimos meses. Me lo han recomendado y tengo deseos de conocer lo que se ha escrito en Bolivia en los últimos diez años”.

En otro momento de la extensa entrevista -publicada en un extraño libro llamado Las obsesiones de Borges (Distal, 1989)- el autor de El hacedor comenta: "Qué bueno que ustedes los bolivianos se acuerden aún de Ricardo Jaimes Freyre, sus leyes sobre la versificación son una obra maestra”.

Cuando, tras hablar de autores, libros, estilos, mitología, religión, ontología, la charla gira en torno al periodismo y las entrevistas, Borges, franco, admite que "son reprochables” porque el periodista generalmente "asume el predestinado papel de interrogador fiscal”.

No obstante lo arregla pronto y dice: "Pero si me piden un reportaje para un diario del interior o, en su caso, de Bolivia, pienso que puedo ayudarlos y lo hago contento. No sé, me llama la atención su país, donde hay gente que se interesa por lo mío”.

Lo de menos y lo demás

Menciona Ortiz a Jaimes Freyre, que, sin lugar a dudas, es la máxima referencia que Borges tenía sobre Bolivia, pues incluso lo mencionaba como ejemplo y recitaba sus versos en varias conferencias de su vejez.
Además de Jaimes Freyre (ver nota de apoyo), los Tamayo y Dante Escóbar, algunas breves "relaciones” del autor de El Aleph con nuestro país se hallan en el diario de Adolfo Bioy Casares:

Un comentario desfavorable de Borges sobre una conversación que tuvo en 1968 con la esposa del embajador boliviano en Argentina y un proyecto de luna de miel en Bolivia, cuando Borges quiso casarse con María Esther Vásquez.

Por lo demás, en el prólogo a Un bárbaro en Asia, de Henri Michaux, traducido por él mismo, Borges escribe: "Hacia 1935 conocí en Buenos Aires a Henri Michaux (…). Solía asombrarnos con noticias tristísimas de Bolivia, donde había residido un tiempo”.

La última, que solo hay que tomar como rumor, pues no hay fuentes ni rastros. En plena Guerra de las Malvinas, Borges habría declarado que "Argentina e Inglaterra parecen dos pelados peleándose por un peine” y que "las islas habría que regalárselas a Bolivia para que tenga salida al mar”. No consta a nadie, pero quién sabe.

El poema de Ramiro Tamayo

Tú que tienes los ojos como caminos de Dios.

Que los tienes como atardeceres en los ventanales
de mi casa
(ahí, frente a los árboles
que reciben el viento que llega desde el campo).

Tú que tienes los ojos como un Domingo
como uno de esos días esperados desde la infancia.

Que los tienes poblados de sueños
y de cuentos deslumbrantes.

Tú que miras con esa lejanía
con que se miran las cosas supremas.
Tú que tienes esos ojos
dime:

Qué es eso algo triste
que está andando por las calles?
Lo que nos despierta –a veces en
medio del sueño
con grandes lágrimas.
Aquella pesada hoja que cae
y se demora en la frente.

Dime despacio
el nombre del niño de los pómulos violetas
que afronta una mudez aciaga.

Tú que tienes los ojos poblados de cielos
que los tienes repletos de ansiedad.

Repite esas palabras tenaces
-y tan débiles que
llenan las horas sin horas.

Muchacha, repítelas.

Ramiro Tamayo, el "gran poeta” sin libro

Debido a que no pocas veces se atribuyeron al maestro textos y poemas apócrifos, y ante las pocas referencias de Ramiro Tamayo, en Bolivia hay quienes sospechan que quizás el referido poema sea también un apócrifo. ¿Cómo puede Gómez ayudarnos a disipar esta duda? Resumimos, a continuación, la extensa respuesta que nos envió por correo electrónico.

"Ramiro fue un gran poeta y es verdad que su perfeccionismo le impidió editar ese libro (en el que iba a estar el poema que solo la memoria de Borges mantuvo vivo). Yo lo conocí en quinto año del Colegio Nacional, cuando él llegó con su padre, don José Tamayo, su madre, su hermano Marcial, que ya tenía 28 años, y Celicetta, su hermana de 20 años”.

"Fuimos muy amigos durante años. Ingresamos juntos a la Facultad de Derecho que pronto él abandonó porque no le interesaba. Lo malo es que también dejó la poesía y eso fue una gran pérdida. Se dedicó al cine primero y con el entonces periodista e incipiente escritor Tomás Eloy Martínez, luego famoso, hicieron un filme sobre una leyenda norteña que tuvo muchos premios y creo que figura en las buenas enciclopedias del cine”. (…)

"Quien tuvo más continuada relación con Borges fue su hermano Marcial. Porque los Tamayo, a pesar de que al caer Villarroel don José dejó de ser embajador, siguieron viviendo en Buenos Aires”.

"Y don José, ya viudo, llegó o pasó los 90 años y recibió siempre la generosa ayuda de Marcial, que desarrolló una gran carrera y publicó un extraordinario libro dedicado a su padre. El título es Demasiada luz, y lo publicó la editorial Proa, con ilustraciones de la hermana de Borges, Norah”.

"Yo seguí tratando más a Marcial que a Ramiro porque coincidimos en Nueva York y en Washington, donde Marcial estuvo unos diez años como representante del Secretario General de ONU ante la Casa Blanca”.

"Así fue como en 1967 y 68 recibí a Borges en dos oportunidades. En la segunda, cuando se quedó tres días, me dijo que la única persona con la que le interesaba conversar en Washington era con Marcial. Cenaron en mi casa y charlaron hasta casi las tres de la mañana. Borges estaba acompañado por su primera y reciente mujer, de la cual se separó rápidamente”.

"En fin, no quiero tomarle más tiempo, pero puede usted afirmar con total seguridad que el poema recitado por Jorge Luis Borges pertenecía a Ramiro Tamayo. La muchacha a quien fue dedicado, lo merecía”.

Va, entonces (en cuadro adjunto), el poema que Borges le recitó a Gómez en una entrevista citada en el artículo "Borges a calzón quitado”, que se puede hallar velozmente googleando.

Ricardo Jaimes Freyre según Borges

"En el caso especial de Jaimes Freyre -pregunta Dante Escóbar ya avanzada la entrevista, en su libro Las obsesiones de Borges- ¿sentía usted alguna influencia de su poesía?”.

"Quizás -responde el maestro- muchas de mis primeras experiencias poéticas tienen influencia de Jaimes Freyre; era un preciosista. En su poesía, -y no lo digo porque usted sea boliviano-, la página es parte del lenguaje en la comunicación íntima poeta-lector. En Darío también hay una comunicación íntima, como lo hay en otro gran poeta como lo es Verlaine”.

"No me cabe duda de que en mi libro Fervor de Buenos Aires hay versos con notable influencia de Jaimes Freyre y Lugones”.

"Es realmente curioso, ¿no?, que Jaimes Freyre haya sido más honrado, homenajeado aquí, en Argentina, y no en su propio país, con lo que se confirma que el oficio de escritor es extraño: unos reciben muchos elogios y premios, y otros son desestimados o rechazados por cuestiones extraliterarias”.

"… Recuerdo sus famosos versos -dice mucho después, casi al final de la larga charla lograda en cuatro tardes consecutivas- ‘Peregrina paloma imaginaria, que enardece los últimos amores; alma de luz, de música y de flores, peregrina paloma legionaria’”.

Cómo no hallar metáfora en estos versos, y no importa el sentido intelectual de los versos; lo que importa es que nos llegan… son versos preciosos”.

Fuente : Pagina Siete  -  Bolivia