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miércoles, 27 de julio de 2022

Milonga de Jacinto Chiclana en el Subte de Buenos Aires


 Música: Astor Piazolla

Letra: Jorge Luis Borges

Grabado por Marilina, pasajera de subte, que nos envió el video (marilina_dance).

Martes 5 de Julio de 2022,  Buenos Aires, Argentina.

@Fuelle Criollo

 

"Milonga de Jacinto Chiclana"

 

Me acuerdo, fue en Balvanera

En una noche lejana

Que alguien dejó caer el nombre

De un tal Jacinto Chiclana.

 

Algo se dijo, también

De una esquina y de un cuchillo

Los años no dejan ver

El entrevero y el brillo.

 

Quién sabe por qué razón

Me anda buscando ese nombre

Me gustaría saber

Cómo habrá sido aquel hombre.

Alto lo veo y cabal

Con el alma comedida

Capaz de no alzar la voz

Y de jugarse la vida.

 

Nadie con paso más firme

Habrá pisado la tierra

Nadie habrá habido como él

En el amor y en la guerra.

 

Sobre la huerta y el patio

Las torres de Balvanera

Y aquella muerte casual

En una esquina cualquiera.

 

Solo Dios puede saber

La laya fiel de aquel hombre

Señores, yo estoy cantando

Lo que se cifra en el nombre.

 

Siempre el coraje es mejor

La esperanza nunca es vana

Vaya, pues, esta milonga

Para Jacinto Chiclana

 

Jorge Luis Borges

 

Fuente: You Tube

https://www.youtube.com/watch?v=WujjHixHpTs

 

domingo, 18 de julio de 2021

El Aleph estaba en A Coruña


 Luís Pousa Rodríguez

 

En uno de sus más pasmosos relatos, Jorge Luis Borges nos cuenta que bajo la escalera del sótano de una casa de la calle Garay, en Buenos Aires, se encontraba el Aleph:

 

-En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América...

 

El Aleph de Borges lo vemos los coruñeses todos los días -o casi todos, según-, aunque la mayoría de las veces lo contemplamos a lo lejos, a 120 metros sobre el nivel del mar y a 60 desde su base. Emite una luz giratoria, que desde el atardecer hasta el alba barre con su halo los tejados de Adormideras y Monte Alto y la llanura encrespada del Atlántico, ese populoso océano que también observaba Borges y que lleva a las muchedumbres de América.

 

No hace falta viajar a Buenos Aires, ni siquiera es necesario buscar la casa de la calle Garay, ni la escalera que baja al sótano del comedor donde se ocultaba el Aleph borgiano. De hecho, lo que hay que hacer para ver el Aleph es quedarse en A Coruña y no bajar a ninguna parte, sino subir 234 escalones y luego media docena más. Solo así se llega a la linterna de la Torre de Hércules, que es nuestro Aleph, el que veían alternativamente Carlos Argentino y Borges en un bajo de Buenos Aires: «El lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos». Porque así se siente uno cuando tiene la fortuna de que el torrero le abra la puerta que, desde la terraza del faro, lleva a esa última corona de la ciudad sobre los restos mortales del gigante Gerión.

 

Hay que trepar unos escalones adicionales -después de los 234 previos ya no parecen gran cosa, ni siquiera para un asmático con el corazón remendado- y arriba, en medio del octógono acristalado desde el que el faro despide su luz cada noche, está la maravillosa linterna, con su óptica de hace un siglo y su mecanismo de otro tiempo, aunque ahora los técnicos de señales marítimas -ya no se llaman fareros y tampoco viven en la antigua casa del farero- lo pueden controlar a distancia desde su ordenador. Creo que fue doña Emilia Pardo Bazán -quién sino- la que dijo que la linterna de la Torre le parecía un «palacio de gnomos». También. Pero yo creo que es el mismísimo Aleph. Porque desde allí arriba se ven, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos.

Fuente: La Voz de Galicia

https://www.lavozdegalicia.es/noticia/coruna/coruna/2018/06/26/aleph-coruna/0003_201806H26C4992.htm

 

domingo, 8 de noviembre de 2020

De Cervantes a Borges y de Dalí a Warhol: las figuras más célebres de la cultura tienen asteroide propio

Asteroide  Borges  -  11510 Borges -  Fuente: NASA

Natalia Blanc

Antoine de Saint-Exupéry nunca imaginó cuando escribió El Principito hace 77 años que un día habría un asteroide con su apellido y que otro sería bautizado como Petit Prince, en honor a su personaje. Mucho menos que el pequeño B612 dejaría alguna vez de pertenecer solo al universo de la ficción para pasar a integrar la amplia y curiosa lista de asteroides con nombres célebres.

 

Que las denominaciones de lunas y otros cuerpos celestes descubiertos a lo largo de la historia rindan homenaje a investigadores destacados, astrónomos, físicos y premios Nobel de la ciencia es una decisión lógica. Lo que sorprende es que también haya muchos (muchísimos) asteroides llamados como personajes de ficción y de óperas, autores de todas las épocas, artistas, músicos, filósofos, poetas, dramaturgos y estrellas del cine y la televisión. Así, en el espacio conviven en poética armonía Shakespeare, Cervantes, Goethe, Joyce, Borges, Kafka, Bradbury, Saint-Exupéry, Conan Doyle y Lewis Carroll, entre muchos otros. En el canon espacial de la literatura universal no podían faltar, claro, Dostoyevski, Nabokov, Flaubert, Tolkien, Dickens, Proust, Asimov, Verne, Orwell, Kundera y Dahl.

 

A diferencia de los cometas que llevan el nombre del descubridor, en el caso de los asteroides es el astrónomo quien puede proponer cómo nombrar a estos cuerpos celestes rocosos que son más chicos que un planeta. A principios del siglo XIX, cuando se descubrieron, llevaban nombres mitológicos; después, empezaron a identificarse con números; y mucho después, sumaron nombres de grandes figuras de la historia. Hoy se los denomina con el número de catalogación (que aparece primero entre paréntesis) seguido de un nombre "de pila", según explicó a LA NACION Mariano Ribas, jefe del área de divulgación científica del Planetario porteño Galileo Galilei."Los asteroides se empiezan a descubrir en 1801. Al primero le pusieron (1) Ceres. A los tres siguientes los llamaron Juno, Pala y Vesta. Cuando se terminaron los nombres mitológicos, ya en el siglo XX, surgió la idea de nombrarlos como las figuras destacadas de la historia. ¿Por qué? Empezaron a encontrarse de a mil y la mitología ya no alcanzaba", revela el especialista, que es también periodista científico y autor de siete libros de divulgación, entre ellos, Crónicas del cielo y la Tierra y Guía turística del sistema solar.

 

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Estos astros o cuerpos menores, que Ribas define como "rocas espaciales de formas caprichosas", se encuentran entre las órbitas de Marte y Júpiter. "Ahí hay millones, literalmente. Algunos tienen el tamaño de una cuadra y otros son grandes como una provincia entera. El mayor mide casi mil kilómetros", detalla el divulgador.

 

Borges, Favaloro y Gardel, en el espacio

Entre los millones de asteroides detectados hay uno llamado Freud, otro Marx, otro Einstein, Eurípides, Sagan y hasta Lenin. Con los filósofos clásicos se podría armar un truco en parejas: están Sócrates, Platón, Tales de Mileto y Aristóteles. Y los asteroides Hume, Locke, Hobbes, Nietzsche y Schopenhauer forman un equipo de fútbol cinco con personalidades y opiniones bien equilibradas. Si se buscan figuras argentinas indiscutibles para llevar la camiseta 10 no aparecen Messi ni Maradona, pero están Gardel y Favaloro.

 

Entre los exploradores del mundo cuando no existían transatlánticos ni aviones aparecen Humboldt y Colón. Y entre los próceres nacionales con astro rocoso propio figuran Sarmiento, San Martín y Belgrano. ¿Mujeres? Muy pocas: entre ellas, Cleopatra, Marie Curie, Ana Frank, Audrey Hepburn, Eva (sin Adán) y otra Eva más contemporánea y polémica: Evita Perón, la primera argentina que fue homenajeada con toda una constelación de asteroides que llevan nombres simbólicos como Abanderada, Fanática, Descamisada y Mártir.

 

"Siempre bajo la aprobación de la Unión Astronómica Internacional se proponen nombres de científicos y de personalidades ilustres de la cultura. La candidatura tiene que estar fundamentada. La decisión final la toma la UAI y todo el proceso puede llevar varios años.", agrega Ribas. Detrás de cada nombre propuesto por los astrónomos al comité encargado de resolver el asunto hay una historia curiosa. Como el caso de Mr. Spock, un asteroide descubierto por un estadounidense que le puso el nombre del personaje de Star Trek porque así se llamaba su gato. Parece que desde entonces, la entidad que regula las denominaciones se puso un poco más rigurosa y ya no acepta nombres de mascotas. Pero sí han aprobado personajes de ficción y hasta nombres de obras, como Martinfierro (así, todo junto). Don Quijote, Dulcinea, Sherlock, Doctorwatson, James Bond, Astérix, Obelix, Fidelio y Carmen (protagonista de la ópera homónima de Bizet) orbitan alrededor del sol, al igual que El Principito. Por suerte, no forman parte de la lista de los asteroides potencialmente peligrosos que cada dos por tres amenazan con chocar contra la Tierra.

 

Tampoco es el caso de (9766) Bradbury, que hasta el año 2000 se llamaba 1992 DZ2 y tarda unos 1402 días en dar una vuelta completa al sol; ni de (2578) Saint-Exupéry, que adoptó el apellido del autor de El Principito en 1987 y completa su trayectoria en 1898 días, más de cinco años terrestres.

 

Rocas célebres con día propio

Más allá del brillo de cada astro, de su tamaño y ubicación, todos los asteroides, de El Principito a Astérix y de Shakespeare a Borges, tienen su propio día, el 30 de junio. Sí, desde 2016 existe un Día Internacional del Asteroide. Fue declarado por la Asamblea General de la ONU para recordar el incidente provocado por un cuerpo rocoso que cayó en Tunguska, Siberia, en 1908. Medía unos 37 metros de diámetro y entró en la atmósfera terrestre a una velocidad de 53.900 kilómetros por hora. Detonó en el cielo liberando una energía equivalente a alrededor de 185 bombas atómicas como la que destruyó Hiroshima.

 

Así que, más allá del nombre y de la disciplina, todos tienen un día común. El seleccionado espacial de los artistas y el de los músicos son los más numerosos, además de los científicos, claro. Gaudí, Degas, Cezanne, Monet, Renoir, Rembrandt, Donatello, Velázquez, Goya, Dalí, Picasso, Miró, Pollock, Matisse y Warhol tienen astro personalizado. También tienen un lugar propio en el espacio Mozart, Bach, Beethoven,Brahms, Tchaikovski,Chopin, Schubert, Verdi, Vivaldi, Stravinski, Strauss y Puccini, entre otros compositores clásicos.

 

Una curiosidad entre los asteroides que rinden tributo a músicos es que hay cuatro consecutivos dedicados a los integrantes de Los Beatles: (4147) Lennon, (4148) McCartney, (4149) Harrison y (4150) Starr. Del mundo del rock hay para todos los gustos: Elvis, Zappafrank, Pinkfloyd, Clapton, Bowie y hasta uno bautizado Rocknroll. Para los amantes del jazz existen Milesdavis y Coltrane.

 

El universo del cine (y Hollywood, especialmente) tiene varias estrellas en el cinturón de asteroides: del gran Hitchcock al japonés Miyazaki; de Grace Kelly y Cary Grant a Jodie Foster y Sean Connery; de Ingmar Bergman y Milos Forman a Stanley Kubrick y Kirk Douglas; de Jerry Lewis a Meg Ryan sin escalas.

 

Según cuenta Ribas, "la Unión Astronómica Internacional recibe propuestas de nombres de todas partes del mundo. Se piensa en personas meritorias en varios aspectos, que hayan dejado algo a la humanidad. Si bien es cierto que no hay tantos argentinos, más allá de los próceres, y de Borges y Favaloro, tenemos el asteroide Cornejo, en homenaje a Antonio Cornejo, que fue director del Planetario por más de treinta años, desde su fundación, en 1967, hasta el 2000".

 

La Unión Astronómica Internacional decidió bautizar un asteroide como Freddiemercury en 2016 cuando el cantante de Queen hubiera cumplido 70 años. La noticia la dio entonces el ex guitarrista de la banda, Brian May, que además de músico es astrofísico y estudia, justamente, el posible impacto de los asteroides contra la Tierra. "Estoy ardiendo en el cielo... Estoy viajando a la velocidad de la luz", cantaba Mercury en el tema "Don't stop me now" grabado en 1978. Quien hubiera dicho que, tantas décadas después, la metáfora de Freddy se haría realidad con la forma caprichosa de un asteroide.

 

Fuente: La Nación

https://www.lanacion.com.ar/cultura/de-cervantes-borges-dali-warhol-figuras-mas-nid2441651

 

 Nota de Oye Borges

Asteroide  Borges  -  11510 Borges

Descubierto el 11 de noviembre de 1990 por EW Elst en el Observatorio Europeo Austral.

Se encuentra entre Marte y Júpiter.

Ir a la pagina de la NASA para ver las características técnicas del Asteroide Borges:

 

https://ssd.jpl.nasa.gov/sbdb.cgi?sstr=Borges;old=1;orb=1;cov=0;log=0;cad=0#orb

 

viernes, 30 de octubre de 2020

Jorge Luis Borges en los años 30, filmado por Enrique Amorim

 

Trechos seleccionados del film GALERÍA DE ESCRITORES Y ARTISTAS DE 1928 A 1959. Enrique Amorim (Uruguay, 1928-1959). Restaurado por la Filmoteca del Institut Valencià de Cultura en 2004.

 

Fuente: You Tube

https://www.youtube.com/watch?v=dK0jCknnuGo

lunes, 3 de agosto de 2020

El origen de la Vauquita: la historia que une a Borges, Bioy Casares y la pasión por el dulce de leche




Graciela Baduel

Será porque es la única manera de llevar dulce de leche en el bolsillo para degustar en cualquier parte. O porque su estructura de bocadito nos pone a salvo de andar cuchareando sin límite. Lo cierto es que la Vauquita es una de las golosinas preferidas de los argentinos, pero pocos saben que en su historia se entrecruzan Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.

Su origen se ubica entre fines del siglo XIX y del siglo XX, cuando el abuelo de Bioy, Vicente Casares, fundó su empresa láctea en Cañuelas. La firma fue bautizada como La Martona, en honor a las dimensiones de Marta, la madre Bioy, que para los estándares de esta época sería una muchacha “plus size”.

Borges era fanático del dulce de leche y la familia de Bioy, dueña de la empresa que creó una de las versiones de la golosina.

 
Con el mismo formato que la actual, en cajita de cartón, la golosina no tenía nombre. En el envase, ilustrado con una vaca, se leía la descripción: tableta de dulce de leche. Así, gracias a su tamaño y a la figura del noble animal, empezó a conocerse como “la vaquita”. Aunque no puede asegurarse que Borges fuera uno de sus fanáticos, sí está probado que el dulce de leche era su debilidad.

“Come en casa Borges”. Así empiezan muchas de las entradas de los diarios “Borges”, de Bioy Casares, editados por Daniel Martino. Y después de los dos puntos varias veces se hace alusión al que para el autor de El Aleph era un manjar de los dioses. Lo incluía en la lista de “excelencias argentinas”, junto con “el choclo, algunos tangos y milongas, el poncho de vicuña y el pejerrey”, entre otras cosas. Y aseguraba que por placer, en lugar de con alcohol, sería mucho mejor emborracharse con dulce de leche.

La Vaquita, dulce de leche semisólido, se vendía en los locales a la calle que por entonces tenía La Martona, atendidos por despachantes de impecable delantal blanco, donde también se podía comprar leche, crema, quesos y lácteos de todo tipo.

Para esa empresa, los escritores redactaron el folleto “La leche cuajada La Martona - estudio dietético sobres las leches ácidas (1936) que, dicen los académicos, fue la primera colaboración literaria entre ambos. Y una suerte de gauchada de la familia Bioy a Borges, que no era rico ni mucho menos, y cobró 16 pesos por página.

El folleto que Borges y Bioy escribieron para La Martona, empresa que fabricaba "La Vaquita", antecesora de la Vauquita.

Resulta que en verdad la tableta de dulce de leche había sido una creación de Santos Atilio Vidal Ruíz, quien fundó en 1928 la fábrica Cauca, que aún hoy elabora chocolates, alfajores, bombones y dulce de leche en Trenque Lauquen.

"Mi abuelo -cuenta Raúl Vidal, dueño de Cauca- le vendía dulce de leche a La Martona. En esa época se despachaba en tambores metálicos de 270 kilos. Cuando el envase volvía, quedaba un remanente azucarado. Entonces, en los años 30, a mi abuelo se le ocurrió aprovecharlo y agregar más dulce de leche para obtener un bocadito. Le puso de nombre 'El vasquito'. Se ve que alguien de La Martona tomó la misma idea. Pero el que que hacía mi abuelo era más alargado y se vendía en envase de papel metálico. Parecido al bocadito Holanda".

Según cuenta Vidal, El Vasquito era muy popular en la provincia de Buenos Aires. "Cuando se levantaban los pisos de los viejos cines de pueblo, más de una vez encontraban los envoltorios de la tableta de dulce de leche", dice desde Trenque Lauquen. "No conozco del todo la historia -se lamenta- pero en algún lugar tengo las fotos de cómo se trabajaba el dulce de leche en mesadas con circulación de agua fría".

Es que Santos Vidal Ruiz había traido a un pastelero desde Italia -de apellido Ponti, recuerda su nieto- que conocía los secretos del dulce de leche. "Como enfriarlo, como inyectarle aire. Esos trucos, bien guardados, todavía hoy los usamos en Cauca", explica el heredero. Y revela que en aquella época en lugar de glucosa, al dulce de leche se le ponía miel. "Te imaginás que el sabor nada que ver con el de ahora", asegura. 

Con el tiempo y las crisis, El Vasquito dejó de fabricarse. Hasta que a fines de los 70, a Raúl Vidal se le ocurrió reflotarlo. Pero no podía lanzarlo con el mismo nombre porque la marca estaba registrada, y tampoco podía ponerle "vaquita", porque no significaba nada. Entonces alguien le sugirió agregar la "u" y nació La Vauquita.

Sin embargo, a pesar del éxito de la golosina, de la que se llegó a producir 52 mil unidades por día, con los años los propietarios de la firma decidieron concentrarse en los chocolates y vendieron Vauquita a Heladerías Massera, que quebró en 2001. Cauca abrió locales en la costa atlántica y lanzó otra versión de la tableta (la Cauquita).

La Vauquita fue rescatada por Rubén López, actual dueño de la firma La Dolce, un hombre que empezó como kiosquero y se convirtió en uno de los mayores distribuidores de golosinas del país. "A Vauquita la compré hace más de quince años en un remate, había estado desaparecida por un tiempo largo. Vauquita era una marca monoproducto y nosotros fuimos haciendo una familia con alfajores y chocolates, pero cuidando siempre la receta original y los mismos ingredientes", contó en una nota.

Hoy, Vauquita tiene una página en Facebook y un sitio web donde asegura que “desde hace más de 80 años” es “la golosina de dulce de leche favorita de los argentinos”, con una receta única “crocante por fuera y suave por dentro”. Con la misma marca se suman una “presentación familiar” en forma de torta, alfajores de arroz, chocolates rellenos y por supuesto dulce de leche. Como para no defraudar a Borges, el más famoso de sus fanáticos.

Fuente: Clarin