miércoles, 30 de julio de 2014

Conociendo a Jorge Luis Borges



La Doctora Gloria Guzmán Johannessen es profesora emérita de la California State University en Pomona. Durante esta entrevista conducida por Luis Figueroa, la doctora Guzmán explica la perspectiva de Jorge Luis Borges sobre la reflexión y el conocimiento a sí mismo.

Fuente : You Tube

Borges 75



Entrevista y material de archivo en torno a la figura del escritor Jorge Luís Borges

Fuente : You Tube

martes, 29 de julio de 2014

El don de la palabra...


Es curioso como el mundo está lleno de palabras... nos invaden incesante y caóticamente... nos venden, nos compran, nos instruyen, nos distraen, nos entretienen, nos anulan, nos recuerdan y nos olvidan con palabras. Los trabajos tienen palabras, los hechos multimediales tienen palabras, las imágenes “valen” palabras... ¡Ja, ja, ja, ja!... hasta la risa puede ser una palabra.

Es demasiado.

Por eso valoro íntima y profundamente este libro. Es un mundo fantástico e inabarcable construido con tres herramientas: puñaditos de palabras, dos talentosas imaginaciones, y la complicidad de la imaginería de los lectores. Somos nosotros quienes elegimos compartir la maravilla, abandonarnos a la curiosidad y quizás, creer el gambito mentiroso escondido en algunas de las citas, decidiendo que el mundo que nos cuentan, existe cada vez que abrimos el libro.

Me refiero a “Cuentos breves y extraordinarios”, firmado por un par de amigos, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Un delicioso muestrario, una especie de “Manual del Ilusionista” y a la vez, una cátedra del relato breve.
Inicien el ritual: siéntense cómodamente, olvídense la fecha y el clima, abran el libro, y piénsense por un momento espectadores de la historia. Permítanse la libertad de imaginar un fumadero de opio, el desierto norafricano, o el palacio del emperador amarillo; déjense sentir el peso de la armadura de un arquero chino, o los aromas ácidos y las imágenes impecables de la Inglaterra victoriana. Miren sus personajes. Busquen, como hice yo, en los recuerdos que junté a lo largo de esa parte de la vida en la que la aventura pasa “detrás de mis frontales” (como dice Silvio). Y los “Cuentos breves y extraordinarios” serán una fabulosa hoja de ruta... una hoja de ruta erudita y a la vez provocadora, una muestra de lo que hay por leer y de lo que se puede escribir. Una biblioteca mínima y mágica.

Y digo esto porque este libro, aparte de brindar el delicioso placer de la lectura, plantea también el desafío del “¿Por qué no?”. Y es tan lindo contar historias...
Y debo ser breve... ¡¡¡Búsquenlo!!!.


Fuente : El Caminante


El imperecedero encanto de “La invención de Morel”


“Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro: el verano se adelantó. Puse la cama cerca de la pileta de natación y estuve bañándome, hasta muy tarde. Era imposible dormir. Dos o tres minutos afuera bastaban para convertir en sudor el agua que debía protegerme de la espantosa calma. A la madrugada me despertó un fonógrafo. No pude volver al museo, a buscar las cosas. Huí por las barrancas”.

Bastan estas primeras líneas de “La invención de Morel” para ubicar a su autor entre los más destacados de la literatura fantástica. Sí, porque Adolfo Bioy Casares (1914-1999) conforma, junto a Jorge Luis Borges (su amigo del alma) y a Silvina Ocampo (su estoica esposa) la tríada literaria más exquisita de las letras argentinas. A tal punto que cuando Bioy recibió el Premio Cervantes en 1990, pareció que el largo contencioso entre la crítica académica y su obra quedaba por fin resuelto a su favor. Comenzaba no sólo a aceptarse la naturaleza metafísica de su literatura, sino que ello servía para redefinir su obra.

Sumergirse en los libros de Bioy es a todas luces un placer. Nadie que haya leído alguna vez “La invención de Morel” puede olvidarla. Como dijo el mismo Borges: “Bioy alude filialmente a otro inventor isleño, a Moreau”. O como aclara Abelardo Castillo: “Quiso imitar ‘La isla del doctor Moreau’ y escribió ‘La invención de Morel’, una novela infinitamente superior a casi cualquier novela que haya escrito Wells”.

Su argumento es sencillo. Un fugitivo acosado por la justicia llega en un bote de remos a una isla desierta sobre la que se alzan algunas construcciones abandonadas. Pero un día, ese hombre solitario siente que ya no lo es, porque en la isla han aparecido otros seres humanos. Los observa, los espía, sigue sus pasos e intenta sorprender sus conversaciones. Ése es el punto de partida del misterio, del tránsito continuo de la realidad a la alucinación, que poco a poco lleva al fugitivo hasta el esclarecimiento de todos los enigmas.

El éxito

Esta historia, que Borges calificó de “perfecta”, bastó para darle a Bioy fama mundial. Sin embargo, otras novelas suyas también lograron erigirse como grandes propuestas del género fantástico. “Plan de evasión” (1945), “El sueño de los héroes” (1954), “Diario de la guerra del cerdo” (1969) y “Dormir al sol” (1973), son algunos de los más exitosos. También escribió varios libros de cuentos: “La trama celeste” (1948), “Guirnalda con amores” (1959), “Historias desaforadas” (1986) y “Una muñeca rusa”, entre otros.

No menos encantadores son los libros que escribió en colaboración con Borges: “Seis problemas para don Isidro Parodi” (1942), “Crónicas de Bustos Domecq” (1967) y la excelente “Antología de la Literatura Fantástica” (1940), en la que también colaboró su esposa, Silvina Ocampo.

La incoherencia de los políticos

Adolfo Bioy Casares siempre despreció la política. Cuentan que una vez una agrupación peronista le propuso ingresar a una lista para ser electo legislador de Buenos Aires y él los insultó de mala manera. “Los políticos son los únicos autorizados para mentir. Y a mi no me gusta mentir. Ni siquiera en mis novelas”, declaró en aquella oportunidad. Años después aclaró su postura: “Todo el mundo sabe que los políticos mienten, pero eso no los desacredita, y al resto de la población sí. Nosotros tratamos de tener una coherencia en la vida, y ellos no. Los gobernantes tienen algo inexplicable para mí que es el ansia de poder, algo horrible y muy estúpido que los lleva a cometer una y otra vez esas tonterías”.

Fuente : La Gaceta – Tucuman


lunes, 28 de julio de 2014

Borges y su tumba


Por Neftalí Coria

Mucho se ha escrito sobre Borges, y se pensaría que poco hay qué decir sobre él. Nunca he estado de acuerdo con aquellos que dicen que no escriben porque "ya todo está escrito" y tampoco hablan de un autor porque creen todo ya se ha dicho. Veo dos razones: una modestia innecesaria, o una presunción con la que a nadie ha de convencer el que la expone. Decir que "ya se dijo todo" y que "ya se escribió todo", es un gran disparate. Y al menos personalmente yo no lo creo, por eso escribo y por eso hablo y exploro sobre Cervantes, Flaubert y Borges, que serían tres casos de autores que  pueden ubicarse en esa categoría de los que se cree que "ya se ha dicho todo", pero si uno destaca esos prejuicios que pueden llegar hasta la mediocridad, corre el riesgo de convencerse fielmente que todo llega al final, que todo se ha agotado y no habrá nada nuevo que encontrar en el arte ni en la vida. Yo no creo que a eso debemos condenar nuestra mirada a la vida y en este caso, a la literatura, que es lo que más me importa.

Yo nunca he dejado de escribir, porque tenga ante mi siglos de obras maestras insuperables que ya dijeron lo que yo quería decir. No, lo que yo quiero decir, no lo dijo nadie del modo que yo -particularmente- he de decirlo. Y sí no dejo de escribir es porque creo en mi trabajo y he disciplinado mis capacidades a la escritura, como un campo de acción y un oficio del que depende mi vida y del que nunca me voy a retractar por haber decidido entregarme a este oficio que he defendido con la vida misma. Y si otros escribieron su obra, yo estoy en ello, y ninguno de los otros la escribió por mí, y ya no práctico la falsa modestia, muy común entre mi generación y la precedente. Lo mismo puedo decir de la relectura y la reflexión sobre autores que me apasionan como los que menciono. Siempre hay nuevos hallazgos porque el tiempo de la lectura no es lo mismo. Nunca fue igual para mí, haber leído "La divina Comedia" a los diecinueve años que a los treinta y tres, y mucho menos a los cuarenta y dos. Siempre hallé novedades y mi visión de tal obra se redimensionó en cada una de las lecturas que hice. Y eso me enseñó que la revolución existe, esa revolución íntima y fabulosa que nos da la literatura, y en esa es en la que creo, en esa revolución humana que gira la rueda en la profundidad del pensamiento íntimo y particular de cada hombre que quiere cambiar su mundo.

He pensado en Jorge Luís Borges, que tiene un estigma antirrevolucionario y un bien ganado lugar entre los que sin restricciones, puedo decir que es un escritor con absoluta vocación para convertirse en un clásico irrefutable. A Borges no le dieron el Premio Nóbel, pero pienso que hay obras que no necesitan premios para enseñar a diestra y siniestra su altísimo valor que va más lejos que otras obras, que gracias al Nóbel, lograron valorarse. La de Borges, fue de las que de verdad no necesitaron ningún premio para viajar en el tiempo, las lenguas y el espacio de la historia. Por el contrario, muchos autores hay que ni con el Nóbel fueron a ninguna parte, como Le Clezio o Paul Simón, por citar sólo dos nombres. Hay autores a los que ni el Nóbel los hubo salvado de ir a su respectivo lugar oscuro en la historia. No es el caso ni de Borges ni de Sábato, quienes nunca lo recibieron.

Borges ha sido un autor multicitado y uno de los más leídos en otras lenguas que no son en la que fue escrita su obra. Su poesía indudablemente sabia, sus ensayos que sin lugar a dudas, son los textos más exquisitos e implacables de los ensayistas del Siglo XX. Es impensable la literatura en español, sin sus cuentos perfectos. Quizás Borges fue de esos hombres a los que todo les salió bien y previó el resultado de todo cuanto vivió. Su vida fue la literatura, sus sueños fueron la literatura, su única patria fue la literatura con la que se le dio encontrase en el mundo. Quiso morir en Ginebra y que su tumba estuviera a la sombra de un árbol llamado Fi, que florea sólo en años impares y como sabemos, su muerte ocurrió en Ginebra. Hoy le acompaña la tumba de Grisélidis Réal, quien yace muy cerca de la tumba del autor de "El Aleph" y donde se puede leer en placa metálica que sintetiza su historia: “Ecrivain-Peintre-Prostituée, 1929-2005". Un personaje maravilloso, digno de compartir cementerio con el autor de "La intrusa". Muy cerca de la tumba de Borges, yace esta mujer que fuera la estrella del burdel Schwabing, y quién se convirtiera en una de las prostitutas favoritas de Zurich, cuando esta ciudad -durante la guerra fría- estuvo convertida en el lugar indispensable para los espías. Escribió dos libros de narrativa -"El polvo imaginario" y "El negro es un color"- y su pintura ha sido olvidada

Y me pregunto si Borges, bajo las leyes del azar, no estaría contento invitándole sombra del mismo árbol a una mujer que vivió en Alejandría, en Atenas, estudió arte en Zurich y antes de morir, exigió como reconocimiento, ser enterrada en Plainpalais, allí donde además de Borges, duermen Robert Musil, Denis Rougemont, Jean Calvino el reformador del cristianismo y el psicólogo Jean Piaget. Como dije, siempre hay novedades en la vida, en la muerte y en la obra de los muchos autores "visitados y revisitados".

Esta vez también quiero recordar que sobre la tumba de Borges hay una frase que proviene de un poema sajón que se ha traducido como: "y que no temiera", quizás un mensaje para Grisélidis. ¿Quién puede saberlo?

Fuente : Sexenio.com
27 de julio de 2014







domingo, 27 de julio de 2014

Jack PB - Gino Colonna Remix

El músico y compositor Gino Colonna mezcla música y un fragmento de audio de Jorge Luís Borges


Jorge Luis Borges :

La tarea del arte es transformar lo que se nos ocurre continuamente. Transformar todo eso en símbolos; transformarlo en música; transformarlo en algo que pueda perdurar en la memoria de los hombres. Es nuestro deber, tenemos que cumplir con él, sino nos sentimos muy desdichados.
En el caso del escritor, o en el caso de todo artista, tiene el deber (el forsoso deber muchas veces) de transmutar todo eso en símbolos. Esos símbolos pueden ser (me imagino) colores, formas, sonidos... sonidos... sonidos...

Fuente : You Tube


La librería que fue testigo de tres siglos - Librería de Avila


Es el único comercio de Buenos Aires que se mantiene desde la época de la colonia: la Librería del Colegio -hoy de Ávila – está en la misma esquina de Alsina y Bolívar.

La Librería de Ávila -antigua Librería del Colegio- es el sitio más antiguo de la ciudad de Buenos Aires en el que se vendieron libros, y también es el comercio más antiguo ya que desde 1785 está en el mismo lugar.
Para rastrear sus orígenes, los que llevan a las primeras afirmaciones expuestas hay que referir que en la actual esquina de las calles Bolívar y Alsina (denominadas antiguamente Santísima Trinidad y Potosí) funcionó “La Botica”, que vendía velas, estampitas, crucifijos… y algunos libros que llegaban desde el Alto Perú. A comienzos del siglo XIX se hizo fuerte en la venta de textos y, por su proximidad al Colegio de San Carlos -hoy Colegio Nacional de Buenos Aires-, fue denominada por entonces “Librería del Colegio”.
De las tertulias que se realizaban en sus salones a lo largo de su extensa historia participaron personalidades como Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Rafael Obligado, Bartolomé Mitre, Carlos Guido Spano, Marcos Sastre, Aristóbulo del Valle, Nicolás Avellaneda, Rafael Obligado, Francisco P. Moreno, Pedro Goyena, José Hernández, Paul Groussac, Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo, Roberto Arlt, entre otros.
Adquirida en 1994 por Miguel Ávila, ex dueño de la Librería Fray Mocho, atesora un valiosísimo patrimonio documental y testimonial plasmado en libros y documentos. Allí se puede encontrar verdaderos tesoros, como así también libros raros, antiguos, de orden histórico, y libros modernos.
Para quienes buscan curiosidades, pueden encontrar antiguas gramáticas españolas y libros de lectura de la escuela primaria de hace cien años; ediciones del Quijote en chino; un bando de Manuel de Sarratea de 1819, en el que se especifican las condiciones para que funcione una pulpería; entre otros libros de valor.
La construcción original en este solar fue la primera de altos. El edificio, como luce en la actualidad, es obra del arquitecto Ángel Pascual y el ingeniero Luis V. Migone y data de aproximadamente el año 1920. Posee un gran salón de exhibición y un importante subsuelo en el que se realizan presentaciones de libros, conferencias, charlas y actividades artísticas.
En el año 2000 fue declarado Sitio de Interés Cultural por la Ciudad de Buenos Aires.


Fuente : PalermOnLine Noticias. Ciudad de Buenos Aires 25 julio, 2014


"El Atlas de Borges" se presenta en Ereván - Armenia


La capital Armenia es la duodécima ciudad que se hace acreedora al título Capital Mundial del libro, que anualmente desde 2001 confiere la Unesco.

La exposición "El Atlas de Borges", una selección de 130 fotografías de viajes del autor de "El Aleph" y María Kodama, su viuda, fue inaugurada hoy en Ereván, Capital Mundial del Libro de 2012.

A la ceremonia de inauguración de la muestra, que estará abierta al público hasta el 29 de abril en la galería "Akademia" de la capital de Armenia, asistió Kodama, quien desde 1988 preside la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, informó Efe.

Las fotografías forman parte del álbum de los viajes que realizaron el escritor argentino y Kodama por veinte ciudades de diversos países del mundo.

En las imágenes se puede ver a Borges y Kodama degustando un plato de comida china, volando en un globo, posando con las pirámides egipcias como fondo y en muchos otros escenarios.

"Recuerdo que una vez Borges me preguntó adónde me gustaría viajar primero. Yo le respondí: a la Luna", dijo en la ceremonia la viuda del escritor argentino.

A la inauguración de la exposición fotográfica asistieron, entre otros autoridades, la titular de Cultura del país caucasiano, Asmik Pogosián, y el ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, Hernán Lombardi.

Ereván es la duodécima ciudad que se hace acreedora al título Capital Mundial del Libro, que anualmente desde 2001 confiere la Unesco en reconocimiento de la calidad de los programas de las ciudades para promover el libro, fomentar la lectura y desarrollar la industria editoria.

Fuente : El Universal


Schwob: una forma de la felicidad



Durante años se creó una suerte de hito no tanto en torno a Marcel Schwob y su obra —reconocida en su momento finisecular del XIX y luego desde mediados de los años veinte del siglo pasado por escritores y lectores, sobre todo hispanoamericanos—, sino en torno a su regateado reconocimiento en los medios literarios y a un aparente olvido o desdén hacia su figura, estrella destellante al cambiar el siglo pero luego opacada o sepultada, se insiste, por acontecimientos históricos radicales: desde la Gran Guerra y las transformaciones ideológicas, sociales y políticas que generó, hasta la explosión formal y estilística de las vanguardias pictóricas y literarias de los años veinte.

En realidad el conocimiento de Schwob y de los alcances de su obra: novela, cuento, historia, biografía, se dieron como una especie de clave secreta. Sus libros, especialmente Vidas Imaginarias, obra de arte mayor, eran apreciados como un tesoro clandestino cuyo conocimiento pasaba de mano en mano, de lectura en lectura y de boca en boca, entre los escritores que recibían la influencia del indudable maestro de manera ajena al alarde y la ostentación, casi de la forma natural como la raíz profunda se nutre y alimenta. Sería un ejercicio amplio y enriquecedor —ha señalado José Emilio Pacheco— rastrear la influencia de Schwob en tantos autores del siglo XX, empezando por el mismo Borges y, ya en nuestros lares literarios —como ha escrito a su vez Marco Antonio Campos— distinguir su influencia en Alfonso Reyes, Juan José Arreola, Julio Jiménez Rueda y Ermilo Abreu Gómez, sólo para empezar.

En 2005, las celebraciones francesas a cien años del fallecimiento del historiador, escritor, biógrafo y artista pleno se cumplieron en Seville, departamento de Seine-et-Oise, su villa natal, donde hubo encuentros, discusiones, mesas redondas y conferencias. También una precisa puntualización bibliográfica de la totalidad de su obra y su revaloración amplia y justa tuvieron lugar en una ceremonia en París, ciudad donde el autor falleció de tuberculosis en 1905, luego de pasar una temporada en Samoa, en los Mares del Sur, isla adonde se trasladó en busca de una mejoría en su salud. Ahí, al igual que su par Robert Louis Stevenson, los isleños lo consideraron un “honorable contador de historias”, un tusitala.

En ese centenario de su fallecimiento se reavivó también la curiosidad y el afán de exactitud en torno a la fecha de su muerte, pues en la mayoría de sus obras —así como en los prólogos a las mismas— editadas en los países hispanoamericanos, se apuntaba el 26 de febrero como la fecha trágica. Ahora se ha esparcido ya la certeza de que nació el 23 de agosto de 1867 y murió el 12 de febrero de 1905, a la edad de 37 años.

La espléndida edición mexicana de Porrúa de Vidas imaginarias y La cruzada de los niños (número 603 de la apreciada colección Sepan cuántos, México, 1991) prologada por José Emilio Pacheco, incluye además una breve introducción de Rémy de Gourmount y el prefacio original del propio Schwob. Las traducciones de las 22 Vidas Imaginarias corresponden, las primeras once, al poeta mexicano Rafael Cabrera (1884-1943), y fueron publicadas por primera vez en 1922. Las once restantes fueron logradas por José Emilio Pacheco, al igual que el preciso e informativo prólogo ya referido, donde hace un breve retrato de Schwob y analiza las Vidas Imaginarias con la aptitud y destreza que distinguen sus investigaciones literarias, pero sobre todo con genuino amor por la literatura, don irrefutable del poeta mexicano vivo más importante e influyente.

Tenemos así estos 22 arcanos (el término es del mismo Schwob), 22 historias individuales acaso menores o historias de los sin historia, contrastadas con las historias y las biografías de los famosos y reconocidos protagonistas centrales de los acontecimientos. Qué juego literario más pleno relatar la vida imaginaria de uno de los verdugos de Juana de Arco, qué sutil manera tangencial de acercarse al acontecimiento histórico a través de un testigo menor, aparentemente intrascendente, pero cuya biografía en manos de Schwob cobra el destello de lo posible. Así como en los arcanos del Tarot de Marsella cada trazo, cada línea, cada coloración y cada símbolo tienen una interpretación y un significado, en la escritura de estas biografías posibles recreadas por Schwob, cada detalle, cada descripción, cada señal en la escritura conlleva significados y conocimientos históricos profundos.

El poeta Lucrecio, el incendiario Eróstrato, Crates el cínico, el mismo Paolo Uccelo, la Pocahontas, el poeta trágico Torneur, el inolvidables puñado de piratas o los asesinos Burke y Hare, cobran más vida, más presencia, más humanidad en estos relatos de Schwob que los personajes reales, planos y contundentes, los cuales aparecen como de bulto y evaden las sutilezas y los detalles, los dobleces de sus existencias y humanidades, ese ausente conjunto de características que los harían tan innegablemente humanos y que en cambio sí distinguen, perfilan, retratan y dan vida literaria a los personajes de Schwob.

En el tupido entramado de la rica y vasta tapicería de la historia, el relato biográfico imaginado y relatado por Schwob es un hilo enhebrado con destreza y maestría entre los miles de hilos reales que conforman el tapiz.

Schowb inserta estas imaginadas vidas en los complejos pliegues de la Historia con mayúscula, la cual conoce, estudia y reconstruye con exactitud. Sus personajes cobran así vida y relieve sobre el tapiz de diferentes épocas y costumbres: la Grecia antigua, el Imperio Romano, el viejo Egipto, el África del Rey Salomón, la Italia medieval y renacentista, la Francia de las cruzadas, la del siglo XV y la dieciochesca, la Inglaterra del XIX, la fundacional historia de la América de Pocahontas, la mítica y marinera Boston de los emigrados, las navegaciones piratas del capitán Kid casi al inicio del siglo XVIII y las del mayor Stede Bonnete pocos años después, la fantasmal Edimburgo del siglo siguiente. Todo con sus detalles más nimios y reveladores esparcidos a lo largo de la narración, y con el conocimiento histórico verídico —y las claves para descifrarlo— que sólo un historiador acucioso podría lograr.

A ello se añade el estilo de Schwob, sus brevísimas vidas imaginarias son universos perfectos en cuatro páginas, mundos completos en quince párrafos exactos, vidas sintetizadas con la efectividad del retratista consumado que va a percibir y resaltar los rasgos únicos, las diferencias y no las unanimidades: “El arte está en oposición con las ideas generales, no describe sino la individual, no desea sino lo único. No clasifica, desclasifica”, dice Schwob, y de ahí la excepcionalidad también de su literatura, su maestría para el cuento y las historias, su oficio de contar las mil y una vidas imaginarias. ¿No es la creación de personajes que vivan, actúen y realicen sus vidas en el papel un genuino logro literario?

Abrevia Schwob a Crates, el cínico extremado y discípulo de Diógenes:
«Al llegar a Atenas, vagó por las calles, descansó las espaldas contra las murallas, entre los excrementos. Puso en práctica cuanto aconsejaba Diógenes. Su tonel le pareció superfluo. En opinión de Crates el hombre no era un caracol ni un paguro. Permaneció completamente desnudo en la inmundicia y recogió las cortezas de pan, las aceitunas podridas y las raspas de pescado seco para llenar su alforja. Decía que esta alforja era una ciudad amplia y opulenta en la que no se encontraban ni parásitos ni cortesanas, y que producía para su rey bastante ajo, tomillo, higos y pan. De este modo Crates llevaba su patria a la espalda y se alimentaba.»

La literatura sirve para la felicidad, decía Borges. Conocer varias literaturas es entonces conocer felicidades diversas, y si somos los libros que nos han mejorado, como quería el ciego bibliotecario, también somos los libros que nos han hecho felices. Las Vidas Imaginarias de Schwob son una forma de la felicidad, porque al recuperar artísticamente el valor de las vidas singulares en la trama de la historia, nos reafirman también el valor estético de toda vida individual, incluso el fulgor modesto de nuestra única, irrepetible vida personal.


Fuente : Astucias Literarias

viernes, 25 de julio de 2014

Periodismo y literatura en la obra de Jorge Luis Borges

Cómo influyó en la historia del escritor el cierre de un suplemento semanal de actualidad  que codirigía.

Por  Alejandro Horowicz

 Hace 80 años, en 1934, desaparecía la "Revista Multicolor de los sábados”, suplemento del diario Crítica dirigido por Ulises Petit de Murat y Jorge Luis Borges. La partida de defunción fue extendida por Eduardo Bedoya. El subdirector de Crítica venia de trabajar en The World en Nueva York. Y al decir de Murat “liquidó la revista de frente” porque así se procedía en el diario de Natalio Botana. Puede decirse que el Borges periodista de redacción caliente concluye en ese acto; y si bien no deja de resultar curioso –el hombre formaba parte de la revista Sur– redacción fría proyectada por el mecenazgo de Victoria Ocampo-, que se terminara sumando al multimedia popular de la época: diario, radio y noticiero cinematográfico, esta vez nos ocuparemos del otro interrogante: ¿esa experiencia afectó la prosa de Borges? ¿En todo caso la forma Borges resultó visiblemente modificada? Y por último: ¿es posible constatar en sus textos este giro o solo se trata de una hipótesis a la que son tan afectos los académicos del mundo entero?  Esos que se pasan la vida entre congresos y papers.
Hacía una década, en 1924, que los Borges habían vuelto definitivamente de Europa. Y ser escritor, mandato que el fracasado doctor Borges terminó imponiendo a su hijo, se había vuelto su propio leit motiv. El tenue capital de los Borges se había evaporado. Pese a la férrea administración de Leonorcita, la esposa del doctor, los últimos vestigios de su herencia paterna ya no permitían no trabajar, el doctor estaba ciego y JLB se ganaba unos pocos pesos traduciendo para la revista Sur. Todavía no había ingresado a la biblioteca municipal Miguel Cané, en la calle Carlos Calvo en las proximidades de avenida de La Plata, donde trabajaría casi una década por paga misérrima, cuando Petit de Murat arregla una entrevista con Natalio Botana en la mitad del año 33. 
No era el primer encuentro. Botana estaba interesado en la traducción del Ulises de James Joyce, y le había traspasado el encargo a Petit de Murat. El jefe de la página de cine de Crítica, sabedor de los apremios económicos de JLB, frecuentaba su casa de tiempo atrás, así como de las dificultades de la traducción, no dudó en proponerlo a Borges de coequiper. Botana aceptó de inmediato. Pero no hubo caso, los derechos en lengua castellana ya estaban vendidos, y el proyecto tuvo que ser abandonado. Antes, los martinfierristas habían ingresado en masa a Crítica, tras una negociación del consagrado pintor argentino Emilio Petorutti con Botana. Una redacción llena de escritores, casi un club literario, se propuso conformar un nuevo piso cultural para la sociedad argentina. Sabedores que sus lectores no existían, que ser un escritor en esa Argentina equivalía a ser un fracasado sin remedio, se propusieron cambiar la situación con el auxilio de Botana. Y si se quiere la elaboración del Multicolor también tenia ese objetivo secreto: construir una masa de lectores calificados capaces de consumir productos de alta calidad estética.
El dueño de Crítica no solo era un bon vivant, con Rolls Royce en la puerta y Partagás en la boca, era además de refinado editor un hombre culto. Estaba al tanto de la última producción de las vanguardias europeas, y entendía que los martinfierristas expresaban la “nueva sensibilidad” local en ese registro. Por tanto, su respeto previo por Borges - sostenido tal vez por la bibliográfica de JLB sobre “Retrato de un artista adolescente” de Joyce, insólito fuera de los cenáculos literarios –, reforzado por la recomendación de Murat, produjo su efecto. De modo que de poeta desocupado paso de un solo saque a codirector del semanario gráficamente mas avanzado del diario de mayor tirada en la Argentina. No era precisamente un cambio pequeño. Por eso, ante la consternada incomprensión de Victoria Ocampo y sus amigos, JLB aceptó encantado la propuesta del excéntrico uruguayo.  
Los aportes de Borges como editor, reescrituras de textos de colaboradores, volver publicable lo que no lo era, estaba en la naturaleza de las cosas. Es cierto que de este modo también ayudaba a “amigos” en la estacada. Todos los editores tienen que hacerlo, ya que esa es su especialidad profesional. Sin olvidar el aprendizaje que tal actividad supuso: desde el acceso directo a la imprenta, hasta aprehender a dar instrucciones a un diagramador; desde saberse las tipografías que aseguraban el impacto, hasta titular según las necesidades de un diario popular. Sin olvidar por cierto que los cambios de su propia escritura parten de una exigencia directa de Botana: ese mix que lo terminó por volver reconocible: la erudición borgeana instalada sobre el piso de una data policial: una noticia teñida de sensacionalismo amarillo, un asesinato, y el “Hombre de la esquina rosada”. El mítico cuento de Borges no solo fue escrito y publicado en la Revista Multicolor – Botana impuso a los codirectores una colaboración quincenal – sino que se volvió el inicio de su nueva marca literaria.  
En un libro casi secreto de título poco feliz (“Borges, Buenos Aires”) Petit de Murat sostiene que ahí se produce el vuelco decisivo, el punto de inflexión, entre el poeta de Fervor de Buenos Aires, y el autor de la Historia Universal de la infamia, texto donde recoge buenas parte de sus trabajos firmados en el suplemento de Crítica. En un sentido la diferencia es obvia: cambia de género. Y esa transformación requiere modificar, bajo el imperio de las circunstancias, al ensayista del Evaristo Carriego en el autor de “El atroz redentor Lazarus Morell”. En el prólogo a la primera edición Borges caracteriza el cambio llamándolo “ejercicios de prosa narrativa”, lo que resulta incontestable.   
Dos datos  aporta Murat para completar esa huidiza explicación: los libros anteriores fueron expurgados de sus obras completas publicadas por la Editorial EMECE, y la Historia Universal sobrevivió intacta, incluso con los mismos títulos. Debemos admitir que el argumento es realmente bueno. Y si bien esos trabajos fueron retocados como toda la obra, sus estructuras permanecieron inalteradas. Hombre de la esquina rosada se publica por aproximaciones sucesivas en el Multicolor,  primero bajo el título “Hombres que pelearon”. De modo que las marcas del aprendizaje están a la vista. No se trata tan solo de las exigencias de Botana, sino del modo en que Borges termina por asimilar la novedad. No solo mide la presión del mercado sobre Borges, sino el modo en que Borges cuerpea al mercado en sus propios términos. Sostiene Petit que Hombre de la esquina rosada se termina por transformar en matriz modélica de su producción posterior. Esta última afirmación – mirando la obra de Borges en su conjunto – me parece un exceso. Una cosa es reconocer que en ese cuento reposa una parte de la estética borgeana, y muy otra reducirlo a ella.
De la lectura del cuento surge que efectivamente Borges finge ser el cronista que recibe, de boca del criminal protagonista, la confesión de un asesinato en un patio de los arrabales; una milonga donde  acunados por el tango los bailarines pasan del dos por cuatro al hecho de sangre. El lenguaje con que se expresa es por cierto esa mezcla de arrabal y lujo. Ese intento por tener una dicción elegante, mezclada con la crudeza de los sucesos. Reza el párrafo final del texto: “Entonces, Borges, volví a sacar el cuchillo corto y filoso que yo sabía carga aquí, en el chaleco, junto al sobaco izquierdo, y le pegue otra revisada despacio, y estaba como nuevo, inocente, y no le quedaba ni un rastrito de sangre”.    
Es decir, el asesino revisa el arma del crimen para constatar que “no le queda un rastrito de sangre”, asegurándose dos cosas: primera que se sepa que esa muerte le pertenece y segundo, que aun así continuará impune. El corazón de buena parte de la mitología borgeana se termina por abrir paso. Ahora si estamos en presencia del hombre que en 1961 ganaría el premio Formentor de los editores europeos, junto con Samuel Beckett, otro escritor ganado en su literatura por los enigmas de la muerte. Jorge Luis Borges construyó así el camino que lo saco de un suburbio sudamericano, para ubicarlo en el centro del torrente literario del siglo XX.

Fuente : Tiempo.infonews.com


“Kafka and His Precursors”



Jorge Luis Borges’s “Kafka and His Precursors” begins oddly: “I once premeditated making a study of Kafka’s precursors.” The use of the verb “premeditate” is odd enough, in the Spanish (“Yo premedité alguna vez”) as much as in the English, not least because it is most usually found in juridical discourse: a premeditated crime is one that is considered and planned in advance, as opposed to a crime of passion or an outburst in the heat of the moment. This strange invocation of legal discourse might suggest that some wrong-doing is afoot, or that we are hearing some kind of confession. And yet–and this is the second strange aspect of Borges’s opening gambit–it is also suggested that the crime was never committed. “I once premeditated making a study” implies that the study remained unwritten or unmade; it was only planned. We have the guilty mind (mens rea) but not the guilty act (actus reus). The crime was averted, perhaps because some flaw was found in what was otherwise a perfect plan.

But this then leaves us asking ourselves about the status of the text that we have before us, which (as the title promises and as further readings confirms) turns out to concern precisely the topic of the projected but unwritten or abandoned study: “Kafka and His Precursors.” Yet if this is not that study (perhaps because it is too short, incomplete), nor is it the premeditation of that study: at best it is an account of that premeditation, a summary and reflection upon the preparatory “notes” that would have aided in the writing itself. It is an intervention between the plan and its execution, between intention and act.

In short, the text that we have here is perhaps triply parasitic, or three-times removed from its ostensible object: it is the summary of notes towards a study of Kafka and his precursors. It is also strangely located in time: it is the reflection on a plan in the past to write a study that is still unwritten (and so is postponed to the indefinite future) about a now-dead author and his precursors that (we soon find) proceeds by enumerating them “in chronological order,” beginning with the most far-distant.

As often in Borges, the part mimics the whole or (perhaps better) we find an almost fractal arrangement in which patterns are repeated at various orders of magnitude, albeit to produce less the comfort of familiarity than a vertiginous sense of the uncanny and a shattering of logic. Elsewhere, we see this effect in his description of the “aleph,” a shimmering ball (found in the banal surroundings of a Buenos Aires basement) that contains within itself the entire universe. But Borges also suggests that such apparent oddities (or impossibilities) are remarkably common, even quotidian: think long and hard about anything, and it soon becomes (or is revealed to be) an aleph of its own. Here, these opening lines anticipate the central problematic of the essay itself, which is about the ways in which texts are related and how strange fissures or reversals upset linear temporality, just as it in turn makes (or unmakes) its point through performance as much as through argument or exposition: for this text about Kafka and his precursors is in its own way about Borges and his precursors and in it Borges himself rewrites our collective past and disturbs our conceptions of sequence and priority.

Finally, if what Borges is ultimately saying is that a writer (that writing) has the strange power to intervene in history, to remake or remodel the past just as Kafka creates his own precursors (by making us see an otherwise disparate collection of historical texts as oddly “Kafkaesque” avant la lettre), he is also unabashedly claiming that there is nothing new in this notion. This observation precedes Borges and this text, and so confirms (what is now) his repetition of what can present itself as an established fact. For in another detail, a footnote–a classic paratext or parasite, neither fully part of nor fully detached from the text itself–draws our attention to T S Eliot’s Points of View, whose very title in this context becomes simultaneously uncanny and revelatory. After all, is this entire essay not about “points of view,” and the ways in which they are constructed, obscured, or undermined?

In a rather good essay on Joyce and Borges Patricia Novillo-Corvalán, whom I am here myself copying or appropriating to some extent, notes that “Eliot postulates an aesthetic principle, through which writers are not read in isolation, but as part of a living tradition in which the new alters the old, the present modifies the past and, as a result, texts are continually re-valued from the perspective of subsequent texts” (60). And Rex Butler’s “Everything and Nothing” points out that what makes Borges original–what makes the greatest authors the most original–is precisely the fact that they “can actually appear unoriginal, to add nothing to literature, to repeat what has already been written” (134).

At which point, as I observe that I in turn am in large part simply “repeat[ing] what has already been written,” remaking and remodeling it for my own purposes, creating precursors who sadly are not quite as disparate (or quite as unpredictable) as those of Borges and Kafka, perhaps it’s time to stop what is after all only a first approach to these issues. It’s time to end, in other words, so that we can at last begin.

Fuente : Posthegemony


El psicoanalista de Jorge Luis Borges


por: David González Torres
  
Tal vez, quien mejor nos enseñó –soterradamente- el delirio del escritor que espía al escritor fue aquel hombre nacido en 1899, en Buenos Aires. Era Jorge Luis Borges. Su sicoterapeuta -dicen- se llamaba Miguel Kohan Miller.

La afirmación de que Borges era un paranoico es un tanto arriesgada. Sus mitómanos no perdonarían la infamia y sus detractores la sumarían al desprecio de recordar su célebre frase que unía como sinónimos democracia, superstición y estadística.

Anotar en una biografía del autor de Ficciones, El Aleph o El libro de Arena ciertas obsesiones -complejos de inferioridad o de Edipo, celos fraternos de Norah Borges, dependencia de su madre Leonor o conducta narcisista defensiva- sería algo simplista (¿o apócrifo?). Porque si de verdad existía una obsesión para Borges, según se desprende de sus palabras y escritos, era única e irrenunciable.

Borges –y esto puede admitirse también como suposición- deseaba ser BORGES, con mayúsculas. Borges no quería que leyéramos sus libros, sino a Borges. Para ello, irremediablemente, tuvo que espiarse a sí mismo.
Ya en una de sus célebres sentencias puede resumirse su vida: “Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca”.

Así sea: un deseo hecho biografía, puesto que Borges, hijo de un abogado con expectativas frustradas de escritor, crió sus inquietudes bajo el bilingüismo (hablaba inglés y castellano). Aprendió francés, latín, alemán y, a lo largo de su vida, otros tantos idiomas. Enuncian sus biógrafos que a los 10 años tradujo a Oscar Wilde y, posteriormente, son codiciadas sus traducciones de Chesterton, Poe, Wolf, etc.

Borges, por tanto, suponemos que opto por una vida quijotesca de vivir en los libros lo no vivido en su día a día. De nuevo rescatamos palabras de Jorge Luis Borges. Fueron pronunciadas en una conferencia de 1971, en Londres: “Yo tenía, de niño, tres espejos enormes en mi habitación, y sentía por ellos un miedo profundo porque (…) me veía a mi mismo triplicado, y tenía mucho miedo al pensar que tal vez las tres formas comenzaran a moverse por su cuenta”.

Así, el sueño se hizo realidad. Borges primero vigiló a los clásicos en versión original, tradujo sus palabras y, finalmente, cuando el Borges lector se convirtió en escritor, un día el reconocimiento internacional le tocó en el hombro –aunque a su pesar no le otorgaran el Premio Nobel-. Renegó entonces de sus primeras obras y revisó concienzudamente sus múltiples reediciones.

Llegó, entonces a un espionaje de sí mismo inigualable. Incluso cuando sus ojos se apagaron a causa de una ceguera heredada de su padre, Borges seguía escuchando su Literatura bajo el cobijo de las lecturas de su madre y luego bajo la atención de su viuda María Kodama.

Espiar, perfeccionar, espiar. El perfeccionismo aplicado a uno mismo es un defecto que los acérrimos de Borges lo extreman hacia la virtud. Por eso, quizás, el texto más indicativo de su peculiar delirio, en el que desde el propio título nos enseña qué postula, sea Borges y yo: “Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra”.

Borges, el hombre, narra sobre Borges, el escritor. ¿Estilo u obsesión? ¿Originalidad o influencia cervantina? Difícil responder, puesto que la literatura de Borges es miniatura, juega con su propio juego, sueña lo soñado, incluye en la brevedad un universo o el infinito de todas las literaturas.

¿No sería que Borges, vigilante de sí mismo -“de un modo vanidoso”, como cita en Borges y yo- conocía sus propios límites? ¿Y no son los géneros el límite más óptimo para crear una sólida estructura narrativa?

Borges ocultaba a Borges bajo un sutil disfraz. El escritor argentino –además de la poesía y el ensayo- se universalizó por sus cuentos fantásticos, en los que introducía inalcanzable erudición: metafísica, matemáticas, filosofía… El género fantástico tiene algo de fronterizo, en el que a un lado y a otro, lo cotidiano y la posibilidad (o la locura) convergen.

Borges nunca escribió una novela. Ese fue su límite. Su obsesión era otra. Porque a quién no le hubiera gustado contemplar a Borges en su infinita biblioteca. Y no releyendo a los clásicos, sino revisando, por ejemplo, su texto Agosto, 25, 1983, en el que Borges entra en un hotel y se descubre a sí mismo, más viejo y a punto de suicidarse.

Quizás la revisión de esta narración por parte de Borges –la escena en su biblioteca- fuera la mejor metáfora que describiría al escritor que se siente autovigilado: espiaba al Borges escritor, al Borges narrador de dicha historia, al otro Borges personaje que se suicidaba ante su propio yo, a los dos Borges que se soñaban…

¿Paranoia o genialidad? Imposible responder, quizás lo supiera Miguel Khoan Miller, psicoanalista que lo trató durante tres años, según detalla el amor imposible de Borges, Estela Castro, en su polémico libro Borges a contraluz. De esas sesiones se podría haber extraído muchas huellas de lo que posteriormente plasmó en su obra. Sin embargo, el secreto de que Borges se sometía a psicoterapia contrasta con otras afirmaciones.

“Muchos críticos se empeñan en que Borges era un obsesivo”, nos comentaba su viuda y albacea María Kodama a un grupo de periodistas recientemente. “Borges era muy lúcido, muy crítico. Corregía continuamente. Su obra nunca era definitiva”, decía Kodama.

Fuente : Avión de papel


jueves, 24 de julio de 2014

Entrevista a Borges en el programa A Cuatro Manos - 1985


Entrevista a Jorge Luis Borges en el programa A Cuatro Manos, conducido por Gloria López Lecube, en la radio FM La Tribu,1985.



Fuente : Ivoox


Borges, Cuántica y Relatividad en Lanata Sin Filtro


Entrevista al físico Argentino Alberto Rojo en el programa radial Lanata Sin Filtro previo a la presentación en la feria del libro, de su libro "Borges y la mecánica cuántica". La entrevista gira en torno al cuento "El jardín de los senderos que se bifurcan" de "Ficciones", la interpretación de Everett de la mecánica cuántica, y se amplia a las nociones básicas de teoría de la relatividad y el sentido estético en las ciencias físicomatemáticas.





Entrevista a Jorge Luís Borges - 1971



Clarín literario, jueves 10 de junio de 1971

Jorge Luis Borges sí sabe leer y escribir. Con esta irónica respuesta al absurdo requerimiento de una planilla burocrática que cumplimenta su secretario, comienza la entrevista en la Biblioteca Nacional.

Sabemos que a usted no le gusta hablar de sí mismo, pero ¿se preguntó alguna vez qué piensan los argentinos cuando oyen el nombre, ya tan familiar, de Borges?
Yo diría que son excesivamente generosos cuando piensan en mí.

Los jóvenes en especial, piensan en usted. Algunos lo admiran, otros lo atacan, ¿qué es la juventud, Borges?
Es una etapa de incertidumbre, de ingenuidad y, en general, de desdicha.

Le preguntamos algo más con respecto a los jóvenes argentinos. Hace una pausa –esos silencios tan propios de su conversación-, y dice:
Los veo exactamente igual a los de otros países, aunque quizás son más tímidos acá. He encontrado el diálogo más fácil con los estudiantes de Estados Unidos que de la Argentina.

Su secretario lo interrumpe, nuevamente, para que firme ese formulario en el que la Universidad le pregunta si sabe leer y escribir. Y aunque ya nos había anticipado que no quería hablar de política preguntamos, a modo de introducción:
¿Cree que los jóvenes están demasiado politizados?
Creo que sí, que es casi su única pasión. Cuando yo era joven la política nos interesaba muy poco.

¿Tuvo alguna vez, en su juventud, ideas revolucionarias?
Sí, era como mi padre: anarquista e individualista. Ahora soy conservador, pero no hay mucha diferencia entre ambas cosas…

¿Qué piensa usted del conservadorismo?
Creo que ofrece la ventaja, que no comparten ciertamente los otros partidos, de no fomentar, ni siquiera tolerar, el fanatismo. Todo conservador es una persona tolerante, y un poco escéptica. El comunismo y el nacionalismo fomentan el fanatismo, la intolerancia. Creo, no obstante, que el fanatismo no es un mal congénito del hombre porque hay épocas en que no se ha dado. No hay panaceas para remediarlos, eso depende de cada uno.

Le comentamos que mucha gente entiende que él vive al margen de la realidad, una imagen que es necesario destruir. Con humor particular, acota:
¿En qué otra parte voy a estar? Si viviese en la irrealidad sería muy interesante, pero, hasta ahora, no ha sucedido.

Tal vez piensan eso porque usted no quiere dar cierto tipo de opiniones. (Nos interrumpe).
Quiero aclarar eso: quiero decir que mi posición política siempre ha sido clara. He sido adversario del comunismo, del nacionalismo, del antisemitismo y, desde luego, de cierta dictadura de la que prefiero no acordarme. Pero no he permitido que esas opiniones intervengan en mi labor literaria. Eso no quiere decir que las haya ocultado. Las he declarado públicamente, pero cuando escribo un cuento o un poema, estoy pensando en ese cuento o en ese poema. No creo que estoy, como dicen, “encerrado en una torre de marfil”. La creación requiere una amplia libertad, más allá de las opiniones del lector que son, por lo demás, lo más superficial que hay en él.

Sabemos que esta pregunta pueda tal vez, sorprenderlo:
¿Qué es para usted un obrero, cómo lo ve, qué sabe de él?
Con un matiz levemente irónico en su voz, responde:
Sí, he conocido muchos… Creo que la realidad no está compuesta exclusivamente por obreros, sino por todas las clases sociales; por ejemplo, la clase media a la que nunca se la toma en cuenta. Le falta, tal vez, prestigio romántico. La idea de la aristocracia y la idea de lo que se llama pueblo tienen cierto prestigio. La idea de la clase media es escasamente encantadora.    

Pero es una fuerza…
Es la mayor fuerza de nuestro país, que se diferencia de otras naciones de América Latina; es la más importante al fin y al cabo. El pueblo y la aristocracia se parecen, son casi iguales: los mismos prejuicios, el mismo nacionalismo.

Dice no entender por qué la gente cuando se refiere al pueblo, tácitamente evoca a una sola parte de él: la más pobre, la más ignorante.
Aún en el país se piensa que el pueblo es el gaucho. Ya no hay gauchos, pero este detalle no se toma en cuenta.

¿Qué piensa del auge del folklore?
Es una calamidad. Con respecto a su autenticidad, recuerden que tengo algunos antepasados de los que me enorgullezco, y desgraciadamente soy pariente de Rosas… (Puede ponerlo). 

¿Qué es, a su juicio, lo más auténtico, lo más noble del argentino?
La amistad, la pasión de la amistad.

Recordamos, de pronto, que queríamos hacerle otra pregunta un poco particular:
¿Sabe Borges algo de las villas miseria?
No sé por qué existen; yo sé que nada de eso había cuando era joven. Habrán empezado con la dictadura, supongo. Creo que se deben, en parte, al crecimiento industrial. La gente prefiere vivir no en conventillos –que en comparación son hoteles de lujo-, pero sí en villas miserias con tal de vivir en Rosario, Córdoba, Buenos Aires. El campo se está quedando solo; se están perdiendo todas las artes del campo aquí y en el Uruguay. Esa tradición de la cual se habla tanto ha quedado relegada a la televisión o al cinematógrafo.

Recordamos si bien nos adelantó antes de la entrevista que no hablaría de temas como la guerra de Vietnam, ya que la guerra implica en sí algo más vasto y general. A nuestra pregunta, responde:
No creo que la guerra sea necesariamente un mal. La historia argentina es una historia épica, es una historia de guerras.
(Va enumerando todas nuestras luchas con países limítrofes, con invasores extranjeros y, por supuesto, entre nosotros mismos. Luego, prosigue).
Todas esas guerras han sido victoriosas y han sido, en suma, benéficas para el país.

¿Por qué, entonces, las guerras nos parecen tan terribles?
Porque estamos viviéndolas. El presente es siempre atroz. No creo en la edad de oro ni en la “belle époque”. Para quienes tuvieron que vivirla, la “belle époque” no fue una época particularmente feliz. Las personas que vivían en el año 90 no se sentían especialmente felices. Nadie se siente feliz en el presente. La felicidad corresponde más bien al pasado, a la nostalgia, a la esperanza. En otras épocas la gente no tenía conciencia histórica del tiempo en que estaba viviendo. En cambio ahora, estamos pensando constantemente en el momento histórico que vivimos y eso no nos hace ni muy sabios, ni muy felices.

¿Cómo define usted a la situación de nuestro país actualmente?
Creo que es una época de escasa esperanza, de desidia, nadie espera mucho de nada. En 1910, cuando Rubén Darío escribió la “Oda a la Argentina”, creo que sentíamos que éramos una esperanza para el mundo. No creo que nadie sienta eso hoy. Sentimos que todo está un poco desvaído, un poco gris; y si quieren suprimir un poco, podemos suprimir los adverbios…

No sabemos si Borges querrá responder a esto, pero igualmente lo intentamos.
Borges, ¿qué es el Tercer Mundo?
Creo que es una de las diversas calamidades que conocemos ahora. No entiendo qué quiere decir todo eso. Creo que algunos sacerdotes se han dedicado a hacer demagogia.

¿Tendrá algo que ver con una vieja esperanza argentina de que alguien venga a salvarnos?
Tenemos que salvarnos nosotros mismos cumpliendo con nuestro deber. Creo que yo, escribiendo cuentos, dictando clases, dirigiendo la Biblioteca Nacional, lo hago. No puedo ser soldado como mis antepasados. Ni siquiera he muerto en el 74, como mi abuelo…

Ríe apenas, y dice aceptar plenamente su destino literario.
Si me hubiera dedicado a ser buzo, no habría sido uno muy eminente; tropero, tampoco; sargento, tampoco; político, menos que nada.

¿Qué opina de los políticos?
Creo que, en general, con las salvedades necesarias, los hombres que se dedican a esa profesión son los menos interesantes. Y es que una persona que se dedica a hacerse popular, a hacerse retratar, a que voten por él, no puede ser una persona muy compleja.

Volviendo a lo literario, algunos piensan que usted le da demasiada importancia a la literatura anglosajona.
Sí, es probable. Pero al mismo tiempo querría recordarles que también le he dado mucha importancia a la literatura vernácula.

Esa resonancia que tiene lo que usted escribe o dice, ¿le molesta a Borges?
Es muy rara, pero Borges no tiene la culpa. Le halaga y le asombra. Yo no he hecho política literaria, no he fomentado que se hable de mis libros, ni de mí. Pero es algo que ha sucedido y me siento agradecido y hasta atónito.

¿Cree que los argentinos prefieren leer a sus escritores?
Creo que hay una superstición en eso de leer libros contemporáneos. Schopenhauer decía que “no hay que leer ningún libro que no haya cumplido cien años porque no podemos saber si es bueno o malo”. Claro que al mismo tiempo se quejaba de que no hubiesen leído sus libros, que no habían cumplido cien años…

Eso es, en cierto modo, la posteridad. ¿Cuál cree que puede ser el juicio de la posteridad en su caso?
No me interesa absolutamente nada. Yo espero ser olvidado, definitivamente.

Fuente: El Historiador

domingo, 20 de julio de 2014

Jorge Luis Borges in New York -1976




Esta es una emisión histórica del escritor argentino, Jorge Luis Borges. La lectura de una selección de su poesía en la calle 92 . El escritor recita sus poemas en español y un invitado lee la traducción. Borges comenta sobre los poemas de forma individual y, ocasionalmente, los relaciona con sus perspectivas existenciales. Anima a su audiencia a leer más allá de sus poemas, a verlos como algo más que cadenas de palabras que han sido unidas entre sí. Según el escritor, la poesía, como el arte, supera el mundo convencional conocido por la humanidad. Él lo ve como algo que ocupa otra realidad - otro universo.

Originalmente grabada el 29 de abril de 1976, la lectura es un registro de una de las últimas visitas de Borges a los Estados Unidos. Borges lee  algunas de sus obras más célebres, entre ellos: El oro de los tigres, A una espada en York , Israel 1969, y Una invocación a Joyce

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Jorge Luis Borges Reads at the 92nd Street

This is a rebroadcast of the Argentinian writer, Jorge Luis Borges, reading a selection of his poetry at the 92nd Street Y. The writer recites his poems in Spanish and a guest reads the translation. Borges comments on the poems individually and occasionally relates them to his existentialist perspectives. He encourages his audience to read beyond his poems, to see them as more than strands of words that have been strung together. According to the writer, poetry, like art, surpasses the conventional world known to humanity. He sees it as something that occupies another reality-- another universe.

Originally recorded on April 29th, 1976, the reading is a record of one of Borges's last visits to the United States. He reads from some of his most celebrated works, including: The Other Tiger, To a Sword in York Minster, Israel 1969, and An Invocation to Joyce.

Jorge Francisco Isidoro Luis Borges (1899-1986) was an Argentinian writer, translator, and political activist. His works have been included amongst collections of philosophy, as well as fantasy. While he maintained a respectable international reputation, he was not fully recognized in the United States until the 1960s, the period in which his works began to be translated into English. In the 1961, he received the Prix Formentor, which he shared with Samuel Becket. Borges was also the recipient of the Jerusalem Prize, National Prize for Literature, Prix mondial Cino Del Duca, and the French Legion of Honour.


Historic Audio from the Archives of Charles Ruas

Hosted by Charles Ruas
Produced by Charles Ruas
Allen Ginsberg and Peter Orlowski, 1978. Photo by Herbert Rusche.
Allen Ginsberg and Peter Orlowski, 1978. Photo by Herbert Rusche.

A collection of recovered and restored programs produced by Charles Ruas at WBAI-FM, the Pacifica station in New York, in the seventies. Ruas is the author of Conversations with American Writers, a Fulbright scholar, and a distinguished French translator. He is also a frequent contributor to ARTNews and Art in America. This series is produced in partnership with Charles Ruas, The Pacifica Radio Archives, The Yale Beinecke Library, The Columbia University Rare Book & Manuscript Collection, and numerous restorers, archivists and collectors.

Fuente : Clok Tower





miércoles, 16 de julio de 2014

Sabat, homenaje a Borges en el Centro Cultural Recoleta




El dibujante argentino, defensor de la libertad de expresión, esta vez pinta a Jorge Luis Borges, su amigo, e imagina rostros que lo acompañaron.

Por Mariana Arias

En esta ocasión, a Partir de Borges, los protagonistas son ilustres desconocidos que no van a tardar en ser identificados con personajes de nuestra cultura. “Esta es una muestra en la que tenía mucha ilusión, se llama Borges y compañía porque a partir de un retrato de este gran escritor pude pintar a sus personajes más cercanos, los que lo apoyaban y sus enemigos íntimos… Hacía poco que había llegado de Europa y escribió “El hombre de la esquina rosada”, esto fue extraordinario… dice Sabat emocionado al hablar de su referente y amigo.

El curador de la muestra Elio Kapszuk asegura que es un nuevo registro del famoso dibujante argentino, “esta vez no dibuja en forma rápida, a través del óleo y la tela crea personajes, con tiempo, los piensa no reconocidos, pero al verlos podemos identificar a algunos de sus detractores y amantes del gran escritor”.

Fuente :  
Texto : Rouge – Perfil.com
Video : You Tube


lunes, 14 de julio de 2014

Los mensajes de apoyo del escritor brasileño Paulo Coelho a la Selección Argentina

Incluyo un poema de Jorge Luis Borges

 
A través de Twitter, el novelista expresó su apoyo al plantel de Alejandro Sabella. "La crueldad no viene de los guerreros, viene de los que manipulan la victoria y la derrota #GraciasArgentina", fue uno de sus comentarios.

Pese a un enorme esfuerzo, la selección Argentina no pudo contra Alemania y quedó segundo en la final de la Copa del Mundo. Pero la hazaña fue grande y no fueron pocos los que reconocieron la entrega de los jugadores y expresaron su orgullo en Twitter a través del hashtag #GraciasArgentina. Lo llamativo fue que el célebre novelista brasileño, Paulo Coelho también dedicó mensajes de apoyo al plantel albiceleste.

Coelho ya había expresado su apoyo a la selección Argentina en la previa de la final, y luego del triunfo alemán decidió enviarle un mensaje a la Argentina.

En su cuenta de Twitter, el escritor posteó un poema de Jorge Luis Borges que fue claramente dedicado al equipo argentino y a los que sufrieron su derrota ante Alemania.

 

"Ya no seré feliz. Tal vez no importa. Hay tantas otras cosas en el mundo", escribió el brasileño en la mencionada red social, con el hashtag #GraciasArgentina.

Más tarde envió otro mensaje a través del mismo hashtag y, esta vez, decía: "La crueldad no viene de los guerreros, viene de los que manipulan la victoria y la derrota #GraciasArgentina".

Fuente : El SOL On Line


UN MUNDO DE EVOCACIONES BORGEANAS ILUMINARÁ EL MAR - En el Museo MAR de Mar del Plata


El sábado 19 de julio a las 15, se inaugura en el MAR la exposición "El museo de los mundos imaginarios", con obras de más de 40 artistas que prometen sorprender a los espectadores con el fruto de su creatividad sin límites.

Organizada por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires que preside Jorge Telerman, la muestra, curada por Rodrigo Alonso, evoca el universo del escritor argentino Jorge Luis Borges.

“Aunque la muestra toma como referencia en su titulo a El libro de los seres imaginarios de este autor, la muestra no se inspira en ese libro en particular, sino que propone adentrarse en los universos fantásticos de algunos artistas que por momentos dialogan con ciertos temas recurrentes de nuestro gran escritor", confirma Telerman.

"La obra de Borges no sólo ha cambiado para siempre la escritura, sino que también ha modificado nuestra manera de pensar. Decir tigre, laberinto, espejo o el Otro, nos remite a Borges inevitablemente. Somos borgianos más allá de que lo sepamos o no”, agregó.

Asimismo, explicó que "el programa del MAR busca descentralizar la cultura – sigue el presidente del ICBA –, queremos que las personas vivan la experiencia de adentrarse en los mundos construidos por la imaginación de los artistas más creativos. Esta es una muestra que cruza épocas y públicos.”

En efecto, el objetivo de "El museo de los mundos imaginarios" es rescatar lo mejor del arte argentino, de su pasado y de su presente, resaltar la imaginación y la creatividad de los artistas, la inquietud cultural de la gente, su vocación de dialogar con el mundo…


La exhibición incluye obras de Xul Solar, Liliana Porter, Raquel Forner, Leandro Erlich, Marcos López, Grete Stern, Gyula Kosice, Dolores Avendaño, Libero Badii, Erica Bohm, Claudio Caldini, Leónidas Gambartes, Tadeo Muleiro, Tatiana Parcero, Mariano Sardón, Carlos Trilnick, Proyecto Biopus, Silvia Rivas, Amadeo Azar, Fermín Eguía, Sebastián Gordín, Susan Consorte, Duilio Pierri y Ananké Asseff, entre otros artistas.

Fuente : Código Mar del Plata


miércoles, 9 de julio de 2014

Escritores Borgeanos : Mai Jia


El Tíbet es un lugar muy misterioso y en los cuentos de Borges hay mucho misticismo.
Leer a Borges en el Tíbet era el lugar idóneo.


 MAI JIA Y EL IMPACTO QUE SIGNIFICO SU LIBRO EL DON
“¿Qué es la tragedia? Hacer pedazos las cosas valiosas”

Proviene de una familia de granjeros y tuvo una experiencia en el ejército, pero algo lo impulsó a escribir. Su novela, que pone en práctica una novedosa forma de narración, lo convirtió en una estrella en las librerías y en las redes sociales.

 Por Silvina Friera

Todos los secretos de este mundo están contenidos en los sueños. El protagonista de esta historia era un niño triste y solitario en el gigante país asiático, cuyo nombre verdadero es Jiang Benhu, “futuro mago de la literatura china”. Quizá su única alegría, el alivio a la pena de sentirse abandonado, era extraviarse por los vericuetos de su imaginación. El paisaje vital –un pequeño pueblo de montaña, cerca de la costa meridional de China–, entonces no lo sabía, rozaba una fibra oculta de su ser. Como cuando una semilla empieza a germinar y los primeros brotes aún no son visibles, ocultos bajo la superficie de un terreno bien irrigado. No siempre una infancia desdichada es el humus irrevocable de un escritor. Antes de tener en sus manos los relatos de Jorge Luis Borges, esa especie de amigo o compañero de ruta, el niño pegó el estirón, se alistó en el ejército –sólo disparó seis balas durante dieciséis años–, donde se especializó en decodificación de mensajes y criptografía; cursó estudios de escritura creativa en la Academia de Bellas Artes del Ejército Popular de Liberación y se animó a garabatear los primeros intentos de una escritura más literaria. Después de once años obsesionado con la tragedia de un criptógrafo genial que termina enloqueciendo, logró publicar su primera novela, El don (Destino), en 2002. La vida de Mai Jia cambió radicalmente con más de cinco millones de ejemplares de sus libros vendidos en su país, dieciséis millones de seguidores en las redes sociales y más de cien millones de lecturas online. Como muchos autores chinos, adoptó un seudónimo literario. “Mai significa trigo y Jia familia o casa. Mis padres trabajaron la tierra cultivando trigo, por eso elegí ‘familia de trigo’. Ahora tengo fama y dinero, pero nunca olvidaré mi origen”, dice el escritor en la entrevista con Página/12.

Aunque la atmósfera literaria de El don, novela que lo convirtió en un fenómeno literario en China, transcurra mayoritariamente en el ámbito complejo del servicio de inteligencia, calificarla de “novela de espionaje”, el comodín más marketinero, es quedarse sólo con la superficie y no bucear en las capas trágicas de las casi 500 páginas. El protagonista Rong Jinzhen tiene una infancia sombría; tardó mucho más de lo normal en aprender a hablar. Muy pronto el chico demostrará una habilidad descomunal con las matemáticas. Podría haber tenido una carrera académica excepcional, pero el azar –“tan peligroso que puede destruirlo todo y tan milagroso que puede crearlo todo”, como dirá uno de los personajes entrevistados por el narrador de la novela– baraja las cartas impulsado por antojos imponderables. Rong terminará reclutado por el departamento de criptografía del servicio secreto chino. La primera misión, descifrar el código “Púrpura”, será como pan comido. Pero el código “Negro”, como si esa nomenclatura fuese portadora de lo que vendrá, es la llave demoníaca que abrirá el cerrojo de su aniquilación.

–¿Por qué once años para escribir El don?

–Era la primera vez que intentaba escribir una novela diferente. Al salir la versión definitiva en chino tenía 200 mil caracteres, pero lo que quité superó el millón de caracteres, unas mil páginas. No soy como (Gabriel) García Márquez, un genio especial para escribir novelas. Yo soy una persona común y corriente que tenía la ambición de crear una novela nueva china, entonces me costó mucho escribirla.

–¿Esta dificultad responde al afán de jugar todo el tiempo con lo verosímil, contar una ficción como si fuese una historia real?

–Sí, pero hay varios motivos más. Quería conseguir un efecto de verosimilitud, eso es lo más importante para un novelista. Pero el tema era muy sensible; al hablar del mundo del espionaje, hay ciertas líneas rojas que no podía tocar. Además, quería combinar una novela de literatura pura con elementos de literatura popular. Y de esa manera intenté inventar un nuevo género de novela en China. Esto no fue nada fácil. Mi ambición era encontrar el punto de equilibrio entre una novela atractiva para el lector, que el lector pueda leerla de un tirón, y que al mismo tiempo no perdiera calidad y complejidad literaria.

–¿Qué es lo que hace que una persona inteligente, brillante, pierda el equilibro?

–Efectivamente es uno de los temas principales de esta novela. Mi intención era crear un personaje que fuese un genio. Pero un genio suele tener un destino muy frágil. Un genio es una persona que está más cerca de la locura que de la normalidad.

–Otro de los temas de la novela es la orfandad. Al final, cuando el narrador despliega los fragmentos de una de las libretas de Rong Jinzhen, hay una entrada en la que plantea que “un huérfano tiene para siempre una cicatriz en el corazón”. ¿Por qué le interesa la orfandad?

–El protagonista tiene una infancia de niño solitario, abandonado. Pero hay algo más: la ambición de establecer un simbolismo de la China contemporánea, aislada del mundo, que era también una forma de orfandad. En cuanto a Rong Jinzhen, un héroe que parecía invencible, por un pequeño descuido pierde su libreta y se destruye totalmente. Esto es algo que siempre he percibido: el azar del destino, el destino impredecible, es una fuerza muy grande, mayor que cualquier genio.

–Lo más trágico de esta historia quizá sea que alguien que está a las puertas de descifrar un código no puede hacerlo, ¿no?

–Quizá he sido demasiado cruel y poco piadoso con el protagonista, pero estéticamente es bonito. ¿Qué es la tragedia? La tragedia es hacer pedazos las cosas valiosas. Entonces ese contraste es interesante: está a punto de llegar al éxito, pero cae en el último paso. Este es mi truco para conquistar al lector.

–¿Cuánto incidió la lectura de Borges y El aleph en la escritura de El don?

–Borges me ha influido mucho. He leído casi todas sus obras traducidas al chino. Me gustan no sólo sus cuentos, sino también su poesía. Lo que pasa es que no puedo decir qué obra concreta ha influido en mi novela. Más bien se trata de una sensación. Borges llegó a ser para mí no sólo un ídolo, sino un ser querido que forma parte de mi vida. Por esa proximidad, la influencia es algo general y a la vez silenciosa. Muchas veces en la vida, cuando haces algo difícil, necesitas apoyo de tus amigos, de tus parientes, de tus seres queridos. A lo mejor ellos no te apoyan directamente. No es que te enseñan cómo hacerlo, pero te alientan, te empujan, te animan a hacerlo. Eso es lo que he sentido con Borges.

–En su biografía se cuenta que vivió durante tres años en Tíbet y que en ese tiempo leyó sólo un libro. ¿Cuál es ese libro?

–Una antología de cuentos de Borges (risas). Durante el primer año llevé solo ese libro y lo leí y releí muchas veces, como un ritual, como un homenaje a Borges. El Tíbet es un lugar muy misterioso y en los cuentos de Borges hay mucho misticismo. Leer a Borges en el Tíbet era el lugar idóneo.

–”Nuestras vidas están llenas de ideas que nos hemos inventado; son mucho más reales que las ideas auténticas”, se lee en una de las entradas de la libreta de Rong Jinzhen. ¿Es una declaración de principios de lo que usted entiende por la literatura?

–Sí. El trabajo del escritor no es reflejar la realidad al lector, sino que consiste en convertir en verosímiles las ficciones. Es un trabajo un poco mentiroso, pero la mentira luego termina siendo más verdadera que la propia verdad.

“Pensar demasiado también es una enfermedad.” La inquietante miscelánea pertenece a una de las libretas de Rong Jinzhen, una forma peculiar de belleza en miniatura que contiene esta extraña novela, como un cuenco donde cada frase podría anunciar el preludio de una incipiente interpretación. “Como fue un niño abandonado educado por un extranjero, era un cristiano secreto. En la organización en que está, con un control férreo, no puede manifestar su fe. Entonces a través de sueños o de palabras, se revela ese secreto”, reflexiona el escritor. “Creo que para un creyente cristiano en situaciones de extrema soledad, lo que suele venir a su cabeza, un poco como consuelo, debe ser la Biblia. Por eso me parece creíble que el personaje cite el Cantar de los Cantares.” Las manos de Mai Jia, como criaturas aladas, vuelan hacia su corazón y con la yema de sus dedos roza su pecho cuando quiere afirmar algo importante. “La literatura occidental me ha influido más que la literatura clásica china. En China, tradicionalmente había novelas de muchos capítulos y cada capítulo deja un suspenso. Esto, por ejemplo, aparece en mi novela como ‘continuará...’.”

–A propósito del “continuará”, ¿cómo explica el mecanismo del narrador de entrevistar a varios personajes para reconstruir la vida de Rong, y dosificar esas entrevistas para ir desplegándolas a la manera de testimonios o transcripciones?

–El narrador es una especie de periodista que entrevista a la gente y cada persona da su testimonio. Este mecanismo me sirvió para inyectarle a la novela un efecto verosímil. En China hay lectores que fueron engañados por mí y que buscan en Internet si existen esos personajes, como la maestra Rong o Zheng el Cojo. Me siento muy contento porque como escritor he conseguido engañarlos con éxito (risas). Muchas veces un novelista es como un mago: si su truco es descubierto, ya no tiene secreto y pierde el encanto. Este mecanismo es como un juego de puzzle, donde diferentes personas abordan los perfiles de Rong. Un personaje como Rong se entiende que no puede hablar en China. La gente intuye que existe ese tipo de persona, pero nunca la ve ni tiene contacto directo porque está en el mundo del espionaje. Si hubiera descripto a Rong con muchos detalles directos, sería inverosímil. Lo más creíble es que los lectores vean a Rong a través de las palabras de los otros.

–¿Hasta qué punto cree que el mundo del espionaje, con sus exigencias y rigor, enloqueció a Rong Jinzhen al aislarlo cada vez más?

–El protagonista parece un genio encerrado en una caja de hierro. No tiene amigos, no tiene capacidad de comunicación con otros por su carácter. Ese tipo de persona es muy frágil en un sistema tan inhumano y de control férreo. Cuando sucede una pequeña tragedia, un pequeño desastre, no sabe sobrevivir y termina en la locura.

–¿Qué significa para alguien que viene de una familia que cultivaba la tierra, cultivar ahora historias, publicar libros?

–Mi vida cambió totalmente, como mi posición social y el mundo en el que me muevo. Ahora puedo compartir mis pensamientos con mucha gente. Pero a veces pienso que si tuviera la oportunidad de elegir de nuevo, preferiría tener una vida más tranquila, haber tenido una infancia más feliz y no ser escritor. A lo mejor seguiría cultivando trigo... Ahora aprecio una vida más simple, pero feliz. Tengo fama, dinero y he satisfecho demasiado mi vanidad. Lamento que todo esto tiene su coste: me siento secuestrado por mi fama. No tengo mucha libertad, no tengo mucho tiempo libre. Si hubiera podido elegir, habría optado por una vida diferente, una vida más tranquila.

–¿No pudo elegir?

–Creo que no... El ser humano es muy complicado; nos hemos buscado muchas angustias. Aunque quisiera cambiar, tengo muchas relaciones que atan. Aunque puedo volver a mi pueblo, todo ha cambiado. A lo mejor utópicamente pienso en ese estado ideal, pero una vez que estoy en el campo me aburro y tengo que volver a la ciudad. Este es uno de los dilemas del ser humano. Escribir es mi manera de ser, mi estilo de vida. Todos los días escribo algo. Aunque no escriba, a lo mejor estoy pensando también. Quizá soy un poco supersticioso y no puedo decir lo que estoy escribiendo porque creo que se va a volar. Como un pájaro que se escapa.

–Por más inteligencia y razón a la que se apele, parece imposible anular la superstición tanto en la ciencia como en la vida, ¿no?

–Quizá la superstición no está totalmente en contra de la ciencia. A lo mejor es la manera de interpretar el mundo.

–¿Por qué escribe Mai Jia?

–Al principio escribía por una especie de deseo de triunfar y de satisfacer mi vanidad. Quería llamar la atención. Ahora escribo porque quiero compartir una opinión, una experiencia. A través de la literatura puedo hacer que mis ideas lleguen a más lectores.
Fuente : Pagina 12
Miércoles, 9 de julio de 2014