miércoles, 27 de diciembre de 2023

Borges decía que en su infancia no se celebraba la Navidad en Buenos Aires: ¿es verdad?


“Estos ritos son patéticos”, afirmó en autor de “Ficciones”, según lo cita su gran amigo Bioy Casares en sus diarios. ¿Cómo se vivían las fiestas a principios del siglo XX?

 

Por René Salomé

25 Dic, 2023

 

Es un 24 de diciembre de 1957. Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo están yendo a celebrar Navidad a la casa de Jorge Luis Borges, en donde están su madre, Leonor, su hermana, Norah, y otros familiares y amigos del autor de Ficciones. Comen, brindan y hacen intercambio de regalos: Borges le regala a su amigo Bioy Empédocle d’Agrigente, de Jean Zafiropulo, y a Silvina, una copia de Sappho, de Jean Larnac y Robert Salmón.

 

“Cuando yo era chico, Navidad tenía poca importancia”, dice Bioy Casares, ya en la madrugada del 25, según cuenta en su monumental Borges, en el que se reúnen los diarios que el autor de La invención de Morel escribió sobre las cinco décadas de intimidad junto al gran escritor argentino.

 

Borges, a su vez, le responde: “Cuando yo era chico, no tenía ninguna: la celebraban solamente los ingleses y los alemanes, en Belgrano. Ahora es una especie de ensayo de primero de año, que es, como Navidad, una especie de ensayo de carnaval. Ahora celebran Navidad y primero de año con cohetes; pronto lo harán con caretas”. A lo que Bioy agrega: “Cuando yo era chico no había esta manía de los petardos. Recuerdo que mis primos Blaquier, en Vicente Casares, tiraban petardos: yo veía esa actividad como un rasgo peculiar del carácter de los Blaquier que no podía compartir”.

 

¿Es cierto, entonces, que a comienzos del siglo XX la Navidad casi no se festejaba en Buenos Aires sino que “la celebraban solamente los ingleses y los alemanes”? Aunque la palabra de Borges es suficiente, Infobae Leamos buscó pruebas y testimonios de cronistas de la época para investigar el alcance de esta festividad en ese entonces.


En su libro Buenos Aires desde 70 años atrás, publicado en 1880, el memorialista argentino José Antonio Wilde (1813) escribe: “Nochebuena y Navidad no incitaban a organizar reuniones. Menos aún Fin de Año y Año Nuevo, que pasaban sin pena para los afortunados y sin gloria para todos (…) La última semana del año, conocida como las ‘vacaciones de Navidad’, era feriado corrido. Según los periódicos había mucho movimiento en las calles por las noches: las damas hacían compras y los caballeros las admiraban. La buena sociedad salía de excursión a San José de Flores, a San Isidro o a Las Conchas, desde la mañana temprano hasta las primeras horas del día siguiente”.

 

Y agrega: “Aunque no vamos a describir escenas como las que tienen lugar en los salones de abolengo de nuestro propio país, durante las fiestas de Navidad, sin embargo, a Buenos Aires no le faltan sus alegrías y, en la nochebuena, hasta una hora tardía, notamos varios grupos de paisanos y otras personas disfrutando de la música de las guitarras en diferentes endroits de la ciudad. La noche era deliciosamente fresca para esta época del año y, a decir verdad, atraídos por el encantador tiempo y por la música, vagamos por la ciudad hasta la una de la mañana siguiente”.

 

Por su parte, el célebre cronista Aníbal Latino, seudónimo del italiano José Ceppi (1853) para su trabajo periodístico en Argentina, escribe en su libro Crónicas bonaerenses: “El día 24 de diciembre no presenta ese flujo y reflujo, ese trasiego de gentes que llenan y evacuan la metrópoli, no es el día mercadante y traficante por excelencia, no es el día babilónico en que se ven manjares por todas partes, en que las tiendas hacen su agosto, en que cruzan vapores, trenes, tranvías y vehículos de toda especie, como si el mundo fuera a acabarse y faltara tiempo para llegar a una nueva arca de Noé, con las provisiones necesarias para un largo período de aislamiento: ni el día 25 presenta tampoco desde la mañana hasta la tarde esa quietud, ese silencio, esa soledad que ofrecen casi todas las grandes capitales europeas”.


Pero aclara: “No es que no se cierren las tiendas y no se abran las cocinas, porque la costumbre de celebrar todas las fiestas, solemnidades y aniversarios con comilonas es tan antigua como universal; pero ni deja el calor tanto apetito ni tanto humor para empezar a comer el día 24 de diciembre de cada año y mondarse los dientes el día 7 de enero del año siguiente, ni se encierra la gente en sus casas, ni se buscan distracciones en los teatros, ni constituye la Navidad un día excepcional para los pobres, ni puede como lo han hecho Dickens, Max O´Rell y todos los escritores europeos, consignarse como una excepción, como una cosa extraordinaria, que en ese día todo el mundo come, por la sencilla razón de que hasta ahora, a Dios gracias, en este país ricos y pobres comen todos los días del año”.

 

Explica Latino que, aunque había celebraciones navideñas, no llegó a tener un carácter definido hasta algunas décadas después: “Celébrase, pues, la Navidad con grandes y suculentas comidas, en casa o fuera de ella, sin que se las atribuya esa excepcional importancia que le dan los ingleses y los italianos del Norte, pero aunque se celebre, no tiene todavía la Navidad un carácter peculiar, definido, como no sea el de echarse todo el mundo a la calle, invadir los trenes y tranvías, e ir a buscar una atmósfera más templada y soportable en las casas de campo y en los pueblos de las cercanías”.

 

Borges, entonces, no estaba tan errado al afirmar que, al menos en Buenos Aires, la Navidad no era en su infancia lo que terminaría siendo algunas décadas más tarde, cuando esta celebración terminara de asentarse a mediados del siglo XX. Sin embargo, otro pasaje citado por Bioy Casares en sus diarios deja ver lo que Borges realmente pensaba de la Navidad.

 

Escribe Bioy en la entrada del sábado 24 de diciembre de 1955: “Después de comer voy a casa de Borges. Con la madre, con Norah y Guillermo, con Miguel y Luis, brindamos con champagne. Luego vamos a casa, Borges y yo. Conversamos con mi padre. Luego Borges, Silvina, mi padre y yo brindamos con champagne (de Los Dos Chinos) y comemos torta de Navidad. Borges comenta: «Americanos, del siglo XX, cumpliendo sus ritos». Dice también: «Estos ritos son patéticos, porque somos muy pocos. Más raro sería que un hombre sólo estuviera haciéndolos»”.

 

Fuente: Infobae

https://www.infobae.com/leamos/2023/12/25/borges-decia-que-en-su-infancia-no-se-celebraba-la-navidad-en-buenos-aires-es-verdad/

 

Borges en Paraná: raíces, visitas y la firma en un kiosco


 

Por Ramiro García

24 de agosto 2023

 

Paraná tiene numerosos lazos con el escritor, que dejó su firma hoy invisible en una pared.

 

El escritor argentino más reconocido en el país y el mundo, Jorge Luis Borges, nació el 24 de agosto de 1899, hecho del que este jueves se cumplen 124 años. El novelista, poeta, ensayista y traductor (es difícil y quizás injusto encerrar el genio en algunos de sus oficios) tiene fuertes lazos con la ciudad de Paraná y la provincia de Entre Ríos, desde sus raíces familiares, visitas varias como conferencista y amistades literarias y personales, hasta una curiosa “reliquia” caligrafiada en una pared del centro capitalino, hoy escondida de la vista del público.

 

Los orígenes de la familia

 

La ascendencia entrerriana de Borges se remonta a los albores de la década de 70 del siglo XIX. Era época de guerras internas en la Patria y Francisco Isidro Borges Lafinur, nacido uruguayo pero de carrera militar al servicio del gobierno central argentino, fue enviado con las tropas unitarias que debían defender Paraná de las ‘montoneras’ federales encabezadas por Ricardo López Jordán. Domingo Sarmiento gobernaba la incipiente y convulsionada Nación.

 

Durante la defensa unitaria de la capital entrerriana, el abuelo Francisco conoció a Frances Anne Haslam Arnett: “Fanny”. Borges habló de su abuela inglesa y paranaense por adopción en su autobiografía dictada en inglés a Norman Thomas Di Giovanni. “Nació en Staffordshire y su familia procedía de la región de Northumbria. Una azarosa trama de circunstancias la trajo a América del Sur”, recordaba el escritor, según encontramos en Infoner.

 

La abuela paterna perdió a su marido en la batalla de La Verde (Buenos Aires) de 1874, donde murió el abuelo Francisco. El linaje borgeano en Paraná incluye la contribución de “Fanny” Haslam a la expansión de la educación pública sarmientina. Viuda y madre de dos niños, en la década de 1870 recibía y alojaba a las maestras estadounidenses que llegaban a la ciudad, traídas para aprender castellano en la Escuela Normal recién fundada y, desde la capital entrerriana, repartirse por el país para instaurar el normalismo.

 

La abuela de Borges albergaba las docentes en su casona, entonces ubicada en Alameda de la Federación 525, domicilio actual de un edificio, sabemos por Laura Ramos y su libro Las señoritas (Lumen, 2021).

 

En Paraná nació, en 1874, Jorge Guillermo Borges. El padre del autor universal vivió en la ciudad su infancia y adolescencia y se mudó a Buenos Aires, junto a la familia, para estudiar Derecho, aunque su vocación eran las letras.

 

“Él me reveló el poder de la poesía: el hecho de que las palabras sean no sólo un medio de comunicación sino símbolos mágicos y música”, valoró Borges en su autobiografía. De Guillermo Borges quedó la novela El Caudillo, “sobre la historia de Entre Ríos”, la describió el hijo.

 

Las visitas del escritor

 

El escritor argentino más conocido visitó algunas veces Paraná como nieto y otras como autor e intelectual, ya consagrado en la escena nacional de las letras. La primera conferencia de la que se tiene registro fue en 1952, en la Biblioteca Popular de calle Buenos Aires y auspiciada por la Asociación Mariano Moreno y el Centro Cultural Carlos María Onetti.

 

Entonces Borges era presidente de la Sociedad Argentina de Escritores y ese año publicaba su ensayo El Martín Fierro. Eran años de gobierno peronista y el autor de El Aleph era un conocido opositor. Esto habría condicionado que la asistencia de público a la charla no sea masiva, y que Borges, luego, mantuviera una cena “discreta” en el restaurante de la Sociedad Italiana, en calle San Martín frente a plaza Alvear. Lo acompañaron el ex gobernador Raúl Uranga, Juan L. Ortiz, Julio H. Meirama y la anfitriona de la visita, Beatriz Bosch.

 

Según relata Iris Longo en La herencia entrerriana en Borges, camino a la charla el escritor le confesó a la historiadora que “nunca había imaginado salir a dar conferencias”. El rebusque derivaba de la renuncia del autor a su trabajo como bibliotecario en Boedo, cuando el gobierno peronista lo designó “inspector de mercados de aves de corral” para castigarlo por su crítica despiadada al justicialismo.

 

Cumplida la disertación en su suelo paterno, Borges partió en ferrocarril hacia Gualeguay, donde continuaba su gira entrerriana que lo llevaba también a Nogoyá y Gualeguaychú.

 

En julio de 1963 se produjo la visita más memorable de Borges a la capital de Entre Ríos. La conferencia en el Colegio de Escribanos de calle Urquiza, organizada nuevamente por la Asociación Mariano Moreno, se anunció durante varios días previos en El Diario, cuya Redacción visitó el disertante. Sus libros ya se leían en inglés, francés, alemán, sueco, noruego, danés, italiano, polaco, portugués, hebreo, persa, griego, eslovaco y árabe y el autor de El Hacedor daba conferencias en Europa y Estados Unidos.

 

La charla que lo trajo a Paraná se tituló El arte de la narración y convocó esta vez a tanto público que la fila impaciente por ingresar al auditorio de los escribanos daba vuelta la esquina por calle Buenos Aires. Así lo recordaba Elida Guzmán, anfitriona de Borges y organizadora del evento como presidenta de la asociación Mariano Moreno, en la revista que se editó de forma especial por el 70° aniversario de la asociación cultural.

 

‘Elidita’ contó allí que Borges arribó a Paraná al brazo de su madre Leonor Acevedo, que lo asistía por la falta de visión que ya afectaba la vida del artista. Y reseñó, a su vez, que los acompañó a llevar flores a la tumba del bisabuelo (abuelo materno de su padre), Edward Young Haslam, cuyos restos aún descansan en el Cementerio Municipal paranaense.

 

Según Elida Guzmán, la madre de Borges le reveló que su hijo equivocó el texto de la charla destinada al público parananese por el que tenía que dar en su siguiente estación conferencista: La Pampa. También, dijo ‘Elidita’ en la entrevista de la edición 70° aniversario, la madre del pensador le confesó que estaba cansada de las giras literarias y que el episodio pampeano sería el último. “Para mí siempre ha sido una compañera -sobre todo en los últimos tiempos, cuando me quedé ciego- y una amiga comprensiva y tolerante”, alababa Borges a su madre en la autobiografía ya citada. De la capital entrerriana fueron a Santa Fe, desde donde el escritor y su mamá tomaron un colectivo a Rosario.

 


Este paso borgeano por la ciudad es el más icónico porque el escritor dejó plasmada su firma, el 27 de julio de 1963, en la pared de la entonces sede -a la vez- de la Asociación Mariano Moreno y el Fondo Nacional de las Artes, cuya delegada provincial era Elida Guzmán.

 

La gestora cultural vivía en la casa de Laprida 19 cuyo garaje, una especie de laboratorio artístico, oficiaba de también de redacción de la revista Orquídea que se publicaba por esos años en Paraná. Además de Borges, Guzmán fue allí también anfitriona de personalidades artísticas como Manuel Mujica Láinez y María Elena Walsh, entre muchas otras. La costumbre era registrar cada visita con una dedicatoria manuscrita para la dueña de casa.

 

La firma del autor de Otras Inquisiciones, y la de muchos otros visitantes, fue descubierta casi medio siglo después de forma casual, con la pequeña usina cultural de Guzmán convertida en un kiosco. En 2011 el entonces concejal Horacio Piceda entró al comercio y, curioseando, encontró que una de sus paredes estaba tapada de firmas de un valor histórico y cultural trascendental para la ciudad.

 

La firma de Borges entre las bebidas y golosinas del drugstore frente a la plaza Alvear fue noticia hace 12 años y cada tanto se la recuerda. En ese momento, incluso, se habló de promesas municipales de resguardar las rúbricas como Patrimonio Cultural. Una vez que pasó el entusiasmo inicial, la iniciativa quedó en la nada.

 

UNO visitó esta semana el kiosquito céntrico y no hay ninguna protección de la famosa pared. La estampa manuscrita de Borges ni siquiera se ve: quedó detrás de una estantería amurada y repleta de galletitas y snacks. “La habrán puesto ahí para protegerla”, sugirió un cliente que estaba de paso, no se sabe si con ironía o candidez.

 

Terminaban los ‘60 cuando Jorge Luis Borges dio su última conferencia magistral en Paraná. Entonces estaba casado con su primera esposa, Elsa Millán, de quien se separó un año después. Corregía, editaba y traducía poesía en español e inglés, mientras preparaba su próximo libro de cuentos, El Informe Brodie.

 

Esa visita paranaense tuvo registros fotográficos, fechados el 14 de agosto de 1969. Borges fue recibido en Casa de Gobierno por el gobernador de facto Ricardo Favre y parte de su gabinete. Regía en el país la dictadura militar de Juan Carlos Onganía.

 

La conferencia de esa ocasión se hizo en el Auditorio del Instituto del Seguro, frente a la plaza 1° de Mayo. Borges fue convocado en un ciclo organizado por una empresa fabricante de máquinas de escribir y habló sobre "El tiempo y los libros”, rescató el profesor e historiador Rubén Bourlot.

 

Las visitas paranaenses fueron algunas de las que el escritor fundamental hizo a Entre Ríos. Entre otras, se destacan su presencia en 1981 en Villaguay, donde brindó una conferencia sobre su amigo, Carlos Mastronardi, como confirma lacrónica de Mario Daniel Villagra, y en 1982, de nuevo en Gualeguay, esta vez por motivos fúnebres: el traslado de los restos del poeta.

 

El autor de Memorias de un Provinciano protagonizó el vínculo de amistad a la vez intelectual y personal más profundo que relaciona a Borges con Entre Ríos. Pero también frecuentaba a Evaristo Carriego, cuyo vínculo heredó de su padre, y a Alberto Gerchunhoff, con quien compartió redacciones en la revista Nosotros y el diario La Nación, y gestiones en la Sociedad Argentina de Escritores.

 

Numerosas referencias y reseñas borgeanas a estos autores están recuperadas y analizadas en “La herencia entrerriana en Borges”, de Iris Longo, quizás la lectura más recomendada para adentrarse en los lazos del escritor de El Libro de Arena con la provincia.

 

“Entre Ríos de algún modo me pertenece”, resumió el propio escritor ante Fernando Sorrentino en Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, “ya que mi padre nació en Paraná, o, como se decía entonces, en el Paraná”.

 

Fuente: UNO

https://www.unoentrerios.com.ar/la-provincia/borges-parana-raices-visitas-y-la-firma-un-kiosco-n10084748.html

sábado, 23 de diciembre de 2023

Jesucristo poeta: la particular visión de Jorge Luis Borges sobre el mesías del cristianismo

 

El gran escritor argentino solía contar que se había criado leyendo los Evangelios. En uno de sus diálogos con Osvaldo Ferrari destaca la maestría de Cristo para las metáforas. Aquí, un fragmento del encuentro 103.

 

18-12-2023

 

Entre 1984 y 1985, Jorge Luis Borges aceptó hacer un programa radial junto a Osvaldo Ferrari, poeta, escritor y periodista, que en aquel entonces tenía 35 años. La única condición que Borges le puso a aquellos encuentros es que no debían tener plan, ni se acordaran los temas previamente. La intención era que la charla fluyera al aires a partir de un tema inicial propuesto por el anfitrión.

 

Así fueron pasando, a lo largo de los 118 diálogos, los temas más variados que le interesaron al autor de Ficciones y El aleph: los argentinos, la memoria, Spinoza, Conrad, Melville, Adolfo Bioy Casares, y tantos otros.

 

De ese programa que emitió Radio Municipal, se publicaron varias recopilaciones de aquellas charlas. De la edición de Seix Barral, que acaba de publicarse bajo el título Los diálogos. Edición definitiva, adelantamos el diálogo 103, en vísperas de navidad, dedicado a Jesucristo.

 

Cómo fueron los primeros años de la religión cristiana

 

Osvaldo Ferrari: Nos hemos referido, antes, Borges, aunque siempre ocasionalmente, al catolicismo y al protestantismo; pero no hemos hablado de su manera de ver a la figura que está en el origen de ellos, la figura de Cristo.

Jorge Luis Borges: Yo diría, ya Renan lo dijo mucho mejor que yo, que, si Cristo no es la encarnación humana de Dios —lo cual parece sumamente inverosímil—, fue de algún modo el hombre más extraordinario que recuerda la historia. Ahora, no sé si se ha observado, que Cristo es, entre tantas otras cosas, un estilo literario. Usted lee Paradise Lost, Paradise Regained (El Paraíso perdido; El Paraíso recobrado) de Milton, y, como dijo Pope, están el Padre y el Hijo debatiendo como escolásticos; sin embargo, el estilo de Cristo es un estilo extraordinario. Pensemos que durante siglos, los escritores han buscado metáforas; más recientemente, básteme recordar… y, a Lugones, a Góngora, y podríamos mencionar a tantos otros. Pero nadie ha encontrado imágenes tan extraordinarias como las de Cristo; imágenes que al cabo de dos mil años siguen siendo asombrosas. Por ejemplo, «Arrojar perlas a los puercos»; ¿cómo pudo llegar a esa frase?. En la mayoría de las frases, uno piensa, bueno, se ha llegado a ellas mediante variaciones; pero arrojar perlas a los puercos, es una imagen que sigue siendo extraordinaria, y que no puede clasificarse, y es ilógica. O, si no, por ejemplo, para condenar los ritos funerarios, a que tan aficionadas son, bueno, las empresas de pompas fúnebres, secundadas por las iglesias; aquello de «Dejad que los muertos entierren a sus muertos». Eso lo hace terrible, y además sugiere una explicación fantástica. O si no «Que el que no tenga culpa, arroje la primera piedra».

 

Es válido para siempre.

Ahora, eso debería justificar lo que dijo el místico inglés William Blake; se había pensado siempre que la salvación era un proceso ético, y eso fue fomentado, demagógicamente, digamos, por el mismo Cristo, cuando dijo «Benditos los pobres de espíritu porque de ellos será el reino de los cielos», es decir, él insistía en la conducta. Pero, luego viene el místico sueco Swedenborg; Swedenborg dijo que la salvación tenía que ser intelectual también, e inventa aquella espléndida parábola de un hombre que quiere entrar en el cielo. Entonces, se despoja de todo, vive en la tebaida, o en su tebaida, renuncia a todos los placeres sensuales, intelectuales y estéticos; vive virtuosamente, se martiriza, y, efectivamente, llega al cielo, ya que no hay razón alguna para rechazarlo. Pero, cuando llega al cielo, se encuentra en un mundo mucho más complejo que éste; ya que según Swedenborg, en el cielo hay más formas, más colores, y, desde luego, mucha más inteligencia que aquí; y el pobre hombre, que es sólo un santo, tiene que asistir a los diálogos de los ángeles, que según el libro De coelo et inferno de Emanuel Swedenborg, discuten de teología; no entiende absolutamente nada, ya que no ha educado su inteligencia, y siente que de algún modo está excluido del cielo. Entonces, las autoridades, digamos, se dan cuenta de eso, y dicen «qué podemos hacer con él: en el cielo está perdido, ya que no puede participar de los diálogos angélicos; enviarlo al infierno, entre los demonios, sería evidentemente injusto». Entonces, llegan a esta melancólica solución: le permiten proyectar, en el otro mundo, una imagen de su tebaida; y ahí ese hombre está, en este momento, solo, ve ese desierto ilusorio que él necesita, sigue mortificándose y rezando; pero mortificándose y rezando ya sin esperanza, porque sabe que no puede aspirar al cielo.

 

Ah, pero qué curioso.

Un destino terrible. Bueno, pues bien, después llega Blake, y Blake dice que la salvación del hombre tiene que ser no sólo ética, como se desprende de la enseñanza de Cristo, no sólo intelectual, como se desprende de la enseñanza de Swedenborg; él dice directamente: «The fool shall not enter heaven be he ever so holy» (Por santo que sea, el imbécil no llegará al cielo; o el tonto no llegará al cielo). Y en otra sentencia del «Marriage of heaven and hell» (Matrimonio del cielo y del infierno), dice: «Put off holyness and put on intellect», es decir, despójese de la santidad y sea inteligente (ríen ambos). Ahora, según Blake, hubo también una enseñanza estética de parte de Cristo; esa enseñanza era, ante todo, una enseñanza literaria, y eso está dado por las parábolas de Cristo, que son piezas literarias; piezas que no han sido imitadas. Yo pensé, días pasados —voy a confiarle este proyecto mío, quizás usted pueda ejecutarlo, yo ciertamente no puedo—; vendría a ser la máxima ambición para un escritor —los escritores suelen ser muy ambiciosos—, algo mucho más ambicioso que escribir, bueno, la obra deliberadamente oscura de Góngora, o ese bastante injustificable laberinto, The Finnegan’s wake (El velorio de Finnegan), de Joyce; sería ésta: sería escribir un quinto Evangelio. Ese quinto Evangelio podría predicar una ética que no fuera la de los otros Evangelios. Pero, lo más difícil no sería eso; lo más difícil sería inventar nuevas parábolas, dichas a la manera de Cristo, y que no estuvieran en los otros cuatro Evangelios.

 

Prolongar de alguna manera…

Ahora, quizá, para no usar otra similitud, convendría repetir algunos de los otros Evangelios, y hasta podrían buscarse pequeñas variantes. Si un escritor lograra hacer eso, sería algo mucho más extraordinario que el Así habló Zaratustra, de Nietzsche; ya que vendría a ser, bueno, habría que crear obras de arte, habría que arriesgadas metáforas, no menos extraordinarias que las que se predicaron en Galilea. Sería un libro, un escritor tendría que dedicar buena parte de su vida a la meditación, y luego a la redacción del libro. Y ese Evangelio podría tener unas treinta páginas, y sería uno de los libros más extraordinarios. Y si ese libro tuviera suerte, irían imprimiéndolo junto con los Evangelios del Nuevo Testamento, y llegarían a ser parte del canon también. Pero, es un proyecto muy ambicioso, y usted, Ferrari, pueda quizá ser —yo, desde luego, soy un hombre viejo, muy cansado—; pero entreveo esa hermosa posibilidad literaria, más hermosa que la posibilidad de hacer libros con metáforas nuevas, porque esas metáforas tendrían que ser parábolas, enseñanzas, que no desmerecieran de las ya inmortales y famosas del Nuevo Testamento.

 

(…)

 

un nuevo, un quinto Evangelio sería una linda tarea, y eso no tendría por qué discrepar de los cuatro anteriores; podría a veces coincidir con ellos, en otras discrepar, para mayor agrado, para mayor sorpresa, para mayor verosimilitud del texto. Ahora, qué raro, por ejemplo, que la fe cristiana condene el suicidio. Sin embargo, si los Evangelios tienen sentido, la muerte de Cristo fue voluntaria; porque si no fue voluntaria, ¿qué sacrificio es ése?

 

Podríamos pensar lo mismo de la muerte de Sócrates.

Sí, pero en el caso de Sócrates yo no creo que él dijera que moría por la humanidad, pero en el caso de Cristo sí. Y si él moría, moría libremente. Ahora, hay un poema anglosajón, del siglo IX, que se titula «El sueño de la cruz»; y el sueño de la cruz, Cristo, que aparece no como el doliente Cristo de las telas de El Greco, sino como un joven héroe germánico, llega voluntariamente a la cruz; trepa a la cruz, porque quiere salvar a los hombres, y cuando se habla de él, se dice: «Ese joven héroe, que era Dios todopoderoso». Es decir, hay la idea de un sacrificio gozoso y voluntario; no de una pasión sufrida, de un Cristo, bueno, doliente como el de las telas de El Greco; no, el joven héroe que se hace clavar en la cruz o que trepa a ella. Y he leído en alguna nota sobre ese poema, «El sueño de la cruz», que hay ilustraciones medievales, en que se ve la cruz ya erigida, ya de pie; y Cristo que sube por una escalera, como indicando que lo hace deliberadamente. Es decir, todo lo contrario, bueno, lo contrario del Gólgota, de los azotes…

 

Por eso le decía que hay algo parecido en la aceptación de la cruz por Cristo y de la cicuta por Sócrates.

Es cierto, sí.

 

En la actitud de aceptar.

Y, desde luego, parece que son las dos muertes más recordadas de la historia, ¿no?

 

Probablemente, claro. Ahora…

La conversada muerte de Sócrates, y la muerte de Cristo, que está un poco asombrado de su destino, ya que su parte humana dice: «Señor, Señor, por qué me has abandonado». Pero luego, le dice al ladrón: «Esta noche estarás conmigo en el Paraíso»; y el ladrón acepta aquello. Yo he escrito un poema, bueno, tantos han escrito poemas sobre Cristo y sobre el ladrón que desde la cruz vecina acepta que Cristo es Dios.

 

(…)

 

yo me he criado oyendo los Evangelios… creo que son los libros más extraordinarios del mundo, ¿eh?; los cuatro Evangelios. Y el último ya tiene un carácter distinto, un carácter, así, intelectual, ¿no?, cuando habla del Verbo, por ejemplo.

 

Ahora, la ética de Cristo y la ética de Sócrates… en Cristo se trata de una ética religiosa y en Sócrates de una ética profana; sin embargo, yo diría que coinciden en lo fundamental: en el ideal del hombre justo.

Sí, pero en su concepto del mundo no. Bueno, y es natural que sea así, claro, porque supongo que Cristo sería un judío… y, quizá bastante ignorante; y Sócrates vivió en ese intenso ambiente intelectual, quizá no igualado nunca, de Grecia. Digo, Sócrates, según parece, pudo conversar con Pitágoras, con Zenón de Elea, y con Platón; que, según Bernard Shaw, lo inventó. En cambio, Cristo, bueno, con los discípulos. Ahora, Nietzsche dijo que la religión cristiana era una religión de esclavos; y Gibbon dijo de un modo indirecto, y quizá más eficaz, lo mismo, cuando dijo: «Debe maravillarnos que Dios, que hubiera podido revelar la verdad a los filósofos, la reveló a unos pescadores ignorantes en Galilea». Que viene a ser lo mismo, ¿no?, viene a ser la misma idea, pero, dicha de un modo, bueno, más cortés y más insidioso.

 

«El espíritu sopla donde quiere».

Sí, es el espíritu que sopla donde quiere, sí. En ese caso, sopló por, bueno, por esos pobres hombres.

 

Fuente: Perfil

https://www.perfil.com/noticias/cultura/jesucristo-poeta-la-particular-vision-de-jorge-luis-borges-sobre-el-mesias-del-cristianismo.phtml

 


Borges y su archivo imposible

 

CeDInCI - Centro de Documentación

Conversan: Daniel Balderston y Carlos Gamerro. Modera: Virginia Castro

 

Fuente: You Tube

https://www.youtube.com/watch?v=gfqWjxOmMeA

 

martes, 12 de diciembre de 2023

China pensada por Jorge Luis Borges


En el transcurso de su vida, Borges abrigó un fervoroso afecto por China. En sus obras, se refirió frecuentemente a la cultura, la historia y las tradiciones de China, por ejemplo, el protagonista de su novela El jardín de senderos que se bifurcan es chino. Además de eso, todavía hay otra prueba clara e interesante que testimonia el estrecho vínculo que unía a Borges con China: un bastón.

Fuente:  You Tube

https://www.youtube.com/watch?v=dS_L0z2sG0U

domingo, 26 de noviembre de 2023

Borges contado por Diana Uribe - Programa La historia del mundo - Radio Caracol - Colombia


 22 noviembre 2023

Compartimos en una sola entrega las dos emisiones que radio Caracol efectuó de «La historia del mundo», programa radial a cargo de la excelente locutora y cronista colombiana Diana Uribe.

Ambos programas repasaron diversos aspectos de la vida y la obra del gran escritor argentino Jorge Luis Borges.

Creemos que Uribe —quien además es filósofa e historiadora—, junto con su equipo, ha hecho un trabajo magnífico sobre el genial literato, trabajo que merece ser escuchado y vuelto a escuchar. Importante: este vídeo es compartido con fines netamente

 

Fuente: You Tube

https://www.youtube.com/watch?v=t9emomcnzpY

2 minutos de Jorge Luis Borges, de Valentín Alsina para todo el mundo


 Un profesor universitario enfrenta el desafío de enseñar el cuento “Tema del traidor y del héroe” y una revelación lo conduce a la canción “Ya no sos igual”, de la banda punk argentina. El resto es historia

 

Por Pablo Ottonello

 

El objetivo: enseñar (si es que puedo concederme el verbo) el relato Tema del traidor y del héroe, de Jorge Luis Borges, a mis alumnos de la Universidad de Chicago. El riesgo: que los estudiantes (tienen entre 20 y 22 años) no se entusiasmaran, que se aburrieran, que se quedaran dormidos. Nada más penoso que el aula en silencio. Tenía delante un desafío pedagógico (o una trampa mortal), pero junté coraje (tema muy borgiano) e hice lo que pude.

Borges empieza así: “Bajo el notorio influjo de Chesterton (discurridor y exornador de elegantes misterios) y del consejero áulico Leibniz (que inventó la armonía preestablecida), he imaginado este argumento, que escribiré tal vez y que ya de algún modo me justifica, en las tardes inútiles”.

Lo leí en voz alta afectando la voz. Mis alumnos no se emocionaban. Mencioné someramente el plot. Un tal Kilpatrick, supuesto líder revolucionario, era en verdad un “topo”, un traidor. Los revolucionarios lo descubren, pero en vez de condenarlo en seguida, urden un plan más eficaz. Lo exaltan como héroe, le dan muerte durante una representación teatral (Julio César, de Shakespeare), pero culpan al enemigo. Al hacerlo, consiguen darle curso a la revolución. Kilpatrick es un traidor, pero al haberla descubierto a tiempo, los revolucionarios utilizan su traición en su provecho: es traidor y es héroe al mismo tiempo.

Seguí hablando ante párpados caídos. Dije que Borges cuestionaba la disciplina de la historia, que era incapaz, o al menos insuficiente, para la recuperación cabal de los hechos. Dije que a Borges le gustaban las paradojas y los oxímoron (la idea es de Beatriz Sarlo), y que un “héroe-traidor” era un muy buen ejemplo. También mencioné el afanoso desgano: en la primera línea Borges dice que “tal vez” escribirá este relato, y que hacerlo lo justifica en sus “tardes inútiles”. Me permití un chiste, del que nadie ni siquiera sonrió: quién pudiera escribir un cuento así, inmortal, en una tarde perdida.

No hubo mucha respuesta. En el silencio de la clase, como una aparición angelical, recordé la voz de David Lebón en “Nos veremos otra vez”): “Debes ser fuerte en estos tiempos /para resistir la decepción”. La música llevó a la música. Pensé en “Ya no sos igual”, de 2 Minutos.

Conecté la computadora, busqué en Youtube, superé el umbral, el decoro con el volumen, y los introduje al punk argentino. La primera estrofa y el estribillo son memorables: “Carlos se vendió al barrio de Lanús / Al barrio que lo vio crecer / Ya no vino nunca más por el bar de Fabián / Y se olvidó de pelearse los domingos en la cancha / Por la patrulla la ciudad, molestando y levantado a los demás”. Lo siguiente es el dolido estribillo: “Ya no sos igual, ya no sos igual / Sos un vigilante de la Federal / Sos buchón, sos buchón”.

Los estudiantes se encendieron, llegaron las preguntas, empezamos a hablar: victoria de lo popular sobre lo erudito. Contesté que “buchón” era “topo”, en inglés “mole” o “rat”: un informante. Aclaré que “la Federal” aludía a los “cops”, y que la canción trabajaba a una transformación esencial y profunda: Carlos, el amigo, perdía su identidad, se cruzaba de bando, sustituía los ritos comunes (ir al bar, a la cancha), se entregaba al ejercicio institucional de la violencia al enrolarse en la policía. En vez de “pelearse los domingos” ahora se dedicaba a “patrullar la ciudad”. Adoptaba su vestimenta, las distinciones icónicas (“se dejó crecer el bigote) y el armamento reglamentario (”una nueve para él”): una transformación (una traición) absoluta, y por lo tanto, irreversible.

Entusiasmado, un estudiante de Nueva Jersey dijo que “Ya no sos igual” era la antípoda del Martín Fierro (lo leímos al inicio del cuatrimestre). Cruz era policía y se hacía bandido para seguir a Fierro. Carlos, en cambio, era un chico de barrio que abandonaba las amistades y se volvía policía. En ambos casos había traición, dijo el estudiante, pero con signos distintos. Lo felicité, fui hasta la computadora, y la escuchamos otra vez, entera, un poco más fuerte. Levanté mis brazos, agité un poco. Me sentí viril, casi pendenciero. Los chicos movían las cabezas. Yo celebraba mi golpe de suerte.

De pronto se oyeron tres golpes en la puerta, que se abrió. La presencia demoníaca del más famoso dantista de la Universidad de Chicago me ensombreció. No hizo falta que dijera nada. Interrumpí la canción. Como un Caronte de los pasillos del edificio de lenguas romances, se acercó al sistema de audio y dijo en inglés: si vas a escuchar punk, hacelo en serio, dude. Triplicó el volumen, hizo una seña, y le dimos mecha a “Ya no sos igual” desde el inicio. El dantista la escuchó con nosotros, de punta a punta. No sonreía (no lo hacía jamás) pero estaba feliz. Al terminar, sin saludar, se retiró a su oficina a leer complejos documentos medievales.

Como en Tema del traidor y del héroe, la traición se paga con la muerte. La canción termina con una amenaza: “Él sabe muy bien que una bala en la noche espera por él”. Más de medio siglo antes, Borges titulaba con displicencia: la palabra “tema” sugiere la

repetición, la azarosa fatalidad de lo que volverá a suceder una y otra vez. Los temas (la idea es suya) son siempre los mismos.

 

Fuente: Infobae

https://www.infobae.com/cultura/2023/11/19/2-minutos-de-jorge-luis-borges-de-valentin-alsina-para-todo-el-mundo/