domingo, 29 de junio de 2014

Almotásim ha desaparecido



  
Por Gary Vila Ortiz

La primera edición de El Jardín de senderos que se bifurcan, que edita Sur en 1941, está compuesta de tan sólo cinco relatos. En 1944 una segunda edición, de Sur también, modifica el título, lo que es una lástima, y se llama Ficciones. Se recogen allí, las cinco piezas de 1941, se agregan unos cuantos textos más, entre ellos "El acercamiento a Almotásim" o en lugar de "a Almotásim", "de Almotásim". Las dos versiones del título son válidas, nos parece. Ana María Barrenechea nos dice "que es el comentario de un libro ficticio con un subtítulo imaginativo, significativo: 'A Game Whit Shifting Mirrors'". La estudiosa de Borges lo aproxima a La Biblioteca de Babel por su tema. Almotásim sigue apareciendo en "El jardín de senderos que se bifurcan" hasta 1953. En las ediciones, al menos en las que conocemos, hechas en inglés, por ejemplo la de Allen Lane. The Penguin Press, se sigue, con buen criterio, al colocar al texto sobre Almotásim como una ficción y no como un ensayo. Se la ignora en "Labyrinths" (Penguin Books, 1970) con prólogo de Andre Maurois. La edición es de Donald Yates y James Irby. El mismo Borges en su Nueva antología personal (1967), entre los diez relatos que elige, se encuentra "El acercamiento a Almotásim". Aún cuando creo que en Borges, su obra, ya sean sus poemas, sus ensayos, sus narraciones, hasta sus críticas y prólogos, parecen coincidir en un único punto, ese que es el esencial en la concepción borgiana del mundo y del hombre en ese mundo de laberintos, espejos, amores, tigres y juegos con la filosofía, nos parece que la historia de Almotásim es un relato. ¿Por qué en las nuevas ediciones se lo vuelve a incluir en "Historia de la eternidad"? Lo ignoro. ¿Acaso una disposición de Borges? No lo creemos, cuando, como apuntamos, el autor lo incluye entre sus relatos.

Recordemos las palabras de Borges: "Mi cuento siguiente (el primero, es sabido, fue "Hombre en la esquina rosada"), "El acercamiento de Almotásim", escrito en 1935, es a la vez un invento y un seudo ensayo. Fingía ser la reseña de un libro publicado por primera vez en Bombay, tres años antes. Doté a su segunda y apócrifa versión como un editor real, Víctor Gollancz, y con un prefacio de Dorothy Sayers. Pero autor y libro son enteramente de mi invención. Aporté el argumento y ciertos detalles de algunos capítulos ﷓ pidiendo cosas prestando a Kipling e introduciendo a un místico persa del siglo XII ﷓ y luego puntualicé cuidadosamente sus limitaciones. El cuento apareció al año siguiente en un volumen de ensayos, Historia de la eternidad, junto a un artículo sobre el "Arte de injuriar". Quienes leyeron "El acercamiento a Almotásim", creyeron en lo que decía, y uno de mis amigos llegó a ordenar la compra de un ejemplar en Londres. No fue hasta 1942 que lo publiqué abiertamente como cuento en El jardín de senderos que se bifurcan. Quizá fui injusto con ese texto; ahora me parece que pronostica y hasta fija la pauta de otros cuentos que de alguna manera me estaban esperando, y en las que se basó mi reputación como cuentista".

Es curioso agregar que el amigo que pidió el libro a Gollancz era nada menos que Adolfo Bioy Casares. En lo que hace al relato me parece indudable que no se trata de que él (Borges) es el que lo omita. ¿Quién? Tal vez no interese demasiado. Pero una declaración como la de Borges (que hace en su autobiografía) es demasiado clara para que ese, su segundo cuento, sea eliminado de las ediciones de El jardín de senderos que se bifurcan.

Cuando Borges hablaba de aquellos escritos que Kafka había pedido a su amigo Max Brod que los quemara, dice que Brod cometió, al publicarlos, una desobediencia feliz. Con Borges, luego de muerto, se publicaron obras que él no quiso reeditar en vida. Creo que ha sido importante esa reedición. Con Borges entiendo que se han cometido desobediencias felices. Pero en ocasiones se ha utilizado un criterio equivocado. El relato sobre Almotásim pertenece mucho mas al mundo de las ficciones borgianas que al de sus ensayos.

Tal vez quien utilizó los apócrifos de Borges con mayor talento fue José Saramago en El año de la muerte de Ricardo Reis. No sólo juega con los apócrifos (que son más que eso, como el Abel Martín y Juan de Mairena de Machado o el Fradique Mendes de Eca de Queiroz) sino que uno de los protagonistas se encuentra leyendo un apócrifo de Borges. Alguien podrá decir que se trata de un juego intrascendente. Podría agregarse que no ha sido superado. Se podría decir que es un complicado ajedrez (quizá mas complicado que el inventado por Xul Solar) y que en realidad nadie sabe quién es el que en realidad mueve las piezas. Y eso, mejor así, nunca lo sabremos. Quizá solamente Almotásim.

Fuente : Pagina 12 – Rosario 12

Mi abuelo honorario





 Por Abril Sosa *

Cuando elegí el nombre de Cuentos Borgeanos para mi banda fue un homenaje a mi “abuelo honorario”, el queridísimo Borges, pero no quedó sólo en eso, porque incluimos citas literarias en nuestras letras. Para nosotros la literatura es un hábito, algo natural, pero no nos juntamos por ser lectores; de hecho, lo descubrimos cuando empezamos a conocernos más. Todos leemos cosas distintas, pero lo de Borges es por mi amor por él y su literatura. Para mí, Borges no sólo es un escritor admirable sino también uno de los grandes pensadores del siglo XX. Su forma de ver el mundo ha sido muy importante en mi vida. A los 12 años, un amigo me regaló un ejemplar medio destruido de Ficciones, que todavía conservo. No entendí el 90 por ciento de los datos históricos o religiosos, pero sí me llegó la esencia de esos cuentos. Me resulta cosa de todos los días –y un placer total– consultar algún libro de Borges, escuchar alguna entrevista o una conferencia, porque como orador también era fascinante. No podría elegir un libro suyo como favorito, pero sí a “Ruinas circulares” como mi cuento favorito, porque me maravillo cada vez que lo releo. Aunque también están “Funes, el memorioso”, “El sur”, El aleph... ¡tendría que nombrarlos a todos! Es que se hace imposible evadir a Borges para cualquiera que ame la literatura, más allá de cualquier controversia política. Bien podríamos decir que Borges es inevitable.

  • Cantante y guitarrista de la banda Cuentos Borgeanos.

Fuente : Pagina 12

El fútbol: ¿deporte de ignorantes?


En época de Mundial, revive la polémica entre los intelectuales que denigran del deporte más popular del planeta y los que lo consideran una expresión del espíritu.


El fútbol: ¿deporte de ignorantes?. Jorge Luis Borges: “Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos. Mucho más lindas son las riñas de gallos”.
Aún mucho cuentan esta historia como quien recita la alineación de un inolvidable equipo de fútbol. Jorge Luis Borges, durante la final del Mundial de Argentina 1978, cometió una de las más grandes ‘herejías’ que recuerden ese deporte y aquel país: organizó una conferencia sobre la inmortalidad en pleno partido. Y en Buenos Aires, aquella tarde del 25 de junio de 1978, se llenaron tanto el estadio como su biblioteca, lugar de la charla. El escritor no ocultó así su odio hacia un deporte sobre el cual él explicó de forma memorable la razón de su éxito: “El fútbol es popular porque la estupidez es popular”.

Este acontecimiento, desde entonces, marcó visiblemente una frontera entre aquellos intelectuales que odian el fútbol y entre los que lo idolatran, una separación que revive cada cuatro años, cuando se realiza la Copa del Mundo. En algún lugar del planeta, por esta fecha, siempre habrá una resistencia encarnada en un escritor o en un pensador diciendo cosas como que el fútbol es enajenación, mercantilismo, agresividad, mafia, una forma de fomentar lo peor de los nacionalismos. Pero en la otra orilla estarán sus defensores que hablan de un mundo unido, de identidad, de héroes y de sublimes epopeyas.  De este lado, los adjetivos y la pasión no se ocultan, como lo hace Eduardo Galeano, el uruguayo autor de Las venas abiertas de América Latina, quien cada  vez que comienza un Mundial pega un cartel en la puerta de su casa que dice “Cerrado por fútbol”.

Pero a veces la disputa pasa de la provocación al enfrentamiento, que no va más allá del papel. Hace unos años el diario La Razón de España reunió a un grupo de intelectuales (el escritor Fernando Sánchez Dragó,  el historiador Román Gubern y el filósofo Salvador Pániker) que declararon por qué no quieren al fútbol y de paso arremetieron contra aquellos eruditos que lo veneran. “Casi todos los intelectuales son ahora animalillos domésticos y apesebrados”, sentenció el escritor.  El filósofo, por su parte,  recalcó en que el balompié en una época fue denostado en ambientes cultos; ahora, en cambio, hay muchos intelectuales que presumen de sus camisetas. Y el historiador concluyó que  la pasión de los intelectuales por el fútbol forma parte de un esnobismo generalizado.

Nunca hubo señalamientos, nombres en particular, tampoco respuestas, pero sí unos sospechosos de siempre: Juan Villoro, Javier Marías, John Carlin, Nick Hornby y Manuel Vázquez Montalbán, entre otros. Todos ellos han visto en el fútbol inspiración, arte y cultura, como dice el escritor colombiano Juan Esteban Constaín, autor del libro Calcio: “Para algunos escritores el balompié llega a tal adoración que se vuelve tema  de sus creaciones. El fútbol es cultura y menospreciarlo sería también menospreciar a la cultura”.

Cuando nadie lo esperaba, del propio fútbol brotó un filósofo, el exgoleador argentino Jorge Valdano, que saltó de las canchas a la máquina de escribir. Y uno de sus propósitos ha sido zanjar esa brecha.  Su idea es que el fútbol estuvo alejado del pensamiento porque los intelectuales dejaron solo a este deporte. “Ahora empieza a dar la sensación de que ellos le perdieron el miedo al futbol, a reflexionar sobre el tema, al menos para intentar entender por qué mueve a tanta gente y por qué mueve tantas emociones”, le dijo este año al diario La Jornada de México.

La otra vía

Así como Borges es el lado más radical de los que odian el fútbol, Albert Camus, el autor de La peste, Nóbel de literatura francés, lideró el grupo de los devotos. A los 16 años, cuando como arquero anunciaba una carrera profesional exitosa, tuvo que dejar el fútbol por una tuberculosis. Se perdía así a un deportista, pero se ganaba a un excepcional escritor, uno de los primeros en reflexionar sobre fútbol, en llevarlo a la academia y en dejar varias sentencias que se retoman hoy como referencia, como esa que dice que “un país es su selección de fútbol” o  “lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”. Antes de Camus, entre intelectuales, con pena se ocultaba el aprecio por el fútbol, era tan mal visto como seguir hoy un melodrama.

En fin, esos años en los que  el fútbol era despreciado por los intelectuales parecen haber quedado en el pasado. El escritor y columnista Ricardo Silva Romero asegura que ya ha sido probado hasta la saciedad que el fútbol es una de las ocho artes.

Aun así, hay pensadores a los que el balompié jamás conquistará, como el periodista Antonio Caballero, quien considera muy monótono a este deporte y del cual no le interesaría escribir. “Los intelectuales –dice el columnista– lo miran porque está de moda, como en su momento lo fueron las carreras de carrozas bizantinas”.

Amor, odio, indiferencia, pasión, el fútbol es como la vida: nunca logrará que a su alrededor todos se pongan de acuerdo. Ni los más ilustrados han podido.

Fuente : La Semana
28 junio 2014

Borges, una "droga" literaria necesaria




Por Jorge Fernández Díaz

Me lo reveló una profesora de literatura en una tarde de invierno. Yo cursaba el segundo año en el colegio Carlos Pellegrini, venía de lecturas juveniles y aventureras, y estaba entrando lentamente en la poesía. La mujer nos pidió que leyéramos en voz alta El Sur , aquella odisea onírica y acaso metafísica de Juan Dahlmann, un pobre hombre que al final debía aceptar su destino, recoger un cuchillo del piso de un almacén y salir a pelear a la llanura. Y a la muerte. Nos fuimos turnando dos o tres compañeros en la ceremonia de leer aquella sutil derrota, y quedé muy impactado por el uso exquisito del español. Es que la textura de Borges dejaba como intentos rústicos y primarios a las traducciones baratas de los grandes escritores ingleses y franceses que yo leía en mi adolescencia. Parecía una lengua fundante: aquella prosa confirmaba lisa y llanamente que se podía escribir en argentino.

Nunca más pude deshacerme de Borges. Su cuento me llevó al libro que lo contenía, y después fui mudándome de obra en obra, y descubrí en el camino a sus amigos Bioy Casares y Mujica Láinez, y a sus antagonistas Cortázar y Sábato. Y esa droga literaria fue para mí realmente un camino de ida.

De todos los Borges posibles, el que más me fascina es aquel que, en el ocaso de su existencia, acometió con dos colecciones de cuentos: El informe sobre Brodie y El libro de arena . No es que no reconozca lo anterior -al contrario: todos aquellos textos magníficos han convertido a Borges en un clásico- sino que me deleita en lo personal cómo construyó estos particulares y penúltimos relatos sencillos pero hondos, alejados del barroquismo aunque nunca de la complejidad. Mucho tuvo que ver en esa metamorfosis de último momento su camarada Bioy, que predicaba una prosa más directa y cortés con el lector, y también los experimentos que habían llevado a cabo Henry James y principalmente Rudyard Kipling. Si tuviera que recomendarle a un principiante una puerta de entrada a la obra de Borges le sugeriría empezar por esas piezas transparentes y asombrosas.

Eso no excluye, por supuesto, un cuento que Borges abominaba: Hombre de la esquina rosada , donde aparece la figura del malevo y su puñal. Pero para leer ese relato casi policial hay que abrir Historia Universal de la Infamia , un dispositivo magnífico y vanguardista: Borges tomaba historias verídicas y las deformaba con su imaginación hasta hacerlas nuevas y originales.

Sería una pena, sería casi un pecado no leer o releer Ficciones y El Aleph , dos libros fundamentales dentro de la historia de la literatura. Y no recordar que el primer párrafo de El Aleph fue votado alguna vez, en una encuesta internacional, como uno de los diez mejores comienzos de todos los tiempos: "La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de Plaza Constitución habían renovado no sé que aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita".

Entre los muchos libros de Borges que me influyeron hay uno muy especial: Evaristo Carriego , un extraño híbrido entre el ensayo, el testimonio y la novela acerca de los comienzos del tango, los poetas menores del arrabal, las costumbres argentinas y sobre todo Palermo, el barrio donde nací y en cuyos viejos cafetines crecí, discutí a novelistas y poetas, leí libros y, sobre todo, soñé con transformarme en un escritor.

Dediqué, de hecho, toda una novela a homenajear a Borges. Se llama El dilema de los próceres , e imagina irónicamente las aventuras de un sobrino ficcional que hace las veces de Watson y que obliga a Sherlock Holmes a resolver un enigma histórico que empieza en Londres, sigue en Boulogne Sur Mer y en Southampton, y termina en la Buenos Aires de principios del siglo XX. En ese momento, yo estaba completamente obsesionado con la obra de Borges: casi línea a línea, la novela era una alusión en clave a todos sus libros, e incluso a sus frases más célebres. Tuve que someterme, luego de esa trabajosa experiencia, a una desintoxicación borgiana porque, como decía uno de sus personajes, "ya le copiaba hasta la forma de escupir". Fueron y son tan profundas su huella e influencia que sigo releyéndolo como un ex alcohólico toma, a escondidas, sorbitos de una copa de licor. El peligro de contagio y de caída es, por lo menos para una parte de mi generación, una irresistible correntada contra la que debemos luchar todos los días.
Entrevistar a Borges

Lo traté en persona una única vez. Fue cuando yo tenía poco más de veinte años y trabajaba en "La Razón" de Jacobo Timerman. Estábamos realizando una serie monumental llamada "El derrocamiento de Perón día a día". Digo monumental porque duró tres meses, durante los que entrevistamos a los más famosos protagonistas y sobrevivientes de aquellos tristes días de 1955. Uno de aquellos protagonistas resultó, a su modo, Jorge Luis Borges, que fue castigado por el régimen peronista y que devolvió siempre las gentilezas con frases antológicas y algunas veces arbitrarias, y con su particular gusto por el arte de injuriar.

Conseguir que Borges te recibiera en su casa era muy sencillo: le encantaba conversar de cualquier tema con los periodistas y atemperar de alguna manera su soledad. Aquella mañana me recibió Fanny, su legendaria ama de llaves, y me condujo hasta la sala donde estreché la mano huesuda y sin fuerzas de aquel hombre gentil, frágil y famoso. Estaba terminando una conversación con dos profesores extranjeros que lo llenaban de lisonjas. Me detuve en los libros de su exigua biblioteca mientras el corazón se me saltaba del pecho. Desde aquella tarde de invierno en el Carlos Pellegrini hasta este encuentro inverosímil en su departamento de la calle Maipú habían pasado lecturas, amores, experiencias, luchas, desdichas y también novelas y cuentos que yo había escrito y que se habían quedado hundidos para siempre en el cajón de las vergüenzas. Allí estaba el verdadero héroe de aquel pibe que tomaba notas en el "Bar Montecarlo" de Ravignani y Paraguay, y que seguía soñando con escribir alguna vez algo que tuviera algún valor.

Borges sonreía y devolvía respuestas rápidas a esos dos profesores que combatían con el castellano. Lo ví tan rosáceo y huesudo, tan inmóvil y a la vez tan ágil para elaborar una idea. Pero sobre todo lo vi tremendamente viejo y cansado. Me senté lejos para no interrumpirlo, y en eso estaba cuando uno de los visitantes, con ánimo de despedirse, le preguntó si podía tomarle unas fotos. Borges asintió como en otro mundo. Y entonces ocurrió un episodio curioso: los dos profesores se turnaron para hacerse fotos con Borges. Ponían caras, se recostaban confianzudamente a su lado, hacían gestos festivos y un tanto insolentes. Borges era ciego y no podía advertir todas las payasadas que hacían a su lado. Pero yo sí las veía. Parecían dos salvajes danzando alrededor de un tótem. Sentí algo así como repugnancia. Les tomé una última foto, y al irse me di cuenta de que aquellos dos contarían durante años en Europa la larga amistad que tenían con ese genio y que mostrarían, como pruebas irrefutables, esas imágenes apócrifas que, en realidad, se habían sacado como turistas lejanos junto a un monumento glorioso.

Ya solos, saqué mi grabador, me senté junto a Borges y comencé a hacerle preguntas. El tema lo seguía apasionando: el peronismo. Nada apasiona tanto como odiar. Me contó en detalle las ignominias que habían padecido él, su familia y sus amigos, y la alegría que había sentido en medio de aquella lluvia de septiembre, mientras Perón huía en la cañonera. También dedicó frases irreproducibles a Evita, que publicadas armaron un gran lío y que provocaron repudios airados por parte de los bloques justicialistas de Diputados y Senadores.

No sabía, claro está, que al despedirme me estaba despidiendo para siempre de aquel amigo que paradójicamente me acompañaría toda la vida. Exactamente un año después, el 14 de junio de 1986, se moría en Ginebra el más grande escritor en lengua española después de don Miguel de Cervantes. Como Juan Dahlmann, Borges finalmente había aceptado su destino, había recogido el cuchillo y había salido a la llanura. A la muerte. Y también a la inmortalidad.

Fuente : La Nacion
Martes 14 de junio de 2011

Se cumplen 70 años de la publicación de Ficciones




Se cumplen 70 años de la primera publicación de Ficciones, el libro más representativo de Jorge Luis Borges.

Publicado en 1944 y compuesto de dos partes: El jardín de senderos que se bifurcan y Artificios; posee dos prólogos.

La crítica especializada lo ha aclamado como uno de los libros que ayudaron a definir el rumbo de la literatura universal del Siglo XX. Asimismo, su publicación en 1944 colocó a Borges en un primer plano de la literatura universal. Fue incluida en la lista de las 100 mejores novelas en español del siglo XX del periódico español «El Mundo», así como también en la lista de los 100 libros del siglo XX del diario francés Le Monde y en los 100 mejores libros de todos los tiempos del Club de libros de Noruega.

Fuente dibujo : La Nacion
Ilustracion  : Pablo Bernasconi





viernes, 27 de junio de 2014

Juan Camilo Rincón, el Jorge Luis Borges colombiano





Durante cinco años, el escritor investigó la relación del autor argentino con nuestro país.

Por: CARLOS RESTREPO
  
A primera vista, resulta algo insólito pensar que una frase del argot popular como “Ser colombiano es un acto de fe” haya sido escogida para titular un libro dedicado al célebre escritor argentino Jorge Luis Borges.

Sin embargo, es aún más sorprendente –aunque no es de extrañarse que haya sorpresa en el universo borgiano– encontrar que esa frase surge del cuento titulado 'Ulrica', que el autor argentino publicó en dos obras: 'El libro de arena' y 'El libro de los sueños'.

Así lo explica el periodista cultural y escritor Juan Camilo Rincón, quien duró cinco años metido en bibliotecas y archivos investigando la relación que tuvo Borges con Colombia, para dar vida a su libro titulado con la curiosa frase.

El autor anota que ese hallazgo en el cuento del autor argentino fue como un primer mensaje cifrado de lo que luego corroboró en la investigación: el afecto especial que Borges tuvo por el país.

“De las muchas cosas que encontré, se destaca no solo sus tres visitas, sino también sus ensayos, sus referencias poéticas y lo lindo que hablaba de Colombia en sus entrevistas y el cariño especial que tenía por nosotros”, anota este apasionado de la obra del autor de 'El Aleph'.

Acerca de la historia que rodea la frase que escogió para el título, Rincón anota que ese texto es uno de los pocos cuentos de amor de Borges, que curiosamente es protagonizado por un profesor de la Universidad de los Andes, que conoce a una mujer noruega en un encuentro académico.

“Ella le pregunta a él de dónde es, y él responde que es colombiano. Y ella le dice: ‘¿Qué es ser colombiano?’. A lo que responde: ‘Es un acto de fe’”, comenta Rincón.

El libro, además de ofrecer, por primera vez, un completo panorama de esa estrecha relación de Borges con el país, es una de esas ‘empresas’ idílicas propias de esa especie de secta que se extiende por todo el mundo, como lo anota el propio autor.

“Nosotros, los seguidores de la secta borgiana, vemos que la belleza de la obra de Borges está basada en lo que escribe y decimos que su trabajo es infinito. Cada ocho días, o cada 15, en alguna parte del mundo aparecen títulos nuevos que aluden a él, como ocurre con Cortázar. Por eso creemos que nunca lo tendremos completo, que es un concepto que se remite a ese 'El libro de la arena' eterno de Borges, el libro que nunca va a tener un final”, concluye Rincón.

Borges y Colombia, en tres actos

El libro está divido en tres partes: la primera comprende comentarios que Borges hace sobre Colombia, que también inmortaliza en sus poemas y ensayos. La segunda parte es una mirada a todos los textos periodísticos que se han escrito en el país sobre Borges y su obra, para lo que el autor se remitió a los periódicos y revistas desde 1930 hasta el año pasado.

La parte final es una entrevista que le hizo Rincón a tres de los colombianos que conocieron a Borges, en las que recuerdan algunas impresiones y anécdotas: se trata del poeta Juan Gustavo Cobo Borda, el periodista cultural Mauricio Botero y Manuel Hernández Benavides, primer profesor de la cátedra Borges de la Universidad de los Andes.

Fuente : El Tiempo  -  Bogota

viernes, 20 de junio de 2014

Borges; las historietas y yo.




 
Por Lucas.

Mi primer contacto serio con Jorge Luis Borges, más allá de algún cuento que me hayan obligado a leer en la escuela, fue “El informe de Brodie” libro que adquirí en una casa de saldos de esas que hoy solo subsisten en la calle Corrientes, cuando debía tener más o menos 18 años.
En un primer momento debo reconocer que me sorprendieron dos cosas: primero que los cuentos eran casi incomprensibles y segundo que Borges era un escritor de género fantástico, casi casi como Tolkien que en ese momento estaba de moda por las películas de Peter Jackson (aunque leí por ahí que a JLB no le gustaba que lo compararan con el sudafricano).
Casi a continuación a merced de una ola de liquidación que se dio en el Club del Cómic (el que pertenece a Tony Torres, no el de Rafael de la Iglesia), ya que estaban mudando el local de la calle Corrientes al que estuvo muchos años en Montevideo y Sarmiento, pude acceder a casi la totalidad de los tacos de “La cosa del pantano” de Alan Moore, a precios que hoy dan risa la verdad.
De más esta decir que me explotó el cerebro, la prosa, el lirismo de Moore, la atmósfera me fascino de entrada pero lo que disparó mi imaginación fue el viaje al espacio que realiza el protagonista, donde va encontrándose con diferentes obstáculos como el planeta azul, una guerra entre rann y thannagar, y un linterna verde vegetal (cuanto aprendiste de esto James Robinson).
Pero lo que me sorprendió fue uno de los últimos capítulos, que esta guionado y dibujado por Rich Veicht, quien se haría cargo de la colección tras la partida de Moore en donde básicamente hace una remake del cuento “El aleph” tal vez el más famoso de Borges (hay que aclarar que el dibujante inglés le hace homenaje en la historia al Argentino).
Luego descubrí casi en igual condiciones (fiebre de liquidaciones) al “Animal Man” de Grant Morrison, obra de la que ya hablé en el blog y que literalmente hizo que me explotara en la cabeza, considerándola como lo mejor que había leído durante mucho tiempo, hasta claro que descubrí “La otra muerte” de Borges, en donde el protagonista se da cuenta de que “la continuidad” esta siendo modificada alrededor suyo.
El tema es, para no aburrirlos, que en los tiempos de la EAH hice un cursito de guión con el maestro Carlos Albiac, que lamentablemente falleció este año, en donde nos instó a los oyentes a leer los cuentos de Borges, porque para él, la práctica totalidad  de los guionistas anglosajones que estaban considerados unos monstruos sagrados, lo único que estaban haciendo era plagiar al famoso escritor ciego.
De esa manera, agarré “El informe de Brodie”, seguí con “El aleph”; “El libro de la arena”; “Ficciones”; “Historia Universal de la infamia”, etc. y la cabeza me volvió a explotar, la cantidad de ideas, de conceptos, que anteriormente me habían parecido impenetrables ahora me parecía accesibles y apasionantes, pero claro mi cerebro ya estaba reblandecido por un Moore, Morrison, Milligan, Warren Ellis y también Gaiman.
Y acá llego a la otra noche, en donde intenté releer el libro de ensayos “Otras Inquisiciones” y me topé con “El sueño de Coleridge” en donde Borges intenta conectar el sueño de Kublai Khan a quién se le aparece oníricamente el castillo que luego mandara a edificar con el poema de Coleridge que también fue inspirado entre las almohadas.
El escritor argentino en 1949 intenta desarrollar una teoría unificadora de los sueños; las ideas y la humanidad, algo que también intentaría Neil Gaiman en “The Sandman” casi cuarenta años después pero también desarrolla la idea de que tal vez estemos frente a un nuevo concepto universal que de a poco esta intentando colarse en nuestra realidad, algo que claro Morrison se esforzó de explicar en “Flex Mentallo” y en casi toda su obra.
Y bueno por ahí Borges tiene razón y las ideas y conceptos pertenecen a una suprarealidad penetrando cíclicamente las mentes de autores por todo el mundo.

Fuente : malditocerrado.blogspot

jueves, 19 de junio de 2014

Borges, China y un misterio no resuelto



 
Por Héctor D'Amico
  
El ideograma, una escritura singular que permite representar tanto un ser como una relación abstracta o una idea sin necesidad de apelar a las palabras, ha sido aceptado durante siglos como símbolo por excelencia del misterio y de la fascinación que sentimos por Oriente. Pero también, de modo ineludible, como ícono de incomprensión hacia todo aquello que excede las fronteras de nuestra cultura, lo que nos resulta familiar. En el invierno de 2009, en una ceremonia multitudinaria, solemne, como exige la tradición en aquellas tierras, María Kodama recibió, al pie de la Gran Muralla, los cinco pesados tomos de la traducción al chino de las obras completas de Borges. Entre los invitados -funcionarios del gobierno, intelectuales, docentes, estudiantes universitarios y diplomáticos extranjeros-, se hallaba el profesor Lin Yi' An, uno de los más renombrados expertos en literatura hispanoamericana y jefe del equipo que dedicó varios años a traducir la obra de Borges.

María Kodama todavía recuerda que, pese al abrigo y al gorro de piel que la protegía, el frío era tan intenso que hubo que apresurar la ceremonia para poder refugiarse en un enorme salón en donde ella se demoró un largo rato firmando libros. Días atrás, quise saber qué había sentido ella exactamente al abrir el primero de aquellos tomos, cuando observó los delicados trazos negros de los sinogramas, escritos de derecha a izquierda, que contrastaban con el fondo blanco de las páginas. "Me mantuve callada", dijo. "Pero enseguida pensé: «¿Qué habrán hecho?»". Esa duda, aclaró, no era una crítica, tampoco temor. Era perplejidad. La impostergable urgencia de tener que embarcarse en un ejercicio de imaginación cuyas dimensiones y posibilidades eran infinitas, pero, a la vez, sabiendo que toda respuesta le sería esquiva. La pregunta que Kodama se hacía en silencio era plural. Un juego tentador para los lectores de Borges, pero impracticable en los hechos. ¿Por ejemplo, cómo será ese otro "Aleph", el de los ideogramas? ¿Qué habrá ganado o perdido en la traducción "Funes el memorioso"? ¿Cuáles son las fortalezas y limitaciones de un idioma al que todo el mundo denomina mandarín, aunque su verdadero nombre es putonghua , para que el espíritu con el que fueron escritos los "Nueve ensayos dantescos", el "Poema de los dones" o "Los conjurados" logren emocionar a un estudiante en Shenzhen o a un comerciante en Nanjing?

Despierta una sensación extraña el hecho de que la versión china de una de las mayores obras literarias del siglo XX, de un escritor de escritores, en la práctica sólo pueda ser cotejada con su lengua original por un grupo llamativamente reducido de personas, entre ellas, las mismas que la tradujeron. Borges, que recurría al humor ante situaciones ambiguas, como ésta, dijo alguna vez que no confiaba en la publicidad porque le habían advertido que la paga la misma gente que fabrica los productos.

Sin embargo, el profesor Chen Kaixian, primer traductor de Borges al chino, en una extendida ceremonia del té compartida hace años en el Central Hotel Shanghai, me explicó que sería una arbitrariedad, un despropósito, agitar en este caso y en este contexto el fantasma del "Traduttore, traditore!", grito de furia que todo escritor resucita cuando siente que su obra ha sido maltratada. En el encuentro, Chen había recurrido a un ejemplo sencillo para describir el abismo que separa a los dos idiomas. Su elección, la sílaba "ma", no podía ser más didáctica. Explicó: "Con el primer tono, significa 'madre'; con el segundo, 'marihuana'; con el tercero, 'caballo', y con el cuarto, 'insultar'".

Cuenta que al sentarse al escritorio para traducir del español lo primero que busca es entender la frase, luego la idea, después el contexto y, finalmente, la cadencia. Son los pasos que demanda expresar la frase en chino de la manera más adecuada. "No hay ninguna otra cosa que yo pueda explicarle acerca de mi trabajo como traductor", confesó. Pero agregó algo más: "Con el conocimiento de tres mil ideogramas usted podría leer un diario en chino. Para leer a Borges necesitará más de diez mil".

La semana pasada, un nuevo diálogo con Chen deparó una sorpresa: la existencia de un silencioso, pero cada vez más extendido fenómeno de revalorización de la obra y la figura de Borges en universidades, centros culturales, seminarios y ateneos literarios en las grandes ciudades de China. Referencia obligada de esta comunidad es, precisamente, Borges Librería (escrito así, con grafía española), que se ha mudado varias veces y funciona ahora integrada a una galería de arte del centro de Guangzhou, la tercera ciudad de China. Las normas del local son de un inequívoco ascetismo, aun para una librería. Nada de música, comida ni conversaciones en voz alta. No se aceptan devoluciones. Hay una sola silla disponible para los clientes que consultan textos. Los empleados tienen estudios universitarios en crítica literaria, sin excepción.

Como director del Centro Cervantes y de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nanjing, Chen es reconocido por sus pares como el intelectual que hizo la mayor contribución para expandir el universo borgiano en el país más poblado del planeta. Tanto, que la presidenta Cristina Kirchner, al reconocerlo en una recepción durante su visita oficial a Pekín, lo señaló con los brazos extendidos y, a falta de mayor precisión, le gritó: "¡Borges chino!"

La meticulosidad y el rigor con los que este hombre se vincula con Borges y su mundo lo exponen a ser considerado un perfeccionista obsesivo. Pero sería un error. Es cierto, en un período de veinte años entregó a la imprenta tres traducciones diferentes del cuento "El otro", en su opinión cada una más precisa que la anterior; sin embargo, no descarta ponerse a trabajar en una cuarta. También es cierto que, en un gesto inusual, al ser consultado sobre la versión china de las Obras completas, puso sal en la herida diciendo "cuya calidad no garantizo". No considera sus viajes a la Argentina para dar conferencias, documentarse, inaugurar la cátedra de Estudios Orientales en la Universidad de Mendoza o volver sobre los pasos de Borges en Buenos Aires, un derroche de energía. Los asume como elección, la estudiada rutina que le permite hacer bien su trabajo.

Así como Borges estaba convencido de que "todo ha sido pensado en la India y China", una de las certezas de Chen es que, para comprender a Borges en su real dimensión, es indispensable ampliar la perspectiva desde la que se lo observa. Analizarlo por lo que sabemos de él, razona, nos confirma su genio, su enorme riqueza, la asombrosa originalidad de las ideas y el profundo sentido filosófico de sus ensayos, que serán un paraíso de inspiración para los escritores. Al elegir la mirada del presente se incurre en una suerte de miopía que puede describirse como la valoración sesgada de un ser excepcional. Es estar ante alguien que nos ha deslumbrado con su sabiduría, humor y una firme actitud escéptica ante la realidad, pero sin que exista una certeza o presunción de que tenga mucho para decir a las próximas generaciones.

"Con el correr de los años -sostiene Chen-, cada país, de un modo u otro, termina eligiendo un escritor único que lo representa. Claramente, Cervantes es el referente de España, aunque hay que decir que no es un hombre típico de la España que le tocó vivir, en la que prevalecía la Inquisición. Algo similar puede decirse de Victor Hugo, en Francia, o de Shakespeare, en Gran Bretaña. En el caso de Borges, desconozco, ignoro en realidad, si los argentinos terminarán aceptándolo como su representante cabal, pero estoy convencido de que en los próximos cien años su obra será más leída que en el presente."

Esta mirada holística, coherente con la tradición oriental, en la que el devenir es entendido como continuidad del pasado, no es un don menor cuando se es traductor en China y se abrazan otras culturas en épocas equivocadas. Cuando Mao lanzó su Revolución Cultural, en 1966, sus padres fueron dos de las víctimas tempranas que terminaron internadas en campos de reeducación. El padre era el mayor experto en Shakespeare del país; su madre, una soprano que se había destacado en La Traviata y Madame Butterfly . El propio Chen pasó una temporada en un campo de reeducación antes de ganar una beca y ser autorizado a viajar a México para perfeccionar su español.

Ya como traductor, fue testigo de situaciones insólitas, como la que vivió Gabriel García Márquez poco antes de ganar el premio Nobel. Lo enojó tanto la publicación pirata de Cien años de soledad que en su primera visita a China exigió viajar como turista para darse el gusto de rechazar todas las invitaciones oficiales y homenajes. El caso más extraño, sin embargo, seguirá siendo el del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Fue, de manera previsible, el primer libro español traducido al chino. Se editó en Shanghai, en 1922, con el creativo título de Moxiazhuan, biografía del caballero loco . Como ninguno de los dos traductores hablaba español, algo habitual en esa época, trabajaron con una versión inglesa. Lo malo fue que treinta años más tarde se enteraron de que existía una segunda parte de Don Quijote.

Fuente : La Nación

Borges en Salta - 1964



Luis Borelli

Hacía poco que Borges había regresado al país luego de permanecer casi dos años en EEUU. Allí había dado charlas y conferencias sobre José Hernández y Leopoldo Lugones, en la Universidad de Austin, Texas. Y fue justamente sobre este tema que Borges vino a Salta a dar una conferencia.

Actividades

Borges y Velázquez llegaron por la mañana y se alojaron en el Hotel Salta. Por la tarde visitaron El Tribuno donde fueron recibidos por el director Roberto Romero y el secretario de Redacción Mario Ghabara. Luego de una charla amena y cordial, Borges accedió a dos pedidos: conceder un reportaje (lo hizo Mario Ghabara) y asistir al ágape que El Tribuno les ofrecería al día siguiente a los dos escritores en la tradicional casa de Guillermo “Pajarito” Velarse Mors, Pueyrredón 106,

Luis Borges “Por estos días estoy escribiendo  una milonga”

¿Qué está haciendo en la actualidad?

“En estos momentos estoy revisando con María Esther Vázquez un libro titulado “Antigua Literatura Germánica”, que es un texto sobre la literatura medioeval de Inglaterra, Alemania y Escandinavia, que publicó hace años el Fondo de Cultura Económica de Méjico y que una editorial de París quiere traducir al francés. Hace unos cuatro años que estoy estudiando, o tratando de estudiar, las lenguas germánicas medioevales, de suerte que ahora puedo hablar de estos temas basándome en un conocimiento directo de los originales. Además, la Dirección de la Cultura de la provincia de Buenos Aires me ha encargado la posibilidad de una versión cinematográfica del Martín Fierro. En estos días aparecerá una milonga de Guastavino cuya letra he escrito y que se titula "Milonga de dos hermanos'. Asimismo tengo mis tareas de director de la Biblioteca Nacional y dicto cátedras de literatura inglesa y norteamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

¿Qué nos puede decir de la actualidad literaria nacional?

Yo querría destacar, en lo referente a la poesía, los nombres de Carlos Mastronardi, de Silvina Ocampo y de Silvina Harriague; y en lo referente a la prosa, los nombres de Adolfo Bioy Casares, Manuel Peyrou, de Eduardo Mallea y de Manuel Mujica Láinez. Este último ha vuelto, renovándola, a la antigua tradición de la novela caudalosa, llena de aventuras, destinos y vicisitudes.

¿Y de los escritores de la nueva generación?

No puedo hablar con mayor autoridad de la producción más reciente, pues hace diez años mi vista no me permite leer ni escribir, de tal manera que he quedado rezagado. Al hablar de los poetas he olvidado un nombre importante, el de Miguel de Etchebarne, autor de un poema épico de las orillas: "Juan Nadie' (Vida y muerte de un compadre), concluyó.

El agasajo de El Tribuno para el famoso escritor

Fue en la tradicional casa de “Pajarito” Velarde, en Pueyrredón 106. En la velada acompañaron a Jorge Luis Borges y a María Esther Vázquez, el poeta Raúl Aráoz Anzoátegui, director de Radio Nacional, directivos de Sonovisión Canal 3, Ricardo F. Dorré de El Tribuno, el dueño de casa, don Guillermo Velarde Mors y José Juan Botelli quien, en el piano de “Pajarito”, interpretó añejas milongas que, una a una, Borges las fue comentando e historiando. La reunión, donde Borges acaparó la atención de todos, se prolongó casi hasta el filo de la medianoche; eso sí, no escasearon las sabrosas empanadas al horno y el vino tinto salteño.

Se cuenta que al final, una sorpresa más hubo para Borges y la escritora: un cochero bien apalabrado por “Pajarito”, los llevó hasta las mismas puertas del Hotel Salta, luego de recorrer calle España y rodear la plaza 9 de Julio.

Quizá haya sido esta, la última vez que Borges subió en un coche de plaza o “Victoria”, como se llamaba este carruaje inglés.

En Radio Nacional

En nuestra ciudad, María Esther Velázquez y Jorge Luis Borges brindaron sendas conferencias en el salón auditorio de LRA 4, Radio Nacional Salta (Mitre al 300). El 27 de mayo lo hizo la poetisa abordando el tema “Falstaff o la temática de Shakespeare”.

Al día siguiente, por la tarde, fue el turno de Jorge Luis Borges quien se explayó sobre la “Poesía gauchesca”.

Ambas disertaciones fueron propaladas en directo a toda la provincia por la onda de Radio Nacional, cuyo director era el poeta Raúl Aráoz Anzoátegui, quien por esos días hizo de anfitrión de la distinguida pareja de huéspedes.

Fuente : El Tribuno – Salta



FUL 2014 mostrará el lado colombiano de Borges




 Juan Camilo Rincón Bermúdez compartirá con el público mexicano su libro “Ser colombiano es un acto de fe. Historias de Jorge Luis Borges y Colombia” (Libros & Letras) en el marco de la 27 edición de la Feria Universitaria del Libro que se realizará en Pachuca, Hidalgo.

La FUL 2014 que organizan la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) y su Patronato —se llevará a cabo del 22 al 31 de agosto— , trae la propuesta de Juan Camilo Rincón, quien recupera las tres visitas hechas por Jorge Luis Borges a Colombia en 1963, 1965 y 1978, y reconstruye la relación del escritor argentino con aquella nación sudamericana a través de sus viajes, anécdotas, amigos, homenajes, pero sobre todo de las opiniones del autor sobre Colombia, sus intelectuales y sus apreciaciones a través de sus obras.

La obra editada por Libros & Letras y distribuida por Promolibro, se convierte entonces en un pretexto para reflexionar sobre lo que es ser colombiano, analizar el concepto de pertenencia y la idea de sentir y profesarse de algún lugar. Pero también encontrar los guiños y afinidades hacia Colombia que Jorge Luis Borges plasmó a través de sus cuentos y poemas, personajes y paisajes y que alguna vez llevara al escritor bonaerense a expresar: “Tengo un gran afecto por la República Oriental y por Colombia, pero no se me ocurre pensar que pueda ser uruguayo”.

Rincón Bermúdez invitará al público mexicano a revisar los estudios que sobre Borges se han hecho en Colombia, la forma cómo su obra logró influir el pensamiento de múltiples escritores latinoamericanos e incluso rememora las reacciones que provocó la muerte del autor y los muchos y sentidos homenajes que ha recibido.

Fuente : coffeeandsaturday
17 de junio de 2014



La Ciudad que Borges fundó en Palermo



Por Julieta Roffo.

La primera vez que alguien fundó Buenos Aires fue en 1536: el adelantado fue Pedro de Mendoza y, como en épocas virreinales no existía la ley del off-side, lo de “adelantado” era más bien un salvoconducto para apropiarse tierras. No se sabe bien dónde se emplazó el fuerte porteño por aquellos tiempos: si en el Parque Lezama, la Vuelta de Rocha, la Plaza San Martín o el Parque Patricios. Pero para 1541 los querandíes habían desarmado la incursión española. En 1580, se adelantó Juan de Garay e insistió con lo de la fundación: esta vez el fuerte estaría en Plaza de Mayo, hoy corazón político de la Ciudad y del país. Nada que no le hayan enseñado a uno en la escuela primaria.

Con el tiempo, uno puede llegar a enterarse de la tercera fundación de Buenos Aires: en su poemario Cuaderno de San Martín, de 1929, Jorge Luis Borges refunda la Ciudad que, por un par de estrofas, nació en Palermo: “Una manzana entera pero en mitá del campo / expuesta a las auroras y lluvias y suestadas. / La manzana pareja que persiste en mi barrio: / Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga” , escribió. En la génesis que el escritor inventó, la Ciudad había nacido nada menos que donde él creció: a principios del siglo XX, su familia era dueña de tres lotes contiguos que formaban una sola vivienda sobre la calle Serrano. Allí Borges pasó su infancia y parte de su adolescencia, entre 1901 y 1914, cuando en Palermo había más cuchilleros que tiendas de diseño.

Y aunque al final de su poema “Fundación mítica de Buenos Aires” Borges prefiere que la Ciudad sea eterna, sin principio ni final, narra, narra, que algo quedará: hay señales de que en esa manzana estuvo su vida y también su obra. La más visible: desde la Plaza Cortázar –esa que todos llamamos “Plaza Serrano” cuando nos citamos en alguno de sus bares– hasta Plaza Italia, la calle Serrano pasó a llamarse hace años Jorge Luis Borges. Justamente en la esquina de Borges y Guatemala, una placa municipal interrumpe la decoración de un restorán (de diseño, obvio) y reproduce versos de su poema. En Borges 2135, donde hoy hay una peluquería, hay también un cartel que dice que allí vivió el escritor.

Un poco más cerca de Paraguay, al 2145 de Borges, está el café El Aleph del Soho. Además de una antigua edición de Ficciones, una de 1946 de El gran Gatsby, un primer tomo de La Divina comedia y una foto del escritor muy sonriente y muy ciego, en el café hay un cuadro que reproduce la escritura de 1938 a través de la cual la familia De Luca compró uno de los tres lotes a Borges, su madre y su hermana: Juan José De Luca, dueño del bar e hijo del arquitecto que en 1942 inauguró un edificio de cinco pisos en ese terreno, muestra los papeles amarillentos. Ahí están doña Leonor Acevedo de Borges, doña Leonor Fanny Borges y don Jorge Francisco Isidoro Luis Borges vendiendo una de sus propiedades.

“Se acercan muchos extranjeros, especialmente brasileños pero sobre todo europeos, preguntando si no hay un museo que rinda homenaje a Borges”, cuenta De Luca. Menos visitar ese museo que no existe, se puede hacer de todo en la manzana del mito: alquilar un local cuesta entre 4.000 y 11.500 pesos al mes, una cerveza de litro cuesta 28, un pastel de papa con postre cuesta 60, un café, 18, y un kilo de queso de oveja, 259. Se puede comer en un restorán italiano o visitar la galería de arte Espacio 10, que también reproduce la estrofa borgeana en su frente, sobre Guatemala, y que conserva en su interior vitraux de Bélgica y mármol de las canteras de Carrara. Se puede vivir en algún piso alto de las Twin Towers (algún osado bautizó “Torres Gemelas” al proyecto inmobiliario) que miran una a Paraguay y la otra a Guatemala, y que derribaron la vieja palmera por la que respiraba el pulmón de esa manzana.

Se puede vivir en esas cuatro calles sin tener noticias de esa fundación inventada, como les pasa a Beatriz, Mario o Gustavo. Para Alberto, que hace quince años habita la manzana y hace unos cuarenta lee a Borges, es distinto: “Es como vivir en un lugar virtual que nunca existió, pero que existe en la memoria”.

En esa Ciudad virtual donde Palermo es casco histórico, las grandes manifestaciones políticas llegarían por Sarmiento, Las Heras y Santa Fe hasta Plaza Italia, y el invernadero de hierro y cristal del Jardín Botánico podría ser la Casa de Gobierno más transparente del mundo. Pero se me hace cuento todo esto.

Fuente : Clarín
8 de junio de 2014-06-19

La Filarmónica de Venezuela estrena "Ficciones", obra para guitarra y orquesta




La obra está basada en relatos de Jorge Luis Borges. Pedro Mauricio González llevará la batuta del concierto que tendrá como solistas a Mario Arévalo y Guillermo Flores.
  
La Fundación Compañía Nacional de Música se une a la celebración del III Festival de Guitarra Venezuela 2014, con el gran concierto que ofrecerá la Orquesta Filarmónica Nacional (OFN) el domingo 15 de junio a las 11 am, en la Sala José Félix Ribas del Teatro Teresa Carreño, donde estarán como invitados Mario Arévalo y Guillermo Flores como solistas, bajo la batuta de Pedro Mauricio González.

El evento incluye el estreno mundial de la obra "Ficciones para guitarra y orquesta", del colombiano Juan Diego Gómez (Manizales, 1962), composición inspirada en relatos del escritor y poeta argentino Jorge Luis Borges.

Como antesala, la OFN interpretará "Nocturno" del maestro González, quien comentó que se trata de una obra sinfónica breve estrenada en 1994, de sonidos apacibles y meditativos, que "evocan la tranquilidad de la noche". Seguidamente, el guitarrista venezolano Guillermo Flores se unirá la orquesta para interpretar el "Concierto N 1 para guitarra y orquesta", que fue escrito a principios de los 80 por el maestro de las seis cuerdas Leopoldo Igarza, cuando era alumno de la cátedra de composición que  dirigía Antonio Lauro en la Escuela de Música Juan José Landaeta.

El programa continúa con "Petite suite" del francés Claude Debussy (1862-1918), una de las figuras más importantes de la música europea de finales del siglo XIX. Los cuatro movimientos de la obra creada originalmente para piano a cuatro manos y luego orquestada en 1907 por Henri Büsser, cercano a Debussy, están inspirados en poemas de Verlaine y Banville.

El punto final de la jornada musical será con el estreno mundial de la obra de Juan Diego Gómez, quien participa como invitado del IIl Festival de Guitarra Venezuela, que se desarrolla actualmente en varios estados del país. Su compatriota, el joven guitarrista Mario Arévalo (Bogotá, 1989), será el solista de la obra en la que están presentes los temas contrastantes de la prosa borgiana, la atmósfera sutil de sus relatos y sonoridades de la danza oriental, entrelazados en un diálogo intenso entre el instrumento y la orquesta.

La cita para el concierto de la Orquesta Filarmónica Nacional es el domingo 15 de junio a las 11 am en la Sala José Félix Ribas del TTC. La entrada tiene un costo de Bs 50. La boletería está disponible en las taquillas del teatro.

Fuente : El Universal

Presencia de Dios en la poesía de Borges





María Teresa Rearte

“Toda poesía es misteriosa; nadie sabe del todo lo que le ha sido dado escribir”, decía Jorge Luis Borges. A quien, desde los grandes temas metafísicos hasta los propios de la vida cotidiana, le llegaron desde y por la literatura. En esa línea, el tema de Dios que es objeto de esta nota, admite diferentes declinaciones.

Borges llega a la escritura como poeta. Y descubre temas en los que patentiza “algo”, que es real y sustancial para el hombre y el mundo. El tema de Dios ingresa suavemente en su obra. El escritor cita con frecuencia pasajes de la Biblia, que algunos sugieren rescatados de la voz de su abuela inglesa, que lo acunó con los sagrados versículos.

Así podemos apreciarlo en el poema “Lucas XXIII”, donde se aproxima a quien es conocido como el “buen ladrón”. “... En su tarea// última de morir crucificado,/ oyó, entre los escarnios de la gente,/ que el que estaba muriéndose a su lado/ era Dios y le dijo ciegamente:// Acuérdate de mí cuando vinieres/ a tu reino, y la voz inconcebible/ que un día juzgará a todos los seres/ le prometió desde la Cruz terrible/ el Paraíso...”.

Por otra parte, Borges gira en torno a cuestiones teológicas que lo inquietaban. Así ocurre con el poema “Del infierno y del cielo”, en el que despoja al infierno de sus aspectos truculentos. Y al cielo de su esplendor. Ambos estados de condena y salvación, definirán según los trazos del poeta, “un rostro/ inmóvil, fiel, inalterable/ (tal vez el de la amada, quizá el tuyo)/ y la contemplación de ese inmediato/ rostro incesante, intacto, incorruptible,/ será para los réprobos, Infierno;/ para los elegidos, Paraíso”. Los versos concluyen en que habrá “réprobos” y “elegidos”, unos y otros en situaciones diferentes. Pero llama la atención, sin mención alguna de Dios, que es el ausente.

En “Mateo XXV, 30” el poeta tiene conciencia del Juicio Universal de Dios, una noche sobre un puente ferroviario, en un barrio periférico de Buenos Aires, en medio del “fragor de trenes que tejían laberintos de hierro...”. Luego añade: “Y desde el centro de mi ser, una voz infinita/ dijo estas cosas (estas cosas, no estas palabras)/ que son mi pobre traducción...” Y continúa con la enumeración de lo que su memoria guarda.

Borges exhibe en su poesía la libertad de nombrar a Dios de acuerdo con sus personales, y aun contradictorios, puntos de vista. Y también con la bella hondura de su decir. Así en el “Poema de los dones” aparece al decir de su verso, “... la maestría/ de Dios, que con magnífica ironía/ me dio a la vez los libros y la noche”. Los 800.000 volúmenes de la Biblioteca Nacional, de la cual acababa de ser nombrado director están ahora ante él. Por lo que en el mismo poema añade: “De esta ciudad de libros hizo dueños/ a unos ojos sin luz, que sólo pueden/ leer en las bibliotecas de los sueños...”. No obstante, en el “Otro poema de los dones”, dirá: “Gracias quiero dar al divino/ laberinto de los efectos y las causas...”.

Quiero mostrar al menos una referencia a Jesús en su poesía. Por ejemplo, en el poema “Cristo en la cruz”, de cuidada construcción, resaltan las dos líneas finales del mismo: “¿De qué puede servirme que aquel hombre/ haya sufrido, si yo sufro ahora?”. Versos que parecen mostrar que para Borges, Cristo no pasaría de ser una imposibilidad trágica.

Deseo que quede clara la imposibilidad práctica de abarcar una obra tan amplia como la suya en el espacio de una nota. Así como rotularla, asimilándola a algún sistema doctrinal implicaría la reducción de la misma a esquemas un tanto arbitrarios. De los que el mismo autor se ha distanciado al escribir.

No obstante lo expresado, el poetizar de Jorge Luis Borges, el más universal de los escritores argentinos, no reniega de la búsqueda. Pero se advierte en su obra un interminable ir y venir del tema de Dios. Por lo cual, si bien permanentemente aludido, Dios acaba siendo el gran eludido. Poéticamente manejada, su presencia se muestra, y a la vez se nos esconde.

Fuente : El Litoral

Un laberinto de ensueño



 
Por Alina Diaconú
 
Cuando salí del auditorio del Malba, llovía. Era como prolongar la emoción que -creo- colmó a todos los espectadores en el estreno del documental Jardín de sueños, que terminábamos de ver.

Se trata de una película singular, donde Alejandro Yael y Javier Tanoira cuentan la historia de un sueño hecho realidad, en torno a un laberinto ideado para homenajear a Jorge Luis Borges.

La reconstrucción de los hechos, desde la concepción hasta la concreción, es minuciosa, buena la fotografía, buena la música.

Todo comienza con un primer sueño. En 1979, un hombre, en Londres, sueña que Borges ha muerto y que una amiga de ambos aparece ante él y le pide diseñar un laberinto en homenaje al escritor. El hombre es el inglés Randoll Coate, la amiga en común es la escritora argentina Susana Bombal.

Randoll Coate no sólo se anticipa a la muerte de Borges, sino que -oh, maravilla- ese señor era diseñador de laberintos y decide entonces responder al ruego onírico de su amiga de la Argentina. Es así como va a ir dibujando un laberinto lleno de símbolos. En él aparecen, vistos desde arriba, el apellido de Borges, las iniciales de María Kodama, un reloj de arena, el número 86, edad a la cual Borges levantó vuelo y año (1986) de su partida. El proyecto fue donado a la Fundación Internacional Jorge Luis Borges por Randoll Coate y llegó a manos de María a través de Camilo Aldao (h).

De ese modo, entre ella, él y Carlos Thays (paisajista) comienzan a buscar en Buenos Aires el lugar y la manera de concretar ese sueño -ya plasmado en el papel-. Lo que enfrentan es un laberinto de dificultades, promesas y frustraciones de todo tipo. Hasta que la familia de Camilo Aldao (h) cede una superficie de una hectárea en su estancia de San Rafael, Mendoza, una finca que data de 1830, que había pertenecido a su tía, Susana Bombal y donde Borges había pasado algunos veranos.

Pero para que el proyecto se materializara en un laberinto de verdad, pasaron muchos años : en total, veinticinco. El film cuenta esa aventura que se inicia con el sueño de Coate (quien también murió en el interín) y sigue con la utopía de Camilo(h) que, a la manera de Gandhi, es un idealista práctico que parece cumplir con la puesta en marcha de ese laberinto, una última voluntad.

El documental sigue la historia paso a paso: la donación de 8000 plantas de arbustos boj, el trabajo de plantación y los sensatos consejos del capataz de la finca, las visitas de María Kodama al lugar, los interesantes testimonios de los familiares y colaboradores, el impresionante granizo que cayó sobre el campo tras terminarse la tarea de plantación y otras varias carreras de obstáculos superadas.

Recordé el documental que Herzog hiciera sobre la filmación de Fitzcarraldo, donde sólo el tesón de un director de cine genial y empecinado en mover por encima de una montaña un barco inamovible, lograba vencer todas las adversidades imaginables e inimaginables: desde los problemas ocasionados por la propia selva, hasta los conflictos surgidos entre los centenares de indígenas contratados para esa odisea, o los ataques de desesperación del actor Klaus Kinski.

Claro que en la obra de Mendoza, todo fue más benigno y el entusiasmo de los soñadores mancomunados en un proyecto común, desinteresado, bello y generoso, ese libro abierto al Universo diseñado por Coate en honor a Borges, hicieron que todo se cristalizara y que aparecieran -como por milagro- las soluciones para cada desafío.

Este extraño laberinto verde de San Rafael, Mendoza, va a ser inaugurado en octubre de este año y ya hay dos réplicas con el mismo diseño de Randoll Coate, uno en Venecia y otro entre nosotros, en el Tigre.

La cadena de obstáculos se convirtió en una cadena de sueños cumplidos. Y cuando la película muestra el laberinto tomado desde lo alto, uno piensa que son los propios ojos de Borges los que, desde arriba, ven con toda nitidez y alegría ese laberinto que, para él, como símbolo, constituía una metáfora de la vida misma. O, en su decir, el tiempo, ese otro laberinto.

Y fue así como, partiendo de una quimera, todo fue utópico, hasta que dejó de serlo.

Fuente : La Nacion