domingo, 31 de agosto de 2014

Borges pasó por aquí – Borges en Bogotá





Lo malo de encontrarse con los personajes es que ellos nunca se encuentran con uno

Ahora que se cumplieron 115 años de su nacimiento (agosto 24) parece que fue mañana que abordaba a Jorge Luis Borges a la salida del Palacio de Nariño, después de su encuentro con el entonces presidente Turbay, quien provocó envidia nacional al confesar que la suya era una "casa tomada" por siete mil libros. Leídos, claro.

El "último delicado" salió de Palacio y de inmediato empezó a disfrutar la ciudad vieja de Bogotá, uno de los principales sitios turísticos de la metrópli que todavía carece de metro.

Borges lo veía todo con el resto de los sentidos después de que Dios tuvo la magnífica ironía de depararle al mismo tiempo "los libros y la noche".

A lo mejor bromeaba para sus adentros con la sonrisa de quien se jactaba más de lo leído que de lo escrito: para lo que hay que ver —pensaría- con la ceguera basta.

Viendo a Borges por primera y última vez me curé del deseo de que se me aparecieran Dios o la Virgen, dos de las ficciones de mi niñez.

Se supone que como reportero tenía qué preguntarle algo, pues para eso me pagaban. Pero me pareció falta de consideración distraerlo mientras disfrutaba del misterio del sector.

Años después de "mi" encuentro con Borges lamento no haberle dicho: Maestro, usted es una de sus ficciones, usted no existe, está rezado, ¿verdad? O: ¿Por qué nunca habla de García Márquez o ya leyó siquiera 20 de los cien años de soledad, siguiendo una de sus bromas?

Lo malo de encontrarse con los personajes es que ellos nunca se encuentran con uno. Pero nadie me quita lo bailao: conocí a Borges.

Lo seguí en su periplo por el barrio donde nació un colega suyo poeta, José Asunción Silva, quien se suicidó disparándose un nocturno en el corazón. Me habría gustado meterle la mano al bolsillo y robarle algún futuro verso. U otro ya escrito. O uno de sus cuentos, algún ensayo, el bastón, su memoria.

Sus pasos lo llevaron hasta la sede del Instituto Caro y Cuervo, la institución que vela por la pureza del idioma. Lo esperaba el director, Ignacio Chaves, quien hace tiempos goza de Borges.

Si antes había envidiado a Turbay, ahora envidiaba a Chaves quien le narraba al visitante la vieja casona con pelos, señales y fantasmas. El agua de la alberca se encargaba de ponerle música de cámara a la crónica del anfitrión.

Me pareció haberle oído murmurar a Borges — tenía "voz de sombra", como Malena, la del tango de Manzi- que esa casa repetía otra que había "visto" en una remota ciudad, que ese ambiente no le era extraño. Espero no calumniarlo si digo que mencionó a Granada en ese "contexto".

Al "argentino más citado" lo esperaba un salón atestado de perplejos. Don Jorge despachaba sonriente toda suerte interrogantes. Este "reportero" volvió a callar como un eterno principiante.

No se me ocurrió nada. Ni siquiera le pregunté por "un tal Acevedo Bandeiras", Juan Dalhmann, su Martín Fierro, por qué amó tanto a Stevensen, por qué seguía soltero, cómo le parecía el Dios de Spinoza, si era ateo, por qué rezaba el rosario.

También pude haberle preguntado por algún compadrito que después se volvió tango en la voz de Edmundo Ribero que admiraba. No pregunté nada, pero el mundo se podía acabar ya. Regresaba a casa siendo un Borges más rico.

Una versión de este artículo se publicó en la edición impresa de La Opinión del día 8/31/2014 con el título "Borges pasó por aquí"

Fuente La Opinión – Bogota  -  31/08/2014

“Hoy la tradicional confitería Richmond se convirtió en un monumento a la hipocresía”



 
El clásico de Florida reabrió como casa de deportes, pero mantiene una zona de bar con ocho mesas para evitar la clausura. Pablo Marchetti fue a tomar café y relata la experiencia.

Por Pablo Marchetti

Sólo. Marchetti toma café en la nueva Richmond, entre zapatillas y ropa deportiva. El viernes a las cinco de la tarde era el único cliente.

En la Richmond uno se puede sentar a tomar un rico café. Sí, el café es rico. Nespresso, para más datos. Esos de cápsula, con distintas variedades. Sí, el que toma George Clooney. También se puede tomar un rico té de la línea Pálpito. Que, por si no lo conocen, es un té premium con distintos blends. También se puede tomar una gaseosa o un agua mineral. Y nada más.

Para comer no hay nada. Bueno, sí, los cafés y tés vienen acompañados con un alfajorcito, cortesía de la casa, que puede ser negro o blanco. Y ya; la carta termina ahí. Es cierto, ha habido una profunda merma en la histórica carta de la Richmond, que tenía 454 ítems entre bebidas y comidas. Pero aún está el bar. Con sus mesas thonet con centro bordó, con sus sillas/sillones estilo Chesterfield de madera tallada, con apoyabrazos y tapizado de cuero bordó haciendo juego con las mesas, con sus arañas de bronce y opalina, holandesas, señoriales, en los techos, alumbrando el sector. Sí, el sector.

Sucede que la confitería Richmond es ahora un apartado que ocupa el 10 por ciento del local. El resto es territorio de Just for Sport, una casa de venta de artículos deportivos. A diferencia de la Richmond, Just for Sport está iluminado con lámparas de LED y sólo conserva de la antigua estructura las paredes y los techos con revestimiento de madera.

En Just for Sport hay bastante gente mirando ropa deportiva. La Richmond, en cambio, está vacía. Los encargados juran que suelen venir muchas personas, en especial ex parroquianos de la antigua Richmond. No quiero ser malpensado, pero me da la sensación de que no me están diciendo la verdad. Un viernes, entre las 5 y las 6 de la tarde, soy el único que está tomando un café, en la única mesa ocupada de las ocho que tiene ahora la confitería.

Por otra parte, parece algo improbable que algún ex parroquiano de la Richmond se sienta a gusto con el constante beat en negra de la música electrónica lounge que suena de manera machacosa y permanente en el local. La sensación es similar a estar en el patio de comidas de un shopping. Pero sin comidas y con poca bebida. Eso sí, con mucha historia.

La disposición de la Richmond (o Just for Sport, como prefieran) en la actualidad es la siguiente: 50% Nike, 30% Adidas, 5% Skechers, 5% Under Armour y 10% de confitería propiamente dicha. Hay algunos detalles curiosos, o más bien desconcertantes. El primero es la calidad del café y el té, como se dijo: a pesar de que el contexto llevaría a pensar en algo más parecido a la cafetería de una estación de servicio, el menú es limitadísimo pero de excelencia.

Es llamativa también la modalidad de pago: para tomar un café hay que pagarlo primero, como ocurre en una estación de servicio o en una casa de comidas rápidas. Y se paga en las mismas cajas donde se paga un par de zapatillas o un jogging. Lo primero que me preguntó la cajera fue “¿llevás estas Nike?”, señalando una caja que un encargado había llevado hasta allí. “No, quiero un café”, fue mi respuesta, ante su sorpresa.

El pago se efectúa antes, pero en la mesa te sirve una moza. Ella misma prepara el café tras la barra, frente a la boiserie de roble de Eslavonia, todo patrimonio de la Richmond original. Me siento a la mesa y abro la netbook. No, en la Richmond no hay wi-fi. Tal vez como un homenaje más a la antigua confitería, aquella donde en la década del 20 se reunían los escritores del Grupo Florida, entre otros Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Conrado Nalé Roxlo, Leopoldo Marechal y Macedonio Fernández. Si ellos hicieron la revista Martín Fierro sin conexión wi-fi, ¿por qué necesitaría yo wi-fi para escribir esta humilde crónica?

Trato de escribir algo, pero no, el lugar no es nada inspirador. Me encanta escribir en los bares, pero no. La Richmond actual no resulta estimulante ni para escribir una canción tipo El pollito Pío. Además, me estoy por quedar sin batería y no hay dónde enchufar. Voy al baño. El baño de la Richmond: cerámica lujosa, detalles dorados, amplio, limpio. Demasiado baño para una casa de deportes. Demasiado baño para una confitería minúscula. Tal vez sirva como anexo de los probadores, modernos, que están enfrente.

La Richmond es, en realidad, un monumento a la hipocresía. La “confitería” se mantiene porque en 2011 la Legislatura porteña la declaró Patrimonio Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. O sea, la Richmond tiene que existir. Pero nada dice esa resolución sobre el espacio que debe ocupar. De modo que no debería llamarnos la atención que el Café Tortoni pronto sea una concesionaria de autos, por ejemplo. Y que haya un par de mesas al costado. Pero no se trata de indignarnos porque sí. Si la Richmond no funciona, no funciona. Lo paradójico es otra cosa.

Desde la esquina de Corrientes y Florida hasta mitad de cuadra de la peatonal, en esos 50 metros, hay cinco casas de venta de artículos deportivos. No estamos hablando de pequeñas tiendas: se trata, en todos los casos, de locales enormes. Pero en ese mismo espacio no hay ni un solo café notable, exceptuando esa operación de taxidermia que hicieron con la Richmond.

Lo paradójico, pues, es la despersonalización de la ciudad. Es cómo asumimos una Buenos Aires que se repite, cómo es que dejamos que se diluya la identidad ciudadana (una identidad hecha de la convivencia de múltiples identidades) en más y más locales idénticos, donde venden ropa idéntica, con afiches idénticos y consignas idénticas.

Suena utópico, sí. Pero a veces no está mal intentar hacer posible esa utopía. Simplemente hay que hacerlo. O, como se lee en las paredes de la Richmond hoy, lejos de Borges, lejos del Grupo Florida: Impossible is nothing, just do it.




Fuente : Diario Perfil  -  31/08/2014



Ir a Confiteria Richmond antes del cambio :





sábado, 30 de agosto de 2014

Mi primer encuentro con Borges



 
Sergio Ramirez
 
Managua.-Mi primer encuentro con Borges tuvo lugar en San José de Costa Rica una tarde de llovizna en octubre de 1964. Fue un encuentro sin presentimientos, como ocurre siempre en el infinito juego de azares y certidumbres imprevistas que es la existencia, según él mismo enseñaba.

Y así me detuve frente a las vitrinas de la librería Lehmann que solía exhibir sus novedades acomodadas sobre un lienzo de seda recogido en pliegues, como si se tratara de estuches de joyas o frascos de perfume. Entonces, como todo es obra del azar y de los espejos, estaban allí esperándome las tapas grises de Ficciones. Borges del otro lado de la vitrina mojada y yo mirándome en ella y en sus libros como en el espejo que prefija la continuidad de los encuentros hasta el infinito.

De vuelta en mi casa, recuerdo, puse mi firma en las portadillas, y la fecha, un hábito escolar de herrar los libros al entrar en posesión de ellos, que he perdido, pero que me sirve ahora, al volver a ese ejemplar tantas veces manoseado, para comprobar cuándo fue realmente que empezó Borges a ser mi maestro de primeras letras.

En apariencia, quizás no haya nada tan lejano al mundo de Borges como el mundo del Caribe, de donde yo vengo, y de donde venía cuando me encontré la primera vez con él bajo una garúa centroamericana; entonces, para un aprendiz de escritor recién graduado de abogado, ir de Nicaragua a Costa Rica era como atravesar el mundo; ya no digamos la distancia que en todos los sentidos mediaba entre Managua y Buenos Aires, de donde llegaban en mi infancia, sin embargo, las revistas Billiken y El Peneca.

Pero fue el mismo Borges quien alguna vez estableció esas conexiones mágicas con el Caribe, cuando recuerda en Historia universal de la infamia a "el moreno que asesinó a Martín Fierro, la deplorable rumba El Manisero, el napoleonismo arrestado y encalabozado de Toussaint Louverture, la cruz y la serpiente en Haití, la sangre de las cabras degolladas por el machete del papaloi, la habanera madre del tango, el candombe?".

El Caribe, que tiene mucho que ver con el sur de Borges, porque son parcelas distantes de un mismo territorio arcaico. Recabarren, el patrón de la pulpería que tendido en el camastro va a presenciar pronto un duelo, o Juan Dahlmann, que empuña con firmeza el cuchillo que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura a que lo maten, también podrían haber sido parte de historias de la Nicaragua rural y ganadera.

Borges no dejaba de apuntar que la pasión de Flaubert por limpiar cada párrafo de repeticiones y rimas impertinentes no era sino una manía de quien lee, pero no un estorbo para quien escucha, porque a fin de cuentas la prosa es oral; y que la mejor manera de escribir un relato de ficción es en verso, para hacer que el lector reconozca, a través del artificio, que se trata de mentiras, como en una penitencia constante.

Consejos, por supuesto, que alguien como él, que perseguía la perfección con delirio, muy poco practicó. Y, prueba en su contra, siempre buscó alejar al lector de la idea de que el acto de leer es el acto de congeniar con una mentira, tratando de fingir a fondo para lograr algo que fuera lo más parecido a la verdad, aun con trampas, como las citas falsas de autores que nunca existieron.

Otra cualidad maestra de Borges estaba para mí en el uso de la inmensa ventaja de su erudición. No una falsa erudición, sino la erudición verdadera, insondable, arcana, a través de la cual es posible construir todo un mundo imaginario, utilizando sus reflejos, y sus caminos y entreveros como si se tratara de un laberinto imposible donde el lector, que es el Minotauro, dueño falso de ese laberinto, que es el mundo apócrifo de la ficción, morirá siempre de una puñalada limpia.

Me maravillaba ver cómo Borges articulaba sus distintos instrumentos o ámbitos de la ficción como un todo, la filosofía, la teología, la mitología, y la crítica literaria, las traducciones, las citas de autores verdaderos o imaginados. Nada escapa a esta inmensa urdimbre desde la que siempre estará haciéndonos un guiño, porque al fin y al cabo viene a resultar un formidable humorista. Un humorista con vestiduras de escritor serio, como Chesterton, o como Quevedo.

Y frente a sus posiciones políticas, tan irritantes para mí, aprendí a consolarme con la idea de que nunca fue un político, como él mismo también pensaba de Quevedo. Con pleno sentido del humor nos dice que cuando Quevedo da su lista de los enemigos de Dios, lo que está haciendo "es mero terrorismo". Quienes como Quevedo o como Borges fueron tan grandes humoristas no pudieron dejar de ser, al mismo tiempo, grandes provocadores y terroristas literarios.

Borges llegaba a mí desde el Buenos Aires de almacenes que naufragaban en el atardecer hasta la vitrina de una librería mojada por la llovizna, y del cristal de esa vitrina volvió conmigo hasta la Managua de los terremotos cíclicos. El Borges que podía describir una y otra vez el duelo a muerte de Martín Fierro, al revés o al derecho, matando o muriendo, y siempre la eternidad que estaba en él mismo, en sus antepasados, en sus compadritos de faca urgida y en su paisaje sin mesura.

Son los cuentos suyos donde yo lo sentí tocar fondo dentro de mí mismo cuando me enseñaba las primeras letras, el Borges del Sur, el sur de Borges que pese a las distancias era como Nicaragua, como también el sur de Faulkner era Nicaragua, humo de lámparas de querosén, olor a cueros al sol y a quesos rancios, y un vuelo funeral de moscas sobre el rostro de un muerto cubierto con un poncho bajo la luna pálida. Borges era mi país y era mi infancia. Y era la literatura como pasión, o como vicio, o como desesperación.

El autor, ex vicepresidente de Nicaragua, es escritor.

Fuente : La Nación  -  30/08/2014


martes, 26 de agosto de 2014

Detalles del manuscrito que unió a Borges y a Cortázar


Hoy, cuando se cumplen 100 del nacimiento de Julio Cortázar, lo recordamos con este texto que escribió Jorge Luis Borges para CROMOS en agosto de 1980, en el que cuenta cómo conoció al genio de la escritura.

«El previsible manuscrito de ese alto muchacho», Jorge Luis Borges

«En 'Cartas de mamá' lo trivial está en el título, en el proceder de los personajes. El prodigio requiere esos pormenores».

Hacia 1947 yo era secretario de redacción de una revista casi secreta que dirigía la señora Sarah de Ortiz Basualdo. Una tarde nos visitó un muchacho muy alto con un previsible manuscrito. No recuerdo su cara, la ceguera es cómplice del olvido. Me dijo que tría un cuento fantástico y solicitó mi opinión. Le pedí que volviera a los diez días. Antes del plazo señalado, volvió. Le dije que tenía dos noticias. Una, que el manuscrito estaba en la imprenta; otra, que los ilustraría mi hermano Norah, a quien le había gustado mucho. El cuento, ahora justamente famoso, era el que se titula Casa tomada. Años después, en París, Julio Cortázar me recordó ese antiguo episodio y me confió que era la primera vez que veía un texto suyo en letras de molde. Esa circunstancia me honra.

Muy poco sé de las letras contemporáneas. Creo que podemos conocer el pasado, siquiera de un modo simbólico, y que podemos imaginar el futuro, según el temor o la fe; en el presente hay demasiadas cosas para que nos sea dado descifrarlas. El porvenir sabrá lo que hoy no sabemos y cursará las páginas que merecen ser releídas. Schopenhauer aconsejaba que, para no exponernos al azar, solo leyéramos los libros que ya hubieran cumplido cien años. No siempre he sido fiel a ese cauteloso dictamen; he leído con singular agrado Las armas secretas de Julio Cortázar y sus cuentos, como aquel que publiqué en la década del cuarenta, me han parecido magníficos. Cartas de mamá, el primero del volumen, me ha impresionado hondamente.

Una historia fantástica, según Wells, debe admitir un solo hecho fantástico para que la imaginación del lector la acepte fácilmente. Esta prudencia corresponde a escéptico siglo diecinueve, no al tiempo que soñó las cosmogonías o el libro de Las mil y una noches. En, Cartas de mamá, lo trivial, lo necesariamente trivial, está en el título, en el proceder de los personajes y en la mención continua de marcas de cigarrillos o de estaciones del subterráneo. El prodigio requiere esos pormenores.

Otro rasgo quiero indicar. Lo sobrenatural, en este admirable relato, no se declara, se insinúa, lo cual le da más fuerza, como en el Yzur de Lugones. Queda la posibilidad de que todo sea una alucinación de la culpa. Alguien que parecía inofensivo vuelve atrozmente.

Julio Cortázar ha sido condenado, o aprobado por sus opiniones políticas. Fuera de la ética, entiendo que las opiniones de un hombre suelen ser superficiales y efímeras.

Fuente : Cromos.com -  26/08/2014


sábado, 23 de agosto de 2014

"The Cambridge companion to Jorge Luis Borges"


Nuevo libro sobre Jorge Luis Borges en Londres

"The Cambridge companion to Jorge Luis Borges", compilado por Edwin Williamson, uno de los hispanistas más importantes del Reino Unido fue presentado en Londres.

El profesor Williamson estimó que Borges "fue uno de los grandes escritores del siglo XX y el autor más influyente en lengua castellana de la modernidad."

La colección de "Cambridge Companions", publicada por la Universidad de Cambridge, ofrece ensayos sobre los grandes autores, periodos y géneros, escritos por expertos y destinados a estudiosos. Cada escritor es situado en su contexto histórico y literario y su obra es analizada por temas, en diferentes capítulos.

Este volumen sobre Borges profundiza en diferentes aspectos y temáticas presentes en la obra del escritor argentino. Además del compilador de la obra, disertaron otros tres académicos que participaron en el libro: Philip Swanson, profesor de la Universidad de Sheffield quien escribió el capítulo sobre Borges y la cultura popular; Evelyn Fishburn, catedrática de la University College London quien analizó los aspectos religiosos y místicos en la obra de Borges y Robin Fiddian, experto en literatura latinoamericana de la Universidad de Oxford y autor del capítulo sobre Borges en un contexto postcolonial.

Fuente : Escribirte,com


jueves, 21 de agosto de 2014

Todos podemos ser Borges

Se trata de http://www.yoborges.com.ar/, una iniciativa online “en busca del poema perfecto”. La página web invitará a meter mano en la obra de Jorge Luis Borges y crear una poesía propia a partir las suyas. La iniciativa se enmarca en el aniversario 115 de su nacimiento, el próximo 24 de agosto.


 La consigna del sitio web dice que “Borges hay uno solo, pero hay más de 415.000.000.000 combinaciones para que vos busques el poema perfecto con sus versos”. Según cuentan, el mismo escritor fue quien dijo que entre todos sus poemas se encuentra el poema perfecto, sin develar nunca cuál fue. “Desde YoBorges”, explican desde N3ctar, quienes pensaron y diseñaron el sitio, “se propone recordarlo, mantenerlo vivo mediante un experimento y un ejercicio de antropología que toma como punto de partida la concepción borgiana del universo, usando elementos matemáticos, ‘ficciones literarias’”.

“Vos sos Borges hoy”, propone la web. Y muestra una serie de estrofas y versos donde podemos jugar a combinarlos entre sí y crear nuestro propio poema. El juego fue creado por Diego de la Fuente y responde a una fórmula matemática que demuestra la riqueza de cada verso del escritor y la belleza del lenguaje que transforma en aplicable cualquier combinación.

Hacia el final de su vida, los textos teóricos de Borges manifestaban cada vez con más claridad la desaparición del “autor único” frente al orden universal preexistente. Por tanto, el autor “descubre” (no “crea”) el orden específico de letras, símbolos, etc. que componen la obra. “Mediante textos borgianos y combinatoria”, dicen los creadores, “pretendemos probar que el poema perfecto de Borges fue escrito por él y está escondido entre todos sus versos”.

Fuente : Peridismo.com


Jorge Luis Borges- Límites



Fuente : You Tube

Ficciones de Jorge Luis Borges El libro perdido



Fuente : You Tube

sábado, 16 de agosto de 2014

El sueño dantesco de Borges



La influencia de la Divina Comedia en “Otro poema de los dones”

En el siglo XV muchas ciudades italianas habían creado agrupaciones de especialistas dedicadas al estudio de la Divina Comedia. Durante los siglos que siguieron a la invención de la imprenta aparecieron más de cuatrocientas ediciones distintas sólo en Italia. La epopeya dantesca inspiró, además, a numerosos artistas, hasta el punto de que aparecieron ediciones ilustradas por los maestros italianos del Renacimiento, Sandro Boticcelli y Miguel Ángel, por los artistas ingleses John Flaxman y William Blake, y por el ilustrador francés Gustave Doré. El compositor italiano Antonio Rossini y el alemán Robert Schumann pusieron música a algunos fragmentos del poema, y el húngaro Franz Liszt se inspiró en él para componer un poema sinfónico. Siglos después, del mismo modo en que los grandes artistas de la plástica y la música se sintieron atraídos por este monumental poema, Jorge Luis Borges en el terreno de las letras sería seducido por esta gran obra.

            Para entender la obsesión de Borges por la Divina Comedia, que una y otra vez aparece aludida en sus textos, querida y ominosa constante, habría que remontarse a los orígenes, a la primera lectura, es decir, al momento en que el escritor argentino, iluminado por el azar, descubre una edición de la obra (en tres tomos) en una vieja librería. Borges lo cuenta así: “Yo estaba empleado en una biblioteca del barrio de Almagro […] tenía que recorrer en lentos y solitarios tranvías el largo trecho que desde ese barrio del Norte va hasta Almagro Sur, a una biblioteca […] El azar me hizo encontrar tres pequeños volúmenes en la librería Mitchell, hoy desparecida, que me trae tantos recuerdos” (Borges, “La divina Comedia”, 11). Es en esos paseos donde Borges no sólo descubre una obra, sino también un idioma, una lengua distinta, la lengua de Dante. El poeta toscano será para Borges “el Virgilio” que lo guiará por el camino del conocimiento y la poesía. La impresión que produjo esta obra en el argentino sólo puede ser explicada por el enorme placer que le causó su lectura. La recepción del texto literario, que Gadamer explica en varios trabajos, se produjo del modo más dichoso y afortunado, representando para Borges “una de las experiencias literarias más vívidas que le había sido deparadas en el curso de una vida dedicada a la literatura”(Sorrentino, Siete conversaciones,144). Borges, entonces, no volverá una sino muchas veces a la Comedia, como siempre se vuelve a los grandes amores, a los que en realidad nunca se abandona, y publicará infinidad de ensayos, conversaciones, poemas y conferencias cuyo tema principal es este libro.

             En muchos de sus poemas se pueden encontrar numerosas referencias a algunos episodios de la Divina Comedia, pero es en “Otro poema de los dones” donde Borges resume, en tres hermosos versos, esta obra; demostrando no sólo su honda sensibilidad, sino también, el profundo conocimiento que de la obra de Dante tenía:

por aquel otro sueño del infierno,

de la torre del fuego que purifica

y de las esferas gloriosas,                                      

                                     (Borges, “Otro poema de los dones”, 82) 

Creo que para cualquiera que haya leído por lo menos una vez la Divina Comedia sería relativamente sencillo descubrir en estos versos la alusión directa a la obra de Dante; no obstante, intentar descifrar con sólo una lectura por qué Borges elige ciertas metáforas e imágenes, es mucho más complicado, ya que en ellas hay un sinnúmero de significados que pasarían desapercibidos si sólo se tuviera un acercamiento al poema. Conviene entonces recordar aquí a Escoto Erígena, que dijo “que la escritura es un texto que encierra infinitos sentidos y que puede ser comparado con el plumaje de un pavo real”(Borges, “La Divina Comedia”, 10). De este modo, Borges reta al lector a develar el “velo de Maya” que cubre su poesía, permitiéndole con esto la entrada a un mundo lleno de sorpresas. El propósito de este trabajo es, precisamente, analizar las tres líneas arriba citadas para descubrir su multiplicidad de significados.

            Para analizar el primer verso es necesaria la descripción que hace Dante del infierno. Éste está construido como una fosa cónica en forma de gigantesco anfiteatro cuyo eje une a Jerusalén con el centro del globo. Alrededor del abismo infernal se extiende una vasta llanura, separada de aquel por un río, el Aqueronte; en ella se coloca el anfiteatro donde se encuentran ángeles neutrales.[1] Este anfiteatro infernal está dividido en nueve círculos concéntricos pero de circunferencia siempre más estrecha hasta descender al círculo donde está confinado Lucifer. Es importante mencionar que a medida que se desciende al centro aumenta la gravedad de la culpa. Los condenados están divididos según el esquema aristotélico de los pecados, clasificados todos en tres malas disposiciones: La incontinencia, la bestialidad y la malicia. El descenso no es en línea recta sino un recorrido que tuerce siempre a la izquierda, rompiendo el movimiento de cada círculo, hay dos excepciones: 1) un giro a la derecha en el sexto círculo y, 2) la travesía aérea en la grupa de Gerión.

            La manera en la que el poeta italiano entra en el infierno es un tanto confusa pues, como bien señala Borges “la Comedia al principio, es notoriamente un sueño de Dante, y éste, por su parte, no es más que el sujeto del sueño. Nos dice que no sabe cómo fue a dar en la selva oscura, “tant, era pieno di sonno a quel punto”; el sonno es metáfora de la ofuscación del alma pecadora, pero sugiere el indefinido comienzo del acto de soñar.”(Borges, “El noble castillo del canto cuarto”, 97-98). Este no es el único episodio en el cual está involucrado el sueño o el acto de soñar; en el canto primero del infierno se observa la figura de una loba que hace que muchos vivan tristes y que le cierra el paso a Dante, según Guido Vitali “esta noticia no podía surgir de la simple visión de la fiera; Dante lo sabe como sabemos las cosas en los sueños” (Borges, “El noble castillo del canto cuarto”, 97-98). El sueño es también una herramienta fundamental para que Dante pueda acceder a niveles superiores. En el purgatorio, un águila transporta a Dante del antepurgatorio al purgatorio mientras está dormido:

… creí ver en un sueño, suspendida

un águila en el cielo, de áureas plumas

con las alas abiertas y dispuesta.



Luego me pareció que, tras dar vueltas,

terrible como el rayo descendía,

y que arriba hasta el fuego me llevaba.



Allí me pareció que ambos ardíamos;

y el incendio soñado me quemaba

tanto que el sueño tuvo que romperse.                                    

                                         (Dante Alighieri, Divina Comedia, 345)   

            Del mismo modo en que Dante pasa del infierno al purgatorio, Borges pasa del primero al segundo verso. En este verso Borges crea la metáfora de la montaña como una torre. Para entender por qué utiliza esta imagen hay que recordar que en la Divina Comedia el purgatorio es una montaña que tiene forma de cono truncado, y que hunde sus raíces en el subsuelo, donde se conecta con el infierno. En la parte superior de la montaña se encuentra el paraíso terrenal. La constitución de la montaña hace que las primeras dificultades de la vida sean durísimas mientras que a medida que se sube a la cima se van haciendo menos, hasta llegar a un camino suave y agradable.[2] En esta montaña además existe una escalera por medio de la cual se asciende a los distintos niveles del purgatorio. La montaña pintada por Dante entonces no es una montaña común, y de hecho tiene muchas similitudes con los ziggurats babilonios. Chevalier en su diccionario de símbolos menciona que el ziggurat babilonio es una torre de pisos, que tiene una parte subterránea marcada por un cascote o un pozo central profundo y que está coronada por un templo, esto se hace con la finalidad de que el pozo represente el mundo subterráneo y la cúspide el cielo y la morada de Dios, uniendo así los tres mundos. La torre de Babel era precisamente una construcción de este tipo, Babel en acadio significa puerta de Dios. Además las torres poseen un sentido de la escala: relación entre el cielo y la tierra que comprende distintos grados. Cada barrote de escala, cada piso de la torre señal una etapa en la ascensión. Borges debía conocer las características de la torre de Babel, pues en varios poemas y cuentos escribe sobre ella; en La Biblioteca de Babel, por ejemplo, concibe un universo-biblioteca configurado por salas hexagonales que, a semejanza de la torre de Babel, se proyectan hacia el infinito; y el poema de Las causas, dice:

… El amor de los lobos en el alba.

La palabra. El hexámetro. El espejo.

La Torre de Babel y la soberbia.

La luna que miraban los caldeos.

Las arenas innúmeras del Ganges.

                                        (Borges, “Las causas”, 149)

Aunado a esto, Borges, como excelente lector que era, debió haberse percatado de las menciones que el mismo Dante hace de ella en su obra. En el canto XXI del infierno aparece por primera vez la imagen de Nembrot[3] y el hecho de que por su “mala” idea (construcción de la torre de Babel), existen muchas lenguas en el mundo:

Después me dijo: A sí mismo se acusa.

Este es Nembrot, por cuya mala idea

sólo un lenguaje no existe en el mundo.

                                       (Dante Alighieri, Divina Comedia, 265) 

en el canto XII del purgatorio Dante vuelve a mencionar a este personaje y a la torre de Babel:

Veía al pie de Nembrot, de la gran obra

ya casi enloquecido, contemplando

los que en Senar con él fueron soberbios.

                                      (Dante Alighieri, Divina Comedia, 366)   

La otra imagen presente en el verso de Borges, que describe a la perfección el purgatorio de Dante, es la del fuego. Como parte de esa poética del fuego, que ha señalado Gastón Bachelard, y hacia la que los poetas tienden en algún momento, Borges recurre al elemento para establecer una serie de comparaciones. Algunas de las comparaciones que establece son: a) el fuego como símil de la mañana o el sol y b) el fuego como símbolo de purificación.

             El establecimiento de la primera comparación se debe en gran parte al hecho de que en el purgatorio el sol siempre está presente. Dante describe de manera perfecta su color, la intensidad de los rayos, “El sol que en rojo flameaba,/ se rompía delante de mi cuerpo,/ pero sus rayos en mí se detenían/” (Dante Alighieri, Divina Comedia, 302), y el calor que le proporciona. La impresión que causó en Borges el modo en que Dante describe las mañanas en el purgatorio, puede corroborarse con la lectura de algunas referencias del escritor, en Siete noches dice: “Hay un verso que está siempre en mi memoria. Es aquel del primer canto del Purgatorio que se refiere a esa mañana, esa mañana increíble en la montaña del Purgatorio, en el Polo Sur” (Borges, “La Divina Comedia, 15).

            Además de las descripciones precisas, un detalle importante del que pudo haberse percatado Borges es que a los distintos niveles del purgatorio sólo se accede si es de día, Dante nunca sube a un nivel superior de noche, Sordello le explica el porqué:

Pero contempla cómo cae el día,

y subir por la noche no se puede;

será bueno pensar en un refugio.

………………………………….

Y el buen Sordello en tierra pasó el dedo

diciendo: “Ves”, ni siquiera esta raya

pasarías antes de que anochezca:



No porque haya otra cosa que te impida

subir, sino las sombras de la noche;

que, de impotencia, quitan los deseos.

                  (Dante Alighieri, Divina Comedia, 332-333)

El establecimiento de la segunda comparación se debe a que del mismo modo que el sol por sus rayos, el fuego por sus llamas simboliza la acción fecundante, purificadora e iluminadora. El fuego es también en esta perspectiva, en cuanto quema y consume, un símbolo de purificación y regeneración. Como dice Borges: “La mañana del trece de abril del año 1300, en el día penúltimo de su viaje, Dante cumplidos sus trabajos, entra en el paraíso terrenal, que corona la cumbre del purgatorio. Ha visto el fuego temporal y el eterno, ha atravesado un muro de fuego, su albedrío es libre y es recto” (Borges, “El encuentro en un sueño”, 145).

            Dante llega al paraíso y Borges al tercer verso. En el paraíso descrito por Dante, todos los bienaventurados se reúnen en el Empíreo, donde están perpetuamente admitidos a gozar de la visión y del conocimiento esencial. El paraíso está compuesto por nueve esferas que giran en torno al cielo inmóvil. A cada cielo o esfera le corresponde uno de los nueve coros angélicos. Dante entonces “ha preservado la astronomía ptolemaica, que durante mil cuatrocientos años rigió la imaginación de los hombres. La tierra ocupa el centro del universo. Es una esfera inmóvil; en torno a ella giran nueve esferas concéntricas” (Borges, “La esfera de Pascal”, 17).

            Cuando Borges menciona “las esferas gloriosas” le está dando relevancia al hecho de que todas estas esferas forman parte del paraíso, pues la palabra gloria, de la cual se deriva el adjetivo glorioso, significa en la doctrina cristiana, el estado de los bienaventurados en el cielo, definido por la contemplación de Dios.

            En la Divina Comedia al igual que en la obra de Borges se entretejen muchas historias, mitos y tradiciones que hacen de la lectura un búsqueda diaria, tal vez como decía el mismo Borges “hay una primera lectura de la Comedia; no hay una última, ya que el poema, una vez descubierto, sigue acompañándonos hasta el fin. Como el lenguaje de Shakespeare, como el álgebra o como nuestro propio pasado, la Divina Comedia, es una ciudad que nunca habremos explorado del todo; el más gastado y repetido de los tercetos puede, una tarde, revelarme quién soy o qué cosa es el universo” (Borges, Textos recobrados, 74).

Bibliografía



ALIGHIERI, Dante. Divina comedia, Madrid: Cátedra, 2005.

BORGES, Jorge Luis y Eduardo Ferrari. Diálogos, Argentina: Seix Barral, 1992.

__________. “La Divina Comedia”, en Siete noches, México: Fondo de Cultura Económica,

1982.

__________. “El encuentro en un sueño” en Nueve ensayos Dantescos, Madrid: Espasa-

Calpe, 1982.

__________. “El noble castillo del canto cuarto” en Nueve ensayos Dantescos, Madrid:

Espasa-Calpe, 1982.

__________. “El verdugo piadoso” en Nueve ensayos Dantescos, Madrid: Espasa-Calpe,

1982.

__________. “La esfera de Pascal” en Otras inquisiciones, Madrid: Alianza, 2005.

__________. “La pesadilla” en Siete noches, México: Fondo de Cultura Económica, 1982.

__________. “Otro poema de los dones” en Antología Poética (1923-1977), Madrid:

Alianza, 1999.

_________. Textos recobrados (1956-1986), Buenos Aires: Emecé, 2003.

CHEVALIER, Jean. Diccionario de símbolos, Madrid: Herder, 1999.

SORRENTINO, Fernando. Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, Buenos Aires: El

Ateneo, 1996.

VÁZQUEZ, María Esther. Borges: Imágenes, memorias, diálogos, Caracas: Monte Ávila,

1977.

[1] Se les llama así a estos ángeles porque en el momento de la rebelión de Lucifer, no tomaron partido ni a favor ni en contra de Dios.

[2] y él me dijo: este monte es de tal modo, / que siempre pesa el comenzar abajo; / y cuando más se sube menos daña. (Divina Comedia,  314).

[3] Personaje que mandó construir la torre de Babel, según la tradición patrística. Y que además habla sólo una lengua producto de la confusión de Babel.

Fuente : Destiempos.com


Hallazgo : El día que Borges visitó Bolívar




Un hallazgo. Principios de los 70. La vieja librería Del Globo, Bolivar.

Luis "Lulli" Giles e Isaac Mosca contemplan la firma de ejemplares a cargo de Jorge Luis Borges. En su única visita a Bolívar. (Gentileza Duilio Lanzoni)

Fuente : Diario La Noticia Bolivar

Borges en la Galería del Este


La Opinión, 21 de septiembre de 1975

por Enrique Raab

Las mojadas baldosas de la Galería del Este de Buenos Aires comenzaron a ensuciarse con el barro de la calle cuando, cerca de las 18 del jueves, unas doscientas personas confluyeron desde Maipú y desde Florida y se ordenaron disciplinadamente frente a las vidrieras de la librería La Ciudad. Casi a las 18.30, el escritor Jorge Luis Borges avanzó por la galería, pálido, con los labios musitando alguna inaudible plegaria y sostenido por su ocasional cicerone y secretaria Anneliese von der Lippe. La pequeña multitud se abrió y Borges, vacilante, fue empujado hacia una mesa. Sus manos se aferraron intuitivamente a una forma discernible: un florero -que él no veía- lleno de rosas rojas. Iba a comenzar la firma de ejemplares de su último libro de poemas, La rosa profunda.

La ceremonia no transcurrió sin incidentes. Por razones desconocidas, la disquería El Agujerito, ubicada frente a la librería, interrumpió sus emisiones de Pink Floyd y de Mae MacGraw y esperó la entrada de Borges a La Ciudad para colocar en el plato del tocadiscos la versión de La marcha peronista cantada por Hugo del Carril. Borges decidió no darse cuenta, aunque luego, ya en pleno trámite de firmas, demostró poseer un oído finísimo al alabar cinco compases de Claude Debussy, provenientes de otro parlante. “Me gusta Debussy”, acotó, “y también Stravinsky… Hay una gran felicidad en esa música…” La servicial señora von der Lippe, ajetreada con el trámite del recambio de volúmenes bajo las manos del escritor, consintió: “Sí, Borges… claro… Pero yo soy muy anticuada… Prefiero a Haydn, Mozart, Bach…”.

Esta polémica musical no fue la única: minutos después de su entrada, Borges utilizó el inglés para protestar contra esa rutina mercantil que la fama le estaba imponiendo. Al firmar el tercer volumen, levantó su rostro inquisitivo hacia la señora von der Lippe y estimó: “This will last for ever…” Y luego, más enfáticamente, con cierta desesperación: “For ever and a day…” . El idioma de los británicos no tiene término más vasto para definir la eternidad, pero allí estaba, tranquilizadora, la señora von der Lippe: “Don’t worry, Borges… It will be short…”.

Fue una mentira piadosa: a las 20.15, Borges seguía estampando, maquinalmente, firmas sobre libros que no veía. Un señor depositó sobre la mesa con el florero la edición alemana de sus poemas. Advertido sobre la variante lingüística, Borges chanceó: “¿Debo firmar en letra gótica?”. Y aprovechó la pausa para acotar: “Los alemanes… Un pueblo equivocado… Pero no es el único… Hay otro, que emitió siete millones de votos…”.

Un filólogo japonés, una alumna del colegio Champagnat y señoras de variada índole intentaron entablar diálogos. Borges se excusó siempre, aduciendo estar resfriado. Diligente, la señora von der Lippe hizo traer una naranjada y ofreció: “¿Un Desenfriol, Borges?”, a lo que Borges contestó con una sonrisa cansada.

La misma sonrisa cansada con la que contestaba a quienes, aparte de la firma, querían una dedicatoria. “No puedo… Estoy ciego”, repitió una y otra vez. Hasta que, en medio de los fotógrafos, un joven intimó con voz arrogante: “Una dedicatoria… Para Sánchez Sañudo… Sobrino del almirante…”. Borges inclinó la cabeza y preguntó: “¿Para quién?”. “Sánchez Sañudo”, repitió el muchacho. “Sobrino del almirante.” Borges esperó un momento, estampó su firma, apartó el libro con cierto fastidio y repitió: “No puedo… Estoy ciego”.

Fuente : Cuadernos del inadi

martes, 12 de agosto de 2014

Borges, harto de Borges




Entrevista inédita ralizada por Xavier Rubert de Ventós en 1992

Éste es un fragmento del diálogo que mantuve con Borges en su casa de Buenos Aires, el verano de 1982, desde que me abrió la puerta su vieja criada hasta que vino a cenar con nosotros su hermana Norah, viuda de Guillermo de Torre. Pese a ser "analfabe­ta" (como precisaba Borges con cierto orgullo), la criada no carecía de reflejos ágiles ni de una admirable capacidad de utilizar en su provecho los acontecimientos imprevistos. En menos de 10 minutos pasó así de dialogar suspicazmente desde el resquicio de la puerta y cerrármela en las narices a entregarme a su amo, explicarme que debía parar la lavadora al sonar un pitido y a escapar de la casa para no volver hasta tres horas más tarde (luego Var­gas Llosa me ha contado que a él le pasó algo parecido). En este tiempo tuve yo que abrir la puerta, contestar al teléfono, acompañarle a que me enseñara sus cuadros de tigres y el vestido rosa de su madre desplegado sobre la cama... Al día siguiente me pidió que le acompañara al cementerio donde iban a enterrarle, y allí nos recogió María Kodama, que venía de la Universidad.

-Dice usted que nació en un suburbio de calles aventuradas y ocasos invisibles, y añade: "Pero lo cierto es que me crié en un jardín, detrás de una verja con lanzas, y con una biblioteca ilimitada de libros ingleses".

-Sí, era la biblioteca de mi padre y de mi abuelo... Sí, de mi padre, de mi abuela y de mi bisabuelo.

-¿No será eso su personal experiencia de un destino general de América? Mario Faustino dijo que lo propio de América fue "nacer adulta", con una jurisprudencia ya desarrollada, una joya arabista, una prosa ya barroca... Aun hoy mismo, en la República Dominicana le insultan a uno en la calle llamándole "hereje" o "sin concepto".

    Creo que los americanos somos europeos desterrados. Yo no tengo nada en común, digamos, con los aborígenes

-No había pensado en eso. Pero creo que, de algún modo, todos somos europeos. Europeos en el exilio, en el destierro, ¿no? Creo que los americanos somos europeos desterrados. Y eso nos hace heredar toda la cultura occidental. No sé si lo he­mos aprovechado hasta ahora... quizá Estados Unidos lo hizo mejor que esta América. En todo caso, yo creo que no tengo nada en común, bueno, digamos con los aborígenes. Tengo una gota de sangre guaraní por ahí, pero eso no cuenta mayormente. Y creo que somos, sí, occidentales. Salvo que eso de occidentales también es falso, ya que en la cultura occidental Israel no es menos importante que Grecia. Entendida Roma como extensión de Grecia, desde luego. Pero creo que sentimos eso y debemos tratar de merecerlo.

-Para usted Buenos Aires es "un viejo hábito"...

-Sí, yo no conozco bien la ciudad. Como casi todo el mun­do, conozco lo que se llama el centro, que topográficamente es un extremo de la ciudad.

-A mí me sorprendió que Keyserling hablara de la esencia o del carácter de Buenos Aires como el "no te metás", que se correspondería con el catalán "no t'hi emboliquis".

-Sí, pero hay también el otro adagio, "primero tira tu lanza", que sería lo con­trario.

-¿Coexisten ambos en su país? ¿Coexisten como en la plaza de Mayo, donde según usted se mezclan "la clara guerra contra los españoles y la oscura guerra contra el gaucho"?

-Exactamente. Aunque no sé; yo no puedo hablar con ninguna autoridad sobre Buenos Aires. Es una ciudad que dejé de ver hacia 1950 y tantos.

-Pero sobre la que no ha dejado de escribir.

-No, he seguido escribiendo, pero siempre he pensado en aquel Buenos Ai­res pretérito, un Buenos Aires que ha desaparecido. Sin embargo, ocurre una cosa curiosa, y es ésta: yo puedo estar en Lucerna, puedo estar en Tokio; pero eso es durante la vigilia. Cuan­do sueño, sin embargo, siempre sigo estando en Buenos Aires. Y sobre todo en la Biblioteca Nacional, en la calle de México, o, si no, en aquel Buenos Aires de casas bajas de mi niñez. Es decir, algo mío se queda en Buenos Aires aun cuando viajo. Yo he viajado por buena parte del mundo, pero nunca sueño en estos lugares. ¿Cómo le diría yo?; estoy en Japón, estoy en Egipto, estoy en Irlanda, estoy en Tejas, pero eso durante la vigilia. Cuando sueño, estoy en Buenos Aires, en un Buenos Aires que, desde luego, sólo existe en la memoria de hombres viejos como yo...

-Entonces usted sólo creería en la nacionalidad que se sueña.

    Sí, tengo valor cívico, que no valor físico. Mi cirujano y mi dentista lo saben muy bien

-Sí, en una nacionalidad onírica...

-Y por tanto muy épica...

-¡Pero, desde luego! Yo creo que el nacionalismo ha traído muchos males. Ante todo, va contra la pareja distribución de los bienes espirituales y materiales; eso es una. Y la otra es que na­cionalismo da a creer que cada país es el único; que el idioma que cada uno habla es evidentemente el mejor... Mañana va a salir un poema mío, en el que hablo de eso. Hablo de lo que me parece eso de estar parcelado en países, cada uno con su mito­logía peculiar, con antiguas o recientes tradiciones, con un pa­sado sin duda heroico, con agravios, con litigios...

-Usted es muy pacífico, pero se enfrentó valientemente a los peronistas...

-Sí, tengo valor cívico, que no valor físico. Mi cirujano y mi dentista lo saben muy bien. Una vez, a mi madre la amenazaron de muerte por el teléfono, a las tres o a las cuatro de la mañana. Una voz grosera le dijo: "Yo los voy a matar, a vos y a tu hijo". "¿Por qué, señor?", dijo mi madre. "Por­que soy peronista". Ella le contestó: "Bueno, en el caso de mi hijo es muy fácil, está ciego; sale todas las mañanas a las diez de esta casa. En cuanto a mí, les aconsejo que se apuren, que no pierdan tiempo telefoneando, porque he cumplido 80 y tantos años, y a lo mejor me les muero antes".

"Me les muero". Eso no puede decirse en otros idiomas. Sí, quizá en inglés: "I die on you". Pero no tiene tanta fuer­za, ¿no? Sí, "me les muero antes"... En­tonces el otro cortó la comunicación. Le pregunté: "¿Qué pasó, madre? ¿Sonó el teléfono?". "Sí", me dijo, "un sonso..." Y me repitió la conversación. Luego, claro, no pasó nada. A veces hay un placer de la amenaza. Después quedan desahogados. Uno ha cumplido con su deber y no tiene por qué pasar a mayores.

-Usted decía también que el dolor más terrible es el previsto, el anticipado.

-Sí, claro. La mejor muerte para el moribundo sería un paro cardiaco, ¿no? Ser fulminado sería lo mejor. Pero para los que quedan, no. Mejor prepararse el día de la muerte.

-¿Por qué me ha pedido que nos acercáramos a su tumba, a su bóveda?

-La verdad es que la palabra es un poco triste, ¿no? Pero es mi bóveda...

-... Y la bóveda de sus antepasados.

-Sí. Pero curiosamente yo siento que no están aquí. Si yo pienso en mi madre, yo pienso que ella está en mi casa, y que el hecho de que sus restos estén aquí es... bueno, es verdadero, pero yo no puedo sentirlo. Y sé que está aquí mi abuela y mis abuelos... Están los parientes míos, tantos amigos... Yo sé que eso es un hecho real, pero para mí no es un hecho, digamos, emocional. Siento que realmente ellos están en otra parte; cier­tamente no encerrados aquí...murió hace seis años, está allí, en mi casa. En cambio, aquí sé que están sus restos, pero me parece que eso, emocionalmente, no es cierto. ¿No es mejor pensarlo así? Sería muy triste pensar que está aquí...

-Pero a usted le he oído iro­nizar también sobre la muerte en una milonga que dice: "No hay cosa como la muerte...".

-Sí. "... para mejorar la gente". Y luego tengo otra de un condenado a muerte, que es: "Manuel Flores va a morir. / Eso es moneda corriente. / Morir es una costumbre, / que suele tener la gente". Respecto a la "otra vida", no sé qué decirle: ambas cosas son igualmente increíbles. La inmortalidad personal es increíble, pero la muerte personal también lo es.

-Aparte de creíble o no, ¿re­sulta para usted querible? Se lo pregunto porque en algunos tex­tos parece que usted no sólo no crea, sino que tampoco quiera esta inmortalidad.

-Ah no; en mi caso personal, no. Ahora, si yo pudiera ser inmortal en otra situación, y con el olvido total de haber sido Borges, pues bien, entonces acepto la inmortalidad. Pero no sé si tengo derecho a decir "acepto". Creo que en el budismo se niega la existencia del alma. Se supone que cada individuo, durante su vida, construye una suerte de organismo mental, que es el karma, y que ése es heredado por otros, no por él, ya que si no creemos en el yo no podemos creer en la muerte personal, ¿no? Buena parte del libro Las cuestiones del rey Milinda (Milinda es una evolución sánscrita del Menandro, que es un catecismo budista), buena parte de este libro está dedicada a la negación del yo. El yo como el que han negado Hume, Fernández y Schopenhauer.

-En este sentido, es usted muy poco unamuniano...

-Ah, desde luego. Unamuno estaba loco. Yo no sé cómo no estaba cansado de ser Unamuno. Y eso que no vivió tanto como yo. Yo estoy harto de Borges. Cada mañana, al despertar y encontrarme con él, me digo...

-¿"A ése le tengo ya muy conocido..."?

-Eso, una tristeza, sí. Ya estoy harto de ese... un interlocutor permanente.

-Una actitud no tan distinta, sin embargo, de la de Kierkegaard, que deseaba lo absolutamente Otro. Esta posición radicalmente religiosa, ¿no conecta de algún modo con una posición radicalmente nihilista como la suya?

    Me gustaría sobre todo leer y también ver las caras de las personas que quiero y los lugares donde estuve con amigos

-Sí, claro. Esto "otro" sería Dios, ¿no?

-No sé; Dios o la Nada. En todo caso, la nocontinuidad de lo humano más allá de este mundo.

-Hay ya un exceso de lo humano aquí.

-Y no desearía usted, en ningún caso, su continuación.

-No, yo no. Tengo la esperanza -mi padre tenía la misma- de morir enteramente, de morir en cuerpo y alma, si es que el alma existe.

-¿Y cómo comprende usted que para mucha gente eso no constituya una esperanza, sino un desasosiego?

-Yo conozco a mucha gente religiosa, y están un poco aterra­dos. Porque o esperan el paraíso -lo cual, como dijo Bernard Shaw, es un soborno- o se temen el infierno. En cambio, una per­sona que no cree en ninguna de las dos posibilidades, una perso­na como yo, que no se cree digna de castigos o de recompensas eternas, puede estar tranquila. Pero todo es tan raro, la verdad, que a lo mejor perseguimos este diálogo en otro mundo...

-Usted escribió: "Descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística". Y en otro lugar habló de la dictadura diciendo que favorece la opresión, favorece el servilismo y, lo que es peor, favorece la idiotez.

-Curiosamente, aunque yo haya dicho estas últimas palabras, estoy de acuerdo con ellas. En cuanto a la democracia, creo que por ahora (y ahora puede significar cien años) en este país somos indignos de ella. En cuanto a la dictadura, ya conocemos sus efectos devastadores. Pero yo, realmente, no entiendo de política. Soy un tranquilo e inofensivo anarquista spenceriano. Y de anarquismo saben ustedes, los catalanes.

-¿Conoció usted a nuestros modernistas y noucentistas: Rusiñol, Maragall, Bertrana, Ors...?

-Ah, sí, a Ors sí. ¿Vive todavía este muchacho?

-Murió hace ya algunos años. ¿Le conoció usted personalmente?

-No, me interesaron muchísimo algunos ensayos suyos. Muy finos, muy finos... Hasta que leí una especie de novela suya, no recuerdo ahora el nombre, que me pareció intolerable. No leí nada más de él.

-¿Se refiere a La bien plantada?

-Eso, La bien plantada. Inaceptable. Las medidas del torso, la cintura y los tobillos de la protagonista eran absolutamente intolerables. Decidí no volver a abrir un libro suyo.

-Lo que sí ha continuado manejando fue el Diccionario etimológico de Coromines. (Cojo de la estantería una primera edición desgastada por el uso, y con el Coromines en las manos, hablamos del Cratilo platónico, del carácter representativo o arbitrario de las palabras, de su historia y transformación).

-Vea cómo el término sajón bleich, que significa sin color, de­rivó de un modo contrapuesto: en castellano a blanco y en inglés a black (negro).

-¿Será por algo parecido por lo que los chistes procaces son en castellano chistes verdes y en inglés chistes azules?

-La verdad, no entiendo esta inversión por la que el verde, que debería sugerir algo natural, vino a significar en castellano todo lo contrario. Pero encontraré la solución. En cuanto la halle, le escribo enseguida. (Borges habla siempre de temas retóricos, etimológicos o incluso poéticos en términos de verdad, de solución, de exactitud).

-¿Pero tiene usted aún el Coromines en las manos?

-Sí.

-Pues busque el término jazz... Mire, en el inglés criollo de Nueva Orleans to jazz quería decir fornicar. O, más precisamente, fornicar de un modo breve, espasmódico, violento, como sugiere el sonido mismo de la palabra. Es como tango, que no viene, como creía Lugones, del tangere latino, sino de la etimología africana que veíamos antes en el Coromines. Nolli me tangere-just jazz it... Aunque tampoco estoy seguro. Si yo pudiera con­sultar... pero hace ya años que no veo.

-Tres cosas se pierden al perder de vista "el mundo de la representación" -como llamaría usted al mundo físico-, el mundo de los libros y el mundo de la pro­pia escritura. Son tres pérdidas distintas.

-Cierto. -¿Cuál ha ido más dolorosa para usted?

-No. A mí me gustaría sobre todo leer, leer por ejemplo un ver­so erótico de Eduardo Marquina donde todo es un juego de reflejos en espejos. Y me gustaría también ver las caras de las personas que quiero... las caras de mis amigos. Y también los lugares donde estuve con amigos: la librería Salvat-Papasseit en Barcelona. Pero venga usted y acompáñeme a la otra habitación, donde le en­señaré los cuadros de tigres y el último vestido de mi madre.

Fuente : El País Semanal –España
25 ENE 1998

lunes, 11 de agosto de 2014

El divino desorden - Viviana Ackerman

Claves para leer a Borges



Fuente : You Tube
Entrevista en la radio FM UBA

viernes, 8 de agosto de 2014

Leer a Borges para evitar el alzhéimer



“El dominio de la palabra es el poder más eficaz”, dice Pedro Barcia

El académico cuestiona que la escuela desatienda la formación de la oralidad. “Hay libertad de decir lo que se piensa, pero hay dificultades para pensar”, advierte. Aconseja leer a Borges para evitar el alzhéimer.
“El dominio de la palabra es el poder intangible más eficaz que alguien puede tener”, dice el ensayista Pedro Barcia, lingüista e investigador, presidente de la Academia Nacional de Educación. “Si usted posee voluntad, memoria y un diestro manejo del sistema lingüístico, es imposible no triunfar en la vida”, agrega.
Barcia, que es autor de "El camino en la literatura”, “La literatura antártica argentina” y “Los caminos de la lectura”, critica el sistema educativo argentino. “De las cuatro destrezas típicas del lenguaje: la lectura, la escritura, el hablar y el escuchar, la escuela se dedica solo a las dos primeras. Se parte del supuesto de que como el chico articula frases, sabe hablar y escuchar. Es falso. No sabe dialogar”, afirma.
“Se desatiende a la formación de la oralidad, esencial para la vida cotidiana. Educamos alumnos con pobreza léxica, sin habilidad comunicativa. Lo hemos transformado en un ciudadano de segunda. La ley reconoce que tiene la libertad de decir lo que piensa, pero los alumnos no pueden armar frases y se les dificulta el pensar. Vamos en deterioro de la posibilidad de una democracia de calidad”, completa.
“La verdad que…”, “a ver”. Son muletillas muy usadas en la Argentina. Los periodistas lo saben porque muchas veces sus entrevistados comienzan una respuesta con ellas. Barcia, expresidente de la Academia Argentina de Letras (AAL), aconseja erradicarlas. Menciona “las que inician un diálogo, como ‘bueno’, o comenzar una respuesta con una negación, como ‘no’”.
Barcia recomienda también “evitar también los finales del tipo ‘totalmente’, porque anula toda posibilidad de continuar con el diálogo. También sucede con ‘y nada’, de origen peninsular”.
El académico, que presidió 12 años la AAL, considera que “crear neologismos es tarea del escritor”. “Ahora uso ‘libros bolsillables’ para evitar la gringada de pocket books. Siempre que exista una palabra apropiada en nuestra lengua, debemos preferirla”, señala en una entrevista con La Nación. “‘Evite el alzhéimer, lea a [Jorge Luis] Borges’, me gusta decir. Él emplea ambigüedades, falacias argumentativas, paradojas y juegos etimológicos y esto hace que el lector no pueda achancharse. Hay que elegir una selección ‘borgesiana’ –prefiero decir así y no ‘borgiana’–, comenzar por un libro como El informe de Brodie y una selección de poemas y notas breves, y hacer trabajo en clase, de explicitación y despliegue del texto”,


Fuente :
La Republica – Corrientes
La Nacion.com