jueves, 25 de noviembre de 2010

Borges en La Perla de Once



La Perla de Once, mucho más que cuna rockera

El legendario bar La Perla, en la esquina de Rivadavia y Pueyrredón en diagonal a la Plaza Once, es merecidamente homenajeado estos días con varios recitales, para recordar que fue allí donde se reunían los jóvenes rockeros de la década del 60. Fue en su baño donde Litto Nebbia y Tanguito compusieron el tema La Balsa, y también allí se escribió "Jugo de tomate frío" de Manal. Javier Martínez, Miguel Abuelo, Moris y muchos más, frecuentaron ese bar mítico, hoy aggiornado. Lo que muchos ignoran es que en la misma Perla, pero cuarenta años antes, funcionó la tertulia de Macedonio Fernández -que vivió en varias pensiones de Balvanera-, a la que asistían Xul Solar, Jorge Luis Borges, Raúl Scalabrini Ortiz, Leopoldo Marechal y otros escritores, artistas plásticos y pensadores que forjaron una buena parte de nuestra literatura.



"La certidumbre de que el sábado, en una confitería del Once, oiríamos a Macedonio explicar qué ausencia o qué ilusión es el yo, bastaba para justificar la semana", recordó Borges a la muerte de Fernández. Y el propio autor del Museo de la Novela de la Eterna escribió: "en La Perla... cada artista joven era un pensar de arte". También alli, unos años después, iba a leer cuando salía de la Escuela Normal Mariano Acosta el adolescente Julio Cortázar, y entre el bullicio de las mesas de La Perla se gestaron algunos de sus primeros cuentos. No estaría mal que en los días de rock que se vienen, también se recuerde esta otra historia. Sería justo.

Fuente : Humberto Acciarressi
La Razon, 25/11/2010



La Perla del Once


El antiguo barrio del Once fue su lugar de encuentro con Macedonio Fernández, en la confitería La Perla, hoy totalmente modificada. Estas reuniones tenían lugar, por lo general, los días sábado y duraban desde las once de la noche hasta el amanecer. Borges sostenía que saber que iba a encontrarse con Macedonio un próximo sábado, en La Perla, volvía soportable la más trivial de las semanas, en su trabajo de bibliotecario, en el que debía dedicarse a catalogar y fichar de modo manuscrito libro tras libro.



MACEDONIO. En otro de sus poemas Borges dice: "Es, en la deshabitada noche,/ cierta esquina de del Once en la que Macedonio Fernández, que ha muerto,/ sigue explicándome que la muerte es una falacia."

miércoles, 24 de noviembre de 2010

JORGE LUIS BORGES Y LOS MORMONES



Jorge Luis Borges es, sin lugar a dudas, el escritor argentino más conocido y más importante del siglo XX. En realidad, es el escritor que ha ejercido mayor influencia sobre otros escritores de toda Latinoamérica durante el mencionado siglo. Tal es el caso del gran novelista colombiano Gabriel García Márquez. Luego de un viaje a Buenos Aires, García Márquez contestó varias preguntas de la prensa. Cuando lo interrogaron acerca de qué libros había comprado en Argentina, él respondió: “Un solo libro: las obras completas de Borges, autor que detesto [por razones políticas] y que releo constantemente”. De esa forma García Márquez rindió homenaje a Borges.

Conocí a Borges por primera vez en 1968 en la sede de la Biblioteca Nacional, ubicada en ese entonces en la calle Mendoza de la ciudad de Buenos Aires. Los detalles de este encuentro ya están publicados en forma de entrevista en “BYU Studies”, volumen 34, número 1 (1994).
Durante esa visita, Borges se enteró de que había nacido en Salt Lake City, Utah y me preguntó si yo era mormón. Cuando le dije que sí, él se puso de pie y en su vasta biblioteca personal encontró una copia de El Libro de Mormón que unos misioneros le habían regalado en los años cincuenta. Le pregunté si había leído el libro y me contestó: “no, sólo algunas partes”. Pero a pesar de esta declaración, me habló de Nefi y Lehi, y aún se acordó de Alma y Abinadí. Le fascinaban los nombres del Libro de Mormón. Me quedé impresionado con su gran memoria. Lo felicité y él a su vez declaró modestamente que también había “leído varios libros sobre los mormones.” Su primer encuentro literario con los mismos aconteció al leer a Mark Twain, en el libro “Roughing It” y desde ese momento dijo que tenía un “gran deseo de conocer Salt Lake City y a los mormones.”

Posteriormente, en James Conan Doyle encontró otras referencias a los miembros de la Iglesia, casi siempre con relación a la poligamia y al “reino” de los mormones en las montañas de Utah. El “Utah” literario era una constante fascinación para él. Lo invité entonces a visitarnos en los Estados Unidos, y en especial a conocer Salt Lake City. En el año 1972, Borges, aceptando una invitación de la Universidad de Utah y de la Universidad de Brigham Young (BYU), conoció por primera vez Salt Lake City. En esa época este afamado escritor siempre andaba con un guía, debido a la ceguera que lo había perseguido durante muchos años. Este guía, otros profesores y yo le describíamos la ciudad de Salt Lake City. En un momento él expresó: “estoy un poco triste porque no es la misma ciudad que había descripto Mark Twain”, es decir, Salt Lake City ya era una ciudad moderna, parecida a muchas otras del siglo XX. Sin embargo, Borges todavía guardaba en su mente las imágenes literarias de Mark Twain y otros escritores del Siglo XIX. Durante las conferencias que Borges dio en las dos universidades nunca entró directamente en el tema de la religión. No obstante, en la sesión de preguntas un estudiante le pidió sus impresiones acerca de los mormones. La respuesta mostró que Borges conocía y respetaba a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, a sus miembros, y que por encima de cualquier otra cosa, le fascinaba la doctrina de la Iglesia –el rol del albedrío moral, el concepto de un Dios que se perfecciona en sus propias creaciones, la posibilidad de que los seres humanos llegaran a ser dioses en un futuro–, es decir las profundas ideas filosóficas y metafísicas de la Iglesia le encantaban y siempre quería saber más acerca de la doctrina mormona. En más de una ocasión me habló de su admiración y fascinación por José Smith.
Volví a invitar a Borges para visitar BYU en 1976, precisamente en el año de las celebraciones de los 200 años de los Estados Unidos. Vino a Provo, Utah, en el mes de marzo de 1976, cuando tenía 76 años de edad, por lo que le sugerí que discursara sobre “Borges y el ‘Espíritu de los 76’ años”, haciendo un juego de palabras entre su edad y la celebración del bicentenario de los Estados Unidos (1776-1976). Él entendió muy bien el concepto, y habló de su propio “espíritu” tanto como del espíritu que animaba a los mormones del siglo XIX a sacrificarse, a cruzar las llanuras inhóspitas y establecerse en el desierto de Utah. Admiraba mucho a los mormones, como buena representación del espíritu pionero de los Estados Unidos. Me dijo que él había llorado al leer de los pioneros mormones que tuvieron que salir de Nauvoo, Illinois y cruzar el Río Misisipí sobre el hielo. Asimismo mencionó que todavía encontraba ese espíritu pionero entre los mormones que él había conocido.
Una mañana de primavera (marzo en Estados Unidos), mientras él y yo caminábamos por la universidad, Borges me dijo: “Esta mañana las montañas de Utah me han sido dadas”. Perplejo, le pregunté qué quería decir con eso. Él explicó que esa mañana podía vislumbrar el perfil de las altas montañas que están al Este de la universidad. Yo le pregunté: “Si las montañas le han sido dadas, Borges, ¿quién se las dio?”. Él me respondió: “Seguro que usted quiere que yo diga que fue el ‘Dios Mormón’, pero no”. A su vez le expresé: “No, no esperaba ninguna contestación, sólo que no entiendo esa construcción en voz pasiva”. En seguida él explicó que sus médicos le habían recomendado un medicamento nuevo contra la ceguera que él estaba tomando y que por primera vez en muchos años podía ver ciertos colores amarillos arriba de las montañas. Veía la luz del sol. Estaba muy animado de que este acontecimiento ocurriera en Utah. “Este lugar sí tiene un espíritu único”, dijo Borges. En 1986 lo invité a volver a BYU para dar un cursillo de tres semanas sobre la creación literaria. Borges aceptó gustosamente pero desafortunadamente murió en Suiza ese mismo año, antes de poder cumplir el contrato que había firmado. Todavía guardo las cartas y los recuerdos de frecuentes encuentros con Borges en los Estados Unidos y en la Argentina. Uno de mis libros más queridos es una temprana edición de “Ficciones”, con la siguiente inscripción y firma: “To Ted Lyon, from his friend, Jorge Luis Borges” [“A Ted Lyon, de su amigo, Jorge Luis Borges”]. Así que el gran maestro nos conoció. Siempre guardó una opinión muy elevada de los mormones, y le encantaba la doctrina de la Iglesia.

Fuente :
Thomas E. Lyon
www.lds.org.ar

Borges y el tiempo



El tiempo por su condición irreversible y unidireccional constituye una de las obsesiones de Borges; para conjurarle, ensaya la reivindicación de la eternidad, primero; la del instante, después. Lejos de finalizar en una concepción sistemática del tiempo, la obra de Borges devela su condición paradójica en medio de reflexiones divergentes y versos cruzados.

1. El tiempo de otros

Paradójico, el tiempo, todo lo da y todo lo quita. Porque el reloj gobierna la rutina de los hombres, nada hay más objetivo que el tiempo, pero también nada hay más subjetivo que él cuando la espera lo paraliza y la emoción lo acelera. Nada más personal, nada más compartido. Nada más abundante, nada más escaso. El tiempo está en todas partes y en ninguna. Es la forma de ser y de no ser. El tiempo es puente, pero también abismo. Desechable, inmortal. La vida está hecha de tiempo, pero así mismo es una carrera contra el tiempo.

Alrededor del tiempo surgen los conflictos que tejen la existencia, el conflicto entre el presente y el futuro, origen y fundamento del conflicto entre el orden y la transgresión, la seguridad y el sentido; el conflicto entre un futuro que promete y un pasado que obliga, entre la plenitud del instante y la ubicuidad de lo sido. ¿Cómo pudiera ser de otra manera? Si a medida que somos no somos, si somos responsables de lo que ya no somos y es menester contar con lo que todavía no somos. El tiempo es el enigma de la existencia, pero también la clave, la sustancia, el reto.

Hijo de un médico, biólogo en primera instancia, Aristóteles se ocupa de los animales cuya vida permanece confinada en el aquí y el ahora. No debe extrañarnos así que Aristóteles asuma la concepción del tiempo como la sucesión de ahoras, como el ensamblaje del antes y el después, es decir, como el número del movimiento. La concepción del tiempo como fenómeno natural, como fenómeno objetivo, inclusive, alcanza en Newton su formulación por excelencia. Leemos en sus Principios matemáticos de filosofía natural: "El tiempo absoluto, verdadero y matemático, en sí y por su propia naturaleza sin relación a nada externo fluye uniformemente"1. Probablemente así perciba el tiempo el dios omnipotente de los teólogos, un ser plano sin acentos ni dobleces. No es el caso del hombre, sin embargo. San Agustín discrepa de la concepción objetivista del tiempo. Si el tiempo no fuera más que un fenómeno exterior, no pudiéramos menos que registrar que el pasado ya fue, que el futuro todavía no ha sido y que el presente no sería más que un instante cuya duración -en sentido estricto- tiende a cero, y en esas condiciones sería menester concluir, en síntesis, la inexistencia del tiempo. Para San Agustín, en cambio, el tiempo es un fenómeno interior, una realidad vivida. Así lo explica en las Confesiones: "(…) ¿Quién hay que niegue que no existen aún los futuros? Sin embargo, ya existe en el alma espera de cosas futuras. Y ¿quién hay que niegue que las cosas pasadas ya no existen? Sin embargo, existe todavía en el alma la memoria de cosas pasadas. Y ¡quién hay que niegue que carece de espacio el tiempo presente, ya que pasa en un instante ? Y sin embargo, perdura la atención por donde pasa"2. Acerca de la naturaleza del tiempo, Kant adopta una postura diferente. Para el filósofo de Köenigsberg, el tiempo es una de las formas de nuestra sensibilidad, de la manera como estructuramos, como ensamblamos la materia bruta de las sensaciones para hacerla inteligible, para darle sentido, una forma universal y necesaria, además. Kant coincide con San Agustín cuando concibe el tiempo como fenómeno interior; con Aristóteles cuando reivindica la uniformidad del tiempo. Bergson critica a sus antecesores por haber concebido el tiempo en términos de espacio. Así se refiere a las doctrinas precedentes en El pensamiento y lo moviente: "La duración se expresa siempre en extensión. Los términos que designan el tiempo son tomados a la lengua del espacio"3. Expresado en términos de espacio, el tiempo se podría acortar o alargar sin dificultad alguna. ¿No daría, acaso, lo mismo si vamos a la cita cinco minutos antes o cinco minutos después? Hay quienes lo creen así. Ello sería una falacia, no obstante. Dice Bergson: "¿Se ha pensado, sin desnaturalizarla, acortar la duración de una melodía? La vida interior es esta melodía misma"4. Habiendo concebido el tiempo como duración, Bergson destaca, en cambio, su carácter acumulativo. Benjamin Lee Whorf, lingüista heterodoxo, quien estudió a fondo la lengua hopi, una lengua amerindia, realizó una crítica a la concepción del tiempo acreditada por científicos y filósofos, y lo hizo en dirección similar a la de Bergson. Las lenguas indoeuropeas, según Whorf, utilizan un "tiempo espacial", un "tiempo espacializado", de acuerdo con el cual el tiempo se cuenta de manera similar a como se cuenta el espacio, cuando se habla de cinco días de la misma manera en que se habla de cinco metros, es decir, como si cada día fuese un día más, un día cualquiera, como cada metro es un metro más, un metro cualquiera; cuando "(…) la igualdad formal de las unidades similares a espacio, mediante las que medimos y concebimos el tiempo, nos conduce a considerar el 'concepto informal' (…) del tiempo como algo homogéneo que se encuentra en relación con el número de unidades"5. La lengua hopi, de acuerdo con Whorf, asume el tiempo como algo que se acumula, "(…) como si el retorno del día fuera sentido como el retorno de la misma persona, un poco más vieja, pero con todas las impresiones de ayer, y no como 'otro' día, o sea como una persona completamente diferente"6. Para los hablantes de la lengua hopi el tiempo no haría las veces de regla superpuesta a los hechos, sino que sería uno con ellos. En una dirección afín, aunque sin trascender el plano de los fenómenos físicos, y en particular opuesta a la de Newton, Einstein dirá que el espacio-tiempo nada más es una forma de la materia-energía. Filósofos como Bergson, lingüistas como Whorf, en síntesis, no sólo toman partido por la postura subjetivista, sino que además la llevan hasta sus últimas consecuencias. Heidegger, inclusive, estaría más cerca de San Agustín que de Aristóteles, cuando en "La esencia del habla", incluida en: De Camino al habla, se refiere a la triple simultaneidad del tiempo en términos de "(…) la igualdad unida de haber sido, presencia y lo que guarda encuentro"7. Heidegger, no obstante, toma distancia de las posturas precedentes, la de Aristóteles, quien hace del tiempo un fenómeno exterior; la de San Agustín, quien hace de él un fenómeno interior, las cuales gravitan alrededor del tiempo presente, cuando concibe al advenir como éxtasis primordial del tiempo. El ser que somos nosotros, dirá Heidegger, es un ser abierto a sus posibilidades. El presente, el pasado también, se definen en relación al futuro; el presente, por las posibilidades que le son propias, el pasado por aquellas a las que podemos retornar.

San Agustín se opone a Aristóteles, Kant toma distancia de ambos, Bergson difiere de la tradición precedente, Heidegger hace otro tanto. Con Borges se repite la historia. Sus antecesores han ofrecido una imagen coherente, consistente, cuando no sistemática del tiempo. Borges, en cambio, da cuenta de su condición paradójica. No lo hace mediante una teoría, sino a través de los poemas, de los relatos en los que el tiempo juega un papel protagónico.

2. En el comienzo fue la queja

Muchas de nuestras quejas giran alrededor del tiempo. Porque las cosas se retrasan, se demoran, no están a tiempo y en ocasiones llegan tarde. Más duele el paso del tiempo, sin embargo, del tiempo que se devora a sí mismo en una carrera sin sentido ni fin, del tiempo que se va llevando las cosas una tras otra sin excepciones ni contemplaciones. El tiempo todo lo da, pero también todo lo quita, y es este último sentimiento o resentimiento el que aflora en el poeta cuando confiesa como cualquier mortal que hemos nacido con preaviso, pero a diferencia de los otros lo musita sin incurrir en el lugar común o la frase manida. Leemos en la última estrofa del poema titulado "El reloj de arena":

"Todo lo arrastra y pierde este incansable
Hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
De tiempo, que es materia deleznable"8.

3. La eternidad

¿ Como conjurar la fugacidad del tiempo ? Lo contrario del momento huidizo y fugaz es la prolongación del instante, la duración interminable. Así lo quiere el deseo y así lo dirá Borges en la "Historia de la eternidad": "El estilo del deseo es la eternidad"9. Entre las concepciones de la eternidad formuladas por los filósofos, la de la duración interminable fue la primera. La hallamos en Heráclito: "Este mundo, el mismo para todos, ninguno de los hombres ni de los dioses lo ha hecho, sino que existió siempre, existe y existirá en tanto fuego siempre vivo, encendiéndose con medida y con medida apagándose"10. Dicha concepción de la eternidad se reveló problemática. Así los momentos constitutivos del evento se multipliquen sin fin, no están en condiciones de trascender su finitud. Al alargar el evento que no queremos perder, lo perdemos, y en particular lo perdemos instante por instante, en la medida en que ellos hacen tránsito al pasado.

Fue Platón quien formuló un nuevo concepto de eternidad vacunado contra el paso del tiempo. Célebre es el pasaje en "El Timeo" cuando dice: "(…) la expresión 'existe' no se aplica más que a la sustancia eterna. Por el contrario, las palabras 'existía', 'existirá' son términos que hay que reservar a lo que nace y avanza en el tiempo11. Porque lo que existe es lo único real es menester desarrollar un nuevo modelo de eternidad a través suyo, y en el que no se incluya lo que existía (el pasado) ni lo que existirá (el futuro), un modelo diferente al de la duración sin fin. Platón renunció a definir la eternidad en términos del tránsito del futuro al pasado a través del presente, es decir, en términos de tiempo; en otras palabras, no definió la eternidad en términos de movimiento. La eternidad sería inmóvil. Las fases del evento reputado eterno no estarían unas detrás de las otras, ellas serían todas de una vez para siempre. Y es esa la eternidad de la que se ocupa Borges en "La historia de la eternidad", como la más expedita de las vías ensayadas por el hombre para conjurar la finitud. Borges distingue dos etapas de la misma. La primera remite a Platón; la segunda, al cristianismo.

Eternas serían para Platón las ideas concebidas como modelos o arquetipos de las cosas. Habría ideas del bien, de las virtudes y los vicios, de las especies naturales, de los números y las figuras geométricas, de los elementos, para citar algunas. En la medida en que nuestra conducta se aproxima a la idea, al ideal, ella participa de la eternidad. Aunque la vida humana esté sujeta al devenir, su (eventual) participación en los modelos o arquetipos permitiría conjurar la finitud. Mediante la eternidad de la idea, Platón evade la temporalidad. Ni la decadencia ni el adiós tienen cabida en ese modelo de eternidad. Platón había sido ingenioso, pero también osado al postular la existencia de unas ideas ajenas al mundo sujeto al devenir de las que nadie tiene noticia cierta. Desde Aristóteles, inclusive, la crítica de las ideas platónicas no ha cesado de arreciar. Que las cosas se asemejen a determinadas ideas, advierte el estagirita, no necesariamente ocurre por influencia de estas. Leemos en la Metafísica: "Pues ¿qué es lo que actúa mirando a las ideas? Puede ocurrir, en efecto, que algo sea o se haga semejante a otra cosa sin ser modelado según ella"12.

Así viera en la eternidad la más expedita de las vías para conjurar la finitud, Borges aporta sus argumentos en contra de la idea platónica cuando reconoció en ella una solución insatisfactoria al problema del tiempo huidizo y fugaz. Que los individuos estén subordinados a la especie como lo quería Platón pareciera verificarse en el mundo animal, pero no en el nuestro. Borges sostiene: "Presumo que la eterna leonidad puede ser aprobada por mi lector, que sentirá un alivio majestuoso ante ese único León, multiplicado en los espejos del tiempo. Del concepto de eterna Humanidad no espero lo mismo: sé que nuestro yo lo rechaza, y que prefiere derramarlo sin miedo sobre el yo de los otros"13. Dicho de otra manera, en el inventario de las ideas platónicas alternan voces genéricas (como las de las especies biológicas) con voces abstractas (como las de las virtudes y los vicios)14. Mientras las voces genéricas referencian fenómenos naturales, las voces abstractas derivan, en cambio, de una parcelación arbitraria de los fenómenos propios de la condición humana como serían las virtudes y los vicios, parcelación que pudiera darse de muchas maneras, como verificamos a través de la historia, y la asumida por Platón o la Grecia del siglo de Pericles no sería la única. En el período helenístico, en el cristianismo, en la modernidad, es posible identificar diferentes clasificaciones de las virtudes y los vicios. Borges, por último, hace hincapié en "(…) la reserva de su inventor sobre el procedimiento que usan las cosas para participar de las formas universales"15, lo que en otras palabras equivale a denunciar el hecho según el cual Platón no aporta las pruebas relativas a dicha participación.

Borges se ocupa luego de la eternidad tal como fuera asumida por los teólogos cristianos, es decir, de la eternidad de Dios como un ser que existe todo de una vez para siempre.

Porque el cristianismo no abolió los modelos o arquetipos platónicos, sino que los trasmutó en "(…) ideas eternas en el Verbo hacedor"16, filósofos como Nietzsche acuñan la expresión filosofía platónico-cristiana para destacar la continuidad en cuestión. Porque la divinidad se asumió como artículo de fe durante el medioevo, la concepción platónica de la eternidad tuvo una mayor acogida en ese entonces. No obstante, no por ello la aceptamos sin más.

Borges rastrea los orígenes del concepto de eternidad en el cristianismo concebido a la manera platónica, como atributo de un ser que es todo de una vez para siempre, y para sorpresa suya concluye que el concepto en cuestión no aparece registrado en las Escrituras, sino que fue invención de los teólogos. Ello amerita una explicación.

Al interior del cristianismo de los primeros siglos es posible identificar la disputa entre grupos como el de los ebionitas para quienes el maestro Jesús no fue más que un profeta insigne de la tradición judía, de un lado, y grupos como el de Marción, para quien el cristianismo debía erigirse en religión independiente del judaísmo, de otro lado. A propósito de la disputa en cuestión el cristianismo adoptó una solución de compromiso, de acuerdo con la cual si bien sería una religión diferente no por ello dejaría de ser una religión monoteísta que compartía con el judaísmo la tradición de sus patriarcas y sus profetas. En virtud de sus vínculos con el judaísmo, el cristianismo aceptó la existencia del Dios Padre. En virtud de su independencia, reconoció la existencia del Dios Hijo, que no sería otro que el maestro Jesús. Fue cuando, previo reconocimiento del Espíritu Santo como Dios, surgió la idea de la Trinidad, de acuerdo con la cual las tres Personas de la divinidad ostentan igual rango y jerarquía.

Si el Padre es anterior al Hijo, como es apenas obvio, de alguna manera es superior a él. No fue otra la vía elegida por el arrianismo, grupo cristiano que tuvo éxito entre los más de los pueblos bárbaros recién cristianizados como serían los visigodos en España por ejemplo, quienes de acuerdo con sus tradiciones políticas protodemocráticas habían asumido como forma de gobierno una monarquía electiva y no una monarquía hereditaria. Dadas sus tradiciones consuetudinarias, los visigodos estarían más próximos a la fórmula según la cual un hombre (Jesús) en virtud de sus propios méritos es adoptado por Dios como su hijo, antes que a la concepción dinástica de la divinidad según la cual Jesús es Dios en su condición de Hijo del Padre.

No fue el arrianismo la modalidad de cristianismo que terminó por imponerse en los concilios, cuando allí se declaró a Jesús, Hijo legítimo de Dios. Así un Jesús de la estirpe del Padre estuviera más cerca de él que un Jesús adoptado, no por ello se cierra la brecha entre ambos. Fue Ireneo de Lyon, así lo relata Borges, quien previó las dificultades relativas a la relación entre Dios Padre y Dios Hijo, cuando el primero podía eclipsar al último en razón de su primacía en el tiempo, cuando sólo el primero sería eterno. La prelación del Padre sobre el Hijo colocaría en entredicho la identidad del cristianismo respecto al judaísmo, al dar al traste con la fórmula de la Trinidad que atribuye igual rango y jerarquía a las tres Personas de la divinidad. La solución de Ireneo no fue otra que la de aplicar el modelo de la eternidad platónica a la Trinidad. Tanto el Padre como el Hijo, y por supuesto el Espíritu Santo serían Dios de una vez para siempre. En esos términos, señala Borges, para Ireneo la "(…) -generación del Hijo por el Padre (…)- no aconteció en el tiempo, sino que agota de una vez el pasado, el presente y el porvenir"17. El credo de Nicea confirma la audacia teológica del prelado, cuando proclama el dogma de la Santísima Trinidad, cuando define la relación entre las tres Personas de la divinidad en términos de consustancialidad.

Ireneo, así lo registra Borges, sabía que: "(…) renunciar a la Trinidad -a la Dualidad, por lo menos- es hacer de Jesús un delegado ocasional del Señor, un incidente de la historia, no el auditor imperecedero, continuo, de nuestra devoción. Si el Hijo no es también el Padre, la redención no es obra directa divina; si no es eterno, tampoco lo será el sacrificio de haberse denigrado a hombre y haber muerto en la cruz"18. Al aplicar el modelo platónico de eternidad a la Trinidad, Ireneo resolvió un impase teológico suscitado por una religión que había adoptado una solución de compromiso en lo relativo a su relación con el judaísmo. Desenmascarada la génesis del concepto de eternidad en el cristianismo, Borges no puede menos que distanciarse de él.

Porque las versiones de la eternidad formuladas por filósofos y teólogos no lo dejaron satisfecho, Borges intenta la suya. Relata la experiencia de una noche en Buenos Aires, durante la cual caminó sin rumbo conocido hasta cuando dio con una calle que cautivó su atención y en donde vivió una experiencia verdaderamente singular. Así lo refiere: "Me quedé mirando esa sencillez… Pensé, con seguridad en voz alta: Esto es lo mismo de hace treinta años… Conjeturé esa fecha (…) El fácil pensamiento Estoy en mil ochocientos y tantos dejó de ser unas cuentas aproximativas palabras y se profundizó a realidad"19. Borges analiza los hechos. Respecto de lo acontecido allí mismo treinta años atrás, la representación de esa calle esa noche "(…) no es meramente idéntica (…) es, sin parecidos ni repeticiones, la misma"20. Si la experiencia se repite, si no fue devorada por el tiempo, estaríamos obligados a reivindicar su eternidad.

4. Lo que no fue

Aunque la eternidad constituya un antídoto contra la irreversibilidad del tiempo, no se acaban con ella las quejas de Borges contra él. Más grave que la irreversibilidad del tiempo sería para Borges su condición unidireccional. Muchas cosas, infinitas cosas dejan de ser, se sacrifican, para que unas pocas sean. Unas veces las selecciona el azar, otras el cálculo, pero en cualquier caso muchas de las que nosotros quisiéramos ser, no son. En su "Elegía del recuerdo imposible", Borges escribe varias estrofas del siguiente corte:

"Que no daría yo por la memoria
De haber combatido en Cepeda
Y de haber visto a Estanislao del Campo
Saludando la primer bala
Con la alegría del coraje"21.

Borges no tuvo tiempo para la guerra. Las circunstancias de su existencia le reservaron otros azares. En el último par de versos del poema "Soy", su queja adquiere proporciones superlativas:

"Soy el que no es nadie, el que no fue una espada
En la Guerra. Soy eco, olvido, nada"22.

Extraña especie de solidaridad cósmica, en la que las más de las cosas no tienen siquiera derecho al olvido, mientras unas pocas devienen interinas en el tiempo y las más afortunadas son recuerdo de manera no menos perentoria. Nadie queda satisfecho. Borges no es la excepción. No es necesario ir a las grandes gestas de la historia para hallar destinos que hubiéramos querido para nosotros. No es necesario ir tan lejos… La queja de Borges adquiere un acento más íntimo en estrofas como ésta, la estrofa final de la "Elegía del recuerdo imposible":

"Que no daría yo por la memoria
De que me hubieras dicho que me querías
Y de no haber dormido hasta la aurora,
Desgarrado y feliz"23.

Lo grave no es que las cosas terminen, lo grave es que nunca hayan sucedido. Si lo que cuenta es lo que hemos sido, lo que hemos hecho, lo que en última instancia marcaría la diferencia entre dos personas serían los recuerdos acumulados. De cara a lo que efectivamente hicimos, de espaldas a lo que pudo haber sido y no fue, no sólo valoramos nuestros recuerdos, cuando además añoramos los ajenos, como en efecto ocurre en "Le regret d'Héraclite", poema que apenas tiene un par de versos, los suficientes para decirlo todo:

"Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca
Aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach"24.

Porque el verdadero olvido no tiene nombre, la insistencia de Borges en lo que pudo haber sido y no fue constituye el firme indicio de una desesperanza que a pesar de todo espera. No es otra la evidencia que nos depara en el poema titulado "Lo perdido", cuando después de referirse a cuanto pudo haber sido y no fue, lista en la que no faltan las armas que no empuñó, la visión que desertó en su vejez, Borges remata así:

"Pienso también en esa compañera
Que me esperaba, y que tal vez me espera"25.

Fiel a sus obsesiones, Borges ha salido avante de la prueba del olvido y terminará por ser iniciado. Borges muere en lo que es y nace otro dispuesto a transgredir sus certidumbres de antaño. Como en los viejos cultos mistéricos, el iniciado despierta. Ha comprendido. ¡ Qué importa la irreversibilidad del tiempo, su unidireccionalidad, inclusive, si el tiempo no existe ! Unicamente existe el instante. Leemos en su poema "El pasado":

"No hay otro tiempo que el ahora. Este ápice
Del ya será y del fue. De aquel instante
en que la gota cae en la clepsidra"26.

A Borges le espera una gigantomaquia. La destrucción del tiempo, la de su irreversibilidad, en consecuencia. No es otra la gesta que se propone en la "Nueva refutación del tiempo".

5. El instante

Borges parte de Berkeley, y cita sus reflexiones contenidas en los Principios del conocimiento humano, 3: "Todos admitirán que ni nuestros pensamientos ni nuestras pasiones ni las ideas formadas por la imaginación existen sin la mente (…) Hablar de la existencia absoluta de cosas inanimadas, sin relación al hecho de si las perciben o no, es para mí insensato. Su esse es percibi; no es posible que existan fuera de las mentes que las perciben"27. Puesto que ser es ser percibido nada probaría la existencia de una materia detrás de las percepciones y pensar en ella resultaría superfluo.

De la afirmación de Berkeley, de acuerdo con la cual el mundo para nosotros es el mundo percibido y nada más, es posible ir todavía más lejos. Hume, citado por Borges, argumenta en su Tratado de la naturaleza humana, I, 4, 6: "Somos una colección o conjunto de percepciones, que se suceden unas a otras con inconcebible rapidez (…) La metáfora no debe engañarnos. Las percepciones constituyen la mente y no podemos vislumbrar en qué sitio ocurren las escenas ni de qué materiales está hecho el teatro"28. No hay un yo al margen de las percepciones. Si tenemos la idea de un yo, únicamente se la debemos a la memoria. ¿Agota Hume la veta del idealismo? Borges no lo cree así. Para Berkeley, el mundo exterior es una hipótesis gratuita; para Hume, lo es el yo; no hay razón, dirá Borges, para no pensar lo mismo del tiempo: "Fuera de cada percepción (actual o conjetural) no existe la materia; fuera de cada estado mental no existe el espíritu; tampoco el tiempo existirá fuera de cada instante presente"29.

Borges sabe que el tiempo no sólo existe para solaz divertimento de los filósofos, quienes en vano intentan saltar sobre su propia sombra, además rige la vida cotidiana. Su demolición no es tarea fácil. A lo largo de la "Nueva refutación del tiempo", Borges reelabora su argumentación de diversas maneras. Destacamos dos de ellas. En la primera habla de Chuang Tzu; en la segunda, de Shakespeare.

El primer argumento gira en torno al célebre sueño de Chuang Tzu, y al cual Borges se ha referido más de una vez. Chuang Tzu soñó que era una mariposa, y al despertar no sabía si era Chuang Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa que estaba soñando que era Chuang Tzu. Si nos atenemos a la doctrina idealista, de acuerdo con la cual esse es percibi, resulta evidente que mientras Chuang Tzu soñó que era una mariposa existían para él la serie de los estados mentales constitutivos del sueño únicamente, y en los cuales él era una mariposa. Siguiendo con Berkeley, con Hume también, hablar de un cuerpo (el de Chuang Tzu) o de un yo (el de Chuang Tzu) detrás de los estados mentales en cuestión resultaría superfluo. Otro tanto ocurriría con el tiempo. La fijación del sueño de Chuang Tzu en el período feudal de la China, o de cualquier suceso en determinada cronología, dirá Borges, resulta arbitraria; ella no aparece referenciada en las percepciones del sueño. En otro pasaje del mismo texto Borges abunda en la idea: "El universo, la suma de todos los hechos, es una colección no menos ideal que la de todos los caballos con que Shakespeare soñó -¿ uno, muchos, ninguno ?- entre 1592 y 1594"30. Sería absurdo ¡ cómo negarlo ! ensamblar dentro de una misma cronología todos los sueños de Shakespeare en los que aparece al menos un caballo durante el período en cuestión, si ella no fue percibida en ninguno de tales sueños. Porque nuestra vida diurna, como la de los sueños, consta de percepciones, lo que es válido para la última lo es también para la primera. Ergo, las cronologías, el tiempo, no son más que una construcción del hombre, en última instancia una ficción, y lo único real sería el instante.

El segundo argumento responde a la siguiente pregunta retórica: "¿No basta un solo término repetido para desbaratar y confundir la historia del mundo, para denunciar que no hay tal historia?" 31. Por supuesto que sí. Borges aporta las pruebas.

El primer ejemplo lo toma de la literatura. De nuevo una pregunta retórica. "¿Los fervorosos que se entregan a una línea de Shakespeare, no son, literalmente, Shakespeare?"32. Claro que sí. El segundo ejemplo remite a su experiencia personal. Borges retoma la anécdota registrada en la "Historia de la eternidad", cuando habiéndose puesto a caminar por la noche se detuvo de repente en una calle en donde tuvo la impresión de experimentar la misma sensación que pudiera haber vivido treinta años atrás, y retoma la anécdota sin cambiar -literalmente sea dicho- ni una coma. La anécdota motiva la siguiente reflexión. Porque la repetición de la experiencia implica la repetición del tiempo, ello terminaría por desbaratar la serie causal de los instantes, como quiera que los episodios concomitantes a cada una de tales repeticiones (la de esa calle hoy por ejemplo) aparecerían (también) próximos, contiguos al otro (la de esa calle treinta años atrás), no habiendo así cronología alguna en condiciones de ordenar de manera consistente lo acontecido entre los siglos XIX y XX.

En la "Historia de la eternidad", la anécdota de Borges caminando de noche por Buenos Aires sirvió para acreditar la eternidad; en la "Nueva refutación del tiempo", en cambio, para reivindicar el instante. Según lo expuesto en la "Historia de la eternidad" los instantes han sido -para decirlo de alguna manera- congelados y coexisten unos al lado de los otros para siempre. De acuerdo con lo referido en la "Nueva refutación del tiempo", el mismo instante estaría vinculado ora con unos acontecimientos, ora con otros. La doble utilización de la anécdota en cuestión resulta paradójica. Ello no debe extrañarnos, sin embargo. Lo paradójico es el tiempo.

6. No yet

En el último párrafo de la "Nueva refutación del tiempo", que justo empieza con la expresión inglesa No yet, Borges pareciera descreer de todo cuanto ha dicho en ese texto y lo haría a la manera de una fe de erratas. Como el mismo Borges lo anticipa en el primer párrafo, lo dicho allí no sería más que "(…) el débil artificio de un argentino extraviado en la metafísica"33. En el último párrafo Borges reconoce que: "Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico (Borges se refiere en su orden a él mismo, a Hume y a Berkeley, el paréntesis es nuestro) son desesperaciones aparentes y consuelos secretos"34, para divertimento de los académicos a falta de mejores fines.

¿ Termina el ensayo de Borges con la confesión del autor acerca del despropósito de su gesta ? De ninguna manera. Borges sugiere una lectura diferente de sus divagaciones filosófico-literarias cuando más adelante dice: "El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego"35. Cuando el tiempo nos arrebata, nos destroza, nos consume, somos nosotros mismos quienes lo hacemos, somos el tiempo. La conclusión no es menos simple que categórica. Si el tiempo es una construcción del hombre, al construir el tiempo, el hombre se reconstruye a sí mismo y lo hace como ser temporal por supuesto; por ello alterna en él la plenitud del instante con la fugacidad del presente, la privación del pasado con la persistencia de sus efectos, la inexistencia del futuro y el deseo que lo anticipa. Por ello no debe sorprendernos que sobre la base de la misma anécdota, la de esa noche caminando por Buenos Aires, y en diferentes textos, Borges haya creído atisbar la eternidad y haya sustentado la autonomía del instante. No sería el único caso en el que el tiempo nos conduce a reflexiones antagónicas. Abundan los ejemplos en esa dirección. Elegimos el siguiente. Dice Lyotard: "Un muerto deja de estar muerto cuando ya no se visita su tumba (…) cuando ya no hay nadie que pueda recordar su imagen"36. El día en que fallezca el último hombre que recuerde que morimos y por tanto que vivimos, ese día será como si nunca hubiéramos existido. Dicha ignorancia constituye un atajo hacia la nada. No obstante, no sería la única argumentación disponible. De la ignorancia de la muerte también se infiere la inmortalidad. Leemos en Borges: "Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte"37.

Borges se quejó del carácter irreversible del tiempo, del tiempo que todo lo quita, y pretendió reivindicar la eternidad para conjurarle, y en un momento único y fugaz la percibió a su manera. No obstante, reconoció en el carácter irreversible del tiempo, del tiempo que sacrifica infinitas posibilidades en favor de unas pocas, un escollo todavía mayor. Fue cuando reivindicó la autonomía del instante, cuando sostuvo la irrealidad del tiempo, cuando descreyó de su irreversibilidad. Porque a diario experimentamos el tiempo, la cronología, inclusive, Borges descalificó su intento… Fueron todos ensayos legítimos -así lo pensaría él, de otra manera no hubiera publicado esos textos-, y si lo fueron deberán decir algo en definitiva. ¿Qué revelan considerados en conjunto los textos de Borges relativos al tiempo? Su condición paradójica.

Porque en Borges se funden la sensibilidad del poeta y la profundidad del pensador, porque en cada una de sus páginas participan diversas facultades, dio cuenta de la manera como cada facultad trama la concepción del tiempo, cada una a su manera, el deseo como eternidad; la percepción, como instante; el razonamiento, como tiempo lineal; la memoria, como tiempo circular; los sentimientos, como pasado; la libertad, como futuro. El tiempo, en síntesis, no se deja organizar y es terreno fértil para las paradojas. Si hemos conocido algunas concepciones sistemáticas del tiempo ello ha sido al precio de reducir el hombre a un subhombre que escucha una de sus facultades únicamente, pero es sordo ante las demás. No fue el caso de Borges por supuesto.


NOTAS

[1] NEWTON, Isaac. Principios matemáticos. Barcelona: Altaya, 1993. p. 32
[2] SAN AGUSTIN. Las confesiones. XI, XXVIII, 37. México D.F.: Porrúa, 1995. p. 202
[3] BERGSON. Henry. El pensamiento y lo moviente. Buenos Aires: Pléyade, 1972. p. 12
[4] Ibid., p. 17
[5] WHORF, Benjamín Lee. "La relación del pensamiento y el comportamiento habitual con el lenguaje". En: Lenguaje, pensamiento y realidad. Barcelona: Seix Barral, 1971. p. 176-7
[6] Ibid., p. 174-5
[7] HEIDEGGER, Martin. "La esencia del habla". En: De camino al habla. Barcelona. Serban-Guitard, 1987 p. 191
[8] BORGES, Jorge Luis. "El reloj de arena". En: El hacedor. En Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1989-1996. v. 2, p. 190
[9] BORGES, Jorge Luis. "Historia de la eternidad". En: Historia de la eternidad. En Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1989-1996. v. 1, p. 365
[10] EGGERS LAN, Conrado, y JULIA Victoria E. Los filósofos presocráticos. Introducción, traducción y notas. I, 740. Madrid: Gredos, 1978. p. 384. Corresponde a 22 B 30, en Diels-Kranz
[11] PLATON. El Timeo. En: Obras completas. Madrid: Aguilar, 1966. p. 1155
[12] ARISTOTELES. Metafísica, I, 9, 991a. Madrid: Gredos, 1998. p. 69
[13] BORGES, Jorge Luis. "Historia de la eternidad". En Historia de la eternidad. En: Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1989-1996. v. 1, p. 357
[14] Ibid., v. 1, p. 357
[15] Cfr., Ibid., v, 1, p. 357
[16] Ibid., v. 1, p. 360
[17] Ibid., v. 1, p. 359
[18] Ibid., v. 1, p. 360
[19] Ibid., v. 1, p. 366
[20] Ibid., v. 1, p. 367
[21] BORGES, Jorge Luis. "Elegía del recuerdo imposible". En La moneda de hierro. En: Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1989-1996. v. 3, p. 123
[22] BORGES, Jorge Luis. "Soy". En La rosa profunda. En: Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1989-1996. v. 3, p. 89
[23] BORGES, Jorge Luis. "Elegía del recuerdo imposible". En La moneda de hierro. En: Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1989-1996. v. 3, p. 124
[24] BORGES. Jorge Luis. "Le regret d'Héraclite". En: El Hacedor. En Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1989-1996. v. 2, p. 230
[25] BORGES, Jorge Luis. "Lo perdido". En: El oro de los tigres. En: Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1989-1996. v. 2, p. 479
[26] Ibid., v 2, p. 465
[27] BERKELEY, George. Principios del conocimiento humano, 3. Citado por BORGES, Jorge Luis. "Nueva refutación del tiempo". En: Otras inquisiciones. En: Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1989-1996. v. 2, p. 137
[28] HUME, David. Tratado de la naturaleza humana, I, 4, 6. Citado por BORGES, Jorge Luis. "Nueva refutación del tiempo". En Otras inquisiciones. En: Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1989-1996. v. 2, p. 146
[29] BORGES, Jorge Luis. "Nueva refutación del tiempo". En: Otras inquisiciones. En: Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1989-1996. v. 2, p. 146
[30] Ibid., v. 2, p. 140
[31] Ibid., v. 2, p. 147
[32] Ibid., v. 2, p. 141
[33] Ibid., V. 2, p. 135
[34] Ibid., V. 2, p. 149
[35] Ibid., v. 2, p. 149
[36] LYOTARD, Jean François. ¿ Por qué filosofar ? Barcelona: Paidos, 1989. p. 111
[37] BORGES, Jorge Luis. "El inmortal". En: El Aleph. En: Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1989-1996. v. 1, p. 540

Fuente :
Julián Serna Arango - Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia
Revista Especulo 23 – Año 2003

El artículo fue publicado por primera vez en la Revista Palimpsestvs No. 1 de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá: Unilibros, 2001. p. 120-127.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Borges en La Noche de los Museos - Buenos Aires 2010

Museo Borges
Atlas Borges -Presentado en el exterior del Museo













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Centro Cultural General San Martín

Fábulas biocybridas, criaturas fantásticas de Borges.
LART - Laboratorio de Investigación en Arte y Ciencia.
Universidad de Brasilia, Brasil.









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Museo Xul Solar


Borges y Xul.
A partir de documentos, fotografías,libros, revistas y catálogos pertenecientes al archivo documental del artista se reconstruyen los lazos de amistad y de colaboración creativa entre Jorge Luis Borges y Xul Solar














sábado, 13 de noviembre de 2010

Reportaje a Jorge Luis Borges - 1968


-¿ Cuál cree usted que sin las características del hombre contemporáneo? –
- Metafísicamente podría contestar diciendo que todo hombre es contemporáneo; nadie vive en el pasado o en el porvenir; pero si nos referimos al hombre de este siglo XX, creo que hay una diferencia esencial entre este hombre y el de otras épocas. Esa diferencia esencial radica en el hecho de que en otras épocas el hombre se enfrentaba con diversas dificultades, con diversos problemas y eso se resolvía como podía. Pero ahora, el periodismo y la literatura se han encargado de recordar al hombre cuál es su posición en la historia, es decir, ahora debemos resolver nuestros problemas de un modo más consciente, lo cual puede no ser favorable.
Desde luego, la historia ha acontecido siempre, la historia es todo lo que acontece, pero ahora por obra del periodismo tenemos continuamente noticias del curso de los hechos y eso influye en nosotros, ahora se inicia lo que se llama, un poco ambiciosamente, la conquista del espacio y a la gente se le recuerda eso todos los días. En cambio, a juzgar por la literatura de fines del siglo XV, el descubrimiento de América ocurrió, pero la gente no estaba pensando en eso, por ejemplo, uno puede leer, limitándonos a España la obra de
Cervantes y casi no hay conciencia del descubrimiento de América. Estaban más interesados en las guerras de Flandes.
Además hay un fenómeno bastante curioso, en el cual he estado pensando estos días. El fenómeno curioso sería que, en general, todo contemporáneo, tiene un conocimiento erróneo pero minucioso de lo que está ocurriendo en el mundo y al mismo tiempo suele ser bastante ignorante de la historia pasada, de modo que todos somos expertos en la Guerra de Vietnam por ejemplo y ya hemos olvidado la Segunda Guerra Mundial y sabemos muy poco de la guerra de Secesión y muy poco de la guerra de la Independencia, que acaba reducida a unos cuantos aniversarios y a unos cuantos mármoles y posiblemente no sepamos absolutamente nada de las Cruzadas, las Guerras Púnicas o de las guerras de los Griegos con los Persas.
- ¿Ese sería un índice – según lo que usted dice – de una mayor comunicación entre hombres? –
- De información, pero no de comunicación. Todos estamos muy interesados y somos muy conocedores del presente contemporáneo; pero al mismo tiempo tendemos a olvidar el pasado y ese mismo conocimiento del historia contemporánea, es efímero; porque a cada diario lo tapa el del día siguiente; es decir cada texto borra el texto anterior. Es muy posible que lo que sepamos hoy ya lo hayamos olvidado dentro de unos meses o dentro de unos días.
Vivimos en un mundo abarrotado de noticias, pero las leemos para el olvido. En ese sentido el periodismo hace mal porque nos obliga a u conocimiento minuciosos de la historia contemporánea y al mismo tiempo ese conocimiento queda anulado o corregido por lo que leemos al día siguiente o por lo que leemos a la tarde.
- ¿Qué papel desempeña para usted la angustia en nuestra vida? –
- Ustedes acaso me juzguen un hombre anticuado, pero lo que verdaderamente me diferencia de mis contemporáneos es el hecho de que no soy un profesional de la angustia. Me he sentido angustiado muchas veces pero no la cultivo. Creo que en ese sentido el psicoanálisis ha hecho mal, porque casi nos obliga a vivir en un estado de angustia. Yo conozco el caso de una chica que estudió anglosajón conmigo. Sus amigas le preguntaron a quien detestaba más; si a su padre o a su madre. Ella contestó que no detestbaa a ninguno de los dos. Le preguntaron si no dormía bien. Dijo que sí, dormía perfectamente. Si de pronto no se sentía angustiada, dijo que no. Le revelaron que era un ser anormal y que debía someterse al psicoanálisis porque no era natural que ella tuviera todo eso adentro y no se diera cuenta. Guay del hombre que se casara con ella, porque iba a descubrir que era marido de un sepulcro blanqueado, hermosura por fuera y corrupción por dentro.
Me he sentido angustiado muchas veces, pero he tratado de sobreponerme. Recuerdo una frase de Remy De Gourment que dijo: “Debemos ser felices, aunque solo sea por orgullo” y asimismo recuerdo otra de Stevenson que dijo que un amigo suyo, aunque desdichado, había conservado hasta el fin la voluntad de sonreir. “The will to smile”. Entiendo que es mejor conservar la voluntad de sonreir, que tratar de estar angustiado , aunque luego lo estemos como cualquiera.
Tampoco jugaré a ser una persona feliz, porque lo soy a ratos perdidos. Pero a veces, caminando por la calle, siento una racha de felicidad, y trato de no indagar la razón; porque si lo hago, comprobaré con harta felicidad que me sobran motivos de desventura. Mejor es aceptar con humildad, esos dones secretos.
Cuando yo era joven , me gustaba la desdicha, los atardeceres, los arrabales. Salía a caminar al atardecer por el bajo Saavedra, por la Paternal, el Puente Alsina, orillaba el Maldonado, el Riachuelo, y actualmente trato de evitar esos lugares a esas horas. Ahora me gusta, no diré la felicidad porque es una ambición, pero si la mañana, la serenidad y las calles del centro, o estas calles del sur que ya son parte del centro y en las que apenas queda una grata nostalgia de lo que fue.
- ¿Usted unió en algún momento dos conceptos, el concepto de nostalgia y el concepto de felicidad? –
- Creo que si la nostalgia no es muy violenta puede ser una forma de felicidad. Creo que puede haber una nostalgia tranquila.
- ¿En qué otra forma entiende usted la felicidad? –
- Además del amor una de las felicidades del hombre es la costumbre porque nos afianza el hecho de hacer ciertas cosas a ciertas horas. Posiblemente, eso empobrece también. Como argentino, creo en la amistad. Yo diría que la amistad es la máxima pasión argentina. Está en el Fausto de Estanislao del Campo y en el Martín Fierro y en las páginas de Eduardo Gutiérrez y en Don Segundo Sombra. Para mi hay otra felicidad a la cual me aferro, y a pesar de ser casi ciego, es el estudio y cuyo corolario o secuela es otra forma de felicidad: enseñar. –
- ¿Qué opina usted de las píldoras tranquilizantes? –
- Las he frecuentado y las frecuento. ¿Ahora, son realmente eficaces o solo son un apoyo moral?-
- Entendemos de que son eficaces. Pero además hay también algo de apoyo moral. Señor Borges. Nuestra revista cumple 30 años de publicación consecutiva y…
- Sé que el fichero Médico Terapéutico es una publicación de carácter científico.
Limitarse a las lecturas literarias es un error en el cual muchos literatos y muchos no literatos incurren.
Asomarse a la ciencia y a ese sistema de perplejidad metódicas que se llama la metafísica es, como todos sabemos, enriquecerse.
Soy un ingenio lego, pero no puedo no aplaudir, desde mi modesta ignorancia, la nobilísima labor que ustedes ejecutan.
Muchas gracias por su gentileza. Hasta siempre.-

Fuente : Entrevista aparecida en la revista Fichero Médico Terapéutico Purissimus por la conmemoración de su trigésimo año de publicación consecutivo, Año XXX, nro 100, 3er cuatrimestre 1968

Borges y el hombre contemporáneo


Estuvimos hablando con Borges, intentando seguirlo en sus metáforas y estar a la altura de sus reflexiones. El resultado es el diálogo que reproducimos, desordenado por nuestra improvisada y pobre disciplina periodística pero iluminada por la inteligencia borgiana.
“a/” quiere pensar en profundida sobre el significado y la real trascendencia de lo ambiental. Borges es un eslabón imprescindible en esta línea de redoblado compromiso. Su ambiente es la cultura del paisaje y paisaje cultural -raza, lengua y tierra. Lo que no dice la entrevista lo dicen sus poemas.
“Desde mi calle de altos (es cosa de una lengua)
voy a buscar recuerdos a tus calles nocheras”

I Borges y las elecciones

a/: Sr. Borges, ¿Cómo se siente Ud. en estos momentos que el país comienza a vivir?
B: Me siento muy feliz. Es un gran alivio para mí y también una gran sorpresa. Descontaba el triunfo peronista, es decir, pensé que seguiríamos viviendo en una pesadilla, yo diría por culpa de los peronistas y de los militares, lo cual, creo, no es muy distinto.
Estaba en Madison, Wisconsin, y el día de “All-Hallows” todo el mundo se disfrazaba, y yo, que no lo hacía desde los ocho años, pensé: si todo el mundo, estudiantes, profesores, lo hace, y si hay una fiesta por la mañana y yo no lo hago, quedo como una especie de censor; de modo que para no llamar la atención voy a disfrazarme.
Invertí u$s 2; compré una gran cabeza de lobo de goma, me puse un sobretodo, y entré en una gran sala llena de gente disfrazada de esqueletos, animales, fantasmas y, en ese momento, me vio una maga que me dijo: “Alfonsín ha ganado”. Entonces pensé: es tan raro que yo esté disfrazado, es tan tato que esté en esta sala llena de gente disfrazada, que no es mucho más raro que haya ganado Alfonsín. Y bueno, un pequeño milagro, aquí, me dije (yo tengo una cabeza de lobo) y un pequeño milagro en la Patria (el triunfo de Alfonsín).
Pero no sé si es justo hablar del triunfo de Alfonsín. Creo que hay algo más importante: no tenemos por qué pensar en el partido radical, en la memoria de Leandro N. Alem o de Hipólito Yrigoyen. Creo que no, que es algo más, que es un país que ha resuelto despertarse de una larga e inquietante pesadilla.
a/: ¿Por qué lo ha resuelto?
B: Felizmente, los mismos peronistas han colaborado. Ese acto insensato, que me contaron de la Avenida 9 de Julio, ese descrédito del muñeco coronado y después incendiado,, todo eso tuvo que mostrar a los electores que quien los votara, votaba mal. Votaba por malevos, esencialmente gente estúpida y mala. Seguros ellos del triunfo, era ridículo delatarse de ese modo.
Pero afortunadamente lo hicieron; sé de mucha gente que había resuelto votarlos, pero cuando vió ese horroroso espectáculo, dijeron no, no vamos a votar a esos insensatos. Por ello es que me siento muy feliz ahora, aunque sé que es absurdo esperar milagros a corto plazo. Sé que el país está deshecho; harán falta muchos años para que se recupere. Yo no entiendo nada de política, no estoy afiliado a ningún partido, no conozco personalmente a Alfonsín, pero pienso que en este momento ser argentino no es bochornoso.
a/: ¿El país alguna vez fue realmente grande o su grandeza fue siempre una ilusión?
B: Todo país es un acto de fe. Desde luego, la victoria de Caseros fue benéfica; la revolución del ’55 nos dió algunos días de felicidad(luego nos defraudó), y estas elecciones han sido uno de los acontecimientos esenciales de nuestra historia.
Por ahora, el gobierno es uno de los males necesarios, como la policía, pero llegará un momento en que vamos a poder prescindir de él. Por el momento no; por el momento lo necesitamos.

II Sobre la Argentina

a/: ¿Cuántas Argentinas hay? ¿Más de una?
B: Muchas, tantas como individuos. Los países son falsos, los individuos quizás no lo sean – si es que el individuo es el mismo al cabo de muchos años -.
Yo no sé si soy aquel niño que se crió en Palermo y vivió en Adrogué. Sin embargo, de algún modo lo soy; yo recuerdo cosas que sólo aquel niño puede recordar. Habrá un “yo” que persiste a todos los cambios.
Recuerdo una sentencia de Heráclito: “Nadie se baña dos veces en el mismo río”. Yo creo que Heráclito agregó aquello de que “las aguas cambian” para que el oyente reflexionara que no sólo las aguas cambian, sino que también el que baja dos veces al mismo río es también un río. Porque cambia también; está cambiando como el río.
Esto nos llevaría a esa larga perplejidad que llamamos filosofía. Ese ya no es un tema de Borges, sino de la filosofía, de la metafísica.
a/: El argentino, ¿es un ser metafísico?
B: No, el argentino, no. Pero la gente tiene aquí intereses metafísicos como en todas partes del mundo.

III El profundo interior

a/: ¿Qué piensa Ud. del interior del país?
B: Yo quiero mucho a Córdoba sobre todo. Soy de descendencia cordobesa, heredada de mi padre. Hay viejos apellidos cordobeses en mi familia Funes, Bustos, Trejo, Cabrera, Sanabria, Montenegro, Lafinur.
Conozco bastante bien el país. Hubiera querido conocer las ruinas de San Ignasio en las Cataratas del Iguazú, pero me encontré en Posadas sin un centavo, de modo que tuve que volver a Buenos Aires. Iguazú debería conocerse como “U-guazú”, que quiere decir “agua grande”)
¿Saben ¿, creo que tengo una gota de sangre guaraní (soy descendiente de Irala, que tuvo varias concubinas, y los Ocampo descienden de una de ellas).
Carlos Mastronardi hizo un hermoso poema sobre Entre Ríos (y los padres eran venecianos); parecía no tener ni una gota de sangre entrerriana y, sin embargo, escribió sobre el paisaje de Entre Ríos y los gauchos. El poema empieza así: Un fresco abrazo de agua te nombre para siempre
¡Lindísimos versos!
Pasan como dormidos los troperos
¡Qué lindo verso!
“Tropero “ es linda palabra, en cambio “resero” no, es fea, sugiere las reses.
Miren que raro, resero era desconocida hasta que Güiraldes publica “Don Segundo Sombra” y ahora todo el mundo la usa.
Hasta hay un monumento al Resero, y eso se debe a un capricho de Güiraldes. Quizás se usara allí, en San Antonio de Areco. En el “Quijote” se habla de arrieros, como se los llama en Cuyo y en el Chaco.

IV Ambiente, paisaje, literatura

a/: La noción de ambiente, ¿es una noción que a usted le interesa?
B: Creo que la noción de raza no es importante. Nosotros hablamos de “raza española”. Pero el español es – o ha sido – íbero, celta, fenicio, romano, godo, suevo, vándalo. (De modo que “Andalucía” debería ser “Vandalucía”, los moros la llamaron así haciendo alusión a los vándalos). Y Tennyson dijo (respecto a los ingleses): “Somos sajones, celtas y escandinavos”.
En mi caso, yo tengo mayoría de sangre española, y alguna sangre inglesa también. Pero descreo de los árboles genealógicos. En una novela, Wilhelm Meister, dice Goethe: “La paternidad es cuestión de confianza”. Creo, luego soy padre.
a/: Discúlpeme, Borges. Pero yo le pregunté por la noción de ambiente y Ud. me habló de la raza.
B: En nosotros debe haber influido mucho la llanura. Pero no sé si ha influido tanto. Por ejemplo, el tipo del gaucho. Se puede decir que corresponde a medios distintos; está el gaucho de las cuchillas de Entre Ríos, de Uruguay, y luego aquel de la llanura pampeana, o de las sierras de Córdoba. Son gente muy parecida, con un ambiente un poco distinto.
No sé si el ambiente puede importar. Pero si la llanura es importante en nuestro caso, tengo la ilusión de que la llanura es la misma. Yo no estuve nunca en Australia, pero tengo la sensación que me sentiría como en la provincia de Buenos Aires, como lo sentí en Oklahoma.
a/: Y en la literatura, ¿qué gravitación tiene el ambiente?
B: Yo hablé anteayer en la casa de Enrique Larreta. Se decía que La gloria de Don Ramiro es una novela típicamente española. Y yo creo que no. Por ejemplo, en esta novela de Larreta es muy importante el paisaje. Pero los españoles de aquella época, en tiempos de Felipe II, se movían en el paisaje, pero no lo sentían. En el Quijote yo no recuerdo que haya paisajes, no se sí llueve alguan vez en la novela, creo que no. Eses sentido del paisaje y, además, el hecho de que Larreta fuera hábil y se documentara, eso ya corresponde a la novela francesa del siglo XIX, ese escrúpulo corresponde a Flaubert y no a Cervantes.
a/: ¿Por qué dice Ud. que los españoles no veían el paisaje en la época de Felipe II?
B: Lo veían visualmente, pero no sentían, creo yo. El caso de Góngora. Él ve todo, sobre todo la naturaleza, a través de la mitología clásica. Por ejemplo: el sol no es el sol, el sol es Febo, una divinidad pagana. Todo lo mira a través de una mitología, en la que descreía, por lo demás. Eso le da cierto carácter superficial.

V. Sobre lenguajes y lenguaje arquitectónico

a/: ¿Qué es el lenguaje para Ud., Borges? ¿Qué es el idioma?
B: Cada idioma es un modo de sentir el universo.
Yo hasta he pensado que quizás los diccionarios bilingües comportan un error. ¿Quién sabe si la palabra “luna” corresponde exactamente a la palabra “moon”? Tal vez, no. Cada palabra está cargada de literatura, de connotaciones, sentimentales o intelectuales, de manera que difieren de algún modo.
a/: ¿Ud. cree que la arquitectura es también un lenguaje?
B: Supongo que sí, si el lenguaje es una serie de símbolos que sirven para expresarse. Pero yo no sé Uds. a qué “secta” pertenecen.
a/: Siempre nos ha interesado mucho Wright.
B: Él no se parece en nada al suizo Le Corbusier. No tiene nada en común. Le Corbusier parece un poco pedante, rígido, que trabaja sólo sobre ciertas teorías. En cambio uno ve (yo no veo, pero me lo describen) un edificio de Wrigth y parece que fluye con cierta inocencia. En el caso de Le Corbusier no se siente que fluya, se siente que obedece a una teoría previa.
Es muy lindo ser arquitecto, hacer una obra que sea distinta según los puntos de vista, porque es infinita.

VI. Borges y Buenos Aires

a/: ¿Ud. sería Borges sin Buenos Aires?
B: No. Yo soy la consecuencia de muchas cosa y de muchas cosas que ignoro también. Quizás podría decirse que cada uno es, en cada momento, todo un pasado y todo su porvenir. Oscar Wilde decía: “Cada hombre es en cada momento todo lo que ha sido y todo lo que será”. Es decir, que en el caso de Wilde, cuando él era famoso, era también el encarcelado, y cuando estaba en la cárcel, seguía siendo el hombre famoso y celebrado. No sé si yo en este momento no soy todo mi largo pasado y todo mi breve porvenir.
Mamá murió a los 99 años, con el temor de llegar a los cien. Todas las noches (ella era creyente, yo no) pedía a Dios que la llevará en un sueño, y la mañana siguiente lloraba porque no se había muerto durante la noche.
Yo le decía que el 100 es una superstición del sistema métrico, pero que con otro sistema ella cumpliría 6 años y no 100 pero el 100 la aterraba.
A mi me pasa lo mismo. Al cumplir 80 pensé que me desplomaba una montaña encima. Ahora al cumplir 84, estoy un poco arrepentido, un poco avergonzado.
Cuando cumpla 85 va a ser más terrible todavía, y si llego a los 90 me sentiré como muerto. Los números redondos impresiona mucho. Para una mujer haber cumplido 30 años, es para un hombre cumplir los 40, son hechos importantes. Pero sé por experiencia propia, que 84 es más o menos como 78.
a/: ¿Cómo es el Buenos Aires que Ud. recuerda?
B: Yo nací en un Buenos Aires del todo distinto. Toda la ciudad era de casas bajas, muy pocas de alto. Era semejante al que se conserva por el lado de San Telmo, sin tejas, techos de azoteas, con chapa de zinc y ladrillos. Casas con aljibes, zaguanes, llamadores, ése es el Buenos Aires que recuerdo.

VII. Amigos y maestros

a/: Borges, ¿cómo construye Ud. sus obras?
B: Trato de intervenir lo menos posible. Creo que lo mejor es dejar que la obra se abra camino, se construya a sí misma (lo contrario de la idea de orden de Flaubert, por ejemplo). Desde luego que hago muchos borradores, pero son mentales, ya que no puedo escribir.
Alfonso Reyes y Kipling creo que también trabajaban así. Hacían varios borradores mentales, y creo que Reyes caminaba desde arriba hacia abajo armando una frase; me lo dijo Alfonso, que fue muy bueno conmigo. Yo no era nadie, un desconocido, y sin embargo el me invitaba a comer todo los domingos en la Embajada de México. Estaba don Alfonso, su mujer, su hijo y yo.
Hablábamos de literatura hasta la una de la mañana.
a/: Volviendo a Buenos Aires, ¿cómo siente sus calles?
B: Ahora las siento de un modo anacrónico. Yo perdí la vista como lector en el año 55, pero todavía podía recorrer las calles. Lo hacía no viéndolas, sino imaginándolas, como lo hace un chico.
a/: ¿Qué otras personas lo ayudaron en sus comienzos?
B: Otra persona que me ayudó muchísimo fue Arturo Capdevilla, como así otros, pero sobre todo Reyes y Capdevilla. Ambos muy distintos, pero amigos, desde luego.
Reyes era muy amigo también de Lugones a quien yo conocí.
a/: ¿Cómo era Lugones?
B: Era un hombre desagradable y muy desdichado, sin duda. Cuando me dijeron que se había suicidado me sentí apenado, pero no sentí ningún asombro.
Todo el mundo lo admiraba, todo el mundo lo respetaba y nadie lo quería.
Debía sentirse muy solo, y como él no hacía nada para aliviar su soledad, porque era muy orgulloso y soberbio, tenía pocos amigos.
Lugones no condescendía al diálogo. Recuerdo una tarde en que yo estaba con Francisco Luis Bernárdez (de quien yo era muy amigo), Bernárdez le dió a conocer un poema de Baudelaire y Lugones dijo “No vale nada”. Pero no explicó por qué no valía nada, ni propuso ningún argumento, simplemente lo condenó a muerte. Eran pocos sus amigos.
a/: Sin embargo, Ud. le dedicó el Prefacio de “El Hacedor” a Lugones.
B: Sí, sí. Me parece que salió bien. Creo que me quería. Era un hombre fácilmente fanático y de diversas causas. Sé que empezó por el anarquismo y concluyó con el fascismo, pero nunca medró ninguna.
Las cuatro o cinco veces que le vi, siempre desviaba la conversación para hablar de Rubén Darío, y hablaba de “mi maestro Rubén Darío”. Insistía en esto, es algo raro, siendo tan soberbio.

Fuente : Entrevista aparecida en la revista ambiente -arquitectura, urbanismo y planificación-, año IV, n° 40 de Marzo de 1984.
Borges y el hombre contemporáneo

13 de noviembre de 1894 - 160 años de la muerte de Stevenson


El precursor velado: R. L. Stevenson en la obra de Borges -


Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson...(OC, 808).J L Borges[1]




A lo largo de los años Borges ha desconcertado a sus críticos al insistir en la importancia que tienen para él escritores como Stevenson, Wells, Chesterton y Kipling, y más a ún al declarar que toda su obra deriva de estos y otros escritores. [2] George Steiner comenta: "Los escritores para él más significativos, que sirven casi de máscaras alternativas de su propia persona, son De Quincey, Stevenson, Chesterton y Kipling. Sin duda estos son maestros, pero de carácter tangencial", [3] mientras que William Gass ridiculiza a Borges por "un gusto que sigue siendo adolescente, un gusto apaciguado en un rincón tranquilo, y una mente seriamente interesada en ciertas formas dudosas o inmaduras, formas que deben ser superadas, no meramente utilizadas", [4] como los cuentos fantásticos, las novelas de aventuras y los relatos policiales. Lo extraño de estos comentarios es que, en lugar de entender por quá Borges está "seriamente interesado" en tales escritores y sus invenciones, los críticos mencionados lamentan que no se ocupe de lo que a ellos les interesa. El juego crítico, desarrollado en numerosas entrevistas de años recientes, y al que Borges accedió con perverso deleite, es preguntarle quá piensa de Larra, Austen o Mann, con previsibles (y a menudo deleitables) ráplicas de Borges. [5] Sin embargo, es razonable preguntarse si no sería más provechoso que la atención de la crítica se dirigiera a entender por quá Borges se interesa en los que él declara sus precursores, y de quá manera las lecturas que hizo de ellos influyeron en sus escritos. Al hacerlo cabría esperar que se llegara a un conocimiento más profundo de la inteligencia crítica y creativa de Borges, y la perspicacia con que se refiere a sus precursores podría ayudarnos a recuperar o revelar aspectos de las obras de aquellos autores que han escapado a la atención de los críticos.

En la misma entrevista en que Borges manifiesta su falta de interás por una larga serie de escritores del siglo XIX y modernos, un nombre reaparece insistentemente como el de su maestro: Robert Louis Stevenson. Primero lo menciona entre los modelos de Historia universal de la infamia (OC, 239), y luego lo considera como "cierto amigo muy querido que la literatura me ha dado" en el prólogo a Elogio de la sombra (OC, 975). El famoso catálogo de cosas predilectas en "Borges y yo" incluye una sola referencia literaria y es a la prosa de Stevenson. El nombre de Stevenson, pues, funciona para Borges como criterio de cualidad literaria y talismán personal.

Esta doble cualidad que Borges le atribuye a Stevenson—a la vez maestro literario y "amigo personal"— en ninguna parte está mejor representada que en su Introducción a la literatura inglesa, que incluye uno de los pocos pasajes extensos [6] que Borges ha dedicado al escritor escocás:

La breve y valerosa vida del escocás ROBERT LOUIS STEVENSON (1850-94) fue una lucha contra la tuberculosis, que lo persiguió de Edimburgo a Londres, de Londres al sur de Francia, de Francia a California, y de California a una isla del Pacífico, donde, al fin, lo alcanzó. Pese a tal asechanza, o tal vez urgido por ella, ha dejado una obra importante que no contiene una sola página descuidada y si muchas esplándidas. Uno de sus primeros libros, las Nuevas mil y una noches, anticipa la visión de un Londres fantástico, y fue redescubierto mucho despuás por su fervoroso biógrafo Chesterton. Esta serie incluye la historia de El Club de los suicidas. En 1886 publicó El exiraño caso del doctor Jekyll y del señor Hyde; debe observarse que esta breve novela fue leída como si fuera un relato policial y que la revelación de que los dos protagonistas eran realmente uno tiene que haber sido asombrosa. La escena de la transformación le fue dada a Stevenson por un sueño. La teoría y la práctica del estilo lo preocuparon siempre; escribió que el verso consiste en satisfacer una expectativa en forma directa y la prosa en resolverla de un modo inesperado y grato. Sus ensayos y cuentos son admirables; de los primeros citaremos Pulvis et Umbra; de los segundos Markheim, que narra la historia de un crimen. De sus extraordinarias novelas solo recordaremos tres: La resaco, El señor de Ballantrae, cuyo tema es el odio de dos hermanos, y Weir of Hermiston, que ha quedado inconclusa. En su poesía alterna el inglás literario con el habla escocesa. Como a Kipling, la circunstancia de haber escrito para niños ha disminuido acaso su fama. La isla del tesoro ha hecho olvidar al ensayista, al novelista y al poeta. Stevenson es una de las figuras más queribles y más heroicas de la literatura inglesa (OC, 845). [7]

Nótese el tono laudatorio: la vida de Stevenson fue heroica, merecedora del fervor de Chesterton (y el nuestro), mientras que su obra fue extraordinaria, asombrosa, admirable.

En este breve resumen de la vida de Stevenson, Borges distorsiona sutilmente la relación entre sus viajes y su enfermedad, [8] haciendo que los viajes parezcan el esfuerzo heroico y desesperado de un hombre que lucha incesantemente por arrebatarle tiempo a la muerte (una suerte de versión decimonónica escocesa de Jaromir Hladik). La muerte de Stevenson en Samoa se convierte, pues, en la culminación de su vida y la confirmación de su leyenda como hároe literario, una idea que tambián se encuentra en los versos que Borges dirige a Stevenson en su poema "Blind Pew":

A ti tambián, en otras playas de oro,

te aguarda incorruptible tu tesoro:

la vasta y vaga y necesaria muerte (OC, 826).

Así alcanza Stevenson, con su vida y su muerte, la categoría de mito.

Entre las obras de Stevenson, Borges destaca los relatos de índole policial, señalando que Treasure Island ha dado la imagen de un escritor para niños en vez de un novelista y ensayista serio, [9] imagen que Borges considera más apropiada. (Stevenson hubiera objetado esta dicotomía, como despuás veremos.) Borges atribuye a Stevenson la invención de un "Londres fantástico" [10] que más tarde encontraremos en Chesterton. El adjetivo fantástico sugiere que el tercer miembro de la serie es el propio Borges, un autor siempre consciente de haber creado a sus precursores.

La creación de sus precursores (comentada en los ensayos sobre Kafka y Hawthorne), el infinito juego de los espejos enfrentados, lo confirma un pequeño detalle de su Introducción a la literatura inglesa. La frase que Borges atribuye al ensayo de Stevenson sobre el estilo, "que el verso consiste en satisfacer una expectativa en forma directa y la prosa en resolverla de un modo inesperado y grato", es una adecuada síntesis de varias ideas expresadas en el ensayo de Stevenson, [11] pero textualmente se asemeja más a una frase de uno de los primeros ensayos de Borges. "La simulación de la imagen", en el que se refiere a "el verso, juego de satisfacer una expectativa, la prosa, juego de chasquearla infinitamente". [12] Al citar a Stevenson, Borges se cita a sí mismo citando a Stevenson. El precursor es distanciado y velado por medio de la alusión. La infinita serie de citas dentro de citas en que todos los originales se pierden (el texto de Borges): un nuevo avatar de la paradoja de Zenón.

[1] OC significa Obras completas de Borges, Buenos Aires, Emecá, 1974.
[2] Váase entrevista de Irby, incluida como apándice a "The Structure of the Stories of Jorge Luis Borges" (La estructura de los cuentos de Jorge Luis Borges), tesis doctoral, University of Michigan, 1962, pág. 314, tambián publicada en Irby, Murat y Peralta: Encuentro con Borges, Buenos Aires, Galerna, 1968.
[3] 3 Steiner, "Tigers in the Mirror", The New Yorker 46:18 (20 de Junio de 1970), pág. 116. Tambián incluido en Jaime Alazraki: JorgeLuis Borges: El escritor y la crítica, Madrid, Taurus, 1976, pág. 245.
[4] Gass, Fictions and the Figures of Life, New York, Knopf, 1970, pág 124.
[5] Un ejemplo de tal intercambio: durante una conferencia sobre la poesía de Borges en el Dickinson College de Pennsylvania, en abril de 1983, un eminente crítico español le preguntó a Borges cómo podía afirmar que E ça de Queiroz era el mejor escritor peninsular del siglo XIX cuando en ese siglo hubo en España cuatro grandes escritores. Borges, traviesamente, preguntó cómo se llamaban. "Larra, Bácquer, Galdós y Clarín", respondió el crítico español. Borges comentó: "Mi sentido pásame, entonces".
[6] Otro extenso pasaje es el reciente prólogo de Borges para la traducción de las Fábulqs de Stevenson que realizó con Roberto Alifano. El prólogo cita el famoso poema de Stevenson, "Requiem", y se refiere al autor como un hombre ático (váase OC, pág. 975), y dice de las fábulas: "En la vasta obra de Stevenson este libro es un libro lateral, una breve y secreta obra maestra. Aquí tambián están su imaginación, su coraje y su gracia", Fábulas, Buenos Aires, Legasa, 1983, pág. 11. Al usar el adjetivo lateral Borges emplea uno de los tárminos más importantes de su vocabulario crítico, ya que para él lo supuestamente marginal a menudo constituye una especie de centro secreto. Váase Sylvia Molloy, Las letras de Borges, Buenos Aires, Sudamericana, 1979, pág. 60. En el prólogo citado Borges escribe: "En todas (las fábulas) se combinan cosas heterogáneas, y "Casi en cada renglón hay una sorpresa", frases que por poco no convierten a Stevenson en un poeta ultraísta.
7] OCC significa Obras completas en colaboración de Borges, Buenos Aires, Emecá, 1979.
[8] Por ejemplo, el viaje de Stevensón a California tras de Fanny Osbourne fue una empresa temeraria, con gran riesgo para su salud, y su muerte en Samos fue provocada por una hemorragia cerebral, no una hemorragia pulmonar. Váase J. C. Fumas, Voyage to Windward, New York, William Sloane, 1951,págs. 172-75,
[9] Extrañamente, Ronald Christ sostiene que el Stevenson que interesó a Borges fue "seguramente el Stevenson de Treasure Island y Kidnapped (Raptado)" y no el ensayista o el crítico. Váase The Narrow Act: Borges’ Art of Allusion, New York, New York University Press, 1969, pág. 58.
[10] En una entrevista realizada en 1918, Borges me dijo que Stevenson creó "a fairy London" (un Londres feárico), frase tomada de un ensayo de Andrew Lang, "Mr. Stevenson’s Works" (Las obras del señor Stevenson), incluido en Essays in Little (Ensayos en miniatura), New York, Scribner’s, 1891, pág. 28.
[11] Stevenson escribe: "para hombres dotados de igual facilidad es mucho más fácil escribir versos bastante agradables que una prosa razonablemente interesante: porque en prosa la forma misma debe ser inventada, y las dificultades surgen antes que puedan ser resueltas", Stevenson, Works, edición Thistle, New York, Charles Scrihner’s Sons, 1897-98, XXII, 250. (Todas las subsiguientes referencias a Stevenson pertenecen a esta edición.) En la página siguiente agrega: "En prosa. la oración gira en torno a un eje, bellamente equilibrado... El oído registra y es singularmente gratificado por este retorno y equilibrio; mientras que en el verso todo es desviado hacia la medida (XXII, 251). Y más adelante dice: "La prosa debe ser rítmica...pero no mátrica. Puede ser cualquier cosa, pero no debe ser verso" (XXII, 256).
[12] E1 idioma de los argentinos. Buenos Aires, M. Gleizer, 1928, pag. 91.


Fuente :Daniel Balderston –University of Pittsburgh
El precursor velado: R. L. Stevenson en la obra de Borges.
Introducción. Borges Studies Online.
J. L. Borges Center for Studies & Documentation.
Internet: (http://www.borges.pitt.edu/bsol/dbi.php)