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miércoles, 27 de diciembre de 2023

Borges decía que en su infancia no se celebraba la Navidad en Buenos Aires: ¿es verdad?


“Estos ritos son patéticos”, afirmó en autor de “Ficciones”, según lo cita su gran amigo Bioy Casares en sus diarios. ¿Cómo se vivían las fiestas a principios del siglo XX?

 

Por René Salomé

25 Dic, 2023

 

Es un 24 de diciembre de 1957. Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo están yendo a celebrar Navidad a la casa de Jorge Luis Borges, en donde están su madre, Leonor, su hermana, Norah, y otros familiares y amigos del autor de Ficciones. Comen, brindan y hacen intercambio de regalos: Borges le regala a su amigo Bioy Empédocle d’Agrigente, de Jean Zafiropulo, y a Silvina, una copia de Sappho, de Jean Larnac y Robert Salmón.

 

“Cuando yo era chico, Navidad tenía poca importancia”, dice Bioy Casares, ya en la madrugada del 25, según cuenta en su monumental Borges, en el que se reúnen los diarios que el autor de La invención de Morel escribió sobre las cinco décadas de intimidad junto al gran escritor argentino.

 

Borges, a su vez, le responde: “Cuando yo era chico, no tenía ninguna: la celebraban solamente los ingleses y los alemanes, en Belgrano. Ahora es una especie de ensayo de primero de año, que es, como Navidad, una especie de ensayo de carnaval. Ahora celebran Navidad y primero de año con cohetes; pronto lo harán con caretas”. A lo que Bioy agrega: “Cuando yo era chico no había esta manía de los petardos. Recuerdo que mis primos Blaquier, en Vicente Casares, tiraban petardos: yo veía esa actividad como un rasgo peculiar del carácter de los Blaquier que no podía compartir”.

 

¿Es cierto, entonces, que a comienzos del siglo XX la Navidad casi no se festejaba en Buenos Aires sino que “la celebraban solamente los ingleses y los alemanes”? Aunque la palabra de Borges es suficiente, Infobae Leamos buscó pruebas y testimonios de cronistas de la época para investigar el alcance de esta festividad en ese entonces.


En su libro Buenos Aires desde 70 años atrás, publicado en 1880, el memorialista argentino José Antonio Wilde (1813) escribe: “Nochebuena y Navidad no incitaban a organizar reuniones. Menos aún Fin de Año y Año Nuevo, que pasaban sin pena para los afortunados y sin gloria para todos (…) La última semana del año, conocida como las ‘vacaciones de Navidad’, era feriado corrido. Según los periódicos había mucho movimiento en las calles por las noches: las damas hacían compras y los caballeros las admiraban. La buena sociedad salía de excursión a San José de Flores, a San Isidro o a Las Conchas, desde la mañana temprano hasta las primeras horas del día siguiente”.

 

Y agrega: “Aunque no vamos a describir escenas como las que tienen lugar en los salones de abolengo de nuestro propio país, durante las fiestas de Navidad, sin embargo, a Buenos Aires no le faltan sus alegrías y, en la nochebuena, hasta una hora tardía, notamos varios grupos de paisanos y otras personas disfrutando de la música de las guitarras en diferentes endroits de la ciudad. La noche era deliciosamente fresca para esta época del año y, a decir verdad, atraídos por el encantador tiempo y por la música, vagamos por la ciudad hasta la una de la mañana siguiente”.

 

Por su parte, el célebre cronista Aníbal Latino, seudónimo del italiano José Ceppi (1853) para su trabajo periodístico en Argentina, escribe en su libro Crónicas bonaerenses: “El día 24 de diciembre no presenta ese flujo y reflujo, ese trasiego de gentes que llenan y evacuan la metrópoli, no es el día mercadante y traficante por excelencia, no es el día babilónico en que se ven manjares por todas partes, en que las tiendas hacen su agosto, en que cruzan vapores, trenes, tranvías y vehículos de toda especie, como si el mundo fuera a acabarse y faltara tiempo para llegar a una nueva arca de Noé, con las provisiones necesarias para un largo período de aislamiento: ni el día 25 presenta tampoco desde la mañana hasta la tarde esa quietud, ese silencio, esa soledad que ofrecen casi todas las grandes capitales europeas”.


Pero aclara: “No es que no se cierren las tiendas y no se abran las cocinas, porque la costumbre de celebrar todas las fiestas, solemnidades y aniversarios con comilonas es tan antigua como universal; pero ni deja el calor tanto apetito ni tanto humor para empezar a comer el día 24 de diciembre de cada año y mondarse los dientes el día 7 de enero del año siguiente, ni se encierra la gente en sus casas, ni se buscan distracciones en los teatros, ni constituye la Navidad un día excepcional para los pobres, ni puede como lo han hecho Dickens, Max O´Rell y todos los escritores europeos, consignarse como una excepción, como una cosa extraordinaria, que en ese día todo el mundo come, por la sencilla razón de que hasta ahora, a Dios gracias, en este país ricos y pobres comen todos los días del año”.

 

Explica Latino que, aunque había celebraciones navideñas, no llegó a tener un carácter definido hasta algunas décadas después: “Celébrase, pues, la Navidad con grandes y suculentas comidas, en casa o fuera de ella, sin que se las atribuya esa excepcional importancia que le dan los ingleses y los italianos del Norte, pero aunque se celebre, no tiene todavía la Navidad un carácter peculiar, definido, como no sea el de echarse todo el mundo a la calle, invadir los trenes y tranvías, e ir a buscar una atmósfera más templada y soportable en las casas de campo y en los pueblos de las cercanías”.

 

Borges, entonces, no estaba tan errado al afirmar que, al menos en Buenos Aires, la Navidad no era en su infancia lo que terminaría siendo algunas décadas más tarde, cuando esta celebración terminara de asentarse a mediados del siglo XX. Sin embargo, otro pasaje citado por Bioy Casares en sus diarios deja ver lo que Borges realmente pensaba de la Navidad.

 

Escribe Bioy en la entrada del sábado 24 de diciembre de 1955: “Después de comer voy a casa de Borges. Con la madre, con Norah y Guillermo, con Miguel y Luis, brindamos con champagne. Luego vamos a casa, Borges y yo. Conversamos con mi padre. Luego Borges, Silvina, mi padre y yo brindamos con champagne (de Los Dos Chinos) y comemos torta de Navidad. Borges comenta: «Americanos, del siglo XX, cumpliendo sus ritos». Dice también: «Estos ritos son patéticos, porque somos muy pocos. Más raro sería que un hombre sólo estuviera haciéndolos»”.

 

Fuente: Infobae

https://www.infobae.com/leamos/2023/12/25/borges-decia-que-en-su-infancia-no-se-celebraba-la-navidad-en-buenos-aires-es-verdad/

 

jueves, 10 de junio de 2021

Maneras de la inmortalidad

Sergio Ramírez

 

Jorge Luis Borges, siendo maestro de tantas cosas, lo fue de los textos falsos presentados como verdaderos, y hoy en día su posteridad parece ser perseguida por lo apócrifo, si tomamos en cuenta los numerosos escritos, en poesía y en prosa, y aun los textos de autoayuda, que le son atribuidos en las redes sociales. Una manifestación muy palpable de su inmortalidad literaria.

 

En 1963, el escritor salvadoreño Álvaro Menén Desleal ganó un segundo lugar en el Certamen Nacional de Cultura con su libro Cuentos breves y maravillosos, título que recordaba demasiado el de Cuentos breves y extraordinarios, de Borges, aparecido 10 años atrás. Pero eso no fue todo. Cuando el libro se publicó, traía a manera de prólogo una carta con la firma de Borges, que comenzaba: “Mi querido amigo: Al conocer sus Cuentos breves y maravillosos, pienso que no fue meramente accidental que Kafka escribiera La muralla china: se repite en usted la nota de lo que con Bioy Casares llamamos las antiguas y generosas fuentes orientales. Se repite y se prueba mi idea de que el número de fábulas o de metáforas de que es capaz la imaginación de los hombres es limitado…limitado o no, lo cierto es que usted prueba a su vez que ese número no está en manera alguna agotado”.

 

Sobraron entonces en Centroamérica las acusaciones de plagio de los cuentos, y las de falsificación de la carta de presentación. Pero nadie reparó en la nota con que, en la última página, el autor completaba su ar­did: “Querido maestro Borges: Mi vanidad y mi nostalgia –me digo con sus palabras– han armado una escena imposible. De pronto despierto de un sueño y tengo su carta en las manos, como la flor de Coleridge”.

 

En 1999, cuando se celebró el centenario del nacimiento de Borges, se organizó en Buenos Aires un seminario al que concurrimos escritores y académicos. Allí me encontré, después de décadas sin vernos, a Álvaro, quien llegaba desde El Salvador. Cuando tomó la palabra, hizo una detallada confesión acerca del prólogo apócrifo, a manera de un renovado homenaje a Borges y a sus formas de inventar, donde la distancia entre los documentos reales y los ficticios no existe.

 

En uno de los descansos de las sesiones, me dijo que algo iba siempre a inquietarlo hasta la muerte, y es que ya nunca alcanzaría a saber si Borges se habría enterado del affaire centroamericano alrededor del prólogo, y si alguna vez habría llegado a tener entre sus manos sus Cuentos breves y maravillosos. Lo más probable, me dijo, abatido, es que no. Murió menos de un año después en San Salvador.

 

Y ya no pudo enterarse de que Borges sí supo del affaire, y que leyó sus cuentos. Así consta en Borges, el libro publicado en 2006 que reúne las entradas de los diarios de Adolfo Bioy Casares donde éste reseña las conversaciones con su amigo por cerca de 60 años. Es un impresionante volumen de mil 663 páginas, preparado por Daniel Martino, y que, aunque parezca mentira, uno puedo leerse de una sola sentada, sin dormir ni comer, si se es lo suficientemente vicioso.

 

En la entrada correspondiente al miércoles 11 de septiembre de 1963, cuenta Bioy que Borges le dice: “tengo que consultarte sobre algo” …; y “trae un libro Cuentos breves y maravillosos, de un tal Menén Desleal, y una carta, de otra persona, guatemalteca, según creo, que le ha enviado el libro”. Luego ambos hablan de la carta elogiosa que sirve de prólogo, y Borges expresa el temor de que su madre, doña Leonor Acevedo, su constante y terrible ángel tutelar, sin consultárselo, la hubiera escrito y enviado; pero descartan la posibilidad, porque la señora nunca escribe tan largo, ni hubiera imitado el estilo de Borges. Leen algunos de los cuentos, y uno, Los cerdos, les parece muy gracioso.

 

Borges, cuenta Bioy, no sabe qué hacer. Considera que el autor del libro es más inteligente que quien lo denuncia, pero que alguna razón tiene el denunciante… los generosos elogios que prodiga a sus propios cuentos, invalidan su carácter de obra desinteresada. Bioy lo contradice: “no podés ponerte contra un pobre individuo bastante inteligente, que no tiene libertad ni posibilidad de escribir sino como imagina que vos escribís...”. Entonces, Borges, sin dar más importancia al asunto, termina elogiando el libro, y aun la carta apócrifa.

 

Por fin Borges contesta ese mismo mes al denunciante, que es el escritor guatemalteco Alfonso Orantes, y le dice: “Ya que el volumen consta de una serie de juegos sobre la vigilia y los sueños, queda la posibilidad de que mi carta sea uno de tales juegos y travesuras…”

 

Dice “mi carta”. Y con eso pasa a ser auténtica. Y aparece incluida en El círculo secreto, el libro que contiene los prólogos y notas escritos por Borges (Emecé, Buenos Aires, 2003). Más auténtica aún.

 

Borges nunca escribió esa carta, pero ahora la ha escrito. Es su carta.

 

Fuente: La Jornada

https://www.jornada.com.mx/notas/2021/06/07/politica/maneras-de-la-inmortalidad-20210607/

domingo, 11 de abril de 2021

Dr. Emilio Arrimondi Pieri "A mí me interesa hablar sobre el Borges humano"


Emilio Pieri, Dr. en lingüística y en Filología Romana, vive fuera de la ciudad. Actualmente se dedica a criar caballos criollos y enseña a distancia en un Instituto Superior de Buenos Aires. Vivió una vida intensa llena de viajes por varias partes del mundo, y conoció a próceres de la Literatura como Jorge Luis Borges, con quien compartió algunos viajes. También a Ernesto Sábato. En este artículo exploramos a través de Emilio, muchas anécdotas sobre Borges que nos brinda una nueva perspectiva sobre dicho prócer.

 

Benito Juárez tiene algunas gemas escondidas, que pasan desapercibidas a los ojos de los ciudadanos. Quizá continúan ocultas, a la espera de ser encontradas, o que alguien, por casualidad vea un indicio de algo y decida ahondar en el hecho. Este es el caso de e Dr.Emilio Arrimondi Pieri. A través de su vida ha acumulado muchas experiencias y desde ese lugar nos brinda varias anécdotas que nos lleva directamente a personajes que han sido de vital importancia para la literatura latinoamericana, y mundial, como Ernesto Sábato y Jorge Luis Borges, con quien compartió algunos momentos de su vida. Emilio nos recibió en su chacra, Cabaña San Jorge, un lugar apartado de la ciudad donde lleva a cabo sus actividades.

 

Emilio en tercera persona

 

"Emilio es un señor que ha llegado a una edad interesante, ha caminado mucho, ha hecho cantidad de cosas, conocido incontables personas. Estudió medicina, y después se le dió por las letras, y ese hecho le ha permitido viajar y vivir más que si hubiese sido médico, porque a mi mujer, que estudió medicina se fue joven; se sacrificó mucho. En cambio, yo tuve la oportunidad de ver el mundo. Conocí a Borges, que fue un profesor muy querido para mí; y sobre el cuál la gente me pide que cuente cosas sobre él."

 

Primeras impresiones propias sobre Borges.

 

"A mí me interesa hablar sobre el Borges humano. Muchas veces a la gente le parece que es un personaje desasido de humanidad, de lo emotivo. Y es todo lo contrario. La fascia que presentaba a raíz de las operaciones que tenía en la cara y en los párpados, le dió ese rostro medio hierático que era tan característico en él. Decía... Nos soy lindo, la gente prefiere otros escritores, como Sábato. El se reía mucho de el mismo. Pero era muy amante de lo argentino sin ser un nacionalista extremo. Descreía de los nacionalismos en general. Era un ácrata, que no le interesaban los gobiernos, pero en el fondo expresaba una democracia participativa como era la Suiza, país donde estuvo de joven estudiando, y donde posteriormente volvió para morir, cerrando así un ciclo vital."

 

"Era una persona que lo oías hablar, y acostumbrado a 4 idiomas, parece que bisbiseaba. Decían que ya estaba mal, pero solo era el producto de la mezcla de idiomas que manejaba: El alemán, el inglés que aprendió con su abuela quien le leía La Biblia a los 4 años. El italiano, también en Suiza aparecía el francés y de nuevo el alemán. Durante las conferencias, el producía con su tono cansino, un estado de pre dormición, porque era monótono. Uno se termina acomodando a esa tesitura y tonalidad en el discurso, y después uno se ocupa de lo que dice, no tanto en cómo lo dice."

 

Relación personal con Borges: asistencia a sus cátedras, viajes juntos.

 

"Yo viajé varias veces con él, una de ellas fue a Junín, de donde era su abuelo, el coronel Francisco Borges. Yo lo conocí porque fue mi profesor, y tuve la suerte de relacionarme con él gracias a su gentileza. Tenía una memoria bárbara y agradecía a la gente que iba a sus clases, ya que era una época política muy crítica, y le sacaron sus horas como profesor. Entonces íbamos a sus clases, era una catedra paralela donde asistíamos solo 20 alumnos. Entonces teníamos la oportunidad de escucharlo hablar de cosas, que nunca hubiese contado en una clase multitudinaria. Eso creó una relación. Después fui rector del colegio suizo-argentino. Más adelante también me desempeñé como rector de un colegio, dirigido por la mamá del cineasta Leopoldo Torre Nilsson, quien hizo una película del cuento de Borges "El Muerto", que no tuvo mucho éxito. No por el cuento de Borges, sino porque era un bodrio. Borges se echaba la culpa del fracaso cinematográfico, "mi cuento seguro que no es muy bueno". El cineasta, de paso, también le echaba la culpa (risas). Después invité a Jorge Luis a venir a Junín con nosotros. Aceptó encantado."

 

"La mamá de Torre Nilson nos llevó en auto hasta Junín. Yo estaba nervioso, porque no sabía que hablar con este sagrado individuo. Recuerdo que hacía mucho frío"

 

"Justo era la época de la revolución, y nos paran por Luján, un destacamento armado hasta los dientes. Pensé que era nuestro final. Al menos me queda el consuelo de morir al lado de un prócer. Cuando supieron quien iba en el auto, no solo nos dejaron pasar, sino que nos pusieron dos motocicletas a modo de custodia. La conferencia fue un éxito, vinieron de muchísimas provincias. Hasta vino un equipo de básquet, que se lo llevaron al hombro. El dejó el bastón y se prestó para semejante cosa. El iba saludando en el medio de la calle a la gente. Una escena digna de guardar en la memoria. Las personas se enfervorizaron de tal manera que causó sensación. Tuve la suerte de conocer a su primera mujer, Elsa Astete de Millán, se casó con ella. Pero lo termino traicionando. María Kodama, a quien conocí también, cayó en lo mismo, una persona que no estuvo a su altura."

 

Relación con Ernesto Sábato, fiesta nocturna y partida a Europa para tratar cáncer.

 

"Pude conocer a Ernesto Sábato, pero no me cayó demasiado bien. Era un tipo muy rústico en sus maneras. Trataba mal a la gente. No sé si estaba amargado el pobre. Borges lo vivía admirando. Me decía que Sábato era una maravilla, el mejor novelista. Tenía una gran generosidad, que Sábato no tuvo con él. Hay una gran diferencia marcada entre los dos autores. Cuando le pregunté a Borges si me acompañaba a Junín, él me preguntó ¿dónde? Le hice la misma pregunta a Sábato, y me respondió, ¿cuánto? (risas) En ese momento no había mucho presupuesto. Esa crítica no desvirtúa su habilidad como escritor, pero me llama la atención que en 80 y largos años, no haya encontrado la felicidad, dejando un mensaje de optimismo para la gente que lo adoraba".

 

"Esa misma noche Borges asistió a una fiesta con nosotros. Solo comió dos bananas y papas fritas. Cuando le hice notar que le habían cocinado de todo, y solo comía eso, él me respondió que como no veía bien, la banana y las papas podía alcanzarlas y manipularlas sin problema, pero no podía comer un huevo frito porque se iba a manchar. A pesar de estar prácticamente ciego, jamás descuidó su aspecto, de elegancia a la inglesa"

 

"Después nos continuamos viendo con Borges, hasta que se fue a Europa para tratar un cáncer de hígado que le habían detectado. Pude despedirme de él. Me dijo que se fue porque no quería ser tapa de revista. En esa época Balbín tuvo un accidente y le sacaron fotos, todo cableado. Borges no quería que le sucediera lo mismo. Allá me cuentan que, en un momento, Borges le pidió a María Kodama que corriera las cortinas, para ver el lago a esa hora. Cuando ella se da vueltas, él había muerto, plácidamente."

 

Fuente: El Fenix digital – Benito Juarez

https://www.elfenixdigital.com/nota-dr.-emilio-arrimondi-pieri-a-mi-me-interesa-hablar-sobre-el-borges-humano-199273

 

lunes, 15 de marzo de 2021

Respetar a los otros, el ejemplo de Borges

Silvia Zimmermann del Castillo

 

Rememoro la mañana de lluvia en que acompañé a Borges a renovar su pasaporte. Al llegar al desangelado recinto donde se hacían los trámites, nos topamos con una larga y lenta fila de personas que esperaban su turno. Le advertí a Borges que tendríamos para mucho tiempo, y tomamos estoicamente nuestro lugar en la cola, con un sentimiento de deber antes que de resignación. Apoyado sobre su bastón, Borges me hablaba entretanto de las sagas islandesas.

 

La gente se volvía a mirarlo y me llegaban los rumores: “¿Ese que está ahí no es Borges?”. Sí, era el autor de Ficciones y de El Aleph. Un hombre se acercó: “Maestro”, le dijo, “permítame cambiar su lugar con el mío, que está más adelante. Para mí será un honor”. Borges tartamudeó al responder: “Muchas gracias, señor, pero prefiero seguir en mi lugar”. Y en el colmo del pudor, agregó: “Es que si llegué más tarde que usted, es porque soy más perezoso”.

 

Se sucedieron otros ofrecimientos que Borges insistió en declinar, hasta que un agente del orden lo invitó a que pasara a tomar asiento en una oficina contigua. “Muchas gracias, pero prefiero esperar aquí; no quisiera perder mi turno por una distracción”, balbuceó. Yo tengo para mí que, con ese acto, Borges expresaba lo que por exceso de timidez no ponía en palabras: el respeto a los otros.

 

Evoco ese episodio con melancolía ahora que el escándalo de las vacunaciones vip resalta los contrastes. Borges declinó un privilegio merecido que le dispensaba la sociedad con legitimidad. Otros, en cambio, se arrogan el derecho de ejercer un privilegio concedido entre bambalinas en un flagrante abuso de poder. Borges sintió la felicidad de ser ciudadano entre ciudadanos. Otros se vanaglorian de ser personal estratégico no se sabe bien de quién ni para qué. He ahí la diferencia entre la grandeza y la mediocridad. Y puesto que el privilegio es la cuestión, oportuno es saber qué significa.

 

La palabra proviene del latín privilegium: ley privada. Así las cosas, los privilegios son propios de los sistemas feudales y de las monarquías. En las democracias modernas, podría decirse que se contraponen a los derechos universales y, huelga decir que, en un modelo de corte populista, el privilegio encierra una perversa contradicción.

 

Las recientes “leyes privadas” otorgadas y ejercidas en el corazón de un drama sanitario sin precedente no son cosa menor. Tienen que ver con lo que envilece la vida republicana y nos posterga insalvablemente: la distancia entre lo que se pregona y lo que se hace, práctica que naturalizamos como un aspecto válido del quehacer político.

 

El desempeño del Presidente durante su visita de Estado a México, en ocasión de una conferencia de prensa que será tristemente recordada, nos sume en el estupor. Y es nuestra obligación cívica señalarle que su proceder ha sido obsceno en el sentido radical de la palabra: “contra la escena”, lo que no se debe hacer en ella, lo inapropiado, y con una alocución tan inadecuada como falaz. Ejerció con oprobio su función de primer mandatario al olvidar que actuaba en representación de la Nación en su unidad y no de un sector partidista. El léxico y los argumentos expresados ofenden la calidad intelectual que los argentinos hemos sabido cultivar. Es lamentable que, en ese acto, el Presidente haya degradado hasta las medidas acertadas que había tomado antes de partir.

 

Querer disimular tras un antifaz de payaso la gravedad fáctica y simbólica del escándalo de las vacunaciones de privilegio no hará más que acrecentar un justo malestar social. Lejos de ello, se espera del Presidente que se muestre consistente en su actuar, firme en el control de su frente interno y pudoroso ante el hecho incontestable de que fueron funcionarios y “estrategos” de su gobierno quienes invalidaron sin escrúpulos todas sus proclamas.

 

Silvia Zimmermann del Castillo

Escritora y presidente del Capítulo Argentino del Club de Roma

 

Fuente: La Nación

https://www.lanacion.com.ar/opinion/respetar-a-los-otros-el-ejemplo-de-borges-nid10032021/