miércoles, 27 de julio de 2011

Borges en Caracas


Entrevista de Tomás Eloy Martínez

A 25 años de la muerte de Borges, un texto de Tomás Eloy Martínez para recordarlo.

En una reveladora entrevista de 1979, Borges dijo que "todo escritor deja dos obras: una, la escrita; otra, la imagen que queda de él [...] Quizás a la larga la imagen del hombre borre la obra". La misma idea se despliega, de modo más sesgado, en los ensayos sobre Whitman, Wilde, Chesterton y Hawthorne publicados en Discusión y en Otras inquisiciones . La tesis central de la "Nota sobre Walt Whitman" incluida en Discusión es que la crítica tiende a identificar erróneamente al autor de un texto con el personaje creado por esos textos. Subraya que los autores construyen un personaje y que muchas veces son conocidos sólo a través de esa representación, de esa imagen virtual. Lo que se lee, con frecuencia, no son los textos de un autor sino el personaje construido por esos textos.

El equívoco se abate ahora también sobre el propio Borges. Los estrépitos del centenario han desencadenado sobre los lectores un alud de ensayos, exégesis, conversaciones, recuerdos personales, anécdotas vanas y hasta la reedición de obras que Borges -a pesar de su tolerancia a veces excesiva con los deseos de los otros- había prohibido reproducir. Por paradójico que parezca, la inmensa fama de Borges está impidiendo leer al inmenso Borges. Lo que se lee ahora es, ante todo, el personaje que él dejó tras de sí: ese anciano sabio y ciego que tenía respuestas para todas las preguntas del mundo y que vagaba entre los laberintos de una biblioteca inaccesible a sus ojos.

En 1961, poco después de haber recibido el premio Formentor, Victoria Ocampo le pidió a Borges que eligiera los textos que, a su juicio, lo representaban mejor. El breve volumen, de 200 páginas, fue publicado ese mismo año por la editorial Sur con un título explícito, Antología personal . En el escueto prólogo, Borges declara, con raro énfasis: "Mis preferencias han dictado este libro. Quiero ser juzgado por él, justificado o reprobado por él".

El orden de los textos no es el cronológico, sino -como Borges apunta- el de "simpatías y diferencias". Casi todos los cuentos obvios están allí: "La muerte y la brújula", "El Sur", "Funes el memorioso", "El Aleph", "La busca de Averroes", "Las ruinas circulares", "El fin", aunque faltan al menos tres igualmente obvios: "Pierre Menard, autor del Quijote", "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" y "El jardín de senderos que se bifurcan". Entre los poemas, es llamativa la ausencia de "Fundación mitológica de Buenos Aires", cuyo "apócrifo color local" Borges no podía entonces "recordar sin rubor". Una segunda antología personal, entregada a Emecé en 1968, condescendió a cubrir esas voluntarias omisiones.

Dos décadas más tarde, en otra selección encomendada por la editorial Celtia, Borges eligió los mismos poemas, los mismos ensayos, los mismos cuentos de la primera antología -con pocas variaciones-, pero añadió una larga sección miscelánea de discursos, conferencias y apuntes de circunstancias, que tornan más llamativa la ausencia de dos textos esenciales: "Borges y yo" y "Nueva refutación del tiempo".

Un hombre nunca es -como el río de Heráclito- el mismo hombre al día siguiente, pero Borges se mantuvo, como pocos, fiel a los temas y los tonos de sus textos de madurez, los de la década del 40. Su obsesión era entonces -y lo fue hasta el final- la eternidad, la repetición infinita de los hechos y de las cosas bajo otras formas y con otros nombres.

Cuando empecé a leerlo, en la adolescencia, lo que me deslumbraba en Borges eran los infinitos movimientos de la identidad, en los que había algunos ecos de Poe. Sentíamos que, por primera vez desde el Siglo de Oro, la lengua castellana encontraba en los austeros textos de aquel argentino la grandeza que habían disipado los escritores regionalistas. Sentíamos que, a través de Borges, el lenguaje argentino adquiría una densidad y una intensidad capaz de expresar también todo el universo.

Cierta vez, en una clase de griego, el profesor me sorprendió leyendo "La muerte y la brújula" y me reprendió delante de todos.

-Para qué pierde el tiempo con un autor argentino -dijo- en vez de leer a Tucídides.

(En aquella época estudiábamos a Tucídides.)

-Sucede que éste es mejor -le repliqué, convencido.

Para los adolescentes de los años 50 Borges era, además, un escritor secreto, de culto. Creíamos que uno sólo de sus relatos o de sus poemas -el "Poema de los dones", por ejemplo, o el conmovedor "Límites"- equivalían a toda la literatura. Hace pocos meses, un profesor de Rutgers, que había leído un solo cuento de Borges - "La busca de Averroes", en traducción al inglés-, me dijo que esas pocas páginas habrían bastado para que le dieran el Nobel. Leer a Borges sin que ese placer sea enturbiado por el personaje Borges es algo que parece estar vedado ahora a los argentinos.

Frecuenté a Borges en los años 60 -a veces acompañándolo a cruzar la calle y caminando con él un par de cuadras- y durante esa década y las dos siguientes, fui incorporando a la Antología personal de 1961 unos pocos textos que me parecían invalorables. Añadí "La intrusa", "El Evangelio según Marcos", "El libro de arena", "Juan López y John Ward", las conferencias sobre la ceguera y sobre la Cábala que están en Siete noches . El único libro que me llevé al exilio fue El libro de arena y durante cuatro meses no leí otra cosa que sus trece cuentos, interminablemente. Creo que en esas escuetas páginas y en las de sus antologías personales de 1961 y 1968 cabe todo lo que Borges fue y lo que seguirá siendo.

Las dos últimas veces que vi a Borges ya no era Borges sino su gloria. Primero fue en Venezuela, hacia 1979. Entró silencioso, modesto, en el Ateneo de Caracas y, cuando los reflectores se volvieron hacia él abrumándolo, la gente lo coronó con una ovación de diez minutos. Un escritor venezolano que estaba a mi lado me codeó y dijo: "Míralo bien. Es Homero, es Dante, es toda la literatura". Cinco años más tarde, volví a encontrarlo en la Universidad George Mason, en Virginia, donde miles de estudiantes lo oyeron de pie, en devoto silencio. Le oí decir entonces que dictaba prólogos y poemas en los aviones y que el aplauso de los hombres era una forma inmerecida de felicidad. En esas dos ocasiones me inquietó verificar, sin embargo, que muchos de los que aclamaban a Borges no habían leído jamás a Borges. Algunos suponían que era el autor del Ulises y que su elegante inglés había sido aprendido en el Trinity College de Dublin. Otros, más certeros, lo confundían con Cervantes.

Tal vez no haya mejor homenaje a Borges que olvidar los artículos de circunstancias escritos en el apuro de las redacciones y los libros de juventud que descartó de sus obras completas, y volver a leer los textos por los que él prefirió ser juzgado. De todo autor siempre quedan sólo unas pocas páginas, algunas imágenes, una estrofa imprescindible, una trama que otros reproducen sin saber que es ajena. Borges perdura en esas líneas inmortales y no en el personaje trivial que han ido construyendo los años.

Fuente : Fundación Tomás Eloy Martínez
Martes, 14 de junio de 2011
http://www.facebook.com/note.php?note_id=193029834077715
Articulo citado de :
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=214669

Los filtros de Internet : Nos condenan a ser libres ?


Ireneo tenía diecinueve años; había nacido en 1868; me pareció monumental como el bronce, más antiguo que Egipto, anterior a las profecías y a las pirámides. Pensé que cada una de mis palabras (que cada uno de mis gestos) perduraría en su implacable memoria; me entorpeció el temor de multiplicar ademanes inútiles.
Jorge Luís Borges – Funes el Memorioso


El filtrado es esencial para el funcionamiento cognitivo y la inteligencia, que determina nuestra conducta y es una expresión de nuestro libre albedrío. Hasta hace poco, nuestros cerebros fueron los únicos filtros. Luego empezamos a utilizar los filtros de Internet (Google)Los filtros fueron simples y fáciles de entender. Pero ahora estos filtros artificiales se están volviendo tan complejos y generalizados que están realizando nuestra precognición, por lo menos en cuanto a lo que vemos y hacemos en línea.Puede haber algún mérito de los ordenadores en este proceso . Tal vez lo pueden hacer mejor. Tal vez estos filtros son computacionalmente versiones más potentes de nuestros filtros cognitivos propios. Los ordenadores ya son versiones más potentes de otras funciones cognitivas. Sin embargo, los filtros no están bajo nuestro control. El autor se refiere y analiza en profundidad el cuento Funes el Memorioso de J L Borges, para explicar este fenómeno.



The Internet's Filter: Condemned to be Free?

In my last post I discuss weak links, and explore the idea that as society and capitalism develop, those links will disappear, so everything will coalesce into a single, strongly linked network. We will all share the same information and culture, and consume the same products. But there is an alternative possibility, which is that being awash in so much information, we each will filter it in our own way. We all draw from the same bottomless pit, but each of us seeing different cuts of that information, and thus, post-filtering, occupying different worlds.

A recent book, The Filter Bubble, discusses the mechanics and the implications of such personalized filters. It views an emerging world where there are filters between us and the Internet that are developed by entities beyond our control, tapping a database of our searches, purchases, and “friends”. Emerging might be too tentative a word. Personalized filtering already exists. Witness the fact that your Google search will bring up different results than will mine; that the friends highlighted on your Facebook account, or the e-mails that percolate up to be deemed important, or the stories that arrive in your news feed, not to mention the obvious, the ads that you see, are already based on these filters. The filters color our view of the world and serve us the food for our thoughts.

There is a good reason for filters. We are hopelessly engulfed by an ocean of information. Eric Schmidt has said, "There was 5 exabytes [an exabyte = a quintillion bytes] of information created between the dawn of civilization through 2003, but that much information is now created every 2 days, and the pace is increasing”. (Though not everyone agrees with this, and in any case, a lot of it is made up of inane YouTube videos and forgettable tweets, e-mails, friend updates, …and rehashed blog posts).

Personalized filtering started off to better target advertising, though I wonder if a longer term result will be for personalized filtering to destroy the advertising-based business model widely employed in the search and social networking arena. Businesses pay to advertise on sites like Google and Facebook in order to get out information about their products. Yet the raison d'etre for the likes of Google and Facebook is as a platform for finding and distributing information. If the information that is being distributed in the course of their business is the same information that the advertisers are paying them to distribute, then these sites are feeding on their own seed stock. And this circumstance is made more likely because of the increasingly widespread use of personalized filters.

What happens if the personalized filters get us what we want to know without anyone having to pay to tell us? Will the free flow of information dominate the value, (it certainly will dominate the amount), of the information the advertisers pay to distribute?

I bet that once these algorithms are in full bloom, you will be able to type in “I need a new pair of sandals for the beach. What should I get", or “what are some fun things for me to look at in terms of accessories”. (Or maybe even “I'm bored, have two hours to kill, so what should I do right now"). The algorithm will look at what you have bought in the past, and what of that you have returned versus reordered, bought on sale or were willing to buy at full price. It will look at the same for your friends, weighted by their closeness to you and their relevance for your purchase. If you spend time keeping up with Shakira, it will look at what she and her circle are up to. It will look at a lot more as well, and then up will pop a bunch of links tailored for your preferences. As the algorithmic searches get better and better, the paid ads will be increasingly irrelevant.

I want to go beyond the prosaic issue of the implications of personalized filtering for the future of advertising to think about a deeper, existential issue: how personalized filters might affect our notion of individual freedom.

Memory of All Things Past

Ireneo was nineteen years old; he had been born in 1868; he seemed as monumental as bronze, more ancient than Egypt, anterior to the prophecies and the pyramids. It occurred to me that each one of my works (each one of my gestures) would live on in his implacable memory; I was benumbed by the fear of multiplying superfluous gestures. – Jorge Luis Borges' “Funes, the Memorious”, translated by Anthony Kerrigan.

For better or worse, there is a lot of information about you – events, associations, purchases and travel, and a lot of communications and pictures – that is stored somewhere or other. If all goes according to plan, we will not only know everything that is going on in the world day by day, we will have a perfect memory of the past. Surprisingly, the result, a virtual version of perfect memory, can be a problem, and the only way out of that problem is to employ a filter of some sort.

In Borges' Funes the Memorious, Ireneo Funes recovers consciousness after a fall from a horse to discover that he has perfect memory. He can recount ever facet of every day, he can summon a vision of every person he has met from every perspective in which he saw them. He finds it difficult to come to terms with the fact that those different people, each recalled in full detail and within all the events surrounding the encounter, are in fact the same person viewed at different times.

Borges wrote that Ireneo was “almost incapable of general, platonic ideas. It was not only difficult for him to understand that the generic term dog embraced so many unlike specimens of differing sizes and different forms; he was disturbed by the fact that a dog at three-fourteen (seen in profile) should have the same name as the dog at three-fifteen (seen from the front). His own face in the mirror, his own hands, surprised him on every occasion. “

Funes's world was a jumble of the particulars that affected his ability to think, because thinking requires seizing on what is important to the context and, at least for the moment forgetting the rest. (Related to this, there was a medical study that demonstrated an inability to filter out memories causes decreased mental performance and lower intelligence, though I can't remember the details).

For a real-life example there is the mnemonist Solomon Shereshevsky, who simply went by “S”. S. was a newspaper reporter. One day his editor gave him lengthy instructions of places to go, people to meet and information to gather. The editor, noticing that S. had not written down any of the instructions, was about to reprimand him for his inattentiveness, but S. repeated back everything exactly that he was assigned to do. The editor probed him more closely on his memory, and amazed by his abilities, sent him to a psychological laboratory that was focused on the investigation of memory. There S. met the psychologist Alexsander Luria, who would study him for the next thirty years and write about the process behind his mnemonic gifts.

Luria found himself unable to measure the capacity of S.'s memory. S. could surmount anything Luria put in his path. Luria read to him as many as 30 words, numbers, or letters and asked him to repeat these. He recalled them all. Luria increased the number to 50, then to 70, but S. still could recall them and even repeat them in reverse order. It didn't matter whether he was presented words with meaning or nonsense words. Fifteen years after their first meeting, Luria asked S. to reproduce the series of words, numbers, or letters from that first meeting. S. sat, his eyes closed, and recalled the situation:

“yes-yes … this happened with us at that apartment … you sat at the table, and I was in the rocking-chair … you were wearing a gray dress suit and looked at me like this … here … I see what you were saying to me …” – and afterward followed an flawless reproduction of the read row. Even more amazing is that by that time S. had become a famous mnemonist and was required to remember many hundreds and thousands of rows.

As with Ireneo, S. had a poor memory for faces. "People's faces are constantly changing," he said; "it's the different shades of expression that confuse me and make it so hard to remember faces" Details that other people would forget occupied his mind, making it hard to move from the flow of images and sensations to some higher level of awareness such as abstraction, and meaning. He perceived the changes of faces the way we might perceive constantly changing light and shadow, like looking at the ripples of a pond or eddies of a river.

Also, like Ireneo, with a memory composed entirely of details, S. couldn't think on an abstract level. He could recite a story word for word, but could not easily summarize it. When required to go beyond the information given, such as understanding metaphors, puns or symbolism, S. was out to sea.

If a story was read quickly, S. would become perplexed, “No this is too much… every word gives rise to images and they find each other and there is chaos…I cannot make anything out of it..and there is also your voice and also spots…and everything blends together...”

Escape from Freedom

I suspect...that he was not very capable of thought. To think is to forget differences, to generalize, to abstract. In the overly replete world of Funes there were nothing but details, almost contiguous details. – Jorge Luis Borges' “Funes, the Memorious”, translated by Anthony Kerrigan.

Perfect memory impairs the mind's ability to abstract, to infer, and to learn. Moreover, the nature of memory is not simply storing and retrieving. It is also part of the creative process. We make up memories through inferences and reconstruct them into new ideas.

Yet we are developing perfect memory. Perfect memory of everything that has happened anywhere, that anyone has experienced. For a computer, nothing is lost. We could end up like S., knowing everything and as a result lose all context. So the next step for the Googles of the world (which is pretty much to say, Google) is to find a way to distil and synthesize that information.

Cognitive limitations both constrain and enable adaptive behavior. There is a point where more information and more cognitive processing can actually do harm, the possibility of perfect memory giving us the extreme case. Built-in limitations can in fact be beneficial, enabling new functions that would be absent without them.

Imagine sitting by the fireplace with Ireneo as he recounts an amusing incident from his past. He relates every single fact related to the event. Every detail of the room, every gesture of all those attending, each word spoken. Without the filtering, the story is lost, or, more precisely, it is stripped of context. There is no way to tell, in the description he provides, what really matters. Such a story is meaningless, as is such a life. We need filters to think and to experience the world.

Perfect memory is like having all the past also be the present which in turn is like living totally in the trivial of the present. And not just learn something new, but also view the object with a different perspective.

To see an object in a thoughtful way we ignore some of its characteristics; we let some things come into focus while letting the rest recede into the background. We encounter and filter things based on our objectives and interests; the tree of a botanist is not the tree of the artist. So, more broadly, the world is meaningful to us only when we see it in a context, and this means electing to ignore some aspects of it. Meaning emerges only by highlighting some features while relegating to the shadows those that are irrelevant to our context.

The world we create through our willing and selective ignorance is what Sartre calls “nihilation”. We are like a sculptor that creates his work by removing part of a slab of stone. To see a world of individual things meaningfully related to one another is to elevate part of the perceptual field to the foreground and to relegate other parts of it to an undifferentiated background. Otherwise it all exists too completely; some parts of that existence have to be negated for it to become the subject of thought. To know everything, to remember everything, is not the mark of intelligence.

To think, we first choose what to look at and what to ignore. This is what Sartre meant by the statement “we are condemned to be free”. In taking over this task, the personalized filter takes our freedom as well. If filtering is part of thinking, then taking over the filtering also takes over how we think.

Conclusion

Filtering is essential to cognitive performance and intelligence. It determines our behavior and is an expression of our free will. Up until recently, our brains were the only filters, and then we started to use machine-based filters (to do things like pick the characteristics for people who would pop up on a dating site). Those filters were were simple and easy to understand. But now these artificial filters are becoming so complex and pervasive that they are performing our precognition, at least as far as what we see and do online.

There may be some merit to computers taking over this function. Maybe they can do it better. Perhaps these filters are just computationally more powerful versions of our own cognitive filters, just as computers already are more powerful versions of other cognitive functions. But the filters are not under our control, we may not even be aware that they are whirring around, and even if we do, we won't understand how they are deciding what to allow through the filter for our consideration. Of course, it is not as if we are about to be subjugated by self-aware computers. Not self-aware. But aware of us, intimately so.

Fuente : Credit Writedowns
Rick Bookstaber
26 July 2011
http://www.creditwritedowns.com/2011/07/internet-information-filter.html

Lo splendido Giardino/Labirinto Borges all’Isola di San Giorgio


Fondazione Giorgio Cini, Isola di San Giorgio Maggiore

Da giugno 2011 è visitabile, all’interno del percorso guidato al complesso monumentale della Fondazione Cini a San Giorgio, lo splendido Labirinto Borges, ricostruito in occasione dei 25 anni dalla morte del celebre scrittore argentino sul progetto del giardino-labirinto che l’architetto Randoll Coate progetto’ in suo onore negli anni ’80.

Si tratta di un ampio giardino (occupa uno spazio di 2300 metri quadri) che sorge nel cortile della Fondazione Cini, sull’Isola di San Giorgio Maggiore, più precisamente, nello spazio retrostante il Chiostro del Palladio e il Chiostro dei Cipressi, cosi’ da costituire una sorta di “terzo chiostro” di dimensioni all’incirca uguali a quelle degli altri due.


Ispirato a “Il giardino dei sentieri che si biforcano“, uno dei racconti più caratterizzanti di Borges (dalla raccolta ‘Finzioni’, 1935-1944), il giardino, è composto da 3250 piante di bosso, e riproduce il nome del poeta argentino, morto a Ginevra il 14 giugno del 1986. Come se fosse idealmente scritto sulle pagine di un grande libro aperto.

Il progetto è stato fortemente voluto dalla seconda moglie dello scrittore, Marìa Kodama, già presidente della Fondazione internazionale Jorge Luis Borges: è stata sua l’idea di realizzare all’interno del labirinto-giardino veneziano un corrimano che riporta la scritta in braille “El Jardín de senderos que se bifurcan”. Una sorta di via ‘illuminata’ verso l’uscita, per chi non vede. Condizione che il poeta argentino ha conosciuto a partire dalla fine degli anni ’50 ma che ha saputo trasformare in senso creativo, rendendola metafora di vita.

Gli ospiti percoreranno, nell’iter completo, 1150 metri, che si presentano, secondo il progetto di Coate, come un libro aperto, cosparso di oggetti che alludono a simboli cari a Borges: un bastone, gli specchi, la clessidra, la sabbia, la tigre, e un enorme punto di domanda.

Il Labirinto Borges è opera permanente alla Fondazione Cini, che utilizzerà questo spazio per la programmazione pluriennale di eventi culturali di varia natura (ricerche, conferenze, master classes, seminari, mostre d’arte, produzioni e performance teatrali, audiovisive, coreografi che e musicali). Tali eventi – di natura didattica o artistica – saranno ispirati all’opera dello scrittore argentino e alle problematiche epistemologiche e storico culturali sollevate dall’immaginario borgesiano, quali il rapporto tra la narrativa e le altre arti, figurative e performative, e il rapporto tra narrativa e scienze naturali.

Il labirinto e’ accessibile al pubblico tramite servizio di visite guidate nei giorni feriali riservate a gruppi e solo su prenotazione.
Nei giorni di sabato e domenica il complesso monumentale e’ visitabile dalle ore 10 alle ore 17, ogni ora.

Fuente : Blog Venecia.com
Arte & Fotografia,Eventi a Venecia
27 luglio 2011 •

martes, 26 de julio de 2011

CHESTERTON SEGÚN BORGES


Jorge Luis Borges ha sido, sin la menor duda, el escritor de lengua española más influido por Gilbert Keith Chesterton, como él mismo reconoció en varias ocasiones. Esa influencia se puede observar claramente en el estilo de Borges y en algunos de los temas desarrollados en sus relatos, comunes a ambos autores. Es cierto que el tema religioso, por ejemplo, tuvo puntos de vista y tratamientos muy distintos en cada escritor pero es innegable que la fascinación por lo policiaco o el deseo de lograr un estilo artístico de escritura les une a los dos.

Borges reflexionó varias veces acerca de la figura y la obra del autor inglés pero fue en un breve ensayo titulado "Sobre Chesterton", escrito en los años cuarenta, donde mejor trató el tema. En ese ensayo podemos leer alguna opiniones muy interesantes del maestro argentino sobre Chesterton.

Así, comienza poniendo en contraste las ficciones detectivescas de Edgar Allan Poe con las de Chesterton: "Cada una de las piezas de la Saga del Padre Brown presenta un misterio, propone explicaciones de tipo demoníaco o mágico y las reemplaza, al fin, con otras que son de este mundo". Es una observación cierta, ya que los crímenes que aparecen en los cuentos del Padre Brown presentan a veces historias llenas de magia y de fantasías imposibles, pero el buen curita se encarga de dar una explicación racional a aquello que se nos mostraba como imposible o irracional.


Borges también acertó a señalar un hecho indiscutible: que Chesterton es a menudo juzgado por el credo religioso al que se convirtió: "[...] los católicos exaltan a Chesterton, los librepensadores lo niegan. Como todo escritor que profesa un credo, Chesterton es juzgado por él, es reprobado o aclamado por él". Incluso hoy en día hay mucha gente que le juzga como católico, olvidando que no siempre lo fue y que en muchas circunstancias demostró una comprensión y una amplitud de miras ausente en otros autores.

Más adelante, Borges comenta el hecho de que el autor inglés se hubiera resistido a ser clasificado como un creador de pesadillas, pero para el argentino lo fue: "Pregunta si un hombre tiene tres ojos, o un pájaro tres alas; habla, contra los panteístas, de un muerto que descubre en el paraíso que los espíritus de los coros angélicos tienen sin fin su misma cara; habla de una cárcel de espejos; habla de un laberinto sin centro; habla de un hombre devorado por autómatas de metal; habla de un árbol que devora a los pájaros y que en lugar de hojas da plumas..." Esta presencia de lo siniestro, de lo terrible, de lo monstruoso, está en Chesterton, y Borges estuvo muy atinado al saber destacarla como uno de los rasgos distintivos del genio inglés.

Borges reconoció la influencia de Chesterton en numerosas ocasiones, incluso dentro de sus ficciones. Así, el célebre relato del "Tema del traidor y del héroe" comienza con estas palabras: "Bajo el notorio influjo de Chesterton (discurridor y exornador de elegantes misterios) [...], he imaginado este argumento". Y también en los relatos contenidos en el libro Seis problemas para don Isidro Parodi, escrito al alimón, a dos manos, con su íntimo amigo Adolfo Bioy Casares, se deja ver la sombra del autor británico, tanto en el estilo de la narrativa como en los argumentos de las historias. Huelga decir que esas influencias chestertonianas no restan ni un ápice de originalidad a la narrativa del autor argentino.

En definitiva, como Borges señaló en otro lugar, Chesterton bien pudo haber sido un escritor como Edgar Poe o como Franz Kafka, con quien le pone en contraste al final del citado ensayo breve, pero prefirió ser Chesterton y debemos agradecérselo. Pudo ser un autor cuya obra estuviera repleta de mundos obsesivos, atroces, perversos o desoladores, pero algo, una especie de esperanza o de fe en lo humano y en lo divino, algo extraño, maravilloso y conciliador brilló siempre en su pensamiento y en su prosa, y ese algo lo distingue de ambos autores, tan atormentados por sus fantasmas.

Jorge Luis Borges supo desentrañar perfectamente la personalidad y la obra de Chesterton, de forma que podemos leer sus cuentos -historias que él juzgó inmortales, incluso aunque muriese el género policial- bajo el acertado el prisma borgiano. Merece la pena que leamos las obras de los dos escritores: en ningún caso nos dejarán indiferentes, porque son dos maestros de la narrativa del siglo XX. La perspectiva de Borges aclara y despeja la obra chestertoniana. Por ello, debemos gratitud al genio argentino que tan artística y claramente supo darnos su visión de Chesterton.

Fuente : Sociedad Chestertoniana de España
10 de junio de 2010
http://sociedadamigosdechesterton.blogspot.com/2010/06/chesterton-segun-bor

Jorge Luis Borges y su detective-lector


Clemens A. Franken K.
Pontificia Universidad Católica de Chile

Resumen

En este trabajo se aborda el concepto borgiano del mundo y la poética de la lectura que deriva del relato de enigma del erudito escritor argentino. Se entregan interesantes antecedentes biográficos que explican su profundo nihilismo frente a la posibilidad de conocer o representar el mundo externo y se profundiza en las metáforas del espejo, el laberinto y el sueño, como también en el misticismo de la cábala judía: con ello se ilustra un mundo que se presenta caótico, infinito, cuando no ininteligible para la mente humana, un auténtico orden secreto. Por último, se demuestra la relación paródica que Borges establece con el cuento detectivesco clásico, que subvierte la figura del racionalista triunfante, y se afirma la importancia que se le asigna al lector, quien se hace parte de una búsqueda de sentidos que lo instalan en la intertextualidad del relato.


Abstract

The following paper deals with the borgian concept of the world and the poetic that comes from reading the tales of this wise and enigmatic Argentinean writer. Interesting biographical details are given explaining his profound nihilism concerning the possibility of knowing and representing the outside world. The paper also goes in depth with the metaphors of the mirror, the labyrinth and the dream, as well as the mysticism of the Jewish superstition: with which a world that presents itself chaotic, infinite, barely understandable for the human intellect and a true secret order is illustrated. Finally, it demonstrates the parody present in the relationship Borges establishes with the detective story, that subverts from the figure of the triumphant rationalist, and affirms the importance of the reader, who becomes part of the search for understanding that make him an element of the inter textuality of the story.


En América Latina Jorge Luis Borges es, sin duda, el más erudito re-presentante del relato de enigma, cuyo esquema clásico él invierte y parodia a pesar de la gran estima que sentía por E. A. Poe y G. K. Chesterton. Por ejemplo, en su ensayo "Modos de G. K. Chesterton", él reconoce que "Edgar Allan Poe fue inventor del cuento policial"(49). En 1978, en su conferencia "El cuento policial", asegura que este autor inaugura la mejor tradición del relato policial:

"Aquí tenemos otra tradición del cuento policial: el hecho de un misterio descubierto por obra de la inteligencia, por una operación intelectual. Este hecho está ejecutado por un hombre muy inteligente que se llama Dupin, que se llamará después Sherlock Holmes, que se llamará más tarde Padre Brown, que tendrá otros nombres, otros nombres famosos sin duda. El primero de todos ellos, el modelo, el arquetipo podemos decir, es el caballero Charles Auguste Dupin." (72)

Poe y Chesterton tienen una especial importancia para Borges cuando empezaba a escribir cuentos. Preguntado por Irby si "creía estar haciendo algo nuevo respondió: `No. Todo lo que he hecho está en Poe, Stevenson, Wells, Chesterton y algunos otros" (citado en Anderson Imbert, 72). Más adelante agrega respecto a Chesterton: "Lo cierto es que Chesterton es un gran poeta, con un lenguaje rico y lleno de vida … Y como cuentista es aun más extraordinario" (80-81).

De Chesterton le gusta especialmente que recurre a la paradoja y al humor en su vindicación del catolicismo, invirtiendo la tradición de que el ingenio siempre había sido movilizado contra de la Iglesia, y en el "Prólogo" a dos cuentos chestertonianos seleccionados por el mismo, Borges confiesa incluso que "quizá ningún escritor [le] haya deparado tantas horas felices como Chesterton. No compart[e] su teología1, como no compart[e] la que inspiró La Divina Comedia, pero [sabe] que las dos fueron imprescindibles para la concepción de la obra"(12).

Lo que provoca ahora en Borges la inversión y la parodia de estos modelos apreciados es su planteamiento posmoderno2 vinculado a la pérdida de fe en la posibilidad de encontrar la verdad. Durante las primeras décadas del siglo XX y, ante todo, en y después de la Segunda Guerra Mundial, Borges, al igual que muchos autores europeos y latinoamericanos contemporáneos, llegó al convencimiento de que el mundo exterior ya no se puede representar ni comprender. La consecuencia de esto es que la novela misma, como lo dijo M. Butor, se convierte en una búsqueda, en un laboratorio, en un lugar donde se investiga la realidad o todo aquello que se entiende por ella, en un intento de orientación que, por lo demás, nunca llega a un destino seguro. La odisea y el laberinto son metáforas del estado errante sin rumbo en el que se encuentran muchas figuras de la novela moderna y de los cuentos borgianos.

Esta postura posmoderna se va gestando ya en el niño Borges que pasó su infancia principalmente en la biblioteca de su padre. En 1955 escribió en la introducción a Evaristo Carriego lo siguiente al respecto:

"Yo creí, durante años, haberme criado en un suburbio de B.A. [Buenos Aires, C. F.], mi suburbio de calles aventuradas y de ocasos visibles. Lo cierto es que me crié en un jardín, detrás de una verja con lanzas, y en una biblioteca de ilimitados libros ingleses." (OI, 89)

El padre de Borges era psicólogo y tenía mucho interés por la metafísica y la literatura, incluso quería ser escritor, proyectando su sueño irrealizado en su hijo. De esta forma, Borges apenas tuvo un contacto verdadero con el mundo exterior durante su infancia y adolescencia, y se construyó su propio mundo a partir de lo que leía. Su imaginación se nutrió de ideas metafísicas y teológicas universales. A pesar de que está familiarizado con muchos sistemas y teorías filosóficas y teológicas, confiesa "que fuera de Schopenhauer no [ha] tenido nunca la sensación de estar leyendo una descripción verdadera o siquiera verosímil del mundo" (Lorenz 141). Ante todo, la primera frase de El mundo como voluntad y representación ("el mundo es mi imaginación") coloca a la realidad, según Borges, al mismo nivel que "otras creaciones espirituales del hombre, como la filosofía y la literatura, y […] muy en especial la literatura fantástica, que concede a la capacidad imaginativa el máximo campo de acción" (335). Si las propias ideas sobre el mundo son sólo ilusiones, como lo afirma Schopenhauer, entonces Borges solamente llegó a una conclusión consecuente cuando considera a la metafísica parte de la literatura fantástica.

Finalmente, puesto que no es posible tener un conocimiento objetivo del mundo y de la realidad, y que Borges ya no puede seguir creyendo en un Dios personal que todavía podría darle coherencia al mundo, el sujeto y el objeto, el hombre y el mundo, son dos ámbitos absolutamente separados el uno del otro, y ya no forman un todo armónico al que el hombre podría conferir la necesaria unidad mediante su conocimiento. El mundo exterior se convierte para Borges, por lo tanto, en algo irreal, una nada y un caos impenetrable. Por eso, Rafael Gutierrez Girardot sitúa a Borges.

"Dans la ligne du nihilisme contemporain, c'est-a-dire, à la limite qui commence son dépassement au moyen de la réflexion épique et non métaphysique de la situation. Dans la ligne du pionnier Mallarmé et de Proust, de James Joyce, d' Herrmann Broch et de Robert Musil et de Kafka." (247)

(en la línea del nihilismo contemporáneo, es decir, en el límite que comienza su avance a través de la reflexión épica y no metafísica de la situación. En la línea del pionero Mallarmé, de Proust, de James Joyce, de Hermann Broch y de Robert Musil y de Kafka.)

Fuera de Schopenhauer, también Macedonio Fernández, quien profesaba una gran amistad con la casa de Borges, fue de decisiva importancia para su visión de la realidad. Su admiración por este literato argentino llegó incluso hasta el devoto plagio. Borges decía al respecto: "Macedonio es la metafísica, es la literatura" (citado en Ferrer, 48). Como extremo idealista, Macedonio Fernández negaba la existencia del tiempo, del espacio, de la materia y del Yo, y con su obra formada por aforismos y breves trozos en prosa creó un género literario que oscila entre la ficción y la realidad, entre el sueño y el ensueño, entre el humor y la seriedad, entre la filosofía y la literatura (Cfr. Niggestich, 261).

En sus esfuerzos por disolver la identidad del yo, del tiempo y de la realidad, Borges se vale, ante todo, de las metáforas del laberinto3, del espejo y del sueño, que le parecen especialmente aptas para causar la impresión de un estado fluctuante entre realidad e irrealidad. Tanto en el espejo como en el sueño surgen fácilmente "reflejos que usurpan la realidad, que crean oposición, que compiten con la imagen original, poniendo en duda su realidad, y que finalmente colocan el reflejo en el lugar de la imagen original" (Niggestich, 259). El "reflejo del reflejo", el "sueño del sueño", y el "laberinto del laberinto", permiten que la realidad aparezca como una ficción de la ficción, y de este modo el lector se desorienta por completo. Los conceptos del sueño y de la realidad son, para Borges, perfectamente intercambiables. El sueño convierte al mundo en una experiencia personal y la suma de todos los sueños sería, pues, según él, lo que se llama realidad; la realidad, entonces, como un sueño colectivo que la humanidad sueña como un todo. De especial importancia para esta interpretación borgiana del mundo como sueño es, sin duda, la capacidad del sueño de crear una unidad y un orden muy personal a base de una realidad caótica. En Otras inquisiciones dice al respecto textualmente:

"Para la razón, para el entendimiento lógico, [la] variedad de valores puede constituir un escándalo, no así para los sueños que tienen su álgebra singular y secreta y en cuyo ambiguo territorio una cosa puede ser muchas" (OI, 92)

Como es sueño crea a través de sus asociaciones aparentemente arbitrarias un orden secreto que significa, al mismo tiempo, una interpretación del mundo que nos rodea y en que vivimos, el resultado de este sueño es, para el idealista Borges, el mundo. El mundo aparece aquí, entonces, no solamente como producto de la imaginación humana consciente sino también inconsciente.


De la misma forma como el sueño alude a un mundo caótico y, al mismo tiempo, a un orden secreto, también la metáfora del laberinto simboliza la interpretación borgiana del mundo como un caos que, sin embargo, se halla ordenado según principios generalmente desconocidos. Con toda razón, Jaime Alazraki considera la imagen del laberinto como "el vehículo a través del cual Borges lleva su cosmovisión a casi todos sus relatos" (64). Debido al frecuente uso de la metáfora del laberinto tanto en su prosa como en sus poemas, parece que se debe tomar incluso el laberinto como símbolo existencial4 de la obra borgiana, porque es sabido que él se sentía profundamente desdichado y prisionero. Al contrario de otras metáforas e ideas que dan la impresión de que Borges sólo juega con ellas, la estructura laberíntica del mundo parece reflejarse también en su interior y manifestar su desamparo, su angustia, su temor a la muerte y su secreta esperanza.

Además, la metáfora del laberinto ejerce una gran atracción para el sentido geométrico de Borges, pues, aunque representa aparentemente un desorden infinito, tiene un centro secreto y un orden simétrico. Al igual que E. A. Poe, Borges trata de combinar la intuición y la imaginación con la matemática y la geometría.

El laberinto aparece en Borges como un diseño inteligible, cuya forma puede estar representada por palacios, torres, jardines y bibliotecas. En estos laberintos espaciales y también temporales tan diferentes, Borges deja vagar a los hombres en busca del centro secreto.

Para subrayar el carácter caótico del mundo, Borges se vale, además, de especulaciones gnósticas5 y cabalísticas6, en las que el mundo aparece como un error técnico del divino ingeniero. En el ensayo "El idioma analítico de John Wilkins", dice Borges al respecto textualmente:

"El mundo es tal vez el bosquejo rudimentario de algún Dios infantil, que lo abandonó a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente; es obra de un dios subalterno, de quien los dioses superiores se burlan; es la confusa producción de una divinidad decrépita y jubilada, que ya se ha muerto". (OI 142)

Según las ideas del misticismo judío, el Dios geométrico, creó el cosmos "según medida, número y peso y esta armonía total le fue encomendada al hombre como enigma para que él encuentre la solución y determine su lugar en el mundo" (Niggestich 159).

En relación a estas especulaciones sobre el mundo como accidente, para Borges es decisivo que este orden, si acaso existe, responda "a leyes divinas, y no humanas". Según Alazraki, "En ambos casos el universo resulta impenetrable; la inteligencia humana no puede reconstruir un orden que no existe o que, si existe, está regido por leyes divinas, inaccesibles a la inteligencia humana" (53).

Ahora bien, de la doctrina de la cábala deriva también su concepto del mundo como letra, texto, libro y biblioteca. Todas estas metáforas simbolizan, según la cábala, el misterio y el enigma del mundo. En el pensamiento cabalístico, el mundo es un gran libro en el que cada fenómeno material y espiritual tiene su significado. Las letras de la Torá son para los cabalistas el cuerpo místico de dios y por eso la creación es, pues, un reflejo o una emanación del texto sagrado.

En su ensayo "Del culto de los libros", Borges menciona el tratado Sefer Yetsirah (Libro de la creación), redactado en Siria o en Palestina hacia el siglo VI, según el cual

"Jehová de los ejércitos, Dios de Israel y Dios Todopoderoso, creó el universo mediante los números cardinales que van del uno al diez y las veintidós letras del alfabeto […] El segundo párrafo del segundo capítulo reza: `Veintidós letras fundamentales: Dios las dibujó, las grabó, las combinó, las pesó, las permutó y con ellas produjo todo lo que es y todo lo que será". (OI 160-61)

Según esta doctrina cabalística, el mundo se convierte en un texto sagrado y litúrgico que debe ser interpretado para poder comprenderlo. El mundo sólo puede ser leído como un texto secreto.

Borges no defiende la doctrina cabalística como tal, sino los procedimientos hermenéuticos o criptográficos que a ella conducen. La aplicación de este procedimiento cabalístico a la literatura de Borges, tiene como consecuencia una ficción criptográfica que requiere su propio procedimiento cabalístico literario para ser comprendido. Por esta razón no resulta nada fácil interpretar los cuentos de Borges.

Para el concepto borgiano de la realidad y de la literatura es ahora decisivo su convencimiento de que el idioma no es apto para captar la realidad, puesto que representa un mundo ficticio sui generis que muestra solamente una imagen incompleta del mundo exterior. Según A. M. Barrenechea, "La filosofía le enseña a dudar de las palabras y, a la inversa, la desconfianza en el lenguaje -que es una ordenación del mundo- le hace descreer de la metafísica y de la posibilidad de encontrar un orden en el universo"(231).

Borges desconfía de toda especulación filosófica y teológica porque necesita de la lengua, a la que considera "arbitraria y conjetural" (OI, 142-43). Siguiendo las huellas de los filósofos del lenguaje F. Mauthner y L. Wittgenstein, Borges cree en un espacio inabarcable que separa las palabras de las cosas y por eso el lenguaje coloca signos arbitrarios para designar cosas, falsificando de esta manera la realidad: "Lo que vieron mis ojos fue simultáneo, lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es" (A, 164). Por la falta de simultaneidad, el lenguaje coloca signos arbitrarios para designar las cosas y falsifica, de esta forma, la realidad, construyendo una nueva realidad. La realidad está constituida por hechos que son inaccesibles para el lenguaje y, por esto, Borges postula que la irrealidad es una condición de la literatura.

Como Borges no cree en las posibilidades del lenguaje para interpretar la realidad fidedigna, considera que todos los intentos de la inteligencia humana son vanos y se toma el derecho de jugar con esos intentos filosóficos y teológicos mediante alusiones, comprobaciones de fuentes y hasta con citas falsas.

Especial importancia adquiere en este contexto el "estilo de alusiones" (Christ 33) de Borges, es decir, el fenómeno de la intertextualidad que comparte, ante todo, con E. A. Poe. Desde el comienzo de su carrera como autor de cuentos, Borges se basa y justifica su quehacer literario tomando como referencia otros libros. Hay dos hechos autobiográficos que juegan aquí un papel importante. Emir Rodríguez Monegal nos indica que después de su grave lesión en la Navidad de 1938, Borges aprendió primero a leer de nuevo y más tarde a escribir. Su madre le leyó el cuento fantástico "Out of the Silent Planet", del escritor inglés C. S. Lewis, y desde entonces, Borges ha escrito casi exclusivamente cuentos fantásticos. Un segundo dato autobiográfico tiene relación con el hecho de que su padre, a quien amaba mucho, le pidió antes de morir que escribiese de nuevo su novela El caudillo. Ambos discutieron los problemas del libro y, como resultado, Borges expresa pocos años más tarde su confianza en el "diálogo [y la] colaboración: Borges no habría podido encontrar mejores palabras para definir su tan íntima relación literaria con su padre" (131), aunque aparentemente no cumplió el último deseo de su padre. Desde ese entonces, Borges concibe a la literatura como una permanente reelaboración de otra literatura ya existente o, como él dice, "de algunas metáforas". Escribir significa, por lo tanto, releer y reinterpretar metáforas inmóviles. Si toda literatura es solamente un fragmento de un poema infinito y si existe sólo una determinada cantidad de inventos y metáforas, entonces

"kann dichterisches Schaffen nur noch Wiederholung sein. Die Rolle des Dichters ist damit vor allem die des Archivars: `es menos inventar que descubrir' (A 99). Er entdeckt, was er selbst zu sagen hat, in andereren und setzt seine eigenen Aussagen aus den gefundenen Bruchstücken zusammen." (Kockelkorn, 86)
(la creación poética sólo puede ser repetición. El papel que desempeña el poeta es, de este modo, principalmente el del archivero: `es menos inventar que descubrir' (A 99). Descubre en otros lo que él mismo tiene que decir y compone sus propias afirmaciones a partir de los fragmentos encontrados.)

Al igual que muchos autores del siglo XIX, tales como Coleridge y Poe, Borges intenta descubrir en su literatura un orden secreto del universo y no se interesa en imitar la naturaleza o la realidad. Para la poética borgiana es característico que este viaje descubridor pase por el mundo de los libros y que sus ficciones laberínticas se inspiren en otros autores.

Por eso, Borges tiene plena conciencia de que él antes de ser autor es un lector e incluso llega a negar la diferencia entre autor y lector, dando énfasis en el hecho accidental de que él es el autor y el lector es el lector: "The reader recreates Shakespeare's lines; he is, therefore, Shakespeare" (Rodríguez Monegal 120). ("El lector recrea las líneas de Shakespeare; él es, entonces, Shakespeare") En su ensayo "Nota sobre (hacia) Bernhard Shaw", Borges dice al respecto textualmente:

"Quienes practican ese juego olvidan que un libro es más que una estructura verbal, o que una serie de estructuras verbales; es el diálogo que entabla el autor con su lector y la entonación que impone a su voz y las cambiantes y durables imágenes que deja en su memoria. Ese diálogo es infinito". (OI, 217)

Para Borges, la literatura se diferencia, ante todo, por la manera de leerla y recibirla, con lo cual queda muy bien establecida su afinidad con la Estética de la Recepción (cfr. H. R. Jauss y W. Iser), la Nouvelle Critique francesa (Cfr. R. Barthes y G. Genette)7, M. M. Bajtín y la teoría de la intertextualidad de J. Kristeva.


Borges, al igual que Poe, desea un lector que, por una parte, se identifique con el autor recreando la ficción y que, por otra parte, asuma la actitud de un detective e intente descifrar las reglas de sus enigmas y juegos fantásticos. Al lector tiene que darle gusto descubrir y descifrar. Así como el autor Borges trata de descifrar como un detective el libro secreto del mundo, también el lector debe tratar de descifrar los cuentos de Borges, es decir, los debe leer como textos sagrados, cuyo secreto se puede descubrir sólo con mucha perspicacia detectivesca.

En el cuento "Examen de la obra de Herbert Quain", Borges expresa, en forma plástica, su concepto del autor y lector como detectives. Herbert Quain es el autor del libro The God of the Labyrinth y Borges describe este cuento detectivesco ficticio de la siguiente manera:

"Hay un indescifrable asesinato en las páginas iniciales, una lenta discusión en las intermedias, una solución en las últimas. Ya aclarado el enigma, hay un párrafo largo y retrospectivo que contiene esta frase: Todos creyeron que el encuentro de los dos jugadores de ajedrez había sido casual. Esta frase deja entrever que la solución es errónea. El lector, inquieto, revisa los capítulos pertinentes y descubre otra solución, que es la verdadera. El lector de ese libro singular es más perspicaz que el detective." (F 78-79)

Eso es justamente lo que Borges desea: un lector que revise con olfato detectivesco las soluciones que Borges ofrece en sus cuentos.

Lo que se ha expuesto hasta ahora sobre el concepto borgiano del mundo y la poética de la lectura, nos permite comprender la búsqueda del secreto, del sentido de la propia existencia y del centro del laberinto como lo característico de la narrativa borgiana. En esta búsqueda se puede apreciar, con toda razón, el último motivo de la actividad literaria de Borges.

El orden secreto del cosmos puede estar escondido en palabras mágicas, como "El aleph" o "Jahwe", o en textos, y se trata de descubrir el código de estos sistemas de signos. Por ejemplo, en el cuento "La escritura de Dios", un mago busca el sentido mágico de la palabra que Dios escribió el primer día de la creación; en "El inmortal", Cartaphilus busca al comienzo la inmortalidad y, al final, la mortalidad; y en "El muerto", el tema también es la búsqueda de los protagonistas por encontrar el centro del laberinto de su existencia, una temática que encontramos igualmente en muchos otros cuentos borgianos.

La búsqueda de la palabra o de la frase secretas representa la temática central de los cuentos "La busca de Averroes", "Los teólogos", "El aleph" y "El zahir".

Existen, además, varios cuentos borgianos cuya trama se basa en la búsqueda, la persecución, el hallazgo, la venganza y el misterio, es decir, en todos los ingredientes de un cuento policial trivial. Los cuentos "El jardín de senderos que se bifurcan", "La muerte y la brújula", "El acercamiento a Almotasim" y "Abenjacan el bojari, muerto en su laberinto", pueden denominarse, sin duda, cuentos detectivescos de alto rango literario.

La afición por lo detectivesco nació ya en el niño Borges que lee muchas novelas policiales y fantásticas y adquiere permanente vigencia en el maduro autor de cuentos policiales. Pero su afición va aún más allá de estos hechos comúnmente conocidos, porque Borges actuó en los años treinta también como editor de cuentos policiales. Además, como crítico literario, mantenía a sus lectores al tanto respecto de lo que los mejores autores de novelas policiales estaban haciendo.

En colaboración con su amigo literario Adolfo Bioy Casares escribió seis cuentos detectivescos que aparecieron en 1942 bajo el título Seis problemas para Don Isidro Parodi. Bajo el seudónimo H. Bustos Domecq publica en este año también el cuento detectivesco extravagante "Un modelo para la muerte". Además editaron dos antologías y una serie de cuentos policiales en la Editorial Emecé titulada El séptimo arte.

En los años treinta, cuando comienza a escribir cuentos, Borges estudiaba aquellos de Chesterton, a los cuales se refiere en los ensayos "Los laberintos policiales de Chesterton" y "Modos de G. K. Chesterton", el cual ya mencionamos anteriormente. Ambos datan de los años 1935-36. Chesterton y Poe le sirven de modelo, porque asumen la perspectiva puramente formal y estética del asesinato y combinan el esquema del cuento policial con problemas metafísicos, teológicos y estéticos, logrando a menudo un rigor y una elegancia ideales del argumento. Solamente en cuentos detectivescos y de aventuras Borges encuentra ese rigor que se puede lograr mediante un sistema de convenciones simples, como en una geometría o una dinámica. En su ya mencionada conferencia "El cuento policial", Borges "imagina a los personajes de Poe recorriendo las calles de Paris, de noche y `hablando ¿sobre qué? Hablando de filosofía, sobre temas intelectuales'. Más adelante vuelve a hacer referencia a la naturaleza intelectual de este género" (Gutiérrez 377). Borges finaliza su conferencia con la siguiente apología del género policial:

"En esta época nuestra, tan caótica, hay algo que, humildemente, ha mantenido las virtudes clásicas: el cuento policial. Ya que no se entiende un cuento policial sin principio, sin medio y sin fin. […] Yo diría, para defender la novela policial, que no necesita defensa; leída con cierto desdén ahora, está salvando el orden en una época de desorden8. Esto es una prueba que debemos agradecerle y es meritorio." (80)

Borges reprocha, sin embargo, al mismo tiempo, "La inclinación a imitar las investigaciones reales de la policía [ya que] implica el alarmante riesgo estético de caer en el más craso realismo" (Fernández 49). El calculador Auguste Dupin, cuyo rigor causa asombro, es también para Borges, como lo era antes para Poe, superior a los simples policías. "Los mejores detectives son los del tipo `razonador', no la clase de los `sabuesos', ni mucho menos la versión científico-criminalística de estos últimos"(49). En sus Textos cautivos, Borges deplora sarcásticamente el hecho que su venerado maestro Poe encontró tan pocos seguidores:

"A despecho de su éxito, el especulativo Augusto Dupin ha tenido menos imitadores que la ineficaz y metódica policía. Por un `detective' razonador - por un Ellery Queen o padre Brown - hay diez coleccionistas de fósforos y descifradores de rastros. La toxicología, la balística, la diplomacia secreta, la antropometría, la cerrajería, la topografía, y hasta la criminología han ultrajado la pureza del género policial." (77)

Algunas páginas más adelante ataca directamente al detective de Conan Doyle con las siguientes palabras: "El mismo Sherlock Holmes -¿tendré el valor y la ingratitud de decirlo?- era hombre de taladro y de microscopio, no de razonamientos" (132). Está más que claro que la afinidad y pertenencia de Borges a la corriente literaria simbolista-surrealista lo hace rechazar el espíritu positivista y materialista que percibe en los cuentos de Conan Doyle, a quien considera "un escritor de segundo orden pero creador de un personaje inmortal" (Fernández, 31), y de todos los autores de la corriente literaria naturalista y realista.9

Esto rechazo vale naturalmente también para los representantes norteamericanos de la novela negra que Borges parece menospreciar. Bioy Casares reconoce en sus Memorias, respecto a la `política' de publicación de él y de Borges, lo siguiente:

"Borges y yo no quisimos incluir en El Séptimo Círculo libros policiales de la escuela americana de escritores `duros' (hard boiled o tough writers) (…)El primer libro de esa escuela que nos llegó […]fue El secuestro de la señorita Blandish, del inglés James Hadley Chase. En este libro, como en la mayor parte de los de esta escuela, el autor no propone un enigma ingenioso, ni un argumento memorable, pero da a manos llenas escenas eróticas que la imaginación vívidamente recuerda. En la historia del género, su lugar está asegurado, por ser el hito de la irrupción del sexo." (104-105)

Por eso, Borges presiente en la ya mencionada conferencia sobre el género policial la decadencia de éste: "Actualmente, el género policial ha decaído mucho en Estados Unidos. El género policial es realista, de violencia, un género de violencias sexuales también" (87). Al contrario de estos autores norteamericanos de novelas negras, Bioy Casares y Borges escribían relatos policiales "destinados a lectores intelectuales, estudiosos de filosofía, casi especialistas de literatura" (Bioy Casares citado en: Cortínez 135)

De esta introducción del sexo y de la violencia en la literatura policial le preocupa a Borges, ante todo, la del sexo. Según Blas Matamoro, "el chico infeliz, encerrado en una biblioteca y asustado por […] los horrores del amor y de la muerte" fue criado "entre un padre castrador y una madre fálica"(203). Esta interpretación freudiana no le debe haber gustado para nada al platónico Borges que convirtió a Schopenhauer, el descubridor del "instinto, la fuerza oscura, el simple Eros o inconsciente, por debajo de las luminosas construcciones del Logos", en el "filósofo de la castidad y el renunciamiento sexual" (206-207). Borges rechazaba fuertemente al psicoanalista S. Freud y admiraba a psicólogo suizo C. G. Jung. Este repudio tiene sus raíces en el hecho de que "sufría de `fobia sexual', causada por una iniciación traumática en un burdel ginebrino a los 19 años'" (Teitelboim, 136). Esto queda confirmado por la afirmación de Estela Canto, una novia de Borges, en el sentido de que "para él `la realización sexual era aterradora'"(137).

Mucho menos problema le causa a Borges la violencia. Es bien sabido que toda la vida le gustaron las películas de vaqueros y de gangsteres. Por eso no nos sorprende que acepta la brutalidad en ciertas obras literarias:

"Un ejemplo de buena obra brutal, ejemplifica, es El cartero llama dos veces, de James Cain, única referencia borgiana explícita a un autor hard-boiled. `Es lícito afirmar -escribe en la misma crítica- que el realismo no ha sido nunca tan intenso y tan minucioso como ahora en los Estados Unidos de América; patria dilecta otrora de la disimulación y de la perífrasis". (Fernández, 54)

El juicio borgiano sobre el uso de la violencia no es, sin embargo, unívoco sino ambiguo. La acepta en el caso recién citado, en Steinbeck y en Faulkner, donde le parece auténtica, pero la rechaza en Hemingway y en autores norteamericanos de novelas negras: "No me gusta la violencia que exhiben los norteamericanos. En general son autores truculentos. Raymond Chandler es un poco mejor; pero los otros, Dashiell Hammett, por ejemplo, son muy malos" (citado en: Lafforgue y Rivera 44). En otro lugar, sin embargo, Borges le reprocha a Chandler, según José Fernández, su "despliegue de erotismo" y la "ausencia de una completa renuncia heroica al mundo femenino por parte de Marlowe" (59).

Queda así claramente establecido una cierta ambigüedad borgiana respecto al uso de la violencia en la literatura y un claro y decidido rechazo al uso del erotismo. Resumiendo, lo que caracteriza a Borges es una postura idealista y espiritualista el ámbito filosófico, conservadora hasta llegar a ser reaccionaria en lo político y esteticista en lo literario. Como reveló su respuesta a Lafforgue y Rivera, Borges sabe perfectamente que también la policía puede ser malévola, pero no le interesa esta dimensión de la realidad contingente y la crítica social correspondiente que cuestionaría el sistema político, creando tal vez desorden. Su interés es, por el contrario, oponerse "a una literatura caótica" y buscar "un modo de defender el orden, de buscar formas clásicas, de valorizar la forma" (citado en: Lafforgue y Rivera, 47)

En "La muerte y la brújula" -según muchos críticos literarios el mejor cuento policial latinoamericano que será analizado aquí pars pro toto-, nos encontramos con un fiel reflejo del concepto borgiano de la realidad y la literatura. Se trata de un auténtico cuento anti-detectivesco, porque el detective Lönnrot fracasa en su intento de vencer al criminal Scharlach, el cual, por su parte, sí logra ponerle una trampa mortal al perseguidor. El detective Lönnrot se dedica, ante todo, a leer libros cabalísticos para encontrar la verdad y dar con el asesino. En el centro de su búsqueda detectivesca está el nombre judío de Dios, el Tetragrámaton, que es, según la doctrina cabalística, `la palabra perdida'. La búsqueda del criminal y la búsqueda del nombre de Dios son una misma cosa para el lector-detective Lönnrot. El mundo tomó para él la forma del Tetragrámaton, es decir, de las cuatro letras que conforman la palabra hebrea Jahvé.

Ahora, cada letra del Tetragrámaton es un vértice del laberinto perfecto y simétrico con forma de rombo, que el criminal Red Scharlach tejió para atrapar al odiado enemigo Erik Lönnrot. Scharlach sabía que Lönnrot simpatizaba con la fe judía y por eso planea sus asesinatos según la lógica cabalística. Al lado de la primera víctima, Scharlach deja un papel con la frase: "La primera letra del Nombre ha sido articulada", al lado de la segunda víctima, otro papel que dice: "La segunda letra del Nombre ha sido articulada", y al lado de la tercera víctima, como era de esperar, se encuentra la frase: "La última letra del Nombre ha sido articulada". El colaborador de Lönnrot, Franz Treviranus, es un cristiano de ascendencia alemana, cuyo apellido contiene las palabras `tres' y `vir', provocando la asociación de las tres personas de la Trinidad cristiana. Este cree solamente en tres asesinatos, mientras el hebraísta Lönnrot sigue buscando una solución del caso de acuerdo con la doctrina cabalística, justamente lo que espera el criminal Scharlach. Este hace que Lönnrot descubra que los tres lugares de los asesinatos forman un triángulo equilátero sobre el mapa de la ciudad de Buenos Aires. Como el nombre judío de Dios no está compuesto de tres, sino de cuatro letras, a Lönnrot le es relativamente fácil encontrar el cuarto punto donde según él ocurrirá el cuarto asesinato. Necesita únicamente, con la ayuda de un compás y una brújula, convertir el triángulo equilátero en un rombo que se caracteriza por sus cuatros lados equiláteros. Lönnrot está sumamente feliz por haber encontrado, finalmente, una solución según su gusto cabalístico, pero no se da cuenta que el criminal Scharlach provocó justamente esta interpretación cabalística de los tres hechos sangrientos, que Scharlach cometió los días "3 de diciembre, 3 de enero, (y) 3 de febrero", es decir, exáctamente a un mes de distancia.

El rigor de la geometría y la mística judía no le dejan al detective Lönnrot otra alternativa que presentarse el 3 de marzo en el cuarto vértice del rombo, que es una vieja mansión. Allí lo sorprende el criminal Scharlach, dándole una muerte fría. De esta manera, la búsqueda detectivesca de Lönnrot fracasa finalmente, porque a pesar de que resolvió bien el enigma, encontrando el centro secreto del laberinto geométrico y místico que Scharlach le tejió, no se percató que él mismo iba a ser la cuarta letra del Tetragrámaton, es decir, la víctima de la lógica cabalística.

Según Borges, todos los intentos filosóficos, teológicos y literarios de descifrar toda la realidad y encontrar la verdad del todo son, en último término, vanos e inútiles. Sin embargo, Borges admite la posibilidad de descifrar determinadas partes de la realidad con nuestra razón. Ahora, analizando la enigmatización de la realidad en este cuento, se debe considerar que todos los cuentos de Borges suelen contener versiones contradictorias y, al igual que Poe, temáticas subterráneas y un sinnúmero de pistas y citas falsas.

También en este cuento hay dos versiones opuestas de los sucesos, la ya mencionada del detective Erik Lönnrot, basada en el número cuatro, y la del comisario Franz Treviranus, apoyada en el número tres. Como ya vimos, el detective-hebraísta Lönnrot prefiere una solución rabínica relacionada con el Tetragrámaton, cree en cuatro crímenes, expresados geométricamente en el rombo con sus cuatro lados equiláteros. Al contrario, Treviranus, cuyo apellido, como ya se mencionó, se asocia inmediatamente con las tres personas de la Trinidad cristiana, y cuyo nombre alemán "Franz" alude a una mentalidad anti-semita10, que no se interesa por "las explicaciones rabínicas", sostiene que hubo solamente tres asesinatos, calificando uno como "simulacro". Treviranus recibe el primero de marzo una carta que profetiza que no habrá un cuarto crimen el tres de este mes. La carta muestra, además, un triángulo como expresión geométrica de su versión basada en el cristianismo.

Ahora bien, a nivel subterráneo, Borges tematiza aquí, en forma muy escondida, su creencia en una tradición judeo-cristiana que considera el judaísmo y el cristianismo como idénticos. Pues, si en un rombo de cuatro lados equiláteros con los puntos A (oeste), B (este), C (norte) y D (sur) se une los puntos A y B, este rombo se convierte en dos triángulos equiláteros. Además, si se girara el punto C hacia el punto D, o al revés, el rombo nuevamente se convertiría en un triángulo, haciendo coincidir de nuevo los números tres y cuatro, es decir, a nivel subterráneo y simbólico, el cristianismo y el judaísmo.

Hay en este cuento otra secreta identidad que solamente un perspicaz lector-detective descubre. Llama la atención que en "La muerte y la brújula" los nombres Erik Lönnrot y Red Scharlach aluden al color rojo. El nombre de pila de Scharlach es "Red", que en castellano equivale a "rojo"; "Scharlach" ("escarlatina") es, como se sabe, la enfermedad que cubre el cuerpo humano de manchas rojas. Tanto el nombre de pila como el apellido del criminal "proclama(n) dos veces su innato estado de hombre rojo" (Frank, 133), es decir, se puede suponer que en el nombre Red Scharlach existe un indicio a la doctrina bíblica de la Creación, en que el primer hombre, Adán, fue creado de tierra roja. Sin duda, según la fe judía y cristiana, Adán representa como primer hombre al género humano y a su destino.

La interpretación del nombre Erik Lönnrot ya se torna más difícil. La segunda sílaba del apellido es "rot" ("rojo"). Pero el nombre de pila "Erik" también hace recordar al rey "Eric el rojo". En lo que respecto al apellido escandinavo, se descubrió que existió un "filólogo finés" llamado "Elias Lönnrot" (1802-1884) (cfr. Tamayo y Ruiz-Díaz 38), cuyo nombre debe haberle sido conocido a Borges, que era erudito en lenguas nórdicas. Su nombre de pila, Elías, alude probablemente también al profeta judío. Con respecto a la primera sílaba del apellido, Roslyn M. Frank investigó lo siguiente: "Löhen es un verbo (medio alto) alemán que quiere decir `quemar con fuego' y se vincula con la idea de algo `ardiente, llameante o escarlata'. Inclusive Heilige Löhe quiere decir `fuego sagrado'"(133). Según esto, el nombre de ambos antagonistas alude al color rojo, el que atraviesa el cuento como un "hilo rojo" y une a ambos en un hombre único, en el destino del "Adán rojo".

Según Niggestich, "son golems, hombres rojos, que se creen distintos, individuales y únicos", pero en realidad dependen de otros hombres o dioses. Así, por ejemplo, Lönnrot cree hasta poco antes de su sorpresivo final en la casa "Triste-le Roy", que persigue sus planes en forma independiente y autónoma, y sólo cuando Scharlach lo apresa, reconoce que en realidad pertenecía al plan de otro. La evidencia de este destino de golem que ambos protagonistas tienen en común, es su tristeza al final del cuento, justamente en la quinta "Triste-le Roy". Lönnrot siente "una tristeza impersonal, casi anónima" y la tristeza de Scharlach es tan grande como su odio, o sea, "del tamaño del universo". La tristeza de ambos toma aquí una dimensión cósmica y parece representar el destino de toda la creación.

Bibliografía

Borges, Jorge Luis, Elogio de la sombra, Buenos Aires: Emecé,1969.

de Toro, Alfonso: "El productor rizomórfico y el lector como detective literario: aventura de los signos o la postmodernidad del discurso borgesiano", en Bühler, Karl Alfred y Alfonso de Toro, eds. Jorge Luis Borges. Variaciones epistemológicos interpretativas sobre sus procedimientos literarios y bases. Francfort/Madrid: Vervuert/Iberoamericana, 1995.133-168.

Lafforgue, Martín: Antiborges. Buenos Aires: Ediciones B, 1999.

Ravera, Rosa María: "Aspectos postmodernos (y también modernos) de la narrativa de Borges", en de Toro, Alfonso y Fernando de Toro, eds. El siglo de Borges. Vol. I: Retrospectiva - presente - futuro. Francfort/Madrid: Vervuert/Iberoamericana, 1999. 273-289.

Sarlo, Beatriz: Borges, un escritor en las orillas. Buenos Aires: Ariel, 1995.

VV.AA.: Gran Enciclopedia Rialp (Tomos IX y XI), Madrid:Ediciones Rialp, Sexta edición,1991


1 En su ensayo "Chesterton en Borges" aclara Enrique Anderson Imbert al respecto lo siguiente:

"Borges no celebra a Chesterton porque sea católico; o, mejor dicho, la apología del catolicismo que Chesterton emprende le resulta tolerable sólo porque es absurdo, ilógica, inverosímil, fabuladora" (67). En su ensayo "Modos de G. K. Chesterton", Borges precisa que tolera a Chesterton por ser "un católico civilizado […] un católico liberal, […] un creyente que no toma su fe por un método sociológico"(47).

2 Cfr. respecto al planteamiento postmoderno borgiano, por ejemplo, el artículo "El productor rizomórfico y el lector como detective literario: aventura de los signos o la postmodernidad del discurso borgesiano" de Alfonso de Toro, publicado en Karl Alfred Bühler/Alfonso de Toro, eds. Jorge Luis Borges. Variaciones epistemológicos interpretativas sobre sus procedimientos literarios y bases. Francfort/Madrid: Vervuert/Iberoamericana, 1995.133-168. Muy relevante y complementario es también el artículo de Rosa María Ravera "Aspectos postmodernos (y también modernos) de la narrativa de Borges", publicado en Toro, Alfonso de, y Fernando de Toro, eds. El siglo de Borges. Vol. I: Retrospectiva - presente - futuro. Francfort/Madrid: Vervuert/Iberoamericana, 1999.273-289.

3 La recién mencionada cercanía de Borges al círculo de Mallarmé se manifiesta, según el artículo "Das hermetische Labyrinth. Zur Dichtung von Jorge Luis Borges", de Marianne Kesting, también en el uso de la metáfora del laberinto:

"Mallarmé nannte sein lyrisches Werk `ein blumengeschmücktes Labyrinth', Juan Ramón Jimenez nannte 1910 seine Gedicht-sammlung Laberinto. Auf die labyrinthische Struktur des Gerichts in Kafkas Prozess, auf Stephan Dedalus'

Irrweg im Labyrinth der Stadt in Joyces Portrait of an Artist as a Young Man und schliesslich auf die weltbedeutende Gleichniskraft dieses Labyrinths in Ulysses wollen wir nur kurz hinweisen". (63-64)

("Mallarmé llamó su obra lírica `un laberinto adornado de flores'; en 1910, Juan Ramón Jiménez llamó su antología Laberinto. Sólo queremos hacer una breve alusión a la estructura laberíntica del tribunal en el Proceso de Kafka, al extravío de Stephan Dedalus en el laberinto de la ciudad en Retrato de un artista adolescente de Joyce, y finalmente, a la famosa fuerza parabólica de este laberinto en Ulises".)

4 Cfr., por ejemplo, el último poema de su libro Elogio de la sombra del año 1969, donde Borges expresa su anhelo de morir en el centro del laberinto de su vida. Pero ahí da al mismo tiempo énfasis a su esperanza de que en la muerte acontezca el desciframiento del enigma que representaba el laberinto de su vida y la revelación de su identidad tan intensamente buscada durante toda su vida. Los últimos versos dicen así:

… Llego a mi centro,
a mi álgebra y mi clave,
a mi espejo;
Pronto sabré quién soy. (ES 156)

5 Según la Gran Enciclopedia Rialp (Tomo XI, Madrid: Ediciones Rialp, Sexta edición revisada, 1991), la palabra griega gnosis significa conocimiento o ciencia. Durante el período helenístico adquiere un significado propio y habitualmente religioso, y, tras las herejías gnósticas, se aplica casi exclusivamente en sentido heterodoxo. Tres puntos polarizan la gnosis tomada en sentido religioso: conocimiento, revelación y salvación, susceptibles de múltiples interpretaciones, tanto en sí mismos, como en su interdependencia. La cuestión es eterna, pero el abigarrado mundo sincretista de los primeros siglos en los que se inició la historia de la Iglesia resultó un especial caldo de cultivo para transposiciones y subproductos de la gnosis ortodoxa. (61)

6 Según el tomo IX de la misma enciclopedia, el cabalismo es el arte de la Cábala o conjunto de doctrinas, sistemas y métodos cabalísticos. Derívase el término de la voz hebrea Qabbalah, deverbativo de qabal (en forma intensiva), `recibir, acoger, adoptar, aceptar', y significa, por tanto, `recepción, tradición, ley o doctrina tradicional, enseñanza esotérica'. Específicamente, designa todo un sistema de interpretación mística de la S. E. (A.T.). Es, pues, una ciencia oculta, […] Aplícase, en su sentido rabínico más amplio, al conjunto de doctrinas teosóficas y secretas … (639)

7 Respecto a la influencia de Borges en la Nueva Crítica francesa entrega valiosos detalles el artículo "Borges y la `Nouvelle Critique'", de Emir Rodríguez Monegal, uno de los mejores críticos de la obra borgiana.

En su ensayo "La Littérature selon Borges", G. Genette reconoce la influencia de Borges en la comprensión de la literatura y del libro como un diálogo:

"Le temps des oeuvres n'est pas le temps fini de l'écriture, mais le temps infini de la lecture; l'espace littéraire, c'est la mémoire des hommes. Le sens des livres est devant eux et non derrière: il est en nous. Pierre Ménard est l'auteur du Quichotte pour cette raison suffisante que chaque lecteur l'est." (327)

(El tiempo de las obras no es el tiempo finito de la escritura, sino el tiempo infinito de la lectura; el espacio literario es la memoria de los hombres. El sentido de los libros está delante de ellos y no atrás: está en nosotros. Pierre Menard es el autor del Quijote por la razón suficiente de cada lector lo es.)

8 En su excelente libro Borges, un escritor en las orillas (Buenos Aires, 1995), Beatriz Sarlo precisa el sentimiento de "incertidumbre de las elites letradas" argentinas de la siguiente manera:

"A comienzos del siglo XX, los intelectuales se enfrentaron con las dificultades, y no sólo con los beneficios, de que la Argentina fuera una sociedad nueva. El arribo de decenas de miles de inmigrantes, desde las últimas décadas del siglo pasado, volvió a plantear la cuestión de los lazos que hacen posible lo social y reforzó en las elites locales la necesidad de un orden. Como la construcción de una república había sido dolorosa, cruel y erizado de conflictos, esos intelectuales recordaron, con nostalgia, los valores tradicionales que las elites letradas del siglo anterior habían desplazado a sangre y fuego. Aunque la mayoría reconocía la superioridad de la organización institucional de la Argentina moderna, al mismo tiempo, un sentimiento de incertidumbre, que no sólo emergía de una posición reaccionaria, tiñó las imágenes sobre la sociedad y los prognósticos del futuro." (186)

Sarlo confirma aquí con su análisis cultural de la Argentina de la primera mitad de este siglo la tesis de que la incertidumbre social es el origen de los relatos policiales.

9 Según Martín Lafforgue (Antiborges. Buenos Aires: Ediciones B Argentina, 1999), "el proyecto cultural de la generación de 1925, nucleada en torno a la revista Sur", fomentaba el "modelo de intelectual despolitizado" y pretendía "ser portavoz `de un nivel más alto: lo espiritual' (Victoria Ocampo)" (51). Ahí parece radicar en parte el rechazo de Borges a la literatura de corte realista.

Beatriz Sarlo agrega al respecto los siguientes argumentos más bien formales:

"Borges prefirió siempre el cuento a la novela, porque en ella los detalles necesarios a la construcción de la verosimilitud predominan sobre la trama, que está casi inevitablemente perseguida por el fantasma de la representación y la referencialidad. En la novela, los indicios de la atmósfera social pesan demasiado. Nunca puede liberarse del todo de las huellas, aunque sean débiles, de lo real, ni puede evitar una proliferación de personajes y acontecimientos cuya lógica es arborescente. La organicidad social de la novela del siglo XIX […] la vuelve formalmente inorgánica. La extensión impuesta por las reglas del género es una de las causas de su debilidad: la longitud de la novela opone un obstáculo formal a su perfección. Así, Borges se pronunció contra el psicologismo y la prolijidad referencial, eligiendo como objeto de irrisión a la novela rusa y al realismo francés." (123)

10 A pesar de que "Borges se resistió siempre a un uso político de la literatura" (Sarlo 177), "el curso de la época dejó huellas muy visibles en las ficciones de Borges" (190). Según Beatriz Sarlo,

"El racismo como forma arbitraria e inculta de una ideología que desprecia a la razón, como ideología obtusa (éste es el peor juicio que puede pronunciar Borges), es examinado también en un pasaje justamente célebre de `La muerte y la brújula'. Discutiendo el asesinato del doctor Yarmolinsky con Lönnrot, el razonador puro, en presencia de un redactor de la Yidische Zaitung, el comisario Treviranus desprecia las `explicaciones rabínicas' que se le proponen. De inmediato, se escucha una respuesta cortante digna de un ideólogo liberal clásico:

`[…]
- Quizá este crimen pertenece a la historia de las supersticiones judías -murmuró Lönnrot.
- Como el cristianismo -se atrevió a completar el redactor de la Yidische Zaitung'." (191)

Queda así claramente establecido el rechazo absoluto de Borges del antisemitismo y su visión del cristianismo en estrecha unión e igualdad de condiciones con el judaísmo.

Fuente : Literatura y Lingüística Nº14 Año 2003
Clemens A. Franken K.
Pontificia Universidad Católica de Chile

sábado, 23 de julio de 2011

Borges en Laberintos Cubanos


Paginas Escogidas de J L Borges, junto a libros locales, en el Mercadillo de Libros de La Habana

Fue en el primaveral 16 de setiembre de 1985, es decir, veinticinco años atrás, cuando Buenos Aires recibió al genial escritor cubano Roberto Fernández Retamar, quien era portador de una delicada misión: entrevistar a Jorge Luis Borges para ponerlo en conocimiento de que en Cuba habían decidido editar una antología con parte de su producción (poemas, cuentos y ensayos). Se necesitaba el acuerdo del escritor argentino, sobre todo porque algunas de las creaciones que los cubanos querían incorporar al futuro volumen no figuraban en sus Obras completas, dado que el autor no había autorizado su inclusión en estas últimas.

Como era de dominio público, Borges no manifestaba simpatía alguna por la Revolución Cubana y… finalmente, Fernández Retamar venía con el encargo de hacerle un sensible pedido: que cediera sus derechos de autor en esa puntual edición, porque como consecuencia del bloqueo norteamericano, la editora cubana no disponía de suficientes divisas, por lo que no estaba en condiciones de abonar los honorarios que legalmente le correspondían.

El caso es que Retamar llegó a la Editorial Hyspamérica, donde lo aguardaba su director, el generoso e inteligente Jorge Lebedev, quien había dirigido la colección personal de Borges con la colaboración de María Kodama. Ambos se habían comprometido a gestionar la entrevista.

Retamar y Lebedev toman entonces contacto telefónico con Kodama, y momentos después llegaba la voz de ella con la tan ansiada respuesta:

–Sí… dice Borges que puede venir ahora.

Posteriormente escribiría Fernández Retamar:

El viaje demandó sólo algunos minutos, que me parecieron demasiados. Hasta que al fin me encontré frente al número 994 de la calle Maipú. En el sexto piso, la propia María Kodama me abrió la puerta. Me sentí impresionado por su belleza y la austeridad del piso.

Al entrar, Borges le pregunta:

– ¿Qué edad tiene?

– Cincuenta y cinco años –responde Retamar.

–Pero si es un pibe, che… Yo tengo ochenta y seis.

–Sí, pero yo vivo en el tiempo y usted ya está en la eternidad, que ha historiado, así como también ha refutado al tiempo –puntualiza Retamar.

–Tampoco Borges es sucesivo.

–En todo caso, de mis cincuenta y cinco años, he pasado unos cuarenta leyéndolo a usted.

–Me excuso… –dice Borges.

Los dos intercambian opiniones sobre el Martín Fierro, sobre su autor y otros escritores latinoamericanos.

Retamar le comenta que en su juventud ya lo leía en un barrio orillero llamado La Víbora, y ante la pregunta de Borges: ¿Dónde está ese barrio?, Retamar contesta:

–Queda en La Habana, capital de un país llamado Cuba, cuyo régimen político yo sé que usted no aprecia demasiado… Pero ni siquiera eso puede impedir que usted tenga allí millares de lectores, millares de admiradores.

Borges le hace un reclamo:

–Hay textos que usted no puede poner en su selección –y menciona tres títulos, uno de ellos, “El hombre de la esquina rosada”.

Pero el autor cede al fin, y ese cuento estará en el volumen cubano.

Y así se llega al momento más espinoso de la entrevista, cuando Retamar le plantea el tema de los derechos de autor:

–Lo que no podemos es enviarle dólares.

El escritor argentino acepta las condiciones con una definición muy borgeana:

–A mí no me interesa el dinero.

Breve, contundente y satisfactoria contestación.

La tarde se había hecho noche y cubría con su oscuro manto a la Reina del Plata. Roberto Fernández Retamar se despedía con el compromiso de entregarle a Borges en persona varios ejemplares de la antología cubana de sus obras.

Poco tiempo después, fallecía en Ginebra Jorge Luis Borges, y aquel volumen se publicaba en Cuba con un éxito inusitado. La destacada pintora argentina Hilda Heller, que en aquel momento vivía en la isla, me relató a su regreso que “en sólo tres días se agotó la antología de Borges en las múltiples librerías cubanas”.

Fernández Retamar no pudo cumplir con la promesa de entregar el libro en manos de su autor. Él mismo había escrito el prólogo (lo que enriqueció la antología), en el que incluyó este final:

Cuando falleció Miguel de Unamuno, Borges redacta una sentencia con la que quiero terminar por parecerme justa en ambos casos: “El primer escritor de nuestro idioma acaba de morir”.


Fuente : "Borges en laberintos cubanos".
La revista del Centro Cultural de la Cooperación
Enero / Abril 2011, n° 11
http://www.centrocultural.coop/revista/articulo/200/.

De como Borges contrapunteo con Hemingway.(fragmento)


Borges en la barra de La Bodeguita del Medio - La Habana

En 1955, Emir Rodriguez Monegal comparo "La espera", de Borges, con "The Killers", "anterior y levemente similar de Hemingway". Que sobra "levemente" es claro. E inescrutable todo lo que sigue: que "se adivina" que el hombre es "contrabandista" y que "sin duda ha delatado" a sus compañeros; que sin tregua "imagina" el momento en que entran en su cuarto y lo balean; aunque al fin "pertenecen a un sueno"--que es una pesadilla en que lo balean y el muere--; y que su muerte "no es sino una variante, la ultima tal vez, de la pesadilla circular."


En 1965 John Updike, que leyó el cuento mucho mejor, apunta: "La posibilidad de que Borges se hubiera propuesto escribir una suerte de glosa del cuento clásico de Hemingway no es del todo descartable" (82). Updike apenas elude la afirmación. Es evidente que, llegado al borde, no quiso dar un paso mas. En esos tiempos empeñados en hacer de la literatura lo que no era, decir con sencillez que Borges reescribió un cuento de Hemmingway hubiera equivalido a acusarlo de plagio. Pues en este caso Borges, a diferencia de otros, no menciono el original. Mas aun: no perdió oportunidad de mostrar antipatía por Hemingway. Contradecirlo hubiera sido sumarse a una legión de enterradores operantes en su propio país, justamente cuando "el tardío reconocimiento norteamericano del genio de Jorge Luis Borges" (quien ya pisaba la ancianidad) progresaba "a paso acelerado". Cuando Updike lo proponía "como guía" para el estancamiento en que el encontraba la narrativa en los EE.UU. Y, sobre todo, cuando esas paginas están signadas por una extraña ternura: "Me entero no sin obsesión que este lector insaciable esta ahora virtualmente ciego" (63-64).

Dice Borges en 1974, al "transcribir" la nota de la Enciclopedia Sudamericana, que se publicara en Santiago de Chile, en 2074: "siempre temío que lo declararan un impostor o un chapucero una singular mezcla de ambos" (3: 500). Entonces ya sabe que su gloria ha traspuesto el finisterre sur. También que pocas glorias sobreviven los cien anos. Para cuando lleguen los demoledores, se adelanta a escamotearles los dos únicos adjetivos con los que, a costa de su obra entera, exhibirían una astucia. Pues, ya se sabe, los sinónimos están, pero cuando uno quiere usarlos, nunca sirven.

"Impostor" vale por mentiroso, embustero, ya que no hay impostura sin engaño. "Chapucero" acuerda, en la Argentina, con la etimología anotada por Corominas, que lo da como derivado de chapuz, "obra manual de poca importancia o hecha sin arte ni pulidez', y este del francés dialectal antiguo chapuisier, "desbastar madera, carpintear groseramente". El radical chap es el mismo de chapler, "cortar a pedazos, trinchar", y se relaciona con el castellano capar, "castrar" (192).

Se necesitaba la socarronería de un "criollo viejo", con mañas de jugador de truco, para que reaprendieramos lo que sabíamos de niños: que el mejor contador de historias es el que mejor miente y el que mejor entrevera las que nos cuenta como propias con las ajenas. Y, a la vez, el que no puede infringir el octavo mandamiento porque en un juego ni de cristianos ni de moros la regla es la opuesta. "El barroquismo es intelectual y Bernard Shaw ha declarado que toda labor intelectual es humorística," escribe Borges en 1954, en el prologo agregado a Historia universal de la infamia (1: 291), como si casi veinte anos después le fuera forzoso justificar esas paginas "de naturaleza barroca" en que "se distrajo en falsear y tergiversar" historias ajenas. Sin embargo, esa aparente justificación es una mentira. Ya para entonces Borges ha llegado al extremo de hacer también indistinguibles sus ficciones de la red de invenciones exegeticas en que las envuelve, que no pocas veces incluye descarados embustes sobre el origen de tal o cual historia, revelado en cambio en el texto a modo de desafio al lector. Este es el caso de "La espera", quiza el mas barroco de sus cuentos. Así mintiendo acerca de las cartas que se tienen, desafiando con risa a partir de la mentira pero poniendo seriedad en la partida, se juega al truco.

En 1938 Borges critico To Have and Have Not en la revista EI Hogar:

La historia de un malevo imaginada por un hombre de letras no puede
no ser falsa. Dos tentaciones encontradas la acechan. La una:
pretender que el malevo no es tal malevo, sino un hombre nobilisimo
de cuyas fechorías es culpable la sociedad [...] Hemingway, en los
primeros capítulos de este libro, parece desoir esas tentaciones.
Su héroe, Captain Harry Morgan de Key West, comete fechorías no
indignas del bucanero homónimo [...] Ante las primeras cien
paginas, pensamos que la voz del narrador conviene a los sucesos
narrados y que puntualmente equidista de la mera bravata y de la
quejumbre. Creernos hallarnos ante una obra digna del hombre
lejanisimo que escribió Adios a las armas. …


Fuente : Variaciones Borges | July 1, 2008 |

BORGES Y HEMINGWAY


La encontraron entre las cartas inéditas de Borges. En una postal de alto contenido alcohólico de Hemingway enviada desde La Habana el 13 de marzo de 1950, podemos leer:

"Dear Jorges, my Cuban friend Lino Calvo gave me The Aleph, here in El Floridita, el Catedral del Daiquiri. Sure, dammed good book. They are saying around you are the best writer in Spanish, but you can kiss my ass and you never hit a ball out of the infield in your life. You took LITERATURE too solemnly. You discovered life late. You come down down here and fight for free with an old character like me, who is fifty years old and weighs 209 and thinks you are a shit, Jorges, and would knock you in your ass. HOW DO YOU LIKE IT NOW, GENTLEMEN? Viva El Torre Blanco. Yours sincerely, Papá".

Querido Jorge:

Mi amigo cubano Lino Calvo me dio El Aleph, aquí en El Floridita, la catedral del daiquiri. Lógicamente, un buen libro. Andan diciendo que eres el mejor escritor en español, puedes besarme el culo, nunca sacaste una pelota del campo de juego. Tomaste la literatura muy solemnemente. Descubriste la vida tarde. Ven hasta aquí y lucha por tu libertad con un personaje como yo, que tiene 50 años, pesa 135 kilos y piensa que eres una mierda. Jorge, te golpearía bien el trasero.¿Qué te parece ahora, caballero?
Sinceramente Papa.


Como es sabido, la antipatía era recíproca, e hizo este ramillete de flores para la tumba del escritor norteamericano: "Hemingway, que era un poco fanfarrón, terminó por suicidarse porque se dio cuenta que no era un gran escritor. Esto, en parte, lo redime".
Tal como gran parte de las citas y los libros que figuran en la obra de Borges, la
postal es apócrifa. Un juego que inventó el poeta mexicano José Emilio Pacheco
para reírse un poco de Borges y de Hemingway.
Pero como toda broma, encierra
algo de cierto: Borges no toleraba a Hemingway. Ni sus historias ni al personaje que se inventó. Y José Emilio Pacheco fantaseó la postal para justificarlo.
Hemingway se mató hace 50 años, el 2 de julio de 1961. Veinticinco años después
murió Borges, el 14 de junio de 1986. Tan diferentes entre sí, ambos son dos gigantes de la literatura universal, especialmente del relato corto.
Sus cuentos están entre las cumbres del género de cualquier época. Cada uno representa una tradición distinta. Hemingway como una de las cimas del relato realista. Borges, el gran genio del género fantástico.
Sus vidas pueden leerse también como un juego de polos opuestos. “Yo he hecho todo lo posible para que me guste Hemingway, pero he fracasado”, ironizaba Borges. “Hay
algo en él que me desagrada; quizá el culto a la violencia, esa brutalidad; es un defecto mío y no de él”. Borges se veía a sí mismo en las antípodas de Hemingway.
El era el hombre ilustrado y pacífico frente al matón que vivía entre corridas de toros y safaris en Africa. Mientras Hemingway iba a la guerra, se emborrachaba en bares
ruidosos y coleccionaba escopetas, Borges creaba su mito de lector infinito: su vida transcurría entre libros, bibliotecas, conferencias y el departamento de su madre.
Hemingway cultivó la leyenda del macho, el cazador de leones y mujeres.
Borges, a su vez, vivió con discreción, acaso con timidez y con cierto pánico por
el sexo. Políticamente antagónicos, el autor de El viejo y el mar apoyó el bando republicano en la Guerra Civil Española y, como casi todos los escritores de la
época, tenía el corazón puesto a la izquierda. El autor de Fervor de Buenos Aires,
en cambio, fue un conservador profesional, deportivo, que hizo de las declaraciones políticamente incorrectas un género paralelo a su obra. Ambos, y a su modo, practicaron la ingenuidad política. “Hemingway, cierta vez, disparatadamente, se comparó con Kipling, a quien consideraba su maestro. Fue medio compadre y terminó matándose porque se dio cuenta de que no era un gran escritor. Esto lo salva en parte”, comentó Borges. Hemingway era el escritor de la experiencia. Borges, de la imaginación. El primero fue un bestseller, un escritor de fama mundial. El segundo, un narrador de minorías, favorito de críticos y académicos. Hemingway ganó el Nobel. Borges murió sin él. Fiel a su leyenda, Hemingway se mató de un escopetazo. El mundo se estremeció. Borges murió en Suiza, lejos de
Buenos Aires. El Mundial de Fútbol de México, que ganaría Argentina, le quitó
atención. Fue una muerte austera, silenciosa y, como en sus cuentos, con aire espectral.
Pero aun con todas sus diferencias, algo los unió: la admiración por la valentía. Está en sus libros: la fascinación por el coraje. El valor como categoría moral.
Hemingway es una de las cimas del relato realista.
Borges, un genio del género fantástico.

Fuente : L'Omero della Pampa
Raúl Schenardi y
Andrés Gómezç Bravo
La Tercera Chile
9 de julio de 2011