domingo, 26 de abril de 2015

BORGES Y EL TEMA DEL DOBLE




Carlos Yusti
  
Jorge Luis Borges, “El perro ciego”, como lo llama con malignidad el fotógrafo Yuri Valecillo, trató mucho el asunto del doble.

Me interesaba el tema no como un malabarismo intelectual, sino más bien como un ejercicio sobre lo maravilloso que puede ser la literatura, sin mencionar que por alguna parte uno tiene su doble. Por ejemplo muchos de mis amigos (y conocidos) coinciden al encontrarme un leve parecido con José Ignacio Cabrujas. El escritor y dramaturgo a su vez parecía repetirse en el actor de teatro, cine y telenovelas Alejo Felipe.

Como es natural estuve hurgando en el desván de mi memoria. Buscaba algunos escritores entrampados también por el tema del doble. Al primero que encontré fue a Edgar Allan Poe. Su cuento William Wilson abordaba el tema de manera tensa y laboriosa. No podía faltar Julio Garmendia y su relato “El difunto yo”, donde el humor desencuadernado y el absurdo se daban la mano. Por supuesto fue inevitable no tropezarse con Julio Cortázar y sus cuentos “Lejana” y “Botella de mar”. También estaba aquella singular anotación de Nathaniel Hawthorne: “Hacer de la propia imagen en un espejo el tema para un cuento” y por supuesto tampoco podía quedar al margen Stevenson y su soberbia narración larga: “El extraño caso del doctor Jekill y Mister Hyde”.

El primer antecedente sobre el tema del doble en Borges se encuentra en su ensayo “Historia de los ecos de un nombre”, analiza la respuesta que ofreció Dios a Moisés con respecto a su nombre y que registra el libro del Exodo. Dios le dice a Moisés: “Soy El que soy”. Borges despliega su erudición y desgrana citas y algunos ejemplos sobre la peculiar respuesta. Así en un aparte del texto refiere: “Moisés preguntó al Señor cuál era Su nombre; no se trataba, lo hemos visto, de una curiosidad de orden filológico, sino de averiguar quién era Dios, o más precisamente, qué era (En el siglo IX Erígena escribiría que Dios no sabe quién es ni qué es, porque no es un que ni es un quien)”.

Más adelante, hace mención de un personaje de Williams Shakespesare que descubierto en su falsedad queda desnudo. Cita a Swift, quien ante su degradación física (en sus últimos días estaba sordo, había perdido la memoria y la locura le jugaba una mala pasada) repetía con vehemencia: “Soy lo que soy, soy lo que soy”. Por último se saca de la manga de su sabiduría libresca a Shopenhauer, quien ya al borde de la muerte confesaría a Eduard Grisebach lo siguiente: “Si a veces me he creído desdichado, ello se debe a una confusión, a un error. Me he tomado por otro, verbigracia, por un suplente que no puede llegar a ser titular...”

Juan Nuño postula que no es casual que el tema de la identidad asume en Borges forma de pesadilla especular.  Además, el tratamiento de la identidad y del doble es para Borges un medio para exorcizar una presencia que parece acosarlo. Para Borges el tema del doble más que preocupación metafísica, o cierto juego de espejos literarios, es una paradoja altamente seductora. ¿Cómo será eso de toparse con su propio yo? ¿Cómo saber cuál exclamará soy el que soy? ¿Quién escribe y quién sueña?.  Luego retomará el tema de la identidad y del doble desde un punto de vista narrativo y poético.

Borges trata el tema en un extenso texto en prosa (¿poética?) titulado “Borges y yo”. En dicho escrito el ciego bibliotecario y escritor describe ya dos Borges. Cada uno posee características particulares y bien diferenciadas o como lo escribe algunos de esos dos Borges: “Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en unos atributos de un actor”. El texto termina de esa forma limpia y exacta que tiene la buena literatura: “Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No sé cuál escribe esta página”. Si uno nace con la enciclopedia Británica bajo el brazo de seguro escribirá frases así, ¿no?.

En el cuento titulado “El otro”, publicado en el “Libro de arena”, un Borges de más edad se encuentra con otro Borges más joven. Trata de convencerlo con datos de que son dos Borges distintos, pero a la vez también son uno. El otro Borges refuta la enumeración de hechos y particularidades diciendo: “…Esas pruebas no prueban nada. Si yo lo estoy soñando, es natural que sepa lo que yo sé. Su catálogo prolijo es del todo vano”. Ante esto el otro Borges arguye: “Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él. Tal vez dejemos de soñar, tal vez no. Nuestra evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el universo…”. El relato prosigue con un diálogo sobre el porvenir del otro Borges. Termina cuando se despiden y luego el narrador nos da la pista del enigma: “El encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un sueño y fue así que pudo olvidarme; yo conversé con él en la vigilia y todavía me atormenta el recuerdo”.

Borges vuelve a retomar el tema del otro en su cuento titulado “Veinticinco de agosto, 1983”, publicado en “La memoria de Shakespeare”. Este cuento parece una reescritura, mejorada y más sutil, del cuento “El otro”, no obstante este cuento atrapa al lector desde el inicio: “Fui caminando hasta el hotel. Sentí, como otras veces, la resignación y el alivio que nos infunden lugares muy conocidos. El ancho portón estaba abierto; la quinta a oscuras. Entré en el vestíbulo, cuyos espejos pálidos repetían las plantas del salón. Curiosamente el dueño no me reconoció y me tendió el registro. Tome la pluma que estaba sujeta al pupitre, la mojé en el tintero de bronce y al inclinarme sobre el libro abierto, ocurrió la primera sorpresa de las muchas que me depararía esa noche. Mi nombre, Jorge Luis Borges ya estaba escrito y la tinta, todavía fresca.” El relato se desarrolla de manera normal. El Borges que llega se apresura en subir a la habitación y se encuentra con el otro Borges mucho más viejo y que esta a punto de suicidarse. El cuento concluye con una frase hermosa: “Afuera me esperaban otros sueños”.
Esos textos narrativos sobre el doble más que un juego fantástico de prestidigitación literaria, fueron un medio para conjurar al otro Borges. He leído una buena porción de textos sobre los dos Borges bien diferenciados y delineados en sus actuaciones públicas e intelectuales.
           

En lo que a mí respecta siempre he tenido predilección por los dos Borges. O sea, el Borges que escribió algunos textos de gran calidad. Y que él consideraba trabajados borradores. Esta, claro, el otro Borges, el oral (al que asocio cuando veo a la Kodama, sirviéndole de lazarillo en una que otra fotos, vaya a saber porque motivo con el sexo oral). El impertinente hablador. El inoportuno conversador. El indiscreto entrevistado que decía sandeces con un tupé argentino vomitable. El Borges ciego, achacoso y oral que impidió que al Borges escritor se le otorgara el Nobel.

Hay un escrito antológico de George Steiner, “Los tigres en el espejo”, en el que describe la cualidad más sobresaliente de este Borges dividido: “La función liberadora del arte reside en su singular capacidad de soñar a pesar del mundo, de estructurar mundos de modo diferente. El gran escritor es anarquista y arquitecto al mismo tiempo. Sus sueños socavan y vuelven a construir el paisaje chapucero y provisional de la realidad. En 1940, Borges se dirigió a la cierta sombra de Thomas De Quincey diciéndole:
Teje para baluarte de tu isla

Redes de pesadilla
La propia obra de Borges ha urdida pesadillas en muchas lenguas, pero mucho más frecuentemente sueños elegantes e ingeniosos. Todos esos sueños le pertenecen inalienablemente, pero somos nosotros quienes despertamos de ellos enriquecidos”.

La obra de Borges nos enfrenta a nuestra ignorancia, a nuestra falta de pasión y a nuestra dejadez mental para urdir pesadillas y sueños que permitan liberarnos de esta realidad hormonal de cifras, horarios e índices. El otro Borges, el perro ciego y oral, nos enfrenta a nuestros prejuicios más íntimos, a nuestras sólidas mentiras que nos hacen vivir y a nuestros inamovibles dogmas y creencias.

El Destino de un escritor no es la fama, ni la gloria póstuma, sino escribir libros. Borges escribió algunos de gran calidad y por eso no dudo en proclamar que el Borges escritor es inocente. Él fue sólo víctima del otro Borges, de ese actor insufrible que desposó a la Kodama, que se atrevió a recibir una condecoración de Pinochet y que jamás tuvo medida para pronunciar las impertinencias más falaces. El otro Borges el que soñaba con bibliotecas infinitas, laberintos, el que hacía gala de una memoria paquidérmica, el que fue nombrado inspector de aves de corral, el que vivió con su madre toda la vida fue un individuo tímido que se dejó ganar por ese Borges extrovertido y algo gandul sin patria ni ética. Ese Borges recortable y como hecho de literatura siempre supo de su doble, estuvo obsesionado con su presencia al punto tal que ya no supo distinguirse entre uno y otro, que no fue capaz de hacerse uno y que no pudo ahogar con algunas capas de hipocresía intelectual como han hecho muchos de sus contemporáneos.

La ceguera política y ética de Borges es inexplicable o puede explicarse por esa excesiva sinceridad de la que hizo gala.  Lo cierto es que hay un Borges admirable cuando escribe y hay otro despreciable que se codea con dictadores, que siente subrayado desinterés por América Latina y que estuvo siempre dispuesto a expresar sin cortapisa opiniones bastante alejadas del humanismo.  Pero contra él no vale ya venganza alguna o como Borges escritor lo dijo: “Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón”.

Fuente : Mecenas


Borges esquina Nabokov



 
Carlos Roberto Morán.

Al cumplirse –coincidentemente- en 1999 el centenario de los nacimientos del argentino Jorge Luis Borges y del ruso Vladimir Nabokov, críticos, comentaristas, escritores, volvieron a recordar los múltiples hechos, en vida y obra, que especularmente confluyeron en ambos escritores.

Borges, en Argentina, y Nabokov, primero en Rusia, luego en el exilio europeo, más tarde en Estados Unidos (y de nuevo en Europa), elaboraron gran parte de sus respectivas obras en el (casi) anonimato, que en este caso quiere decir lejos de la observación meticulosa (cuando no agresiva) de la crítica, de los reclamos de productividad de parte del mercado editorial y, menos aún, sin vinculación con el mundo exitista y globalizado de nuestra época.

Nabokov conoció la producción de Borges ya en sus últimos años de vida, esto es, cuando su propia producción se encontraba en su parte conclusiva, de cierre. Lo mismo que le estaba ocurriendo al argentino quien, a su vez, nunca leyó al escritor ruso aunque defendiera a “Lolita” cuando esta novela fue censurada en la Argentina en 1959. Incidentalmente, dialogando con Osvaldo Ferrari, el autor de “El Aleph” cita a Nabokov al hablar de Dostoievski, pero en estos vagos términos: “Yo leí (declaraciones) de aquel famoso escritor ruso, de cuyo nombre no puedo acordarme, aunque querría acordarme, el autor de Lolita…” (“Diálogos últimos”. Sudamericana, Buenos Aires, 1987, p. 45)


En cuanto al episodio de la censura: la revista Sur, que en Buenos Aires dirigía Victoria Ocampo, publicó dos artículos, uno firmado por el propio Borges y el segundo por un grupo de intelectuales argentinos, a propósito del acto de censura contra “Lolita”. Aunque fechada con mucha diferencia de años respecto de lo que le manifestara a Ferrari (mediados de la década de los 80), tratándose de Borges no llamará la atención que en todo ese tiempo no haya cambiado de actitud, vale decir que se mantuviese en la decisión de no leer a su par ruso, tal como lo manifestara en la nota de 1959: “No he leído el volumen de Nabokov y no pienso leerlo, ya que la longitud del género novelesco no coincide ni con la oscuridad de mis ojos ni con la brevedad de la vida humana”.  (Ambos artículos están incluidos en “Borges en Sur”. Emecé, Buenos Aires, 1999)

Las líneas concurrentes que pueden observarse en las respectivas obras de estos notables escritores han sido advertidas de manera reiterada por los críticos, hasta el punto de haber llegado a fastidiar a Nabokov, aunque al comienzo en él todo fuera admiración hacia el argentino.

Una entrevista de Alfred Appel

El reconocido Alfred Appel Jr. consultó  a Nabokov acerca de esas infrecuentes coincidencias. Ante la pregunta, el autor de “Mashenka” respondió: “Leí por primera vez a Borges hace tres o cuatro años (el reportaje era de 1966). Hasta entonces no me había enterado de su existencia, ni creo que él supiera, ni sepa, nada de mí. Esto no es nada grandioso en cuanto a telepatía”. Appel sostenía que la novela “Barra siniestra”, de Nabokov, y el cuento “Las ruinas circulares”, de Borges, eran conceptualmente semejantes.

Y agregaba: En ‘El milagro secreto’, de Borges, el personaje Hadlik ha creado una pieza en verso misteriosamente parecida a la obra teatral ‘Vals y su invención’, de Nabokov, escrita en ruso, publicada por primera vez en 1938 y vertida al inglés en ese 1966”. El mismo periodista aclaraba que se trataba de un texto anterior al cuento de Borges, pero que Nabokov no pudo leer en ruso, y por eso terminaba preguntando: “¿Han tenido ustedes algún tipo de relación aparte de la telepática?”.

Nabokov, además de responderle como antes se precisó, agregó que una presunta comunicación telepática no debía ser descartada del todo, y sobre el particular habló de las afinidades existentes entre su novela “Invitado a una decapitación” y “El castillo”, de Franz Kafka, aclarando –por las dudas- que cuando la escribió no conocía al autor checo. (El reportaje, publicado en 1967 en The Winsconsin Studies in Contemporary Literature, aparece en “Opiniones contundentes”, de Nabokov. Taurus, Madrid, 1999. pp. 74 y 75)

 “Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas”, escribió el argentino en “El hacedor” (1960), definiendo en esas líneas y en las que le siguen (en “Borges y yo”), con total agudeza y de una forma que no parece admitir réplica, esa otra constante de su obra: la del doble. Tema que también se presenta en la obra nabokoviana, hasta el punto de que la totalidad de su novela “El ojo” (1930-1965) gira en torno a él.

También la crítica ha advertido que ocurre algo similar en la novela de Nabokov “Pálido fuego” (al punto de que se llegó a decir que el tema del doble se encuentra aquí potenciado por tres) Sin embargo, al ser interrogado sobre esta particularidad, Nabokov se mostró intransigente, negándose a admitir que el “doppelgänger” se haya “metido” de contrabando en su obra. No puede sorprender que –caprichoso, como también lo fue Borges– llegase a calificar al tema como tremendamente aburrido.
  
Vidas paralelas

Al morir Nabokov en 1977, el periodismo se encargó de establecer paralelos entre las biografías de ambos autores, zonas especulares que, por decir lo menos, llaman poderosamente la atención. En efecto, ambos escritores habían nacido en el mismo año, 1899, y provenían de familias de la clase alta de sus respectivos países, noble la del ruso, burguesa la de Borges. En el caso del argentino éste no nació rico, como en cambio sí le ocurrió a Nabokov (cuyos padres fueron en realidad riquísimos), pero como contrapartida el ruso se vio sumido en la pobreza cuando se produjo la revolución bolchevique y debió exiliarse. A partir de ese momento comenzó a experimentar una aguda nostalgia por el mundo de la infancia, perdido para siempre, irrecuperable, al que intentó rescatar literariamente en poemas y relatos.
  
Pero, al decirlo así, ¿no se está hablando acaso de Borges? Porque ¿no es la nostalgia por el pasado, personal, familiar, lo que llevó al argentino a escribir sus páginas sobre Carriego, Adrogué, Palermo, los cuchilleros, y a recordar en múltiples declaraciones y comentarios a sus ancestros, al abuelo muerto en la batalla de La Verde, a los patios de esclavos, a sus abuelas, a ese pasado que regresaba al hombre maduro, mitificado y mejorado respecto de lo que en realidad fue?

Otra curiosidad que los vincula tiene que ver con los padres, que casualmente se llamaban como sus hijos. Vladimir Nabokov y Jorge Borges, progenitores, tuvieron fuertes personalidades que influyeron muchísimo en sus hijos. Poderosísimos en cuanto a su fortuna, el padre del ruso; adelantado a su tiempo –fue profesor de psicología–, el padre de Borges. Vladimir D. Nabokov fue un activo político reformista, casi un socialdemócrata de nuestros días, opositor al régimen del zar. Jurisconsulto de nota y ávido lector, tanto que en su fastuosa casa tenía una biblioteca de 10 mil volúmenes. Interesado en la literatura de su tiempo, publicó diversos textos sobre escritores de la época, entre ellos uno dedicado a Flaubert.

El padre de Borges fue también escritor, aunque frustrado, y fanático lector. Está de más decir que la vida de Borges giró en torno a la biblioteca, y sobre la influencia de su padre y los libros de éste no está de más recordar aquello de: “Creo que nunca salí de la biblioteca de mi padre”, tantas veces repetido por el escritor argentino.

Además ambos progenitores no murieron de muerte “natural”. Es cierto que el padre de Borges, Jorge Guillermo, había enfermado, pero el autor de “Ficciones” sostenía que se dejó morir cuando se le declaró un aneurisma a los 62 años. A su vez, con diez años menos, viviendo en el exilio, Vladimir Dmitrievich fue ultimado por ultraderechistas cuando intentó (y logró) salvar a un amigo de un atentado.
  
Contrariando el interés que ambos progenitores demostraron por la política, sus hijos la rechazaron tajantemente. En su vejez Borges afirmaba ignorar todo cuanto a ella se refería. En su autoexilio suizo, Nabokov se negaba a adherirse a cualquier manifestación pública, aun cuando se refiriera a la realidad soviética y el gobierno de la entonces URSS y pese a ser un opositor manifiesto. Si bien Borges estuvo públicamente a favor de los Aliados en la II Guerra Mundial, siempre antiperonista y –según él– anarquista-pacifista en la vejez, no pueden ignorarse sus posiciones conservadoras tan coincidentes con las de Nabokov. Los dos, por otra parte, fueron acérrimos individualistas.
  
La segunda lengua

Coincidieron también en muchas otras cosas, sutiles, siempre concurrentes: el “segundo idioma” de estos maestros de la literatura fue el inglés, y quizá habría que decir que por supuesto su autor preferido era William Shakespeare. Borges llegó a escribir muy pocos trabajos en esa lengua, pero dictó en inglés las dos autobiografías traducidas al castellano. Nabokov, es sabido, escribió toda su obra de madurez en inglés, idioma que por ese motivo –por atacarlo desde la extraterritorialidad, como definiera George Steiner– lo llegó a renovar. Y qué decir de la renovación que produjo Borges en nuestro idioma.

“Tengo unos pocos favoritos... por ejemplo, Robbe-Grillet y Borges. ¡Con qué libertad y gratitud se respira en sus laberintos maravillosos! Me gusta la lucidez de su pensamiento, la pureza y la poesía, el espejismo en el espejo”, decía Nabokov sobre Borges en 1964.( Entrevista realizada por la revista Playboy e incluida en “Opiniones contundentes”, p. 45).

Esa admiración confesa la sostendría por varios años más. Así en 1972, hablando para la Radiodifusión Suiza, Nabokov respondía: “Ese dramaturgo (Samuel Beckett) y ese ensayista (Borges) son mirados hoy con fervor tan religioso que en el tríptico que usted menciona me sentiría como un ladrón entre dos Cristos. Un ladrón muy alegre, con todo”, respondiendo a la pregunta: “¿Qué opina de la vinculación que el crítico George Steiner establece entre usted, Samuel Beckett y Jorge Luis Borges como las tres figuras de probable genio dentro de la literatura contemporánea de ficción?”, que le formulara Paul Sufrin. (“Opiniones contundentes”, p. 159)

Esta respuesta le permitiría más tarde a Borges ratificar de manera indirecta su indiferencia hacia el orbe nabokoviano. En efecto, a partir de la pregunta nacida de la afirmación de Steiner, ella le fue reformulada por el argentino Marcos Ricardo Barnatán. La respuesta de Borges, doble y lapidaria: “De Nabokov nada puedo decir, porque no lo he leído. Desgraciadamente, he leído a Beckett” (“El autor y su obra”, de MRB)

Al referirse a la penúltima novela del escritor ruso, “Ada o el ardor”, la crítica argentina Matilde Clotilde Rezzano de Marti acertaba al indicar que convendría seguir las pistas sobre la afinidad filosófica de ambos escritores, por lo menos dentro del tema del tiempo y la memoria [“La Nación”, Buenos Aires, 31/7/1970)

En dicha novela,Nabokov define a su personaje Osberg (evidente anagrama de Borges) como “un escritor español de cuentos de hadas y anécdotas místico-alegóricas” que ha influido en la obra creativa del protagonista, Van.
  
Algo ocurrió en el camino
  
Sin embargo, algo le pasó al autor ruso con el argentino, porque luego de tanto ditirambo esparcido durante años en declaraciones públicas, en un momento dado llegó a descalificarlo al sostener en otra de sus opiniones contundentes: “En un comienzo lo leí con deleite, pensando que me hallaba ante un pórtico, pero luego comprobé que detrás del umbral no hay ninguna casa” (“Clarín”, 5/7/1977, p.22) También poco antes de morir Nabokov declaró: “Dejemos a Borges, a veces parece un imperio que se derrumba”.[Status”, octubre 1977. p. 8)
  
¿Qué llevó a Nabokov a cambiar tanto de parecer, a emitir tales descalificaciones? No hay una respuesta unívoca porque el autor ruso nunca lo aclaró, pero sí existe la posibilidad de especular: ¿Habrá sido consecuencia directa de su fatiga personal ante la persistente carga de la crítica que buscaba establecer paralelos, descubrir quién copiaba a quién? ¿O la necesidad de sentirse único en un territorio personal, inviolable, en el que no había lugar para ninguno más? ¿El insoportable hecho de verse reflejado en un espejo que le entregaba su rostro sin máscara?
  
Cansancio respecto de las comparaciones lo hubo, porque en determinado momento, ante las insistentes preguntas, se vio compelido a advertir: “Yo empecé antes” (“Opiniones contundentes”, p.45)

Borges pudo evitar el estremecimiento porque, como se ha dicho, nunca leyó al autor ruso. Nabokov en cambio sí leyó a su par argentino, con muchísimo interés y durante años. Puede haberse dado el caso de que, en efecto, no haya encontrado nada detrás del pórtico del que habla, pero llama demasiado la atención el cambio de actitud luego de haber reiterado elogios incluso desmedidos respecto de Borges y su obra (recuérdese que lo llamó Cristo) a lo largo de no menos de diez años. E incluso haberlo vuelto un personaje central de una novela tan recargada de simbología como lo es “Ada o el ardor”.
  
Nuestra interpretación acerca del divorcio de Nabokov no tiene ningún aval documental y aunque obviamente subjetiva, parte de la deducción, nace de la aplicación del sentido común, porque ¿cómo pudo decir lo que dijo Nabokov sobre Borges poco antes de morir si años atrás había expresado un sinfín de elogios, tal como los manifestados a The Paris Review en 1967 al hablar admirativamente de “sus pequeños cuentos delicados y sus Minotauros en miniatura”?(“Opiniones contundentes”, p. 92 y 93) Evidente muestra de lectura aplicada a una determinada obra que en su caso y en relación a Borges, según las propias declaraciones de Nabokov, en ese tiempo llevaba leyendo desde hacía tres años.
  
Se trata de una sospecha, que en nada invalida la notable, excepcional, confluencia de dos escrituras soberanas elaboradas en los márgenes de los países centrales y que, sin embargo, tanto llegaron a incidir en la escritura y hasta el lenguaje contemporáneos, incluyendo los de esos propios países centrales.
  
Que es lo que en definitiva importa, más allá de deducciones personales o de actitudes de menoscabo (las que siempre adoptó Borges hacia Nabokov; las aplicadas por éste hacia el argentino en sus últimos años de vida) Porque lo que prevalecerá serán sus obras, inagotables, imperecederas.

Borges esquina Nabokov

Sin embargo, esto no nos ha impedido la misión detectivesca de establecer otras de esas “conexiones telepáticas” que se dieron entre ambos escritores, a pesar de distancia y tiempo que los dos parecen haber podido anular.

En efecto, parecen haber podido anular esas distancias porque, de lo contrario, ¿cómo interpretar esta continuidad impecable que se advierte en un muy mencionado (y con justicia) fragmento de “El jardín de senderos que se bifurcan”, de Borges, con otro de Nabokov extraído de su novela “El ojo”?

Así, en su cuento Borges dijo para siempre: “Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y en el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí”. En tanto, en “El ojo”, Nabokov hace hablar a un frustrado suicida que cree que ha logrado matarse, de esta manera: “Un hombre que ha optado por la autodestrucción está muy alejado de los negocios mundanos, y sentarse a escribir su testamento sería, en ese momento, un acto tan absurdo como darle cuerda al reloj ya que, junto con el hombre, todo el mundo queda destruido; la última carta se convierte inmediatamente en polvo y, con ella, todos los carteros; y se desvanecen como el humo los bienes legados a una progenie inexistente”.
  
Es evidente que ambas calzan como un guante. Nueva prueba de las increíbles afinidades de ambos escritores y también “pruebas” irrefutables de sus imperecederos magisterios.

Este texto fue publicado en "Sábado" de “Unomásuno” de México, "La Opinión", de Rafaela, y "Hoy y mañana", de Santa Fe, ambas de Argentina.

Fuente  :  Noticias del Sur

Biografía de un poema de Borges: “Rusia” (1920)




 Carlos García (Hamburg)

En Textos recobrados, 1919-1929 (Buenos Aires: Emecé, 1997, 57; de aquí en más TR) se reprodujo un temprano texto de Jorge Luis Borges, titulado “Rusia”, con la siguiente nota al pie:

    Versión en prosa de “Rusia”. Se publicó ilustrada con un grabado en madera de Norah Borges. El 20 de agosto de 1920 Borges escribe a su amigo Abra­mowicz desde Valldemosa, Mallorca: “Todavía espero la Grecia del 15. Creo que una prosa ultraísta mía ha llegado demasiado tarde para aparecer en este número...”.

La breve nota, que es como la partida de nacimiento del texto, ha oca­sionado diversos malentendidos que recorren toda la literatura crítica, y re­clama por ello algunas precisiones, que paso a hacer.

Los entretelones son complicados y hasta engorrosos, pero vale la pena adentrarse en ellos, ya que permiten vislumbrar hechos y contextos, que ni los editores de las Obras Completas ni la mayor parte de la crítica co­nocen o imaginan.

Para empezar, la “Grecia del 15”[1] debería haber sido la del 15 de agos­to, pero, en contra de lo que Borges suponía, no apa­reció ningún nú­me­ro con esa fecha. El número 47 había aparecido el 1 de agosto de 1920, y el 48 apa­recería con retraso recién el 1 de septiembre de 1920.[2] En este último se publicó originalmente el texto en cuestión, en la página 7.

En la misma página, ocupando la ma­yor parte de ella, apareció un gra­bado sin título de No­rah Borges, cuya relación con el texto de Jorge Luis ha sido motivo de estudio (hasta donde alcanzo a ver, fue re­pro­ducido por primera vez en Patricia Artundo: Norah Borges. Xilografías 1918-1921, 1989, Foto 14; ahora está a nuestro alcance en la reedición fac­si­milar de Grecia y en muchos otros libros).[3]

En contra de lo que se dice en TR 57 y 408, la “prosa ultraísta” a la que alude Borges no fue “Rusia”, como demostraré más abajo.

Creo que Borges alude más bien a “Aldea”, aparecida ori­gi­nalmente en Ultra 2, Ma­drid, 10-II-21 (TR 84-85). Así menciona Borges este texto en carta a Sureda del 3-XI-20 (Cartas del fervor, 174; cursiva mía): “Yo acabo de corregir una prosa ultraísta que escribí en Valldemosa y que se titula ALDEA”.

Podría tra­tarse, igual­men­te, de al­gún texto perdido, pero habla a favor de la hi­pótesis que acabo de enunciar el he­cho de que “Al­dea” fuese corregido por Borges hacia no­viem­bre, según la men­cionada carta a Su­reda: la fecha de escritura del texto en cuestión es anterior a noviembre, y el sitio de escritura es Valldemosa, donde Borges efectivamente se hallaba en agosto de 1920, al remitir su carta a Abramowicz.

Quedaría por explicar cómo un texto remitido a una revista aparece en otra, pero ello no es difícil, porque lo mismo ocurrió con trabajos de otros autores e incluso con otros textos de Borges. Los ultraístas ma­drileños, sobre todo los directores de revistas, colaboraban entre sí a pesar de ciertas esca­ramuzas internas.

La prosa aludida podría ser también “Insomnio”, que apa­reció en el nú­mero de Gre­cia del 15-IX-20, caracterizado enTR 438 como “prosa poé­tica” (me inclino a creer que se trata más bien de un poe­ma).

Co­mo fuere, la prosa a la cual alude Borges en la citada carta a Abramo­wicz no es, no puede ser “Rusia” (se­gún afirma TR 57 y 408), sencilla­mente porque Borges no compuso ninguna versión de “Rusia” en prosa.

La prueba de este aserto se desprende de una carta inédita de Borges a Guillermo de Torre remitida desde Palma de Mallorca hacia el 3-IX-20. Allí dice Bor­ges:

    Como specimen anatómico te adjun­to mi úl­­­ti­mo y más épico vuelo en la gran pajarera creacio­nis­ta, ultraísta, ex­­­­presionista (?).[4]
    En Grecia –para que enca­jara en la plana– ha­­brás visto que lo publi­caron como pro­sa, sin indicar siquiera con ra­yitas la transición de verso a verso.

El manuscrito que acompañara a esta carta a Torre debe ser el mismo que reproduce Miguel de Torre Borges en Borges. Foto­grafías y ma­nus­critos. Prólogo: Adolfo Bioy Casares. Renglón, 1987, 57.

Es el mismo que ya aparecía en el número especial de L’Herne dedi­cado a Borges en 1964 (reedición de 1981; véase “Ico­no­gra­phie”, en el cuadernillo de imágenes, tras p. 342).

Esta reproducción deja entrever que había una larga dedi­ca­toria al co­mienzo, si bien no permite leerla del todo ni con­firmar si la letra de la inscripción es de Borges (no lo parece; la dedicatoria, por lo demás, puede ser posterior).[5]

Borges mismo llama “poema” al texto que nos ocupa en carta a Abra­mowicz de la segunda mitad de septiembre de 1920 (Cartas del fervor, 100-101):

    En poesía atravieso una etapa de entusiasmo occidentalista. Como habrás no­tado en mi poema “Rusia”, me esfuerzo por unir la técnica ultraísta (metá­foras plásticas, concisión, imágenes creadas) con los largos ritmos y el ardor de mis primeros ensayos whitmanianos, “Himno del mar” y otros. Ahora traba­jo en un poema de una quzincena de líneas que se titulará “Europa”...

Ese poema titulado “Europa” no fue publicado o, en todo caso, no ha sido hallado aún.[6]

En otra carta dirigida desde Palma de Mallorca a Abramowicz (c. 16/17-XI-20; Cartas del fervor, 116-117), dice Borges aún:

    Torre me mandó también un número de Cosmópolis con una antología del ultraísmo (contiene mi poema “Rusia”) y un artículo de exégesis en el que me nombra muchas veces [...].

El trabajo de Torre al cual alude Borges fue publicado paralelamente en España, en Italia y en Francia: primero como “El movimiento ultraísta es­pañol”: Cos­mó­polis 23, Madrid, noviembre de 1920, 473-495, bajo la rúbrica “Lite­ra­tu­ras novísimas”; poco más tarde y bajo el título “El mo­vimiento lite­rario ultra­ísta de Es­paña” también en Poesia 5-6 y 7-9, Milano, agosto-diciembre de 1920, 51-55 y 77-78, firmado en sep­tiembre de 1920)[7] y enL'Esprit Nou­veau (Pa­rís). El ensayo de Torre es una res­puesta indi­recta a Vi­cen­te Hui­dobro: “La litté­rature de langue espagnole d'au­jour­d'hui”: L'Es­prit Nou­veau 1, París, aparecido sin fecha, pero en agosto de 1920.[8]

El texto del poema de Borges que Torre publica en Cosmópolis (p. 485-486) es en todo idéntico al del manuscrito de Borges arriba citado, con un solo cam­bio en el tercer verso: “Mediodías” en vez de “mediodías”.

Por estas fechas aparecieron igualmente dos traducciones del poema, que se cuentan entre las primeras que se hayan hecho de Borges: una al húngaro y otra al francés.

La primera de ellas apareció en la revista húngara Ma. Aktivista Fol­yóirat, impresa en Viena, en traducción de Gáspár Endre (15 de sep­tiembre de 1921; cf. Emilio Quintana: “Primera traducción de Jorge Luis Borges al hungaro: el poema’Oroszorszag’ (‘Rusia’) publicado en MA (1921)”: Hallali. Revista de estudios culturales sobre la Gran Guerra y el mun­do hispánico 5, 2010; en internet, URL: http://www.revistahal­lali.com/2010/03/01/bor­ges-ultraista-en-hungaro/).

Como bien sugiere Quintana, puede haber sido el polaco Tadeusz Pei­per, que pasó por estas fechas de Madrid a Viena, quien entregó el poe­ma de Borges a Lajos Kassák, el director de Ma. A nadie sorpren­derá a estas alturas leer que Peiper mantuvo contacto y correspondencia con Guillermo de Torre...

Jacques Lothaire, por su parte, publicará una versión francesa del poema en el marco de un artículo titulado “La jeune poesie espagnole” (Ça Ira 18, Amberes, mayo de 1922, 146-150). También Lothaire estuvo en contacto con Guillermo de Torre.

Nótese que la versión en Ma es, como la de Torre en Cosmópolis (y en las publicaciones italiana y francesa) en forma de poema.

La versión en fran­­cés, por su parte, es posterior en ocho meses, pero parece estar relacionada de alguna manera con la traducción húngara, porque sólo en ellas apare­cen estos versos: “Et ces armees erigeront leurs statues/ Dans toutes les prairies du continent/ Jusqu'au bord de l'Atlantique” – problema del que Quintana, su descubridor, no sabe dar razón. (Tampoco estoy en condiciones de hacerlo, pero considero más probable que un texto castellano sea traducido primero al francés y de allí al húngaro que al revés.)

Para complicar un poco las cosas, en el intervalo entre la aparición de esas dos traducciones, Borges publi­cará en Argentina una versión dife­rente y abreviada de su poema en la re­vistaCuasimodo.

En el verso 5, Borges reemplaza “estandartes” por “hura­ca­nes”. En el verso 6, “se pluraliza” en vez de “dice su queja”.

Los versos finales son los más cas­tigados. En vez de “el mar vendrá na­dando a esos ejércitos/ que envol­verán sus torsos/ en todas las pra­deras del continente/ En el cuerno salvaje de un arco iris clamaremos su gesta/ bayonetas/ que portan en la punta las mañanas”, el texto de Cua­simodo reza: “La tropa que des­fila/ con bayonetas le­van­tadas/ semeja un can­de­labro de mil brazos”.[9]

Un lustro más tarde, “Rusia” fue re­pro­ducido por el peruano Alberto Hi­dalgo como poe­ma en su Indice de la nueva poesía ame­ricana (Buenos Aires, 1926), según conjeturo, pa­ra dis­gusto de Bor­ges.

Según ya expliqué en un trabajo dedicado a ese libro de HIdalgo, no creo que Borges haya colaborado en la elabo­ración del Índice con algo más que el prólogo y, a lo sumo, algún poema propio. Así lo sugiere, por un lado, la carta de invitación al proyecto que Hidalgo remitió al chileno Huidobro, don­de se menciona expresamente que Bor­ges sólo con­tri­buirá con un prólogo. No creo, en todo caso, que Borges fuera uno de los reco­piladores del volu­men, como a menudo se asevera.

Hay también más motivos que hablan en contra de que Borges pro­pu­siera la adopción de alguno de los poemas suyos que figuran en el libro:

    Uno de los ar­gumentos más fuertes que avalan la tesis aquí defendida (es decir: que la selec­ción fue de ex­clusiva respon­sa­bilidad de Hidalgo), es la in­clusión en Índice de poemas de Borges que pertenecían a una etapa su­pe­rada de su producción y que éste había desechado años antes y excluído de sus libros, como “Rusia” (que ya no condecía con su visión de lo poético ni de lo político), o de poemas que Borges había corregido en el intervalo, como los dos titulados “Atardecer”, integrados en Fervor de Buenos Aires en un poema más lar­go: “Atar­deceres”.[10]

La versión de “Rusia” en el Índice de Hidalgo ostenta diferencias con to­das las ver­siones previas.

Dejando de lado las traducciones, he cotejado cinco versiones, incluída la del Índice:

a) la pri­mera publicación (Grecia, 1920), donde apareció como prosa, según que­dó dicho, meramente por falta de es­pacio;
b) el ma­nus­crito remitido por Borges a Guillermo de Torre, que debe haber servido de base para su reproducción en 1921 y en 1925 (cf. aquí punto d);
c) la versión publicada a fines de 1921 enCuasimodo,
d) la versión frag­­men­taria citada por Torre en Lite­ra­turas euro­peas de vanguardia (Madrid, 1925, 62: Torre, o el linotipista, introduce alguna mayúscula, no res­peta el sangrado y hasta agrega un ineficiente “como” ante “bayo­netas”), y finalmente,
d) la versión de Índice.

Esta última difiere de las primeras dos y de la cuarta sobre todo en los si­guientes versos:

Cambia “Bajo estandartes de silencio pasan las mu­che­dum­bres” por “Bajo banderas de silencio pasa la muche­dum­bre”; “el sol cru­ci­fi­cado en los ponientes” por “el sol cruci­fi­ca­do en el poniente”; “pra­deras del con­ti­nente” por “pra­de­ras del naciente” (este último verso falta en el libro de Torre, quien sólo cita par­cial­mente el poema).[11]

¿Quién hizo esos cam­bios? No creo que Borges tuviera interés en ac­tualizar su ya des­deñado texto. ¿Se trata, quizás, de una ver­sión an­terior? En ese caso, ¿de dónde la obtuvo Hidalgo?

En su Autobiografía 1899-1970 (con N. Th. di Giovanni. Buenos Aires: Ateneo, 1999, 64-66), Borges relata acerca de Fervor de Buenos Aires (1923):

    Yo había pactado por una edición de se­senta y cuatro pá­ginas, pero el manuscrito re­­­­sultó demasiado largo y a último mo­men­to, por suerte, hubo que dejar afuera cinco poemas. No re­cuer­do abso­lutamente nada de ellos.

Considero factible que Borges aluda así a “Rusia”, “Guardia roja”, “Trin­chera”, “Gesta maximalista” y “Hermanos” –poemas publicados en Es­paña que no figuran en su primer poemario. Pero queda aún por explicar quién cedió a Hidalgo esos ma­nuscritos: ignoro la respuesta.

Jorge Luis Borges
Al cotejar los otros poemas de Borges que trae el Indice, por lo demás, se advierte que también “La noche de San Juan” ostenta una dife­rencia: en el verso 5, la versión de Fervor de Buenos Aires reza (igual que la pri­mera versión heme­ro­grá­fica, en Proa, 1922): “las cálidas guitarras”, mientras que la de Índice dice “las guitarras ca­lien­tes”. También hay un cam­bio en “La gui­tarra”: el último verso dice en Fervor “tornó el vivir”; en Ín­dice, “volvió el vivir”.

El ejem­plar del Índice que ma­ne­jo (N° 30) tiene, ade­más, una peculia­ridad: en el primer ver­so del poema “A la calle Serrano”, la “C” inicial fue empastada con pos­terioridad, para reemplazar a una “c” (como ello no ocurre en otros ejem­pla­res compulsados, debe colegirse que la edición fue co­rre­gida sobre la marcha).

En cuanto a “Atardeceres”, la versión original de ese poema es del año 1919; se conserva el manuscrito de Borges, que fue tra­bajado varias veces entre 1919 y 1943 (y del cual muchos pasajes son aún inéditos). La versión de Índice respeta el contenido original de los poemas, pero no toma en cuenta que en Fervor forman parte de otro más largo.

(También algunos poe­mas de Vicente Huidobro, dicho sea de paso, adu­­cen cambios en el Índice, sobre todo en el sangrado y en la dis­po­sición grá­fica: “Me­dia noche”, “Paisaje”, “Campanario”. De “Tour Eif­fel” se repro­du­ce, por lo demás, la tra­duc­ción de Rafael Can­sinos As­sens aparecida en Cer­van­tes, Ma­drid.)

Antes de caer en el olvido por algunos decenios, el poema “Rusia” fue vuelto a publicar en la década del treinta, por otro amigo izquierdista de Borges: Leónidas Barletta. Éste reprodujo “Rusia” en la primera revista del Teatro del Pueblo: Metrópolis. De los que escriben para decir algo3, Buenos Aires, primera quincena de Ju­nio, 1931. Barletta volvería sobre el asunto en su libro Boedo y Florida: una versión distinta. Buenos Aires: Metrópolis, 1967.

Para cerrar el círculo, dejo constancia de que Guillermo de Torre re­produjo el poema “Rusia” completo, en su trabajo “La prehistoria ultraís­ta de Jorge Luis Borges”, aparecido tres veces: Cuadernos Hispa­noa­me­ricanos 57, Madrid, enero-marzo de 1964, 5-15; en Hispania 47, Wa­shington, 1964, 457-463; y en su libro Al pie de las letras. Buenos Aires: Losada, 1967, 171-185 (aquí aparece con dos errores de im­prenta en el mismo verso: “En el cuerpo [recte: cuerno] salvaje de un arco iris cla­remos [recte: clamaremos] su gesta”).

Desde luego, si bien Torre alude a Grecia, cita “Rusia” como poema, no como prosa. Así lo hace también Gloria Videla: “Anticipos del mundo literario de Borges en su prehistoria ultraísta”: Iberoromania 3, nueva época, Madrid, 1975, 173-195.

(Hamburg, 11/23-II-2013)
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[1]La carta de Borges a Abramowicz es reproducida en Jorge Luis Borges: Cartas del fervor. Correspondencia con Mau­rice Abra­mo­wicz y Jacobo Sureda (1919-1928). Pró­logo: Joa­quín Mar­co. Notas y datación: Carlos García. Bar­ce­lona: Galaxia Gutenberg / Cír­culo de Lec­tores / Emecé, 1999, 94-95. La “Grecia del 15” es también mencionada por Borges en carta a Sureda del mis­mo día 20 de agosto, también desde Valldemosa (Cartas del fervor, 162).Abramowicz re­cibió su carta en Ginebra; Sureda, en su casita del Teix, monte cercano a Valldemosa.

[2] En una carta remitida a Guillermo de Torre el mismo 20 de agosto, Isaac del Vando Villar anuncia: “En el pa­norama del próximo número de Grecia que aparecerá el 1° de septiem­bre...”. Véase mi edición de laCorrespondencia Rafael Cansinos Assens / Guillermo de Torre, 1916-1955. Madrid / Frank­furt am Main: Iberoame­ricana / Vervuert, 2004, 128 (tam­bién p. 131, n. 178).

[3]Eamon McCarthy (Gender in the works of Jorge Luis and Norah Borges. A Thesis sub­mit­ted in fulfillment of the requirements for the degree of Doctor of Philosophy to the Faculty of Arts, Humanities and Social Sciences School of Languages, Literatures and Per­forming Arts, BA, MA, July 2010) estudia la relación entre el texto de Jorge Luisy el grabado de No­rah Borges en el apartado 1.4 de sutesis: “Collabo­ra­tion or coin­ci­dence? Rusia”.

[4] La indecisión de Borges acerca de la escuela a la que pertenece su texto re­fleja la con­fusión reinante en la época. A pesar de los reclamos exclusivistas de Huidobro, el crea­cionismo po­día ser entendido, desde el punto de vista del Ultraísmo, como una subvariante, ya que el Ultraísmoaspiraba a ser el nombre común de todas las tendencias renova­do­ras en la Es­paña de 1918-1920.En cuanto al Expresionismo, no formaba parte, hasta ese momento, de la es­cena lite­raria española; sería Borges quien lo in­trodujera, tanto con algunas traduc­cio­nes del alemán, como con aspectos de sus propios trabajos. Algo equivalente ocu­rrió con los apor­tes gráficos de su hermana Norah, quien se con­virtió en la ilus­tradora casi oficial de Grecia y Ul­tra. En cuanto a la ocasional intercambiabilidad entre “ultraísta” y “expresionista”, cf. el si­guiente pa­saje de una carta de Borges a Sureda remitida desde Palma de Mallorca el do­mingo 5-XII-20 (Cartas del fervor, 184): “La metáfora expresionista (x) debe ser dinámica en con­so­nancia con el su­puesto ritmo occi­dentalista o yanquee que nos empuja”. Borges mismo anota al pie: “(x) ya que lo de ultraísta no te convence, empleo esta palabra”.

[5] Puesto que las informaciones del catálogo son insuficientes, ignoro si este manuscrito es el mismo que se remató el 20 de noviembre 2003 en Bloomsbury (Londres) por £ 6.500,00 (una página, 225 x 165mm).

[6]Véase mi trabajo “Borges inédito. Bibliografía virtual, 1905-1930”: Variaciones Borges 5, Aarhus, enero de 1998, 265-276, que contiene 28 asientos. Trabajo en una versión actualizada y prolongada del mismo, que contiene casi 60 títulos.

[7]Sobre la revista Poesia, cf. Luciano Caruso: Una questione di principio. La rivista Poe­sia nel 1920. Firenze: SPES, 1991, con índice de colaboradores. Gracias a Anna Ma­ria Saludes i Amat (Firenze / Barcelona).

[8] Al respecto, véase mi ponencia:“La polémica Huidobro-Torre a la luz de correspondencias iné­­ditas (Can­sinos, Vando-Villar, Reyes, Ramón)”: Gabriele Morelli / Margherita Bernard, eds.: Nel segno di Picasso. Linguaggio della modernià: dal mito di Guernica agli epistolari dell’Avanguardia spagnola. Atti del Con­gresso Internazionale, 16-17 aprile 2004, Università degli Studi di Ber­gamo. Milán: Viennepierre, 2005, 121-141 (versión abreviada); versión ori­ginal en mi libro Correspondencia Alfonso Reyes-Vicente Huidobro, 1914-1928. México: El Co­le­­gio Nacional, 2005, Apéndice.

[9]Jorge Luis Borges: “‘Rusia’ y ‘Guardia roja’”: Cuasimodo. Revista decenal 27, Buenos Aires, di­ciembre de 1921, 14. Sobre la revista, cf. Horacio Tarcus y Ana Longoni: “Cuasi­mo­do: temprano cruce entre van­guardias“: Ramona. Revista de artes visuales 16, Buenos Aires, septiembre de 2001. Cf. Ariel Fleischer: “Borges: sus primeros poemas pu­bli­cados en Bue­nos Aires”. Es­perando a Godot 3, Buenos Aires, abril de 2005. So­bre el poeta Fran­cis­co M. Piñero, que fue quien pusiera a Borges en contacto con la re­­­vista anarco-co­mu­nista Cuasimodo, véase Horacio Tarcus: “El amigo ‘rojo’ de Bor­ges”: Cla­rín, Buenos Aires, 25-III-01. Del poema en el marco de los conocimientos políticos del joven Borges se ocupa Daniel Balderston: “Políticas de la vanguardia: Borges en la dé­cada del veinte”: Jorge Luis Borges: Políticas de la literatura. Pittsburgh: Instituto Inter­na­cional de Literatura Ibe­roa­mericana, 2008, 31-42. Para un marco más amplio, véase Horacio Tarcus: “Revistas, intelectuales y formaciones culturales izquierdistas en la Argen­tina de los veinte”: Revista Ibe­roa­mericana XLL.208-209, julio-diciembre de 2004, 749-772.

[10] Cf. Carlos García, ed.: Alberto Hidalgo: España no existe. Madrid / Frankfurt am Main: Ibe­­roa­­­mericana / Vervuert, 2007. Contiene de CG: “Introducción”, “No­tas sobre España no existe (1921)”, “Alberto Hidalgo y Guillermo de Torre (1920-1933)”, “El Índice de Hidalgo (1926)”. La cita procede de este último ensayo (p. 165-166).

[11]Al final de la carta a Sureda del 9-X-20, Borges se despide con las palabras: “Te abraza el hom­bre del sol crucificado en los ponientes” (Cartas del fervor, 166). De esta época pro­viene el plan de sacar un poe­mario, des­conocido hasta hoy, con el título Crucifixión del sol. Dí a conocer este plan de Borges en “Borges y el Expresionismo: Kurt Heynicke”, pri­mero en Va­ria­ciones Borges 11, Aarhus, abril de 2001, 121-135 (p. 130), y luego, en versión am­pliada, en Carlos García / Dieter Reichardt eds.: Bibliografía y antología crítica de las van­guar­­dias lite­rarias. Ar­gentina, Uruguay y Paraguay. Frank­furt am Main / Madrid: Ver­vuert / Ibe­roa­mericana, 2004, 325-341; cf. allí p. 332 (carta remitida por Borges desde Bar­ce­lona hacia el 4 de marzo de 1921 a Kurt Heynicke. Se conserva bajo la signatura “Hey­nicke 80.213” en el Schiller-Na­tio­nalmuseum, Deutsches Literaturarchiv, Marbach am Neckar, Ale­ma­nia). Con la misiva, Bor­ges remitió a Heynicke un poema suyo: se trata de una versión libre, en alemán, de su poema “Mañana (A Antonio M. Cubero)”, que había aparecido en Ultra 1, Madrid, 27-I-21 (TR 82), esta vez dedicado a Heynicke. El título alemán, “Süd­licher morgen”, puede tra­du­cirse por “Ama­necer sureño” o “Mañana del Sur”. Es de imaginar que Borges envió a su co­rres­­ponsal precisamente ese poema porque una poesía del libro re­mi­tido por Heynicke a Bor­ges habla de los “südlichen Gefilde” (“tierras del Sur”).

Fuente : Álvaros Arco Blogspot
Carlos García (Hamburg) / carlos.garcia-hh@t-online.de


Lo que Borges no quería




Carlos Meneses

Cuando le dijeron a Borges en su apartamento del Centro de Buenos Aires que en Mallorca se publicarían sus poemas de juventud, el maestro perdió el compás. Muy alterado pidió inmediatamente que llamaran a su abogado. Impuso  que había que impedir tal publicación, que él no la autorizaba. Ninguna explicación, a quienes lo rodeaban y procuraban sosegarlo sin conseguir su objetivo. Corría 1978 y su obra hacía muchos años que había alcanzado altas cumbres en todo el mundo. Se podría haber pensado que la recuperación de sus versos escritos y publicados entre 1919 y 1922 en España  le podría resultar noticia grata y sin embargo fue todo lo contrario.

Pero don Jorge Luís no era hombre de mal carácter. Tampoco rencoroso, salvo excepciones como su mal recuerdo de la etapa peronista en la que se ensañaron con él. Pasado el primer impulso de ese intento de llamada a su abogado, que por supuesto no se realizó, se fue calmando y olvidando la noticia mallorquina. Debió haberle servido también para que volviese a su memoria el recuerdo de una Mallorca dulce y tranquila en la que discurrieron sus veinte años. Posiblemente como un desfile de apresuradas imágenes volvió a ver a sus amigos de aquellos tiempos, Jacobo Sureda, Joan Alomar, Miguel Angel Colomar, Tom Moll, más conocido por Bonanova. Luego su abundante trabajo diario lo fue absorbiendo hasta hacerlo olvidar por completo sus poemas juveniles, la isla balear y todo lo referente a esa publicación que según le dijeron  era inminente.

[inset image="images/stories/pacarina/0035.jpg" imgwidth="300" side="left" title="" width="300"][/inset]El libro conteniendo los poemas a los que Borges negaba su permiso, y con  el título de Poesía juvenil de J.L. Borges [nota]1[/nota] apareció ese año de 1978 en Barcelona. Circuló por varias librerías catalanas y mallorquinas pero no contó con una buena distribución, de haber sido así habrían llegado ejemplares a la Argentina y sin duda a las manos del maestro. Aparecieron varias críticas y comentarios en la prensa hispana, y se recordó en ellas buena parte de lo que ya  había ido saliendo a la luz con respecto a las estancias de los Borges en Mallorca. La primera de esas estancias abarcó tres meses de 1919. La segunda desde principios de mayo de 1920 hasta la primera semana de marzo de 1921. La incógnita quedó flotando en el breve ámbito del departamento de la calle Suipacha. ¿Por qué le molestaba tanto a Borges la recuperación  sus poemas tan celebrados en aquellos tiempos?

Don Jorge Luís no quería que se recordara su etapa ultraísta. No sólo parecía avergonzarse de haberla vivido, la rechazaba y condenaba rotundamente. El Ultraísmo que en los años veinte  había despertado su euforia cincuenta años más tarde le representaba algo así como un baldón. ¿Pero esa actitud de rechazo era sólo debida a que la etapa ultraísta le parecía  inferior y hasta ridícula al punto de causarle vergüenza? Nadie indagó en el pensamiento de ese pasado. Sólo podemos llegar en base a deducciones, a determinar que  no eran las excesivas metáforas, ni el carnaval que representó ese ismo y que tuvo poca duración, lo que conducía al maestro a esa actitud más que de rechazo de repudio. Los versos  anteriores a los forjados entre Mallorca y Madrid, los que tuvieron cuna en Ginebra, obedecían a una estética contraria a su pensamiento posterior. Podrían haber absorbido algo de los movimientos ya en boga Futurismo y Dadaísmo, pero en mínima dosis.

En Ginebra y también en Lugano, donde la familia pasó una temporada de unos ocho meses, Jorge Luís se entusiasmó con las ideas marxistas. Le emocionó la revolución bolchevique. No sólo conversó de esto con su gran amigo Abramowicz, que estudiaba en el mismo colegio que él, también escribió a Buenos Aires, a otro compañero de colegio pero éste argentino, Godel, hablándole de la revolución rusa, aunque simultáneamente expresaba rasgos anarquistas, y llegó a recomendar los libros del libertario hispano-británico, Rafael Barrett (1976- 1910), algo que procuraría silenciar totalmente  pocos  años después.

No se trataba solamente de una estética determinada, que podía haber sido ultraísta, el temor o más bien el rubor surgía como consecuencia a una vagas loas a la revolución de 1917. Los dieciocho años de Borges se habían nutrido de ideologías de izquierda. Dos años más tarde, ya en España, y sobre todo cuando se instala con su familia en Mallorca los atisbos revolucionarios se han atenuado bastante. Y de vuelta a la Argentina, y a medida que transcurren los años va  distanciándose de sus actitudes y pensamientos juveniles y situándose casi en las antípodas de lo que había sido. Poemas como “Gesta maximalista”, Rusia” o  “Guardia roja”, representaban una afrenta para el Borges de 1978. Esa obra juvenil con tantos deslices era necesario tenerla a buen recaudo.

Poemas como “Rusia”; “Guardia roja” y otros similares tenían pésima evocación para un Borges asentado confortablemente en un ambiente bonaerense muy burgués.  Digamos en descargo de quienes lo rodeaban: tan burgués como culto. Tan conservador como inteligente. Cómo un hombre de pensamiento y vida como la suya claramente apolítico, como la persona que no dirige sus ojos ciegos a las peripecias que  ocurren a su alrededor, iba a querer que resurgiesen aquellos poemas más emocionales que cerebrales. Más apasionados que reflexivos. Imposible aceptar la vuelta de una juventud libre de consejas y controles. Pero los versos ultraístas o no circularon sin que a nadie le causara molestias. Se publicó más de una mención a ellos no en tono de reproche sino como quien descubre que el señor de hoy que vestía de negro, tuvo vestimenta de colorines a los veinte años.

A algunos críticos que repararon en los poemas juveniles de Borges, les debió parecer que los versos acusaban una enorme puerilidad. Que hubiese sido mejor no reflotarlos. Otros, muy pocos, en cambio los tomaron de base para un enfoque tanto de la obra como de la personalidad del autor. Uno de ellos fue el chileno Volodia Teiltelboim, en cuya biografía borgeana titulada: “Los dos Borges” [nota]2[/nota], utiliza esos versos primerizos. El político e intelectual chileno pretende hallar el momento o las razones por las que Borges cambia de atento y emocionado con la revolución rusa a severo caballero de la burguesía argentina. Eso al margen de que como todos Teiltelboim le rinde pleitesía a su obra tanto poética como narrativa.

Son los versos del poema “Rusia” los que más llaman la atención al escritor chileno, y por supuesto se fija en el gran contraste que hay entre esos versos:”La trinchera avanzada es en la estepa un barco al abordaje /  con gallardetes de hurras / mediodías estallan en los ojos / Bajo estandartes de silencio pasan las muchedumbres” y los impolutos, libres de tono político pero casi siempre magníficos, que vinieron años después. El poema mencionado no es un simple conjunto de metáforas y epítetos del acervo ultraísta,  hay referencias muy claras  a la revolución, como: “y el sol crucificado en los ponientes  se pluraliza en la vocinglería / de las torres del Kremlin”. Está muy nítido el encanto  que en el joven argentino, que estudia en un colegio calvinista de Ginebra, le producen las noticias que llegan de Moscú.

Sin duda alguna la oposición muy firme mostrada inicialmente por Borges  para que no se vuelvan a conocer sus versos escritos entre Ginebra, Palma de Mallorca y Madrid, tenía su base en esa efervescencia izquierdista que mostraba en varios poemas. En un tono mucho menor, también el gran maestro porteño, pretendía ocultar otros poemas  exentos de matices ideológicos pero recubiertos de los excesos del ultra que él se encargó de transportar de  España a la Argentina en 1921 y que practicó con los jóvenes poetas que lo rodearon hasta poco antes de la aparición de Fervor de Buenos Aires, libro en el que  la influencia de los ismos europeos  aun se mantiene aunque de forma muy moderada. Hay poemas como “La noche de San Juan” o “Arrabal” (dedicado a su cuñado  Guillermo de Torre) que contienen versos que parecen escritos en 1920. Los versos iniciales de cada uno de esos dos poemas son demostrativos  de la herencia ultraísta tan recargada de metáforas.



“El arrabal es el reflejo de nuestro tedio.
Mis pasos claudicaron
cuando iban a pisar el horizonte y
quedé entre las casas,
cuadriculadas en manzanas”
(“Arrabal”)



“ El poniente implacable de esplendores
quebró a filo de espada las distancias.
Suave  como un sauzal está la noche.”
(“La noche de San Juan”)



Si un Borges frenético se negó a autorizar la reedición de algunos de sus poemas de juventud, otro Borges pacífico, distante de rencores como casi siempre fue – excepción de su permanente cólera contra Perón, muy justificada -, olvidó la rabieta inicial y sus amenazas de juicio contra quienes osaran  una reedición de sus comprometidos versos, y se ocupó de otros asuntos lejanos de ese libro que le anunciaron.

Resulta sumamente difícil determinar cuántos poemas publicó Borges en aquellos años. Se sabe que el primero que vio la luz fue “Himno del mar”, que posiblemente lo escribiera entre Mallorca y Sevilla, y que apareció en la revista Grecia que tenía su redacción en esa ciudad andaluza, aunque poco tiempo más tarde emigró a Madrid y cambió de ruta. Se despojó de sus tendencias helénicas, como lo señala el nombre, y pasó a integrarse en las filas ultraístas, manteniéndose como director el también poeta del Vando Villar. Borges no sólo publicó en esa revista, su colaboración fue solicitada por varias publicaciones de aquellos tiempos, y su nombre alcanzó repercusión  en los ambientes literarios de la época. Pero ya entonces hubo dispersión  en su obra. Poemas publicados en Madrid, Oviedo, Málaga, Sevilla y otras ciudades hispanas. La contabilización de su obra juvenil resulta prácticamente imposible.

Se suma a esa dificultad para cuantificar la poesía borgeana, el hecho de que ya con un libro  en condiciones de ser llevado a la imprenta madrileña, el autor retrocedió y optó por eliminar su propio trabajo. Nunca se pudo saber qué poemas contenía ese libro que quedó no sólo inédito si no desconocido para siempre. Se ha intentado reconstruir lo que se supone fue “Ritmos rojos”, pero no hay seguridad de acierto. Lo más apropiado resultó reunir poemas de la juventud borgeana que se habían publicado en revistas de diferentes ciudades y dar con ello la visión de los inicios de un gran poeta. En Francia el profesor  Jean Pierre Bernés reunió 23 de esos poemas dispersos y los publicó traducidos a su idioma en libro que señalaba que eran poemas aparecidos en España entre 1919 y 1922. [nota]3[/nota]

Las intenciones de Jorge Luís de procurar que no se conociera su pasado no sólo se circunscribían a los poemas de 1920.  Y por supuesto a que se levantara un telón que permitiera ver cómo había sido ese maestro a los veinte años. También abarcaba otros momentos juveniles, pero ya no en Mallorca o en Ginebra, sino en plena capital argentina. y ya en vísperas de que apareciera su primer gran libro de poemas, Fervor de Buenos Aires. En 1923 se produjo un enfrentamiento entre dos grupos de jóvenes escritores. El Florida en el cuál uno de sus miembros era Borges, y el Boedo. Solamente considerando que los nombres pertenecían a barrios o zonas de la ciudad, se puede deducir diferencia social. Y si se conocen los pensamientos de los integrantes de un grupo y otro, se tendrá claro que las divergencias  surgidas eran de orden ideológico.

Borges y los demás miembros del Florida se enfrascaban exclusivamente en la literatura. Los del grupo Boedo admiraban la revolución bolchevique y el desarrollo que estaba teniendo en ese país. Justamente lo que tanto había atraído al Borges de Ginebra. En su libro “Cronicón de las peñas de Buenos Aires” [nota]4[/nota], el poeta y periodista argentino Antonio Requeni  dice refiriéndose a este hecho: “Mientras los escritores de Florida abogaban por una renovación estética, los de Boedo – admiradores todos de la revolución rusa – propugnaban un cambio social.(…)  Leonidas Barletta (…) acierta a sintetizar  las motivaciones de esa suerte de guerrilla literaria afirmando que Florida quería la revolución para el arte y Boedo el arte para la revolución”.

Más adelante Requeni señala que los integrantes de Florida prefieren no recordar aquellas fricciones literario-políticas de 1923. “Algunos sobrevivientes – Borges entre ellos – restan hoy importancia a aquella hostilidad y hasta niegan que haya existido. Eduardo González Lanuza (…) expresa  `que la realidad de esta división es bastante discutible desde cualquier punto de vista Jorge Luís, quiere mantener muy escondido todo lo realizado por él hasta el momento de aparición de Fervor de Buenos Aires. Su decisión que no comunica a nadie pero se deduce por esas negativas citadas, es evidentemente la de conseguir que se conozca su vida literaria sólo a partir de 1923. Todo lo ocurrido antes debe quedar encerrado en una oscura y hermética bohardilla. En ese fragmento de su vida que se empecinó en ocultar quedaba aprisionado su primer gran amor. Que escasamente llegaría a cumplir un año. La novia también argentina respondía al nombre de Concepción Guerrero.

Todo un lustro, por lo menos, era lo que Borges eliminaba de su historia personal. Y lo venía consiguiendo, aunque había rumores, sospechas e insinuaciones de sus agitados días ultraístas, tanto en Madrid como en Mallorca. De su mirada de beneplácito hacia la revolución de 1917. Y de esos amores “clandestinos”, porque procuraba que sus padres no los conocieran. Después de la publicación de “Fervor de Buenos Aires” y un segundo viaje que los Borges hicieron a Europa, siempre debido a la mala vista del padre Jorge Guillermo Borges Haaslam, Jorge Luís que le había dedicado más de un poema a su novia Concepción renunció a ella, más bien la colocó fuera de su memoria. Cuando Jean de Millaret le hace una extensa entrevista que se convierte en un libro [nota]5[/nota], y al referirse a ese temprano idilio que el novio llegó a desear desembocara en matrimonio, como le comunica por carta a su amigo mallorquín Jacobo Sureda. [nota]6[/nota], responde: “No, creo que yo estaba enamorado de una imagen que había creado. Como era una persona  sin gran cultura, no existía la posibilidad de diálogo con ella. Y siempre se necesita un poco de diálogo ¿no es cierto?”.Una respuesta extremadamente fría.

Concepción Guerrero  la novia que deja de interesarle a la vuelta de su segundo viaje a Europa, fue merecedora de varios poemas. El más destacado por que llevaba dedicatoria se titula “Sábados”. Esa dedicatoria original en la que figuraba el nombre completo de la novia se redujo tiempo después a sólo iniciales. Y tras la muerte del poeta desaparecieron esas elementales señas y el poema quedó libre de dedicatoria. En “Sábados” se descubre sin esfuerzo el paso del autor por la etapa ultraísta, y unos versos revelan el enamoramiento de Georgie: “A despecho de tu desamor / tu hermosura  / prodiga su milagro por el tiempo”·. En “Despedida”, también integrado en Fervor de Buenos Aires, la emoción de la despedida descubre el fervor por Concepción.



“Entre mi amor y yo han de levantarse
Trescientas noches como trescientas paredes
Y el mar será una magia entre nosotros”



En esos versos se resume la tristeza del enamorado que parte hacia Ginebra con su familia y debe dejar a la amada. El cambio después de casi un año de ausencia resulta radical. Concepción ha perdido importancia, ha dejado de interesar. ¿Otra novia? No.  Tal vez influencias familiares, o descubrimiento de que en su vida ante todo la literatura es lo principal.

En el caso de los enfrentamientos entre los dos grupos juveniles, Florida, en el centro de Buenos Aires, y Boedo, no muy alejado del Centro pero no es un barrio residencial, el ocultamiento de lo ocurrido, con nombres, hechos, y otras identificaciones, resultaba muy difícil de conseguir. Cómo negar algo que estaba publicado en diarios de la época, que muchos de la misma edad que Borges y los demás poetas conocían muy bien, y que los historiadores de la literatura argentina escribieron procurando no olvidar nada de aquella aventura. Lo que sí quedaba difuso, envuelto en densa capa de olvido, era su etapa ultraísta, aunque algo se venía mencionando pero sin los elementos necesarios que confirmaran los hechos. En su libro Ultraísmo [nota]7[/nota], la profesora mendocina, Gloria Videla ofrece la historia de esa breve etapa en la que reinó una estética influida por los ismos  que empezaban a surgir en Europa. Futurismo, Dadaísmo y los primeros pasos del surrealismo francés.

Sin embargo hay dentro de ese período ultra un episodio menor, con cambio de escenario y de muchos actores. El Ultraísmo había surgido en Madrid de la mano de Cansinos Asséns, rompió límites madrileños y hubo ultraísmo en Asturias, Galicia, Andalucía,  posiblemente uno de esos retazos ultras de provincias ocurrió en Mallorca, y ese es el eslabón juvenil de Borges que quedaba en la penumbra y él, ya entrando a la ancianidad deseaba que nadie lo conociera. Por eso cuando le anuncian que en España se va a publicar un libro que recoja sus poemas juveniles, etapa anterior a “Fervor de Buenos Aires”, sufre un gran disgusto que, afortunadamente para él mismo, desaparece pronto.

Bastantes años después, concretamente en 1980, el diario Ultima Hora [nota]8[/nota] de Palma de Mallorca, invitó a Borges para que recordara sus estancias anteriores en esa isla mediterránea. Jorge Luís llegó en compañía de María Kodama, que en se tiempo era su secretaria. Acompañado de periodistas del mencionado diario recorrió Palma y hasta llegó a Valldemossa, localidad en la que toda la familia Borges pasaba breves temporadas y a donde Jorge Luís iba continuamente  porque ahí vivía su mejor amigo mallorquín, Jacobo Sureda. La visita que duró una semana le permitió a Georgie recorrer los lugares de Palma que había conocido entre 1919 y 1921. Ya no los podía ver, estaba ciego,  pero contaba con las explicaciones de las personas que el diario había designado para que estuvieran continuamente a su lado.

Los acompañantes de Borges, dos damas y un caballero, lo llevaron a los sitios que a él más le habían impresionado en su juventud. El castillo de Bellver, la Catedral a la que le dedicó un hermoso poema, el teatro Principal y algunos otros sitios con magia arquitectónica. Visitados esos lugares decidieron conducirlo hacia una librería de gran exquisitez llamada “Cavall verd”. No era enorme, al contrario muy pequeña, pero estaba dedicada íntegramente a la poesía. Libros de versos de medio mundo y en diferentes lenguas llenaban las estanterías. El dueño, un poeta isleño, Rafel Jaume, lo recibió alborozado.  Consideraba un honor la visita de tan distinguido personaje y para hacer halagüeño el recibimiento le obsequió un ejemplar del libro Poesía juvenil de J.L.Borges, que había sido causa de gran disgusto pasajero en Buenos Aires.

El poeta mallorquín sabedor de que Borges era invidente hizo una breve explicación sobre el obsequio  “Maestro, este libro recoge todos los poemas que usted escribió en su juventud, desde Ginebra a Madrid y de Madrid a Mallorca”. El continente de Jorge Luís cambó radicalmente y dirigiéndose a María Kodama que estaba a su lado le dijo:”Rompa ese libro”, a lo que ella respondió: “Borges, en la portada hay una foto suya muy linda”. Borges no necesitó meditar otra orden. “Conserve la portada y rompa el resto”, insistió muy autoritario. Jaume nervioso y temeroso a la vez, prefirió guardar el libro y esperar que las aguas se remansaran.

María Kodama se encargó de recavar el ejemplar obsequiado por Jaume y guardarlo cuidadosamente en su bolso. Borges tras esa decisión frenética de querer que se rompa el libro, volvió a ser la persona agradable y sencilla de siempre. Las preguntas que circularon en Mallorca al conocerse esta anécdota publicada por el diario que invitaba al poeta, fueron muchas, pero destacaban sólo algunas: ¿por qué Borges se opone a ese libro de palabra y no de hecho? ¿Qué pretende negando su obra juvenil, ocultar que había pertenecido a las filas ultraístas? En realidad en 1980 se conocía muy bien su paso por aquel carnaval poético que no duró más de un lustro y que dejó escasa huella. Eso sí, fue una especie de trampolín para elevar, tiempo después, a muchos de los poetas de ese ismo  bastantes peldaños hacia arriba.

Sin ninguna duda Borges era consciente de que la poesía que había publicado en diarios y revistas españoles de aquellos tiempos, eran muy menores en confrontación con la poesía que practicara tiempo después. El Ultraísmo que él absorbió en Madrid y llevó primero a Mallorca y después a Buenos Aires, donde fundó la revista Proa de bases ultraicas, no era suficiente como para avergonzarlo, había algo más que no gustaba al Maestro. Posiblemente, esos poemas ya comentados en los que manifestaba su  aprobación y hasta entusiasmo por la revolución rusa.

El lustro que Borges se empecinaba en eliminar de su vida, y que va de 1918 a 1923,  terminó por escapar de la negrura de la cárcel a la que había sido sometido, y reunirse con los otros años y conformar con ellos un conjunto que de ninguna manera resta valor a su obra total. El anecdotario de un hombre de su importancia es muy rico y alcanza mayor riqueza con esos agregados de juventud. A los veinte años de edad Borges llamó la atención en Madrid por su impresionante bagaje cultural. Cansinos Asséns que era el líder y guía de  esa juventud madrileña fue quien más alabó la erudición del joven argentino.

No se discute que la obra de Borges, la de verdadera calidad, empieza con Fervor de Buenos Aires y se afianza  con los poemarios que continuaron, Luna de enfrente y Cuaderno San Martín. A esos atisbos poéticos, narrativos y ensayísticos escritos en España y Suiza se les acepta pero como si pertenecieran a otro Borges, a un joven, a un hermano menor, no al que empieza a “construirse” en 1923 y alcanza cumbres pocos años más adelante.



[notar]1[/notar] Poesía juvenil de J.L. Borges. José J. de Olañeta editor, Barcelona 1978. Contiene 18 poemas y estudio previo y explicación de la consecución de esos versos, por Carlos Meneses.

[notar]2[/notar] Volodia Teitelboim: Los dos Borges, Editorial Sudamericana, Santiago de Chile 1996.

[notar]3[/notar] Jean Pierre Bernés: Rythmes rouges, con 23 o mas traducidos del castellano al francés. No se anota procedencia de ninguno de los poemas, y se supone que fueron los que conformaron el libro destruido por el propio Borges. No se señala ni fecha ni ciudad.

[notar]4[/notar] Antonio Requeni: Cronicón de las peñas de Buenos Aires, págs. 83,84. Buenos Aires 1984.

[notar]5[/notar] Jean de Milleret: Entrevistas con Jorge Luís Borges, Monte Ávila Editores, Caracas 1970.

[notar]6[/notar] Jacobo Sureda, escritor, poeta y pintor mallorquín (l900-l935) fue el gran amigo de Borges durante su estancia en Mallorca, y mantuvo correspondencia muy fluida con él hasta aproximadamente 1926.

[notar]7[/notar] Gloria Videla: Ultraísmo. Editorial Gredos, Madrid 1963.

[notar]8[/notar] Ultima Hora diario mallorquín fundado en la última década del siglo XIX. Fuente: Pacarina del Sur - http://www.pacarinadelsur.com/home/huellas-y-voces/51-lo-que-borges-no-queria -

Fuente : Revista Pacarina del Sur  - México
14 de noviembre de 2014


Primera traducción de Jorge Luis Borges al húngaro: el poema “Oroszország” (“Rusia”) publicado en MA (1921)




Emilio Quintana
Instituto Cervantes  -  Estocolmo, Suecia

Esta es la primera vez que se publica la traducción al húngaro que Gáspár Endre hizo en la revista MA. Aktivista Folyóirat de Viena (Ma – 6, évf. 9, sz. 15 sept. 1921, p. 122) del poema de Jorge Luis Borges “Rusia”, publicado un año antes en la revista Grecia (nr. 48, 1 sept. 1920, p. 7)

Hemos tenido acceso al original de MA, con cubierta de Moholy-Nagy en verde y en cuya contraportada se lee: “Jorge-Luis Borges: Vers”.

No sabemos cómo llegó el poema de Borges a Viena -ciudad en la que se habían exilado los vanguardistas húngaros de MA, con Lajos Kassák al frente. Lo más lógico es que lo trajera desde Madrid el polaco Tadeusz Peiper, que por aquellas fechas se encontraba en Viena en contacto con Kassák, Bortnyik y el resto de activistas húngaros en el exilio que publicaban MA.

El motivo de su publicación en MA, sin embargo, es claro, ya que se trataba de una revista de simpatías bolcheviques, y debemos tener en cuenta que Borges llegó a planear por entonces un libro que llevaría por título “Los salmos rojos” o “Los ritmos rojos”, compuesto por una veintena de poemas, en verso libre y en homenaje a la revolución rusa. “Rusia” es un canto bolchevista, internacionalista y muy influido por el expresionismo que encajaba perfectamente en la revista húngara. No analizo la traducción porque no tengo idea de húngaro.

Tanto esta versión en húngaro como la francesa de Jacques Lothaire (1922) -que daremos a conocer en un artículo sobre la vanguardia madrileña y catalana en Bélgica para la revista 1611. Revista de Historia de la Traducción) consta de 12 versos (por tanto, no parece basarse en la publicación en original en prosa sino en la versión autógrafa en verso, comprimiendo los dos versos sangrados en uno).

¿A qué se debe esta coincidencia entre las versiones en verso húngara y francesa, frente a la publicación en prosa de Grecia y el manuscrito original del que se eliminan los sangrados?

Estos son los poemas:

RUSIA – Grecia, Sevilla, III, 48, 1 sept. 1920, p. 7


    La trinchera avanzada es en la estepa un barco al abordaje con gallardetes de hurras: mediodías estallan en los ojos. Bajo estandartes de silencio pasan las muchedumbres y el sol crucificado en los ponientes se pluraliza en la vocinglería de las torres del Kreml (sic). El mar vendrá nadando a esos ejércitos que envolverán sus torsos en todas las praderas del continente. En el cuerno salvaje de un arco iris clamaremos su gesta bayonetas que portan en la punta las mañanas. (ver comentarios)

OROSZORSZÁG – Ma, 6, évf. 9, sz. 15 sept. 1921, p. 122

    Az elöveritt futóárok sivatagban kikötö bárka
    hajrás lobogókkal
    Delek fröccsentenek a szemekbe
    Csendzászlók alatt marsolnak a tömegek
    És a nyugaton keresztrefeszitett nap
    megsokszorozódik a Kreml tornyainak zsibajában
    A tenger usztatja majd elö ezeket a regim enteket
    melyek torzóikat belegöngyölik
    a kontinens összez tereibe
    Egy szivárvány vad kürtjébe harsogjuk tettüket
    bajonettek
    melyek hegyükön a reggeleket hozzák.

    Ford. Gáspár Endre

Fuente :  Revista Hallali