martes, 30 de junio de 2015

LANZAMIENTO EN INTERNET DE LA WDL , LA BIBLIOTECA DIGITAL MUNDIAL, de la UNESCO




Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca.

Jorge Luis Borges

Reúne mapas, textos, fotos, grabaciones y películas de todos los tiempos y explica en siete idiomas las joyas y reliquias culturales de todas las bibliotecas del planeta. Tiene, sobre todo, carácter patrimonial, anticipó ayer a LA NACIÓN Abdelaziz Abid, coordinador del proyecto impulsado por la Unesco y otras 32 instituciones. La BDM no ofrecerá documentos corrientes , sino "con valor de patrimonio, que permitirán apreciar y conocer mejor las culturas del mundo en idiomas diferentes: árabe, chino, inglés, francés, ruso, español y portugués. Pero hay documentos en línea en más de 50 idiomas". "Entre los documentos más antiguos hay algunos códices precolombinos, gracias a la contribución de México, y los primeros mapas de América, dibujados por Diego Gutiérrez para el rey de España en 1562", explicaba Abid. Los tesoros incluyen el Hyakumanto Darani, un documento en japonés publicado en el año 764 y considerado el primer texto impreso de la historia; trabajos de científicos árabes que develan el misterio del álgebra; huesos utilizados como oráculos y estelas chinas; la Biblia de Gutenberg; antiguas fotos latinoamericanas de la Biblioteca Nacional de Brasil. Es fácil de navegar. Cada joya de la cultura universal aparece acompañada de una breve explicación de su contenido y su significado. Los documentos fueron escaneados e incorporados en su idioma original, pero las explicaciones aparecen en siete lenguas, entre ellas, EL ESPAÑOL. La biblioteca comienza con unos 1.200 documentos, pero ha sido pensada para recibir un número ilimitado de textos, grabados, mapas, fotografías e ilustraciones. ¿Cómo se accede al sitio global? Aunque será presentado oficialmente hoy en la sede de la Unesco, en París, la Biblioteca Digital Mundial ya está disponible en Internet, a través del sitio www.wdl.org.

El acceso es gratuito y los usuarios pueden ingresar directamente por la Web, sin necesidad de registrarse. Permite al internauta orientar su búsqueda por épocas, zonas geográficas, tipo de documento e institución. El sistema propone las explicaciones en siete idiomas (árabe, chino, inglés, francés, ruso, español y portugués). Los documentos, por su parte, han sido escaneados en su lengua original. Con un simple clic, se pueden pasar las páginas de un libro, acercar o alejar los textos y moverlos en todos los sentidos. La excelente definición de las imágenes permite una lectura cómoda y minuciosa. Entre las joyas que contiene por el momento la BDM está la Declaración de Independencia de Estados Unidos, así como las Constituciones de numerosos países; un texto japonés del siglo XVI considerado la primera impresión de la historia; el diario de un estudioso veneciano que acompañó a Hernando de Magallanes en su viaje alrededor del mundo; el original de las "Fabulas" de Lafontaine, el primer libro publicado en Filipinas en español y tagalog, la Biblia de Gutemberg, y unas pinturas rupestres africanas que datan de 8000 A .C. Dos regiones del mundo están particularmente bien representadas: América Latina y Medio Oriente. Eso se debe a la activa participación de la Biblioteca Nacional de Brasil, la biblioteca Alejandrina de Egipto y la Universidad Rey Abdulá de Arabia Saudita. La estructura de la BDM fue calcada del proyecto de digitalización de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, que comenzó en 1991 y actualmente contiene 11 millones de documentos en línea. Sus responsables afirman que la BDM está sobre todo destinada a investigadores, maestros y alumnos. Pero la importancia que reviste ese sitio va mucho más allá de la incitación al estudio a las nuevas generaciones que viven en un mundo audiovisual. Este proyecto tampoco es un simple compendio de historia en línea: es la posibilidad de acceder, íntimamente y sin límite de tiempo, al ejemplar invalorable, inabordable, único, que cada cual alguna vez soñó conocer.
 

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miércoles, 24 de junio de 2015

Sin miedo a Borges



 
David Viñas Piquer   

Borges solía decir que no tenía en casa ningún libro de los que escribía porque cuidaba mucho de su biblioteca: «¡Cómo voy a codearme yo con Conrad o con Platón! Sería ridículo». No tenía libros suyos, y de los que habían escrito sobre él decía haber leído tan sólo uno. A su amiga Alicia Jurado, por ejemplo, le dijo: «Mirá, yo te agradezco mucho que hayas escrito este libro sobre mí, pero yo no voy a leerlo porque el tema no me interesa o me interesa demasiado. Estoy harto de Borges». Cuando ella le insistió en que debía leerlo porque no iba a encontrar en él nada desagradable, Borges le contestó: «Bueno, sí. El tema, el tema central me es desagradable».

Sin miedo a Borges propone retroceder hasta una posición previa a cualquier análisis para identificar los distintos aspectos que configuran el universo del escritor argentino y facilitar así la posibilidad de convertirse en el lector cómplice que exige su literatura para poder desplegarse con toda eficacia. Es de suponer que tampoco este volumen habría figurado entre los libros de su biblioteca, pero a lo mejor esta vez convendría resistir la tentación de imitar a Borges.

Sin miedo a Borges
Colección: Elba Minor
ISBN : 978-84-943666-2-8

Fuente : Editorial Elba - España

martes, 23 de junio de 2015

Observatorio Borges





Observatorio Astronómico, dedicado a Jorge Luis Borges, con elementos didácticos del solsticio, equinoccio, días cenitales y calendarios mayas. Ubicado a unos pasos de la pirámide del Pueblito, en Corregidora, Querétaro, México. 
www.observatorioborges.org o www.ruben.mx

Fuente : You Tube

domingo, 21 de junio de 2015

La mística (sufí) en las obras de Jorge Luis Borges




 por Al-Afif, Ahmad Husein Issa Y Ababneh, Mohammad Daher

En las obras de Jorge Luis Borges podemos encontrar varios textos que están impregnados de un fino sentido místico. Algunos de los cuentos borgianos residen en el campo de la mística islámica (el sufismo) como la otra vertiente de la religión musulmana. Un dato que corrobora este interés es la afirmación oral del escritor argentino: “[…] He estado también muy interesado por el sufismo. De modo que todo eso ha influido en mí, pero no sé hasta dónde. He estudiado esas religiones, o esas filosofías orientales como posibilidades para el pensamiento o para la conducta, o las he estudiado desde un punto de vista imaginativo para la literatura […]” (Guibert, 1986: 335).

Borges en otra entrevista con Willis Barnstone, le confesó que había vivido la experiencia mística dos veces en su vida:

En mi vida […] he tenido dos experiencias místicas, y no puedo decirlas porque lo que me sucedió no es para ser puesto en palabras […] fue asombroso, deslumbrante. Me sentí avasallado, atónito. Tuve la sensación de vivir no en el tiempo sino fuera del tiempo […]. Escribí poemas sobre ello, pero son poemas normales y no pueden decir la experiencia. No puedo decírsela a ud., ya que ni siquiera puedo repetírmela a mí mismo, pero tuve esa experiencia, y la tuve dos veces, y acaso me sea otorgado volver a tenerla antes de morir (Barnstone, 1982: 11; López-Baralt y Báez, 1996: 256).

Borges en algunos textos suyos desarrolla la experiencia mística en los personajes de sus cuentos que empiezan su búsqueda febril de la evidencia escondida. Los escritos de Borges se interesan por un proceso de búsqueda que llevan a un descubrimiento que convive con el carácter fantástico de la producción borgiana. En los cuentos de Borges, los personajes abandonan las cosas visibles y palpables en un espacio de búsqueda espiritual. Borges emplea la mística en sus obras como camino de la verdad que siempre exige una búsqueda espiritual permanente. Por esto vemos que en algunos cuentos los personajes experimentan una aventura espiritual para descubrir esta verdad absoluta.

El cuento titulado El acercamiento a Almotásim contiene muchos aspectos del sufismo. El autor nos da a conocer una crítica a modo de reseña de las dos versiones de una novela publicada en Bombay, cuyo autor es Mir Bahadur Alí. El narrador trata primero los personajes así como el aspecto formal de la novela, y después amplifica su análisis de los dos primeros capítulos. En adelante, y mediante una especie de enumeración desordenada, se presentan detalles de los capítulos restantes. Sin embargo, la idea central de la novela se explica en estas palabras: “[…] un hombre, el estudiante incrédulo y fugitivo […] El estudiante resuelve dedicar su vida a encontrarlo” (Borges, Historia de la eternidad: 139-140). Podemos considerar, que la búsqueda mística constituye el eje de este cuento, el narrador mismo interpreta este argumento como una verdadera metáfora de la búsqueda mística: “[…] la insaciable busca de un alma a través de los delicados reflejos que ésta ha dejado en otras: en el principio, el tenue rastro de una sonrisa o de una palabra; en el fin, esplendores diversos y crecientes de la razón, de la imaginación y del bien” (Borges, Historia de la eternidad: 139-140).

Borges, como escritor intelectual, no olvida relacionar su cuento con otra obra que tiene desde su perspectiva algo en común con el cuento. Borges en una nota al pie de página, detalla el contenido de la obra Coloquio de los pájaros, del sufí persa Fârîd ad-Dîn `At:âr, y su vinculación con la novela de Bahadur. Como han señalado tanto Ronald Christ como Arturo Echavarría: “Esta nota al calce ofrece por implicación un dato que la reseña misma oculta: que el propio protagonista de la novela de Bahadur es el misterioso Almotásim y que la novela es el recuento de una auto- purificación” (Echavarría, 1983: 194-195; González Pérez, 1995: 216).

La comparación de la historia de `Attâr con la de Bahadur Ali es evidentemente justificable pues Borges resume el poema del sufí persa en una nota al pie:

El remoto rey de los pájaros, el Simurg, deja caer en el centro de la China una pluma espléndida; los pájaros resuelven buscarlo, hartos de su antigua anarquía. Saben que el nombre de su rey quiere decir treinta pájaros; saben que su alcázar está en el Kaf, la montaña circular que rodea la tierra. Acometen la casi infinita aventura; superan siete valles, o mares; el nombre del penúltimo es Vértigo; el último se llama Aniquilación. Muchos peregrinos desertan; otros perecen. Treinta, purificados por los trabajos, pisan la montaña del Simurg. Lo contemplan al fin: perciben que ellos son el Simurg y que el Simurg es cada uno de ellos y todos (Borges, Historia de la eternidad: 144).

Maria Kodama nos justifica la fascinación de Borges por los sufíes como `Attar, diciendo:
Es natural que Borges se sintiera atraído por los sufíes, ya que el sufismo produjo hombres que fueron no sólo grandes místicos sino también poetas. Persia es, quizá, el país que contó con más poetas místicos, inspirados por una profunda experiencia espiritual. Los cristianos tienen a san Juan de la Cruz, un poeta místico de la misma jerarquía que Attar (Kodama de Borges, 1996: 79).

En El acercamiento a Almotásim, el estudiante emprende un viaje simbólicamente circular en busca de Almótasim, que representa la verdad absoluta y termina reencontrándose a sí mismo, o sea, reconociendo que el universo es una proyección del alma humana. En relación con el secreto de dicha circularidad, Borges advierte en una ocasión: “Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios” (Borges, Ficciones: 90).

Tanto el cuento del autor indio, como el poema del sufí persa, tratan de la identificación que se alcanza a través del descubrimiento profundo del ser, y su fusión en la esencia divina. Borges resume que la experiencia mística es una prueba experimental de Dios. Este tipo de obsesión de pasar una experiencia mística para descubrir la clave de un misterio, se ve repetido en varios textos borgianos, donde los protagonistas hacen un auto-descubrimiento y se alimentan de la tradición mística. Observamos que algunas alusiones del autor en el cuento El acercamiento a Almótasim hacen que tanto este texto como la novela objeto de comentario, se valgan de la experiencia mística para realizarse. El autor lo expresa de varias maneras: “Esencialmente ambos escritores concuerdan: los dos indican el mecanismo policial de la obra, y su undercurrent místico […] Almótasim es emblema de Dios y los puntuales itinerarios del héroe son de algún modo los progresos del alma en el ascenso místico” (Borges, Historia de la eternidad: 135, 142).

El cuento trata de un viaje ilusorio en busca de la verdad revelada en la figura de Almótasim, el cual no es más que Dios desde la óptica del sufismo. Mediante el manejo de este sistema, Borges nos sitúa frente a la práctica de la mística que es considerada como parte integrante de la religión, y que la podemos encontrar también en la historia del Islam. Gracias a este ejercicio, se produce un contacto con el Uno Absoluto en estados obtenidos por un tipo de comunicación peculiar. A la luz de lo expuesto, se nota que en el cuento de Borges, dentro del yo del personaje opera la indivisa divinidad. Borges resuelve pensar en el universo estimando las ideas místicas y religiosas por su valor estético y, por lo que encierran de singular y maravilloso. A pesar de todo, el escritor argentino no se propone exponer teorías ni sistematizar sus tesis, sino que pone a prueba artística, el conjunto de postulados de la visión mística que ha tratado de penetrar sutilmente.

Borges emplea diferentes métodos y vínculos de la absorción mística, que se ejercitan para buscar la verdad única. A diferencia del Almótasim, en el relato El Zahir, cuyo personaje principal es el narrador protagonista, el descubrimiento de un extenso mundo de símbolos ocultos se reduce a un objeto: la moneda denominada El Zahir. Se trata de una moneda inolvidable, porque siguiendo el proceso de la trama, al narrador se le ha muerto la mujer que ama antes de ver aquella moneda. Por eso, semejante circunstancia puede justificar la impresión de locura que concibe el narrador y su credibilidad de que la moneda es inolvidable. El narrador tras tomar un vaso de caña y pagarlo, descubre entre las monedas de la vuelta, el Zahir. Es en realidad, una experiencia mística y un estado de revelación por los que pasa el hombre. Aquí también se vuelve a recalcar el carácter de circularidad que se traduce en la reacción del personaje: “Vi una sufrida verja de fierro; detrás vi las baldosas negras y blancas del atrio de la Concepción. Había errado en círculo; ahora estaba a una cuadra del almacén donde me dieron el Zahir” (Borges, El Aleph: 123).

La palabra que utiliza el escritor argentino para esta moneda, proviene de la cultura arabo-islámica, y sobre el origen de esta palabra Borges anota en su cuento: “La creencia en el Zahir es islámica y data, al parecer, del siglo XVIII […] Zahir, en árabe, quiere decir notorio, visible; en tal sentido, es uno de los noventa y nueve nombres de Dios; la plebe, en tierras musulmanas, lo dice de los seres o cosas que tienen la terrible virtud de ser inolvidables y cuya imagen acaba por enloquecer a la gente” (Borges, El Aleph: 123).

Igual que en El acercamiento a Almótasim, este cuento tiene el mismo ideal y una misma meta que hacen que el conocimiento sea verdadero. La moneda del Zahir es la otra versión del ser contemplativo que se somete a una metamorfosis espiritual que lo iguala con el mundo. En la misma línea, Borges y citando a los cabalistas que practican un tipo peculiar de adivinación, reafirma: “Los cabalistas entendieron que el hombre es un microcosmos, un simbólico espejo del universo; todo según Tennyson, lo sería. Todo, hasta el intolerable Zahir” (Borges, El Aleph: 130).

El mismo Borges afirma la naturaleza mística de la temática que se desarrolla en su cuento al concluirlo recordando a los místicos musulmanes (los sufíes): “[…] Para perderse en Dios, los sufíes repiten su propio nombre a los noventa y nueve nombres divinos hasta que éstos ya nada quieren decir. Yo anhelo recorrer esa senda. Quizá yo acabe por gastar el Zahir a fuerza de pensarlo y de repensarlo; quizá detrás de la moneda esté Dios” (Borges, El Aleph: 132).

Zahir es un objeto inmortal y enloquecedor que resume y anula la multiplicidad de las apariencias, y ofrece la posibilidad de acceder a los secretos del universo. Refiriéndose a su cuento Zahir Borges dice lo siguiente:

‘El Zahir’ versa sobre… una inolvidable moneda de 20 céntimos. Escribí ese cuento partiendo de la palabra ‘inolvidable’ simplemente, porque leí en alguna parte: ‘ ¡deberías oír cantar a Fulano de tal, es algo inolvidable! y entonces pensé ¿qué ocurriría si existiese algo realmente inolvidable? porque a mí me interesan mucho las palabras, como muy bien puede haberse dado cuenta (Borges el palabrista: 97).

La declaración que hace Borges al final de esta cita, demuestra el excesivo interés del argentino por las palabras. Juan Manuel Velasco Rami subraya este punto cuando testimonia: “Borges quería creer en otra vida con libros, después de la muerte. No creía, desde luego, en una existencia sin ellos, en un mundo sin palabras escritas, sin negro sobre blanco” (Velasco Rami, 1986: 9).

Borges crea una relación profunda con las letras y los libros, y piensa que cualquier objeto adquiere su forma a partir de su nombre, como el caso del Zahir. Por ejemplo, en la palabra rosa se da el sentido de rosa. Esta sensación particular sigue siendo existente aun después de que Borges perdiera el sentido de la vista. Pues, en la oscuridad total, imagina el mundo como un libro edificado por letras indescifrables, y a partir de ahí, interviene el sueño como mejor medio para percibir un desfile de imágenes. En relación a esto, Borges prosigue el mismo camino trazado por los sufíes quienes se interesan en mayor parte por las letras del alfabeto árabe que se dan en algunos primeros versículos del Corán; además de los nombres de Dios.

Luce López-Baralt anota que antes de acercarse a la contemplación de la otra cara de su moneda simbólica, el Borges ficcionalizado del Zahir nos anuncia que, como los sufíes, para prepararse al desasosegante encuentro con el Todo, quiere repetir el mantra, su propio nombre o los noventa y nueve nombres de Dios. Y entonces es cuando estamos preparados para comprender por qué Borges nunca pudo asegurar al lector, que lo que subyacía en El Zahir fuese realmente “Dios”, es decir, la palabra “Dios”. El Zahir es el símbolo místico más respetuoso de todos los que haya podido acuñar Borges (López-Baralt, 1999: 63-64).

El Aleph es otro cuento borgiano, que se basa en la contemplación y la meditación filosófica. La primera pista que relaciona este cuento con la cultura arabo-islámica, es su título: la primera letra del alifato (alfabeto) árabe.

Este cuento está basado, como en el caso de Zahir en la muerte de una mujer. En El Aleph, tras diez años de la muerte de Beatriz Viterbo, se produce la aparición del Aleph, ya que el hermano de Beatriz, Carlos Argentino, descubre en el sótano de su casa una extraordinaria esfera que contiene el universo. “[…] vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo” (Borges, El Aleph: 194).

Borges en este Aleph ve un universo infinito siguiendo el mismo sistema elaborado por el practicante sufí, quien revela un punto que contiene esa variedad infinita. Para ello, el mundo pierde su principio y fin, y se convierte en un volumen esférico en donde los hombres son escritos. Por consiguiente, ya no será el mundo sino el milagroso Aleph. Este prodigioso modelo del cosmos, contiene toda la gama de escuelas filosóficas como el idealismo, el misticismo, etc. En su intento de interpretar el incógnito Aleph, José Miguel Oviedo apunta:

El asunto examinado en El Aleph es básicamente el mismo que el de Funes el memorioso, con la variante en este caso de que el infinito no es una facultad mental de proporciones sobrehumanas, sino un objeto, una manifestación concreta y localizable de la totalidad del mundo real […] El gran proyecto literario de Daneri (protagonista de El Aleph) es insensato: quiere escribir un inmenso poema narrativo que no sólo sea una copia exacta del universo entero, sino que absorba toda la literatura anterior a él […] el Aleph es una visión mística a la vez que infernal, etc. (Oviedo, 2001: 34-35).

Por su parte, Borges evoca esta misma alucinación mística en su cuento informando: “¿Cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? los místicos, en análogo trance, prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros” (Borges, El Aleph: 191).

Los tres cuentos anteriores de Borges, prueban sin duda cómo éste intenta trascender la imagen del mundo y del ser humano. Así, rememora varias escuelas del pensamiento universal entre las que cabe el conocimiento sufí de los musulmanes, mediante el cual Borges revela estéticamente este estado de la persona que se dedica a un tipo de contemplación para unirse inefablemente a la divinidad y al universo. De esta manera, en Borges cualquier atributo divino como el conocimiento y la inmortalidad, se relacionan inmediatamente con la disolución de la personalidad. Dicha potencialidad quita al personaje su ser, y deja de ser un ente determinado para convertirse en arquetipo que se iguala al universo. Podemos concluir que los personajes de los cuentos de Borges, tienen el mismo objetivo de los místicos: el conocimiento exacto de Dios y de la realidad absoluta. En los cuentos de Borges Dios está sustituido por símbolos como Almótasim, El Zahir o El Aleph.

Fuente: http://www.escritorasyescrituras.com/revista.php/9/70

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

BARNSTONE, W., “The secret island”, en Borges at Eighty, conversations with Jorge Luis Borges, Bloomington, Indiana University Press, 1982.
BORGES, J. L., “El acercamiento a Almotásim”, en Historia de la eternidad.
BORGES, J. L., “La biblioteca de Babel”, en Ficciones.
BORGES, J. L., “El Zahir”, en El Aleph.
ECHAVARRÍA, A., Lengua y literatura de Borges, Barcelona, Ariel, 1983.
GÓNZÁLEZ PÉREZ, A., “Borges y las fronteras del cuento”, en El cuento hispanoamericano, (E. Pupo Walter, coord.), Madrid, Castalia, 1995.
GUIBERT, R. , “Borges habla de Borges”, en Jorge Luis Borges (ed. Jaime Alazraki), Madrid, Taurus, 1986.
KODAMA DE BORGES, M., “Jorge Luis Borges y la experiencia mística”, en El sol a medianoche: la experiencia mística: tradición y modernidad, Madrid, Trotta, 1996.
LÓPEZ-BARALT, L., “Borges o la mística del silencio: lo que había del otro lado del Zahir”, en Jorge Luis Borges: Pensamiento y saber en el siglo XX, (ed. Alfonso de Toro y Fernando de Toro), Frankfurt am Main, Vervuert, 1999.
LÓPEZ-BARALT, L. y BÁEZ, E. R., “¿Vivió Jorge Luis Borges la experiencia mística del Aleph?”, en El sol a medianoche: la experiencia mística: tradición y modernidad, Madrid, Trotta, 1996.
OVIEDO, J. M., Historia de la literatura hispanoamericana. 4. De Borges al presente, Madrid, Alianza, 2001
VELASCO RAMI, J. M., “Borges”, en Borges, Madrid, Biblioteca Nacional, 1986.

Fuente : Revista Cultural Biblioteca Islámica

Zahir: el deseo que eclipsa al mundo




por Belén Gache

Atrapados por el zahir

En el cuento “El Zahir”, un Jorge Luis Borges narrador encuentra por azar una moneda de 20 céntimos, moneda común en la Argentina de los años 30, momento en que transcurre la historia. A simple vista, se trata de una moneda más, igual a todas las de su clase. Pero en realidad es una pieza especial: se trata de un “un zahir”. El encuentro con este objeto cambiará la vida del personaje ya que comienza a obsesionarse cada vez más con él, al punto de no poder pensar en ninguna otra cosa. Consciente de su obsesión, busca desprenderse de la moneda y lo consigue. Pero esto no ayuda a su estado. Puesto a investigar, encuentra un libro -las Urkunden zur Geschichte der Zahirsage (Documentos y leyendas sobre la historia del Zahir), de Julius

Barlach *-, que parece explicar su progresiva enajenación. El texto habla de los “zahires”,  concepto tomado del folklore islámico del sXVII. Se trata de objetos que atrapan a quien los contempla hasta el punto de borrar de su mente todo cuanto no sea ellos mismos. Este concepto, que en el islam remite al aspecto exterior, exotérico de lo religioso, en oposición a batin (su aspecto interior, esotérico), es recreado por Borges en su cuento en la forma de una moneda que genera una suerte dependencia, obsesión que arrastra a la persona lejos de todo lo demás que le rodea y consume sus pensamientos.

Monedas famosas

La idea de esta moneda, que es un zahir, le hace reflexionar a Borges sobre otras monedas famosas. El texto cita un conjunto de estas, cada una de las cuales ha sido especial a su manera:

     “Pensé que no hay moneda que no sea símbolo de las monedas que sin fin resplandecen en la historia y la fábula. Pensé en el óbolo de Caronte; en el óbolo que pidió Belisario; en los treinta dineros de Judas; en las dracmas de la cortesana Laís; en la antigua moneda que ofreció uno de los durmientes de Éfeso; en las claras monedas del hechicero de las 1001 Noches, que después eran círculos de papel; en el denario inagotable de Isaac Laquedem; en las sesenta mil piezas de plata, una por cada verso de una epopeya, que Firdusi devolvió a un rey porque no eran de oro; en la onza de oro que hizo clavar Ahab en el mástil; en el florín irreversible de Leopold Bloom; en el luis cuya efigie delató, cerca de Varennes, al fugitivo Luis XVI. Como en un sueño, el pensamiento de que toda moneda permite esas ilustres connotaciones me pareció de vasta, aunque inexplicable, importancia. ”

Detengámonos aquí en algunas de ellas. El óbolo de Caronte remite a las monedas que eran colocadas bajo la lengua de los difuntos en la Antigua Grecia y que les permitía pagar por sus servicios al barquero Caronte en su cruce por el rio Aqueronte. El óbolo de Belisario, por su parte, remite a la moneda que por piedad se entregaba a este general cuya trágica vida que había sido traicionado, hecho prisionero injustamente e incluso había sido cegado por orden de Justiniano. Las 60.000 piezas de plata de Firdusi estaban destinadas a pagar los 60.000 versos escritos por el poeta en su famosa epopeya, pero a la vez connotaban el desprecio del sultán por no sentirse identificado en el texto y la humillación y ofensa del bardo al encontrar que estas monedas no eran de oro, tal como se le había prometido. El florín de Leopold Bloom representa un objeto entre muchos, una moneda entre muchas, que ha sido singularizada, ha sido marcada como especial y ha sido puesta a circular esperándose su vuelta aunque, perdida en el océano de sus iguales, nunca ha retornado. En cuanto al luis de oro, la moneda con el retrato del rey mediante la cual Jean-Baptiste Drouet reconoció a Luis XVI cuando este y su familia pretendían huir de París, representa tanto la vanidad del rey como su perdición.

El doblón de Ahab merece un especial comentario. Había sido clavado en el mástil del Pequod por el capitán Ahab, quien lo había prometido como recompensa al primer miembro de su tripulación que avistara a la ballena Moby Dick. Este era examinado por los diferentes miembros de la tripulación, cada uno de los cuales le proporcionaba un significado distinto. El doblón repite, en el deseo de los tripulantes, la obsesión de Ahab por capturar a la ballena. Así, Melville basa su novela en un  entramado de ambiciones, anhelos, esperanzas.

Como vemos, cada una de estas monedas vehiculiza una determinada historia. Unas son resguardo en la ultratumba, otras intentan mitigar desgracias, otras son degradantes, otras traicioneras, otras utópicas. A cada una se le asigna un determinado rol, un determinado significado en el deseo de los protagonistas de cada relato. Sin embargo, todas ellas son iguales entre sí, pedazos de metal indistinguibles unos de otros, idénticos a los de las otras historias, meros instrumentos sin cualidades propias, desprovistos de valor subjetivo, intercambiables.

Ecuaciones semánticas: dinero=otra cosa; dinero=todo; dinero=nada; dinero=dios; dios=nada

    “Insomne, poseído, casi feliz, pensé que nada hay menos material que el dinero, ya que cualquier moneda es, en rigor, un repertorio de futuros posibles. El dinero es abstracto, repetí, es tiempo futuro.”

En el cuento, Borges hace hincapié en la cualidad proteica del dinero. Una moneda en sí misma no es nada, es pura potencialidad, es signo vacío esperando ser cambiado por otra cosa y luego por otra y por otra. Es precisamente esta cualidad de signo abstracto lo que fascina en el dinero, no su materialidad ni la percepción de su relación con la fuerza o el poder. Jean Baudrillard sostenía en su Crítica de la economía política del signo, la manera en que el dinero funciona como una especie de varita mágica que simboliza la libertad dada por la completa potencialidad de lo que aun no es nada pero puede llegar a convertirse en cualquier cosa que se desee en cualquier momento.

El relato da cuenta de las transformaciones que ha sufrido el zahir, evidenciando un paralelismo entre las características metamórficas del dinero y las de este particular objeto de deseo:

    “En Guzerat, a fines del siglo XVIII, un tigre fue Zahir; en Java, un ciego de la mezquita de Surakarta, a quien lapidaron los fieles; en Persia, un astrolabio que Nadir Shah hizo arrojar al fondo del mar; en las prisiones de Mahdí, hacia 1892, una pequeña brújula que Rudolf Carl von Slatin tocó, envuelta en un jirón de turbante; en la aljarra de Córdoba, según Zotenberg, una veta en el mármol de uno de los mil doscientos pilares; en la judería de Tetuán, el fondo de un pozo.”

En el libro Capitalismo y esquizofrenia, Gilles Deleuze y Felix Guattari analizan al dinero en tanto flujo desterritorializado y no codificado. “El dinero representa una cantidad abstracta independiente de cualquier naturaleza cualitativa”, dirán. Al momento en que transcurre la historia, el zahir es una moneda de veinte céntimos igual a todas las monedas de su clase, múltiple, intercambiable, indiferente, neutra, meramente utilitaria. Pero esta moneda, se ha convertido en un objeto singular. Una singularidad tan acentuada que llevará a su poseedor a la obsesión y a la locura.

Borges señala en este relato lo excepcional dentro de lo nimio, lo distinto dentro de lo igual, lo particular dentro de lo trivial y en esto su cuento se convierte en la metáfora misma del enamoramiento.

Como protagonista del cuento, encuentra su zahir inmediatamente después de haber muerto Teodelina, la mujer de la cual estaba enamorado y que, de hecho, no le correspondía. Ella era su amor imposible. Teodelina, a su vez, es presentada como una persona que vivía obsesionada por estar constantemente a la moda, lo cual le resultaba angustiosamente imposible ya que la moda, por definición, es lo constantemente cambiante. Pero hay algo más: el nombre Teodelina significa, en griego, “dios hecho visible” (de Teo= dios y dilos=visible). Así ella es un sinónimo de zahir, concepto que, como vimos, en el islam refiere a aspecto exterior, exotérico de lo religioso. El protagonista simplemente ha cambiado una “visibilidad de dios” por otra. Y es que en el fondo, toda pasión refiere a objetos cambiante, todos ellos, en definitiva, igualmente ilusorios. Arthur Schopenahuer, el filósofo que más ha influenciado a Borges*, señalaba en su tratado Die Welt als Wille und Vorstellung (El mundo como voluntad y representación), que el deseo es, en última instancia, la voluntad de encontrarle un sentido a la existencia cuando la existencia en realidad no tiene ningún sentido. El mismo mundo no es sino deseo constantemente insaciable, constantemente cambiante y, a la vez, constantemente insatisfecho. La frase final del cuento reza: “Quizá detrás de la moneda esté Dios”. El protagonista presiente que la sabiduría consiste precisamente en la conciencia de que el deseo es un mero impulso ciego e inútil.

* se trata de un libro ficcional inventado por el mismo Borges, al igual que su autor, Julius Barlach.

*La fascinación de Borges por Schopenahuer comenzó desde muy joven, al leer en la casa de su padre, en Suiza, durante la Primera Guerra Mundial, los textos del filósofo alemán. Tal como lo confiesa el propio Borges, incluso llegó a aprender alemán a principal fin de leer al filósofo en su idioma originario. En su Ensayo autobiográfico  (Madrid, Emecé, 1999), rinde su homenaje al filósofo: “Si hoy tuviera que elegir un filósofo en particular, lo elegiría a él. Si la adivinanza del mundo pudiese ponerse en palabras, creo que estas palabras serían escritas por Schopenahuer.”

Fuente : Psychoeconomy

sábado, 20 de junio de 2015

Marginalia



Por Hernando Quagliardi

De atrás para adelante. Un día de julio de 1960, ocupado en la preparación de una conferencia sobre Shakespeare que dará en el salón Peuser, Borges busca en un libro de la editorial Penguin, una anotación por él manuscrita en la cara exterior de la contratapa en la que registró los distintos nombres del príncipe Hamlet a través de la historia. Como ya casi no puede ver, le pide a su madre que lea esos antiguos nombres que anotó alrededor de 1939. Su memoria ha retenido vagamente la cita.

La profesora S. O. de M. y V. compra una tarde cualquiera de finales del año 1961 la primera edición del libro "Antología personal" de Jorge Luis Borges editado por Sur. Se aferra al bolígrafo y lo primero que hace es escribir su nombre en la portadilla. Luego subraya dos líneas del prólogo y anota una correspondencia entre paréntesis que remite a la página 85 donde se incluye el texto "Una rosa amarilla". En otro momento regresa al prólogo y escribe, al pie, unas objeciones en lápiz.

A lo largo de un tiempo indeterminado porque es el tiempo de la lectura y del estudio, la buena profesora subrayará con tinta negra y marcará con una cruz en el margen, las treinta y dos veces que Borges escribió el verbo "soñar" en todas sus conjugaciones y los sustantivos "sueño" o "soñador" en el cuento "Las ruinas circulares" que corre por las páginas 70/75 de esa primera edición. También destacará las múltiples erratas deslizadas por los editores.

Borges no puede saber lo que hace su lectora, pero esas erratas han desaparecido en las "Obras Completas". Por ejemplo: el término inequivocadamente que figura en la página 119 y que S.O. de M. y V. resaltó (en tinta verde esta vez) agregando esa cruz que raspa, tilda y comprueba como si de la corrección de un examen se tratara, ha sido reemplazado acertadamente por el término "inequívoco".

Causas remotas. En el mundo medieval monjes ateridos de frío, con hambre y sueño, anotan al margen sus estados de ánimo al momento de la lectura. Cuando esas expresiones aclaran un texto oscuro, los copistas las introducen hasta fundirse en un solo y único escrito o en la forma de escolios.

En 1797 Samuel Colerigde sueña un poema entero de unos trescientos versos sobre un palacio. Se lamenta justamente él que ha escrito sus mejores conferencias en los márgenes de los libros porque alguien lo interrumpe en plena tarea de transcripción. De ese largo poema soñado queda solo un resumen, unos pocos versos que, según se ha dicho, condensan lo mejor de la lengua inglesa.

Un paso necesario. Una tarde de 2011 llego a la librería de anticuario "Ornitorrinco" y paso más de una hora buscando "novedades". Solicito libros que no están a la vista. El librero anota los pedidos y me exhibe unos facsimilares abandonados en la trastienda. El librero ha construido una cabina de madera que parece el puente de mando de un barco. Fuma bastante, ofrece café y se presta para la charla. Entre un tema y otro, comienza a temer que me vaya sin comprarle nada. Durante todo ese rato ha entrado un solo cliente. Se trata de una mujer interesada por la demonología. El hombre le ofrece un tratado sobre El juego del truco y otros juegos tradicionales en Buenos Aires de 1860.

- El demonio puede estar en cualquier parte- le dice.

Sobre el final de nuestra entrevista, accidentalmente como por obra de un descarte involuntario, cae de una pila mal apoyada, el tomito de Borges.

- ¿Cuánto? -pregunto.

El librero pone un precio un 20 por ciento por encima de su valor estimado. Aun así lo llevo sin discutir. Parece que hago mal, pues no soy correspondido con la alegría que esperaba de él.

Notas al margen. Otras lecturas, otras actividades, desplazan ese objeto que reserva rasgos y marcas ajenas entre sus páginas. Sin embargo, simetrías incomprensibles colaboran en esta trama hecha al margen de la realidad: El cuento El testigo, de Sergio Chejfec "donde se consultan guías telefónicas de los años 30 en busca de la dirección en la que pudieron haber vivido Cortázar y otros escritores de la época para enfrentarlas a trayectos invisibles, trazados por las líneas de colectivos de la ciudad contemporánea.

La mención que un amigo hace de una lista de filmes sobre viajes en el tiempo, todos invariablemente, de corte romántico.

Un sitio de obituarios de Internet donde hallo por causalidad la noticia de la muerte de S.O. de M. y V ocurrida el 31 de diciembre de 2009, con una breve esquela que invita a la ceremonia de deposición de cenizas celebrada doce días después en la parroquia del Carmen.

Desenlace previsible. Al número de teléfono que figura en la página final del libro hay que anteponerle el 4. Lo hago. Llamo y nadie responde. Insisto otro día con igual resultado. Finalmente, ayer, logro comunicarme. Me atiende una mujer mayor. Su voz, desconfiada al principio, se allana luego cuando le pregunto, no sin algo de perversa necesidad, por la profesora S. O. de M. y V.

La hermana me cuenta detalles de un final conocido, pero la dejo hablar. No le desmiento las atribuciones que me asigna: un alumno, un escritor.

"Era muy lindo conversar con ella", me dice al pasar. Asiento. No me atrevo a contarle la manera en que su hermana está conmigo. Omitiendo el detalle de esas marcas que vienen del pasado, finalmente puedo balbucear que me ha enseñado muchas cosas. Ahora no más por decirle una: que un texto de Borges puede repetir hasta el cansancio la palabra "sueño" y ser, a la vez, una enorme pieza literaria.

Fuente : Rosario 12


lunes, 15 de junio de 2015

El carnet de biblioteca que Shakespeare le dejó a Borges



 
Por Cristina Perez

"Shakespeare le dejó a Borges su credencial para la biblioteca de Cambridge". Vuelvo a leer el título que imagino para mi historia : "Shakespeare le dejó a Borges su credencial para la biblioteca de Cambridge". Nadie puede desmentirlo. Tengo las pruebas. La teoría de la correspondencia me indica que mi afirmación coincide con la realidad y por lo tanto , técnicamente es verdad. Tomo de nuevo el carnet. ¿Quién es T. W. Shakespeare? Desando en mi memoria los hechos a los que debo este hallazgo. Presiento que alguien más está escribiendo. Entregada a mi rol de personaje pienso en la frase de Dante: 'tú eres mi maestro y eres mi autor'. 'Borgiano, esto es Borgiano', me digo una y otra vez.

Mi visita a Ginebra no había sido planeada. La sola mención de esa ciudad tenía para mí otro nombre: Borges. Era domingo, y junto a mi marido seguimos el mapa de una urbe que por momentos parece fuera del tiempo a pesar de la precisión suiza de sus relojes. El tiempo parecía más banal que nunca ese día. Cuando llegamos a Plain Palais, el Cementerio de los Reyes, nos encontramos con un solar apacible que a la vez no era otra cosa que un laberinto. No había nadie a quien preguntar y la gentileza del sol de otoño no solucionaba la desorientación. Buscamos el número de la tumba pero desistimos: la enigmática relación de esos números con el orden de los sepulcros sólo evidenciaban lo fútiles que eran en ese lugar las disposiciones de esta vida.

Faltaba poco para el cierre y había sólo una tumba con visitas. Supimos extrañamente que era la de Borges y caminamos hacia allí con certeza de marionetas bien guiadas, en medio de reparaciones y barro luego de una tarde de lluvia. No nos habíamos equivocado.

Quienes visitaban a Borges eran una profesora de Literatura y una alumna que estudiaban su obra. La docente estaba encantada de poder escuchar a gente que hablaba como en el país de Borges. Mientras yo intentaba responder sus preguntas, mi marido prestó atención a la tumba contigua.: "Parecen las manos de Rodin", dijo, recordando las emblemáticas esculturas de manos del artista galo. Como por arte escénico alguien contestó en un español claro pero con inconfundibles arrastres del francés: "Son las manos de mi marido".

Allí conocí a Ana Simon, la esposa del celebrado actor franco-suizo Francois Simon sepultado en la tumba contigua a la del escritor argentino. Ella, directora de Cine y poeta no sólo había rodado el film "Ginebra de Borges", sino que había pasado años recolectando casi con beatitud las emotivas cartas, y objetos que la gente le dejaba a Borges "como si fuera un Santo". Esa misma tarde y con interminable generosidad ella nos llevó a conocer los rincones preferidos del hombre que en el atardecer de la vida volvió al lugar donde había sido feliz en su niñez. Con Ana nos hicimos amigas. Ella me regaló sus libros de poemas y yo comencé a mandarle mis piezas poéticas.

A la mañana siguiente volví a la tumba y dejé un mensaje con unos pocos versos, de Borges. Avergonzada me quedé muda en el papel sintiendo que no podía escribirle a Borges algo mejor que sus propias líneas. Pero la historia no había terminado.

Una mañana ya de vuelta en Madrid donde me reponía de unas lesiones en mis hombros, un envío desde Ginebra me hizo depositaria de palabras que no eran mías. Ana me enviaba varios de esos mensajes que los peregrinos de la tumba de Borges dejamos como si fuera un abrazo o un agradecimiento perdurables. El sobre de cartón con indicaciones en francés contenía decenas de esas misivas que por esa forma secreta que tiene el azar para escribir sus libros llegaban a mis manos. Para mi sorpresa, hasta mi propio mensaje, todavía con tierra y un poco maltrecho volvía a mis manos. Yo me preparaba para regresar a Buenos Aires e indudablemente esas esquelas tenían decidido volver conmigo. Al llegar me contacté de forma inmediata con mi colega y amiga de La Nación Susana Reynoso. Me perturbaba que no se contara la historia, porque esas cartas pedían voz y Susana se las dio.

No estaba lejos un capítulo aún más sorprendente que llegaría también por correo y con la aparente sencillez de los hechos sorprendentes, que ocurren como ignorando que son milagros. Otra vez un sobre papel madera con indicaciones en francés. Me alegró pensar que recibía noticias de Ana. Pero había más que eso en el sobre. Algo que no era de papel se deslizó hasta caer al suelo. Un carnet de la Biblioteca de Cambridge y más mensajes a Borges. Entre ellos una carta de desamor rezaba: "No hay nada Borges, absolutamente nada. Sólo el rostro de Adriana, un rostro que se olvidó de mí. Con infinita tristeza. Con infinita veneración...C.E." Había también programas a eventos culturales en Ginebra en los que Ana me escribía sus líneas: 'Un joven le dejó a Borges su identificación de la Universidad' leí. Volví a tomar el carnet de la biblioteca. Miré el rostro del joven que se había desprendido de su carnet. Pensé que Borges se habría emocionado con tal gesto que llegaba de una patria que consideraba propia por su ascendencia y por su amor por la lengua inglesa. Pensé también que quienes dejaban parte de su alma o de sus vidas allí en la tumba no se lo dejaban a un muerto, se lo dejaban a alguien que vive. Sentí esos talismanes como una prueba de la inmortalidad. Pero no hubo demasiado tiempo para la emoción. Seguí revisando con atención: mis ojos pasaron del escudo de la Universidad, a la validez del carnet , a las siglas de la credencial, al código de barras, a la mención del King's College, hasta que al azar volvió a asaltarme cuando leí el nombre de ese rostro: T.W. Shakespeare. Descreída, pensé que sería el título de algún curso pero bajé a la firma: Tom Shakespeare, se leía claramente. Volví a leerlo. Shakespeare le había dejado su credencial de la biblioteca de Cambridge a Borges. A Borges quien se figuraba la felicidad y el paraíso en la forma de una biblioteca. Los genios se encontraban desde sus nombres más allá de la vida. La palabra 'genio' es una de esas palabras para las que no alcanza la definición de los diccionarios. Sólo se completan cuando uno menciona a la persona que con su sólo nombre explica la genialidad.

Ese día decidí buscar a Shakespeare. Su foto me ayudaría a no dar pasos en falso si recurría a Internet. Igualmente decidí ejercitar la duda ante la evidencia con la que contaba. Desde Cambridge Janet Juff, Asistente Senior del Tutor del King´s College me confirmaba que Tom Shakespeare obtuvo su PhD -Doctorado en Filosofía - en el Kings College. Debí contarle mi historia para obtener tal devolución. Al mismo tiempo emprendí la caza virtual. Decidí postergar la lectura del perfil en Wikipedia. Llegué al Centro de Investigación de Política , Etica y Ciencias de la Vida de la Universidad de Newcastle. Voila! En el curriculum del Genetista y Sociólogo estaba la foto del hombre que miraba desde el carnet de la Biblioteca de Cambridge.

Allí supe que Tom William Shakespeare no era sólo un cruzado de los derechos de los discapacitados que completaba un proyecto de investigación sobre Crecimiento Restringido, sino que él lo padecía. Volví a Wikipedia, donde también se mencionaba su caso y que además había heredado esa enfermedad de su padre, Sir William Shakespeare. En el obituario de Sir William fechado el 30 de Marzo de 1996 en el diario The Independent se lo mencionaba como un médico de renombre que había 'aceptado el desafío de padecer acondroplasia -baja estatura por problemas de crecimiento- y había superado las reservas de sus padres decidiendo estudiar medicina'. También contaban que había elegido especializarse en pediatría porque 'pienso que siendo un doctor pequeño, me hará más aceptable para ansiosos y pequeños niños'. Hijo del Ministro de Guerra Sir Geoffrey Shakespeare , miembro del Partido Liberal y primer barón, William anunció su casamiento en el 400 Aniversario del nacimiento de su homónimo, William Shakespeare, el dramaturgo y su asistente en la boda fue un amigo cercano llamado Bill Macbeth. Sí Macbeth. Para mi asombro se hablaba allí de un lejano parentesco con el Shakespeare de Hamlet que lo había llevado a ser miembro del la Fundación del Teatro Globo y a participar de la ceremonia en que se guardó una cápsula del tiempo en la bóveda del teatro donde el bardo ponía sus obras en escena. ¡Lejano parentesco! La historia me llevaba pero faltaba encontrar a Tom.

Llamé con seguridad a la Universidad de Newcastle pero la respuesta me desilusionó. "Ya no trabaja aquí". Seguí vagabundeando sin destino en internet. Escribir Tom William Shakespeare en el Google devuelve una observación: ¿quiso decir William Shakespeare? . No. Quise decir Tom William Shakespeare. El segundo intento me llevó a Facebook. Yo no tenía perfil en Facebook hasta 5 minutos después. Otra vez la foto del carnet pero a cuerpo entero. En un banco con sonrisa amigable y su baja estatura luciendo anecdótica había dado con Tom William Shakespeare. Decidí escribirle. "Estimado Dr. Shakespeare, Tal vez usted encuentre extraño este mensaje. (...) Si usted visitó la tumba de nuestro querido Borges en Ginebra, estoy segur de que entenderá por qué lo estoy contactando. (...) Prefiero no añadir las razones que me llevan a buscarlo hasta que usted no confirme su identidad en caso de que éste no sea un perfil oficial".

La respuesta no demoró. "Sí visité la tumba de Borges en Ginebra. Fue uno de los primeros lugares que visité allí. Soy un gran admirador de su obra". Con su respuesta no dudé en abrir mis cartas: "Dr. Shakespeare, Verá , esto es muy curioso..." Le conté de Ana Simon, de los mensajes en la tumba y de su carnet de la Biblioteca de Cambridge que yo tenía frente a mí. Le referí que preparaba 3 conferencias sobre poesía en la Feria del Libro y que me había parecido poético relatar a la audiencia que Shakespeare le había dejado su carnet de la Biblioteca de Cambridge a Borges pero que como periodista había sentido la pulsión imparable de buscar a la persona real y que eso me había llevado a buscarlo. "Estaría muy agradecida de saber si usted dejó su carnet allí , por qué lo hizo o si simplemente lo perdió" . Si decidió dejarlo voluntariamente me gustaría saber qué piensa de esta causalidad que yo encuentro definitivamente borgiana. Es que su carnet estaba en Buenos Aires. Esperé casi dos días la respuesta y no ganó mi escepticismo. Tom William Shakespeare no había perdido su carnet allí: "Hubiera querido llevar flores a la tumba pero tenía mis manos vacías. Sentí fuertemente que necesitaba dejarle algo a Borges y todo de lo que disponía en mi billetera era mi viejo carnet de la Bibioteca de Cambridge, una de las más fabulosas del mundo. Sabiendo que Borges era bibliotecario y sabiendo de su admiración y afecto por Shakespeare, sentí apropiado deslizarla en la tierra al lado de la tumba. Me alegra que usted haya sentido esto como un gesto Borgiano. Así percibo yo su esfuerzo de buscarme".

Había encontrado a Shakespeare. Shakespeare había encontrado a Borges. Quise saber más y él respondió.

Me contó que lo había llevado a Ginebra su nuevo trabajo de consultor de la Organización Mundial de la Salud y que allí había entablado un romance con una colega. El primer fin de semana que habían compartido juntos visitaron la tumba de Borges. "Yo estaba muy interesado en la lápida porque en la Universidad de Cambridge había estudiado Anglosajón, lenguas Nórdicas y Celta". Recordé el regocijo de Borges cuando ya gozando de poca visión encontró como uno de los dones de la ceguera el estudio del Anglosajón. Mi intercambio con Tom continuó y pronto supe que hacía meses había quedado parapléjico. Sentí enorme pesadumbre, y así se lo hice saber. Me respondió con un coraje entrenado por la adversidad. Le referí a alguien mi historia en esos días. Pensó que como nuestro Borges, Tom también estaba "limitado por una realidad física". Pensé que a fin de cuenta todos lo estamos.

En un próximo mail Tom me sorprendió enviándome un libro inédito en el que rastrea los legados de su familia, desde los objetos que pasaron de generación en generación hasta los genes mismos y sus misteriosos caminos . No sin ironía frente a su enfermedad, el libro se llama Una Herencia No Pequeña y refiere tanto su pesquisa genética como las implicancias de llamarse Shakespeare en la vida de una persona. "Nada puede llamarse deforme excepto la crueldad. La belleza es la virtud": con esa cita de Noche de Reyes comienza el capítulo II mientras el IV está dedicado a las posibles conexiones genéticas de la familia de Tom con William Shakespeare, el dramaturgo.

En una respuesta que demoró una semana William Hunt Oficial a cargo del Colegio de Armas del Reino Unido en la semana del 11 de mayo de 2009, me confirmó que "los barones Shakespeare descienden de Humphrey Shakespeare quien se casó en 1649 aunque las conexiones con la familia del dramaturgo se mantienen no probadas". A esta misma conclusión había llegado Tom aunque el rastrillaje genealógico de otro descendiente de un Shakespeare lo llevó a un posible tronco común según el cuál la clave fue "Adam Shakespeare , ancestro de todos nosotros -los Shakespeare - y cuyo origen se remonta a 1389". Si la hipótesis del ancestro común fuera cierta Tom y William Shakespeare serían algo así como primos lejanos. El "alma de una era" como llamó Ben Jonson al gran poeta inglés de todos los tiempos, nació el 23 de Abril de 1564, en el celebrado Siglo XVI.

"Lamento que no se mencione a Borges" en este libro, me advirtió Tom, aunque leyendo sus páginas observé no sin maravillarme que al encontrar finalmente la tumba de sus tíos, John y Hannah Shakespeare camino a Stratford donde nació el bardo, "no por primera vez en mis viajes deseé haber tenido flores para dejar allí". Eso también le había pasado ante la tumba de Jorge Luis Borges.

No sólo el pasado sino también el presente reserva una paradoja para Tom Shakespeare. Padre de, Ivy y Robert, nunca logró que sus hijos aceptaran llevar su apellido. "Yo les pasé mis genes, heredaron mi discapacidad y tal vez ecos de mi personalidad pero yo soy el punto en el que esta línea de Shakespeares termina".

Así, el último de los Shakespeare de una familia del Siglo XVII, fue quien llegó a la tumba de un escritor argentino que vivió más de 350 años después y para quien "Nadie fue tantos hombres como aquél hombre..." refiriéndose a William Shakespeare en la magistral biografía borgiana del bardo llamada Everything and Nothing. El último de un linaje llegó para encontrar a los genios con la credencial de una biblioteca, o del paraíso.

Ahora está escrito. .

Fuente : LaNacion.com

Burgess y Borges en anglosajón




Anthony Burgess narra un encuentro con Borges:

    También fue aquélla la ocasión en que Borges y yo cruzamos unas palabras en anglosajón. Era una fiesta que daba en su honor la embajada argentina, y había demasiados espías alrededor, pendientes de alguna palabra acriminadora que pronunciase el distinguido escéptico. La conversación, de hecho, fue un recital antifónico del himno de Caedmon a la Frumsceaft o Creación, y su tenor fue el siguiente:

    Burgess: Nu we sculan herian heofenrices weard.
    Borges: Metodes mihte and his modgethonc.
    Burgess: Weorc wuldoraeder swa he wundras gehwaes.
    Borges: Ece dryhten ord anstealde.

    No digo que no haya ningún error en el dialecto, pero lo cierto es que dejamos muy mosqueados a los espías. Anótese ello en el haber de la erudición.

La cita viene de las memorias de Burgess, que llevan el título de Ya viviste lo tuyo


Fuente :  Wordpress


Jorge Luis Borges, según Carlos Gaviria




lunes, 1 de junio de 2015

Escribir, según Jorge Luis Borges



 
René Sánchez García

 Cuatro fueron sólo algunas de las pasiones más importantes que en vida desarrolló Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899-Ginebra, 1986), ser: lector, escritor, docente y conferencista sobre temas literarios. La infinidad de sus trabajos escritos (poesía, cuento, relato, ensayo, novela, artículo, etcétera) publicados, los realizó sintiendo una necesidad íntima por hacerlo, nunca por encargo. Sus variados temas que abordó a lo largo de su trayectoria nunca los buscó, dejó siempre que los temas lo buscaran a él, de allí que afirmara que su actitud de escribir fue siempre ilógica y mágica. Sus críticos a su escritura la llamaron fantástica, pues al decir de José Emilio Pacheco, “esa realidad no puede ser entendida ni descrita, sólo imaginada”. Sus teóricos coinciden en señalar que las ficciones de Borges nos hacen intuir la parte oculta de la realidad y nos devuelven la capacidad de ver el mundo como algo inédito. O bien, que la satisfacción que produce leer a Borges no reside tanto en la solución de un enigma como en la dimensión misteriosa que le da a las cosas vulgares.

Muchos de sus trabajos escritos resultan un tanto difíciles de leer y comprender. Los analistas de su obra aseguran que lo anterior se debió a que Borges fue siempre fiel a sus fantasmas (laberintos, brújulas, máscaras, espejos, tiempo, eternidad, vida, muerte, tigres, cuchillos, libros, pero sobre todo, sus sueños y la progresiva ceguera que siempre lo persiguieron). Supersticiones que siempre avergonzaron al escritor, desde su temprana infancia hasta su muerte y que nunca pudo superar, pese a que mediante la lectura y escritura trató de evitarlas. Aunque Borges siempre mencionó que escribió del modo más sencillo posible, lo cierto es que cuando lo hacía, utilizaba casi a menudo dos argumentos: uno falso y otro auténtico, así como personajes imaginarios y reales, lo cual terminaba por confundir. Más aun, porque muchos de sus escritos están llenos, no sólo de dimensiones filosóficas, éticas y religiosas, sino porque al leerlas, encontramos imágenes, metáforas, ironías, sátiras y hasta un fino humor al momento de injuriar tanto al yo como al otro.

Los conocedores de la obra borgeana aseguran que el argentino nunca aprovechó la riqueza de la lengua española, no sólo por la gran influencia que ejercieron en su obra escrita los clásicos griegos y los autores ingleses; sino también porque a los personajes de sus cuentos, novelas y relatos los hacía expresar de una manera oral original, esto es, haciéndolos hablar de acuerdo con su ambiente y cultura, pasada o futura. Borges alguna vez expresó: “Dije que no quería aprovechar ninguna riqueza, soy un hombre moderno y quiero expresarme de un modo lúcido e inteligible. Yo creo que esa idea de escribir con todo el diccionario es un error”. Y todo esto de alguna manera lo reafirma Luis Landero, cuando expresa: “Yo sospecho que Borges sabe tanto de teología, filosofía o lingüística como de pulperías, compadritos, esquinas rosadas, guapos y prostíbulos. Su saber es ante todo poético y se nutre a menudo de vislumbres y pálpitos. De la misma manera que su poesía es una prolongación imaginaria del conocimiento, y gran parte de su obra es el producto de ese coloquio equívoco entre el corazón y el intelecto”.

Para elegir o seleccionar a sus personajes, Borges utilizó por lo regular dos métodos. El principal, los nombres de sus abuelos, bisabuelos y demás; el otro, nombres que por algún motivo le impresionaron. Lo cierto es que sus relatos escritos están llenos de nombres, lugares, fechas, autores, libros, animales, situaciones y acontecimientos extraños, muchos de los cuales son producto de su inventiva e imaginación y lo hizo “para que la gente no descubriera que son más o menos datos autobiográficos”. Este escritor sostuvo que las cosas que se dicen en literatura eran casi siempre las mismas y que lo más importante es la manera nueva de decirlo. Asimismo, que lo fundamental es la carga de pasión del pensamiento que se trasmite a través del lenguaje “y diría, a veces a pesar del lenguaje”. El ideal estético de Borges fue meter el mundo, o al menos un buen pedazo de él, en la secuencia mágica de unas breves palabras, dice Landero. Todo esto con la intención de rebasar las fronteras entre lo real y lo imaginario, convertir el acto de escribir en algo dinámico y sustancia al acto de leer e interpretar, y nombrar el Universo con las palabras.

Quien fuera director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires en 1955, sintió mayor presencia por la poesía y el cuento que por los otros géneros que también desarrolló a lo largo de casi medio siglo. Sobre la poesía mencionó que ésta no tenía nada que ver con la inteligencia o la sabiduría, más bien, tiene su naturaleza propia o algo en sí misma. “En la poesía, el punto de partida tiene que ser la emoción. Ahora —continúa diciendo— que la meta puede ser la belleza u otra, como concentrar hermosas palabras”. Sobre el cuento, nuestro autor dijo que siempre estaba por lo regular escribiendo el mismo cuento, sólo que con tres o cuatro argumentos distintos, a los que sometía a tratamientos distintos, con una inflexión también distinta, “pero sobre todo en otras circunstancias y luego, ya son nuevos”. Nunca se sintió seguro ni de sus poemas ni de sus cuentos publicados, por ello aclaró en alguna ocasión: “A las palabras poeta y escritor no hay que darles adjetivos”.

La pasión por ser escritor, así como los autores que prefirió, los que leyó y los que nunca pudo leer, las transmitió a los jóvenes mediante su labor docente, a quienes recomendó escribir sólo cuando sintieran esa necesidad íntima de hacerlo y sin ese apresuramiento por publicar. Así como nunca descreer de lo que se escribe, pues de esa manera difícilmente se podrá esperar que le crean sus futuros lectores. Nada de lo que escriben los jóvenes es tonto, obvio o común, toda esa escritura inicial donde plasman sus ideas, buenas o malas, sólo deben ser expresadas con sencillez. “No creo que un autor deba meterse con su propia obra. Debe dejar que la obra se escriba”.

Y para quienes sienten esa necesidad de expresarse de forma escrita les recomendaba corregir muchísimas veces los borradores, diez, doce veces. Dejar el manuscrito por un tiempo, al releerlo al cabo de quince días, se encontrarán errores y repeticiones que deben evitarse. Borges expresaba a sus alumnos: “A veces me viene un soneto. Mentalmente lo escribo. Mido. Y se va al papel. Luego a un cajón. Por un mes. Pulo. Hago como Kipling. Corrijo y escribo. Tacho, elimino y reescribo”. Y continúa diciendo: “Creo que lo que escribo actualmente tiene siempre cierto nivel y que no puedo mejorarlo mucho ni tampoco arruinarlo mucho. En consecuencia, lo dejo en paz, me olvido y pienso en lo que estoy haciendo en este momento frente a ustedes”.

Recordemos que por mucho tiempo Borges fue criticado y repudiado en su propia patria, debido a su postura en contra a la forma en que era gobernado su país, asunto que influyó para no alcanzar nunca el Nobel de Literatura. Sobre esto alguna vez comentó: “El escrito debe ser juzgado por el placer que da y por las emociones que produce. En cuanto a las ideas, después de todo no es muy importante si un escritor tiene una u otra opinión política, porque la obra saldrá bien a pesar de ellas”. Para él, no era lo mismo escribir que hablar, pues para escribir tenía más tiempo para reflexionar y corregir; en tanto que al hablar se dejaba llevar sólo por los comentarios que a sus oídos llegaban, sin poder comprobar nada a través de su vista. “No puedo leer ni escribir, qué otra cosa me queda sino vivir soñando, planeando, haciendo borradores mentales”.

El autor de Ficciones, El Aleph, El libro de arena, El informe de Brodie, entre otras obras más, así como también crítico, traductor, editor y hasta guionista cinematográfico, mencionaba muy a menudo, que después de casi medio siglo de vida literaria: “lo único que he logrado es que la gente me reconozca por la calle, o sea, lo que nunca me había propuesto”. Dijo ser el primer asombrado por su renombre literario logrado, reconociendo que los imitadores son siempre superiores a los maestros, pues sus trabajos escritos publicados son mejores, hechos de manera más inteligente y con mayor tranquilidad, por ello, “ahora cuando escribo, trato de no parecerme a Borges, porque hay mucha gente que lo hace mejor que yo”. Algunas veces confesó sus temores de que lo declararan impostor o chapucero, o bien que se dieran cuenta alguna vez que no era escritor. Pero lo cierto es que él no podía vivir sin escribir y “si no escribo siento una especie de remordimiento”.

Termino esta recopilación de comentarios con unas palabras de José Emilio Pacheco acerca de Borges: “…y sin embargo cada lectura es única, hay un Borges distinto para cada persona que lo lee. Si volvemos al libro suyo que leímos ayer, ahora será diferente”. A título personal considero que la clave a lo expresado por José Emilio está en lo que el mismo Borges alguna vez expresó: “Escribir es plagiar, a conciencia o sin proponérselo. La única explicación de este robo interminable, comenzado hace treinta mil años, es inventar autores que no existen y atribuirles lo que no escribieron”.

Fuente : Siempre – Presencia de México

La profecía de Borges y Bioy




Marcelo Simonetti

Lo escribieron a cuatro manos, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Uno, Borges, no podía entender el fervor que el fútbol despertaba en la gente: veintidós hombres corriendo de manera estúpida detrás de un balón. El otro, Bioy, prefería el tenis. Aun así, una noche cualquiera de 1967 se impusieron la tarea de escribir un cuento en el que el fútbol fuera una cuestión capital dentro de la historia. Entonces nació Esse est percipi -en español, Ser es ser percibido-. Ajenos a la pasión futbolera, los dos argentinos concibieron el argumento de un cuento macabro para cualquier hincha: una conversación dejaba al descubierto que el fútbol se había convertido en una representación dramática a cargo de un hombre en una cabina y algunos actores. Todo pasaba por la televisión. De hecho, uno de los personajes del cuento, Tulio Savastano -presidente del club Abasto Junior-, verbaliza la tragedia: “No hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores, ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña? El último partido de fútbol se jugó en esta capital el día 24 de junio del 37”.

Me acordé del cuento de Borges y Bioy cuando los diarios y los portales virtuales informaban de la reelección de Joseph Blatter el viernes último. Los votos le daban un triunfo avasallador: 133 contra 73 cosechados por Al-Hussein. Entre aplausos y abrazos, Blatter recibía el mandato de los presidentes de federaciones de seguir, por un quinto periodo, al mando de la FIFA. Pero tras los últimos acontecimientos, el presidente electo no tenía demasiadas razones para celebrar.

Las investigaciones del FBI no sólo develaron la responsabilidad de importantes colaboradores de Blatter en la comisión de delitos de corrupción, también dejaron entrever que el soborno es una práctica que al interior de la FIFA está establecida como parte del modo de hacer las cosas.

Desde hace años la FIFA nos ha hecho creer que las licitaciones por los derechos televisivos, que las votaciones de sus autoridades, que la elección de las sedes de las diferentes Copas del Mundo son realidad pura. Y sin embargo, vistas las pruebas y evidencias, no han sido más que pantomimas, verdaderas puestas en escena tan artificiales como los decorados de las antiguas películas de Godzilla. Y quién sabe cuántas cosas más tendrán la misma apariencia de verdad que luego de hurgar un poco terminará resquebrajándose.

¿Qué se puede esperar de este quinto mandato de Blatter? ¿Con qué autoridad moral gobernará en circunstancias que el descrédito de su imagen -más allá de los números de la votación- es evidente? ¿Cómo mantener la presunción de inocencia sobre su persona entendiendo que en una organización tan vertical como la FIFA se hace difícil creer que el presidente no supiera o sospechara de los negociados que se fraguaban casi en sus narices?

Pase lo que pase es de esperar que los acontecimientos no se desarrollen tan rápido y que cuando menos la Copa del Mundo de Rusia, en 2018, siga siendo lo que ha sido. De lo que no debiéramos sorprendernos es que Qatar 2022 se juegue sin estadios, dentro de un set de televisión, con un hombre en la cabina relatando partidos ficticios, falsos, que sólo cobrarán vida por el empeño y el oficio de un grupo de actores corriendo tras un balón.

Fuente : La tercera.com