viernes, 29 de marzo de 2013

“Borges privado”: diálogos con María Kodama



Luis Dapelo: ¿Cómo era el Borges privado?

María Kodama: Su vida era muy simple, era como la de cualquiera de nosotros. Se levantaba, escribía, si tenía ganas recibía a los periodistas, a los estudiantes por la mañana y después almorzaba a veces con algunos de ellos. Por las tardes corregíamos los textos que él había comenzado el día antes o esa mañana. Una vida normal: íbamos al cine, salíamos a caminar, comíamos con amigos o solos, dependía de los programas o actividades del día.

LD: ¿Cómo era la personalidad de Borges?

MK: Borges tenía una personalidad fascinante. Era una persona fundamentalmente libre y yo diría que, desde mi punto de vista, la definición que mejor le cabe es la de un ser libre y fuerte como para poder ir en contra de la corriente y sostener, a pesar de la contracorriente, sus ideas, mientras él creía en esas ideas y estaba convencido que eran ciertas y dignas de lucha. Pero, si se daba cuenta que estaba equivocado, no tenía ningún inconveniente en reconocerlo, lo cual es muy difícil de ver en la gente. Lo hacía públicamente y daba la razón al contrincante si la tenía. Entonces yo creo que eso es realmente admirable. Además, era un ser con firmes convicciones en lo que respecta sobre todo su propia vocación. Él siempre supo y tomó como su destino ser un escritor. Lo supo desde muy chico y eso también marca toda una personalidad, una fuerza increíble, dado que su camino no fue tan fácil y, en realidad, el reconocimiento comienza para él recién cuando tiene 60 años…

LD: Cuando recibe el Premio Formentor que da un gran impulso a la difusión de sus obras…
MK: Así es. Entonces todo ese reconocimiento de la intelectualidad que le fue dando hace que él comience a surgir a una edad en que otras personas, habiendo iniciado tan joven como él, ya tienen una carrera consolidada. Él la tenía consolidada por lo que respecta a su trabajo. Pero ese reconocimiento, que empieza a ser mundial y que estalla un lustro después de viajes que comienza a hacer y de las conferencias que va dando, muestran toda la fuerza interior que él tenía. Justamente, esa fuerza la demuestra la obra, es decir, la fuerza o la debilidad de un ser creo que está dada por la obra que deja, por lo que hace, en el terreno que le toque a esa obra, ya sea intelectual o artesanal o en la más aparentemente menos brillante de las cosas. Pero yo creo que eso es lo que uno va dejando y lo que él ha dejado muestra cómo es libre interiormente, a pesar de que, a veces, tenía ese aspecto tan frágil que podía ser mal interpretado. La gente podía llegar a pensar que no tenía carácter, que estaba sometido por su madre y por mí, pero todo eso no es así. Él era un ser totalmente libre y su obra lo demuestra, su obra demuestra esa fuerza interior y esa libertad.
Encuentros, lecciones

Luis Dapelo: ¿Cómo fue su encuentro con Borges?

MK: Bueno digamos que hay tres encuentros: uno auditivo, que fue cuando yo tenía cinco años y una profesora me daba clases de inglés. No sé si aprendí el inglés con ella, pero sí muchas cosas porque era una persona muy fascinante. El método que tenía esa señora consistía en leerme en inglés lo que ella estaba leyendo y luego hacer una traducción comprensible para una criatura de cinco años, y seguir adelante con su texto. Ese era el método y esa señora, cuando yo tenía cinco años, me leyó los dos poemas ingleses de Borges, uno de los cuales, según lo que ella me explicó y lo que podía entender, me impresionó muchísimo. Poco tiempo antes, ella estaba leyendo César y Cleopatra de Shaw y entonces me hacía una descripción adecuada para una criatura de cinco años, de lo que era César, de lo que significaba ser emperador y máxima autoridad para los romanos, de lo que había hecho ese hombre y de su amor por Cleopatra. Todo eso como si fuese un cuento para una niña de 5 años. Luego me leyó esos poemas y, en tres o cuatro versos, vi un ser o algo que era totalmente opuesto a eso que me había descrito como la personalidad de Julio César. Y esa personalidad, que ella me presentó en palabras simples para que yo las pudiera entender, me fascinó. No logro entender por qué. Quizás porque yo era una criatura muy solitaria y quizás sentía como una proximidad de amistad, de empatía por alguien que podía sentir las cosas como yo las sentía en ese momento. Y eso ocurrió cuando tenía cinco años.

LD: ¿Cómo se produjo el segundo encuentro?

MK: El segundo se produjo cuando yo tenía doce años. Como yo quería estudiar literatura y ya escribía, un amigo de mi padre pensó que era muy importante que yo conociera a ese hombre que admiraba, que para él era el máximo escritor. Entonces, por lo menos una vez en la vida, yo tenía que escuchar a ese hombre y verlo. Asistí a una conferencia de la cual no entendí absolutamente nada, por supuesto. Pero si bien no entendí nada, ciertas cosas me llegaban. La palabra, la poesía, la literatura, la filosofía son como la música, es decir, sonidos y en la entonación de la voz de alguien que dicta una conferencia hay, de todos modos, algo que despierta en nosotros determinados sentimientos o emociones. Luego salí de la conferencia, me lo presentó este señor, se acercó, lo saludé, le di la mano y me fui como cualquier otra persona.

LD: ¿Y el tercero?

MK: El tercer encuentro fue un día mientras yo estaba caminando por Florida. Lo vi, me acerqué, como una chica de dieciséis años, un poco atolondrada, que tiene esos recuerdos que en ese momento se hacen más precisos de esa persona, y le dije que lo había escuchado una vez cuando era chica, que me acercaba para saludarlo y ahora era grande. Él, no sé por qué, evidentemente por la voz, se había dado cuenta de que no era tan grande y me dijo que yo debía ser una persona adulta. Le respondí que sí y me dijo: “le hago una propuesta: ¿quiere estudiar anglosajón?” Yo le dije que sí e inmediatamente me di cuenta que no tenía ni la más remota idea de qué era eso. Le contesté que yo no sabía qué era eso, él se rió y me dijo que eso era el inglés antiguo. Le pregunté: “¿Shakespeare?” y él me dijo no, mucho más antiguo. Desde ese momento empezamos a estudiar y nos veíamos en la Fragata cerca de la calle San Martín, en distintos bares que hoy han desaparecido. A veces también en el Saint James que ya no existe. Él llegaba con los libros y con el diccionario -todavía caminaba solo en esa época por la calle- y comenzamos a estudiar el anglosajón. Después la vida fue tejiendo toda una historia. Elegí el irlandés e inició a dictarme algunas cosas. Traía libros para ayudarlo a refrescar datos para preparar las conferencias y, bueno, la vida siguió tejiendo toda esa historia maravillosa. Yo, paralelamente, terminé el secundario, cursé mis estudios en la universidad, tenía mi trabajo y me dividía el tiempo en una vida tan complicada como la que tengo ahora pero muchísimo más feliz por supuesto.

LD: ¿Cuánto duraban esas lecciones?

MK: Ah, eran infinitas porque, por ejemplo, cuando terminaba el colegio y los deberes, nos encontrábamos por ahí a las cinco, a las seis de la tarde, cuando él y yo podíamos. Porque, a veces, yo me escapaba. Bueno podía durar hasta las siete o más tarde, según los compromisos que él tuviera.. No era una cosa fija ni rígida. Por suerte con él nada era fijo ni rígido. Todo se daba, digamos, espontáneamente. Era maravilloso.
Borges, las amistades: Mastronardi, Mujica Láinez, Bioy Casares, Ocampo, Bianco, Sabato, Cortázar, Paz, Girri

LD: Cuénteme de las amistades de Borges.

MK: Bueno, Borges tenía muchísimos amigos y yo conocí a muchos de ellos. Por ejemplo, sentía un profundo afecto y admiración por Carlos Mastronardi, un poeta muy querido por él, muy amigo de él y creía que no había tenido el reconocimiento que merecía tener. Me acuerdo que yo lo acompañé, que él lo sintió mucho cuando falleció y lo velaron en la Sociedad Argentina de Escritores. Era una persona a la que él tenía mucho aprecio. Después en otro tipo de relación de amistad no tan profunda pero que él siempre decía que era muy agradable estaba, por ejemplo, Mujica Láinez. Borges decía de él que era la persona que estaba no solamente en los malos momentos sino que también era el primero en llamarlo y alegrarse por los buenos momentos. Digamos que no se veían nunca salvo en eventos oficiales y, sin embargo, cuando Borges recibía un premio o en cuanto Borges tenía una operación de la vista, me contaba que Mujica Láinez era el primero en llamar. O sea que no siempre se veían pero había un afecto profundo y una preocupación constante por parte de él. Bioy Casares con el que bueno colaboró en las obras y se frecuentaron mucho. Luego con Silvina Ocampo tuvo una amistad muy entrañable y admiraba mucho lo que hacía. Borges decía que Silvina, por ejemplo, era realmente una creadora porque había hecho una pintura y una exploración sobre todo del mundo de la infancia, del mundo perverso de la infancia. Era una persona que vivía fuera de todo lo que significara notoriedad.  Conducía una vida totalmente retirada y Borges la consideraba realmente genial. Después, por ejemplo, Alberto Girri, poeta extraordinario que era muy amigo de él y con el que comíamos muchísimas veces, y con Enrique Pezzoni, docente de la Facultad de Filosofía y Letras, también extraordinario profesor y crítico literario.

LD: Y colaborador de Pepe Bianco en la Revista Sur…

MK: Exactamente. Se daban conversaciones maravillosas porque hablaban de poesía y discutían sobre la poesía con conceptos a veces muy distintos, pero era una relación muy interesante, muy enriquecedora pienso que para ambas partes. Y después, por ejemplo…

LD: ¿Con Sábato?

MK: Con Sábato habían sido amigos pero luego, por cuestiones políticas, se separaron y luego se reencontraron. Yo tengo un muy lindo recuerdo de Sábato: un día, cuando Borges estaba haciendo los análisis y se sabía que estaba enfermo, lo encontré una vez y estaba sentado en la mesa con alguien, se levantó y me preguntó realmente con mucho interés y preocupación por la salud de Borges. Sabato emanaba algo muy lindo, como de preocupación y de aprecio, de afecto. También otra relación, no de amistad profunda pero sì de descubrimiento -eso creo que también es tan valioso como una amistad profunda- fue con Cortázar. Borges fue el primero en publicar la primera obra de Cortázar “Casa tomada”, un cuento. Tengo un recuerdo maravilloso de un encuentro por azar…

LD: Con ese joven lleno de talento como dijo Borges…

MK: Exactamente. Tengo un recuerdo muy lindo: una vez que estábamos en Madrid y Cortázar era un hombre ya consagrado que había venido creo para hacer entrega del Libro de Manuel. Políticamente eran totalmente distintos y yo sabía eso. Estábamos en el Museo del Prado y para mí queda para siempre en mi memoria esa escena como una slide. Porque yo adoro a los dos: a Borges como escritor, dejando de lado mi afecto como ser humano, mi amor por él, y a Cortázar puesto que ambos son igualmente valiosos y despiertan en mí cosas maravillosas. Yo estaba con Borges delante de uno de mis cuadros preferidos de Goya -me gusta la pintura negra de Goya- el “Perro semihundido” y, en ese momento, vi la figura de Cortázar, tan alto que era totalmente imposible no ver. Entonces, a mí se me escapó del alma, ¡ahí está Cortázar! y luego me di cuenta que lo ponía a Borges en un compromiso porque quizá él no quería verlo, no quería saludarlo por esa cuestión política tan fuerte que los dividía. Entonces me dijo: “¿Usted quiere saludarlo?” “Como usted quiera.”, respondí y, mientras estaba diciendo eso, Cortázar lo vio y se puso a caminar hacia nosotros. Cortázar lo abrazó y le dijo: “Maestro nunca voy a olvidar que gracias a usted yo publiqué mi primer cuento”. Fue maravilloso ver a ese hombre, que ya tenía la fama internacional, agradecer como un niño a Borges quien se mostró muy afectuoso también con él. Para mí fue una cosa inolvidable, maravillosa, realmente maravillosa. Son esas cosas que no sé, que a uno le dan deseos de vivir ¿no? Maravilloso.

LD: ¿Cómo fue el encuentro con Octavio Paz? ¿Estuvo presente?

MK: Sí, yo estuve presente. Con Octavio Paz tuvimos varios encuentros en Buenos Aires, en Nueva York, en distintos lugares del mundo y lo maravilloso fueron esas conversaciones que tuvo Borges con Octavio Paz porque, realmente, eran así las conversaciones. Quiero decir dos personajes que tenían el mismo background, la misma preparación y que discutían ideas; no eran preguntas y respuestas, eran discusiones profundas de las ideas. Maravillosos fueron también los encuentros que tuvimos con Marguerite Yourcenar, con la cual mantuvimos una relación mágica, muy especial. Nos veíamos poco, pero hablábamos mucho por teléfono y cuando coincidíamos eran momentos de una riqueza y profundidad increíbles.
Borges y Europa: itinerarios

LD: Borges y Europa. ¿Qué recuerdos tiene de los viajes que realizó con Borges?

MK: Cada país por cierto es una historia diferente, un recuerdo diferente pero, por ejemplo, pienso que, por varios motivos, ciudades muy especiales y mágicas para nosotros eran Venecia, Reykjavik, Londres, que tenía muchas connotaciones para él y París, con la que se reconcilió porque, cuando él era joven, parece que no le gustaba. Luego hicimos muchos viajes a Francia, tenemos allí muchos amigos y, poco a poco, fue reconciliándose, rescatándola, así que la quería y eso es lo importante. Digamos que la relación quedó bien y además Francia fue, como decía, muy generosa con él, lo llenó de honores, de cariño y de reconocimiento. Después, por ejemplo, de España le gustaban sobre todo Granada, Córdoba, Sevilla, Toledo que para él, justamente, representan digamos todo lo que es la amalgama, el crisol de culturas distintas que dan otra historia. Nueva York, Manhattan, era una de sus predilecciones.

LD: ¿Por qué Borges eligió Ginebra?

MK: Para Borges, Ginebra era muchas cosas y es muy curioso porque, por ejemplo, cuando su familia va a Europa, quedan como prisioneros porque estalla la Primera Guerra Mundial. No pueden volver, permanecen allí y él tiene que ir al colegio en Ginebra. Borges no guardó un buen recuerdo porque se sintió, de algún modo, atrapado. Para un chico el aprendizaje fue duro porque llegaba sin saber el francés y tenía que incorporarse a un colegio y hablarlo. Al mismo tiempo representó el descubrimiento del respeto y de la solidaridad. Eso cuando el tiempo decantó la recordaba no con enorme alegría y los años hicieron, a medida que creció, que fuera descubriendo todo lo que ese lugar le había enseñado, le había dado porque me acuerdo, por ejemplo, que el profesor de dibujo le decía –No, no, pero yo no quiero que ustedes hagan esa escalera viendo la escalera, ustedes hagan lo que sienten de esa escalera- Entonces todo un sistema que era diferente, me acuerdo la emoción que él tenía cuando me contaba, por ejemplo, que los chicos eran crueles. Cuando iba al colegio, en Buenos Aires, tenía que pasar por las calles de Palermo que no era el lugar sofisticado que es ahora. Palermo era la “banlieue”, el arrabal, un lugar periférico. Allí vivían los compadritos. Desde muy niño Borges era miope, usaba anteojos y además sus padres lo mandaban al colegio vestido como un chico de Eaton. Sus compañeros, que eran los hijos de los compadritos, se burlaban de él, lo llamaban cuatro ojos, se reían de la forma en que iba vestido y de pronto llega a Ginebra, y se entera, tiempo después, que sus compañeros pidieron al profesor que no le exigiera como a ellos porque ese chico era extranjero y ni siquiera podía reconocer cuando lo llamaban, porque le decían Borgés y él era Borges y no podía acostumbrarse a escuchar la pronunciación deformada del apellido. Todos sus compañeros de clase fueron a pedirle eso al profesor y eso produjo en él gratitud y después, por ejemplo, ver cómo acogían a los refugiados de la Primera Guerra Mundial con hospitalidad y respeto. Entonces todas esas razones hicieron que, con los años, para él, Ginebra fuera el lugar de la razón, que es lo que él más apreciaba.

LD: ¿Fue una reelaboración de Ginebra?

MK: Exactamente, que es lo que decíamos antes, como la vida, como ¡qué suerte que se salvó!, es decir, como cuando un ser es sensible e inteligente, cada suceso que en un momento puede ser negativo, luego con el tiempo va mostrándole las otras facetas que tuvo también pero que uno, por ansiedad, por extrema juventud, por encontrarse en un mal momento o por inexperiencia no lo vio. De hecho, por ejemplo, su último libro, que es en realidad como su testamento, no sólo para sus seguidores sino para todos, para la humanidad, es el homenaje a Ginebra. Los conjurados y los conjurados son precisamente los habitantes de Suiza y que, como él dice, por un acto de razón, teniendo distintos cultos, distintas lenguas, a través de la buena voluntad, de la razón, logran formar un país como Suiza, sin perder sus individualidades, su lengua, sus tradiciones y su religión. Eso es fantástico y el respeto, el pluralismo y la convivencia armoniosa es lo que hacía que él sintiera que eso debía ser el ejemplo para el mundo, que termina diciendo que él sabe que eso no es la realidad, que quizá nunca pueda existir, que se conforma con que eso sea profético, esa comprensión de la humanidad que es tan difícil.
Borges y el Boom

LD: ¿Cómo vivió Borges el Boom?

MK: Borges se extraía del Boom, decía que es una palabra inventada comercialmente y que él no era un escritor del Boom. Él era otra historia y, según su opinión, ese fenómeno no era realmente literario sino que simplemente era una etiqueta que se le había puesto para denominar ese momento. Lo que sì consideraba impotante era el surgimiento de un grupo de escritores que, de algún modo, van a marcar y cambiar cada uno a su modo y cada uno con sus seguidores y de distinta manera -justamente esa es la riqueza- a la literatura sobre todo la de la lengua española.

LD: Justamente una de las virtudes del Boom fue internacionalizar y renovar la literatura latinoamericana.

MK: Exactamente y es muy interesante. Por ejemplo, en España, hay muchos escritores españoles que dicen que Borges cambió la forma de la escritura en lengua española. Por otro lado, es muy interesante observar los grandes movimientos renovadores, por ejemplo, el Modernismo con Rubén Darío que va a transformar todo lo que era una estructura poética determinada e introducir una temática también diferente dentro de esa literatura tan tradicional. Borges lo hace -sobre todo digamos lo que los críticos españoles consideran y ponen más el acento- a través justamente de la prosa y lo interesante de esto es que Borges imprime ese cambio en la prosa porque, de algún modo, a través de ese conocimiento como segunda lengua que tuvo del inglés, hace como una transposición de esa extraordinaria concisión narrativa de la lengua inglesa. Entonces esa concisión del inglés en la prosa de sus grandes escritores, que Borges leyó, internalizó de algún modo desde su infancia, asimiló y transformó, logra ese ascetismo, esa pureza y ese equilibrio. Nada sobra, nada falta, nada se puede quitar tampoco y nada se puede agregar.

LD: ¿Cómo fueron las relaciones de Borges con los escritores del Boom?

MK: Nosotros conocimos a Cabrera Infante en Londres y fue una relación interesante. Ahora bien, hay que tener en cuenta que Borges no era lector de novelas y, en general, en el Boom lo que prima es la novela como género principal. Yo le leía partes de las novelas de Fuentes, de García Márquez, etc.

LD: ¿Hubieron encuentros con los escritores del núcleo principal del Boom?

MK: Yo diría que hubieron varios encuentros porque, cuando le dieron el Doctorado Honoris Causa en Oxford, entramos en contacto con Cabrera Infante y después en otra ocasión siempre en Londres vimos a Carlos Fuentes.

LD: ¿Vargas Llosa?

MK: Sí, estuvimos con Vargas Llosa en Lima, en su casa, nos mostró su biblioteca.

LD: Yo recuerdo un ensayo sobre Borges muy interesante y además emotivo por esa escritura tan cálida que tiene Carlos Fuentes y que está en Geografía de la novela, en el cual habla de la influencia que tuvo Borges en él, de los diversos niveles de lectura, etc.

MK: Carlos Fuentes es un magnífico escritor. Es uno de mis preferidos realmente porque es increíble la descripción, la forma y además es un magnífico lector de sus prosas. Yo lo vi una vez que estaba invitada como jurado en el Premio Juan Rulfo y él dio una charla sobre una de sus obras, no recuerdo exactamente cuál era. Hizo una lectura de una parte de ese relato y me pareció extraordinario. Era como un actor, era increíble realmente y no solamente por el contenido de lo que decía, sino por cómo lo decía…¡que es extremadamente difícil! Yo lo admiro mucho, le tengo mucho aprecio.

LD: Carlos Fuentes es un escritor de una gran versatilidad que puede operar con una total naturalidad y desenvoltura en casi todos los géneros.

MK: Es riquísimo como personalidad sea de escritor y de persona.
Borges y las traducciones

LD: ¿Qué pensaba Borges de sus traducciones? Creo que ese tema lo obsesionó habiendo sido él mismo traductor. ¿De cuáles traducciones Borges se sintió más satisfecho?

MK: En general, Borges no leía las traducciones. Él no tenía sus obras en casa. De tanto en tanto alguien venía y le decía: “¡Mirá esto, han hecho una traducción terrible!” El único ejemplar que yo recuerdo, que fue muy divertido, fue cuando se publicaron por primera vez las obras completas. Se las dedicó a su madre y le dijo: “Madre, acá está este ejemplar de la obra completa, te lo he dedicado, es tuyo pero, si lo veo fuera de tu cuarto, irá a la basura”. La madre tenía celosamente custodiados los libros para que no terminaran en la basura. Él era así,  era realmente modesto. Por otra parte, era sumamente exigente y las personas sumamente exigentes son modestas porque sienten que nunca llegan a la meta y eso las obliga a una revisión permanente.

LD: A una puesta en cuestión siempre de sí mismos. Es una especie de antídoto contra la soberbia.

MK:  Exactamente. Es quizás el mejor antídoto contra la soberbia.

LD: ¿Borges tuvo contacto directo con sus traductores, con los traductores de las principales lenguas o solamente con pocos?

MK: No, con pocos.

LD: ¿Con Norman Thomas di Giovanni, por ejemplo?

MK: Por ejemplo, Borges conoció a Norman Thomas di Giovanni cuando fue a dar un ciclo de conferencias a Harvard. Entonces había un muchacho argentino, extraordinaria persona, cuyo nombre es Jack Murchinson que vivía en Estados Unidos y creo que, en ese momento, estaba haciendo su tesis y Borges le dedica El Etnógrafo. A Borges le encantaba charlar con él porque era un aventurero, pero este muchacho no podía continuar por algunos problemas que hubo y porque estaba haciendo su tesis. Lógicamente la traducción es una tarea muy absorbente. Entonces apareció di Giovanni y quiso hacer la traducción de la obra de Borges. Vino a Buenos Aires y estuvo unos años. Luego hubo un distanciamiento por parte de Borges y di Giovanni vuelve a entrar en escena nuevamente cuando la BBC le hace a Borges ese maravilloso documental.

LD: Lo vi por televisión en Italia. Muy bien hecho.

MK: En efecto, lo encontré muy completo y muy poético. Eso fue cuando hubo la guerra de las Malvinas porque recuerdo que fuimos al Uruguay para filmar puesto que el equipo de filmación no podía entrar a la Argentina. Estábamos en conflicto y ahí di Giovanni vuelve a enlazar con Borges -que además era muy divertido porque había circulado una historia de la muerte de di Giovanni- y él quedó apesadumbrado porque había habido todo ese distanciamiento terrible y después se enteró de la resurrección.

LD: De la muerte y resurrección de Norman Thomas di Giovanni…

MK: Sí, fue muy divertido, pero con él tuvo una relación de unos años acá y después de la estadía en Montevideo con la BBC y después con otros traductores. Creo que conoció al traductor alemán…

LD: ¿Wolfgang Luchting?

MK: No me acuerdo porque han pasado tantos años pero sé que vino y tuvo una conversación con él. Borges tenía una relación estrecha con sus traductores al francés, sobre todo con Néstor Ibarra y Roger Caillois. Uno siempre cuando menciona a uno se olvida de otros, y Néstor Ibarra fue amigo de Borges. Era una persona muy aventurera, también muy loca, loca en el buen sentido de la palabra, por quien Borges tenía mucha simpatía, que lo conocía de toda la vida y a quien visitó, me acuerdo, antes de que muriera.
Los últimos años de Borges

LD: ¿Cómo fueron los últimos años de Borges?  ¿Cómo los vivió?

MK: Como había vivido los anteriores, es decir, escribiendo, planeando sus obras, sus viajes, preparando sus conferencias, como desde la época en que yo lo conocí. No hubo cambios en él, en ningún momento. Siempre tuvo las mismas exigencias.

LD: Siempre el mismo rigor…

MK: Siempre el mismo rigor para la preparación de sus charlas, siempre la misma angustia antes de la charla y siempre el mismo humor, el buen humor, que realmente lo acompañó y lo caracterizó toda su vida, así que no puedo decir que haya habido un cambio. Recuerdo que después de la muerte de Borges la biblioteca de Paris junto con la embajada argentina hicieron una exhibición de dos documentales de Borges. Estábamos Silvia Barón Supervielle, poeta argentina que vive desde hace muchísimos años en Francia, y yo viendo el primer documental en blanco y negro hecho por Berzosa en el que aparecía Borges amargado, cerrado…

LD: ¿Retraído?

MK: Duro y luego hicieron pasar otro documental para una invitación que Franco Maria Ricci nos había hecho a Italia y, cuando las luces se prendieron, las dos nos miramos y fue a coro, porque las dos dijimos: “¡qué suerte que se salvó!” Era tan obvia viendo las imágenes seguidas de uno y otro dos documentales cortos que realmente lo dijimos a coro fue una cosa lindísima.

LD: ¡Otra vez el azar!

MK: ¡Otra vez el azar! Sí, yo creo que él hizo un trabajo con él mismo maravilloso. Yo creo que sí porque todos nacemos de algún modo marcados por la época, por la historia familiar, por el ambiente en que vivimos y también por la época en que cada uno de nosotros ha vivido, y hay seres que quedan como fijos, como mariposas, encerrados en eso y hay otros seres -es el caso también de Borges- que, por suerte, van trabajando su interior, lo van puliendo y extraen todo lo que, a la luz de la evolución histórica y personal, sobra y que no sirve, ¿verdad? Entonces el trabajo que hizo con él fue espléndido.

LD: ¿Cómo era Borges cuando se le entrevistaba?

MK: Estupendo. Podía pasar horas y de ahí se explica la cantidad de libros que han proliferado.

LD: ¿Cómo vive los recuerdos de Borges después de tantos años?

MK: Aunque sé que no está, es como una presencia continua. Además estoy siempre conciente que todo el mundo lo ha querido, lo ha respetado, lo respeta y lo quiere. Hablo siempre de él, doy conferencias sobre su literatura, estoy siempre como rodeada por él y además es la mitad de mi alma. Siento la nostalgia de no poder compartir cosas nuevas. Hay algo que resulta mágico, muy lindo que ocurrió una vez: Borges siempre me cantaba una canción que cantaba su madre y que escuché en Venecia por primera vez. Me contó la historia de esa canción de finales del siglo XIX y principios del XX que se llama Fascinación. Borges murió, pasó mucho tiempo y me invitaron a Belgrado, a otros lugares y, en un determinado momento, me acuerdo que me llevaron a un sitio que era precioso porque estaba cerca del mar y era un hotel cuya fachada era de vidrio, desde donde podía ver todo el paisaje con unos árboles que tocaban el agua y unas piedras donde había erizos que uno los podía ver de tan transparente que era el agua. Entonces cuando yo entré allí y vi eso tan maravilloso pensé: “¡Qué dolor!” porque es el primer lugar al que vengo sin Borges. Estaba el embajador que había ido para oír la conferencia, entonces me acerca la silla para que yo me siente y, en el momento en que me siento, – no me había percatado que había un pianista- el pianista empieza a tocar Fascinación y me puse a llorar porque era, dentro de la casualidad, una respuesta.

LD: Otra vez el azar.

MK: Así es. Yo que pensaba que era el primer lugar al que fui a conocer sin él y la música era como una respuesta, como si dijera: “¡aquí estoy!” Es algo muy bello y me emociona mucho ahora. Soy agnóstica como él pero a veces siempre digo que hay tantas casualidades en mi vida que pienso y le digo a mis amigos que quizá no termine agnóstica. No sé, son cosas que parecen casualidades y es maravilloso poder sentirlas así, que se encadenen de esa manera y tal vez correspondan a un orden como él decía en el poema Ajedrez: ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza? Quizá es eso que no sabremos nunca pero bueno es lo maravilloso de la vida también.

LD: Me alegra mucho haber tenido la oportunidad de poder entrar en el universo de Borges, a través de la conversación que hemos tenido usted y yo. Le agradezco infinitamente su generosidad y su amabilidad por haberme concedido esta entrevista.

MK: ¡No, por favor! Gracias a usted.


Fuente : Nuoviorizzontilatini
Luis Dapelo, 2005.

 

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