Escritor, filósofo, ensayista, profesor, semiólogo, el italiano Umberto Eco (1932-2016) dedicó una vida a la academia y a los libros. Y cobró popularidad no por su Tratado de semiótica general, de 1975, o al menos no solo por él, sino sobre todo por su novela histórica, misteriosa, oscura, El nombre de la rosa, de 1980. El primero es un tratado, casi un manual de semiología, y el segundo, una novela, la primera que escribió Eco y la que le dio fama mundial. Y sin embargo, porque Eco nada dejaba librado a la casualidad, los dos están de alguna manera relacionados y no únicamente por su autor.
La historia de El nombre de la rosa –que este jueves 7 de mayo se estrena como serie para Latinoamérica en la plataforma de streaming Starzplay– está ambientada en el siglo XIV, en un cerrado ambiente religioso en un monasterio benedictino al norte de Italia, bajo el papado de Juan XXII. Allí una serie de crímenes son investigados por el fray Guillermo de Baskerville y su pupilo, el joven Adso de Melk, la voz narradora de la novela, transitando su vejez.
Umberto Eco, un referente de la semiología.
La abadía es conocida por su amplia biblioteca. La investigación no es sencilla –alguien ¿quién y por qué? se opone a que se sepa la verdad– y las muertes se suceden unas a otras. Y todos esos crímenes están vinculados a un libro prohibido, envenenado y que se creía perdido. Alerta de spoiler: ese libro “blasfemo” es el supuesto segundo tomo con de la Poética de Aristóteles, un libro, por lo que se sabe, desaparecido desde la Edad Media y que supuestamente trataba sobre la comedia. La risa aparece entonces como elemento subversivo, es, en definitiva, lo que provoca la muerte de los monjes.
Guillermo de Baskerville y su pupilo recolectan indicios, signos, huellas, señales –conceptos vertidos en el Tratado de semiótica general– para descubrir, homenajeando a los mejores detectives de investigación, lo que está sucediendo.
“El nombre de la rosa”, de Umberto Eco.
En el medio, Guillermo de Baskerville debe enfrentar, por un lado, al enviado papal e inquisidor Bernardo Gui, y, por el otro, su método científico de investigación se contrapone al fanatismo religioso de Jorge de Burgos, el bibliotecario anciano y ciego, un personaje que homenajea a Jorge Luis Borges y así es aparece en la novela:
“El que acababa de hablar era un monje encorvado por el peso de los años, blanco como la nieve; no me refiero solo al pelo sino también al rostro, y a las pupilas. Comprendí que era ciego. Aunque el cuerpo se encogía ya por el peso de la edad, la voz seguía siendo majestuosa, y los brazos y manos poderosos. Clavaba los ojos en nosotros como si nos estuviese viendo, y siempre, también en los días que siguieron, lo vi moverse y hablar como si aún poseyese el don de la vista. Pero el tono de la voz, en cambio, era el de alguien que solo estuviese dotado del don de la profecía”.
Eco quedó de muy joven fascinado con Borges, sobre todo a partir de la lectura de Ficciones. No pocos han remarcado cierta presencia de la biblioteca del cuento La biblioteca de Babel en El nombre de la rosa, sobre todo por lo laberíntico y espejado del lugar y porque en el cuento, un viejo librero se desvive por encontrar un libro perdido.
“Evidentemente, hay una suerte de homenaje en El nombre de la rosa, pero no por el hecho de que haya llamado a mi personaje Burgos. Una vez más estamos frente a la tentación del lector de buscar siempre las relaciones entre novelas: Burgos y Borges, el ciego, etc. Al igual que los pintores del Renacimiento, que colocaban su retrato o el de sus amigos, yo puse el nombre de Borges, como el de tantos otros amigos. Era una manera de rendirle homenaje a Borges”, dijo Eco.
Eco quedó fascinado cuando leyó a Borges y lo homenajeó con un personaje en “El nombre de la rosa”.
Publicada en 35 países y con más de 15 millones de copias vendidas, la novela tiene más de un nivel de lectura: puede ser leída linealmente como una historia de misterio, casi como un policial, y luego viene el desafío, la segunda lectura, la que permite captar una gran cantidad de referencias, personajes históricos, citas, juegos, retórica, ironías y notas al pie.
Pese a ser considerada una novela “difícil”, cosechó gran éxito entre los lectores y tuvo su espaldarazo mundial y masivo con la versión cinematográfica de 1986, dirigida por Jean-Jacques Annaud, en la que actúan Sean Connery y Christian Slater. También tuvo diversas adaptaciones a juegos electrónicos y hasta de mesa.
El título del libro es de por sí curioso y en algún punto una exquisitez semiótica: ha contado el propio Eco que el título iba a ser otro (La abadía del delito o Adso de Melk, por ejemplo), que de una larga lista de opciones El nombre de la rosa era la última elección. Es que la rosa es una figura simbólica y portadora de múltiples referencias y significados y por eso resultó tan conveniente para dar título a esta novela que juega bastante con los significados, para deleite de lingüistas y lectores.
Fuente: Estar Informado
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