Jorge Luis Borges estaba casi ciego cuando bajó del avión en el aeropuerto internacional “Jorge Chávez”. Era el 25 de abril de 1965. Lima andaba entre la modernidad y el tradicionalismo, así la vio el eterno candidato al Premio Nobel de Literatura.
Carlos Batalla
Borges quería al Perú o, por lo menos, lo apreciaba. Y no necesariamente por sus escritores, sino porque su bisabuelo materno, Manuel Isidoro Suárez (1799-1846), joven coronel del Ejército argentino, había dirigido la caballería independentista en la batalla de Junín, el 6 de agosto de 1824. Sobrevivió a ese combate y se volvió un mito para el bisnieto. Este hecho histórico fue muy significativo para Borges, pues incluso lo llevó a recordarlo en el conocido poema “Junín”.
El escritor de “El Aleph” (1949), “Ficciones” (1944), “Historia universal de la infamia” (1935), “El otro, el mismo” (1964), entre otros fabulosos libros de cuentos y poemas, realizó, antes de 1965, una visita fugaz –casi clandestina– a Lima. Ello ocurrió el 17 de diciembre de 1963. Su vuelo de la compañía Avianca, que lo traía de Colombia a Argentina, tuvo que hacer una parada en el “Jorge Chávez”, por lo menos durante tres horas. En esa previsita habló con él, y por unos minutos, el escritor y entonces senador de la República, Luis Alberto Sánchez (LAS).
Es muy probable que esa noche de diciembre de 1963, en un ambiente prenavideño, Borges haya prometido a LAS volver a Lima, pero ya no entre gallos y medianoche, sino a plena luz del día. Ese deseo se concretó un año y medio después.
La visita oficial
Borges se quedó entre nosotros casi una semana. Llegó el 25 de abril de 1965 con humor y humildad, con ingenio y sabiduría, a pesar de estar pasando un momento complicado de su vida, pues por esos días había dejado su cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, ya que le tocaba la jubilación (como si el talento se pudiera jubilar). Su retraso en llegar a Lima antes se debió a sus responsabilidades finales en la universidad.
En enero del ‘65, la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) lo invitó a la Ciudad de los Reyes y él recién pudo aceptar. El maestro viajó junto con la joven escritora María Esther Vásquez, quien acababa de publicar el libro de cuentos “Los nombres de la muerte”, que fue bien recibido en Buenos Aires. En coautoría con Vásquez estaba por publicar el libro “Introducción a la literatura inglesa” (1965).
Borges solía tener paciencia con los reporteros, daba entrevistas, declaraba, pensaba -con ellos al lado- en metafísica, literatura, religión, pero casi enmudecía cuando le preguntaban sobre qué era la poesía. “Es algo tan íntimo que no se puede definir. Solo se puede definir lo elemental, pero no una melodía o el sabor de un café”, decía en una entrevista en Uruguay, poco antes del viaje a Lima.
En el aeropuerto limeño, el poeta de los dones soltó esta frase a los periodistas que lo acosaban: “La literatura crea la realidad. Esta suele ser un espejo de la literatura. Es función por tanto del literato crear la realidad”. Lo recibieron el embajador de su país, doctor Sanmartino, y el rector de la UNI, Mario Samamé Boggio.
El lunes 26 dio una conferencia de prensa, allí admitió que conocía poco de la literatura peruana actual, y solo recordaba a José María Eguren y a César Vallejo, a quien consideraba un gran escritor. Luego visitó la exposición “Oro del Perú” en el Museo de Arte.
El martes 27, a las 11 de la mañana, Borges habló en la UNI de “La Metáfora”. En la tarde, su acompañante, la escritora Vásquez, disertó sobre “Magia y literatura”.
El jueves 29 de abril, recibió de manos del doctor Samamé Boggio el grado de Doctor Honoris Causa. Dio el discurso de orden, Luis Miró Quesada Garland (‘Cartucho’), decano de la Facultad de Arquitectura de la UNI, quien esbozó una serie de correlaciones entre la obra artística de Borges y la arquitectura, “como el sentido de composición, afirmación de forma, voluntad de orden y purismo de medios”, reflexionó.
Al día siguiente, viernes 30, la Decana de América, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, distinguió a Borges como Profesor Honoris Causa. Y el Instituto Cultural Peruano-Argentino lo nombró Miembro Honorario. En ese mes de las letras castellanas, Borges sintió la admiración, el interés y el cariño del Perú. Cerró su visita de manera colosal recibiendo nada menos que la Orden del Sol del Perú en el Grado de Comendador, que le concedió el gobierno de Fernando Belaunde Terry.
Jorge Luis Borges volvería una segunda y última vez al Perú, en noviembre de 1978. Lo hizo al lado de María Kodama, su amiga y asistente personal, y quien luego sería esposa el mismo año en que falleció, en 1986.
Fuente: El Comercio - Lima
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