Fue un confeso amante de las películas de Von Sternberg, escribió críticas en Sur y fue guionista de varias películas, entre ellas Invasión, que hizo junto con Adolfo Bioy Casares
Fabiana Scherer
“He sentido el enfermizo placer del horror, como lo siente todo el mundo, y me doy cuenta de que es una debilidad mía. Pero, en el caso de Psicosis me interesa la ingeniosa y a la vez patética idea de alguien que cree ser la persona que él ha matado. Es otra variación sobre el tema del doble, que es tan atractivo. En ese film un muchacho mata a su madre. Luego guarda el cadáver y cree a veces ser su propia madre y llega a desdoblarse y a mantener diálogos con ella y, al final, la madre traiciona al hijo, lo acusa de haber cometido los crímenes que ella ha cometido. Pero la madre no sabe que ella es el hijo”, le comentó Jorge Luis Borges a su buena amiga, la también escritora María Esther Vázquez, quien rescató la anécdota en Borges, sus días y su tiempo.
Borges nació cuatro años después del mismísimo cinematógrafo, si tomamos como fecha de inicio del séptimo arte, a la primera proyección de los hermanos Lumiere, en París, el 28 de diciembre de 1895. En una nota publicada en el diario El País de España, el 29 de agosto de 1983, el escritor narró anécdotas de los primeros tiempos del cine, de cómo su abuela llegó un día a casa y dijo que había visto en una pantalla a unos caballos metiéndose en el río y mojándose el pelaje. En ese mismo artículo se ríe al comentar que un amigo no podía seguir el argumento de las películas “porque me decía que cómo puede uno ver a un hombre sentado y después verle sólo la cabeza y luego una mano que toma un revólver. Ese hombre no entendía lo que ahora cualquier chico pequeño sabe: qué es el lenguaje cinematográfico”.
"Me aterroricé con Psicosis. La vi tres o cuatro veces y sabía cuál era el momento justo en el que debía cerrar los ojos para no ver a la madre", contó el escritor
"Me aterroricé con Psicosis. La vi tres o cuatro veces y sabía cuál era el momento justo en el que debía cerrar los ojos para no ver a la madre", contó el escritorarchivo
El autor de El Aleph fue un apasionado por el cine, en este arte encontró una manera de narrar. “En 1935, en el prólogo a la Historia universal de la infamia, Borges reconocía que sus primeros ejercicios de ficción derivaban del cine, del director estadounidense de origen austriaco, Josef von Sternberg –destaca Edgardo Cozarinsky en ya su mítico libro Borges y el cine–; en 1940, en la Antología de la literatura fantástica, uno de los siete renglones informativos sobre su persona anunciaba: ‘escribe en vano argumentos para el cinematógrafo’. La relación de Borges y el cine ha sido tan laberíntica como la de sus personajes con el tiempo”. Disfrutaba de su lugar como espectador, lo siguió siendo a pesar de su ceguera. Entre 1931 y 1944 publicó en Sur, la revista fundada por Victoria Ocampo sobre diferentes films, muchas de estas reseñas, son ya hitos, como la dedicada a El ciudadano y King Kong. Firmó argumentos, pensó ideas para películas, a veces a cuatro manos con Adolfo Bioy Casares.
En una entrevista firmada por Ronald Christ en The Paris Review, el escritor argentino resaltó su fascinación por el cine y el carácter épico que este arte representa: “Durante este siglo... la tradición épica ha sido salvada para el mundo por Hollywood, por improbable que parezca. Cuando fui a París, sentí que deseaba escandalizar a la gente, y cuando me preguntaron –sabían que me interesaba el cine, o que me había interesado, porque apenas si veo ahora– y me preguntaron ‘¿Qué clase de películas le gustan?’, yo dije ingenuamente: ‘Las que más disfruto son los westerns’”.
"Se trata de un film fantástico y de un tipo de fantasía que puede calificarse de nueva. No se trata de una ficción científica a la manera de Wells o de Bradbury", dijo Borges de Invasión
"Se trata de un film fantástico y de un tipo de fantasía que puede calificarse de nueva. No se trata de una ficción científica a la manera de Wells o de Bradbury", dijo Borges de Invasión archivo
Su amor por aquél género tenía una clara razón de ser y bien se lo comentó a Maruja Torres en la nota mencionada del diario El País: “Lo que a mí me gusta más son los westerns, que salvaron la épica en un tiempo como el nuestro en que ha desaparecido. Aunque las películas del Oeste no tenían nada que ver con la realidad, porque yo hablé con gente vieja, en Texas, y me decían que en un saloon nunca entraban todos vestidos de cowboy a la vez. Uno llegaba con un sombrero, el otro con una pistola, el otro con unas botas... Pasa como con los gauchos, que en el folklore siempre lo han llevado todo puesto, pero en la vida uno tenía un poncho, el otro un facón, el otro chiribombachas...”
En los meses de julio y agosto de 1979, Jorge Luis Borges –que cumplía 80 años– fue entrevistado por Antonio Carrizo para el programa La vida y el canto. Se transmitió en diez emisiones por Radio Rivadavia. En aquellas charlas que se publicaron con el título Borges, el memorioso, el autor de Las ruinas circulares recordó: “Bueno, cuando yo frecuentaba el cinematógrafo cuando mis ojos podían ver, a mí me gustaban mucho dos tipos de películas: los westerns y las películas de gánsteres. Sobre todo, los de Josef von Sternberg. Yo pensaba: Qué raro, los escritores han olvidado que uno de sus deberes es la épica y aquí está Hollywood que comercialmente, ha mantenido la épica. En una época en que está olvidada por los escritores; o casi olvidada. Y Hollywood ha salvado ese género. Ese género que la humanidad necesita, además. Usted ve que las películas de cowboys son populares en todo el mundo. ¿Por qué? Bueno, porque está lo épico en ellas. Está el coraje, está el jinete, está la llanura también. Todo eso las acerca. y sobre todo a nosotros, sobre todo a los argentinos”.
El melodrama no le era ajeno. “Derramaba lágrimas con los westerns y las películas de gangsters. Sollozó al final de Ángeles con caras sucias, cuando James Cagney acepta comportarse como un cobarde a la hora de ser conducido a la silla eléctrica, para que los chicos que lo idolatran dejen de admirarlo -describe Alberto Manguel en su libro Con Borges donde narra parte de lo que vivió cerca del escritor-. Frente a la vastedad de la pampa (cuya visión afecta a los argentinos –decía–, tanto como la del mar afecta a los ingleses), una lágrima rodaba por su mejilla y él murmuraba: ‘¡Carajo, la patria!’”
El realizador Von Sternberg, fue su preferido, una fuente de inspiración. “Hay un cuento, Hombre de la Esquina Rosada, que escribí voluntariamente como una serie de imágenes –le dijo al crítico de arte francés George Charbonnier, conversación que se reproduce en El Escritor y su obra. En ese tiempo admiraba mucho a un director que ahora se ha olvidado, Josef von Sternberg. No sé si lo ha conocido, quizás era de una época anterior a la suya; hizo muy buenas películas de gángsters con George Bancroft, William Powell... Hizo películas que se llamaron Underworld (La ley del hampa, 1927) The Docks of New York (Los muelles de Nueva York, 1928), The Drag Net (La batida, 1928). Eran muy buenas, sorprendentes, y quise escribir mi historia a su manera. Antes que nada, visual. En el momento que Sternberg alcanzó la cima del cine llegó el cine sonoro. Hubo que volver a empezar, se hicieron óperas para ser oídas y se lo olvidó. Enseguida Sternberg hizo películas bastante mediocres con Marlene Dietrich. Estas son más conocidas que las otras, las principales que eran fuertes, lacónicas”.
"En el momento que von Sternberg alcanzó la cima del cine llegó el cine sonoro. Hubo que volver a empezar, se hicieron óperas para ser oídas y se lo olvidó. Enseguida Sternberg hizo películas bastante mediocres con Marlene Dietrich. Estas son más conocidas que las otras", comentó Borges. El ángel azul (1930), un clásico de von Sternberg lanzó la carrera de Dietrich
"En el momento que von Sternberg alcanzó la cima del cine llegó el cine sonoro. Hubo que volver a empezar, se hicieron óperas para ser oídas y se lo olvidó. Enseguida Sternberg hizo películas bastante mediocres con Marlene Dietrich. Estas son más conocidas que las otras", comentó Borges. El ángel azul (1930), un clásico de von Sternberg lanzó la carrera de Dietrich
La admiración por von Sternberg lo llevó a Borges a lamentar la actuación del mismísimo Carlos Gardel en el entreacto de una función: “Recuerdo que habíamos visto un film de Joseph von Sternberg, con [Carlos] Mastronardi. Ese film era La batida o La ley del hampa. Teníamos una impresión épica. Habíamos visto el film, habíamos sido espectadores de esa valentía... los balazos, todo eso... ese mundo de los malevos norteamericanos. Después iba a cantar Gardel y nosotros pensamos: ‘la zamba, qué triste. Después de ver esto estar oyendo, –dijimos, sin ninguna reverencia–, a ese maricón’. Y nos fuimos y no lo vimos”, le confesó a Antonio Carrizo.
En el invierno de 1931, en el número 3 de Sur, Jorge Luis Borges escribe con el título Films la opinión de los estrenos recientes. “El mejor, a considerable distancia de los otros: El asesino Karamasoff (…) Yo desconozco la espaciosa novela de la que fue excavado este film: culpa feliz que me ha permitido gozarlo, sin la continua tentación de superponer el espectáculo actual sobre la recordada lectura, a ver si coincidían. Así, con inmaculada prescindencia de sus profanaciones nefandas y de sus meritorias fidelidades –ambas importantes–, el presente film es poderosísimo”.
En ese mismo texto hace referencia a Luces de la ciudad, de Charles Chaplin: “ha conocido el aplauso incondicional de todos nuestros críticos; verdad es que su impresa aclamación es más bien una prueba de nuestros reprochable servicios telegráficos y postales, que un acto personal, presuntuoso. ¿Quién iba a atreverse a ignorar que Charles Chaplin es uno de los dioses más seguros de la mitología de nuestro tiempo, un colega de las inmóviles pesadillas de Chirico, de las fervientes ametralladoras de Scarface Al, del universo finito, aunque limitado de las espaldas cenitales de Greta Garbo, de los tapiados ojos de Gandhi? ¿Quién a desconocer que su novísima comédie larmoyante era de antemano asombrosa? En realidad, en la que creo realidad, este visitadísimo film del espléndido inventor y protagonista de La quimera del oro, no pasa de una lánguida antología de pequeños percances, impuestos a una historia sentimental (…). Salvo la ciega luminosa, que tiene lo extraordinario de la hermosura y salvo el mismo Charly, siempre tan disfrazado y tan tenue, todos sus personajes son temerariamente normales”.
Un film abrumador, así tituló la reseña dedicada a El ciudadano, publicada en agosto de 1941, en la revista Sur número 83. “Citizen Kane (cuyo nombre en la República Argentina es El Ciudadano) tiene por lo menos dos argumentos. El primero, de una imbecilidad casi banal, quiere sobornar el aplauso de los muy distraídos. Es formulable así: un vano millonario acumula estatuas, huertos, palacios, piletas de natación, diamantes, vehículos, bibliotecas, hombres y mujeres; a semejanza de un coleccionista anterior (cuyas observaciones es tradicional atribuir al Espíritu Santo) descubre que esas misceláneas y plétoras son vanidad de vanidades y todo vanidad; en el instante de la muerte, anhela un solo objeto del universo ¡un trineo debidamente pobre con el que en su niñez ha jugado! El segundo es muy superior. Une al recuerdo de Koheleth el de otro nihilista: Franz Kafka.
En Sur publicó la crítica a Luces de la ciudad, film de Chaplin: "Este visitadísimo film del espléndido inventor y protagonista de La quimera del oro, no pasa de una lánguida antología de pequeños percances, impuestos a una historia sentimental"
En Sur publicó la crítica a Luces de la ciudad, film de Chaplin: "Este visitadísimo film del espléndido inventor y protagonista de La quimera del oro, no pasa de una lánguida antología de pequeños percances, impuestos a una historia sentimental" archivo
El tema (a la vez metafísico y policial, a la vez psicológico y alegórico) es la investigación del alma secreta de un hombre, a través de las obras que ha construido, de las palabras que ha pronunciado, de los muchos destinos que ha roto. El procedimiento es el de Joseph Conrad en Chance (1914) y el del hermoso filme The Power and the Glory: la rapsodia de escenas heterogéneas, sin orden cronológico. Abrumadora e infinitamente, Orson Welles exhibe fragmentos de la vida del hombre Charles Foster Kane y nos invita a combinarlos y a reconstruirlo. Las formas de la multiplicidad, de la inconexión, abundan en el film (…) Me atrevo a sospechar, sin embargo, que Citizen Kane perdurará como ‘perduran’ ciertos films de Griffith o de Pudovkin, cuyo valor histórico nadie niega, pero que nadie se resigna a rever. Adolece de gigantismo, de pedantería, de tedio. No es inteligente, es genial: en el sentido más nocturno y más alemán de esta mala palabra.”
Welles se refirió a la crítica de Borges en uno de los encuentros con Henry Jaglom que quedó inmortalizado en Mis almuerzos con Orson Welles. “Siempre supe que al propio Borges no le había gustado. Dijo que era pedante, que es una cosa muy extraña de decir al respecto, y que se trataba de un laberinto. Y lo peor de un laberinto es que no hay manera de salir. Y esta es una película de laberinto sin salida. Borges es medio ciego. Nunca olvides eso. Pero sabes, yo podría entender que él y Sartre simplemente odiaban a Kane. En sus mentes, ellos veían –y atacaban– algo más. El problema son ellos, no mi obra”.
"Me atrevo a sospechar, sin embargo, que Citizen Kane perdurará como 'perduran' ciertos films de Griffith o de Pudovkin, cuyo valor histórico nadie niega, pero que nadie se resigna a rever", escribió de El Ciudadano, la película de Orson Welles
"Me atrevo a sospechar, sin embargo, que Citizen Kane perdurará como 'perduran' ciertos films de Griffith o de Pudovkin, cuyo valor histórico nadie niega, pero que nadie se resigna a rever", escribió de El Ciudadano, la película de Orson WellesArchive Photos
Lo que no le comentaron a Welles es que Borges volvió a ver el film y esto le dijo al académico estadounidense Richard Burgin y puede leerse en Conversations with Jorge Luis Borges (1969): “La vi apenas estrenada y no me gustó. Me pareció una imitación de Josef von Sternberg. Me pareció que von Sternberg lo hacía mejor. Entonces volví a verla y pensé, bueno, Orson Welles ha inventado el cine moderno”.
Otra de las reseñas inolvidables es la que hizo de King Kong (1933), versión dirigida por Merian C. Cooper y Ernst B. Schoedsack. “Un mono de catorce metros de altura (algunos entusiastas dicen que quince), es evidentemente encantador, pero tal vez no basta. No es un mono jugoso; es un reseco y polvoroso artificio de movimientos esquinados y torpes. Su única virtud –la estatura– parece no haber impresionado mucho al fotógrafo, que se obstina en no retratarlo de abajo sino de arriba –enfoque a todas luces desacertado, que invalida y anula su elevación. Falta añadir que es jorobado y de piernas chuecas: rasgos que lo achican también. Para que nada tenga de extraordinario, lo hacen luchar con monstruos muchos más raros que él, y le destinan alojamiento en falsas cavernas de catedralicio grande, donde se pierde su afanosa estatura. Un amor carnal o romántico por Miss Fay Wray perfecciona la ruina de ese gorila monumental y también la del film”.
La cinematografía de Alfred Hitchcock llamaba su atención y no siempre con buenos resultados. Sobre Sabotaje, escribió en 1937: “Destreza fotográfica, torpeza cinematográfica: tales son los juicios tranquilos que me inspiran el último film de Hitchcock…”. El año anterior, elogió al cineasta británico al comentar Los 39 escalones: “…de una novela de aventuras del todo lánguida, Hitchcock ha sacado un buen film. Ha inventado episodios. Ha puesto felicidades y travesuras donde el original sólo contenía heroísmo. Ha intercalado un buen erotic relief nada sentimental. Ha intercalado un personaje agradabilísimo, Mr. Memory…”
En cuanto a las producciones argentinas, Borges dejó bien en claro que estaba lejos de “Idolatrar un adefesio porque es autóctono, dormir por la patria, agradecer el tedio cuando es de elaboración nacional, me parece un absurdo”. En abril de 1937 con ironía comentó el film Los muchachos de antes no usaban gomina, de Manuel Romero: “Es indudablemente uno de los mejores filmes argentinos que he visto: vale decir, uno de los peores del mundo. El diálogo es del todo increíble. Los personajes –doctores, patoteros, compadrones de 1906– hablan y viven en función de su diferencia con el año 1937. No existen fuera del color local y del color temporal. Hay una pelea a trompadas y otra a cuchillo. Los actores no saben canchar, ni boxear, lo cual desluce un poco esos espectáculos (…) El héroe, que debería ser emblemático de la antigua virtud –y de la antigua incredulidad– es un porteño ya italianado, harto sensible a los bochornosos estímulos del patriotismo apócrifo y del tango sentimental”.
Sus historias también fueron llevadas al cine. En una entrevista que le concedió a Raquel Ángel y que se incluye en el libro El otro Borges (Equis Ediciones), el escritor argentino señaló: “Podría decirse que el cine me ha aportado el mundo visual. Sin embargo, no se ha hecho ningún buen film con mis cuentos salvo Hombre de la esquina rosada, de René Mugica, que es superior al texto mío, después, Torre Nilsson realizó otro titulado cacofónicamente Días de Odio”.
- ¿Ese era Emma Zunz, no? Quiso saber la periodista
- Sí, Emma Zunz. O, más bien lo que quedó de Emma Zunz. Él me pidió disculpas, después. Yo le dije: ´Realmente, Torre Nilsson, no sé cómo ha podido hacer este film´.
- ¿Usted allí colaboró en el guion?
- No, de ningún modo. ¡Cómo voy a colaborar en semejante disparate! Me dijeron que, por razones comerciales, convenía poner que yo había intervenido. Pero no tuve nada que ver. Inventaron escenas del todo inverosímiles como las de Emma Zunz viviendo una historia de amor y paseando con su amante por el Parque Lezama... debe ser por esa idea del cine argentino de que si no hay una historia sentimental el film será un fracaso. El cine argentino es tan cursi ¿no? Nada de eso está en el cuento. Yo creo que Torre Nilsson era muy chambón....
La adaptación de La intrusa, llevada a la pantalla por Carlos Hugo Christensen (1979) enojó a Borges quien no ahorró en comentarios negativos ante las preguntas de María Esther Vázquez: “Es ridícula. Hay una actriz que se ha resignado a que la fotografíen desnuda, y hay dos señores también desnudos que avanzan de cada lado y entonces inventan la forma más incómoda del acto sexual: que sea simultáneo. Al decir yo en el cuento que ellos la compartieron no quiero decir al mismo tiempo”.
"Podría decirse que el cine me ha aportado el mundo visual. Sin embargo, no se ha hecho ningún buen film con mis cuentos salvo Hombre de la esquina rosada, de René Mugica, que es superior al texto mío", reconoció
"Podría decirse que el cine me ha aportado el mundo visual. Sin embargo, no se ha hecho ningún buen film con mis cuentos salvo Hombre de la esquina rosada, de René Mugica, que es superior al texto mío", reconoció archivo
- ¿Hasta dónde es perniciosa la censura?
- En el caso de una película mía que estrenaron me parece laudable la censura. Christensen ha tomado un cuento mío, y lo ha enriquecido introduciéndole la sodomía y el incesto.
- Este es un caso muy especial, ninguna persona sensata puede apoyar la censura.
- Ah, no, no, no. Yo digo que éste, por excepción, es el único acierto en la historia universal.
“Creo que mi amistad con Borges procede de una primera conversación, ocurrida en 1931 o 32, en el trayecto entre San Isidro y Buenos Aires. Borges era entonces uno de nuestros jóvenes escritores de mayor renombre y yo un muchacho con un libro publicado en secreto”, recordó Adolfo Bioy Casares. Juntos compartieron la escritura de cuentos, relatos, prólogos y realizaron cuatro guiones cinematográficos: Invasión (1969), Les autres (1974), ambas dirigidas por Hugo Santiago; Los orilleros (1975), realizada por Ricardo Luna, y El paraíso de los creyentes, este último no se llevó a la pantalla, pero fue publicado a mediados de la década de 1950.
Se acercaba el casamiento de Borges y debían entregar el guion de Invasión a Hugo Santiago. En la selección de los fragmentos de los diarios íntimos de Bioy donde habla de Borges, curada por Daniel Martino, el autor de La invención de Morel pensaba constantemente en la idea de renunciar: “No pecamos de soberbia, pero realmente es un poco estúpido denigrar en estas invenciones el precioso tiempo. Por si acaso, no hemos aceptado el adelanto de trescientos mil pesos que una noche pedimos para iniciar el trabajo. No queremos que nada nos ate”
Se acercaba el casamiento de Borges y debían entregar el guion de Invasión a Hugo Santiago. Bioy llegó a pensar en renunciar.
Se acercaba el casamiento de Borges y debían entregar el guion de Invasión a Hugo Santiago. Bioy llegó a pensar en renunciar. A4045 Javier Moreno - dpa
En la primera edición de la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes, celebrada en mayo de 1969, se estrenó Invasión. La sinopsis escrita por Borges decía así: “La leyenda de una ciudad, imaginaria o real, sitiada por fuertes enemigos y defendida por unos pocos hombres, que acaso no son héroes. Lucharán hasta el fin, sin sospechar que su batalla es infinita”.
La película fue un fracaso comercial, con el tiempo se convirtió en una obra clave del cine argentino. En Siete conversaciones con Borges, de Fernando Sorrentino, el autor de Ficciones definió a Invasión de esta manera: “Se trata de un film fantástico y de un tipo de fantasía que puede calificarse de nueva. No se trata de una ficción científica a la manera de Wells o de Bradbury. Tampoco hay elementos sobrenaturales. Se trata de una situación fantástica: una ciudad que está sitiada por invasores poderosos y defendida, no se sabe por qué, por un grupo de civiles… Yo he querido que el film sea finalmente épico; es decir, lo que los hombres hacen es épico, pero ellos no son héroes. Y creo que en esto consiste la épica; porque, si los personajes de la épica son personas dotadas de fuerzas excepcionales o de virtudes mágicas, entonces lo que hacen no tiene mayor valor. En cambio, aquí tenemos a un grupo de hombres, no todos jóvenes, bastante banales algunos, hay alguno que es padre de familia, y esta gente está a la altura de esa misión que han elegido”. En plena dictadura militar, Invasión fue prohibida y ocho rollos del negativo original desaparecieron en 1978. En 2004, se dio con una copia de 35 milímetros y pudo ser restaurada.
El universo creado por Jorge Luis Borges es una fuente inagotable para realizadores de todas las épocas. Estas son algunas películas que hacen referencia a la obra o a la propia figura del escritor argentino.
En Alphaville (1965), Jean-Luc Godard muestra a una sociedad futura de características totalitarias, donde es obligatorio sacrificar la libertad y los sentimientos para conseguir la felicidad y el bien común. El film es considerado como uno de los primeros ejemplos del sub-género ciberpunk. Anna Karina, Eddie Constantine y Akim Tamiroff son los protagonistas de esta historia que tiene como antagonista una máquina que cita parte del ensayo Nueva refutación del tiempo: “El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me devora, pero yo soy el tigre. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Alpha 60″. En el original es poema finaliza de esta manera: “El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges”.
En 1970 se estrenó La estrategia de la araña, de Bernardo Bertolucci. La película está basada en el cuento El tema del traidor y del héroe. “Para Bertolucci –explica Edgardo Cozarinsky– el film se asemeja a una terapia psicoanalítica. Del cuento original, explica ‘no atrajo mi atención el reflejarse cíclico de las cosas, que es muy borgiano’. El tema del film, en realidad, es una especie de viaje al reino de los muertos”.
Con citas a los cuentos Tlön, Uqbar, Orbis Tertius y El sur, Donald Cammell y Nicolas Roeg dirigieron Perfomance (1970). Protagonizada por James Fox y Mick Jagger, la película está repleta de referencias explícitas: laberintos, espejos, libros, lecturas. Una de esas referencias y que bien vale la destacar es cuando le disparan a Mick Jagger en la cara y el proyectil choca contra un retrato de Borges que termina partiéndose en pedazos.
En el ya clásico El nombre de la rosa (1980), de Jean-Jacques Annaud, basada en la novela homónima de Umberto Eco, el film hace referencias varias al autor de La biblioteca de Babel, sino que además lo emula a través del personaje de Jorge de Burgos, un viejo y ciego monje de la abadía, guardián de la biblioteca. “Al igual que los pintores del Renacimiento, que colocaban su retrato o el de sus amigos, yo puse el nombre de Borges, como una manera de rendirle homenaje”, admitió Eco en una entrevista.
Edgardo Cozarinsky en el film Guerreros y cautivas (1990), hace referencia a La cautiva en esta historia que está ambientada en 1890, durante la última etapa de la Conquista del Desierto en la Patagonia. En El sur (1992), el director Carlos Saura se inspiró en el cuento Sur para mostrar a un bibliotecario que sueña con dejar Buenos Aires e ir al sur de Argentina, donde pasó su niñez.
Aficionado a la literatura borgeana, Christopher Nolan confesó en reiteradas ocasiones su fascinación por el escritor argentino. Sus películas suelen recurrir a temas como el infinito, la
eternidad, el doble, la totalidad, lo onírico y dimensión filosófica. En una entrevista en The New York Times, el periodista Dave Itzoff, le pregunta a Nolan a quién leí mientras preparaba El origen (Inception, 2010): “¿A Freud? ¿A Philip K. Dick?” A lo que Nolan respondió: “Borges. Me gustaría pensar que esta es una película que él seguramente disfrutaría [risas]. Me gusta pensar eso. Eso suena como una referencia pomposa de alguna manera, pero La verdad es que él tomó algunos conceptos filosóficos increíblemente extraños y los transformó en cuentos muy digeribles. Como el hombre que enfrenta al pelotón de fusilamiento y quiere más tiempo para terminar la historia que está urdiendo en su cabeza, algo que se le concede mientras las balas viajan desde el arma hacia él. Matrix es un gran ejemplo en este sentido. Es un fenómeno extraordinario y palpable, que llevó a todo tipo de gente a preguntarse: “¿Qué pasa si esto no es real? Aquí hay conceptos filosóficos muy complejos y, en otro sentido, también explicaciones muy simples.
Ya en Memento, su segunda película, Nolan aseguraba en una entrevista a Movieline: “Soy un gran fan de Borges. Memento es un primo extraño de Funes el memorioso -sobre un hombre que recuerda todo, que no puede olvidar nada. es un poco una inversión de eso. Lo que buscaba era una especie de precisión de una historia de Borges. Yo creo que su escritura se presta naturalmente a una interpretación cinematográfica porque es todo sobre eficiencia y precisión, el esqueleto de una idea”.
En Interestelar (2014), Nolan explora la idea acerca de la existencia de universos distintos al nuestro, en los que todas las realidades ocurren a la vez. Como Borges, lo pone en palabras del sabio Albert: “El jardín de senderos que se bifurcan es una imagen incompleta, pero no falsa, del universo tal como lo concebía Ts’ui Pên. A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esta trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos”.
En Interestelar Nolan explora la idea acerca de la existencia de universos distintos al nuestro, en los que todas las realidades ocurren a la vez. Matthew McConaughey recibe indicaciones del director
En Interestelar Nolan explora la idea acerca de la existencia de universos distintos al nuestro, en los que todas las realidades ocurren a la vez. Matthew McConaughey recibe indicaciones del director Archivo
“Me pide que lo acompañe al cine, a ver un musical: West Side Story -recuerda Manguel en su libro- Lo ha visto muchísimas veces y nunca parece aburrirse de él. En camino, canturrea María y señala que el nombre de la amada deja de ser un mero nombre para convertirse en una fórmula divina: Beatrice, Julieta, Lesbia, Laura. ‘Al final, todo estará contaminado por ese nombre’, dice. ‘Por supuesto, quizá no produciría el mismo efecto si el nombre de la chica fuese Gumersinda, ¿no? O Bustefrieda. O Berta-la-de-los-pies-grandes’, bromea y ríe por lo bajo.”
¿Todavía va al cine?, le preguntó Dick Cavett, reconocido periodista de la televisión estadounidense, el 5 de mayo de 1980 (la entrevista se reproduce en el libro Borges: El misterio esencial. Conversaciones en universidades de los Estados Unidos, de Willis Barnstone con traducción y notas de Martín Hadis.
- Sí, pero solo puedo oír las voces.
- Me sorprendió enterarme de su interés por el cine
- Recuerdo muy buenas películas que parecen haber sido olvidadas (...) Vi repetidamente una y otra vez el excelente film El ciudadano.
- Es una de esas películas que todos ven una y otra vez
- Y me aterroricé con Psicosis. La vi tres o cuatro veces y sabía cuál era el momento justo en el que debía cerrar los ojos para no ver a la madre.
Fuente: Revista La Nación - 22 de julio de 2022
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