“Himno al mar” salió en una revista de Sevilla el último día de 1919. El autor argentino lo incluyó en un libro que destinó al olvido. Pero pudieron recuperarlo.
Por Elena Lidl
No fue fácil tener este poema. Jorge Luis Borges lo escribió, le escribió al mar, cuando tenía 22 años pero después, como suele pasar, no lo reconoció, no se vio en él, lo destruyó con todos los poemas que había escrito entonces y que formaban un libro titulado Los salmos rojos o Los ritmos rojos.
Eran unos veinte poemas en los que -sí, Borges- elogiaba a la Revolución Rusa y le cantaba al pacifismo.
Habrá estado feliz, sin embargo, cuando le publicaron Himno al mar en la revista Grecia, de Sevilla, el último día de 1919. Era la primera vez que una obra suya salía impresa. Habrá estado tan feliz como para haberlo recogido en aquel libro luego repudiado.
Muchos años más tarde, en 1970, Borges daría una conferencia, en inglés, en la que volvería sobre su Himno al mar. “Intenté con todas mis fuerzas ser Walth Whitman”, contaría allí.
¿Lo suyo era el mar? Borges no lo creía. En 1970, decía: “Hoy, apenas pienso en el mar, o incluso en mí mismo, como hambriento de estrellas” (en el poema habla de “sed” de estrellas). Sin embargo, explicaba: “cuando llegué a Madrid meses después, como éste era el único poema que había impreso, la gente de allí me consideraba un cantor del mar”.
El poema está dedicado a Adriano del Valle, por entonces redactor-jefe de la revista Grecia y amigo de Jorge Luis y de su hermana Norah. Del Valle comentaría después sobre Borges: “Admirador fervoroso de Walt Whitman, también él parecía soportar sobre sus hombros inclinados todo el peso de los orbes líricos del viejo cantor americano”.
También hay, sin embargo, algo autobiográfico en Himno del mar. Borges nadaba, así se lo contó a su biógrafo, Emir Rodríguez Monegal. Y así lo escribió en el Poema del cuarto elemento: “Has aplacado el ansia de las generaciones,/ Has lavado la carne de mi padre y de Cristo./ Agua, te lo suplico. Por este soñoliento/ Nudo de numerosas palabras que te digo,/ Acuérdate de Borges, tu nadador, tu amigo”.
¿Cómo es que tenemos el poema completo, si lo destruyó? En los años 90, y con el visto bueno del escritor, el estudioso Jean-Pierre Bernès reunió trece poemas en un volumen que tituló Rythmes rouges y que editó Pleiade. Hoy se lo puede leer en Textos recobrados, 1919-1929.
Himno al mar
Para Adriano del Valle
Yo he ansiado un himno del Mar con ritmos amplios como las olas
que gritan;
Del Mar cuando el sol en sus aguas cual bandera escarlata flamea;
Del Mar cuando besa los pechos dorados de vírgenes playas que
aguardan sedientas;
Del Mar al aullar sus mesnadas, al lanzar sus blasfemias los vientos,
Cuando brilla en las aguas de acero la luna bruñida y sangrienta;
Del Mar cuando vierte sobre él su tristeza sin fondo
La Copa de Estrellas.
Hoy he bajado de la montaña al valle
y del valle hasta el mar.
El camino fue largo como un beso.
Los almendros lanzaban madejas azuladas de sombra sobre la carretera
y, al terminar el valle, el sol
gritó rubios Golcondas sobre tu glauca selva: ¡Mar!
¡Hermano, Padre, Amado…!
Entro al jardín enorme de tus aguas y nado lejos de la tierra.
Las olas vienen con cimera frágil de espuma,
En fuga hacia el fracaso. Hacia la costa,
con sus picachos rojos,
con sus casas geométricas,
con sus palmeras de juguete,
que ahora se han vuelto lívidos y absurdos como recuerdos
yertos!
Yo estoy contigo, Mar. Y mi cuerpo tendido como un arco
lucha contra tus músculos raudos.
Sólo tú existes. Mi alma desecha todo su pasado
Como en nórtico cielo que se deshoja en copos
errantes!
Oh instante de plenitud magnífica;
Antes de conocerte, Mar hermano,
Largamente he vagado por errantes calles azules con oriflamas de faroles
Y en la sagrada media noche yo he tejido guirnaldas
De besos sobre carnes y labios que se ofrendaban,
Solemnes de silencio,
En una floración
Sangrienta…
Pero ahora yo hago don a los vientos
de todas esas cosas pretéritas,
pretéritas… Sólo tú existes.
Atlético y desnudo. Sólo este fresco aliento y estas olas,
y las Copas Azules, y el milagro de las Copas Azules.
(Yo he soñado un himno del Mar con ritmos amplios como las olas jadeantes.)
Ansío aún crearte un poema
Con la cadencia adámica de tu oleaje,
Con tu salino y primeral aliento,
Con el trueno de las anclas sonoras ante Thulés ebrias de luz y lepra,
Con voces marineras, luces y ecos
De grietas abismales
Donde tus raudas manos monjiles acarician constantemente a los
muertos…
Un himno
Constelado de imágenes rojas, lumínicas.
Oh mar! oh mito! oh sol! oh largo lecho!
Y sé por qué te amo. Sé que somos muy viejos.
Que ambos nos conocemos desde siglos.
Sé que en tus aguas venerandas y rientes ardió la aurora de la Vida.
(En la ceniza de una tarde terciaria vibré por vez primera en tu seno.)
Oh proteico, yo he salido de ti.
¡Ambos encadenados y nómadas;
Ambos con una sed intensa de estrellas;
Ambos con esperanza y desengaños;
Ambos, aire, luz, fuerza, obscuridades;
Ambos con nuestro vasto deseo y ambos con nuestra grande miseria!
Fuente: Infobae
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