miércoles, 14 de diciembre de 2016

Publican La senda, el libro “perdido” del padre de Borges



 Nuevo capítulo para una saga de escritos, misterios y silencios

Aunque Jorge Luis Borges mencionó varias veces la novela El caudillo, dada a conocer por su padre, Jorge Guillermo, en 1921, nunca habló de La senda, el ensayo filosófico del que apenas se tenían noticias. Sin embargo, la Universidad de Pittsburg lo recuperó y acaba de editarlo.

En La senda, Jorge Guillermo se entrevé como un hombre de mundo.

Por Facundo García

La Primera Guerra Mundial destrozaba Europa y los Borges se refugiaron en Ginebra. Habían llegado a Suiza buscando una cura para Jorge Guillermo, el papá, que se estaba quedando ciego. El hombre sentía desvanecer sus ilusiones literarias; entonces apuraba páginas sobre la Realidad, la Vida, el Yo, la Justicia. Corría 1917 y las hojas se acumulaban detrás de un título tentativo: La senda. Nunca más se supo de esa obra. Hasta que hace unos meses llegó una noticia que dejó en vilo a muchos borgianos. La saga cruza literatura, ceguera y silencios. Terminada la guerra, el señor Borjes –así solía firmar– publicó El caudillo (1921), una novela que su hijo Jorge Luis mencionaría varias veces a lo largo de su carrera. Pero parece que nunca dijo nada de La senda. ¿Qué decían esas líneas? Los motivos de la omisión eran difíciles de averiguar. El texto era inhallable.

Sin embargo, el azar tiene caprichos. Casi un siglo después de que Jorge Guillermo Borges escribiera aquel ensayo filosófico, se corrió la voz de que en los Estados Unidos había una copia del original, y que se estaba por publicar en una edición de la Universidad de Pittsburg. Daniel Balderston, director del Borges Center que funciona en aquella institución, confirma el hallazgo: “Se trata de la fotocopia de una fotocopia que me llegó mientras estaba haciendo una investigación para un libro que se llamará How Borges wrote (‘Cómo escribía Borges’)”, revela.

El académico desliza un testimonio digno de una novela de espías. Pone en escena a Donald Yates, primer traductor de la obra borgiana al habla inglesa y uno de sus más respetados analistas. Resulta que a fines de los ‘60, Yates estaba en Buenos Aires para preparar una biografía sobre Jorge Luis. Entre charla y charla, se enteró de que Leonor Acevedo –la madre de Georgie– guardaba páginas de Jorge Guillermo, su marido. Yates se las rebuscó para hacer una copia de La senda antes de volverse a Estados Unidos. Así salvó un texto cuyo original se cree perdido.

Por cierto, no se sabe si esa “desaparición” del original es fruto de la casualidad. Jorge Luis Borges hablaba de su padre, mencionaba sus poemas, ponderaba sus traducciones y la novela El caudillo, pero de esta colección de disquisiciones filosóficas nunca dijo nada. Es raro, por lo menos.

Tres tigres

“El tono de Jorge Guillermo es solemne. Un tono que no encontramos a menudo en Jorge Luis ni en Macedonio Fernández”, observa el profesor Balderston. La triple mención no es fortuita. La lectura de La senda revela un fuerte lazo entre el Borges padre, el hijo y el espíritu macedoniano. “Todo esto viene a confirmar que había algo más que una mera amistad de los Borges con Macedonio”, sigue Balderston. “Quizás había un proyecto común que tenía que ver con cierta idea de la autonomía del individuo, del cambio social, de escepticismo con respecto al Estado. Eso sí, hay una cosa que falta en Jorge Guillermo, y que sí está en Macedonio y en Jorge Luis: el humor”. No hay risa en los párrafos de La senda. Este Borges no tiene la chispa del hijo. Tampoco da cabida a los giros coloquiales. “Pasa que en 1917 todavía no se escribía en argentino –detalla Balderston–. Los escritores de prestigio de la época no marcaban mucho el vocabulario local. Eso había pasado de moda con la decadencia de la gauchesca”.

Rigideces aparte, Jorge Guillermo se entrevé como un hombre de mundo, un librepensador que en ocasiones se dejaba arrastrar por las mareas de la sensualidad. En algunos retratos sale fachero, con aires de dandy. Y hay quien ha sugerido que era un poquito calavera, aunque otros sostienen que no era así, que tuvo un matrimonio feliz y que hasta el final de sus días Doña Leonor fue capaz de recitar de memoria los poemas de su Jorge.

Por supuesto, nada de eso explica por qué publicó El caudillo y no La senda. Según Balderston, puede haber tenido que ver con que La senda no encontró su estructura definitiva: “El caudillo sí agarra una forma, la forma clásica de la novela rural argentina, con su saldo melodramático inclusive. En este otro trabajo tenemos una situación diferente. Jorge Guillermo escribió a máquina, pero corrigió a mano e hizo muchas inserciones en las hojas, sin hacer jamás una nueva versión. Es decir que en algún momento se desalentó”. Antes, de todos modos, alcanzó a mostrarle el proyecto a Macedonio, que anotó un único comentario donde resaltó la expresión “pudor de optimismo”. “(La frase) tiene la fuerza de una idea de Nietzsche. Vale por todo el libro”, apuntó con acidez el amigo.

El peso de una sonrisa

Salvo por el machismo que salpica algunos tramos, las opiniones que se leen en La senda podrían ser las de un autor actual. La edición de Pittsburg se completa con dos poemas –uno de ellos se titula “Momentos”, aunque este sí es auténtico, no como el que le atribuyeron a Jorge Luis–, más una traducción al castellano del Rubáiyát de Omar Jaiyám y algunos textos críticos. En párrafos y versos sopla una anarquía individualista con nubarrones de pesimismo. Da la impresión de que para Jorge Guillermo cada humano está obligado a bancarse la angustia de existir desde la edad de los pañales. “La postura sobre la radical autonomía de los individuos, incluso los niños, podría leerse como una crueldad hacia Jorge Luis –aporta Balderston–; pero también es entendible como un respeto radical a su proyecto de vida”.

En medio hay giros de neto aroma borgiano. Ejemplo: “En los destinos del universo tanto puede pesar una sonrisa como una civilización que se derrumba”. O bien: “La perfección del perdón es el olvido”. Tal vez estas iluminaciones agradaban al hijo. Pero hay más. En sus páginas, el papá de Borges avisa sobre los peligros de ser un literato. Advierte Jorge Guillermo que “cuando el hombre cede su sitio al autor, el público suele escucharse a sí mismo” y por lo tanto “la especie ha reemplazado al individuo con todas sus limitaciones y prejuicios”. Jorge Luis jugó al límite de estas sentencias, y a lo mejor las hizo pedazos.

Textual

“No es fácil juzgar de la infancia como quien dice de segunda mano. La ajena, la de los verdaderos chicos, se desenvuelve en un mundo tan distinto al nuestro como es distinto un cuento de Perrault a la metafísica de Kant. La psicología infantil no es una ciencia, ni un arte. Es una simple majadería, y el chico que vislumbramos a través de sus páginas es un ser fantástico como la sota de oros o el rey de bastos, y mucho menos interesante. Si nos es imposible penetrar muy hondo en la selva oscura de nuestras almas, ¿cómo hacerlo en el corazón y la mente de seres cuyo corazón y cuya mente es tan movido y cambiante como la danza de las horas en el teatro del día? Más nos vale acariciarlos, hacerles merced de una sonrisa o de un juguete y quererlos mucho, mucho. Mejor para ellos si son como pretenden algunos observadores perfectamente amorales, si son tan inconscientes del bien como del mal. La conciencia que nosotros tenemos del valor de nuestros actos no nos libra de ejecutarlos. El árbol del saber da un fruto amargo. No nos preocupemos tampoco demasiado por su educación. En esta materia como en muchas otras un poco de prudente negligencia es salvadora; no olvidemos que la mano que corrige y guía puede también deformar, y dejemos que nuestros hijos nos eduquen: en el cambio recíproco de influencias la del hijo sobre el padre es la mayor. La labor nuestra ha de ser en el mundo que habitarán mañana. Pongamos nuestra casa en orden, será la suya, limpiémosla, hagámosla más cómoda y hermosa y habremos cumplido con nuestro deber”.

(Extracto de La senda. Se ha mantenido la puntuación del original.)
  
La ficha

Jorge Guillermo Borges nació en Paraná (Entre Ríos) el 24 de febrero de 1874. Era hijo de una británica llamada Fanny Haslam y de un coronel del ejército argentino, Francisco Borges. Cuenta la mitología familiar que Francisco se suicidó corriendo de frente hacia las balas enemigas en la batalla de La Verde, dejando a Fanny sola y a cargo de dos niños. En la casa de la viuda Haslam de Borges se hablaba inglés y se respiraba una amalgama entre lo criollo y lo anglosajón. Ya adolescente, Jorge Guillermo estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires y luego se dedicó al Derecho. En la universidad se vinculó con un grupo de estudiantes que incluía a Macedonio Fernández, Juan B. Justo, José Ingenieros y Leopoldo Lugones. De yapa, sus andanzas por Palermo le granjearían la amistad de Evaristo Carriego.

El 1 de octubre de 1898 Jorge Guillermo se casó con Leonor Acevedo. Al año siguiente nació el hijo mayor, Jorge Luis; luego vendría Norah. El papá se ganaba la vida como abogado y daba clases de psicología. Pero la vista no lo acompañaba. Buscando algún tratamiento médico que aliviara el problema, la familia se trasladó a Ginebra en 1914 y recién se reestablecería en Buenos Aires en 1924. Para el joven Jorge Luis, este regreso fue una revelación. En cambio, la carrera literaria de Jorge Guillermo marchaba hacia el ocaso. A fines de 1937 sufrió un derrame cerebral y murió al año siguiente, dejando, no obstante, una obra que gravitaría sobre el hijo. “Mi padre me reveló el poder de la poesía: el hecho de que las palabras sean no solo un medio de comunicación sino símbolos mágicos y música”, diría Jorge Luis más tarde.

uente : Pagina 12

viernes, 2 de diciembre de 2016

Sandra Mihanovich – Milonga de un soldado – J.L.Borges






 Después de conseguir los permisos de este poema de  Jorge Luis Borges, Sandra Mihanovich, alegremente, vuelve a cantarla.
Teatro Mercedes Sosa, Tucumán. 11 de noviembre de 2016

Fuente : You Tube

miércoles, 30 de noviembre de 2016

El infinito Borges - Museo Universidad de Alicante - España





El pasado miércoles 23 de noviembre de 2016 se inauguró la exposición El infinito Borges, en el Museo de la Universidad de Alicante, organizada por la Universidad de Alicante y el Centro de Estudios Iberoamericanos Mario Benedetti, con la colección del Museo del Escritor, del Centro de Arte Moderno de Madrid.

Fuente : You Tube

jueves, 24 de noviembre de 2016

Jorge Luis Borges: "Mis amigos me dijeron que no era un poeta...que era un intruso"





 
En 1978, durante su segunda visita a nuestro país, el poeta peruano Marcos Martos tuvo la oportunidad de conversar con el escritor argentino. La entrevista fue publicada en 1981 en la revista Trobar Clus. Tuvimos la oportunidad de acceder a un ejemplar de la publicación. Compartimos la entrevista completa con nuestros lectores.

Cuenta el escritor Ricardo Piglia que cierta vez, cuando preparaba una antología cuentística del escritor Joseph Conrad en 1969, fue a visitar a su compatriota Jorge Luis Borges (1899-1986). El autor de Ficciones lo recibió con buen humor y amabilidad. Pronto, lanzó su primera sugerencia: "Tenemos que poner el cuento El duelo".

En poco tiempo, la conversación abandonó al inglés y se centró, precisamente, en historias de duelo. Borges, por supuesto, fue el principal relator. "Me contó que una vez Julio César estaba por iniciar una batalla y el general enemigo le dijo: en lugar de que muera mucha gente , por qué no nos batimos a duelo los dos. Y Julio César le respondió: Sí claro, pero yo le mando un gladiador si usted quiere", recuerda Piglia.

La anécdota expone un lado, quizás, poco conocido del narrador y poeta: su capacidad para construir entretenidas e inteligentes intercambios verbales con quienes lo visitaban. Esa capacidad pudo ser apreciada por el público peruano. A nuestro país llegó en dos oportunidades, en 1965 y 1978. Durante su segunda visita, el poeta Marco Martos tuvo la oportunidad de entrevistarlo. La conversación fue publicada en la revista Trobar Clus en 1981. En ella abordó diversos temas como su paso por el ultraísmo, la concepción de la poesía, sus antepasados familiares, entre otros.

Gracias a Javier Torres Seoane, pudimos tener acceso a un ejemplar que atesora en su biblioteca personal. Compartimos la entrevista completa para nuestros lectores.

Habla Borges, el poeta

Martes 22 de noviembre de 1978. Borges se encuentra nuevamente en Lima. Hasta su hospedaje en un hotel miraflorino ha llegado Marco Martos para conversar con el gran poeta argentino. De ese diálogo, que hasta ahora había permanecido inédito, publicamos los pasajes en los que Borges aborda el tema literario, y especialmente, el hecho poético.

Jorge Luis Borges: He estado contestando tantas preguntas que estoy un poco aturdido.

Marco Martos : Esperamos que nuestras preguntas no sean tan perturbadoras.

Así lo espero. Por ejemplo, me han preguntado por qué no escribo yo para las multitudes. Las multitudes no existen, eso es una ficción, ¿no? Uno escribe para un hombre determinado, no para las multitudes.

Para comenzar, quisiéramos preguntarle esto: en algunos de sus poemas, en dos por los menos, no recuerdo los títulos pero eran dos poemas sobre el ajedrez…

Creo que son lindos poemas. En ellos juego con la posibilidad de un número infinito de dioses, cada uno de los cuales sueña al otro o dirige al otro. Es el mismo tema de un cuento mío que se titula, creo, ‘Las ruinas circulares’. Es exactamente el mismo argumento. Yo no me di cuenta y por eso escribí el poema del ajedrez… después de haberlo escrito comprendí que eso ya lo había dicho mucho mejor en prosa.

Pero el tema del ajedrez aparece recurrentemente también en otros cuentos como…

Bueno, mi padre era un buen ajedrecista. Yo no lo he sido, no… he sido un pésimo ajedrecista. Luego, he publicado últimamente un poema, en La Nación, sobre ese juego japonés, el go.


portada de la revista  trobar clus (otoño de 1981)

¿A usted le atrae más este nuevo juego?

No, no… Me mostraron las fichas, me explicaron el juego, me dijeron que era un juego mucho más complejo que el ajedrez porque, creo, hay 360 fichas que corresponden al año lunar, ¿no?, de modo que tiene que ser más complejo que el ajedrez, donde las fichas son 32, creo, ¿no?

Sí treintaidós.

Ciertamente.

Y las casillas sesentaicuatro.

En el otro no sé cuántas casillas hay, pero en fin… muchas más.

Pero en relación misma.

Tanto que me habían dicho que, pero eso tiene que ser falso, que es imposible que se repita una jugada en el go. Ahora eso es imposible, eso es falso, porque aunque el número de piezas fuera diez mil el número de combinaciones de diez mil no es un número infinito, es un número indefinido, ciertamente.

Y hay una buena diferencia según usted lo ha probado.

Por supuesto que sí, claro. Finito es una cosa, indefinido es otra.
“No existe la poesía fría”

Bueno, en relación a todos estos y otros juegos, usted pone a veces, o creo yo que usted pone en toda su actividad intelectual esa misma pasión y esa misma frialdad del jugador ganador.

¿Frialdad? No, no

¿No?

No, yo no soy un hombre frío. Ahora, que mi obra sea en buena parte lúdica, eso es verdad. Pero el go es un juego apasionado. Ahora, yo creo que poesía fría es una contradicción, que no puede existir.

¿No puede haber poesía fría?

No y eso explica que Valery sea un poeta mediocre, porque no siente pasión en lo que él escribe. Góngora es un poeta artificioso, pero es superior a Valery porque en Góngora sentimos pasión, y en Valery no. Valery dice, por ejemplo: “Ce toit tranquille, où marchent des colombes,/ Entre les pins palpite, entre les tombes”… Es horrible.

No le parece…

Si hay algo a lo que no se parece el mar es a un techo. Esa es una imagen falsa ¿Cómo va a parecerse el mar a un techo? Y luego tenemos ese lugar común que es comparar a los barcos con…

Con las palomas.

Sí... eso me parece letra de tango, ¿no? Es una miseria. Y luego, el otro verso es cacofónico: “Entre les pines palpite”, cómo decir, ¡es una vergüenza!", "pines palpite"¿Cómo pudo escribir eso? Este hombre no tenía oído.

¿No era un buen poeta?

Yo creo que no. Yo recuerdo una línea de Kipling sobre el mar: "Who has desired the sea" "¿Quién ha deseado el mar?" Bueno, ahí está, digamos, la respiración, el pulso del mar, la pasión del mar, se sienten en esa línea, ¿no? "¿Quién ha deseado el mar?" Bueno, ahí sentimos el mar. En cambio, en el poema de Valery vemos en todo caso una acuarela.


  Esto me hace pensar que usted tampoco aprecia a Mallarmé.

No… Sin embargo… a ver, ¿qué puedo recordar de Mallarmé? Yo creo que tiene ese poema sobre Poe, que es un lindo poema: "Tel qu’ en lui-même enfin l’eternité le change", pero luego se viene abajo: "Le pöete suscite avec un glaive nu/ Son siècle épouvanté de n’avoir pas connu/Que la mort triomphait dans cette voix étrange!" Es una miseria todo eso, ¿no? Pero la primera línea es muy linda, esa idea de que cuando el poeta muere, en el momento en que él muere, él ya es una imagen platónica… Es muy lindo eso y está dicho de un modo perfecto: “Tell qu’en lui-même enfin l’éternité le change”. Yo sería un desagradecido si no agradeciera profundamente ese verso de Mallarmé, aunque el resto de su obra no me guste mucho, ¿no? Ahora, el caso de Poe es raro porque yo creo que Poe es superior a cada una de las páginas de su obra. La imagen de Poe es una imagen como…

¿Cómo la de Cervantes, que usted elogió en el acto de esta mañana quien hace una gran obra?

Cierto. Claro que en el caso de Poe yo rescataría: Las aventuras de Arthur Gordon Pym, una espléndida pesadilla que se adelanta a la ballena blanca de Melville. Pero, además, de Poe surgen tantas cosas... cosas disímiles, por ejemplo, el simbolismo, Baudelaire, la novela policial. Todo eso fue engendrado por ese pobre hombre… por ese pobre hombre de genio… desdichado.

¿Usted siente un parentesco espiritual con él?

Sí, pero yo no sé si soy digno de ese parentesco.

Usted se lo ha ganado en toda su actividad literaria, ¿no? Mucha gente que admira la novela policial, y que admira también las obras suyas, hace esa relación…

Hemos tenido tantas discusiones con Bioy Casares. Bioy decía que Poe era un pobre hombre; era un hombre pobre en el sentido de ser un hombre desdichado, pero era un hombre desdichado y muy rico.
"Hidalgo era un charlatán"

¿Me permite una interpolación a lo que usted ha dicho? No tiene que ver con Poe sino con la poesía? Hace tiempo estuvo por acá un profesor italiano, Paoli, que ha traducido al italiano a algunos poetas peruanos como Eguren y Vallejo…

Bueno, yo siempre admiré a Eguren… yo lo conocí por Hidalgo, y si algo debo agradecerle a Hidalgo es el conocimiento de Eguren, ¿no?, porque Hidalgo era un charlatán.

A propósito de Hidalgo, ¿cómo usted pudo escribir o hacer algo con ese señor a quien usted llama charlatán, y parece que con Maples Arce también?

No.

¿No hicieron nada juntos? Entonces yo estaba equivocado.

No, no… Hubo una antología en la que pusieron mi nombre, sí, pero eso era por razones de conveniencia. Yo no hubiera podido trabajar con Hidalgo. No sé qué pensarán ustedes de Hidalgo.

No nos gusta tanto. Usted lo trata con gran dureza en una sola línea cuando dice de él: "El escritor, de alguna manera hay que llamarlo"...

Bueno siento haber sido tan descortés … Yo le dije algo así como: “el escritor, llamémosle así”. Hidalgo era un hombre lleno de vanidad… él se creía superior a Lugones. Hidalgo estaba loco, era un insensato. Oliverio Girondo, que era un hombre pobre también, decía que Lugones le daba lástima. ¿Con qué derecho?... Es absurdo. Yo creo que esas cosas se dicen para asombrar, ¿no? Las misma personas que las dicen no las creen. Ahora escucho que todo el mundo habla mal de Ruben Darío… de Rubén Darío, que es nuestro padre, de todos.


"En poesía es muy importante el sonido"

Yo creo que sí. Sus primeros versos parecen modernistas también, me refiero a los primeros versos suyos.

Sí y lo que escribo ahora también.

Yo siento la música de Darío, dentro de un estilo Borges… no encuentro otra manera de llamarlo.

Ojalá se sienta la música de Darío. Lo mejor que tenía era su música, porque en cuanto a los temas, los símbolos, estaban un poco gastados, ¿no?

Todos, o casi todos.

Sí, pero yo creo que eso no importa. Si yo digo: “Boga y boga en el lago sonoro/ donde el sueño de los tristes espera/ en un góndola de oro/ la novia de Luis de Baviera”, cada uno de esos símbolos es hueco, pero el conjunto funciona, uno se siente movido

Porque es buena música, ¿no?

Claro. Ahora si uno analiza: “Boga y boga” no es muy feliz; “en el lago” no es especialmente sonoro; “el sueño de los tristes espera”, querrá decir el ensueño, pero no quiere decir que los tristes se quedan dormidos en el lago; y “una góngola de oro” es una cursilería intolerable. Sin embargo, el conjunto es magia. Y lo más importante es eso. Darío logra la magia con cualquier medio y con medios muy pobres a veces, pero lo logra, ¿no?, y eso es esencial.

A propósito de Eguren, Vallejo y de usted, en una conversación, le preguntamos a este profesor italiano Paoli, por qué los europeos no apreciaban mucho a Eguren. Él dijo que eso se debía a que ellos tienen algunos poetas con una musicalidad parecida a la de Eguren, en cambio, dijo, Borges y Vallejo suenan de un modo absolutamente personal. No sé qué pensará usted.

Dijo Walter Pater que todas las artes aspiran a la condición de la música. Es verdad, ¿no? Claro, en la música el fondo es la forma, en cambio, en la poesía no, hay un elemento narrativo, y algo que puede separarse.

¿Usted cree que el mejor poema es aquel que da una sensación, un tono, antes del que cuenta algo?

No, a mí me gusta mucho lo narrativo… la épica es narrativa. Uno no puede prescindir de lo narrativo. Pero al mismo tiempo hay versos que me conmueven misteriosamente. Por ejemplo: “Peregrina paloma imaginaria/ que enardeces los últimos amores/ alma de luz, de música y de flores,/peregrina paloma imaginaria” de Jaymes Freire… eso no quiere decir nada y sin embargo…

¡Qué bien suena todavía!

Pero es que basta eso. Escuche: “And the red winds are whitering in the sky”. “Y lo vientos rojos se marchitan en el cielo”. No sé si quiere decir algo, pero no importa, ¿no? Es muy importante el sonido… desdeñar la música es renunciar a un elemento esencial del verso.
"La pandilla ultraísta"

Y eso hizo la vanguardia.

Sí.. y así salió todo… así salimos.

¿Y cómo así, pensando esto, usted tuvo un acercamiento con los ultraístas, o, de alguna manera lo fue? ¿Qué había allí?

(Riendo) Yo dirigí la pandilla ultraísta, el conventículo ultraísta… Simplemente, yo estaba equivocado.

¿Usted cree que los ultraístas y, en fin, todas las escuelas de vanguardia se parecen, son intercambiables?

Sí, yo creo que sí; fuimos una secuela tardía de las teorías de Lugones de Lunario sentimental en el que la metáfora es el elemento esencial del verso. Si hay un solo verso bueno sin metáfora, la teoría no funciona.

Y hay muchos, ¿no?

Yo creo que sí…
Poesía y metáfora

Son casi todos. A propósito de la metáfora, usted alguna vez dijo que en realidad solamente hay unas cuantas metáforas.

Sí, yo diría que esas metáforas son…bueno, vamos a enumerarlas: el tiempo y el río, la vida y los sueños, la muerte y el sueño, las mujeres y las flores, los ojos y las estrellas. Yo creo que con eso ya tenemos para siglos de poesía. Yo recuerdo y cito siempre este ejemplo: en la Antología griega, yo no sé griego, hay un epigrama, que se atribuye a Platón, que dice a la amada: “Yo quería ser la noche para mirarte con millones de ojos”. Es poesía amorosa, ¿no? Hay una metáfora de ojos/estrellas. Al mismo tiempo, vamos a tomar esa misma metáfora usada por Chesterton. Chesterton dice a la noche: “Una nube mayor que el mundo y un monstruo hecho de ojos”. Una pesadilla… “A monster made of eyes, not full of eyes but made of eyes”. Usted ve, la metáfora es la misma y el efecto completamente distinto, ¿no?

En el caso del epigragama griego sentimos la ternura, la ansiedad, el deseo de ver desde distintos ángulos, desde miles de ángulos, a la amada, y en el poema de Chesterton sentimos que la noche, la noche de cada día, es algo terrible, es un monstruo hecho de ojos; sin embargo, la metáfora es la misma, lo cual quiere decir que la metáfora no importa, que lo que importa es la entonación con que está dicha, ¿no? Me parece que sería absurdo decir…vamos a suponer que un crítico –los críticos suelen muy torpes—dijera que la imagen de la metáfora de Chesterton es un plagio de epigrama de Platón… sería un loco, ¿no? Sin embargo, usted podría justificar eso y decir: en la primera metáfora tenemos las estrellas comparadas con ojos, en la segunda metáfora tenemos las estrellas comparadas con ojos… son iguales pero son completamente distintas.

Esto me hace pensar que usted no aprecia a los poetas metafóricos.

No, sí los aprecio… Le voy a decir unas metáforas muy lindas de Chesterton, que no pueden ser superadas. Las dos son imposibles. Se trata de un viking, un joven escandinavo que mira Europa, la mira con gula y piensa que él va a poseer todo eso, y dice…¿quiere que lo diga en inglés o en castellano? Se lo digo en castellano primero…

O en inglés primero, para escuchar la música.

“Marble like solid moonlight/gold like a frozen fire”… “El mármol como luz de luna maciza/ el oro como un fuego congelado”. Dos metáforas imposibles y muy lindas, ¿no? Y que le hubieran a gustado a Hugo, ciertamente… “Marble like solid moonligth”, algo imposible, ¿no?, “El mármol como luz de luna maciza”… “gold like a frozen fire”, “el oro como un fuego congelado”… Dos metáforas imposibles y lindísimas, ¿no le parece?

En cualquier otro idioma también…

En cualquier otro idioma; si yo las traduzco literalmente al castellano creo que siguen funcionando.

A propósito, ¿qué piensa usted de la traducción de poesía , de la posibilidad de dar el tono de un…

Sí, creo que sí, y creo que la traducción puede ser superior al texto también. Quizás lo único inadmisible sea la traducción en prosa… la traducción literaria en prosa es inadmisible, de algún modo se estafa al poeta. A ver, no sé si ya hablamos de una metáfora de la espada. El ejemplo no es mío, es de un gran poeta… ¿cómo se llama?... bueno, no importa el autor… es ésta, y es imposible lógicamente: “Si no me hubieran dicho que era el amor, yo hubiera creído que era una espada desnuda”. ¿Qué le parece? Es de Kipling. No parece de Kipling, ¿no? Yo creo que cuando algo es realmente bueno ya no parece de nadie, ¿no? Yo diría, por ejemplo, que esa metáfora: “El oro como un fuego congelado”, ya no es de Chesterton; esta segunda ya no es de Kipling; son ya de la tradición, del lenguaje, de todos los hombres, de nadie, ¿no? Cuando una cosa sale bien, bueno…
"Siempre me he enamorado en Inglés"

¿Conoce usted estos versos: “Puedo darte mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón;/ estoy tratando de sobornarte con incertidumbre, con peligro, con derrota?

Sí pero yo los escribí en inglés.

Exacto eso quería preguntarle.

Yo lo escribí en inglés. Yo estaba enamorado de…yo siempre me he enamorado en inglés.

¿Y usted por qué escribió los poemas en inglés?

Porque era el idioma de nuestro diálogo amoroso, estos versos era entonces una continuación de este diálogo.

Son muy hermosos. Estos versos son del año 34. Algunos años después, más o menos el 38, usted ya no publicó más poemas por un tiempo largo.

Eso lo han reseñado los críticos. Yo no lo sabía; yo no me di cuenta de eso… Es cierto, además. Eso puede verificarse cronológicamente…

¿Usted no tiene explicación para eso?

No.

¿Simplemente no escribió poesía? No mucha, en todo caso.

Bueno, yo pensé que la poesía era inaccesible… mis amigos me dijeron que yo no era un poeta, que yo no tenía derecho a… que yo era un intruso en el campo de la poesía… que yo era realmente un prosista, un cuentista. Muchos amigos míos me dijeron eso y me lo dijeron con toda sinceridad.

¿Creyéndolo además?

Sí, creyéndolo. Y ahora yo creo que no, si hay algo que yo tengo de hecho es la poesía. Además, me siento más cómodo en verso que en prosa. Para mí, el endecasílabo es una forma tan natural como el octosílabo para los payadores.


Junín, el coronel Suárez

Usted escribió dos poemas sobre la batalla de Junín. Uno está en sus primeros libros, muy breve…

Uno muy breve en el que digo: “Y a las lanzas del Perú dio sangre española” ¿no? Y luego otro, muy superior…¿cómo es?... “En los atardeceres pensaría que para él había florecido esa rosa encarnada en la Batalla de Junín”. Mi bisabuelo, el coronel Suárez, era primo de Rosas pero unitario… era primo del dictador.

Usted no simpatiza con Rosas pero resultó de algún modo vinculado a él.

Bueno vinculado por la sangre pero no…

Cuando usted dice al final de este segundo poema: "Junín son dos civiles que maldicen a un tirano"

Bueno, no, porque yo escribí aquello durante la dictadura de Perón.

¿Y se refiere concretamente a él, no?

Claro, y por eso La Nación no quiso publicarlo y lo publiqué en Sur. La Nación no quiso publicarlo porque era tan evidente que ese poema no era histórico sino contemporáneo. Y en Francia lo tradujeron y lo publicaron bajo el título de “Borges escribe un poema comprometido”… Esta mañana me dijeron que había una estatua de Suárez en la pampa de Junín. A mí me conmovió muchísimo.

Me gustaría saber si hay un verso suyo.

No.

No estaría mal, ¿no?

Yo creo que sería una falta de respeto, ¿no?, porque yo creo que al coronel le basta con esa gloria. No precisa de adornos retóricos. No, no, yo respeto a mi bisabuelo.
Los primeros poemas

Quería preguntarle algo sobre sus primeros poemas. Las ediciones posteriores eliminan algunos poemas.

Bueno, es que no son flojos. No son literarios, son muy palabreros…Además, yo estaba bajo el influjo de Unamuno y quería escribir, digamos, de un modo simultáneamente tosco, simultáneamente rudo. Creo que fue un error. Ahora creo en la música, y antes yo quería no ser musical, ser enérgico y tosco, y lo lograba desde luego. Es más fácil ser tosco.

Me he enterado que en Palma de Mallorca han publicado algunos poemas suyos que usted no ha recogido posteriormente. No sé cuáles serán pero…

Deben ser muy flojos.

Pero a estas alturas todo lo que usted ha escrito, incluso eso que usted llama flojo, resulta interesante para…

Ah, puede ser… para los historiadores de la literatura, para los críticos.

Supongo que por eso habrá sido. No sé, creo que no han llegado acá.

Ojalá que no lleguen.
El amor…La felicidad… La desdicha

Usted en poesía ha tocado con cierta frecuencia el tema del amor, en prosa, en los cuentos, casi no lo toca. ¿A qué se debe esto?

Hay un cuento, “Ulrica”, que es una historia de amor, que es mi mejor cuento. Está en el libro de arena.

Pero usted prefiere la poesía para ocuparse del tema amoroso, ¿no?

Bueno es que la poesía es algo íntimo, digamos, en cambio, la prosa es un objeto que uno fabrica, objetos verbales.

Usted tiene un poema titulado ‘El remordimiento’.

Eso lo escribí a los tres días de haberse muerto mi madre. Mi madre murió hace tres años. Y a los tres días escribí ese soneto y me decía: “Pero que literato incorregible soy yo. Aquí estoy sufriendo y sin embargo estoy fabricando un soneto, buscando rimas…merezco el desprecio de todo el mundo. Y sin embargo, a mucha gente le ha gustado ese soneto: “He cometido el peor de los pecados/ Que un hombre puede cometer. No he sido/ Feliz. Que los glaciares del olvido/ Me arrastren y me pierdan, despiadados”. Es un lindo poema pero a mí no me gusta mucho.

Usted menciona esta constante de la infelicidad varias veces…

Bueno, es una constante en todas las vidas humanas…

No, lo que yo quería preguntar es que usted menciona constantemente esa situación de desdicha, de infelicidad…

Cierto.

¿Usted cree que el amor podría ser una posibilidad contra esa infelicidad?

Claro, pero yo sé que es una imposibilidad, yo lo sé por experiencia propia, pero desgraciadamente no dura, ¿no? Desgraciadamente puede ser efímero. ¿Cómo no va a ser…? Es una gran felicidad el amor. Amar y ser amado es espléndido, pero no sé si puede durar mucho tiempo, ¿no?...¿ Quien puede negar eso? Solamente un loco puede negar eso.
Borges y la violencia

En muchos de sus cuentos hay personas que en una situación extrema, como la muerte, pero generalmente en una situación de violencia, descubren su identidad.

Ah, sí. Ese es un tema que a mí me gustó siempre: la idea de que hay un momento en que un hombre sabe quién es.

¿Necesariamente violento?

Y… teóricamente podría a llegar un momento en que va caminando por la calle solo, ¿no?.. podría comprender muchas cosas de golpe, ¿no?, pero claro, para un cuento es mucho mejor que sea una situación violenta.

Le fascinan a usted los hechos violentos, ¿no?, por ejemplo esas referencias a los puñales, a las espadas…

Sí, es cierto… la idea del valor personal, ¿no?...además, he sido amigo de cuchilleros.

Yo lo vi a usted una vez, el año 1964, aquí en Lima, hacer unos gestos, uno pasos de cuchilleros. Estaba usted dando una conferencia, sin embargo hizo un aparte, hizo algunos gestos…

Qué raro.

Fue en la Universidad Nacional de Ingeniería. Me extrañó muchísimo.

(Poniéndose de pie y moviendo los brazos) ¿Hice así por ejemplo?

Sí, sí, usted se puso de pie e indicó cómo se ponían el poncho.

Habría bebido, estaría un poco bebido, ¿eh?

Yo sentí que usted se transfiguraba y que, como lo ha dicho en algunos textos, usted era todos los hombres, en este caso, un cuchillero.

Yo era amigo de cuchilleros. Yo recuerdo que allá en Palermo algunos cuchilleros quisieron enseñarme a “vistear” [simular una pelea a cuchillo]. Y  hay algo noble en esto. Creo que era Quevedo el que decía que las armas de fuego le dan ventaja al certero sobre el valiente, ¿no?, en cambio con el cuchillo no es así, uno tiene que ser valiente para manejar el cuchillo. No hay ningún cuchillero que sea cobarde.

En muchos cuentos usted ha exaltado al hombre valiente que sabe que va a morir o que sabe que va a perder…

Claro, porque yo he pensado en mi abuelo que se hizo matar en la revolución del 74. El había tomado esa decisión por razones políticas: después de una batalla se puso un poncho blanco, montó en un caballo tordillo y marchó, no al galope sino al trote, hacia la trinchera donde estaba el enemigo esperándolo. Yo he escrito un poema sobre mi abuelo. A ver.. ¿cómo es?... “Alusión a una sombra de mil ochocientos setentaitantos*: Lo deje en el caballo, en esa hora/Crepuscular en que busco la muerte;/Que de todas las noches de su suerte/Esta perdure, amarga y vencedora./Avanza por el campo la blancura/ Del caballo y del poncho. La paciente/Muerte aguarda** en los rifles. Tristemente/ Francisco Borges va por la llanura./Esto que lo cercaba, la metralla/Esto que ve, la pampa desmedida,/ Es lo que vio y oyó toda la vida./ Está en lo cotidiano, en la batalla./Alto lo dejó en su épico universo/ Y casi no tocado por el verso”. Lindo, ¿no?

Verdaderamente hermoso.

Sobre todo los últimos versos: “Alto lo dejo en su épico universo/ Y casi no tocado por el verso”. Metáforas casi no hay, ¿no? Hay lugares comunes deliberados…”La paciente muerte aguarda en los rifles”… “Tristemente Francisco Borges va por la llanura”.

(En ese momento entra María Kodama, la secretaria de Borges, quien le recuerda al poeta que lo están esperando en un canal de televisión para grabar otra entrevista. Borges recuerda entonces un poema, 'La luna', dedicado precisamente a María Kodama, y lo recita).

Hay tanta soledad en ese oro./ La luna de las noches no es la luna / Que vio el primer Adán. Los largos siglos/ De la vigilia humana lo han colmado /Del antiguo llano. Mírala. Es tu espejo”. Es un lindo poema, ¿no? Claro, la luna que vemos no es la de Adán . Es la luna por la que han pasado Virgilio, Shakespeare… Todos los hombres dicen que vieron la luna.

Una última pregunta: si quisiera conservar un verso suyo, ¿con cuál se quedaría?

Y… con ese, por ejemplo: “Hay tanta soledad en ese oro”.

¿Y un poema? ¿Con qué poema se quedaría usted?

Ese poema sobre la muerte de Laprida, el “Poema conjetural”.

*Borges se equivoca con el título de un poema dedicado a Juan Muraña, “Alusión a una sombra de mil ochecientos noventa y tantos”. El poema que recita Borges en realidad lleva el título “Alusión a la muerte del coronel Francisco Borges (1833-74)”. Ambos figuran en El otro, el mismo. (Nota de la redacción de la revista)

**En todas las versiones impresas de este poema figura la palabra acecha en vez de aguarda. (Nota de la redacción de la revista)

Fuente : La Mula - Perú