Facundo Cabral no era un intelectual ortodoxo, pero sabía
mucho de literatura y amaba los libros. Escribía con pasión, no sólo canciones,
sino también poesía y los textos que narraba con voz clara y precisa en sus
presentaciones.
Dialogó con Krishnamurti, fue amigo de Juan Rulfo, de Julio
Cortázar y de Jorge Luis Borges. A este último lo visitó su departamento en
Buenos Aires. “Señor Cabral, usted sabe más de mi vida que yo, abra esa cómoda
y encontrará muchos manuscritos lléveselos, se los regalo”, le dijo el gran
escritor.
“Cuando le pregunté a Borges porqué no había libros suyos en
su biblioteca, me dijo: porque sigo teniendo el hábito de la buena lectura.
Cuando le pregunte qué le había parecido Arreola, que acababa de visitarlo, me
dijo: es un verdadero caballero, me dejó dos o tres silencios”, contaba Cabral
en una de sus famosas anécdotas ante el público.
En Ciudad Obregón conoció a Erich Fromm, el autor de El arte
de amar. “Fue una luz. Iluminó un montón de rincones que no conocía. Fue como
estar frente a un espejo mucho mejor que yo”, dijo Facundo.
Quería a Octavio Paz, a Julio Cortázar, a Nacha Guevara, a
Walt Whitman y le costó vivir sin Borges.
“Estaba tomando sopa con mi madre. Mi madre lo amaba: no me
olvido nunca de eso. Estábamos comiendo una sopa de sémola y sale un gran amigo
nuestro en la radio, un hombre importante de la radio argentina, que además
estuvo bastante cerca también de Borges, y dijo: “Hoy odio mi oficio. ¿Por qué
me tiene que tocar a mí decir que Borges murió en Ginebra?” Y mi madre no dejó
de tomar la sopa y dijo: “¡Caramba! Ahora sí que vamos a ser pobres”. Esa fue
una muerte terrible para mí, porque no se puede suplantar tanta inteligencia.
Ahora hay que esperar otro siglo y yo me lo pierdo”, contó en una entrevista.
Fuente : Sin embargo – México (fragmento)
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