El bicentenario del
poeta estadounidense Walt Whitman irradia la poesía democrática del autor de
'Hojas de hierba'. La celebración del bicentenario de Whitman, como no podía
ser de otro modo, ha desencadenado nuevas aportaciones literarias, biográficas,
ensayísticas, reediciones, reflexiones, a la bibliografía y figura del
celebrado creador del poemario
Carles Gámez
Hay libros que te cambian la vida. Sucesivas generaciones de
lectores han hecho del poemario Hojas de hierba de Walt Whitman, libro de
referencia en las bibliotecas particulares y públicas, en las listas de
lecturas preferidas o de aquellos libros imprescindibles que te acompañarían a
una isla desierta. La celebración del bicentenario de Walt Whitman, como no
podía ser de otro modo, ha desencadenado nuevas aportaciones literarias,
biográficas, ensayísticas, reediciones, reflexiones, etc. a la bibliografía y
figura del celebrado creador del poemario.
El poeta que no tuvo ningún reparo en auto celebrarse y de
paso, cantarse a sí mismo, como inicio de un conjunto de poemas que
convulsionaría los salones literarios decimonónicos desde su Nueva York natal
para expandirse, como una ola sísmica a uno y otro lado del Atlántico. La
«poesía democrática» de Hojas de hierba desafinó de entrada en los cánones
poéticos de la época por su libertad estilística. ¿Adonde habían ido las
queridas y cultivadas rima y métrica? Se preguntaban los guardianes del verso
ortodoxo. Y por no hablar de su indisimulada exaltación sensual del cuerpo, una
libre y vibrante invocación sexual - sin distinción de género- que provoca a
las mentes puritanas y le causará más de una querella judicial.
Para Whitman, la palabra pecado queda a partir de ahora desterrada
frente al placer, frente al goce físico del amor. «Y abriste mi camisa sobre el
pecho/ y hundiste tu lengua hasta tocar mi corazón desnudo / y te estiraste
hasta tocarme la barba y luego hasta tocarme los pies», deja escrito en los
primeros versos de su Canto de mi mismo. «Whitman le habla a la multitud como
altavoz y a cada uno al oído», señala el ensayista Edgardo Dobry en la
introducción de Obra escogida (Penguin Clásicos). Para el poeta y traductor
«Whitman inventó un tono a la vez potente e intimo» que acabaría haciendo de él
«el fundador del canto de todo un continente». El cantor de una nueva era en
«la que los hombres y las mujeres son hermanos y nadie es más que su prójimo».
En la que el «cuerpo humano y el cuerpo de la naturaleza se suman en una unidad
superior y armónica».
La libertaria poesía de Whitman actúa de constitución lírica
en un país que se está construyendo a si mismo bajo los dictados de la
democracia parlamentaria. «Crezco por igual entre los negros y los
blancos/Canadiense, piel roja, inmigrante, a todos me entrego y a todos los
recibo», exclama el poeta. «Whitman -escribe Edgardo Dobry- no se erige sobre
el pilar de un enemigo externo sino sobre la idea de construcción de una
sociedad capaz de integrar y fundir en su seno todas las diferencias, todas las
costumbres y formas de vida de un país enorme cuyo principal desafío político
era la cohesión€». Whitman se encarna en el nuevo poeta que necesita esa nación
que se está cimentando; se autoproclama en esa categoría literaria, y por lo
tanto es a él al que le corresponde interpretar esa nueva realidad que
constituye América. Una interpretación más allá de la descripción realista,
profundizando en la gente del pueblo, del sur y el norte del país, del este y
el oeste, ese oeste al que se dirigen ciudadanos, colonos llegados del viejo y
nuevo mundo: «Digo el primordial santo y seña, hago el signo de la democracia».
Entre las aportaciones literarias al aniversario del poeta
se encuentra el ensayo biográfico El dios más poderoso. Vida de Walt Whitman
(Ariel) del escritor y crítico Toni Montesinos donde, haciendo uso de una
abundante información bibliográfica, recorre todas los aspectos y segmentos de
la creación whitmaniana desde la epifanía, la primera edición de Hojas de
hierba en 1865 ese libro que va creciendo a lo largo del siglo, y que señala a
Whitman como el primer gran liberador del lenguaje, el primer poeta moderno en
una América en formación ante sus ojos. Pionero en esa lírica sin corsés, poeta
y periodista, Whitman levanta su voz y canta a ese sueño americano, una nueva
biblia democrática para el nuevo mundo. Entre las referencias señaladas por Montesinos en su
ensayo se encuentra Jorge Luis Borges, uno de los nombres ineludibles cuando se
habla de Whitman en castellano. Su traducción en 1969 de Hojas de hierba y que
verá la luz en el mercado español en la colección Palabra menor de Lumen en
1972, sigue estando entre las más celebradas. Ese Borges, como revela Toni
Montesinos, apenas un adolescente, que se sumerge en sus primeras lecturas del
poeta norteamericano en Suiza donde reside su familia, y quedará «ebrio de
Whitman».
Al nombre de Borges en el cuadro de honor de admiradores,
como señala en su ensayo biográfico Toni Montesinos se irán sumando -y
continuarán añadiéndose hasta nuestros días- entre otros nombres, Rubén Dario,
Pablo Neruda, Federico García Lorca o un León Felipe que traduce su Canto a mí
mismo. Un escritor como Cesare Pavese le dedica su tesis doctoral en una Italia
ahogada por la mística triunfalista del fascismo a principios de la década de
los años treinta del siglo XX donde la figura de Whitman y América son un
horizonte de libertad. En esta actualidad de la poesía de Whitman hay que
señalar al crítico Harold Bloom. En su ensayo, Como leer y porqué (Anagrama)
escribe: «Whitman profetiza los enigmas no resueltos de la conciencia
norteamericana». «Un mundo cada vez más norteamericano debe leer a Whitman, no
solo para entender a los norteamericanos, sino para captar mejor en que se está
convirtiendo exactamente el mundo».
Fuente: La Opinion de Malaga
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