Esteban Pittaro
A 120 años del nacimiento de Jorge Luis Borges, una de las
plumas literarias más fascinantes del español, una de las preguntas más
persistentes subsiste: ¿En qué creía Borges?
Conoce el lector de Borges que su sinceridad en la
literatura difícilmente pueda ser tenida en cuenta. Desde citas absolutamente
apócrifas pero verosímiles, entremezcladas con referencias a clásicos de todos
los tiempos, en su obra crea personajes que pueden ser desde un orgulloso y
culto nazi que busque autojustificarse a notables autores que reescriben el
Quijote, todos falsos pero increíblemente verosímiles. Borges reza los sueños
religiosos que evoca o inventa, cree en el perdón cristiano, la cábala judía,
el panteísmo. ¿Es quien dice ser en su obra, pero en cuál de sus cuentos?
Interrogado en entrevistas, se ha llamado ateo o agnóstico,
pero a la vez ha expresado envidia por aquellos que creían. Negaba a Dios, pero
lo respetaba, y lo buscaba en su obra casi de manera permanente, buscando
descifrarlo, desandar sus laberintos. El filósofo Santiago Kovadloff se refirió
a Borges y a Dios en una edición del Atrio de los Gentiles que tuvo lugar a
finales de 2014 en palabras luego recopiladas por la revista Criterio. Borges,
decía Kovadloff, no accede al enigma de Dios desde la fe religiosa sino desde
la imaginación poética. Y para Borges, como define el padre Osvaldo Pou, es más
poética la duda que la afirmación de la fe.
Está claro que admiraba a los hombres de fe como Chesterton,
incluso admiraba más esa fe encarnada que la Fe de los hombres, y en particular
la de los argentinos. Borges escribe en Discusión: ‘los católicos (léase los
católicos argentinos) creen en un mundo ultraterreno, pero he notado que no se
interesan en él. Conmigo ocurre lo contrario; me interesa y no creo’.
Aún sin creer, Borges hace caso a su madre católica, que
cuentan antes de morir le pidió que recé un Avemaría cada noche. Cosa que él
hizo. Y solicitó el sacramento de la unción de los enfermos poco antes de
morir.
¿Creía o no creía Borges en Dios? La duda persiste en la
respuesta, aunque quizá no en la búsqueda. Para Borges, comprender la
existencia de Dios fue una fascinante búsqueda de toda su vida.
En el Argumentum Ornithologicum Borges comparte otra de sus
enigmáticas piezas de búsqueda de Dios y emulando el argumento ontológico de
San Anselmo escribe:
Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura
un segundo o acaso menos. No sé cuántos pájaros vi. ¿Era definido o indefinido
su número?
El problema involucra el de la existencia de Dios. Si Dios
existe, el número es definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi. Si Dios no
existe, el número es indefinido, porque nadie pudo llevar la cuenta.
En tal caso, vi menos de diez pájaros (digamos) y más de
uno, pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos pájaros. Vi
un número entre diez y uno que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etc.. Ese
número entero es inconcebible, ergo, Dios existe.
La retórica borgiana puede llevar al lector a dudar si es
que acaso con su argumento Borges está parodiando los argumentos lógicos de la
existencia de Dios o simplemente está aportando el suyo. Vicente Cantarino,
analizando este poema, ya en 1976 concluía tras una extensa revisión del argumento
que una u otra visión, la parodia o la honesta argumentación, llevan a la misma
conclusión: Dios existe. Cantarino titula ese artículo: Borges: filósofo de
Dios.
Fuente: Aletelia
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