domingo, 4 de marzo de 2012

La presencia del "Destino" en Borges



Hasta donde lo consentía la invisible
mano del Destino, misterioso poder que
estaba por sobre los dioses mismos...
Alfonso Reyes, La Ilíada.

Introducción:

En uno de esos libros que pretenden ser el compendio ideológico de las personas famosas, se compilan un par de fragmentos de una entrevista concedida por Borges a alguien, en la que habla sobre el Destino. Es posible enlazar ambos fragmentos pues podría decir que se continúan:

Mi padre era anarquista individualista, lector de Spencer, profesor de psicología, poeta romántico que dejó algunos buenos sonetos, pero él quiso que se cumpliera en mí el destino de escritor (que no pudo cumplirse en él). Ya mayor habría yo de entender que desde niño se me había trazado el destino de las letras (...)
Este es mi destino; lo supe siempre. Yo no imagino ningún otro que no sea éste. Yo quiero ser feliz a la manera de todos. También Milton intuyó ser escritor antes de serlo y lo fue.1

Aquí se encuentran los elementos que Borges presenta en sus narraciones como distintivos del Destino: inevitable, consecuencia de acciones anteriores, epifánico e interminable como fuerza generadora. Un elemento adicional que sobresale en estos fragmentos es algo muy sabido sobre la propuesta literaria de Borges: la vida es literatura. De ahí que cualquiera de ellos bien podría formar parte de su obra literaria; quizá, el primero, de alguna de sus narraciones y, el segundo, de sus ensayos. También se percibe la afirmación de Borges sobre la literatura como génesis de ella misma. A la propia literatura también podría aplicársele, según la ecuación de causa-efecto, el que su Destino es la inevitable tarea de engendrar más literatura y para ello se vale de intrincadas cadenas de causas y efectos que suceden entre los hombres con la intención final de perpetuar la gran razón de la existencia (la literatura), en que se constituye, para Borges, la vida.

Para analizar los componentes del Destino en Borges, he elegido como base el cuento El fin, del libro Ficciones. Encuentro en él tres tipos de Destinos, cada uno de ellos relacionado con el personaje al que pertenece.

Recabarren, el pulpero, representa al tipo de Destino asumido con resignación en el que su cumplimento no fue glorioso sino más bien ordinario, común y vulgar. En Martín Fierro, por su parte, se cumple el Destino de características epifánicas de redención. Finalmente, el Destino del payador negro posee características de consuelo y desolación.

La interacción de los tres Destinos en un espacio y tiempo común a los personajes, le proporciona al relato cierta obediencia a lo que Jaime Alazraki denomina la Ley de Causalidad2: ¿para qué se escribió el pasaje del encuentro entre Martín Fierro y el Negro, en el poema homónimo3?, para que en algún momento posterior convergieran los tres personajes en El fin, a cumplir con el Destino engendrado por José Hernández, 84 años antes y que contenía el embrión literario que nosotros conocimos como Jorge Luis Borges.

El fin

El relato de El fin, es la continuación (efecto) de un pasaje (causa) del Martín Fierro de José Hernández. El personaje común a ambos relatos es Martín Fierro. Él se constituye en el protagonista que los enlaza. El otro elemento de unión entre los relatos es una pelea, que antes de El fin sólo se componía de un tiempo, el pasado y que, después del cuento de Borges, se ha vuelto infinito, pues éste puso en movimiento la interminable rueda de las causas y los efectos.

Dos de los efectos que se desprenden de este poner en movimiento al infinito son: la transformación (acaso multiplicación), del tema y la doble posibilidad de dirección que adquieren las causas y los efectos.

Mientras sólo fue parte del poema de José Hernández, el tema de la pelea entre Martín Fierro y el Negro era la prueba del coraje a que todo gaucho se enfrenta a cada momento de su vida. Después de El fin, el tema es el movimiento de las causas y los efectos que dan forma al infinito. El cuento de Borges ahora incluye al pasaje del poema de Hernández y viceversa. Sin desvirtuarse uno al otro, El fin le ha proporcionado una nueva dimensión a ese pasaje del Martín Fierro, haciéndolo parte de un infinito del que, cuento y fragmento del poema, son dos de sus estadios. Resulta notable esta característica que modifica a los relatos involucrados al dotarlos de una relación de tiempo y acción inexistentes hasta ese momento. Cuando en sus narraciones o ensayos Borges incluye a un relato, hecho histórico o ensayo ya existente, les cambia el tiempo que poseen transformándolos en infinitos. En el caso del fragmento del poema de Hernández, éste deja de ser algo que pasó para transformarse en algo que ha de seguir sucediendo, pues dejó de ser una muestra de coraje del gaucho para ser el infinito transcurrir de causas y efectos borgianos. La dependencia adquirida va más allá de la intertextualidad, ya que su relación no sólo es referencial o de diálogo entre ambos relatos, sino que se han fusionado en un organismo infinito; en algo que es, al mismo tiempo, un relato autónomo y un fragmento de un gran todo literario que los incluye, necesita y relaciona.

El segundo hecho notable es que relación entre las causas y los efectos deja de tener un sólo sentido. Entre el pasaje del poema de Hernández y El fin de Borges, existe un primer sentido que llamaré infinito positivo; es decir, la causa en el primero y el efecto en el segundo; el poema engendrando al cuento. Esta infinitud positiva sólo fue única mientras Borges escribía el cuento, pues, al concluirlo, inmediatamente se abrió un segundo sentido: la infinitud negativa. Ahora, así como se puede llegar al cuento por el poema (operación que realizó Borges), el sentido inverso nos permite a los lectores llegar del cuento al poema. Es decir, el cuento halla su referente en el poema, al igual que el poema en el cuento. Esto es que, si por alguna razón fantástica se perdiera el poema Martín Fierro, siempre quedaría la posibilidad de reconstruir, a partir de El fin, algunos de los elementos del guachismo inmersos en él.

Destino

Los señalados elementos que componen al Destino (inevitable, consecuencia de acciones anteriores, interminable como fuerza generadora y epifánico), se complementan en la realización de las escenas del relato. Veré cada uno de ellos por separado, pero recordando que forman unidad.

1. Lo inevitable es el sustento primordial del Destino. En esta característica se fundamentan las artes adivinatorias como la astrología o las profecías. Astrólogos y profetas, resaltan esta condición en sus vaticinios. Borges lo hace en sus relatos. Visto así, el Destino adquiere características de un hecho que indefectiblemente se realizará y que sólo es pospuesto para que se cumplan los estadios intermedios (causas y efectos), que lo componen. La inevitabilidad se encuentra no sólo en el hecho final, sino también en los estadios intermedios. En algunas historias cinematográficas actuales donde un porvenir catastrófico es parte de la trama, la acción se centra en el intento de los protagonistas por modificar algunos de los estadios intermedios para, con ello, alterar el futuro; es decir, el Destino previamente vaticinado. Al final, esta intervención en el pasado crea un tiempo circular en el cual el Destino que se pretende evitar se coloca en el centro de una serie interminable de causas y efectos idénticos. Este Destino, al no realizarse, deja de ser una acción futura, transformándose en algo inalcanzable ya. Por esta acción pierde su valor, pues no se realizará jamás y, por lo tanto, ya no afecta la conducta de los personajes. Esta repetición de las mismas causas y efectos desvirtuarían a las demás condiciones del Destino que Borges nos presenta. La inevitabilidad en el Destino de Borges es otra. No pretende alterar el futuro, sino cumplirlo con el mayor gozo y honor. Para el caso del El fin, ni el Negro payador ni Martín Fierro pretenden modificar el pasado para evitar el futuro. Su tarea es la continuidad lineal, no circular, de las causas y los efectos. En el caso de los filmes, los hombres son más importantes que los hechos, de allí que deban conservarse. En Borges, la importancia radica en los hechos (causas y efectos) y son éstos quienes deben prevalecer. Los hombres sólo son instrumentos del Destino, nunca el Destino mismo. Lo inevitable, en el primer caso, se anuncia como algo opcional, como una característica posible de modificar. Cosa que en realidad no logran, pues, siguiendo su lógica, la inevitabilidad del futuro se cancela, ya que, al intentar modificar el pasado, el futuro deja de ser el hecho vaticinado para transformarse en el momento infinito en que se tuerce el tiempo. En esta proposición de los filmes quizá existe drama, pero no tragedia. En cambio, en Borges, la inevitabilidad es el hilo conductor. La tragedia en plenitud. Los personajes borgianos no sólo lo saben, sino que hacen de ella su razón epifánica de existir. En el Borges de estos relatos, el futuro no puede torcerse, no debe torcerse, pues el honor perdería su valor, mermando a los hombres. Si en Borges se alterara el futuro, se perdería la posibilidad redentora del Destino. Los hombres, así, serían menos hombres.

Este cumplimiento puntual de todos las causas y los efectos, es lo que da vida a la Tragedia. De tal suerte, el Destino no es sólo el hecho final, sino los hechos intermedios que deben pasarse para llegar al fin.

2. Obediente a una normatividad casi rayana en la Física del movimiento y la inercia, el Destino en Borges resulta del conjunto de causas y efectos de la vida. Una secuencia continua, un antes y después, componen todos los momentos culminantes de los relatos. No existen hechos inocuos. Todo contribuye a la continuidad. Pero la continuidad es la suma de estadios intermedios que se complementan. Complemento de causas y efectos que no sólo son afectados por la inercia, sino también por una temporalidad y una espacialidad dadas. Como los cuadros de una película que son parte de un continuo, pero poseedores de individualidad. La secuencia es la suma de momentos estáticos. Las causas son hechos que deben realizarse en un tiempo y espacio determinados para permitir que los efectos hagan lo propio. La causalidad es la suma de temporalidad y espacialidad. Es una con-secuencia. En un inaprehensible instante, las causas y efectos son (deben ser), para realizarse, espacio y tiempo, más que movimiento hacia un fin. Este hecho es el que diferencia y hermana a la característica del Destino de aquella otra que lo impulsa a ser una interminable fuerza generadora. Causas y efectos son momentos, cuadros de la película, mientras que la interminable fuerza generadora es movimiento, secuencia de la película. Es en los momentos del continuo cuando la individualidad adquiere una efímera presencia y valor. Individualidad que se perderá con la suma total de las causas y efectos de la vida toda. Asunto al que apuntan los relatos borgianos donde el Destino se presenta. La condición de que las causas sean momentos de un continuo es lo que permite la individualidad. El guacho se mitifica e individualiza (y posteriormente universalizarse), en Martín Fierro, para cumplir con el Destino de la clase: el ejercicio del coraje o la epifanía de la muerte, y, en el caso específico de El fin, de la máxima borgiana de que la vida es literatura. Pero Martín Fierro, como individuo, tan sólo es un momento de la secuencia. No es el movimiento hacia sino el peldaño para. La causa y efecto que posee un nombre, un tiempo y un espacio determinados que nos permite comprender el mecanismo del infinito. Causas y efectos son momentos del continuo que permiten la individualidad.



3. La tercera característica, la interminable fuerza creadora, directamente complementa los elementos del Destino. Causa y efecto son, en realidad, estados del movimiento. En el caso de Borges, estados del movimiento hacia el Destino. No se causan los efectos para la estéril procreación de individuos, sino para la superior tarea de cumplir un Destino común a ellos. Las causas y los efectos son, más que la perpetuación de una individualidad, la continuidad de una espiritualidad; de un infinito. Esta característica demanda que las causas sean el antecedente del efecto, es decir, su pasado directo, provocando con ello que las causas sean la suma de todos los efectos (y causas) anteriores a ella. Una suerte de concentración del pasado total de un efecto por venir. Una inmensa amalgama de todas los genes de las causas. Esta característica nos obliga a reflexionar sobre el origen primero de los efectos, la causa inicial de todos ellos. Que en Borges no se resuelve. Lo infinito se nos presenta aquí con todas sus interrogaciones y sin ninguna respuesta. Esta característica de infinitas causas con infinitos efectos, al contrario de la anterior, desindividualiza al hombre. Yo "X", no soy un individuo original e imprescindible para la vida. Tan sólo soy la ínfima parte de una totalidad a la que poco le importa y afecta si tengo un nombre y una personalidad, pues mi razón de existir no está en mí sino en el conjunto. Soy el efecto de una causa que ha de provocar un efecto venidero. No soy dueño de nada; ni de mis causas ni de mis efectos. Sin embargo, este razonamiento podría acercarnos a imaginar que no siendo yo el dueño de mi Destino, necesariamente habría uno que si lo fuera; quizá Dios. Pero en el momento que al propio Dios se le aplica la ley de causas y efectos, pierde su potestad sobre ellas. Deja de ser El Dios, para transformarse en Un Dios. No existen excepciones en las causas y los efectos. Su aplicación resulta voraz.

4. La característica final del Destino que trataré es la epifánica. El hombre vive individualmente un Destino, que al sumarse al de la colectividad, cumple un Destino de Destinos. Cumplirlo es la razón de su vida, tanto individual como colectivamente. Sin embargo, no todos los Destinos parecen tener el mismo modo de cumplirse (punto que trataré en la parte final de esta monografía). Una condición presente en la mayor parte de los Destinos de Borges es la epifanía; sin embargo, no todos ellos lo son. Aquí cabe la duda de una interpretación fallida de mi parte y que me obliga a decir que quizá lo son, pero no resulta tan sencillo develarles lo epifánico. ¿Dónde se encuentra lo epifánico en el Destino de Recabarren? Pero, para poder apreciar lo epifánico de un Destino, resulta útil la presencia de los que no lo son, pues permiten el contraste.

En el caso de El fin, el momento epifánico se presenta tanto para Martín Fierro como para el Negro payador, pero no para Recabarren. Fierro y el Negro, se encuentran en el relato para, por fin, cumplir con ese momento de su Destino. En el primero, hallar la muerte; en el segundo, redimir la de su hermano. La lucha representa el momento epifánico para ambos, pues se hallan de frente con su razón de ser. Durante los instantes en que transcurre la pelea, Fierro y el Negro son la encarnación de las fuerzas del Destino, las causas y los efectos todos, el aliento de lo infinito. Si alguno no cumpliera con lo que de él se espera, se rompería la secuencia, interrumpiendo al infinito.

En la característica epifánica con que Borges dota a sus personajes, encuentro una suerte de gusto por la heroicidad. Una intención de transformar a los personajes comunes en titanes. Una llamada a la atención del lector para que vea la magnificencia de todos los Destinos. Una redención del hombre común. Se encuentra inmersa también la batalla entre los polos del mundo: lo grandioso contra la cotidiano, lo común contra lo extraordinario; en suma, lo heroicidad de la vida diaria. La aceptación de la vida propia como un acto de grandiosidad en sí mismo. ¿Qué puede existir más magnífico que el cumplimiento gozoso de la razón para la que estamos en esta tierra? En los personajes de Borges, el Destino epifánico se asemeja a la Gracia de los católicos. En el momento supremo, la Gracia permite a los católicos la contemplación de su razón de ser; es decir, del conjunto total de causas y efectos relacionados con su vida. Igual les sucede a los personajes de Borges. El momento en que asumen y enfrentan el momento epifánico de su existencia, les permite sopesar la razón de su vida, conocer la importancia de su vivir y, en consecuencia, entregarse con plena conciencia y gozo a la culminación del Destino. Esta característica de afrontar consciente y plenamente el Destino personal, es la de los héroes.

Martín Fierro, Negro payador y Recabarren

De los Destinos a cumplir en el relato El fin, se destacan semejanzas y diferencias entre ellos. Algunas de ellas son de temporalidad, otras de resultado y otras más de los antecedentes que contienen.

Como la Ilíada, que relata el desenlace de una gesta de muchos años, El fin cuenta el momento culminante de una serie de acontecimientos previos orientados a ese instante. Lo asombroso resulta, como en la Ilíada, que el desconocer los antecedentes de ese clímax no entorpecen la lectura.

Existen un par de antecedentes que afectan a los tres personajes: la pelea de Martín Fierro con el hermano del Negro payador, y, por supuesto, el poema titulado Martín Fierro. Los demás antecedentes no son iguales para los tres personajes protagónicos del relato de Borges.

Martín Fierro es el que posee mayores antecedentes. De hecho, todos los elementos del poema de Hernández dan pie a lo que sucede en El fin. En el relato de Borges, Martín Fierro llega al encuentro con su Destino (en la persona del Negro payador), después de deambular "una porción de días". Este deambular y la imprecisión en el tiempo transcurrido antes del encuentro final, bien podrían ser toda la historia del gaucho. Quizá sólo un doblez del tiempo que Fierro cuenta en días y el Negro payador en años. Lo cierto es que, a Martín Fierro es posible identificarle un pasado. Por lo tanto, son más numerosos los elementos que nos permiten deducir el carácter epifánico de su encuentro con el Destino. En el canto VII del poema (versos 1131 y 1138 de la edición de Editores Mexicanos Unidos4), se lee:

No tenía mujer ni rancho,
Y a más, era un resertor;
No tenía una prenda güena
Ni un peso en el tirador

A mis hijos infelices
Pensé volverlos a hallar;
Y andaba de un lao al otro
Sin tener ni que pitar.

En estos versos se encuentra sólo una muestra de los antecedentes de Martín Fierro, que servirán para una parte del diálogo con el Negro payador en El fin. Aplicando de nueva cuenta la propuesta de Alazraki, diríamos que Martín Fierro es la causa central de la anécdota que desencadenará El fin. La epifanía que vive en el relato de Borges, se la ha ganado a pulso.

En esta epifanía destacan varios aspectos: 1) Martín Fierro, si ha de representar a su grey, gaucho al fin, no podía, no debía, morir en su cama, 2) Debe hacerlo con el honor, la suerte y el puñal en las manos, 3) Sabe de antemano que así sería y no existe pena por el encuentro.

Fierro cumple con su Destino y termina su vida, no así sus efectos. Su muerte es la causa de lo que ha de sucederle, de ese momento en adelante, al Negro payador.

El Negro payador, por su parte, posee antecedentes oblicuos en el poema. Él jamás aparece en éste. Más aún, ningún elemento en el poema presagia su aparición posterior. Nunca se menciona en el poema que el Negro con que se lía a cuchilladas Martín Fierro, tenga un hermano o varios, que en algún momento desearían vengar su muerte. Incluso, ni de la mujer, motivo de la pelea, se puede esperar que exista una causa posible para la creación de El fin. Los antecedentes literarios del Negro payador, le son prestados. Posiblemente aquí se encuentra parte de la razón por la que no muere en el relato de Borges. Sí el Negro payador hubiera sido el muerto, no sólo no tendría pasado, sino tampoco futuro. Sería un muerto literario más. Incluso, el que sea el vencedor de la justa le proporciona una dimensión distinta, que incluirá a su hermano, pues los saca de la temporalidad en la que se encontraba uno y caería el otro, colocándolos en el continuo infinito borgiano. Quizá también debido a ello, el Destino que el Negro payador cumple en El fin, no es epifánico, sino más bien, redentor. Se ha presentado en la pulpería para cumplir con la redención de su hermano. Ha ido a saldar una cuenta que no es del todo suya. Su Destino no es culminatorio de su vida, sino de la de su hermano. En cierto modo, su Destino, hasta antes de matar a Fierro, está compartido con su hermano. Después de ello, su Destino es una mezcla de consuelo por redimir a su hermano y desolación por su propio porvenir. A partir de la muerte de Martín Fierro, el Destino del Negro payador es totalmente suyo y espera un momento epifánico futuro que le permita su propia redención.

Finalmente, Recabarren representa un tipo de Destino sin glorias aparentes. Su presencia parece obedecer tan sólo al necesario contraste de la luz y las sombras. Sombras de un Destino sin epifanías que se hace presente para que podamos ver con claridad la suerte de los héroes. No con ello quiero decir que su sea un personaje prescindible. De no existir, no habría la pulpería y un tiempo para el encuentro de los cuchilleros. También existe el contraste de que Recabarren n es un hombre lisiado que de ninguna manera podría participar de una pelea. Su invalidez, le permite ser un testigo reposado e inevitable del encuentro entre Fierro y el Negro. Recabarren representa la temporalidad y la espacialidad indispensables para el cumplimiento de los momentos del Destino. Su importancia es fundamental. Representa la posibilidad del testimonio y con él, de la literatura.

Bibliografía

- Alazraki, Jaime. La prosa poética de Jorge Luis Borges. Madrid, Gredos, 1983.

- Borges, Jorge Luis. "El fin", en Ficciones. Madrid, Alianza Editorial, 1980, p. 183-187.

- Caillois, Roger. "Les thèmes fondamentaux de J. L. Borges" en J. Luis Borges, Les cahiers de l'Herne No. 4, Editions de l'Herne, París, 1981, p. 211-217.

- Hernández, José. Martín Fierro. México, Editores Unidos Mexicanos, 1981, (Literatura Universal, 53), 221 p.

- Horst, Karl August. "Intentions et hasard dans l'oeuvre de Borges" en J. Luis Borges, Les cahiers de l'Herne No. 4, Editions de l'Herne, París, 1981, p.218-223.

- Julián Pérez, Alberto. Poética de la prosa de Jorge Luis Borges. Madrid, Gredos, 1986.

- Rodríguez Monegal, Emir. "Borges essayiste" en J. Luis Borges, Les cahiers de l'Herne No. 4, Editions de l'Herne, París, 1981, p. 333-351.


Notas:


Peicovich, Esteban. Borges, el palabrista. Madrid, Letra viva, 1980, p. 71.
Alazraki, Jorge. La prosa narrativa de Jorge Luis Borges. Madrid, Gredos, 1983, p. 113-121.
Hernández, José. Martín Fierro. México, Editores Mexicanos Unidos, 1981, p. 51-53.
Hernández, José. Martín Fierro. México, Editores Mexicanos Unidos, 1981, p. 51.


Fuente ; Especulo 9 - Patricio Eufraccio 1998
Universidad Nacional Autónoma de México
El URL de este documento es http://www.ucm.es/OTROS/especulo/numero9/borgefin.html

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