sábado, 3 de octubre de 2015

Concepción del hombre y el universo en Borges



por Julieta Ortiz

Creemos que para acercarnos a la concepción borgeana del hombre en el universo tenemos que partir de una idea básica, o clave: el destino, alrededor de la cual giran todos los temas que lo obsesionaron.
A Borges le preocupa el destino del hombre, sumido en un universo caótico que no podemos entender, porque "para ver una cosa hay que comprenderla" (Ficciones, 75). "Si viéramos realmente el universo, tal vez lo entenderíamos" (ibid, 76). El hombre, Borges, trata de buscar una salida del laberinto que es el símbolo más representativo de la angustiosa búsqueda humana.

Ese destino es el de Borges que empieza a perfilarse en la biblioteca de su niñez, en la formación que le dio su padre y en sus numerosas lecturas. Es el destino que él acepta, porque no sabría hacer otra cosa: su destino como escritor.

La biblioteca y el laberinto son dos de los símbolos axiales en la obra borgeana, porque contienen los pensamientos de la humanidad, de la vida, y de Borges mismo, porque el libro, en sentido quizá genérico, sea quizá la obra del Espíritu que abarca todo. En casi todos sus cuentos figura el destino relacionado con los momentos supremos del hombre que quiere saber quién es, para qué está en el mundo y hacia dónde va.

"Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento que el hombre sabe para siempre quién es" (Borges, Obras Completas, 562).
Tenemos implícita aquí la idea de que, destino y laberinto son una sola cosa, binomio que nos lleva al concepto de cronotopos, tema esencial en Borges. Este destino que Borges busca y realiza al mismo tiempo, su destino como escritor, lo tenemos también en un breve y admirable bosquejo que sintetiza lo medular de su pensamiento.

Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de mares, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara (Obras Completas, 854).

Establecida la hipótesis anterior trataremos de ver cómo de ella derivan las posturas de Borges frente al ser y éste (que no es otro que el mismo Borges) frente al universo, al tiempo circular, a la creación, al infinito, la eternidad, el conocimiento, el azar y la identidad.

Veremos también cómo los temas se enmascaran, no se nombran a veces, para hacer aún más notoria su presencia, y expresan a través de los signos y símbolos que en Borges representan todos los miedos, las angustias, las expectativas del hombre por penetrar en los secretos del universo y del ser mismo.

La recurrencia temática de Borges la encontramos desde sus primeros libros de poemas, luego en los ensayos y hacen su eclosión definitiva en sus cuentos fantásticos.

Es esta preocupación por su destino -del hombre sudamericano y luego, en sentido genérico, del hombre universal que lo llevan a ahondar en las filosofías orientales y se manifiesta en una inmensa preocupación metafísica. Constantemente está latente en su obra esa preocupación por el ser, por el mundo que habita y su destino.

"Entremezclando esa problemática borgeana, con la creación literaria aparece: lo fantástico, lo irreal, el mundo de los sueños, el sentido angustioso, en suma: la presencia del ser en el universo" (Chávez, El nuevo Antropocentrismo, 113).

Universo, libro, laberinto, hombres son conceptos estrechamente unidos en Borges, porque él sabe que su destino es escribir. Pero la biblioteca total concepto clave en el pensamiento borgeano, es alegoría del universo, la que encierra todo el saber humano; dentro de ella tenemos todo lo concerniente al hombre, todo lo que hace que éste perdure, su esencia y su poder creador a través de la palabra escrita.

Con respecto al universo, Borges sospecha que es un caos y que en el centro está el hombre perdido en un laberinto, pero que construye a su vez con su propia búsqueda otros laberintos para entender el universo. Los laberintos de Borges tienen su origen en las ideas; con ellas crea un juego metafísico a través del cual nos da su particular concepción del mundo. La realidad es una: el universo es un caos, pero en él está inmerso Borges, y por ende todos los hombres; de esta manera "Va a convertir su realidad en una verdad ontológica" (ibid, 115).

Su particular concepción del mundo lo lleva a formular ciertas posturas del ser. Borges hombre de gran sensibilidad e intuición, comprendió o intentó comprender que la salida de ese laberinto implica la lucha del hombre para vencer los obstáculos que lo aprisionan y así alcanzar la expresión de su vida personal.

Es a través de la literatura fantástica, al borrarse los límites entre la fantasía y la razón, entre el sueño y la vigilia-, que el hombre puede romper el Dédalos y liberar la imaginación.

La primera preocupación más importante de Borges es la del universo como un caos; porque, a diferencia del hombre del medioevo -cuya vida giraba alrededor de Dios- el del Renacimiento comienza a tener más conciencia de su ser individual y se aleja paulatinamente del Ser Supremo. Borges, por la época histórica que le tocó vivir, es consciente de ello y busca entonces una salida.

A diferencia de Dios, el hombre es imperfecto y por ende no puede penetrar los secretos del universo, pero Borges en tanto que hombre, no puede eludir buscarle un sentido a los misterios del universo. Por lo tanto tratará de encontrar, a través de la literatura, posibles soluciones al problema del destino humano.

Nuestro autor se siente atraído por los gnósticos en cuanto a su concepción de la creación del mundo. Éstos consideraban que el mundo era la obra de un Dios hostil e infantil, que abandona su creación a la mitad.

Otras de las doctrinas que lo asombran son la platónica y la pitagórica. El desorden del universo proviene entonces del engendro de un Dios inferior y deficiente. No puede surgir la armonía, y si existe un orden procede de Dios y no del hombre, ya que éste no puede penetrar ni reconstruir, con su inteligencia, un mundo que está regido por las leyes divinas. Pero el hombre puede intentar crear uno ideal o utópico y además ordenado, como "Tlön, Ukbar, orbis tertius".

Este concepto es el tema fundamental de "La Biblioteca de Babel". El término caos figura -en simbiótica unión- con el concepto de universo, y ambos con el símbolo del laberinto, A su vez formado por hexágonos, cuyos anaqueles contienen todos los libros, que incluyen lo que fue y será, forman así el libro total. Pero surge una dificultad, el hombre no puede leerlos porque sus páginas son un caos (como el mundo) donde las letras están combinadas al azar. Por lo tanto la biblioteca y el universo son un caos. ¡Admirable silogismo borgeano!

Como ocurre siempre con Borges, en el título mismo del cuento tenemos la esencia del tema, Babel nos remite inmediatamente a la Torre de Babel, símbolo del orgullo humano. En su vanidad los hombres intentaron construir una torre que llegara hasta el cielo. Entonces Dios los castigó y confundió sus lenguas, para que de esa manera no pudieran comunicarse entre ellos. Ese podría ser el significado de los libros de la biblioteca, que son inaccesibles a la vanidad de los hombres.

Con "La lotería de Babilonia" hallamos algo similar, pero aquí el tema es el azar, que determina el destino de los hombres, donde la vida humana es considerada una lotería. El título nos remite también a la vida disoluta de lo que fue, en una época, con sus jardines colgantes, una de las siete maravillas del mundo antiguo, en el Medio Oriente. En el cuento, el azar domina la vida humana.

Frente al caos y a la imposibilidad de penetrar los designios ocultos, el hombre se esfuerza por encontrar el orden, y considerar entonces la posibilidad de crear un mundo imaginario y fantástico. Surge, como afirmé anteriormente "Tlön, Ukbar, orbis tertius". "Concebido por una sociedad secreta de astrónomos, de biólogos, de ingenieros, de metafísicos, de poetas, de químicos, de geómetras, dirigidos por un obscuro hombre de genio" (Borges, Ficciones, 19).

En este cuento Borges emplea las irrealidades idealistas, para construir una, que sólo existe como proceso mental inexplicable. En Tlön.. no hay ciencia, sólo una disciplina, "la metafísica es una rama de la literatura fantástica", ya que los metafísicos de Tlön… -como Borges- "No buscan la verosimilitud, ni la unidad; buscan el asombro" (Ficciones, 24). Abrimos aquí un paréntesis, para recordar que Borges propone hipótesis metafísicas que no necesariamente reflejan sus creencias. A Borges le gusta jugar, y es consciente de su juego, como dice Alicia Jurado, y su finalidad es estética a través de la palabra "Borges no ha cometido la locura de confundir el mundo con su tablero, ni a los hombres con los reyes, los caballeros y los teólogos que mueve sobre él" (Genio y Figura, 60).

Asimismo figuran temas que constituyen su obsesión y encontramos la presencia de varias escuelas: una que niega el tiempo, pero otra lo afirma y dice que ya ha transcurrido todo el tiempo. También encontramos la postura de los místicos que afirman que el mundo no es más que un sistema de símbolos. En fin, para Borges la visión idealista de Schopenhauer de que, "El mundo es mi idea del mundo", esta fundamentalmente presente en la narración al afirmar que "En ese planeta las cosas pueden duplicarse, cuando nos imaginamos la idea de esas cosas, pero también pueden desaparecer cuando las olvida la gente" (Borges, Ficciones 29).

Cabe mencionar que, si bien el mundo del universo borgeano es un caos, no lo es la estructura de sus escritos, y en este caso en particular los cuentos fantásticos. Borges insiste en la organización que deben tener los cuentos, en contrapartida del mundo que recrea. Existe un aparente desorden en el ir y venir de los hechos, pero es una técnica para confundir al lector, para asombrarlo aún más.

Seguimos con la exposición de algunos símbolos del Tl&oulm;n. &Eacut;ste es también un laberinto, hecho por los hombres. Tenemos aquí un punto axial en Borges. "La biblioteca de Babel" es una biblioteca de lecturas caóticas, que no se pueden penetrar, pero que los bibliotecarios tratan de interpretar. Esa búsqueda es estéril porque el libro total -que es el universo- no se puede comprender. Tl&oulm;n es un mundo idealista, un laberinto ideado por los hombres, para que lo descifren. A diferencia del universo de la Biblioteca, donde el laberinto es el símbolo del mundo, hecho por un dios inferior y a cuyo conocimiento no tiene acceso la mente humana. -Aquí la doctrina idealista de Borges no tiene acceso porque es producto de la mente, por lo que no puede penetrar el caos. Por consiguiente, en estos dos cuentos -que se aproximan a una interpretación del mundo- tenemos dos caras de una misma moneda, que conforman uno de los motivos medulares de la temática borgeana.

El laberinto -símbolo mítico de Borges- surge de esa cosmovisión del mundo y significa las dificultades del hombre por llegar a la verdad. "Quizá el fin del laberinto -si es que lo tiene- sea el de estimular nuestra inteligencia, al hacernos pensar en el misterio y no en la solución". "Quizá los enigmas, sean más interesantes que la solución". "Es muy raro entender la solución, somos seres humanos nada mas" (La Gaceta Fondo de Cultura Económica 33).

La tradición judía a través de la cábala ejerce una fascinación especial en Borges. Un ejemplo de ello es la idea cabalística del laberinto.

Aunque el mito es de origen griego, en el Aleph lo entronca con la tradición cabalística hebrea. En el mito griego "el laberinto es una casa labrada para confundir a los hombres, su arquitectura, pródiga en simetrías, está subordinada a ese fin" (Borges, Obras Completas 537) y la salida está supeditada al azar. En la tradición judía, la salida es a través del conocimiento. El hombre de Borges (él mismo) es por el laberinto y en la bifurcación del sendero donde está presente el tiempo, el hombre confunde el pasado, el presente y el futuro.

En la antigüedad, este símbolo tenía un sentido religioso (Egipto y Babilonia), y su concepto se asimiló con el centro del mundo. Era la iniciación de un ritual. En la literatura moderna no tiene sentido religioso: manifiesta la inseguridad del hombre y sus esfuerzos por lograr un centro, el equilibrio de su existencia y de su conciencia. En Borges simboliza la conciencia del hombre de nuestro tiempo, sus miedos, sus frustrados deseos de poder, su ansiedad y su terror frente a la muerte.

"El laberinto es confuso, pero no caótico, no podemos adivinar su precisa configuración, pero tiene un centro" (Jurado, Genio y Figura 98).

Este símbolo, recurrente en la temática borgeana, lo encontramos en poemas, ensayos y en muchos de sus cuentos. Por ejemplo, el laberinto de "La Biblioteca de Babel", de infinitas escaleras, hexágonos y libros que se repiten es el universo, y en el centro de todos los reflejos, se encuentra el hombre.

En Tlön, como vimos antes, el laberinto simboliza el tiempo constituido por los hombres y para que éstos lo descifren. El laberinto sería entonces igual a la inteligencia humana, un ritual del hombre para conocer su destino, y el universo donde está inmerso. A veces el laberinto está relacionado con lo onírico, con las pesadillas febriles.

"De noche, mi destino se alimentaba de esa metáfora: yo sentía que el mundo es un laberinto, del cual es imposible huir" (Borges, Obras Completas 506).

Conocedor de las religiones orientales, recordemos ¿Qué es el budismo? que escribió con Alicia Jurado, o del Islam, su preferencia por Las mil y una noches. Borges introduce en muchos de sus cuentos, la idea budista de un mundo como idea de Alguien o de Nadie, es decir, la doctrina hindú que considera el universo como un sueño de Alguien. Por ejemplo, en "Las ruinas circulares" donde un mago sueña que crea a un hombre para concluir que él también es soñado. Inferimos la existencia de otros soñadores, idea que se ve reforzada por la existencia del tiempo circular, que nos remite también a la idea de que las cosas se repiten cíclicamente, tópico borgeano (influjo de Parménides y Nietzche, sobre el eterno retorno) recurrente en sus cuentos. Esta concepción del mundo como un sueño encuentra su origen en el idealismo y el budismo que se sintetizan en Schopenhauer.

De igual manera encontramos la idea del universo como libro de Dios, por ejemplo en "El Muerto". Desde sus comienzos, Borges se interesó por la creencia hebrea en la existencia de una obra dictada por Dios, destinada a los hombres.

En los antiguos textos religiosos, filosóficos y teológicos Borges percibe el material maravilloso que plasmará en sus cuentos. Los mitos, lo mágico de las religiones, serán materia prima favorita de sus narraciones.

En "El Muerto" los destinos de los dos hombres se entrelazan: Otálora, es el instrumento mediador para que se cumpla lo que está escrito en el libro del destino de Bandeira. Otálora, que escribe su destino -sin saber que está muerto- presenta el mismo problema: pretende entender el universo.

Otálora quiere trazar su destino. Aquí figura la vana ambición humana que desconoce que ya ha sido diseñado por Alguien. Los dos secretos, Dios y el destino del hombre, son inaccesibles a la inteligencia humana, afirmación que nos remite a León Bloy - autor muy leído por Borges- que sostenía la imposibilidad del ser humano de saber quién es.

En "La muerte y la brújula" figura también la impotencia humana ante la fatalidad del destino. Lonnröt es el personaje que cree descubrir el secreto de tres crímenes y no se percata de que poco a poco penetra en el laberinto urdido por Searlach, para atraerlo y vengar así la muerte de su hermano. Sin saber, Lonnröt colabora para que - fatalmente- su destino se cumpla por alguien.

Estos tres cuentos presentan la temática del destino del hombre a quien no es dado saber los designios ocultos del universo. El ser humano sólo realiza acciones ignorando que o bien es soñando, o está siendo escrito por alguien.

El panteísmo y la negación de la personalidad

Lo anterior nos conduce a la noción panteísta de que todo es todo, y que Dios concibe al mundo como un espectáculo al que representa y contempla.

Esta idea de que todo es todo, que un hombre es otro hombre y que finalmente es Dios, la encontramos en varios de sus cuentos. En el cuento ensayo "El acercamiento a Almotásim", un estudiante de Bombay busca a Almotásim durante años y cuando lo encuentra se termina el relato. Es como "El rey de Jorasán", que al descubrir el rostro del leproso se da cuenta que es él mismo.

El estudiante es Almotásim y todos los hombres, es decir, Dios.

La noción panteísta nos lleva a la negación de la personalidad, de la individualidad para proyectarla a una identidad general que contiene todo.

Encontramos la misma temática en los personajes de Juan de Panoia y Aureliano del cuento "Los teólogos". El segundo personaje hace condenar al primero, por hereje, pero comprueba, al morir, que los dos son una misma persona, la víctima es también el verdugo.

Aquí lo fantástico reside en lo que trasciende, si dos personas son una sola, también se puede aceptar la posibilidad de Alguien.

En "Tres versiones de Judas" figuran tres versiones del relato de la traición: Jesús todos los hombres y del verbo que es acción. Judas, como el asceta que mortifica la carne, renuncia al espíritu, es decir al mal y al bien. La tercera considera a Dios hecho hombre con todas sus consecuencias.

El destino que eligió fue el de Judas, fin necesario para que se cumpla -en la economía divina- lo que estaba escrito: el destino del Cristo traicionado, el redentor.

Lo fantástico reside en el enmascaramiento, que confunde al lector. Se presenta como un ensayo donde lo real está mezclado con lo ficticio. El lector vacila, no sabe que, finalmente, es un cuento fantástico. De su postura deriva la idea de Dios tautológicamente presente en su obra. Pero de un Dios que al pasar a ser todos borró su individualidad. Para nuestro autor Dios es la nada esencial, la Y, primera letra del Génesis que encierra toda la filosofía del origen del universo.

Como ejemplo nos presenta a Shakespeare; en el momento que él hace una acción, son todos los hombres que la realizan, "Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo. La voz de Dios le contestó en un torbellino. Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estás tú, que como yo eres muchos y nadie" (Borges, Obras Completas, 804).

En "El Inmortal" vuelve a repetir la idea panteísta de que un hombre es nada y es nadie, para ser todos los hombres. El relato de Cartaphilus contiene todos los textos.

El panteísmo y la negación de la personalidad fueron temas que interesaron a Borges desde su juventud, influido por las lecturas de Hume, Berkeley, Spinoza, Shopenahauer y Macedonio Fernández.

La negación de la personalidad se considera como una forma de salvar al hombre de la muerte, al negar la existencia de algo, ese algo no puede morir.

Pero es en los cuentos de "El Aleph", donde se encuentra plenamente desarrollada la idea de que todas las cosas son todas las cosas, y el hombre todos los hombres. Esa misma comunión acaba por borrar todo, y llegamos a la conclusión de que la historia del mundo es la de un solo hombre, que cíclicamente repite algo similar no idéntico.

"Nadie es alguien, un sólo hombre inmortal es todos los hombres" (Borges, Obras Completas, 534).

El hombre busca vanamente comprender el universo:
Insoportablemente soñé con un exiguo y nítido laberinto: en el centro había un cántaro; mis manos casi lo tocaban, mis ojos lo veían, pero tan intrincadas y perplejas eran las armas que yo sabía que iba a morir antes de alcanzarlo (ibid, 535).
Pero el hombre insiste, quiere trascender, ir más allá de la inteligencia humana: "Otro es el río que persigo, replicó tristemente, el río secreto que purifica de la muerte a los hombres" (ibid, 534).

En "El Inmortal" encontramos también esa tendencia nihilista de nuestro autor de la ampliación de la individualidad, que se manifiesta por un lado por la mezcla de identidades: "Sabía que en un plazo infinito le ocurre a todo hombre todas las cosas" (ibid, 540).

A la pregunta de si conocía a la Odisea responde: "Muy poco, dijo. Menos que el rapsoda más pobre. Ya habrían pasado cien años desde que lo inventé" (ibid, 540).

Aquí alude claramente a Homero. Al venir todas las cosas y los seres del universo, el troglodita, Argos -el perro de Ulises- y Homero son una misma persona. Por otra parte tenemos la doctrina oriental del Karma y de la transmigración de las almas. "Por pasadas o futuras virtudes todo hombre es acreedor a toda bondad, pero también a toda traición, por sus infamias del pasado o del porvenir" (Borges, Obras Completas, 541).

Finalmente tenemos la postura que enfrenta el ser todos y al mismo tiempo nadie. "Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es todos los hombres. Como Cornelio Agrippa, soy dios, soy héroe, soy filósofo, soy demonio y soy mundo, lo malo es una fatigosa manera de decir que no soy" (ibid, 541).

Pero, ante el dolor, el hombre sabe que es mortal y esto lo hace feliz. "El inusitado dolor me pareció muy vivo. Incrédulo, silencioso y feliz, contemplé la preciosa formación de una lenta gota de sangre" ... "De nuevo soy mortal, de nuevo me parezco a todos los hombres. Esa noche dormí hasta el amanecer" (ibid , 542). La posibilidad de descansar como un mortal le dio alivio.

En este juego de infinitas posibilidades interpretativas, Borges no asume ninguna postura, tal vez se consuela como Cartaphilus: "Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes de recuerdo sólo quedan palabras" (ibid,544). Palabras que finalmente le prueban la existencia de su conciencia que le permite palpar la realidad del mundo que lo rodea.

En este devenir del ser en el universo juega un papel muy importante el tiempo y la eternidad.

"En todo aquello que queremos penetrar -llegar a lo último- nos vamos a encontrar que tiende hacia lo temporal y hacia lo eterno. Tiempo supone eternidad, presente, pasado, futuro. Borges juega con el tiempo, le interesa sobremanera situar al hombre en éste como un ser perdido, como un ser con duda, como un ser angustiado ante la eternidad" (Chávez, El Nuevo Antropocentrismo 115).

El ejemplo por excelencia que presenta Borges es el de "Aquiles y la Tortuga", donde trata de demostrar, a través de latortuga según la didáctica de Zenón, que el movimiento en el tiempo no existe, que en realidad la tortuga nunca se movió, de esta paradoja inferimos que todo sucede en un instante y más allá, dentro del hombre mismo.

A nuestro autor le interesa el tiempo, como experiencia humana, no como tiempo cronológico.

El que más le atrae es el tiempo cíclico o circular, y de todas las versiones, desde la pitagórica, o la interpretación de Nietzche, prefiere la de los ciclos que no son idénticos, sino similares. Por eso un hecho que ocurre en un lugar y en un momento dado, también puede pasar en otro contexto y época. Por ejemplo en "El tema del traidor y del héroe", Kilpatrick, repite la traición de Julio César, y también en "Macbeth" de Shakespeare. Junto a este concepto encontramos también la transmigración de las almas, y el drama inolvidable de cada individuo.

El tiempo es el tema vital de la metafísica y está estrechamente vinculado con la doctrina budista sobre la impermanencia de las cosas. Nos sentimos angustiados frente a la separación y la pérdida. Borges juega con el tiempo, acepta el tiempo como el presente, pero luego lo refuta, parecería entonces que sólo queda la realidad de los pensamientos que fluyen en el tiempo, pero Borges también lo refuta, con el idealismo de Berkeley "sostiene que dos momentos iguales en la mente de un individuo, son el mismo momento, y que también lo son dos momentos iguales en la mente de dos individuos que se ignoran" (Jurado, Genio y Figura, 94).

Pero ¿qué busca Borges con todas estas especulaciones? Creemos que, por un lado, atendiendo a su actitud frente a la literatura desea divertirse, asombrar; y por otro, buscar una respuesta a las interrogantes del hombre. "El tiempo es un problema para los hombres, un tembloroso y exigente problema. Acaso el más vital de la metafísica" (Verdugo En Voz de Borges 50).

El problema del tiempo lo pone frente al problema de la precaria existencia del hombre, y de considerar por otra parte si es una ilusión de sí mismo. A esta pregunta Borges afirma que la vida es precaria porque nuestras experiencias -como seres humanos- están dentro de nuestras circunstancias y cita la celebre frase de Ortega y Gasset, "El hombre, es él y sus circunstancias".
Considero por otra parte que si bien hay algo eterno en nosotros -es tan efímero que no vale la pena considerarlo. No estaríamos, -dice Borges- más que como espectadores de nuestra vida, que actores y víctimas. Por eso es que en mi obra hay un sentido marcado de destino, de muerte, de fatalidades o de búsqueda de uno mismo (ibid, 51).
Por otra parte, en Jorge Luis Borges, la idea de tiempo e infinito están estrechamente relacionadas. El visitante, en el pensamiento del hombre supone infinitamente otros. También le atrae la doctrina budista que plantea la posibilidad que tiene cada hombre de vivir infinitas existencias. Aquí entra la noción del karma, es decir las experiencias que hemos tenido o no en nuestras vidas pasadas. Por lo tanto para Borges lo infinito no quiere decir indeterminado, hay un proceso de transmigración permanente, donde el hombre ha vivido un número infinito de vidas.

Tiempo y espacio van juntos, pero al segundo lo percibimos en función del primero. Otro aspecto del tiempo es el que se refiere al hombre. En éste el tiempo se da en la memoria, y está ligado a la personalidad; por ejemplo en "Funes el memorioso", su memoria fantástica es lo que le da perdurabilidad en el tiempo. En él tenemos un mundo inmóvil, el tiempo no existe, sólo el presente en su memoria infinita, aunado al insomnio y a la vigilia. En "El milagro secreto", un minuto; el tiempo que queda suspendida una gota en su mejilla, dura un minuto o un año en la conciencia divina.

De acuerdo con lo anterior encontramos que hay una identificación entre el autor y los personajes asociados por el insomnio. Borges sufrió este problema largo tiempo, hasta que decidió escribir "Funes el memorioso" y así superó este padecimiento.

En sus personajes, Borges vuelca sus obsesiones porque en definitiva son él mismo.

El presente es considerado por él como un equilibrio entre el presente-futuro.

La metáfora predilecta de Borges, la cual sintetiza su concepción del tiempo, es la del río de Heráclito, todo pasa, nada se queda, en las aguas que pasan y así es nuestra vida, "por lo mismo la serenidad pertenece al pasado, a la memoria, a la esperanza, pero no al presente, que es donde el tiempo bulle con más fuerza" (verdugo En voz de Borges 54)

Además Borges siempre está preocupado por el hombre y afirma, evocando los personajes contradictorios de Shakespeare: "Había un sueño no soñado por nadie, pero el hombre está hecho de olvido y de tiempo. Dura menos que una melodía, que sólo es tiempo" (ibid 54).

Y tal vez eso somos, pero nos queda la esperanza de ser soñados por otro para poder existir.

De esta manera Borges indaga el universo a través del hombre y de todos los símbolos que de alguna manera explican su trascendencia; el tiempo, el laberinto, la existencia a través del otro que es reflejo de él mismo y la felicidad de saberse mortal.


Bibliografía

BORGES, Jorge Luis (1974) Obras Completas, Buenos Aires: EMECE.
BORGES, Jorge Luis (1971) Ficciones, Buenos Aires: Alianza, Colección El libro de Bolsillo.
CHÁVEZ, Fidel A. (1971) El Nuevo Antropocentrismo: Actitud de Borges frente a la Literatura, en Solventino de Humanitas, No. 12, Monterrey: Universidad Autónoma de Nuevo León.
JURADO, Alicia (1964) Genio y figura de Jorge Luis Borges, Buenos Aires: EUDEBA.
VERDUGO FUENTES, Waldemar (1986) En voz de Borges, México: De. OFFSET, S.A. de C.V.

Fuente : Entre Textos


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