Quisiera comentar esta noche un fenómeno curioso que se
produjo en la crítica internacional. Tres críticos que se encontraban en pleno
proceso de elaboración y en muy diferentes teorías literarias —el belga Paul de Man, el francés Jacques
Derrida, y el norteamericano Harold Bloom — tomaron a Jorge Luis Borges como
tema o pretexto de sus especulaciones. ¿Por qué precisamente Borges? Intentaré
realizar con ayuda de ustedes un examen de las articulaciones críticas de esta
situación insólita.
1. El primero tal vez en interesarse en Borges fue Jacques
Derrida pero como sus primeras observaciones eran oblicuas y no crípticas,
prefiero empezar por Paul de Man.
Hacia 1964, de Man dedicó un extenso estudio a la obra de
Borges que se publicó en la New York Review of Books, una de las más
prestigiosas revistas de crítica literaria del país y que había sido creada
como una versión norteamericana delTimes Literary Supplement de Londres. Hasta
cierto punto, aunque no tan deliberadamente erudita, como su modelo, la New York
Review practicaba lo que en inglés se llama "review-article" es
decir: un artículo de formato más extenso que las reseñas habituales y que a
veces llegaba a cubrir, página tras página de la Review. El artículo de de Man
era extenso pero no agobiante. Se titulaba "Un maestro moderno: Jorge Luis
Borges". Ya el título era un homenaje pero lo más importante era la
inteligencia con que de Man analizaba a Borges. Esa inteligencia era
previsible. En primer lugar porque de Man, con su formación filosófica tanto en
francés, alemán como inglés, podía permitirse proyectar la obra de Borges sobre
un contexto internacional. En segundo lugar porque en ese momento de Man estaba
empeñado en estrechar vínculos entre la crítica francesa (entonces muy apegada
al estructuralismo) y la norteamericana que, aunque tributaria de la francesa,
no se había limitado a seguirla al pie de la letra y siempre había pensado
buscar otra forma de teoría y crítica para enriquecer el diálogo. Es
precisamente en este punto de acercamiento y diálogo que se sitúa el estudio de
Man sobre Borges.
No creo que necesite ser glosado en detalle. Bastará
examinar los puntos centrales. De Man ve nítidamente que el mundo de Borges
"es la representación no del mundo real sino de una proposición intelectual";
que el tema de sus cuentos es "la creación misma de un estilo"; que
sus narraciones "tratan del estilo en que están escritas".
Para de Man, Borges debe ser leído como un escritor que
escribe literatura y no como un productor de otra cosa. Sus textos tratan de su
propia producción (de Man habla de estilo), es decir, leer un cuento de Borges
es leer algo más que una narración o relato. Un ejemplo que de Man ofrece pero
que está implícito en su análisis sería el famosos cuento "La muerte y la
brújula". Puede ser leído(a) como relato policial; (b) como parodia del
relato policial (Borges invierte paródicamente los cuentos de Poe); (c) como
relato casi cosmológico del combate entre el detective y el criminal ya que
este, al ser derrotado, sugiere la posibilidad de otro encuentro a la luz del
eterno retorno; etc., etc.
A partir de de Man se puede instaurar una crítica de Borges
que corresponda realmente a los artificios retóricos de ese maestro moderno.
Muchos años después de publicado el artículo, conversando con Paul de Man en
Yale, le pregunté porqué no había escrito más sobre él y me dijo que no era por
falta de interés sino porque estaba enteramente ocupado por otros temas. Pero
que recordaba con nostalgia la posibilidad de poder escribir sin restricciones
sobre temas como Borges.
2. Muy diferente es el caso de Derrida. El Borges que él
lee, comenta o alude, tiene que ver más con las especulaciones filosóficas del
propio Derrida, que con ningún interés específico en analizar la obra de
Borges. De hecho no hay en él, "análisis" de su obra. Hay alguna
referencia tantalizadora como en el trabajo sobre Emmanuel Levinas de 1974
sobre "Violence et Métaphysique", más tarde recogido en L’écriture et
la différence (1967). La referencia a Borges es mínima. Consiste en dos citas
del famoso artículo "La esfera de Pascal": "Quizá la historia
universal es la historia de la diversa entonación de algunas metáforas".
Pero si la referencia parece menor, de hecho para Derrida
tenía otra significación. Era el tributo a un escritor que él había empezado a
leer entre 1961 y 1962 y que hasta 1968, por lo menos, tuvo una cierta
influencia.
"Il m’a séduit". Pero a partir de esa fecha
Derrida dejó de leer a Borges. La paradoja que encierra esta decisión es que,
realmente, Derrida no dejó de pensar en Borges y el resultado de esa
lucubración silenciosa se puede ver en "La pharmacie de Platon". En
este ensayo, denso, que se dispara en mil direcciones, hay un momento en que al
estudiar la relación entre oralidad/paternidad y escritura/condición filial,
Derrida introduce tres epígrafes en forma que él ha calificado coloquialmente
de sandwich: un texto de Joyce emparedado entre dos de Borges. Para el lector
superficial, lo que tienen de común esos epígrafes es que reiteran la
vinculación entre Toth, el dios de la escritura y la muerte.
Para una lectura más lúcida, el significado es otro. Tanto
Joyce como Borges tienen otra dimensión en el texto de Derrida. Borges
establece con el texto una suerte de diálogo, tal vez indefinido pero presente
a partir de la asunción por Borges de la escritura como muerte que evita el
reconocimiento explícito de que esa muerte "es un parricidio". En
tanto que Joyce, que parece apenas una confirmación literaria del mismo asunto,
es en realidad la clave de una dimensión totalmente inesperada del ensayo.
Comentándolo con Derrida, me dijo en 1984 que le parecía un poco grecisé. De
hecho era todo lo contrario. Hacia donde se dirigía Derrida era a una lectura
de Platón a la luz de Finnegans Wake.
Esta posibilidad resultaba, a primera vista, un delicado
disparate. Sin embargo, si se vuelve a leer el ensayo a la luz de Joyce, se
advierte que no lo es. Derrida se sale de la pharmacie o botica para mirar el
cielo, meditar, ser Platón, es decir, para entrar en una ficción cuyos límites
desconocemos. No es casual entonces que su próxima obra más ambiciosa sea
precisamente Glas (1981), inmenso, proliferante y hasta repetitivo collage en
que Finnegans Wake aparece no sólo como modelo sino también como provocación. A
diferencia de Joyce, Derrida utiliza también el collage visual a la manera de
Arno Schmidt.
"La pharmacie de Platon", se abre hacia el mito y
la cosmogonía. Desde este punto de vista, naturalmente, Borges parece haber
desaparecido. De hecho nunca estuvo tan presente. Con su estilo minimalista, él
también ha jugado el juego de Finnegans Wake.
3. La preocupación de Harold Bloom por Borges es esporádica
pero bastante antigua. Ya en 1970, al publicar su obra sobre Yeats, hacía una
referencia al famoso ensayo de Borges sobre "Kafka y sus
precursores". La cita era breve pero precisa. Bloom veía en ese ensayo una
prueba de que todos los autores sufren de una anxiety of influence (ansiedad de
influencia) y que Borges lo había explicado magníficamente en este ensayo. Pero
no es hasta la publicación(1973) de un libro entero dedicado a The Anxiety of
Influence que Bloom muestra cómo él lee a Borges. El primer capítulo está
dedicado al tema y su principal teorizador es Borges. Cita una frase del ensayo
de Borges sobre Kafka en que aquel dice que los poetas crean a sus precursores.
Más adelante, en el mismo capítulo, Bloom elogia la intuición ingeniosa de
Borges de que los artistas crean a sus precursores, "como por ejemplo el
Kafka de Browning crea el Browning de Borges". Esto le permite justificar
una forma de parricidio: la del escritor que necesita tomar un modelo fuerte
anterior, para entrar en competencia. En el caso de Bloom se trata naturalmente
de una competencia entre autores.
Lamentablemente, esto no tiene nada que ver con el texto de
Borges. Cuando Borges señala que haber leído a Kafka determina en el lector una
visión kafkiana del resto de la literatura no se refiere a autores ni a
polémicas parricidas entre autores. Se refiere a textos. Basta leer un párrafo
del ensayo que dice literalmente: "Creí reconocer su voz (la de Kafka) o
sus hábitos (literarios), en textos de diversas literaturas." Es decir,
leer a Kafka nos hace leer de otra manera otros autores. Harold Bloom confunde
intertextualidad con parricidio.
Esta confusión, en realidad, lo favorece. Al fin y al cabo,
¿no es él el apóstol del misreading y misprisions. Esa teoría fomenta la idea
de error creativo. Desde este punto de vista, su error es originalísimo.
Ya Paul de Man, en una reseña de The Anxiety of Influence,
que está recogida en la segunda edición de Blindness and Insight (1983), había
señalado precisamente este error creativo.
La lectura idiosincrática que hacen De Man, Derrida y Bloom
de Borges revela que a cierta altura de su desarrollo crítico, Borges sirvió de
estímulo, de interlocutor caché y hasta de cabeza de turco. Para el lector
hispánico, la lectura es otra: Borges aparece como un agente catalizador en el
centro del debate internacional sobre la crítica literaria.
Emir Rodríguez Monegal
4 de noviembre 1985
Texto de conferencia extractada en Diseminario
Montevideo, XYZ, 1987, p. 123
Biblioteca Emir Rodríguez Monegal
Fotografía de ©Isaac Behar
Borges con Derrida en el depto. de Maipú 944, 6° piso
Buenos Aires, Octubre de 1985
incluida en: Block de Behar, Lisa
Borges, the
passion of an endless quotation
Second
Edition, State University of New York Press
New York, 2014
Fuente : Borges todo el año
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