Por Ilan Stavans - 26 de enero de 2017
AMHERST, Massachusetts — En un ensayo emblemático titulado La muralla y los
libros, el escritor argentino Jorge Luis Borges escribió acerca de Shih Huang
Ti (también conocido como Qin Shi Huang), el emperador chino que de 220-206 a.
C. construyó la Muralla China original. Borges señala que el mismo emperador
que implementó el proyecto también prohibió que hubiera libros en su imperio.
Su intención era clara: el objetivo de la muralla era defender a su pueblo de
incursiones enemigas, y quemar toda la literatura significaba que todo recuerdo
del pasado debía borrarse. Para Shih Huang Ti, la historia comenzaba con él
mismo.
En los últimos días, Donald Trump parece cada vez más un
emperador. La decisión de su gobierno de eliminar la sección en español del
sitio web de la Casa Blanca es un ataque flagrante en contra de un aspecto
fundamental de los Estados Unidos de hoy en día y un acto que no puede ser
desligado del muro que ha ordenado levantar a lo largo de la frontera entre
México y Estados Unidos.
Después de todo, la cultura estadounidense es multilingüe.
En las últimas décadas, el español sin duda ha sido la lengua más significativa
dentro de esa pluralidad. Es el segundo idioma más usado en este país, con
aproximadamente 38 millones de hablantes, y el quinto en el contexto del mundo
hispano (después de México, Colombia, España y Argentina). Es tal su ubicuidad
que llamarlo extranjero ya no parece lógico.
Trump es nefastamente monolingüe. Barack Obama entretiene
con cierta fluidez el indonesio y George W. Bush, el español. Bill Clinton
entiende el alemán. Mientras más atrás se vea, más políglotas han sido los
líderes de este país: Franklin D. Roosevelt hablaba francés y alemán, igual que
su tío Teddy. La lista de presidentes estadounidesnses con conocimientos de
griego y latín es sustancial. También está Jefferson, quien tenía fluidez en
griego y latín, además del italiano, el francés y el español. Un modelo a
seguir. O quizá una especie en peligro de extinción.
Trump no está solo entre los más limitados de su clase.
También parece ser alérgico a las lenguas extranjeras, en especial al español.
La lista de usos incorrectos de palabras durante la campaña presidencial es
infame, e incluye expresiones como “bad hombres”.
Cuando se le cuestionó al respecto, Sean Spicer, el
secretario de prensa de Trump, un hombre que tampoco es famoso por su sutileza,
anunció que la desaparición de la página en español es temporal y aseveró que
ya hay técnicos que trabajan en la actualización del contenido. “Llevará un
poco más de tiempo”, añadió.
Aunque se espera que esto sea cierto, la simple decisión de
eliminar lo que se desplegaba durante el gobierno de Obama manda una señal
clara. No hace falta decir que esta es la misma estratagema utilizada en contra
del Obamacare: primero liquidar y luego… ¡ya veremos! En otras palabras, hay
que descartar lo que está en uso para empezar de cero, en los propios términos,
como si el pasado no tuviera importancia.
Durante el gobierno de Obama, la Casa Blanca también tenía
un blog en español. De hecho, el mismo presidente Obama tuiteó en español el 13
de enero: “Gracias por todo. Mi último pedido es el mismo que el primero. Que
creas, no en mi capacidad de crear cambio, sino en la tuya”.
Por supuesto, las lenguas pueden progresar aun en
circunstancias adversas. El español ya es una fuerza económica dominante en
Estados Unidos. Es el idioma más aprendido en los campus universitarios.
Asimismo, los latinos son la única minoría en la historia que ha tenido dos
cadenas de televisión completamente desarrolladas en su propia lengua
inmigrante: Univisión y Telemundo. La radio en español tiene una enorme
influencia en términos políticos, con más estaciones en Estados Unidos que en toda
América Central. A nivel corporativo, se proyecta que el poder adquisitivo de
los latinos en 2017 será de 1,7 billones de dólares.
Trump debería saber todo esto. A fin de cuentas, dice haber
reunido al gabinete con el coeficiente intelectual más alto de todos los
tiempos. Sin embargo, finge ignorancia: a tal grado desprecia a los latinos. En
su equipo no hay un solo latino prominente. Casi nunca habla de América Latina
como parte de sus planes geopolíticos, excepto cuando menciona a México, al que
considera un nido de delincuentes de los que es preciso protegerse con una
muralla.
Tengo la impresión de que el esfuerzo por suprimir al
español y amurallar a su país tendrá el efecto contrario: cada vez se
considerará más de oposición. Debemos aprender de los movimientos de
resistencia que se organizaron durante las dictaduras en América Latina en
varios momentos del siglo XX. Fue a través de la canción de protesta, del acto
de contar cuentos, de la poesía de tono político que la población mantuvo su
cordura en momentos difíciles, es decir, a través del lenguaje. Gracias a
Trump, el español en Estados Unidos hoy es parte de la resistencia.
Para decirlo con toda franqueza: frente a Trump, Richard
Nixon ya parece un hombre bueno, con todo y su paranoia. A menudo se repite que
fue Nixon quien “inventó” a los hispanos, cuando en 1970 se usó por primera vez
el término en un formato para el censo. Casi medio siglo después, Trump parece
intentar borrarlo.
La Casa Blanca debe reinstalar de inmediato el enlace “En Español”
que instauró el gobierno de Obama. Debe también incluir otras lenguas de
inmigrantes en la página web del gobierno. Como el resto del mundo sabe, el
monolingüismo implica una visión corta.
Acabar con la historia y construir murallas, como argumenta
apropiadamente Borges en su ensayo, son tareas comunes a los emperadores.
Ilan Stavans es el editor de Restless Books y es profesor de
Cultura Latina y Latinoamericana en el Amherst College. Su traducción al
espánglish de "El principito", de Antoine de Saint Exupéry (Edición
Tintenfass), acaba de publicarse.
Fuente : New York Times
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