Supe de su llegada al pueblo desde el primer momento, creo que el núcleo generador de su llegada me hizo partícipe de la conmoción de inmediato ( Diego, o Gabriela Siccardi o tal vez Chiquito , gente de Cultura , o no sé quién o todos a la vez ).
Su presencia física fue quizá uno de los momentos más
intensos que me otorgó el haber nacido en Dolores ( los otros dos maravilloso
fueron el encuentro con Piazzolla, y la correspondencia con Cortázar …. ).
El domingo, posterior a su charla era espléndido y entrada
la mañana alguien lo aproximó en paseo por la plaza . Borges fue ubicado a
descansar en uno de los bancos que dan frente al club Ever Ready
Era como si su impecable traje no hubiese pasado por la
fatiga del día anterior. Muchos niños y adultos a una distancia prudencial lo
asediaban con silenciosa veneración. Creo que Chiquito Siccardi que acompañaba
sacando fotos me facilitó su cercanía. Hoy después del paso de los años no me
siento participe de aquel encuentro y en realidad se me figura que tanto desee
aquello, que por insistencia imaginativa hoy perduran conmigo unas inciertas
fotos en las cuales Borges esta junto a un muchacho desconocido (Al ver las
imágenes se confirma esto).
Recuerdo , o imagino , que sin saber por dónde entrarle, y
teniendo conmigo dos de sus libros “La rosa profunda “ y “La moneda de hierro “
, le interrogue por el origen de “ Ein traum “, un extraño poema que él
intentaba aclarar en la nota final del libro..
Para mi decepción ratificó lo mismo que escribió en sus
notas, con el agregado displicente de haber sido un mero capricho el publicar
aquel sueño. Mi inmadurez literaria y su coloquial predisposición me dejaron
mudo sin saber cómo seguir ante tanta comodidad. Paso él, a modo de confesión,
del sueño de Kafka al sueño que había tenido en el Plaza Hotel la noche pasada
. Según me dijo “La cierva blanca” era recurrente y soñarla era muy grato ya
que podía volver a ver y en colores ( esto que en su momento lo atesore como
una revelación privada , años después me entere, desencantado, que lo manifestó
muchas veces públicamente, cuando felizmente le ocurría ) .
Me preguntó a qué me dedicaba. Le informe – con cierto temor
y vergüenza – que estudiaba un profesorado en literatura y castellano en el
pueblo , y que casualmente estaba preparando un examen de Latín en donde ,
entre otras cosas que le enumere ,debía leer la Egloga IV de Virgilio ,. Esto
fue motivo para disculpase ante mi por su descuidado latín ( creo hoy que había
perfeccionado tanto la ironía que llegaba a confundirse sin agravios con la
humildad ) , y fue entonces cuando comenzó a recitarme varios versos hasta
encontrar en su memoria la cuestión del nacimiento del niño . Me recordó
autores y bibliografías (que jamás oí) que confrontaban interpretaciones
diversas para aquel misterio.
Mientras discurría su maravillosa y blanda erudición ante mi
evidente ignorancia jamás me hizo sentir ni menospreciado ni agredido. En todo
momento trataba a su interlocutor con una cálida respetuosidad que estimulaba
al intelecto. Pude vivenciar en aquel momento que sus seniles modos no le
impedían fluir con feliz intensidad por la literatura. Alguien o algo lo
distrajeron de esta virgiliana ensoñación para caer en algún requerimiento más
social. Se despidió deseándome suerte en el examen y creo que me aleje tan
sobrepasado que ni atine a agradecérselo ni mucho menos solicitarle la firma en
los ejemplares de sus libros.
Obviamente el inmaduro poema que adjunto, apareció, si mal
no recuerdo, aquella misma noche.
BORGES
“No sé cuál es la cara que mira
Cuando miro la cara del espejo “
JLB
En ciertas tardes en que un ciego escucha
De sus memorias versos de Virgilio
Pareciera la rosa ser la Rosa
Y la muerte un lejano laberinto.
Pero el engaño dura sólo instantes
El espejo lo muestra, esa es la prueba
De los que fueron y que vuelven
A nombrarle el dolor de no ser uno.
Pues la rosa no es ella y no es ninguna
Y algún tigre infinito la deshoja
Y torna todo a repetirse en esa
Cotidiana manera de la bruma.
Al fin sólo ha quedado el otro,
La soñada figura de la máscara,
La inconclusa presencia de la forma
Del que no ve al que también lo busca.
Y ha callado en
cambio, tras la noche
La soledad de las dos manos sobre un libro,
La milenaria cadencia de los labios
De un ilusorio Borges amarillo
DANIEL ORONÓ - 1981
Fuente: Zona Creativa
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