Susan
Sontag, famosa escritora norteamericana, admiraba tanto a Jorge Luis Borges,
que decidió escribirle una carta para agradecer cada enseñanza que aprendió en
las obras del escritor argentino.
Susan escribió la carta el 13 de junio de 1996. 10 años
después de la muerte de Borges. El texto se consideró un ensayo.
Afortunadamente podemos leer esta magnífica obra:
Querido Borges:
Dado que siempre
situaron su literatura bajo el signo de la eternidad, no parece demasiado
extraño dirigirle una carta. Si alguna vez un contemporáneo pareció destinado a
la inmortalidad literaria, ése fue usted. Fue en gran medida el producto de su
tiempo, de su cultura y, sin embargo, supo cómo trascender su tiempo, su
cultura, de un modo que parece del todo milagroso. Esto tenía algo que ver con
la amplitud y la generosidad de su atención. Fue el menos egocéntrico, el más
transparente de los escritores, así como el más ingenioso. Algo tuvo que ver
asimismo con una pureza natural de espíritu. Aunque vivió entre nosotros
durante un tiempo más bien largo, perfeccionó las prácticas de la exigencia y
la indiferencia que también lo convirtieron en un experto viajero mental a
otras eras. Tuvo un sentido del tiempo diferente del de los demás. Las ideas
comunes de pasado, presente y futuro parecían nimios bajo su mirada. A usted le
gustaba decir que cada momento del tiempo contiene el pasado y el futuro,
citando (según recuerdo) al poeta Browning, que escribió algo así como “el presente
es el instante en el cual el futuro se derrumba en el pasado”. Eso, por
supuesto, era parte de su modestia: su gusto por encontrar sus ideas en las
ideas de otros escritores. Esa modestia era parte de la seguridad de su
presencia.
Fue un descubridor
de nuevas alegrías. Un pesimismo tan profundo, tan sereno como el suyo no
precisaba de indignación. Más bien, tenía que ser inventivo… y usted era, sobre
todo, inventivo. La serenidad y la trascendencia de la identidad que usted
encontró son, para mí, ejemplares. Usted demostró que no es necesario ser
infeliz, aunque se pueda ser completamente esclarecido y desengañado sobre el
terrible estado de todo. En alguna parte usted dijo que un escritor
–delicadamente agregó: todas las personas– debe pensar que toda cosa que le
sucede es un recurso. (Estaba hablando de su ceguera.)
Usted ha sido un
gran recurso para otros escritores. En 1982 –es decir, cuatro años antes de su
muerte– dije en una entrevista: “En la actualidad no hay otro escritor que importe
más a otros escritores que Borges. Muchos dirían que es el escritor vivo más
importante… Muy pocos de hoy no han aprendido de él o lo han imitado”. Eso
sigue siendo cierto. Todavía seguimos aprendiendo de usted. Todavía lo seguimos
imitando.
Usted le ofreció a
la gente nuevas maneras de imaginar, al tiempo que proclamaba una y otra vez
nuestra deuda con el pasado, sobre todo con la literatura. Afirmó que le
debemos a la literatura casi todo lo que somos y lo que hemos sido. Si los
libros desaparecen, desaparecerá la historia y también los seres humanos. Estoy
segura de que tiene razón. Los libros no son sólo la suma arbitraria de
nuestros sueños y de nuestra memoria. También nos ofrecen el modelo de la
propia trascendencia. Algunos creen que la lectura es sólo una manera de
evadirse: una evasión del mundo diario “real” a uno imaginario, al mundo de los
libros. Los libros son mucho más. Son una manera de ser del todo humano.
Lamento tener que
decirle que los libros en la actualidad son considerados una especie en
extinción. Por libros también quiero decir las condiciones de la lectura que
posibilitan la literatura y sus efectos en el espíritu. Pronto, nos dicen,
tendremos en “pantallas-libros” cualquier “texto” a nuestra disposición, y se
podrá cambiar su apariencia, formularle preguntas, “interactuar” con él. Cuando
los libros se conviertan en “textos” con los que “interactuamos” siguiendo
criterios utilitarios, la palabra escrita se habrá convertido simplemente en
otro aspecto de nuestra realidad televisada regida por la publicidad. Éste es
el glorioso futuro que se está creando, y que nos prometen, como algo más
“democrático”. Por supuesto, ello implica nada menos que la muerte de la
introspección… y del libro. Esta vez no habrá necesidad de una gran
conflagración.
Los bárbaros no
tienen que quemar los libros. El tigre está en la biblioteca. Querido Borges,
créame que no me satisface quejarme. Pero ¿a quién podrían estar mejor
dirigidas estas quejas sobre el destino de los libros –de la lectura misma– que
a usted?
Todo lo que quiero
decir es que lo echamos de menos. Yo lo echo de menos. Su influencia decisiva
continúa. La época en que ahora estamos entrando, este siglo 21, pondrá a
prueba al espíritu de maneras nuevas. Pero, se lo aseguro, algunos no vamos a
abandonar la Gran Biblioteca.
Y usted seguirá
siendo nuestro patrono y nuestro héroe.
Susan Sontag
Fuente:
You Tube
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