viernes, 15 de septiembre de 2017

De Brynhild a Ulrica, la saga del eterno retorno



        El funeral de Sigurd (Sigurd y Brinhild), por C. Butler (1909).


Adriana Churampi Ramírez

Introducción

La riqueza de la lectura de un texto radica en la posibilidad de variadas interpretaciones, diversos descubrimientos y nuevos matices en cada una de las aproximaciones. Esta lectura propone analizar la construcción de un relato de Borges aspirando a proponer una interpretación diferente; de esa manera pretende constituir un ejemplo de los múltiples acercamientos posibles a la ficción borgiana. El cuento que trataremos es “Ulrica”, aparecido por primera vez en 1975 en el volumen El libro de arena y posteriormente en Libro de sueños (1976).

En primer lugar, hemos seleccionado y resumido tres conceptos borgianos que son, en nuestra opinión, fundamentales para la sustentación de nuestro análisis de ciertos elementos textuales. Seguidamente nos acercamos al texto de la Volsunga Saga. La historia de Brynhild allí contenida constituye el núcleo de la relectura que proponemos. La familiaridad de Borges con la antigua literatura islándica no es un descubrimiento reciente; en muchos de sus poemas, en diversos momentos, ya encontramos el desarrollo del tema. Lo que rescataremos de ello será el manejo tanto de los elementos mitológicos como de la simbología, para aclarar algunos pasajes del relato. Con el apoyo de estos dos capítulos iniciales, a los que recurriremos constantemente para sustentar nuestra interpretación, iniciamos el trabajo con el relato mismo.

El amor que Otárola experimenta por Ulrica al conocerla, y que lo llevará a “elaborar” el sueño en el que fluye el amor entre los dos, es la primera lectura que proponemos. Pero el sueño será también el escenario para la recreación de un nuevo desenlace para una antigua historia de amor vivida en Islandia: la tragedia de Brynhild.

El relato, como Borges postuló, consiste de este modo no tanto en la exposición de los significados inminentes sino en la conversión de esos significados en otros nuevos. Las doctrinas del eterno retorno, de la marginación de la cronología, de la relectura de viejos textos redistribuyendo los materiales, se ponen en práctica al interpretar “Ulrica” como una reescritura de la trágica historia amorosa entre Sigurd y Brunhild en la Volsunga Saga. El nuevo significado que se le concede a determinados símbolos, como la espada, permiten elaborar un nuevo final, más promisorio para la historia.



Algunos conceptos borgianos

Para intentar el análisis de los relatos de Borges es fundamental el acercamiento a las elaboraciones metafísicas que constituyen una constante en la construcción de sus tramas. Para la lectura que proponemos de “Ulrica” son tres los conceptos a los que prestaremos especial atención.

La originalidad ilusoria de un texto: la reescritura.
Sueños y espejos: el mundo real es ilusorio.
La temporalidad de la ficción: memoria, “antes” y “después”.


a) Conocida es la modestia de Borges, que, cuando se hacía alusión a la revolucionaria originalidad de sus relatos, siempre replicaba diciendo que lo que había escrito ya se encontraba en otros autores. Pero tras esta afirmación lo que se encuentra es su postulación de un concepto de la literatura como la reelaboración de la misma.

Efectivamente, cuando Borges en numerosos relatos menciona sus fuentes, lo anima el convencimiento de que el acto de creación literaria radica no tanto en los materiales, sino en la habilidad del escritor para disponer y armar el relato. El núcleo creativo se centra así en la redisposición de materiales antiguos, en la relectura de viejos textos.1 Borges acepta el agotamiento de los temas en la literatura y define la originalidad como la generación de nuevas funciones, la ubicación de nuevos significados no encontrados en los textos antiguos. Esta obligada función de la literatura de innovar los sentidos partiendo de lo antiguo se sintetiza en el postulado borgiano de la literatura como un libro único escrito por un solo autor.

Si Borges concibe la posibilidad de que una obra literaria surja de la lectura de otra, es comprensible que el sentido enunciado en el texto de un relato pueda reorganizarse, invertirse o revertirse, hasta generar un nuevo sentido. Uno de los elementos que proporcionan una clave para esta nueva redistribución lo constituyen, por ejemplo, los epígrafes, que actuarían, según una expresión borgiana, como un pequeño espejo devolviéndonos la imagen del otro que espera al fondo del relato.2 El despliegue de las fuentes en Borges tiene como objetivo llamar la atención no sólo sobre la simple exposición del significado textual sino sobre la conversión de estos significados en otros nuevos. Los temas literarios pueden haberse agotado pero no los modos de formulación. De esa manera todo texto antiguo posterga su sentido original para convertirse en expresión de nuevos contenidos.

Así surge la posibilidad, al interior del universo borgiano, de que todos los hombres puedan ser autores de una misma obra o de un idéntico poema repetido infinitamente, pero aun así distinto. La novedad requiere acudir a categorías externas al simple lenguaje: al contexto, a la intención declarativa, a la relectura, que será la que nos conduzca al nuevo significado, como en el caso del Quijote de Menard.



b) La imagen de los espejos adopta en Borges dimensiones obsesivas. A lo largo de su obra, estos objetos están dotados de diversos sentidos, hasta convertirse en una imagen central.

La concepción que resumiremos será aquella según la cual el universo en el que vivimos es tan irreal como el reflejado en los espejos. Conociendo además que para Borges los verbos vivir y soñar son rigurosamente sinónimos (Borges, 1989, tomo II: 48), el sentido final de los espejos radica en la interpretación de los términos vida, sueño y espejo.

Si la vida es el sueño de alguien que nos sueña, entonces resulta tan etérea como los reflejos del espejo. La realidad estaría conformada por apariencias, por imágenes de un espejo, que sólo reflejarían vagamente a la otra: la fuente original de la reflexión. Fuera del espejo, la vida se convierte en un reflejo ilusorio, tan efímero como un sueño.3 El definir la vida como un sueño nos conduce a la idea de que la muerte supondría el despertar de dicho sueño.

La única realidad de la ficción, para Borges, radica en su similitud con los sueños. Inclusive retoma la teoría de Jung que “equipara las invenciones literarias a las invenciones oníricas, la literatura a los sueños” (Borges, 1989, tomo II:48). De este modo Borges amplía sus posibilidades imaginativas. Ya que la mente humana es incapaz de conocer el universo, entonces el idealismo es más fecundo en especulaciones creadoras, así las leyes que gobiernan la realidad no limitan la obra de arte. Lo que es intolerable e inconcebible durante la vigilia no lo es durante los sueños.

Estos conceptos nos ayudan a entender la posibilidad de que, en la ficción borgiana, el momento esencial del cuento, el de la iluminación, que confiere claridad a los significados anteriores, “el final sorpresivo”, no sea más que la revelación, para el protagonista (y con él para el lector), de que lo vivido ha sido ficticio, de que es una ilusión, de que los objetos concretos son relativos. Y sólo quedaría, como lo proponemos en el caso de “Ulrica”, un momento definitivo, eternalizado. Símbolo no sólo del sentido de la existencia y de la razón de ser de los protagonistas, sino también de otros paralelos, anteriores o ficticios. Es este instante el que es necesario descubrir.



c) La conocida propuesta de Borges de refutar el tiempo trae consigo consecuencias fundamentales. En el caso de nuestro análisis esto significa que se cuestiona la identidad del protagonista: ¿quién es?, ¿sigue siendo el actor de tal o cual momento? La solución radica esencialmente en la fragilidad de la memoria (Nuño, 1986: 92). Será la memoria la que garantice la identidad. El recuerdo permite afirmar quién se es. El mismo Borges reafirma al inicio de “Ulrica” que no importa tanto la realidad como su “recuerdo personal de la realidad”4 (17), que es lo mismo. “La memoria erige el tiempo”. dice en “El instante” (Borges, 1989, tomo II: 295) y en “Cambridge”: “Somos nuestra memoria / somos ese quimérico museo de formas inconstantes / ese montón de espejos rotos” (Borges, 1989, tomo II: 359).

De igual manera los aspectos circunstanciales, y como tales sujetos al tiempo y al espacio, presentes en los relatos, podrían constituirse en generadores de caos. Pero Borges se adelanta y en el prólogo de Elogio de la sombra nos dice: “El tiempo me ha enseñado algunas astucias: (...) intercalar en un relato rasgos circunstanciales (...) ya que si la realidad es precisa, la memoria no lo es (...)” (Borges, 1989, tomo II: 353)

Del mismo modo, en el prólogo de El informe de Brodie señala que la invención de hechos circunstanciales es una necesidad a cumplir, al mismo tiempo que reconoce haber realizado cambios acorde a su razón e imaginación, ya que después de todo la literatura “no es otra cosa que un sueño dirigido” (Borges, 1989, tomo II: 400). Estas observaciones son importantes al momento de la lectura para no desorientarse cuando los datos parezcan no guardar coherencia con el resto de la narración.

Otra consecuencia inevitable de la relativización del tiempo es la alteración de la relación causa-efecto. Si suena inconcebible la posibilidad de que un hecho relatado en Islandia en el siglo XIII tenga consecuencias o continuación en la Inglaterra del siglo XX, es que aún no hemos ingresado a la ficción de Borges.

La teoría borgiana de la eternidad, que sería el adquirir conciencia de que es lo mismo hoy que hace cientos de años, implica también la doctrina de los ciclos: de que “todo sucede por primera vez, pero de un modo eterno”. Una consecuencia de este circularismo es la exaltación del presente, no se vive ni en el pasado ni en el futuro y no existe la novedad. La propuesta borgiana de un nuevo tipo de lectura implica el rechazo del antes y del después.5 Sólo permanecería el presente, un instante aislado, autónomo y suficiente. Al expulsar el tiempo de la realidad, se desconectan la fijación temporal de un suceso y su datación, se deja la cronología de lado.

Estos son algunos de los conceptos borgianos que facilitarán nuestra relectura de “Ulrica”.



La antigua literatura nórdica

La relación que establecemos entre Borges y la antigua literatura nórdica no es en modo alguno arbitraria o casual. Lo demuestran, entre otros, su estudio en colaboración con Delia Ingenieros: Antiguas literaturas germánicas. Su ensayo sobre las kenningar. Su producción poética alusiva al tema: “A Islandia”, “Un lobo”, “Espadas”, “Un lector”, “Un sajón”, “Islandia”, “Einar Tambarskelver”, “Midgarthormr”, “Quince monedas” y “En Islandia al alba”, entre otros. Al igual que sus menciones en los prólogos a Elogio de la sombra y El informe de Brodie. Su vinculación con la Volsunga Saga, sin embargo, parece ser aún más emocional, como lo demuestra su poema “A Islandia”:

“(...) Islandia, te he soñado largamente
Desde aquella mañana en que mi padre
Le dio al niño que he sido y que no ha muerto
Una versión de la Völsunga Saga (...)” (Borges, 1989, tomo I: 511).

Esta Saga de los Volsungos, escrita en el siglo XIII (entre 1260 y 1270 aproximadamente) por un autor islándico desconocido, se basa en los versos tradicionales nórdicos: la Edda poética. Sin embargo, muchos de sus episodios históricos podrían hacer referencia a acontecimientos reales de los siglos IV u V A.D.

El conocimiento sobre la antigua mitología nórdica emana de tres fuentes:

La Edda poética, una compilación de poemas míticos o heroicos, elaborados antes del año 1000 por la cultura popular oral de la antigua Escandinavia. El núcleo de esta compilación lo constituye el manuscrito llamado Codex Regius, que trata algunos aspectos de la leyenda volsunga.
La Edda en prosa, o la Snorra Edda, que debe su compilación al erudito Snorri Sturluson, en los años 20 del siglo XIII, es un tratado islándico del arte de la poesía eskáldica y un diccionario sobre su mitología.
Los poemas de los antiguos bardos nórdicos o Skalden. A diferencia de la Edda poética, los autores en este caso son conocidos y sus creaciones relatan eventos de su tiempo posibles de ser ubicados con precisión y objetividad. Fueron estos poetas los que entre otras historias contaron el ciclo de Sigurd tal como los poetas alemanes contaron la historia de Siegfried. A lo largo de siete décadas la Saga de los Volsungos fue compilada en Islandia con mucho menos elementos de caballería que su contraparte alemana. Eso hace que los estudiosos califiquen a la versión de la Edda poética como la original, ya que el patrón del Nibelungenlied responde a un estilo más moderno en el cual el material está estructurado de modo más sofisticado.


La Volsunga Saga narra la historia de los ancestros de Sigurd, descendientes de Odín: Volsungr el abuelo y Sigmund el padre. Sobre Sigurd se relata su preparación física y espiritual a cargo de Reginn, el hermano del dragón Fafnir. Una vez que Sigurd reciba la célebre espada Gram, que perteneciera a su padre, y obtenga el caballo Grani, descendiente del corcel de Odín, se enfrentará a Fafnir, derrotándolo y apoderándose del tesoro maldito de los Volsungos. Luego encontrará a Brynhild y, tras liberarla de la maldición impuesta por Odín, intercambiarán promesas de amor. Pero al arribar a la corte de Gjuki, la reina Grinhildr le ofrecerá una pócima que lo hará olvidar a su amada y contraer matrimonio con Gudrun, la hija de los reyes. Establece lazos de sangre con sus cuñados Gunnar y Hogni, y cuando el primero decide conquistar a Brynhild le ofrece su ayuda. Con ese propósito, por arte de magia, intercambia apariencias con Gunnar y conduce a Grani, el único que puede cabalgar a través de las llamas, hacia el castillo de Brynhild. Permanece tres noches con ella y, respetando su acuerdo con Gunnar, clava su espada al centro del lecho, entre los dos. Posteriormente, durante una discusión entre Brynhild y Gudrun, ésta le revelará la verdad. Brynhild, airada, exige venganza a Gunnar acusando falsamente a Sigurd de no haberla respetado durante las tres noches. Guttorm, el único hermano sin pacto de sangre con Sigurd, es el encargado de asesinarlo mientras éste duerme. Al final Brynhild confesará su mentira antes de apuñalarse y morir en la misma pira funeral que Sigurd.

La importancia que otorgamos a la familiaridad de Borges con la antigua literatura islándica no sólo contribuye a sustentar la posibilidad de una lectura paralela de “Ulrica” y de la Volsunga Saga, sino que nos sirve de ayuda para la interpretación de determinados símbolos que de otro modo pierden su significado.6



Una relectura de “Ulrica”

Las primeras líneas del relato, en las que Otárola equipara la objetividad de la realidad con su recuerdo personal de la misma, constituyen el primer ataque a la arbitrariedad de la realidad. Como mencionamos en c), será la memoria la encargada de establecer cierto orden que garantice la continuidad de la conciencia.

Lo que sigue es la relativización de la temporalidad: el cuándo y el dónde. Otárola afirma que el hábito literario es el de intercalar circunstancias y acentuar énfasis, de ese modo insiste en la condición de irrealidad de la literatura, perturbando la lectura continua y superficial del texto. Se nos sugiere la posibilidad adicional de que el escenario presentado, esa inminencia verbal, pueda tal vez también ser escenario de otra trama. Es así como Borges elimina los límites entre realidad y ficción. A partir de ese momento, queda abierta la posibilidad de una nueva lectura del relato.

Ulrica no tiene apellido; Otárola piensa: “No supe su apellido y tal vez no lo sabré nunca” (17). Un recurso que brinda la posibilidad de universalizar al personaje. Ya cuestionados el espacio y el tiempo, también la protagonista adquiere así una nueva dimensión que sobrepasa su rol como Ulrica. Es más universal, ¿por qué no?, ¿no se dice que en Borges: “(...) his stories are allusions to other stories, his characters are allusions to other characters and their lives are allusions to other lives”?7 (Aizenberg, 1984: 73).

En la misma línea se situaría la definición de la nacionalidad, un elemento convencional que vincula la identidad con la objetividad de la realidad, pero que en el relato se convierte en un “acto de fe” (18).

La crónica durará una noche y una mañana, continúa el texto, pero, ¿no se había desintegrado ya la categoría tiempo? Nos queda entonces la propuesta borgiana del presentismo, el instante aislado y autónomo en que adquirirán sentido la existencia de Otárola y la de Ulrica. Más bien dicho, el sueño de Otárola y la experiencia de Ulrica que será a la vez la reescritura de un tema antiguo.

La incapacidad de recordar de Otárola, su olvido: “Nada más puedo recordar de lo que se dijo esa noche” (18), es la clave de continuidad de los ciclos. Sin memoria de las veces anteriores cualquiera puede ser la primera vez. Así se da paso a la recreación de la antigua historia de una mujer, que también es Ulrica, pues no olvidemos que “un hombre es todos los hombres” (Borges, 1989, tomo II: 52), principio que indudablemente se aplica también a una mujer.

Podemos deducir que nos encontramos ante un sueño de Otárola por algunas claves distribuidas a lo largo del relato, aunque la revelación magistral sólo se encuentra al final.

Esa pequeña eternidad personal que a cada hombre le está dada durante el sueño la empieza a vivir Otárola después de su noche de olvido. Si en el mundo de la vigilia, en un relato de amor éste se desarrolla paulatinamente, en el mundo de los sueños puede ser al contrario, será el amor el que produzca la historia.8

“Todo esto es como un sueño” (18), dice más adelante Otárola, en una abierta alusión a la posibilidad onírica de la experiencia. Pero la clave más importante para la deducción del sueño la encontramos en las líneas finales cuando, al llegar a la posada, Otárola ve reflejarse el lecho en un cristal y la “bruñida caoba” (19) le trae a la memoria el espejo de las Escrituras. Es una referencia al versículo 12, capítulo XIII, de la 2ª de Corintios: “Ahora vemos por espejo, en oscuridad; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; mas entonces conoceré cómo soy conocido”. Este texto de San Pablo, al que Borges aborda en su ensayo “El espejo de los enigmas” (Borges, 1989, tomo II: 98-100), resume el principio de la incertidumbre de la realidad del universo, lo efímero de lo reflejado, la imagen que no sobrevive, que se duplicará infinitamente, transformándose, convirtiéndose... como los sueños. A lo largo de la ficción borgiana el encontrar un espejo es un llamado de alerta para descreer de la realidad de lo visto, pues todo podría no haber sido más que un reflejo, lo que creíamos realidad se transforma en un sueño. En el relato, en el momento cumbre Otárola poseerá sólo la imagen de Ulrica.9

El sueño es el momento definitivo en la historia de Otárola pero trae también consigo la posibilidad de la recreación de un texto antiguo. Todo empieza por el análisis del epígrafe de “Ulrica”, cuya comprensión transformará la interpretación del rol de la protagonista.

“He took the sword Gram and lay it unsheathed between them”10 (Byock, 1990: 81).

¿Qué significa, en la Volsunga Saga, este momento específico de la historia de amor entre Brynhild y Sigurd? Marca el dramático encuentro entre dos desconocidos. Sigurd se halla bajo la influencia de la pócima que ha borrado su memoria, Brynhild tiene ante sí la apariencia de Gunnar, un hombre al que no conoce pero con el cual deberá casarse. La espada entre los dos es para Sigurd una exigencia de fidelidad hacia su amigo Gunnar y para Brynhild una sorpresiva formalidad que la libera, por el momento, de entregarse a quien no ama. Pero hay algo aún más importante según la versión islándica de la Volsunga Saga: significa el momento en que Brynhild rompe la promesa hecha a Sigurd de casarse sólo con él. En la mitología islándica, ante el rompimiento de una promesa, peor aún en el caso de una valkiria, sólo quedaba esperar la llegada del castigo final.

Podemos apreciar la similitud con la vivencia de Ulrica, quien inicialmente también se encuentra con un desconocido. La imposibilidad de pronunciar sus nombres podría interpretarse como un símbolo de ajenidad. El énfasis puesto en la participación femenina Ulrica/Brynhild es otra de las claves fundamentales de esta relectura que interpreta el episodio de amor en “Ulrica” como una nueva versión de la truncada historia de amor de Brynhild.

En este sentido, es más que significativo el rechazo que Ulrica expresa por los “tardíos nibelungos” que “echaron a perder” (19) la trágica historia de la saga. En el Nibelungenlied, Brünhilt no hace ningún juramento de amor a Siegfried ni se suicida, permanece “enthroned in her pride”.11 La ausencia de estos elementos convierte la actitud de Brünhilt en una simple reacción de ira ante la seducción por parte de Siegfried, y vergüenza porque Kriemhilt lo sabe y ya se ha hecho de conocimiento público. Desaparece el desarrollo pleno, el rol prominente que le consagra la Volsunga Saga.

En esta última, la existencia del juramento previo constituye la base que proporciona mayor complejidad al personaje. Aparte de los celos que la boda entre Sigurd y Gudrun despierta en Brynhild, la ruptura del juramento significa que se ha perjurado, con las consecuencias que esto acarreaba para una valkiria: la perdición. Su suicidio sería visto entonces, además de la póstuma unión con su amado, como una heroica y digna anticipación a su castigo final, una autoinmolación. Además, su habilidad al explotar la envidia y las ansias de poder de los cuñados, y así instigar la muerte de Sigurd, recibe una vehemente expresión sólo en la Volsunga Saga, no así en Los nibelungos.

Cuando a lo largo de “Ulrica” encontramos elementos cuya explicación no emana del texto, el recurrir a la Volsunga Saga nos brinda mayor claridad, a la vez que nos proporciona más pautas para la recreación de un nuevo final para la historia de Brynhild.

“Oí de pronto el lejano aullido de un lobo” (18). Esta afirmación de Otárola, que podríamos tomar como una simple imprecisión ya que no existen lobos en Inglaterra, adquiere otro sentido a la luz de la mitología islándica. Uno de los atributos que identificaban a Wodan (que es Odín, el más antiguo y poderoso entre los dioses nórdicos) eran sus dos lobos: Gery y Freki, que descansaban siempre a sus pies. Y como sucedía con todo aquello que tuviera contacto cercano con Odín, ellos también eran símbolo de buena suerte.12 El lobo constituía el símbolo que identificaba a los guerreros. Sobre el aullido del lobo dice la Edda que aquel que lo escuchara tenía asegurada la victoria en el combate. Otárola recibe, entonces, una señal del buen final de su aventura. Pero al llegar a la posada es Ulrica quien dice: “¿Oíste al lobo? Ya no quedan lobos en Inglaterra” (19). Para aclarar esta referencia nos remitimos al mismo Borges cuando dice en “El lobo”:

(...) Es el último lobo de Inglaterra.
Odín y Thor lo saben. En su alta
casa de piedra un rey ha decidido
acabar con los lobos. Ya forjado
ha sido el fuerte hierro de tu muerte.
Lobo sajón, has engendrado en vano (...) (Borges, 1989, tomo III: 409).

El poema alude de esta manera a la expulsión —de la antigua Inglaterra— de los sajones, los guerreros identificados con el lobo.

Alguien comenta en el relato, refiriéndose a la presencia de Ulrica, que alguna vez los noruegos tomaron York. “Inglaterra fue nuestra y la perdimos” (17), responde ella. En otro momento la conmueven las espadas de York Minster,13 los monumentos del pasado. A estas alturas ya podemos apreciar el matiz cíclico, la sugestiva circularidad que van adoptando los acontecimientos. El pasado no queda atrás, es persistente, el regreso es inevitable.

Borges comenta, en “Nathaniel Hawthorne” (Borges, 1989, tomo II: 58),que hasta los intentos de abolir el pasado ya ocurrieron en el pasado, lo cual demuestra la imposibilidad de su realización Alude así a los intentos radicales de los puritanos de Cronwell, mencionados también al inicio de “Ulrica”. Establecido el regreso persistente y la reiteración del pasado, lo siguiente es la redisposición de los materiales, la reelaboración del texto antiguo, la emergencia de la figura de Brynhild.

Cuando Otárola comprende que su amor por Ulrica no es imposible la besa, pero ella “lo aparta con suave firmeza” (18) y le promete ser suya en Thorgate; hasta entonces le pide que no la toque. Actitud consecuente con lo que Brynhild recomienda a Sigurd cuando, recién conocidos, él le pide consejos sabiendo que ella es la mujer más juiciosa del mundo. Refiriéndose al trato de las mujeres bellas le dice: “Do not allure them with kisses and other tenderness”14 (Byock, 1990: 22).

En otro momento, Ulrica anuncia el canto de un pájaro antes de que suceda. A lo largo de la Volsunga Saga encontramos numerosos ejemplos del don profético de Brynhild. Al inicio de su enamoramiento con Sigurd, cuando nada hacía presagiar el drama, ella le predice su futura boda con Gudrun (Byock, 1990: 75). Inclusive durante la discusión entre Brynhild y Gudrun, ésta última reconoce: “Your thoughts see far beyond the present”15 (Byock, 1990: 84). Momentos antes de morir, Brynhild dice, dirigiéndose a Gunnar: “Now I will quickly tell you what will happen in the future”16 (Byock, 1990: 92).

Otárola responde al don de Ulrica mencionando la creencia de que “quien está por morir prevé lo futuro”. Ante lo cual Ulrica reafirma: “Yo estoy por morir” (19). Aquí cabe una doble interpretación. En el contexto del sueño de Otárola, la muerte de Ulrica sólo puede aludir al despertar. La inminencia del final del sueño, creado por el amor de Otárola, es la desaparición de la protagonista, su “muerte”. Pero en el contexto de la recreación de la historia de Brynhild, la aceptación de la idea de la muerte es un elemento con el que ella vive desde el momento en que se ve obligada a casarse con Gunnar rompiendo su juramento hecho a Sigurd. Las sagas islándicas destacan esta actitud hacia la muerte, basadas en la convicción del destino inmodificable, en la idea de que la existencia se hallaba determinada por poderes sobrenaturales. Siguiendo este principio la gente sentía como su deber el contribuir lo mejor posible al cumplimiento de su hado.

Otro detalle es la afirmación de Ulrica: “El bosque es peligroso” (19). Del texto no podemos deducir una explicación. En las sagas, sin embargo, se considera a los bosques como símbolos del desorden y del caos de la naturaleza, constituyen una amenaza. Además el bosque es la morada de seres temibles: dragones, hechiceros y bestias salvajes. En la Volsunga Saga 8 (Byock, 1990: 44), cuando Sigmund, el padre de Sigurd, es condenado al exilio, se marcha acompañado por su hijo Sinfjotli. Desde entonces, juntos y vistiendo pieles de lobo aterrorizan los bosques como fieras en busca de sus presas.

Cuando Otárola expresa su deseo de que esos momentos juntos duren para siempre, Ulrica contesta que “siempre es una palabra que no está permitida a los hombres”. El diálogo en la Volsunga Saga 25 transcurre en términos similares. Sigurd expresa claramente sus deseos: “The best day for us would be when we can enjoy each other”, y agrega: “Our lives will be most fruitful if spent together”.17 Mientras que Brynhild manifiesta: “It is not fated that we should live together. I am a shield-maiden. I wear a helmet and ride with the warrior kings. I must support them, and I am not averse to fighting”18 (Byock, 1990:75).

Finalmente la simbología de la espada. En la Volsunga Saga es la representación del momento en que Brynhild ve truncado el cumplimiento de su promesa a Sigurd, y se enfrenta a la posibilidad de su boda con un desconocido. En la reescritura vemos que, al final, Ulrica no sólo logra pronunciar el nombre del desconocido, cosa que antes no había conseguido hacer, sino que también desaparece la espada, lo cual indicaría la nueva opción que le brinda a Brynhild esta “circularidad temporal”. La posibilidad de escoger libremente si seguir o no el cauce de sus sentimientos. Si desaparece la espada que significaba la irreversibilidad de un destino que Brynhild o Sigurd no pudieron controlar, entonces queda la posibilidad de la intervención personal en la construcción de una historia de amor.

Ulrica, descrita como un personaje enérgico y decidido, se fusiona con Brynhild, cuyas cualidades no son menores, y el final elaborado esta vez para la historia de amor contiene también, en su esencia, el absoluto protagonismo que caracteriza la vida de las dos. Con la misma energía con que Brynhild afronta su tragedia amorosa en la Volsunga Saga, vuelve (recordemos el “eterno retorno”) en “Ulrica” a vivir otra historia amorosa donde el elemento novedoso lo constituye, esta vez, la libertad.

Sin la espada con la que en la Volsunga Saga 21 (Byock, 1990:67), Sigurd “despierta” a Brynhild a la vida y al amor, la Brynhild/Ulrica actual, la “resplandeciente y resuelta discípula de Ibsen” (18) asume la propia definición de su destino. Del momento esencial, resumido en el epígrafe, desaparece en la recreación la intervención incuestionable del destino. Un nuevo elemento: la libertad, será el nuevo desafío al que se enfrentarán Brynhild/Ulrica. La evidencia de la relación “Ulrica”-Volsunga Saga reafirma el principio borgiano de que “El pasado es indestructible; tarde o temprano vuelven todas las cosas” (Borges, 1989, tomo II: 58).

Notas

1-De este modo, “El Zahir” podría ser la reescritura de Los nibelungos; “La casa de Asterión” otra versión de la leyenda de Apolodoro o “El fin” una innovación del Martín Fierro de Hernández.
2-Sobre los espejos como modelo estructural de los cuentos de Borges: Jaime Alazraki. Versiones, inversiones, reversiones. Madrid: Gredos, 1977.
3-“Los espejos”, en Borges, 1989, tomo II: 192-193.
4-En adelante, al referirnos al relato, consignaremos sólo las páginas. Hemos trabajado con la edición: Borges, 1989, Tomo II: 17-19.
5-Borges adscribe el razonamiento de Hume, que refuta la explicación de los fenómenos como una relación de causa y efecto para reemplazarla por descripciones que destacan la contigüidad, prioridad y repetición del experimento con iguales resultados (Alazraki, 1977: 130).
6-En la poesía borgiana (“Islandia”, “Midgarthormr”, “En Islandia el alba”) encontramos, por ejemplo, reiteradas alusiones a la “nave armada/labrada con las uñas de los muertos”, expresión que sólo se comprende al conocer que Naglfar es, en la mitología islándica, la nave que los gigantes construyeron con las uñas de sus víctimas (Borges, 1989, Tomo III: 179, 477 y 147, respectivamente).
7-“(...) sus historias aluden a otras historias, sus protagonistas a otros protagonistas así como las vidas de éstos aluden a otra vidas” (traducción mía).
8-“La pesadilla”, en Borges, 1989, Tomo III: 221.
9-El relato concluye de la siguiente manera: “Secular en la sombra fluyó el amor y poseí por primera y última vez la imagen de Ulrica” (19).
10-“Él tomó la espada Gram, la desenvainó y la depositó entre los dos” (traducción mía).
11-“Entronizada en su orgullo” (traducción mía).
12-Lobos eran también Skol y Hati, los que perseguían al sol y la luna, respectivamente, y que terminarían devorándolos el día del juicio final: El Ragnarök.
13-Borges escribe en A una espada en York Minster: “En su hierro perdura el hombre fuerte, (...) Aquí está el hombre / Blanco y feral que de Noruega vino, / Urgido por el épico destino; Su espada es hoy su imagen y su nombre” (Borges, 1989, Tomo II: 283).
14-“No las seduzcas con besos u otras muestras de ternura” (traducción mía).
15-“Tus pensamientos ven mucho más allá que el presente” (traducción mía).
16-“Ahora te relataré rápidamente lo que va a ocurrir en el futuro” (traducción mía).
|17-“Nuestro mejor día llegará cuando podamos disfrutar uno del otro”. “Nuestras vidas serían fructíferas si las viviéramos juntos” (traducción mía).
18-“No es nuestro destino vivir juntos. Yo soy una doncella guerrera. Uso un yelmo y cabalgo con aguerridos reyes. Debo darles mi apoyo y no le temo a las batallas” (traducción mía).


Bibliografía consultada

Aizenberg, Edna. The Aleph Weaver. Maryland: Scripta Humanistica, 1984.
Alazraki, Jaime. Versiones, inversiones, reversiones. Madrid: Editorial Gredos, S. A., 1977.
Anderson, A. M. Norse Mythology or the Religion of our Forefathers. Chicago, S. C. Griggs and Company, 1981.
Borges, Jorge Luis. Obras completas. Barcelona: Emecé Editores S.A., Tomos I, II, y II, 1989.
Byock, Jesse L. (traductor). The Saga of the Volsungs. The Norse Epic of Sigurd the Dragon Slayer. Berkeley and Los Angeles: University of California Press, 1990.
Nuño, Juan. La filosofía de Borges. México: Fondo de Cultura Económica, 1986.
Taylor, Paul B. and W. H. Auden (translated from the Icelandic). The Elder Edda A Selection. London: Faber and Faber Limited, 1969.


Fuente : Letraia



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