EDUARDO BRAVO
En 1964 la revista francesa L’Herne
dedicó un número especial a Jorge Luis Borges. Entre los contenidos de la
publicación, se encontraba un texto de Adolfo Bioy Casares en el que recordaba
un proyecto fallido que había emprendido junto al autor de El Aleph.
Este proyecto era un
cuento a seis manos, las de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, ambientado
en Francia y protagonizado por un joven escritor de provincias. El escrito
nunca llegó a ver la luz pero, durante el proceso de creación, Borges detalló
una serie de consejos clave para escribir una buena novela.
Con la ironía y el
humor habitual del escritor, los consejos no son tanto para escribir un buen
libro, como para no estropearlo desde el momento mismo de comenzar la tarea.
Son 16 aspectos que deben evitarse y que, curiosamente, son un repaso de
algunas de las más importante creaciones de la historia, incluidas las del
propio Borges. Según el argentino, hay que evitar…
1. Las
interpretaciones demasiado inconformistas de obras o de personajes famosos. Por
ejemplo, describir la misoginia de don Juan.
Borges empieza
fuerte. En este apartado también cabría incluir a Hamlet, don Quijote, Emma
Bobary, Dorian Gray…
2. Las parejas de
personajes groseramente disímiles o contradictorios, como por ejemplo, don
Quijote y Sancho Panza, Sherlock Holmes y Watson.
Si el lector lo
desea, sume a la lista Samuel Pickwick y su criado Sam Weller, porque Dickens
seguro que tampoco se escapa del mordaz Borges.
3. La costumbre de
caracterizar a los personajes por sus manías, como hace, por ejemplo, Dickens.
Lo dicho, se veía venir
desde el punto anterior.
4. En el desarrollo
de la trama, el recurso a juegos extravagantes con el tiempo o con el espacio,
como hacen Faulkner, Borges y Bioy Casares.
Bufff, qué razón
tiene. Es que lo de El Sur, de Borges o lo de Plan de evasión y La invención de
Morel, de Bioy Casares es un despropósito. Un des-pro-pó-si-to.
5. En las poesías,
situaciones o personajes con los que pueda identificarse el lector.
Basta ya de tanto
amor y desamor como argumento poético de una vez por todas.
6. Los personajes
susceptibles de convertirse en mitos.
Ni Freud ni Lacan.
Borges supera el complejo de Edipo en un santiamén.
7. Las frases, las
escenas intencionadamente ligadas a determinado lugar o a determinada época; o
sea, el ambiente local.
Adiós, Martín Fierro,
adiós.
8. La enumeración
caótica.
Claro que sí, esto es
literatura. Ni matemáticas ni la cesta de la compra.
9. Las metáforas en
general; y en particular, las metáforas visuales. Más concretamente aún, las
metáforas agrícolas, navales o bancarias. Ejemplo absolutamente desaconsejable:
Proust.
Bien dicho, qué sabrá
ese señoritingo francés de escribir.
10. El antropomorfismo.
Fuera El asno de oro
y adiós a las fábulas, desde Esopo a Samaniego. Ah, y El sueño de una noche de
verano, de Shakespeare, también fuera.
11. La confección de
novelas cuya trama argumental recuerde la de otro libro. Por ejemplo, el Ulises
de Joyce y la Odisea de Homero.
Bien hecho.
12. Escribir libros
que parezcan menús, álbumes, itinerarios o conciertos.
Eh, tú, Henri Beyle;
sí, tú, Stendhal, dedícate a hacer Rojo y Negro y deja de una vez de contar tus
viajes por Italia.
13. Todo aquello que
pueda ser ilustrado. Todo lo que pueda sugerir la idea de ser convertido en una
película.
No importa que, cinco
años más tarde, el propio Borges y Bioy Casares firmaran el guion de Invasión,
una película de ciencia ficción dirigida por Emilio Santiago.
14. En los ensayos
críticos, toda referencia histórica o biográfica. Evitar siempre las alusiones
a la personalidad o a la vida privada de los autores estudiados. Sobre todo,
evitar el psicoanálisis.
Plutarco, reescríbete
las Vidas paralelas a la voz de ya.
15. Las escenas
domésticas en las novelas policíacas; las escenas dramáticas en los diálogos
filosóficos.
Uy, Jacques el
fatalista y Los hermanos Karamazov, recoged vuestras cosas, que estáis
nominados.
16. Y, en fin, evitar
la vanidad, la modestia, la pederastia, la ausencia de pederastia, el suicidio.
Humildad ante todo y
dejaos de guarredidas tipo Lolita, pero solo un poco.
Fuente : Yorokobu
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