Jorge Luis Borges
estuvo doce años al frente de la cátedra de Literatura inglesa en la
Universidad de Buenos Aires. Solo uno de esos cursos se conserva, el de 1966.
Veinticinco clases de pura literatura y placer que también muestran al Borges
hombre.
El propio Jorge Luis Borges cuenta en Ensayo autobiográfico,
escrito en inglés, que los distintos candidatos con aspiraciones a la cátedra
de Literatura Inglesa y Norteamericana de la Universidad de Buenos Aires habían enviado cuidadosamente sus listas de
traducciones, sus publicaciones académicas, sus conferencias y otros logros.
Él, Borges, solo se limitó a la siguiente oración: “Sin saberlo, me he venido
preparando para este cargo a lo largo de toda mi vida”.
Casi doce años pasó Borges enseñando en esa institución.
Muchas anécdotas y recuerdos quedaron de su paso por ahí, pero poco material de
aquellas clases. Ahí es donde radica la importancia y el valor del trabajo que
llevaron adelante Martín Hadis y Martín Arias, investigando y editando en forma
de libro las 25 clases del curso de 1966
que unos pocos alumnos grabaron para que otros pudiesen estudiar.
Borges profesor. Curso de literatura inglesa en la
Universidad de Buenos Aires (Sudamericana – 2019) nos posibilita escuchar la
voz de Borges en dichas clases, así como redescubrir al lector que había en él.
Se dice que lo que lo que Borges pretendía como profesor no
era exactamente calificar a los estudiantes, sino por el contrario,
entusiasmarlos, llevarlos a las lecturas de las obras y al descubrimiento de
los escritores. Martín Hadis refuerza esta idea y sostiene que “Encontramos un
Borges muy pedagógico, yo creo que lo que tiene de lindo este libro es,
casualmente, que contradice a esa figura del Borges con un aura de complejidad.
Acá tenés un Borges que se sale de ese
rol porque justamente no está siendo el escritor de ficciones sino un profesor
que realmente quiere contagiar su amor por la literatura inglesa a sus
alumnos”.
Borges decía que le gustaba mucho enseñar, sobre todo,
argumentaba, porque mientras enseñaba aprendía. Y es así que, pese a no haber
obtenido nunca un título universitario, fue aceptado como titular de la
cátedra. En estas clases uno encuentra un Borges distinto, en realidad en una
faceta distinta a la cual estamos acostumbrados a escucharlo. Acá, el profesor,
juzga la literatura según el placer o la emoción que le da y busca luego
contagiársela a sus alumnos. Es así que, entonces, Borges pone a los autores
por encima de los movimientos literarios. “Él dice ‘Yo lo que hago es buscarle amigos a cada
alumno’ y cuando dice amigos se refería
a los autores que él quería. Es muy lindo eso. Es puro cariño. Se nota un
Borges que está contando lo que le fascina y explicando por qué le gusta lo que
le gusta de una manera muy simple y muy sencilla. Es un gran profesor, contagia
entusiasmo y es muy simple. Además combina con anécdotas y análisis que son muy
interesantes y atrapantes, sin dejar el rigor de lado en ningún momento”
explica Hadis.
Este es el único curso que se salvó de todos los que dio en
la Universidad de Buenos Aires. En este caso se encontraron grabaciones hechas por alumnos para aquellos que no
podían asistir a clases. Es decir que no fue un proyecto deliberado, no fue
grabado para salvarlo para la posteridad, sino solo con el objetivo de aprobar
la materia. Más teniendo en cuenta que
aquel Borges de 1966 no era aún ni remotamente lo que es ahora en el mundo.
El trabajo de Hadis y Arias no es menor en el libro. Fue un
arduo trabajo el de respetar la oralidad de Borges, corregir y anotar los
autores que figuraban fonéticamente en los originales, así como las frases o
títulos. Muchas veces los poemas con los que ejemplificaba Borges no figuraban,
el rastrearlos y apuntarlos fue una tarea difícil, así como la corrección de
datos emendando todo lo que pudiera ser error de trascripción. Finalizan con un
anexo de traducciones y un alfabeto rúnico que logran un mayor placer a la hora
de hacerse del material.
-¿Algunas voces critican la falta de Shakespeare en el
programa de las 25 clases?
- Este es un curso y gracias a Dios que lo tenemos, pero él
variaba el programa año a año. Esta es la foto que tenemos de 1966, quizás en
el del año siguiente estaba Shakespeare y faltaba algún otro. Él iba variando
el programa para no aburrirse. Borges tenía como un respeto reverencial hacia
Shakespeare y quizás le pareció como demasiado vasto como para dar solo en
pocas clases o para hacer un corte de la obra. Y tercero, y la más graciosa y
quizás la más probable, es que él decía que Shakespeare no parecía un escritor
inglés, porque estos tienden a decir menos de lo que se piensa, como a
sub-expresar y no sobre-expresar, mientras que Shakespeare es puro drama,
sangre y asesinato. Entonces no te queda ninguna duda sobre lo que quiere
decir, de ahí que Borges solía expresar que no parece un escritor inglés sino
un escritor italiano. Esa pasión de Shakespeare, a Borges, le parecía poco
inglesa, pero de nuevo esto es especulación y quizás dos años después le dedicó
varias clases a él. Ojalá se hubiesen salvado todos los cursos y tuviésemos
diez Borges profesor y confirmar algo de esto.
Borges elige autores que no son del canon. Él opta por
aquellos autores que a él le gustan y los retrata como personas de carne y
hueso. Logra generarte fascinación por los autores desconocidos. Estaba muy
atento a sus biografías y las compartía, ya que pensaba que los escritores
siempre legan al futuro dos obras: primero su obra literaria y después la obra
de su vida. De ahí que los retrate de una manera muy humana y muy cariñosa, que
los pinte como si fueran sus amigos y los humanice.
La literatura de Borges tiene cierta cualidad particular e
indudable. Puesto en los límites de la hibridez de géneros se convierte, al
decir de Beatriz Sarlo, “en alguien que confía a la potencia del procedimiento
y la voluntad de forma, las dudas nunca clausuradas sobre la dimensión
filosófica y moral de nuestras vidas”. Y su vida pasaba por la literatura y sus
libros. Y la esencia de sus clases estaba en eso también. “Era garantía de
genialidad” afirma Hadis y lo refuerza con una anécdota: “Una vez, editando un
libro de sus conferencias, nos dimos cuenta de que había dado dos conferencias
sobre el Martin Fierro, una un día en Córdoba y la otra, al día siguiente, creo
que fue en Buenos Aires. Totalmente distintas, por supuesto no se contradecía
en nada, es decir, totalmente
coherentes, pero en una abarcaba un aspecto y en la otra, otro. Las dos eran
completamente geniales”.
El curso comienza con los anglosajones, la poesía y las
kennings, pasando por Beowulf, la poesía cristiana, el alfabeto rúnico, Samuel
Johnson, William Blake, Dickens y el Rey
Arturo entre otros, para finalizar abruptamente en la obra de Robert Louis
Stevenson.
No hay despedida. Se termina la clase 25 como se dio el
inicio de la primera hablando y sintiendo los libros que Borges leyó. Nada
quedaba a modo de despedida o de cierre. De ahí la sabia respuesta de Martín
Hadis y Martín Arias de finalizar el texto con una de las mejores genialidades
de Borges. Aquella que responde en una entrevista al ser consultado por las
lecturas obligatorias: ““Creo que la frase lectura obligatoria es un
contrasentido, la lectura no debe ser obligatoria. ¿Debemos hablar de placer
obligatorio? ¿Por qué? El placer no es obligatorio, el placer es algo buscado.
¿Felicidad obligatoria? La felicidad también la buscamos. Yo he sido profesor
de literatura inglesa durante veinte años en la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de Buenos Aires y siempre les aconsejé a mis estudiantes: si
un libro los aburre, déjenlo, no lo lean porque es famoso, no lean un libro
porque es moderno, no lean un libro porque es antiguo. Si un libro es tedioso
para ustedes, déjenlo… ese libro no ha sido escrito para ustedes. La lectura
debe ser una forma de la felicidad”.
La única manera de leer es por placer y no por obligación.
Eso quería transmitir Borges en sus clases. Sencilla y poéticamente contagiaba
sus autores preferidos. Asistir hoy, a través de la lectura, a las clases de
Borges no es solo conocer sobre literatura, sino, al decir de Whitman (uno de
sus poetas preferidos), también se conoce al Borges hombre.
Fuente: 0223.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario