Giovanna Bartucci [2]
"Tener por
oficio la propia pasión significa, por lo menos en un sentido,resignarse a
ser".[3]
Santiago Kovadloff.
Es curioso: el año 1899 produjo dos acontecimientos sin
asociación aparente. El 24 de agosto nace Jorge Francisco Isidoro Luis Borges
Acevedo; el 4 de noviembre la editora Frank Deuticke, con sede en Viena y
Leipzig publica Die Traumdeutung (La interpretación de los sueños), libro de Sigmund Freud en cuya
cubierta está grabada la fecha de 1900.
Con todo, 1931 va a ser el momento en que Freud, a los 75
años de edad, reitera la importancia de su creación, el psicoanálisis, aunque
por medio de otro homenaje a esta piedra fundamental que alteró su vida y la de
tantos otros. En el prefacio a la tercera edición inglesa de La interpretación...(1900), Freud
testimoniará que "él (el libro) contiene, aun de acuerdo con mi juicio
actual, el mas valioso de los descubrimientos que tuve la fortuna de hacer. Una
percepción como esta no nos cabe en suerte sino una sola vez en la vida".
[4]
En 1931, el escritor argentino Jorge Luis Borges,
"Georgie", andaba entonces por sus treinta y dos años. Los años
treinta no serán fáciles para Borges, pero han de ser años de encuentros
significativos, como con el escritor Bioy Casares. Borges publicará sus
primeros grandes cuentos a lo largo de la década del treinta. Un profundo
escepticismo en relación a los modos tradicionales de representación caracterizará
su madurez literaria.
Es tal vez posible, que la asociación del psicoanálisis con
los "modos tradicionales de representación", por parte de Borges, sea
una de las razones por las cuales la obra de Freud y el propio discurso
freudiano, tales como fueron apropiados por el siglo XX, no figuren en la
páginas de aquel que es hoy, reconocidamente, uno de los mas importantes
literatos del siglo. Actualmente sabemos, por medio de uno de sus biógrafos,
que entre los años 1946 y 1949 [5] Borges visitaba a un cierto Dr. Miguel Kohan
Miller con el pretexto de buscar ayuda para vencer la timidez. Aunque no
tengamos certeza de que el Dr. Miller haya sido psicoanalista, ya que su
formación parece haber sido superficial, sabemos que la productividad de Borges
fué intensa en el año siguiente a sus visitas a Miller. Esta parece haber sido
una buena señal, entonces, del probable aprovechamiento de Borges en relación a
una psicoterapia. Si, sus historias mas inventivas eran su respuesta a la mas
aguda adversidad, señalará también James Woodall.
Desde luego, podríamos continuar formulando hipótesis,
incansablemente, en cuanto al posible desdén de Borges por el psicoanálisis o
por la psicología. Un gran número de estudiosos de su obra sugiere su bien
conocido antipsicologismo, traducido por un gran rechazo a todo aquello que sea
excesivamente personal, sentimental, que pueda imponer a su escritura un
carácter de personalización individualista. De hecho, la descripción de Bioy
Casares del género literario del cual él mismo, Silvina Casares y Jorge Luis
Borges hicieran antología en 1940, teniendo in mente, por cierto, los escritos
de Borges, sostendrán estas formulaciones. Dirá Casares: la literatura
fantástica era al mismo tiempo "ensayo y ficción... ejercicios de inteligencia
e imaginación incesantes, (sin) ninguna languidez, sin el menor elemento
humano, emocional o sentimental". [6]
Prefiero sugerir, sin embargo, que manteniendo las
especificidades del campo literario y del ejercicio clínico del psicoanálisis,
la escritura borgeana y la experiencia psicoanalítica no se presentan de manera
tan distanciadas. Esta formulación se basa en la concepción de la experiencia
psicoanalítica, de la que somos testigos en el trabajo con nuestros
analizandos, como asi también en el lugar de la escritura como "lugares
psíquicos de constitución de subjetividad" para aquellos sujetos cuyos
destinos de sujeto será siempre el de un proyecto inacabado, produciéndose de
manera interminable.
Sabemos que el desplazamiento del ser psíquico desde el
campo de la conciencia para el registro del inconsciente, se revela una de las
formulaciones mas brillantes del descubrimiento del psicoanálisis, permitiendo
asi que subrayemos lo que no es enunciado por el discurso de la conciencia y
que se presenta de forma desplazada en el registro de la transferencia.
Es así que, habiendo diferenciado los conceptos de
repetición transferencial y compulsión a la repetición a partir de la última
dualidad pulsional establecida por Freud, pulsiones de vida y pulsiones de
muerte, [7] no pretendo indicar aqui ningún trazo de dicotomía entre la
situación clásica de una neurosis de transferencia y las situaciones-límite de
las que somos testigos en nuestra clínica, desde el momento en que no son los
límites entre las instancias psíquicas los que son aqui puestos en jaque. De
hecho, lo que está en causa aquí es la posibilidad de que tanto en la
experiencia de encuentro con lo idéntico (de la proyección mimética de lo
mismo) como de la experiencia-límite denominada das Unheimliche, la
experiencia-límite de encuentro con el doble, se constituyan en lugares en que,
a partir de la experiencia transferencial, lo que es del orden de la
presentación (Darstellung), situado en primer plano de la experiencia psíquica,
pueda encontrar (o no) facilitado su pasaje al registro de la representación
(Vorstellung).
Es verdad, en un trabajo anterior [8] sobrepuse la
experiencia de encuentro de lo idéntico a la experiencia-límite denominada das
Unheimliche. No obstante, trataré de distinguir aqui entre ambas, ya que las
cuestiones que están en el cierne de estas inquietudes acerca de la clínica
psicoanalítica se apoyan en la formulación de que, al tomar como
"fundamental" el concepto freudiano de pulsión, el psiquismo y el
sujeto del inconsciente resultarán ser "destinos de pulsiones" –
privilegiados, por cierto – desde el momento en que estas sean consideradas en
el registro de la fuerza como "exigencia de trabajo". Así, la pulsión
es una fuerza (Drang) que necesita ser sometida a un trabajo de ligazón y de
simbolización para poder inscribirse en el psiquismo propiamente dicho.
De ahí la relevancia de la experiencia psicoanalítica: se
instituye un lugar privilegiado donde se presenta lo que está destinado a la
compulsión de repetición, o sea, lo que no logra órdenes de significación
estructurantes, lo que insiste bajo el modo de pulsión de muerte.
En esta medida, el acto analítico, como sugiere Joel Birman
[9], implica que la figura del analista, junto con la del analizando, puedan
constituir destinos posibles para las fuerzas pulsionales, ordenando circuitos
pulsionales e inscribiendo la pulsión en el registro de la simbolización. Deseo
agregar que va a ser lugar y función del analista posibilitar, junto al
analizando, la constitución de la diferenciación en el interior del propio
aparato psíquico, al fundarse los espacios externo-interior e interno-exterior.
Siendo asi, en lo que respecta a la experiencia psiocanalitica, aun en esos
momentos de un análisis en que el lenguaje, instrumento por excelencia del
trabajo analítico, se muestra insuficiente, el lugar y la función del analista
serán de interceptar el circuito autoerótico – necesario - que se configura en
las situaciones de compulsión a la repetición.
Es curioso, porque va a ser exactamente el "juego de
espejos" instaurador del universo borgiano, entendido aquí como movimiento
constitutivo de apropiación continua de si, ya sea por la observación de si
mismo, o bien de su doble, al cual considero instituyente de este lugar
psíquico de constitución de subjetividad.
Pero atención, porque habiendo ya puesto de relieve que en
la obra metaficcional los autores se vuelven problemas a resolver, y los
personajes elementos que evidencian la sensibilidad del autor, permanecerá, sin
embargo, una indagación importante. ¿Una vez establecido que el lugar de la
escritura como lugar psíquico de constitución de subjetividad, quién o qué hará
las veces de tercero, de la alteridad, aquel que va a "interceptar" el
luego de espejos – necesario – y, como sabemos, instaurador del universo
borgiano?
Georgie, los espejos y la escritura borgeana
Mucho ya fue dicho acerca de la escritura borgeana, a partir
de diversas áreas del saber. Su influencia tambien puede hacerse sentir en innúmeros
escritores de todo el mundo, y será inútil intentar aquí una enumeración
abarcativa.
La habilidad de Borges para crear universos extraordinarios
valiéndose, a partir de su madurez literaria, de una economía de estilo furtivo
casi absoluta, toma la forma de una invitación permanente al ejercicio del
pensamiento. Sus narrativas exhiben el deseo de despojar al lenguaje de una
suntuosidad literaria.
En Borges ... (1985), retomé el concepto de metaficción con
el objetivo de reflexionar acerca de este espacio paradojal que es el espacio
ficcional borgeano. Si los metaficcionistas revelan su proceso de invención por
medio de la propia forma ficcional, la técnica narrativa y el material
presentado sólo se conectarán por intermedio de la experiencia de su entrelazamiento.
En esta medida, el metaficcionista fragmenta el foco narrativo para realzar el
proceso de creación de ficción.
Recién en mayo de 1942 Bioy Casares, su gran amigo y coautor
de los libros de Bustos Domecq, escribió en reseña sobre el libro El jardín de
los senderos que se bifurcan (1941), publicada en Sur, revista literaria
fundada en Buenos Aires, en 1931, por Victoria Ocampo y colaboradores, que la
"escritura de Borges estaba abriendo un territorio nuevo en su
preocupación con la metafísica, con – la verdad – la literatura hablando de sí
misma".[10]
Así, aunque Borges opte en sus textos por cuestionar la
noción de paternidad artística, valiéndose de la dilución de la figura del
autor, de la fragmentación del foco narrativo, propongo que al hacerlo, Borges
instituye este lugar psíquico de constitución de subjetividad, en la medida en
que, al diluir la figura del autor, Borges está, en verdad, escribiendo para
desconocerse.
Al transformarse en su doble, "en la maniobra mas
inteligente y diversionista de su carrera literaria", como observa
Woodall, Borges termina por dar cuerpo a diferentes Borges. Su testimonio es
claro en cuanto a esta posibilidad; en 1971, en conferencia dada en el
Institute of Contemporary Arts (ICA), en Londres, Borges dirá: "yo tenía,
de niño, tres espejos enormes en mi habitación, y sentía por ellos un miedo
profundo porque (...) me veía a mi mismo triplicado, y tenía mucho miedo al
pensar que tal vez las tres formas comenzaran a moverse por su cuenta"
[11]. Y, claro, el miedo de Borges no era sin fundamentos. No obstante, sin
perder el control de "sí mismo triplicado", el ejercicio de dar vida
a su(s) doble(s) hizo posible que Georgie se transformara en Borges. Como
observó George Steiner en un artículo para The New Yorker, en 1970, "él
profundizó el paisaje de nuestras memorias, y esa es la marca de un artista
verdaderamente grande" [12].
La proyección mimética del mismo, el doble y la alteridad.
Veamos: la idea de que todo hombre es también otro hombre, o
también todos los hombres, es sólo fundador de la mayor parte de las obras de
Borges. Eneida Maria de Souza entiende que en la superficie textual, tenue y
escurrudiza, en la cual conviven autores, personajes, citaciones, reflejos y
reflejos de la escritura ajena, es imposible considerar la escritura borgeana
como texto singular y marca registrada de su trazo individual. Sin embargo, la
formulación anterior se explicita cuando comprendemos que Souza considera que
"la imagen del Otro que lo habita (a Borges) se enmascara con textos y
coautores, los cuales, juntamente con Borges porducen una obra a mil y una
manos".
De acuerdo con la ensayista, el destino de escritor,
heredado por Borges de su padre, Jorge Borges, se cumple por medio de la
manifestación de la presencia de un culto paradojal que "traduce, al mismo
tiempo, la tentativa de borrar la imagen paterna, un parricidio inconsciente, y
el refuerzo de esta imagen, el fantasma del Otro que le marca el destino de
escritor, desde el momento en que ambos, padre e hijo, pasaron por la
experiencia de la ceguera y de la noche" [13]. Souza también ubica la
ocupación de Borges con al actividad de lectura, un espacio aquí privilegiado
que se convierte en el simulacro del acto de escribir y de vivir, como una
forma de negación de la paternidad y de la propiedad de sus escritos.
Para Santiago Kovadloff, sin embargo, todo acto de
admiración por los grandes autores del pasado que no sea un diálogo que traiga
consigo una crítica sensible, sería un acto de servilismo. "No se trata de
creer que vamos a superar a nuestros mayores, se trata de entender que sólo los
podemos heredar si los incorporamos al diálogo creador con nuestro próprio
trabajo" [14], sugiere Kovadloff en su ensayo acerca de la escritura como
experiencia del acto creativo.
En verdad, el mundo ficcional de Borges se basa en la idea
del arte como ilusión. Fundamentalmente, alude al hecho de que es imposible ser
un escritor original en el siglo XX y, por sobre todo, que lo inalcanzable es
lo real, aún por medio del lenguaje. En otras palabras, la realidad es dudosa e
incierta; el universo es una unidad total en la cual la individualidad es mera
ilusión. Así, al confundir los límites entre la realidad y las abstracciones
absolutas, lo individual y lo genérico, Borges ampliará el campo de sus
historias para "incluir" a todos los hombres.
El lenguaje es también "una tradición, un modo de
captar la realidad, no un sistema arbitrario de símbolos" [15], por lo
tanto "en una historia deberíamos trabajar la idea de no estar seguros de
todas las cosas, porque así es la realidad" [16], dirá Borges. Kovadloff
también sugiere que uno de los mensajes esenciales de la literatura consistiría
en decir que nada cabría definitivamente en la palabra y que, siendo así, sería
imprescindible volver a decir. "Precisamente porque la palabra no puede
dar cuenta del objeto, el sujeto puede ser; puede ser en tanto se libera de los
significados cristalizados que se autoproponenen como poseedores plenos de un
sentido igualmente pleno" [17]. Pero, al mismo tiempo que las cosas son
inalcanzables por el arte, estamos incesantemente creando estructuras de
palabras, metáforas, imágenes, y como tal, Borges cree que este mundo pueda ser
tan digno de elogios y real cuanto el de las cosas.
Anteriormente adelanté la idea de que, en la narrativa
borgeana, la realidad se hace igual a la relación problemática entre los mundos
real y ficcional. Su principal objetivo es confundir las fronteras entre
realidad y sueño, entre realidad y ficción. Va a ser exactamente esto lo que
permitirá al hombre, como lo hace Borges, crear su propia realidad de acuerdo
con las leyes que eventualmente concozca.
Si por un lado, el autor usa lo real como trampolín para
lanzar a sus lectores a un mundo de ficción, por otro, al identificar un
posible aspecto de correspondencia, cuestiona la validez del mundo creado con
la intención de dar una mayor realidad a éste, o sea, a la realidad de la
construcción. Así lo hará al valerse de la intrusión de lo real en estilo
documental, por medio de uso de amigos y colaboradores verdaderos como
comentaristas de la veracidad de la narrativa, de la presentificación de
objetos reales de la vida del autor, o aún de la puesta en escena de elementos
de su vida, y del cuestionamiento de este mismo mundo, que Borges
problematizará la relación entre los mundos real y ficcional. Consecuentemente,
comprender o dar significado al mundo en que vivimos será lo mismo que
estructurar la realidad de un modo personal y estilizado.
Pero atención: para Borges toda literatura es
autobiográfica. Así, al afirmar que sus historias eran todas mas o menos
autobiográficas, Borges no creó personaje alguno, pero escribió y reescribió
sobre el mismo y viejo "Borges" levemente disfrazado.
Pero el hecho de que al escribir enfatizase algunas de sus
particularidades y omitiese otras, lo llevó a considerar a "Borges"
como una creación de fantasía. "¿Por que diablos preocuparme con lo que
ocurre con Borges? Al fin de cuentas, Borges no es nada, es una mera
ficción". Helo ahí, finalmente, el surgimiento de la figura del
"doble".
Es importante que se explicite: para Borges, el
"ego" es un espectador que se identifica con el hombre a quien él
observa continuamente. "¿Porque, al fin de cuentas, que es el ego? El ego
es el pasado, el presente, y también… el futuro" [18]. En esa medida hay,
aquí, un movimiento constitutivo: un espectador que se apodera de si mismo al
observarse continuamente a si mismo, o bien a su doble.
Jean-José Baranes, apoyándose en los trabajos de J. P.
Vernant acerca del mito y pensamiento griegos, sugiere que "un doble es
todo menos una imagen: ni imitación del objeto, ni ilusión del espíritu, ni creación
del pensamiento, él es una realidad exterior al sujeto que, sin embargo, en su
propia apariencia, se opone por su carácter insólito a los objetos familiares y
al escenario cotidiano de la vida. Juega con los dos planos contrastados al
mismo tiempo: en el momento mismo en que se muestra presente, se revela como
perteneciente a un mas allá inaccesible" [19]. Baranes observa, en el
mismo artículo, que esta ambiguedad característica de la figura del doble, o
sea, en el momento mismo en que se muestra prsente, se revela como
perteneciente a un mas allá inaccesible, es el lugar de lo extraño
"y" de esa relación del límite entre mismo y diferente.
Así, Borges explicitará esa relación de límite entre mismo y
diferente, ese lugar de lo extraño, transformándose en "Borges", su
doble. Inicialmente, al transformarse en "Borges", Borges se elimina
a si mismo, deja de existir, es, finalmente, nada, para que entonces
"Borges" pueda ser. Como dirá el propio Borges, en "Borges y yo"
(1960), "vivo, me dejo vivir, para que Borges pueda hacer la trama de su
literatura y esa literatura me justifica ..., cuanto mas, estoy destinado a
perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mi podrá sobrevivir en el
otro". Además Borges va a confesar, en "Borges y yo", que
"(‘Borges’) logró ciertas páginas válidas, pero que esas páginas no pueden
salvarme, tal vez porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino
del lenguaje o de la tradición" [20].
En su biografía literaria sobre el autor, Emir R. Monegal
observa que las funciones y privilegios de Borges son usurpados por el
personaje "Borges", desde el momento en que todo lo que ahora Borges
hace, o lo que le agrada, se vuelve posesión del otro. Así, publicar, las
entrevistas, la publicidad, la política y las opiniones pertenecen a
"Borges". Los sentimientos, los sueños y escribir pertenecen al
"yo". Un tercer Borges, el ficcional, es aquel que une en sí el
"yo público" y la reflexión sobre sus experiencias. Es verdad, ser
Borges/"Borges" es buscarlo en nuestras mas profundas idiosincrasias,
en el centro que es cada uno de nosotros: ser yo mismo siendo el otro.
En "Lo ominoso", texto de 1919, Freud observa que
das Unheimliche, que es la experiencia límite de encuentro con el doble, lo que
provoca susto, terror, no-reconocimiento, tiene origen en el retorno de
contenidos reprimidos, y no en un cesar de la creencia en la realidad de tal
contenido. El prefijo "un" sería, entonces, la señal de la represión.
La naturaleza secreta de la experiencia del retorno involuntario de la misma
situación o experiencia estaría apoyada en el sentimiento de que ese extraño no
sería algo ajeno o nuevo, sino algo muy familiar.
No obstante, entiendo que este "otro" va a ser
inicialmente una proyección mimética de lo mismo, pudiendo volverse doble
solamente a posteriori. La constitución de un "dentro de sí", un
topos cuya espacialidad y temporalidad puedan ser la morada de un sí en
permanente conocimiento y desconocimiento de sí, estará apoyada en la
posibilidad de reconocimiento de la proyección mimética de lo mismo como algo
del orden de la presentación (Darstellung), situado como está en primer plano
de la experiencia psíquica. Pero, registremos: será en este mismo texto, de
1919, en que Freud considera que "todo lo que debería haber permanecido …
secreto y oculto pero vino a luz", será percibido como Unheimlich.
Pero 1920 va a ser el año de publicación de "Mas allá
del principio del placer", ensayo que termina por establecer el dualismo
pulsional entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte. En esa medida, si
entendemos que el concepto de compulsión de repetición comporta otras nociones
cruciales como la noción de principio del placer, de pulsión de vida y de
pulsión de muerte y la noción de ligazón (Bindung), aquello que está destinado
a la compulsión de repetición es lo que
no logra órdenes de significación estructurantes, lo que insiste bajo el modo
de la pulsión de muerte.
Así es que el uso de la denominación "intensidad
transferencial" para llamar la atención del aspecto económico de la
transferencia, en momentos de un análisis en que el trabajo de libre asociación
está algo así como trabado por esta misma intensidad, apunta para la
reactivación del displacer producido por grandes cantidades no metabolizables
por el psiquismo incipiente, en el cual la capacidad de ligazón del aparato
psíquico será lo que va a definir las posibilidades de dominio de esta energía.
Siendo así, mientras que aquello que es del orden de la
presentación (Darstellung), situado como tal en el primer plano de la
experiencia psíquica, puede ser reconocido como algo relativo a la experiencia
de la proyección mimética del mismo, la experiencia del doble representaría en
si una "regresión tópica" al momento psíquico pre-especular de lo
"no separado". Una espacialización ilusoria de un dentro que
normalmente permanece sellado por la represión estructurante, que representa el
cierre que separa el si mismo del otro.
Baranes también sugiere que "el doble es, al mismo
tiempo, mirada o espejo de petrificación, de atracción de muerte y
estabilizador de potencias de lo extraño, pero también elemento operador con la
función de mediador entre el mismo y el otro" [21]. Es importante que
podamos retener esta idea, tanto en lo que se refiere a la psicoanalítica
freudiana como a la escritura borgeana: la sugestión de que el doble opere como
mediador entre el mismo y el otro.
Así, cuando los espejos dejaron de despertar los temores
infantiles de Borges se convirtieron, en su universo, en emblemas del doble,
del otro, de lo que podría ocurrir en este mas allá inaccesible. Es en esa
medida que el juego de espejos instaurador del universo borgeano, este
movimiento constitutivo de apoderarse de si mismo continuamente, ya sea
observándose a si mismo, ya sea a su doble, instituye este lugar psíquico de
constitución de subjetividad.
La presencia de ambiguedad instauradora de la figura del
doble, este lugar mismo de relación de límite "entre" mismo
"y" diferente, se vuelve, entonces, pasaje obligatorio, que va desde
el desdoblamiento (de/sobre si) a la alteridad. Segundo Baranes, en lo que se
refiere a la experiencia psicoanalítica, el doble es el precursor indispensable
para la ascención a la alteridad, y condicion indispensable para un óptimo
desarrollo del proceso analítico.
Psiquismo y sujeto del inconsciente: destinos de pulsiones.
Joel Birman, en un artículo acerca del indeterminismo de la
pulsión en el discurso freudiano, observa que la problemática que
paulatinamente se inscribe en el recorrido freudiano es la de cómo el registro
de la cualidad se constituye a partir del registro de la cantidad. En otras
palabras, como se constituye la producción de representaciones en el aparato
psíquico, considerándose la primacía del registro económico en la
metapsicología.
Birman propone que los ensayos metapsicológicos de 1915, en
especial "Pulsiones y destinos de pulsión", intentarían responder a
esta indagación. En estos ensayos, la pulsión pasa a ocupar la posición
estratégica de concepto fundamental de la teoría psicoanalítica, es decir, de
concepto fundador de los demás conceptos metapsicológicos. Es posible agregar
que el concepto de pulsión, en su estatuto de concepto fundamental – un
Grundbegriff – es concepto-límite que no apunta a ningún otro que le sea mas
fundamental, sólo para los límites referentes a la propia teoría. Al introducir
el concepto de pulsión, Freud introdujo un concepto que no posee una sustancia,
cualquiera que sea, como referente. Tampoco hay, en lo que concierne a las
pulsiones, ninguna determinación a priori, así como tampoco hay diferencias
cualitativas entre ellas.
En esa medida, Birman adelanta la idea de que una
reformulación epistemológica esencial se esbozó en la teoría psiocanalítica, en
la medida en que sus fundamentos estarían siendo recompuestos. "El
inconsciente no sería mas, como estaba establecido hasta entonces, el concepto
fundamental del psicoanálisis. Ahora, la pulsión ocuparía tal lugar y el
inconsciente sería un concepto derivado en la metapsicología freudiana"
[22].
La consecuente formulación de Birman será, así, que el
psiquismo y el sujeto del inconsciente serian destinos de pulsiones, a partir
de que estas sean concebidas en el registro de la fuerza como exigencia de
trabajo. "El sujeto del inconsciente es uno de los destinos de las
pulsiones, destino privilegiado, ciertamente, al lado del ‘retorno sobre el
propio cuerpo’, de ‘transformacion de la actividad en pasividad’ y de la
‘sublimación’. Es en este contexto, entonces, en que el sujeto del inconsciente
se constituye en el psiquismo como un desdoblamiento de las vicisitudes de las
pulsiones en el campo del otro"; (con eso), "el sujeto como destino
es siempre el de un proyecto inacabado, produciéndose de manera interminable,
si es presentado siempre como una finitud de cara a sus impasses, confrontado a
lo que le falta y a lo que no es" [23]. En esa medida, si la primera
tópica se basa en el campo (red) de representaciones, la segunda subraya la
existencia de un polo pulsional del psiquismo, el Ello, inexistente
anteriormente.
Emilio Rodrigué, uno de los biógrafos de Freud, considera
entonces que "el libro de los sueños brinda, en realidad, el tercer modelo
de aparato psíquico; el primero, el aparato de lenguaje en la ‘(Interpretación
de las) Afasias’(1891); el segundo, el modelo neuronal del ‘Proyecto (para una
psicología científica)’, (1895); el tercero, sería la estructura presentada en
el capítulo VII, modelo que articula los dos anteriores y que se aplicaría
inclusive al carácter" [24].
Así es que el capítulo séptimo de esa obra será el que
inaugura conceptualmente la formulación freudiana metapsicológica acerca del
aparato psíquico. Al describir los sueños como pudiendo ser analizados a partir
de un cuadrilátero – condensación, desplazamiento, sobredeterminación y
realización de deseo – que se apoya en la postulación del sistema inconsciente,
Freud concibió las leyes universales que regulan el funcionamiento psíquico. La
ordenación de ese campo teórico irá a consolidarse hasta los ensayos
metapsicológicos de Freud de 1915, cuando fue formalizada la primera tópica.
Recordemos, rápidamente, el método clásico de análisis de
las psiconeurosis: un método extractivo, técnica de la interpretación,
levantamiento de la represión. El retorno de lo reprimido se realiza, entonces,
por medio de la libre asociación impuesta por la regla fundamental. Solo podría
tener por objeto los elementos que ya hayan sufrido la represión secundaria o
propiamente dicha, aquella del a posteriori (Nachdrängen), como conjunto
consciente o preconsciente, habiendo adquirido en el transcurso de la historia
del sujeto, estructuración suficiente para haberse inscripto en un cuadro
memorial. Se trata, así, de hacer circular los fantasmas inconscientes que
determinan el complejo sintomático y lograr su perlaboración en el
pre-consciente.
Así, lo que está efectivamente en causa en la primera tópica
es una teoría de los lugares psíquicos (tópica) en la cual la represión
primaria, primer momento de la operación de represión, va a fundar la división
entre los sistemas inconsciente, pre-consciente, consciente. Sin duda, las
premisas que determinan el método implican generar las bases para que se
instaure lo que llamamos cura, ofreciendo parámetro para seguir sus
movimientos.
En esta medida, si la primera tópica intenta destacar
diferentes modalidades de representación psíquica – inconsciente,
pre-consciente y consciente –, la segunda tópica intenta agregar al campo de
las representaciones el registro de las intensidades transferenciales en el
cual la pulsión es concebida en el registro de la fuerza como exigencia de
trabajo. Se hace necesario, entonces, constituir destinos posibles para las
fuerzas pulsionales, ordenando circuitos e inscribiendo la pulsión en el
registro de la simbolización.
Así, cuando el psicoanálisis se enfrenta con la existencia
de marcas que se encuentran en los límites del sentido y de lo representable,
la estrategia del desciframiento es considerada insuficiente para el trabajo
analítico. Es este el momento en que la estrategia de la
"construcción" va a adquirir un significado fundamental y se constituirá
como una operación, aunque complementaria al uso de la interpretación,
imprescindible al trabajo analítico.
Es en ese sentido que va a ser lugar y función del analista
posibilitar, junto con el analizando, este trabajo de ligazón de aquello que
está destinado a la compulsión de repetición, de aquello que insiste bajo el
modo de la pulsión de muerte, proporcionando, entonces, que lo mismo que es del
orden de la presentación (Darstellung), ubicado en primer plano de la
experiencia psíquica, tenga su pasaje al registro de la representación
(Vorstellung) facilitada.
Vale la pena escribir para llegar a desconocerse [25]
Sin duda, la concepción del sujeto (del inconsciente) como
destino de las pulsiones, cuando son entendidas en el registro de la fuerza
como exigencia de trabajo, va a ser lo que posibilitará que pensemos en el acto
de creación, de la escritura, como creación de un sujeto, como lugar psíquico
de constitución de subjetividad.
También Kovadloff sugiere que toda obra es autobiográfica,
en la medida en que exprese con propiedad las tensiones derivadas del contacto
con las oscilaciones entre la certeza y la incerteza de ser. Las metáforas de
un escritor, sus temas, le servirán para realizar este desplazamiento del campo
de lo inequívoco para el campo de la ambigüedad. Dicho una vez mas, el acto
creativo sería la creación de un sujeto. Borges ya nos había llamado la
atención sobre la manera por la cual los textos "lo escribían", al
revés de lo contrario – "yo vivo, me dejo vivir, para que Borges pueda
hacer la trama de su litertura y esa literatura me justifica".
soy el yo que conozco sino que lo reconocerá sólo si puede decir: el desconocido que ha creado este texto también soy yo. La obra que desmiente la familiaridad de los contenidos que nos adjudicamos restablece, aunque sea por un momento, el contacto con nuestra propia imponderabilidad" [26]. Es en esa medida que también la escritura borgeana puede ser entendida como lugar psíquico de constitución de subjetividad.
Sabemos, sin duda, que la constitución del sujeto implica
asumir una deuda frente al otro sin lo cual el sujeto no tendría condiciones de
existir, ya que no es causa de sí mismo, pudiendo advenir únicamente a partir
del otro. Entondes, al valerse de la figura del doble, aqui entendida como un
elemento operador con la función de mediador "entre" el mismo
"y" el otro, Borges creó un dispositivo para sí mismo que permitió,
sí, que el autor pudiese, mas allá de borrar la imagen paterna, incorporar sus
antepasados, herencias familiares y literarias de modo de establecer un diálogo
creador con su propia escritura.
Si al interpretar el circuito autoerótico – necesario – que
se instaura en los momentos de compulsión a la repetición en el interior de un
análisis, el analista remite a su analizando al encuentro con la alteridad, al
valerse de su juego de espejos, lugar de esa relación de límite
"entre" mismo "y" diferente, Borges está permanentemente
lanzándose a si mismo, escritor, y a sus lectores, al encuentro de la
alteridad.
Desconocerse y conocerse, desconocerse y conocerse, una vez
mas, tanto por medio de la experiencia psicoanalítica, cuanto por medio de la
escritura, implica la posibilidad de entrar en contacto con nuestra propia
imponderabilidad, ampliando así el paisaje de nuestras memorias. Si la trayectoria
de "Georgie" a Borges fue larga, como resalta Woodall, no menos
trabajoso fue el recorrido de "Sigismund Schlomo Freud" a Sigmund
Freud.
Bibliografía
1- Ensayo publicado originalmente en Percurso,
Revista de psicanálise. São Paulo, año XI, n° 22, 1° semestre de 1999, p.
49-57. Traducido del portugués por Sara Hassan. Ver también
Bartucci,
Giovanna. (1999) Entre o mesmo e o duplo, inscreve-se a alteridade. Psicanálise
freudiana e escritura borgiana". In: Bartucci, Giovanna (org.). Psicanálise,
Literatura e Estéticas de Subjetivação. Rio de Janeiro, Imago, 2001, p.
369-386.
Bartucci,
Giovanna. (1999) "Entre le même et le double s'inscrit l'altérité:
Psychanalyse freudienne et écriture borgésienne". Literary
Research/Recherche Littéraire. Vol. 18, n° 35: Spring-Summer/printemps-été,
2001, p. 79-89.
2- Psicoanalista,
ensayista. Miembro del Departamento de Psicoanalisis del Instituto Sedes
Sapientiae (Sao Paulo), doctorada en Teoria Psicoanalítica por la Universidad
Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), Maestría en Psicologia Clínica (PUCSP), B.A.
en Estética da Recepção (Bates College, EUA.). Colaboradora de los diarios
Folha de S.Paulo, Jornal do Brasil y Zero Hora, hapublicado ensayos y artículos
en revistas especializadas nacionales e internacionales. Es autora de Borges: a
realidade da construção. Literatura e Psicanálise, Imago, 1996, A doença da
morte: um direito de asilo, Annablume, 1998, organizadora de Psicanálise,
Cinema e Estéticas de Subjetivação, Imago, 2000, Psicanálise,Literatura e
Estéticas de Subjetivação, Imago, 2001, y Psicanálise, Arte e Estéticas de
Subjetivação, Imago, 2002. Dirección: Rua Amalia de Noronha, 383 – apto. 109.
Jardim America – 05410-010 – Sao Paulo – S.P. – Brasil. Email:
gbartucc@uol.com.br
3- Kovadloff, Santiago.
(1991) La creación del arte. In: Vegh, Isidoro (org.). La creación del arte:
incidencias freudianas. Buenos Aires, Nueva Visión, 1991, p. 96.
4- Freud, Sigmund.
(1900) La interpretación de los sueños. Sigmund Freud Obras Completas. Buenos
Aires, Amorrortu editores (A.E.), vol. IV, 1989, p. 27.
5- "Borges
estuvo en tratamiento por casi tres años, de 1946 a 1949. Iba dos veces por
semana. Esas sesiones eran muy agradables para mi porque no todo era
psicoterapia … A veces incluíamos el problema de la angustia que él sufría como
neurótico …", citado en Woodall, James (1996), Jorge Luis Borges: o homem
no espelho do livro. Rio de Janeiro, Bertrand Brasil, 1999, p. 398.
6- Citado en
Woodall, James. (1996) op.cit., p. 183.
7- Cf. Bartucci,
Giovanna. (1998) Transferência, compulsão à repetição e pulsão de morte.
Percurso, Revista de psicanálise. São Paulo, año XI, n° 21, 2° semestre de
1998, p. 43-49.
8- Cf. Bartucci,
Giovanna. (1985) Borges: a realidade da construção. Literatura e psicanálise.
Rio de Janeiro, Imago, 1996.
9- Cf. Birman,
Joel. Estilo e mordernidade em psicanálise. São Paulo, Ed. 34, 1997.
10- Citado en
Woodall, James. (1996) op. cit., p. 185.
11- Ibid., p. 56.
12-Ibid., p. 357.
13- Souza, Eneida
Maria de. Traço crítico: ensaios. Belo Horizonte/ Rio de Janeiro, Ed. UFMG/ Ed.
UFRJ, 1993, p. 102 e 104.
14- Kovadloff,
Santiago. (1991) op. cit., p. 102.
15- Borges, Jorge
Luis. (1972) The gold of the tigers. New York, E. P. Dutton, 1977, p. 8.
16- Citado en Shaw,
D. L. Borges: ficciones. Grant & Cutler, 1976, p. 71.
17- Kovadloff,
Santiago. (1991) op. cit., p. 98.
18- Citado en
Barnstone, William. Borges at eighty. Bloomington, Indiana University Press,
1982, p. 47 e 101.
19- Baranes, Jean-José.
(1995) Double narcissique et clivage du moi. In: Le Double. Paris, PUF, 1997,
p. 41.
20- Borges, Jorge
Luis. (1960) Borges e eu. In: Borges, Jorge Luis. (1960) O fazedor. Rio de
Janeiro, Bertrand Brasil, 1995, p. 47.
21- Baranes,
Jean-José. (1995) op. cit., p. 42.
22- Birman, Joel.
(1997) op. cit., p. 60.
23- Ibid, p. 10 e
37.
24- Rodrigué,
Emilio. (1995) Sigmund Freud: o século da psicanálise. 1895-1995. São Paulo,
Escuta, vol. I, 1995, p. 403.
25- Aunque haya
adelantado tal formulación anteriormente (1985), dicha por un escritor (cf.
Santiago Kovadloff) adquire estatuto de testimonio.
26- Kovadloff,
Santiago. (1991) op. cit., p. 101.
Fuente: Comunidad virtual Russell
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