Por Fernando
Sorrentino
La que fuera, allá por la década de 1960, la excelente
Editorial Universitaria de Buenos Aires, más conocida por el acrónimo de
EUdeBA, publicó, entre otras muchas de singular valor, la simpática e
ilustrativa colección Genio y Figura.
Una considerable cantidad de esos libros fueron leídos por
mí en aquella época de mi juventud, pero las circunstancias de la vida (es
decir, el mero azar) provocaron que muchos otros fueran omitidos para siempre y
que a otros llegara con un atraso cercano a los nueve lustros.
Tal el caso de Genio y figura de Ricardo Güiraldes, muy
agradable obra de Ivonne Bordelois, publicada en 1967, y cuya lectura realicé
en algunos pocos días de marzo de 2010.
En la página 147 leemos:
Al domingo siguiente (19 de septiembre de 1926), en el mismo
suplemento de La Nación, habla sobre Don Segundo el otro magister de las letras
argentinas, (1) que acogió los primeros versos de Lugones en las páginas de La
Biblioteca (2). En una entrevista que Paul Groussac concede a Ernesto Mario
Barreda, éste le pregunta su opinión sobre las letras argentinas. “No se puede
negar —le dice— que se trabaja mucho por la cantidad de libros que se
publican.”
“—Es cierto —contesta Groussac—. Yo los recibo en
abundancia. Allí tengo, precisamente, el de Güiraldes. Un libro que trata del
gaucho (…) pero un libro completamente silvestre, algo —busca la palabra—
cimarrón. Sin embargo, al autor se le escapan algunas frases de pueblero.
Diría, sin intenciones de crítica, que se le ha olvidado el smoking encima del
chiripá. Tiene cosas buenas (…)”.
Sin duda, la lengua acerada de Groussac logra un hallazgo al
contrastar el smoking del hombre de clase alta con el chiripá del paisano
argentino y al dar a entender que la identificación del literato Güiraldes con
el gaucho era falsa o, al menos, ortopédica.
Lo cierto es que yo conocía otra versión de ese mismo
episodio, relatada por Jorge Luis Borges:
Puedo contarle una anécdota de Groussac. Fueron a hacerle
una entrevista. (…). Le hablaron de Don Segundo Sombra. Dijo: “Un libro
cimarrón escrito por un hombre de sociedad, pero tiene que estirar” —reeditando
alguna broma contra Hernández, sin duda, o contra Estanislao del Campo—, “tiene
que estirar el poncho para que no le vean la levita”. Y digo reeditando una
broma porque la levita ya no se usaba en 1926 (3).
Naturalmente, la versión auténtica es la primera. Es muy
probable que Borges haya leído la entrevista de La Nación del año 1926. Luego,
gradualmente, su memoria (inventiva, como la de todos los mortales) haya ido,
con el correr de casi cuatro décadas, modificando detalles (poncho que debe
estirarse sobre la levita, y no smoking olvidado sobre el chiripá) y, en suma,
mejorando la anécdota, haciéndola más graciosa y más gráfica (recursos, eso sí,
que no son patrimonio de todos los mortales).
El hecho es que, si yo —hacia 1970— hubiera conocido el
libro de Ivonne Bordelois, habría señalado tales diferencias en una nota de pie
de página. Como esas circunstancias no se dieron, cumplo ahora —tras más de
cinco décadas de demora— con señalarlas en este trabajo que concluye aquí.
(1) Se refiere, claro está, a Paul Groussac. El primer
magister era, precisamente, Leopoldo Lugones, que había publicado, sobre Don
Segundo Sombra, una muy elogiosa reseña en el suplemento literario de La Nación
del domingo anterior, es decir del 12 de septiembre de 1926.
(2) La Biblioteca, revista oficial de la Biblioteca Nacional
argentina. Groussac dirigió esta institución desde 1885 hasta su muerte, en
1929. Dentro de ese ámbito fundó y dirigió dos revistas: La Biblioteca
(1896-1898) y Anales de la Biblioteca (1900-1915).
(3) En mi libro Siete conversaciones con Jorge Luis Borges
(1.ª edición: 1974: pág. 29; ediciones posteriores —1996, 2002, 2007—: pág.
48).
Fuente: La Prensa
http://www.laprensa.com.ar/491619-Groussac-y-Guiraldes-una-anecdota-embellecida-por-la-imaginacion-de-Borges.note.aspx
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