Martín Hadis se formó en sistemas, antropología y lenguas antiguas con posgrados en prestigiosas universidades de los Estados Unidos. Y publicó varios libros sobre el autor de El Aleph.
Miguel Frías
Si Martín Hadis fuera un personaje ficcional, podríamos decir –tal vez con cierta pereza intelectual– que fue creado/criado como una especie de alterego de Borges: entre bibliotecas, con una abuela con la que habló en inglés desde siempre, la que le transmitió la pasión por los libros y parte de su erudición, de su curiosidad, de su afán por comprender el universo.
Pero Hadis, que publicó media docena de libros sobre Borges y estudió una docena de lenguas, goza de una autonomía tan ecléctica como apabullante. Escritor, investigador, profesor universitario, se recibió de licenciado en sistemas y obtuvo una maestría en el Media Lab del M.I.T (Massachusetts Institute of Technology), estudió literaturas germánicas medievales en la Universidad de Harvard, realizó una maestría en antropología en Universidad de North Texas y... Y acá paramos, para evitar la nota curriculum vitae. Mejor leerlo.
-¿Cómo se dio ese camino que va desde la tecnología hasta la literatura en general y Borges en particular?
-Podría mencionar en primer lugar a mi abuela, profesora de inglés y de literatura. Por ella fui bilingüe desde siempre; no recuerdo una etapa de mi vida en la que no hablara inglés. Mi abuela vivía rodeada de grandes académicos e intelectuales, como Pedro Henriquez Ureña, al que Borges conoció muy bien. Era muy amiga, entre otros, de Ana María Barrechea, una de las más importantes hispanistas del siglo XX. Ana María (autora de La irrealidad en la obra de Borges) y mi abuela me daban libros para leer; entre ellos, de Borges, que me fascinó. Aunque te aclaro que nunca escribí un libro sólo sobre Borges.
-¿A qué te referís?
-A que no he escrito una biografía de él. Siempre trabajé, a partir de Borges, contextos culturales y literarios determinados. Borges profesor es un libro sobre literatura inglesa, claro que desde su perspectiva. Literatos y excéntricos, que es sobre sus antepasados, tiene mucho de historia de la religión. Siete guerreros nortumbrios, sobre su lápida, está vinculado con la mitología nórdica y con la literatura anglosajona. En cada libro me sumerjo en una época y en una cultura, y busco un enfoque interdisciplinario; nunca me quedo en la anécdota. Intento hacer algo mucho más profundo.
-Dijiste que “en primer lugar” mencionabas a tu abuela. ¿Tuviste más influencia familiar?
-Mi madre, antropóloga. Me crié escuchando hablar sobre mitologías, religiones, culturas de los cinco continentes. Una parte de mi casa parecía un museo y teníamos una biblioteca en la que había de todo. Fui un lector voraz. Mucho después, cuando hice la maestría en antropología sentí que ordenaba aquellas lecturas de libros fascinantes de mi infancia. La parte de las ciencias exactas me viene de mi padre, ingeniero electrónico que estudió acá y después en Holanda.
En el colegio me aburría todo. Salvo en el caso de dos o tres profesores, nunca presté atención. Iba a dar los exámenes y punto. Fui a un nacional de cuyo nombre prefiero no acordarme.
-¿Escribís ficción?
-Sí. Tengo varios cuentos que no están publicados y proyectos de novelas. Lo que pasa es que estos libros sobre Borges me llevaron muchos años y sentía que debía terminarlos para poder hacer otras cosas. De cualquier manera, sigo explorando el universo de Borges.
-En El misterio esencial, para traducir a Borges del inglés creaste un programa. ¿En qué consistió?
-Ese libro son charlas que dio en universidades de los Estados Unidos. No estaban publicadas en castellano. Entonces yo, que estudié lo que se llama lingüística computacional, una de las especialidades que hice en el M.I.T, generé un programa para investigar la frecuencia de ciertas palabras en los textos y el lenguaje oral de Borges. Un término en inglés puede tener varias traducciones posibles al castellano: traté de ser lo más preciso posible y de respetar su léxico. Fue un gran desafío traducir a Borges a su propio idioma.
-En Borges profesor, tu primer libro, tuviste que descifrar muchas de sus citas, un proceso apasionante pero muy arduo. ¿Cómo fue?
-Ese libro lo hicimos con Martín Arias, gran narrador y queridísimo amigo. Un familiar de él había cursado Literatura inglesa en la UBA con Borges y de pronto aparecieron unas trescientas páginas con clases. Eran transcripciones literales, pero de alguien que no hablaba inglés o que no conocía los nombres y obras que Borges citaba, que, desde luego, eran muchas. Tuvimos que reconstruir. Fue como un crucigrama: filólogo del siglo XVII, de cinco letras, que empieza con pe.
-En una charla que dieron con Diego Golombek, dijiste que en el colegio te aburría la ciencia. ¿Por qué?
-No me aburría la ciencia. Me aburría todo. Salvo en el caso de dos o tres profesores, nunca presté atención. Iba a dar los exámenes y punto. Fui a un nacional de cuyo nombre prefiero no acordarme. Después, fue distinto; de hecho, todos mis estudios de posgrado los hice becado por mérito.
-Más allá de lo académico, desde chico te formaste con distintas fuentes. Por ejemplo, la serie documental Cosmos, escrita por Carl Sagan.
-Para mí hay un antes y un después de Cosmos: en cada libro incluyo alguna alusión a ella. Ahí está narrada y desplegada visualmente la maravilla de la ciencia, pensada como una búsqueda humana profundamente espiritual, no religiosa. Es una excelente introducción a la ciencia, a muchas ciencias. A la vida de gente que se sacrificó y tuvo el valor de descartar hipótesis propias para llegar a conclusiones: una virtud de la ciencia.
-Ciencia que, para bien o mal, está en boca de todos por la pandemia.
-El otro día hablaba con alguien sobre las vacunas contra el covid. Me decía: yo no le creo a la ciencia porque es falible. Le respondí: precisamente por eso es confiable; es la actividad humana que se hace cargo de ser falible, está todo el tiempo poniendo en tela de juicio lo que afirma y su única manera de alcanzar un consenso es demostrar algo empíricamente y de un modo reproducible. En las universidades de los Estados Unidos pude ver a un montón de mentes brillantes en constante disenso. La ciencia no es monolítica: son cientos de miles de personas discutiendo permanentemente. Cuando se dice: quiero escuchar la otra campana, pensemos en que la ciencia son cien mil campanas, no una sola.
-En algunos casos, parece que la creencia suprimiera a la evidencia.
-Sí. Algunos cuestionan a las vacunas, pero todo el tiempo usan tecnologías que desconocen por completo. No les escucho decir: no me subo a este ascensor porque lo diseñaron demasiado rápido o porque su mecanismo es distinto al del resto. Todo el tiempo confían en cosas que no conocen. Ni siquiera saben los componentes de un shampoo o un dentífrico. Pero usan ese argumento contra las vacunas, tal vez porque proyectan en ellas la paranoia que les provoca el virus.
La literatura de Borges brilla cada vez más en todo el mundo, lo que, según los parámetros argentinos, lo convalida.
-Vuelvo a Borges: en sus ficciones abundan el pensamiento lógico, filosófico y matemático.
-Eso también me atrajo mucho. Sus juegos matemáticos y filosóficos coinciden con mi formación. Parte de los razonamientos lógicos y matemáticos que se implementaron en el siglo XX en la informática están vinculados con los que usó Borges en su literatura.
-A veces se trazan analogías entre cuentos de él, como La biblioteca de Babel o El Aleph, e Internet.
-En el primer caso, me parece un poco forzado, porque la idea de esa biblioteca tiene que ver con el caos, con el desorden absoluto, con el supuesto sinsentido de una serie infinita de textos que no sabés quién los escribió ni para qué. Internet, en cambio, se parece a una ciudad en la que existen baldíos o lugares que no se entiende bien para qué sirven ni quién los hizo, pero que fueron hechos con un propósito; no es un experimento, sino de algo con una finalidad, y rentable. En el caso de El Aleph, que te permite acceder a todo el orbe, el universo, no me parece tan forzada la analogía, aunque todas las analogías de alguno modo son forzadas.
-¿Se podría decir que, en algunos planos, sabés más de la vida de Borges que Borges? Investigaste su árbol genealógico y diste con un tatarabuelo muy parecido a él.
-Borges pasó la vida buscando al otro, y el otro estaba en su propia sangre, en su linaje. Borges era el otro, porque se parecía a su tatarabuelo y no a la inversa. Yo venía investigando su ascendencia por vía materna, los Haslam, un apellido común en el norte de Inglaterra. Hasta que llegué a una lista de predicadores metodistas que se llamaban William Haslam. Leí sobre el tercero: a pesar de una ceguera progresiva, continuó coleccionando libros hasta el final de su vida; daba largas caminatas en soledad para pensar sobre el sentido del mundo; tenía un gran conocimiento y al predicar citaba a escritores de memoria. Encontré dos o tres textos biográficos de él: era sumamente lógico, extrañamente lógico: sus sermones parecían teoremas.
-¿Se podría decir que a esta altura Borges está por encima de cualquier grieta? Hasta los que están más en desacuerdo con sus ideas políticas lo veneran. No siempre fue así.
-Ya no puede opinar, ya no hay fuente de disenso ni de roces. En cambio, su literatura brilla cada vez más en todo el mundo, lo que, según los parámetros argentinos, lo convalida. Las ideas políticas de Borges fueron cambiando, eran complejas y merecerían una nota aparte. Acá se suele clasificar de acuerdo a moldes preestablecidos, y eso no sirve. Si los hechos no coinciden con la teoría, a veces hay que revisar la teoría, no los hechos.
-Sobre la admiración en todo el mundo: impacta que intelectuales de cualquier edad y cultura muestren cada vez más devoción por Borges.
-María Kodama tiene mucho que ver, porque ha llevado a Borges a todo el planeta. Admiro su labor infatigable y siento mucho cariño por ella. Atesora los recuerdos de Borges. Lo entendió a un nivel intuitivo muy hondo, y también racional. Igual, quiero ser claro: Borges brilla porque es probablemente el escritor más significativo en lengua hispana de los últimos siglos. Para alguna gente, y lo digo sin que me interesen los rankings, viene Cervantes y después él. Se puede discutir esa idea, pero no suena descabellada.
-El tiempo y la muerte lo liberaron de debates superfluos, como por qué no le dieron el Premio Nobel.
-Aunque mucha gente sigue preguntando por esto. En realidad, creo que tendrían que haberle dado Borges al Nobel. Dentro de 3000 o 5000 años, si la especie humana mantiene el interés por la literatura y el hábito de la lectura, Borges seguirá siendo leído, en la lengua que sea, aunque es poco probable que alguien se acuerde de una academia sueca. En la antigua Sumeria había mucha academias de las que ignoramos todo, pero seguimos leyendo Gilgamesh. Las ideas sobreviven a las culturas que las generan.
-Fuiste compilador de cuentos de H.G. Oesterheld y los publicaste en el libro Más allá del Gelo. ¿Te interesa la ciencia ficción en general?
-Me fascina. Sobre todo cuando es de autores que hacen lo de Oesterheld, que es lo que hacía Borges: cuestionar las convenciones del género. La ciencia ficción tiene escritores profundísimos, capaces de contarte viajes interplanetarios que en realidad son viajes hacia la esencia del alma humana. Por ejemplo, Arthur Clarke, el autor de 2001, una odisea en el espacio. Mi libro preferido de él es El fin de la infancia, una novela con extraterrestres que tiene connotaciones místicas. Me encanta Clifford Simak, que no es tan conocido, y Bradbury me fascina, me ha influido mucho. Oesterheld (autor de El Eternauta) me parece un genio, uno de los mejores escritores argentinos.
-En los últimos dos años, la realidad pareció de ciencia ficción. Sé que te fuiste a vivir a una zona alejada de Córdoba, en medio de la naturaleza, por la pandemia.
-Vivía en Buenos Aires y me vi venir lo que iba a ocurrir en una ciudad de millones de personas con la pandemia: el encierro. Los científicos analizaban esto como una posibilidad muy concreta. El encuentro con este tipo de patógenos era cantado. Hoy somos una sola población global y nos metemos en hábitats y ecosistemas donde antes no nos metíamos. Cuando vi lo de Wuhan, me dije: ya está, primer casillero tildado. Ya hubo pandemias enormes, pero no le interconexión inmediata actual. Los que cambiamos fuimos nosotros, no la naturaleza.
Fuente: Clarín - Viva
https://www.clarin.com/viva/experto-jorge-luis-borges-investigo-ancestros_0_CgCKOL3EaE.html
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