por Jorge Carrasco
Una diferencia fundamental fue la presencia de la mujer en
sus obras. Virginia Wolf manifestó, a principios de siglo, que los hombres se
ocupan más de las mujeres que éstas de los hombres. Esta verdad, extraída de la
historia literaria, no se puede extraer con regularidad de las obras de todos
los autores.
Para Neruda el amor entre el hombre y mujer es la fuerza que
le da sentido a la existencia. Para Borges, es un elemento más, del cual se
puede prescindir sin alterar sustancialmente el curso del devenir humano.
En la obra de Neruda la mujer es una protagonista esencial.
Es la fuente y la depositaria de sus pasiones y es la compañera en sus luchas
ideológicas. Así lo plasma en el libro Los versos del Capitán. Y más adelante,
cuando el poeta había entrado en su etapa posmoderna, en el libro La espada
encendida concibe, en el final de la Historia, la salvación de la especie humana a
través de la unión corporal y espiritual del último sobreviviente de la
catástrofe terrestre y de la mujer escapada de la ciudad de los Césares. Es
decir, dentro y fuera de la
Historia, la mujer es una fuerza activa, íntegra,
imprescindible.
Volodía Teitelboim, amigo del poeta y uno de sus biógrafos,
sostiene: ¨Al menos entre los poetas contemporáneos en lengua castellana, es el
enamorado por antonomasia. Nadie tocó, nadie por escrito se dejó llevar por el
amor con tantas ganas, con tanta delicadeza y desvergüenza, con tanta
diversidad y obstinación, de principio a fin, de cabeza a pies. El amor le
sacudía las entrañas, pasándole siempre su corriente por el alma. Amó a unas
cuantas, por no decir muchas. A todas las quiso con una sinceridad que no
significa garantía, monopolio ni sinónimo de eternidad. Fue un memorión de sus
pasiones. Nutrió con ellas páginas y páginas. A menudo volvió a contarlas, a
cantarlas, a revivirlas ¨.
Y continúa Teitelboim: ¨ En esencia, no le interesa la mujer
objeto. Le atrae en ella todo lo que es su personalidad completa. La mujer pone
la fascinación, el encantamiento. El pondrá lo demás. Sentará en el trono a la
plebeya y convertirá a la fea o a la inadvertida en la más hermosa e
importante. Hará de la callada la elocuencia sin palabras, porque la palabra
mágica la dirá el poeta tocado por la gracia ¨.
En cambio, en los cuentos de Borges la presencia femenina es
mínima y desconcertante. Algunos personajes (como la pelirroja de el cuento El
muerto y la Lujanera
de Hombre de la esquina rosada) son mujeres que carecen de individualidad,
dóciles al hombre que se impone en la pelea o da muestras de mayor coraje. Cada
una es un objeto transferible, trofeo al que dirige sus derechos quien se
impone en una contienda. Benjamín Otárola, el protagonista de El muerto, sabe
que ¨ la mujer, el apero y el colorado son atributos o adjetivos de un hombre
que él aspira a destruir ¨. Son, en suma, fieles ejemplos de la selección
sexual postulada por Darwin.
En otro cuento, La intrusa, los protagonistas (dos hermanos)
comparten el amor de una china. La presencia de la mujer actuó como obstáculo
en la relación armoniosa que ambos hermanos compartían. Para volver a la
situación anterior los hermanos deciden matarla y así eliminar el motivo de la
discordia. La mujer – una pieza sin voluntad ni pudor – será asesinada sin
tener conciencia del plan de los hermanos. Alicia Jurado, amiga de Borges y una
de sus biógrafas, escribió: ¨Pocos relatos son más atroces que este magnífico
cuento, que ninguna mujer puede leer sin indignación y horror ¨.
La misma autora agrega: ¨ En muchos relatos no aparece
ningún personaje femenino; en otros, pone a las mujeres en escena como un
director teatral mandaría colocar un jarrón o una silla, porque agregan
verosimilitud al ambiente, pero son borrosas o casuales o, a lo sumo,
indiferenciadas y pasivas ¨.
Los personajes femeninos de Borges, como todos sus
personajes, carecen de individualidad. Representan un carácter, un arquetipo,
un símbolo, y dentro de la trama cumplen un rol accesorio, salvo la
protagonista del cuento Emma Zunz que, movida por su afán de venganza, se hace
violar para encubrir el asesinato de quien le quitó el honor a su padre ¨. Un
rol nada agradable en un cuento cuyo argumento le pertenece a un amigo de Borges.
Pero estamos hablando, sobre todo, de sus obras. En la
ficción se permite todo, hasta la incoherencia. El autor de El informe de
Brodie fue, en la vida real, un hombre muy dependiente de las mujeres. Su
madre, Leonor Acevedo, tuvo una influencia decisiva, condicionante sobre el
poeta, al igual que su polémica compañera, María Kodama. Con las mujeres
entabló también entrañables lazos de amistad. Las apreciaba por muchas razones
y no solamente por su curiosidad intelectual. Con ellas escribió varias obras en
colaboración, un hecho poco común en las letras castellanas. Recuerdo, por
ejemplo, los nombres de Esther Zemborain, María Esther Vásquez, Alicia Jurado,
Margarita Guerrero, Luisa Mercedes Levinson, Silvina Bullrich, Delia
Ingenieros, entre otras.
El caso de Pablo Neruda no es menos contradictorio. El
poeta, además de amarlas y respetarlas, las iba desechando a medida que su
corazón inconstante lo empujaba a un nuevo rumbo. Todas sus mujeres, momentánea
o definitivamente, sufrieron el abandono amoroso. De reinas pasaron a ser
recuerdos de un soberano que se afligía por perderlas, pero que respetaba su
destino de amante omnívoro.
Enfrentar la vida a la obra permite un conocimiento más
fiable del pensamiento real de los autores. En Borges y Neruda está la prueba
de que lo irreconciliable se atenúa cuando se toman en cuenta los avatares de
su contingencia existencial. La conjetura de que los destinos humanos mantienen
entre sí una unidad esencial, aparece repetida en la obra de Borges. En el
final del cuento Los teólogos, dice: ¨ Más correcto es decir que en el paraíso,
Aureliano supo que para la insondable divinidad, él y Juan de Panonia (el
ortodoxo y el hereje, el aborrecedor y el aborrecido, el acusador y la víctima)
formaban una sola persona ¨. Los protagonistas (individuos que profesaron en
sus vidas ideas antitéticas) van al cielo y se presentan ante Dios, que los
confunde.
Podemos pensar entonces que, en un hipotético cielo, Neruda
y Borges sean, más allá de sus diferencias terrestres, una sola persona.
Fuente : Crítica.cl
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA POR ADOLFO PARDO
EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XV
Jorge Carrasco - 02/09/2005
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