Miguel Huezo Mixco
—Eso fue —me dijo— como tocarle el hombro a Borges, como
invocar a un genio.
Quien recuerda es Álvaro Menen Desleal, narrador, dramaturgo
y periodista, que, en un arranque de vanidad o inspiración, tuvo la osadía de
fabricar para uno de sus libros una “carta” firmada por Jorge Luis Borges.
Kierkegaard dejó dicho que un prólogo es un impulso: como
escupir por la ventana. Menen Desleal escupió por la ventana directamente al
rostro de la malhumorada sociedad letrada centroamericana.
Esta historia ya ha sido contada otras veces. Diversas
versiones se han superpuesto formando un hojaldre. Esta misma versión se parece
a otras. Ello es porque el problemático ejercicio de la literatura constituye
un plagio interminable. Todo lo que hacemos —textos, música, imágenes— tiene
una segunda vida: una mañana un periódico se recibe a la hora del desayuno y al
día siguiente envuelve un pescado o se integra a una hemeroteca.
La historia es esta: en 1962, Álvaro Menen Desleal ganó el
segundo lugar (compartido) en el Certamen Nacional de Cultura de El Salvador
con un libro que era todo un tributo a Borges. Se titulaba Cuentos breves y
maravillosos, imitado del Cuentos breves y extraordinarios (1953), compilado
por Borges y Adolfo Bioy Casares. Aquel libro se iniciaba con una carta
dirigida a Menen Desleal calzada con el nombre de Borges, que decía:
Mi querido amigo:
Al conocer sus Cuentos breves y maravillosos, pienso que no
fue meramente accidental que Kafka escribiera La Muralla China: se repite
en usted la nota de lo que con Bioy Casares llamamos las antiguas y generosas
fuentes orientales…
A esta frase le
siguen cinco párrafos donde “Borges” justiprecia algunas de las narraciones
contenidas en el libro. “Esos y otros cuentos suyos son flor para los años”, lo
adula.
Este texto, completo,
ocupa las páginas 29 y 30 de los Cuentos (in)completos y maravillosos (DPI,
2010) que acaba de ser lanzado en San Salvador. Por obra del compilador, el
novelista Rafael Menjívar Ochoa, aquella “carta” vuelve al lugar que siempre
debió tener: el de una auténtica ficción.
Conocí a Menen Desleal cuando volvió a El Salvador, en 1976,
después de rodar por el mundo. Con sus ahorros fundó una librería. La empresa
no duró. Libros: es mucho pedir para San Salvador. Se ganaba la vida no sé en
qué. Nuestros encuentros se hicieron más frecuentes a partir de 1996. Una vez a
la semana, al atardecer, subía en carro hasta su casa rodeada de un hermoso
jardín, que él mismo cultivaba. Vivía con aprietos pero era un anfitrión
generoso, vivaz y ocurrente. Con vasos en la mano alguna vez hablamos sobre la
carta de Borges. “Eso fue”, me dijo, exaltado y socarrón, “como tocarle el hombro
a Borges”. Los sucesos del lejano año 1963 le hacían sonreír. Aquella fue una
encarnizada partida de ajedrez contra múltiples rivales.
A Menen Desleal a menudo le asaltaba la curiosidad de saber
si Borges estuvo enterado sobre el asunto. Lo dijo a quien quiso escucharlo.
Murió en abril de 2000, a
los 69 años de edad. Tuvieron que publicarse los diarios de Bioy Casares
(Borges, 2006), para saber que el argentino sí se enteró de su travesura.
Bioy Casares cuenta que el miércoles 11 de septiembre de
1963 Borges lo encaró diciéndole: “tengo que consultarte sobre algo” (…). Tiene
consigo un libro: Cuentos breves y maravillosos, “de un tal Menen Desleal”.
Discuten. En cierto momento, Borges luce molesto. Bioy lo ataja: “no podés
ponerte en contra de un pobre individuo bastante inteligente, que no tiene
libertad ni posibilidad de escribir sino como imagina que vos escribís...”. De
haber conocido esa plática, Menen Desleal se hubiera sentido tan orgulloso como
herido. Pero, como veremos más adelante, las cosas no terminaron allí.
El poeta-cadete
Menen Desleal perteneció a la Generación Comprometida.
El poeta Roque Dalton, asesinado en 1975, fue parte de ese mismo agrupamiento.
Con la política el primero jugó como al póker. El segundo, a la ruleta rusa.
Los dos han sido muy influyentes en la literatura y la cultura centroamericana
del último medio siglo.
El ruido suscitado a raíz de aquella carta-prólogo-cuento no
fue su único escándalo. En 1952 fue expulsado de la Escuela Militar
debido a la publicación de un poema que las autoridades consideraron
“subversivo”. El poeta-cadete asistía a las sesiones literarias con uniforme. A
sus contertulios les parecía un pedante. Waldo Chávez Velasco, miembro también
de la
Generación Comprometida, recuerda que el celo se desvaneció
cuando llegaron a visitarlo un día a la casa de su familia, en Santa Ana.
“Descubrimos que pertenecía a una familia muy humilde y que, de civil, tenía
tres camisas de manga corta y un pantalón”, escribió.
Menen Desleal ejerció el periodismo en El Salvador y México.
De hecho, se jactaba de que fue en el D.F. donde refinó el arte del escándalo,
trabajando en el periódico Zócalo, donde Luis Spota redactaba una atrevida y
muy gustada columna de chismes. Rompió con el molde de su más importante
predecesor, el cuentista Salarrué, quien destacó principalmente como autor de
narraciones de temática rural. Este fue un anarquista esencial, muy
identificado con el socialismo utópico y las sociedades teosóficas que animó
Gabriela Mistral en Latinoamérica. Por razones económicas no terminó la
educación secundaria. Sin embargo, desplegó potencia creadora como narrador y
pintor. Después de su muerte, en 1975, se convirtió en un autor venerado con un
fervor casi religioso.
Menen Desleal no desaprovechaba ocasión para insultar el
trabajo y la memoria de Salarrué. Lo consideraba un ignorante y aseguraba que
el uso del habla popular de sus cuentos era dañino para la educación de los
jóvenes. Una de las búsquedas incesantes de Menen Desleal fue alejarse todo lo
posible de los temas “salvadoreños”, que consideraba provincianos. Sin embargo,
como alguna vez se lo dije, su encono parecía fuera de proporción. La
explicación, como pronto veremos, podría estar relacionada con el papel que
jugó Salarrué en el escándalo provocado por la carta espuria.
Menen Desleal, solitario y errante, hizo cuentos de tipo
urbano, caracterizados por el humor, el lirismo y lo fantástico. Ejemplo de
ellos son sus narraciones: ‘El día que quebró el café’, donde cuenta el
surgimiento del café sintético y la debacle económica de los países productores
del aromático, y ‘Hacer el amor en un refugio atómico’, una parábola lírica
sobre la incomunicación y la desesperanza. Con su libro La ilustre familia
androide (1972), publicado en Buenos Aires, incursionó en la ciencia ficción.
Destacan, entre otros, sus cuentos breves: ‘Los cerdos’; ‘La creación de Eva’,
antologado por Edmundo Valadés en El libro de la imaginación (FCE, México,
1970); ‘La edad de un chino’, y ‘País fundado en la basura’, uno de sus últimos
cuentos, que se publica de manera póstuma en esta edición.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX su pieza de
teatro del absurdo Luz negra (1965) fue representada en numerosos países. El
propio Menen Desleal preparó para la segunda edición de Luz negra (1976), que
estuvo a mi cargo, una detallada cronología del periplo de la pieza por
Centroamérica, México, Estados Unidos, Francia, Alemania, Argelia, Venezuela,
Argentina y Suecia. No pude evitar insinuarle si la fascinante travesía mundial
de su pieza no era otra de sus ficciones. Se rió. Días más tarde Álvaro puso
sobre mi mesa decenas de recortes y programas que daban fe de (casi) todo lo
que había escrito.
Toda la literatura es
plagio
La compilación de sus Cuentos (in)completos… comenzó en el
año 2000, a
contrarreloj. En los primeros meses de ese año los médicos le detectaron un
cáncer de páncreas. Se sabía marcado por la muerte. “Una de las condiciones
establecidas por Menen Desleal fue que se tratara de una edición de escritor
(…) Nada de ensayos que analizaran sus relatos”, detalla Menjívar Ochoa, quien
tuvo a su cargo la preparación del libro. Álvaro murió poco después. La tarea
se culminó diez años más tarde. Menjívar Ochoa sí alcanzó a mirar la obra:
recibió las primeras copias, en cama, a principios de 2011, aquejado de un
cáncer que lo terminaría matando.
Menen Desleal sigue siendo polémico y probablemente la
publicación de sus Cuentos (in)completos soplará las ascuas. Para el escritor
Jorge Ávalos, Menen Desleal “cometió todos los pecados literarios relacionados
al plagio: el robo de textos y premisas, además de la imitación, la paráfrasis
y la falsa atribución de textos apócrifos con fines publicitarios”. Añade:
“Llegó a ser brillante y original en sus mejores cuentos y en sus más
descabelladas propuestas publicitarias, pero sacrificó su reputación literaria
a favor de una campaña permanente por la fama instantánea” (“La elección de los
proscritos”, La Gaceta
Libre, 14 agosto 2011).
Una de sus más atrevidas creaciones fue, seguramente, la
carta-prólogo-cuento de Borges. Contra lo que podría imaginarse, aquel texto se
ha colado dentro de las obras del argentino, tomando por sorpresa hasta a los
mejor informados.
Menjívar Ochoa (“¡Borges plagia a Menen Desleal!”, La mancha
en la pared, 7 abril 2007) advierte que la carta de marras fue incluida en El
círculo secreto (prólogos y notas de Jorge Luis Borges, Emecé, Buenos Aires,
2003). Las editoras Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Zocchi no dudaron
en considerar la carta como salida de la mano de Borges. No solo ellas. En una
reseña sobre este volumen también el escritor Guillermo Martínez (“Sobre los
otros”, La Nación,
20 julio 2003) da por hecho la legitimidad de aquella carta.
“Las académicas argentinas” —dice Menjívar Ochoa— “como
antes sus contrapartes salvadoreños, olvidaron un detalle: fijarse en la
estructura de Cuentos breves y maravillosos en su nivel más básico”. En efecto,
quien lo conozca sabe que este libro acaba con el cuento ‘Epílogo’, que
comienza aceptando que aquella “carta” forma parte de un sueño. Dice:
Querido maestro Borges:
“Mi vanidad y mi nostalgia —me digo con sus palabras— han
armado una escena imposible.” De pronto despierto de un sueño y tengo su carta
en las manos, como la flor de Coleridge. Entonces me repito los versos de
Tennyson: “for nothing worthy proving can be proven, nor yet disproven” [nada
digno de probarse puede ser probado ni desprobado].
“La estructura no deja lugar para cuarenta años de
confusiones”, sentencia Menjívar Ochoa. Si Borges y Menen Desleal se hubieran
conocido, dice, hubieran llegado a la conclusión de que “los nombres de los
autores no importan, sino la pervivencia del texto; que toda la literatura es
un plagio y que la historia, a través de sus inescrutables caminos, se repite y
se copia a sí misma”.
Más recientemente, otro texto, esta vez del novelista Sergio
Ramírez (“Borges y su destino centroamericano”, La Nación, 11 julio 2011), ha
vuelto al asunto de la carta espuria. En líneas generales, Ramírez, sin
decirlo, bebe de la fuente de Menjívar Ochoa. Como novedad, apoyándose en los
diarios de Bioy Casares, Sergio reconstruye el instante en el que, medio siglo
atrás, Borges y su amigo encararon el asunto de la carta apócrifa.
Bioy Casares detalla que el libro de Menen Desleal fue
enviado a Borges por “un guatemalteco”. En efecto, se trata del poeta Alfonso
Orantes. El libro iba acompañado de una extensa carta que hasta ahora ha
permanecido inédita. Una copia de esta carta, junto con otros valiosos
documentos, fue cedida al autor de estas líneas por su hija, la escritora María
Cristina Orantes. La misiva, fechada el 29 de agosto de 1963, comienza
diciendo:
Sr. Jorge Luis Borges
Biblioteca Nacional
México 564
BUENOS AIRES. Argentina.
Estimado maestro:
Le extrañará que un desconocido para Ud. se atreva a
molestar su atención con un asunto desagradable. Pero como están, al parecer,
de por medio su prestigioso nombre, el del país donde ahora resido y la buena
fe y crédito de sus intelectuales honestos (...) me veo obligado a dar este
paso y recurrir a su testimonio para establecer la verdad.
Orantes hace referencia al triunfo de Menen Desleal en el
mencionado Certamen. Acto seguido expone que, después de una lectura de su
libro, ha concluido que este ha cometido plagio en al menos dos cuentos.
Detalla: el cuento ‘El cocodrilo’, “no es sino una burda versión, cuasi un
plagio del delicado cuento: ‘El sueño de Chuan Tzu’, contenido en Cuentos
breves y extraordinarios”. Algo similar ocurre, añade, con ‘El venado y el
sueño’, “que aparece con el nombre de ‘El ciervo escondido’, en la antología
publicada por Usted y Bioy Casares”. Sigue: “Como advertirá, el plagio, en este
último caso, es evidente e inverecundo”.
A continuación, pasa al asunto de la carta. Orantes asegura
que el uso indebido del nombre de Borges y la supuesta autenticidad de su texto
hicieron que Salarrué se opusiera a que se otorgara un premio a Menen Desleal.
Igual, se lo dieron. Para el guatemalteco, la actitud de Menen Desleal sentaba “un
precedente indebido y un medio reprobable e inusitado de coacción para inclinar
el fallo de un tribunal de esa clase”. Añade: “todo esto, repito, me lleva a
molestar su ocupada atención para que se sirva (...) contestarme concretamente
sobre el caso de la carta, que en cuanto a las semejanzas y plagio, eso es
cuenta mía”.
Orantes envió su carta a Buenos Aires por correo certificado
en el momento que Menen Desleal enfrentaba una tormenta de críticas. Entre
finales de 1962 y 1963 se derramó abundante tinta en torno al caso. A Menen
Desleal se le acusaba de farsante y deshonesto. Alguno, con más sentido del
humor, tomó la carta como “un cuento más”. En respuesta, Menen Desleal llegó al
extremo de defender la originalidad del escrito y hasta prometió mostrarlo
(Tribuna libre, 15 junio 1963). Una oferta que, desde luego, no cumplió.
La atención creada en torno a aquel suceso le sirvió al
caradura de Menen Desleal para volver a la carga proclamándose como el mejor
escritor salvadoreño de todos los tiempos, desatando una nueva ola de embates.
El historiador Carlos Cañas-Dinarte, en una inédita relación de aquellos
hechos, evoca que Alfonso Orantes dio un paso más: lanzó una pública acusación
de plagio contra Menen Desleal (Tribuna libre, 10 octubre 1963). Inclusive, el
Ministerio de Educación emprendió una investigación jurídica sobre el caso.
Orantes también se opuso, sin éxito, a la publicación del libro.
El asunto tampoco terminó allí. Un denominado Círculo
Cultural Pablo Neruda, de la
Universidad de El Salvador, convocó, el 11 de noviembre de 1963, a una mesa redonda
que abarrotó el auditorio de la
Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales. Una crónica
de los hechos (Tribuna libre, 15 noviembre 1963) da cuenta de la virulencia de
las batallas verbales en torno a aquella mesa, y que tuvieron como pretextos la
verdad y una determinada idea de la originalidad, con el apellido Borges. Los
asistentes no sabían entonces que presenciaban el fin de una época para la
literatura. Unos años más tarde allí solo se escucharían los llamamientos a
matarnos a tiros.
Los contemporáneos de Menen Desleal tampoco podían entender
que la apropiación, la imitación, la alusión y la colaboración están al centro
de la noción de regalo o donación propia del acto creativo. Y que, en esencia,
todas las ideas son de segunda mano. Esta proposición sonaba escandalosa,
aunque sigue encontrando resistencia en nuestros días.
Borges mismo siempre propugnó la idea de que nada es
definitivo en un texto, y que el autor carece de importancia. Ello, indica
Héctor Abad Faciolince, “les ha abierto el camino a muchos impostores que han
fingido escribir supuestas obras de Borges, ni siquiera inventándolas, sino
manipulando y dañando las existentes” (“El eterno retorno de Borges”, El País,
13 agosto 2011). Con todo, el divertimento de Menen Desleal ha gozado de cierta
fortuna.
Vayamos por un momento al despacho donde el genio, lejos de
aquella gresca, se toma el tiempo para responderle a Orantes. Su carta está
fechada el 4 de septiembre de 1963 (el dato no pega con el día 11 de
septiembre, en el que, según Bioy, conversaron sobre el asunto). Menjívar Ochoa
la publicó íntegra, en la citada entrada de su blog. Dato curioso: Orantes
nunca la hizo pública. Dice:
Señor Alfonso Orantes.
Colonia La
Rábida.
SAN SALVADOR.
Estimado señor:
Mucho agradezco su
carta del 29 del pasado.
No recuerdo haber
escrito la generosa y acaso justa epístola que me atribuye el señor Álvaro
Menen Desleal, a quien no conozco; sospecho que se trata de un ingenioso
mosaico de frases mías, tomadas de diversos textos y amplificadas por el mismo
señor A.M.D.
Ya que el volumen consta de una serie de juegos sobre la
vigilia y los sueños, queda la posibilidad de que mi carta sea uno de tales
juegos y travesuras.
Suyo, muy
cordialmente,
Jorge Luis Borges
Fiel al
requerimiento, Borges no menciona nada sobre las acusaciones de plagio. Parece
que había entendido el juego. Su volumen Cuentos breves y fantásticos
constituye una espléndida estereofonía de voces tomadas en préstamo o robadas,
mutiladas o editadas, de aquí y de allá, y en estricto sentido no podían
considerarla como una obra propia... ni como un objeto de plagio.
La hoja que añade
Sergio Ramírez a esta historia le hace justicia al brillante y ególatra Menen
Desleal: “[Borges] dice “mi carta” (…) nunca la escribió, pero ahora la ha escrito.
Es su carta”.
El escupitajo de Menen Desleal había pegado en el blanco. La
verdad es la ficción.
(Cuentos
(in)completos y maravillosos. Álvaro Menen Desleal, DPI, San Salvador, 2010.
Rafael Menjívar Ochoa, compilador)
Miguel Huezo Mixco es
poeta y ensayista salvadoreño. Su más reciente libro de poemas es Comarcas
(Panamá, 2002; Veracruz, 2004; Saint-Nazaire, 2004). En FronteraD ha publicado
Roberto Bolaño en El Salvador. Supremo jardín de la guerra florida
Fuente : Fronterad – Revista Digital
18-08-2011
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