Por Sebastián Saharrea
El vínculo entre Borges y San Juan: poco, pero bueno
Hubo dos instantes en la vida de Jorge Luis Borges que
tuvieron telón de fondo sanjuanino. Solo dos, suficientes para cataratas de
recuerdos de quienes tuvieron la fortuna de verlo pasar camino al congreso de
literatura o, mejor aún, lo disfrutaron en privado en aquellas tertulias
durante la semana del evento en que se paseó de reunión en reunión. También
hubo un poema suyo dictado en esos días y en este suelo. Otro sobre un pariente
lejano suyo y prócer además no sólo sanjuanino sino nacional, al que le dedicó
uno de sus poemas ilustres. Y una compañera, María Kodama, que también pasó por
San Juan y que ahora espera regresar.
El gran escritor sin Nobel recaló por estos valles por
primera vez en 1981, cuando ya su notable pluma había abierto un surco en todo
el mundo y su apellido era una marca. Era un mundo y un país distinto aquel,
tal vez sea esa la razón por la que no quedaron registros escritos de ese paso
y sólo permanece en la memoria de los románticos de época. Se presentó en el
teatro Sarmiento a libro abierto, y recogió el guante de la platea que le puso
por delante a la luna cuando el escritor preguntó "¿de qué podemos hablar hoy?”. Quienes tuvieron la puntería de no
perdérselo recuerdan más de dos horas de referencias al satélite, y a una
platea en estado de gracia.
Distinto fue su paso por San Juan en 1984, a la sazón el último.
Estuvo una semana completa en el Congreso de Literatura que se hizo en la
provincia y convocó a muchos de los mejores escritores de la época: entre
ellos, el gran Borges, quien aprovechó para recorrer la provincia, juntarse con
gente en casas particulares, protagonizar pasajes memorables.
Lo recordó Juan Mariel Erostarbe en una nota que hizo la
periodista Myriam Pérez en Diario de Cuyo. Erostarbe fue el factótum de la
presencia de Borges: fue a Buenos Aires y llegó hasta el presidente Alfonsín
para que le abriera la puerta del departamento porteño de Borges. Y así fue, un
consagrado Borges aterrizó en San Juan durante toda la semana del Congreso:
hoy, 30 años después, no es difícil encontrarse con quienes aún mantienen vivo
ese recuerdo.
Beatriz Mosert de Flores recordó a Tiempo de San Juan una de
esas cenas sanjuaninas con Borges. "Me parecía que estaba más allá de este
mundo. Siempre tenía una frase irónica, ocurrente. Y siempre con una gran
humildad, se reía cuando le hablaban de su obra. Tenía una mirada como la de
quien recupera al niño interior”. En el anecdotario guarda las preguntas de Ana
María Barrenechea sobre su etapa de profesor de literatura inglesa y la gran
cantidad de gente que lo iban a ver: "yo pensé que sabía algo de
literatura”, ironizó aquella vez.
Hay recuerdos de Borges en varias empresas, también en la
universidad. Como un asado en la bodega Peñaflor ofrecido por la familia de
Mario Pulenta a la que concurrió el actor y llevó hasta allí su magia y su
convocatoria. O el doctorado Honoris Causa que recibió como distinción de la UNSJ y que el escritor
recibió en su paso por el Congreso. Sólo tres universidades nacionales
entregaron a Borges esa distinción, entre ellas la sanjuanina por gestión del
propio Erostarbe.
Uno de los recuerdos más potentes de aquella larga
permanencia en San Juan en 1984 lo dejó en Revista OH Mónica Porroli, quien fue
encargada de llevar del brazo a Borges al ingreso del congreso. Era tal la
cantidad de gente que había ido a verlo, la cantidad de flashes, que él sonreía
y en un momento le dijo al oído: "Sonría porque seguramente esos aplausos
son para usted”. "Él percibía los flashes a pesar de su ceguera”, cuenta.
De esos flashes sanjuaninos, muchas fotos habrá dentro de los cajones, pocos
que se hayan desempolvado.
Otra anécdota potente es la que le tocó atravesar a
Guillermo Quiroga Yanzi, encargado de protocolo del congreso. Estuvo tanto
tiempo con él que finalmente el autor le cantó una melodía: "Bueno,
Quiroga, supongo que ahora somos amigos, ¿no?”. A tal punto que le dictó un
bello poema que dejó como legado no para él sino como testimonio de su
presencia en San Juan: una obra exquisita que reflexiona sobre la humildad
("¡cuántos dones me depara el azar!).
Habría sido esa su última presencia en la provincia porque
falleció dos años después. Pero no la última vez presente en la memoria: más
allá de su eterna presencia en los libros de las bibliotecas sanjuaninas, su
viuda María Kodama aterrizó en la provincia en el año 1991 para hablar sobre
Jorge Luis. Fue el 22 de agosto de ese año, pocos días antes de las elecciones
del 30 de ese mes en que el bloquismo iba a dejar en manos de Jorge Escobar el
gobierno provincial como recordó el periodista y escritor Carlos Quinteros.
Escribió Quinteros una memoria de su encuentro de entonces
con Kodama (quien había llegado junto a la escritora Marta Mercader), en un
Teatro Sarmiento casi desierto después de una presentación que había sido a
sala repleta. Una vez desalojada la sala, ya Kodama pudo hamacarse entre los
recuerdos de Ulrica, el único cuento de amor de Borges que cuenta el romance
del escritor colombiano Javiel Otárola y la mujer llamada de esa manera, y que
inspiró a Kodama a despedirlo de esa manera en su tumba: "De Ulrica a
Javier Otárola”.
El último paso a modo de sobrevuelo de Borges sobre sus
vínculos con San Juan fue el poema que le dedicó a Francisco Narciso Laprida,
de quien sostenía que era pariente lejano porque nunca se explicó por qué. Es
el poema conjetural, que con el permiso de la interpretación de una obra de
semejante porte interpreta "conjeturalmente” lo que habría pensado el
prócer sanjuanino, en tanto él uno de los padres de la independencia, en el
momento de ser asesinado salvajemente en un cruce fratricida del país entre
unitarios y federales en Mendoza.
Fuente : Tiempo de San Juan
- 17 de septiembre de 2014
Ver tambien : Borges en San Juan
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