Borges,
neurocientífico: el gran lector argentino al parecer estaba en lo cierto: somos
lo que leemos, y nuestro cerebro se transforma literalmente a través de los
textos que introducimos a nuestra mente
Alejandro Martinez
Gallardo
Tempranamente condenado a una progresiva ceguera, el
escritor argentino Jorge Luis Borges se asumió poéticamente como parte de una
tradición literaria de eminentes escritores ciegos. En el “Poema de los dones”,
escribió: “Nadie rebaje a lágrima o reproche/ esta declaración de la maestría/
de Dios, que con magnífica ironía/ me dio a la vez los libros y la noche”.
Ciego, a Borges le estaba destinado un mundo interior de sueños y versos;
velado el mundo de la sangre, la espada y la rosa (para él sólo la rosa del
poema). Quizás por esto nadie ha mistificado la literatura tanto como Borges,
el hombre que hizo de la biblioteca una imagen del paraíso, el único paraíso al
que podía acceder, aunque al final de su vida sólo en sueños podía vislumbrar
las páginas de los libros.
Lo de Borges y la literatura no fue una glorificación del
escritor, como ocurre con otras figuras más viriles; fue una más humilde y
entusiasta elevación de la lectura a una dimensión numinosa. Como buen hombre
de letras –aunque en sus letras envidió a los hombres de acción, como un dejo o
quizás más como un recurso narrativo– Borges eligió moverse solamente por un
laberinto de bloques mentales, de palabras que reflejaban antiguas luces como
espejos, de los escritores que leyó como los fantasmas que se adhieren a los
muebles de una casa. En otro poema Borges escribió: “Qué otros se jacten de las
páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”. Recorriendo
las páginas que había leído, Borges notó que las palabras, las ideas y las
imágenes que había encontrado en los libros eran parte ya de su rostro, de su
álgebra más íntima. La literatura, podemos decir en términos más actuales,
siguiendo a Borges, es una forma de modificar nuestra estructura cerebral.
Todo esto a colación de un artículo reciente compartido por
el sitio de tecnología del MIT donde se cita a Borges como precursor de una
propiedad de la neuroficción. Leemos una cita de otra famosa frase de Borges en
su defensa de la lectura por sobre la escritura, la cual es una disciplina menor:
“Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”. Luego se
nos explica que el escritor argentino tenía razón, ya que ciertas estructuras
cerebrales se modifican cuando se lee ficción, según un estudio científico.
Investigadores, publicando en Brain Connectivity, observaron efectos duraderos
en el lóbulo temporal y otras estructuras ligadas al lenguaje en personas que
leyeron algunas novelas. Otro estudio citado sugiere que leer fomenta la
neurogénesis o la sinaptogénesis, nuevas neuronas y nuevas conexiones. Otro
estudio reveló un incremento en la capacidad de sentir empatía, esa emoción
eminentemente humana, luego de leer ciertas novelas. El psicólogo Steven Pinker
definió hace unos meses la literatura como la forma en la que una mente entra
en otra, una fantasmagoría literal: Borges llevaba cientos de fantasmas en su
mente.
Borges no es el primer escritor que es visto como un
antecedente de un descubrimiento neurocientífico. Proust, por ejemplo, ha sido
citado como un precursor del funcionamiento de la memoria involuntaria: cómo
una percepción sensorial puede detonar todo un continente de memoria. Los
neurocientíficos, de la misma manera que los escritores (transformando en su
lectura la forma en la que nos acercamos a un texto), también crean sus
precursores, lo cual era una de las ideas preferidas de Borges.
Fuente : Pijama Surf
No hay comentarios:
Publicar un comentario