sábado, 4 de noviembre de 2017

La sociedad secreta de las mujeres ultraístas argentinas




  May Lorenzo Alcalá

El protagonismo de Norah Lange en las huestes ultraístas no implica que fuera la única mujer que se acercó a ese grupo

En el primer ensayo sobre el ultraísmo argentino{1}, su autor, Néstor Ibarra, dice que Norah Lange fue la única poetisa abiertamente ultraísta y en un trabajo reciente, el prólogo a las Obras Completas{2} de la citada, Sylvia Molloy reitera el status excepcional de Lange, (como) mujer dentro del grupo ultraísta (…) compuesto totalmente por hombres. Como todos los asertos categóricos, esta suerte de convicción consuetudinaria debe ser matizada.

Es verdad que Norah Lange ya aparece mencionada por Borges en sus Memorias{3}, como parte del equipo de las pegatinas de la revista mural Prisma (1921-1922), cuando sólo tenía dieciséis años, y que sus poemas se incluyen en los tres números de la revista Proa primera época (1922-1923) –Tres poemas, Anochecer, y Poemas, en orden cronológico. También es cierto que ella no se limita a escribir y publicar sino que, según cuenta Georgie en una carta su amigo mallorquín Jacobo Sureda, recauda fondos para que la última revista de esa serie logre ver la luz.

Pasada esta primera etapa, que va de 1921 a 1923 y que puede considerarse del ultraísmo dogmático, Borges no sólo la ayudará a publicar su primer libro, La calle de la tarde{4}, sino que lo prologa, como bendiciendo pero a la vez legitimando el carácter profesional de la escritura de Norah Lange, ya que era muy frecuente considerar a la poesía femenina como un mero desahogo de la efervescencia adolescente que no debía tener consecuencias ulteriores.

En el caso de Norah Lange las tuvo hasta su muerte, dejando una novela inconclusa, El cuarto de vidrio{5}. No sólo abandonó la poesía por la narrativa, introduciéndose en un género considerado todavía más masculino, sino que consiguió dar a su prosa unas características tales que, como dice Molloy, puede considerarse que es en ese paso –o más bien en el espacio que deja libre ese paso, tierra de nadie– donde el ultraísmo de Lange se vuelve de veras fecundo, creador. En otras palabras, que la joven de cabellera llameante consiguió lo que ningún hombre pudo: reutilizar las propuestas del ultraísmo, que era una corriente estrictamente poética, en la prosa y, a través de este género, hacer perdurarla en el tiempo.

Sin embargo este legítimo protagonismo de Norah Lange en las huestes ultraístas no implica que fuera la única mujer que se acercó al grupo o que tuvo interés en la estética. Existen, por lo menos, dos documentos de relevancia que demuestran que hubo un serio intento de incorporar dos o tres poetas mujeres más, al reducido grupo capitaneado por Jorge Luis Borges, en el Buenos Aires de 1921 a 1923.

Nosotros, número 160, septiembre de 1922
Nosotros, número 160, septiembre de 1922

El primero, en el número 160 de la revista Nosotros, publicado en septiembre de 1922, que contiene una suerte de pequeña antología, anunciada en la tapa bajo el título de Poemas ultraístas, con colaboraciones de Jorge Luis Borges, F. Piñero, Norah Lange, Clotilde Luisi, Elena Martínez, Roberto A. Ortelli, Guillermo Juan y E. González Lanuza.

Los cuatros mosqueteros, Borges, Piñero, Guillermo Juan (Borges) y González Lanuza, más Norah Lange y Ortelli, y dos desconocidas: Clotilde Luisi y Helena Martínez, con H, como aparece dentro de la revista y en el resto de las referencias de que disponemos. Una de ellas es la propia Proa primera época, nº 1, donde publica Poemas.

Me asomé y ví
De púrura y oro vestido mi jardín
Mas su esplendor tenía lo apagado del matiz otoñal
Temblé
Sentía cerca el frío que debía llegar
No entendí
El velo que atenuaba la ardiente florescencia
Era la paz serena dada por la Presencia
Fraguada en el Amor
Traslúcida mi alma era un tenue cristal
Que ceder parecía al peso de la luz

El bosque encendido había quedado
Cual leño seco consumido
El árbol seco devorado
Alzaba sus ramas como gritos
Clamando por la luz devastadora.

Revista de Casa América-Galicia, 29 mayo 1923
Revista de Casa América-Galicia, 29 mayo 1923

El segundo documento que aporta información complementaria es la Revista de Casa América-Galicia (como se llamó originalmente Alfar de La Coruña, dirigida por el poeta y Cónsul del Uruguay, Julio Casal), del 29 de mayo de 1923, que contiene un artículo de Guillermo de Torre, Tres nuevas poetisas argentinas: después de criticar a una vaca sagrada como Alfonsina Storni, a quien califica de sensiblera, presenta a Norah Lange, Helena Martínez Murguiondo y María Clemencia López-Pombo, ilustrando el artículo con poemas de las tres.

«He aquí los nombres impolutos, [dice.] de tres novísimas poetisas, aún inéditas, extremadamente jóvenes, surgidas ante la reverberación vital de Buenos Aires. Muy líricas y muy femeninas: esta sencilla calificación superlativa lleva en sí el mejor elogio que pueda hacerse de tal fragante tríptico primaveral. Pues la cualidad femínea, neta y desenfadadamente femenina, hasta los últimos límites audaces de la sinceridad erótica, es la que más resplandece en estas sentimentales cantoras porteñas.»

Y después agrega que

«(…) nos atrevemos a presentar hoy a las tres poetisas argentinas aludidas, formadas bajo la égida de Norah Borges: El plural fervor estético de esta pintora ha prendido en el alma de estas aurorales poetisas, demasiado tiernas e imprecisas aún, mas para las que, solicitando la sonrisa comprensiva del lector, nos bastará solo insistir sobre su radiante juventud: ninguna de ellas rebasa todavía la línea meridional de los veinte años.»

Como en otras oportunidades antes de formalizar su compromiso con Norah Borges, se evidencia la intención de Guillermo de halagar a su futura mujer –la inclusión de un capítulo dedicado a los grabadores, que después desaparecería, en la primera edición de Literaturas europeas de vanguardia{6}, por ejemplo–, pero no por ello debe descartarse la influencia social que la hermana de Jorge Luis ejercía sobre las jóvenes de su clase con inclinaciones artísticas.

Ella es notoria en la mencionada María Clemencia López Pombo que, en realidad no se dedicaría a la poesía –los tres poemas publicados en esa oportunidad, Deseo, Invernal y Derrotero, posiblemente sean de los pocos conocidos–, sino y por algunos años, al grabado y la ilustración, colaborando con Proa segunda época, la revista Verde de Minas Geraes{7}, e ilustrando La guitarra de los negros de Ildefonso Pereda Valdez{8} y la Antología de la moderna poesía uruguaya{9} que éste publicaría en 1927.

Revista de Casa América-Galicia, 29 mayo 1923
Revista de Casa América-Galicia, 29 mayo 1923

Pero, excluyendo a Norah Lange por reconocida y a María Clemencia por fugaz en la disciplina, aún quedan dos poetas incluidas en Nosotros como ultraístas, Clotilde Luisi y Helena Martínez Murguiondo. La primera, nacida en Paysandú en 1882, pertenecía a una familia de origen italo-argentino, de numerosa prole, entre ella la primera mujer abogada, Clotilde, y la primera médica, su hermana Paulina, recibidas en Uruguay. Estudió magisterio igual que todas sus hermanas y luego egresó de la Facultad de Derecho en 1911. En el Primer Congreso Internacional de Estudiantes Americanos, fue la única mujer que integraba la delegación de su país y es factible que haya desarrollado alguna actividad diplomática en Europa.

De su producción juvenil solo conocemos el poema incluído en Nosotros, Vi lo más bello en sueños,

Era un color liso
un amplio color puro
más allá del violeta
un libro en blanco
un muro sin ornamentos
un país sin historia
un hombre que no ha escrito nada
un espejo
el desierto de arenas
el mar
la voz de la vida
que no se oye porque no se calla
la luz que no se ve
porque no tiene tinieblas

He visto en sueños lo más hermoso
era el tiempo sin fin.

Sin embargo, si tenemos en cuenta su fecha de nacimiento, es posible que en Uruguay hubiera publicado antes y después de ése. La producción tardía de Clotilde no es poética: publicó Regreso y otros cuentos, en 1953, y Treinta jóvenes poetas italianos (con José Ma. Podestá, que era su marido) en 1958, ambos en Montevideo. Murió en 1969, en Italia.

En cuanto a Helena Martínez Murguiondo, nació en 1895 y era descendiente directa del Brig. Gral. Enrique Martínez que acompañó a San Martín en la Campaña de los Andes, por lo que estaba emparentada con la familia de Leonor Acevedo. Hija de Enrique Ruperto Martínez Martínez, fallecido a pocos meses de nacer ella, y Elena Murguiondo Alzaga, su madre y Helena coincidieron la familia Borges en su primer viaje a Europa y, aunque permanecieron en París, volvieron casi contemporáneamente, en 1920, a Buenos Aires. Allí retomaron la vinculación, por lo que la joven Martínez Murguiondo frecuentaba a los amigos de Georgie junto a Norah.

Como los Borges, su familia tenía linaje patriótico pero no fortuna, por lo que vivió con su madre y una tía segunda, María Cherno Alzaga, en la casa de su abuela, Trinidad Alzaga de Murguiondo, y trabajó como profesora de francés y de religión. Si bien hizo votos perpetuos en forma privada en 1923, recién ingresaría al Convento de las Benedictinas de la Epifanía, de Belgrano en 1961, después de la muerte de su madre. Fue conocida como Sor Helena y por su incansable trabajo a favor de las empleadas domésticas, después de su muerte sucedida en 1972, hubo un movimiento que promovió su beatificación.

Por lo que puede verse, los casos de Clotilde y Helena presentan diferencias muy marcadas. La inclusión de la primera en la pequeña antología de Nosotros es un hecho único aunque relevante, que evoca esas participaciones especiales de artistas prestigiosos en un solo capítulo de una miniserie televisiva, cuyo elenco permanente, en cambio, se repite de principio a fin.

Existe la hipótesis no comprobada de que la selección de los autores de los poemas ultraístas la haya hecho uno de los directores de la publicación, Alfredo Bianchi (1882-1942), lo que no sólo explicaría la inclusión de Roberto Ortelli, administrador de la revista, sino posiblemente la de Clotilde Luisi, que era contemporánea de Bianchi, por tanto mucho mayor que los jóvenes ultraístas y que, como se dijo, no volvió a aparecer asociada a ellos. El hecho de que la hermana de Clotilde, Luisa, poeta modernista colega de Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini y María Eugenia Vaz Ferreira, fuera una colaboradora frecuente de Nosotros refuerza esa idea.

Helena, en cambio, pasó por las páginas de Nosotros,

Poemas

Las flores se apagan a la tarde
y en lo más interior se recogían
Se esperaba el Silencio
(Tal vez llegara entre la noche envuelto)
y bajo el arco que el Dolor blandía
como un poniente corazón cantaba

II

Crucificar el corazón
Para que libre
pueda el Dolor en él hundir sus manos
hundirlas frenéticas del gozo
de abrazar torturando
hasta que exhale
todo el perfume en un cantar de fuego.

Proa, con el poema transcripto más arriba, en el que ya puede leerse la sublimación del amor terrenal a cambio de la paz serena dada por la Presencia, y Alfar –donde publica los mismos poemas de Nosotros– es decir, que acompañó el ultraísmo durante 1922 y 1923, y Guillermo de Torre se ocupa de ella con idéntica intensidad que de Norah Lange. O sea que la presentación y el desarrollo de Martínez Murguiondo como poeta se hizo en el seno del grupo capitaneado por Borges y, a partir de que éste se disgrega, por la prematura muerte de Pancho Piñero y el segundo viaje de la familia Borges a Europa (1923), se pierde su huella literaria –posteriormente solo escribiría poesía religiosa, recogida póstumamente en el libro Hablo del amor (1985).

Helena Martínez Murguiondo, Sor Helena, 1895-1972
Helena Martínez Murguiondo, Sor Helena, 1895-1972

Después de su muerte, la Hna. María Leonor Lorenzo, priora del Convento referido escribió su biografía, posiblemente como documento para la gestión de beatificación, Hermana Helena Martínez: el Evangelio fue su vida{10} donde se consigna, además de los datos sobre el parentesco con los Borges y la coincidencia en el viaje a Europa, una información que puede resultar reveladora:

«Una vez Dios permitió que fuera probada su fidelidad. Había regresado de Europa. Frecuentaba las amistades de la familia Borges. Conoció ahí a un poeta que se enamoró profundamente de Helenita y ella continuó eligiendo al Señor. El poeta se va al campo y muere trágicamente. Dos veces le pregunté si había tenido algún pretendiente y se mostró reticente. Esto lo supe por Norah Borges de Torre.»

El único poeta amigo de Borges muerto prematuramente{11}, en un accidente en Río Negro y por esa época, es Francisco Pancho Piñero quien, según su amigo Hipólito Etchebéhére{12}, se negó a que lo llevaran al único hospital de Viedma porque pertenecía a una congregación religiosa y, cuando llegó a Patagones, el hospital más cercano, falleció. La fatal tozudez de Piñero siempre se adjudicó a su ateismo militante, pero la información del párrafo anterior y la secuencia de las fechas de la profesión de votos de Helenita, 2 de febrero de 1923, y de muerte de Pancho, 30 de mayo de 1923, hace sospechar un violeto y metafórico rechazo a los hábitos que le habían robado el objeto de su adoración.

Tal vez la frustrada historia de amor entre Helena Martínez Murguiondo y Francisco Pancho Piñero haya sido la más cinematográfica e ignorada tragedia romántica de la vanguardia argentina.

Notas

{1} Néstor Ibarra, La nueva poesía argentina. Ensayo crítico sobre el ultraísmo 1921-1929, s/mención editorial, Buenos Aires 1930.

{2} Norah Lange, Obras Completas, Beatriz Viterbo Editora, Buenos Aires 2005.

{3} El Ateneo, Buenos Aires 1999.

{4} J. Samet, Buenos Aires 1925.

{5} Incluída en op. cit., en 44.

{6} Caro Raggio, Madrid 1925. En la segunda edición, Historia de las Literaturas de Vanguardia, Ediciones Guadarrama, Madrid 1965, aumentada, ese capítulo desaparece. En la primera edición también se incluyen los nombres de Norah Lange, Helena Martínez Murguiondo y María Clemencio López Pombo, en el capítulo denominado Los poetas ultraístas. Esquema para una antología crítica.

{7} La revista Verde fue dirigida por el joven poeta brasileño Rosario Fusco, discípulo de Mario de Andrade, en la localidad mineira de Cataguazes. Salió entre 1927 y 1929, y estaba vinculada al movimiento modernista brasileño.

{8} Editoriales Cruz del Sur y Martín Fierro, Montevideo-Buenos Aires 1926.

{9} El Ateneo, Buenos Aires 1927.

{10} Colombo, Buenos Aires, 1974

{11} Francisco (Panchito) López Merino se suicidó en 1928 y no participó del grupo ultraísta.

{12} Hecho narrado en el Prólogo de: Francisco Piñero, Cerca de los hombres, Samet, Buenos Aires 1923.

Fuente : El Catoblepas • número 89 • julio 2009


No hay comentarios:

Publicar un comentario