May Lorenzo Alcalá
El protagonismo de Norah Lange en las huestes ultraístas no
implica que fuera la única mujer que se acercó a ese grupo
En el primer ensayo sobre el ultraísmo argentino{1}, su
autor, Néstor Ibarra, dice que Norah Lange fue la única poetisa abiertamente
ultraísta y en un trabajo reciente, el prólogo a las Obras Completas{2} de la
citada, Sylvia Molloy reitera el status excepcional de Lange, (como) mujer
dentro del grupo ultraísta (…) compuesto totalmente por hombres. Como todos los
asertos categóricos, esta suerte de convicción consuetudinaria debe ser
matizada.
Es verdad que Norah Lange ya aparece mencionada por Borges
en sus Memorias{3}, como parte del equipo de las pegatinas de la revista mural
Prisma (1921-1922), cuando sólo tenía dieciséis años, y que sus poemas se
incluyen en los tres números de la revista Proa primera época (1922-1923) –Tres
poemas, Anochecer, y Poemas, en orden cronológico. También es cierto que ella
no se limita a escribir y publicar sino que, según cuenta Georgie en una carta
su amigo mallorquín Jacobo Sureda, recauda fondos para que la última revista de
esa serie logre ver la luz.
Pasada esta primera etapa, que va de 1921 a 1923 y que puede
considerarse del ultraísmo dogmático, Borges no sólo la ayudará a publicar su
primer libro, La calle de la tarde{4}, sino que lo prologa, como bendiciendo
pero a la vez legitimando el carácter profesional de la escritura de Norah
Lange, ya que era muy frecuente considerar a la poesía femenina como un mero
desahogo de la efervescencia adolescente que no debía tener consecuencias
ulteriores.
En el caso de Norah Lange las tuvo hasta su muerte, dejando
una novela inconclusa, El cuarto de vidrio{5}. No sólo abandonó la poesía por
la narrativa, introduciéndose en un género considerado todavía más masculino,
sino que consiguió dar a su prosa unas características tales que, como dice
Molloy, puede considerarse que es en ese paso –o más bien en el espacio que
deja libre ese paso, tierra de nadie– donde el ultraísmo de Lange se vuelve de
veras fecundo, creador. En otras palabras, que la joven de cabellera llameante
consiguió lo que ningún hombre pudo: reutilizar las propuestas del ultraísmo,
que era una corriente estrictamente poética, en la prosa y, a través de este
género, hacer perdurarla en el tiempo.
Sin embargo este legítimo protagonismo de Norah Lange en las
huestes ultraístas no implica que fuera la única mujer que se acercó al grupo o
que tuvo interés en la estética. Existen, por lo menos, dos documentos de
relevancia que demuestran que hubo un serio intento de incorporar dos o tres
poetas mujeres más, al reducido grupo capitaneado por Jorge Luis Borges, en el
Buenos Aires de 1921 a 1923.
Nosotros, número 160, septiembre de 1922
Nosotros, número 160, septiembre de 1922
El primero, en el número 160 de la revista Nosotros,
publicado en septiembre de 1922, que contiene una suerte de pequeña antología,
anunciada en la tapa bajo el título de Poemas ultraístas, con colaboraciones de
Jorge Luis Borges, F. Piñero, Norah Lange, Clotilde Luisi, Elena Martínez,
Roberto A. Ortelli, Guillermo Juan y E. González Lanuza.
Los cuatros mosqueteros, Borges, Piñero, Guillermo Juan (Borges)
y González Lanuza, más Norah Lange y Ortelli, y dos desconocidas: Clotilde
Luisi y Helena Martínez, con H, como aparece dentro de la revista y en el resto
de las referencias de que disponemos. Una de ellas es la propia Proa primera
época, nº 1, donde publica Poemas.
Me asomé y ví
De púrura y oro vestido mi jardín
Mas su esplendor tenía lo apagado del matiz otoñal
Temblé
Sentía cerca el frío que debía llegar
No entendí
El velo que atenuaba la ardiente florescencia
Era la paz serena dada por la Presencia
Fraguada en el Amor
Traslúcida mi alma era un tenue cristal
Que ceder parecía al peso de la luz
El bosque encendido había quedado
Cual leño seco consumido
El árbol seco devorado
Alzaba sus ramas como gritos
Clamando por la luz devastadora.
Revista de Casa América-Galicia, 29 mayo 1923
Revista de Casa América-Galicia, 29 mayo 1923
El segundo documento que aporta información complementaria
es la Revista de Casa América-Galicia (como se llamó originalmente Alfar de La
Coruña, dirigida por el poeta y Cónsul del Uruguay, Julio Casal), del 29 de
mayo de 1923, que contiene un artículo de Guillermo de Torre, Tres nuevas
poetisas argentinas: después de criticar a una vaca sagrada como Alfonsina
Storni, a quien califica de sensiblera, presenta a Norah Lange, Helena Martínez
Murguiondo y María Clemencia López-Pombo, ilustrando el artículo con poemas de
las tres.
«He aquí los nombres impolutos, [dice.] de tres novísimas
poetisas, aún inéditas, extremadamente jóvenes, surgidas ante la reverberación
vital de Buenos Aires. Muy líricas y muy femeninas: esta sencilla calificación
superlativa lleva en sí el mejor elogio que pueda hacerse de tal fragante
tríptico primaveral. Pues la cualidad femínea, neta y desenfadadamente femenina,
hasta los últimos límites audaces de la sinceridad erótica, es la que más
resplandece en estas sentimentales cantoras porteñas.»
Y después agrega que
«(…) nos atrevemos a presentar hoy a las tres poetisas
argentinas aludidas, formadas bajo la égida de Norah Borges: El plural fervor
estético de esta pintora ha prendido en el alma de estas aurorales poetisas,
demasiado tiernas e imprecisas aún, mas para las que, solicitando la sonrisa
comprensiva del lector, nos bastará solo insistir sobre su radiante juventud:
ninguna de ellas rebasa todavía la línea meridional de los veinte años.»
Como en otras oportunidades antes de formalizar su
compromiso con Norah Borges, se evidencia la intención de Guillermo de halagar
a su futura mujer –la inclusión de un capítulo dedicado a los grabadores, que
después desaparecería, en la primera edición de Literaturas europeas de
vanguardia{6}, por ejemplo–, pero no por ello debe descartarse la influencia
social que la hermana de Jorge Luis ejercía sobre las jóvenes de su clase con
inclinaciones artísticas.
Ella es notoria en la mencionada María Clemencia López Pombo
que, en realidad no se dedicaría a la poesía –los tres poemas publicados en esa
oportunidad, Deseo, Invernal y Derrotero, posiblemente sean de los pocos
conocidos–, sino y por algunos años, al grabado y la ilustración, colaborando
con Proa segunda época, la revista Verde de Minas Geraes{7}, e ilustrando La
guitarra de los negros de Ildefonso Pereda Valdez{8} y la Antología de la
moderna poesía uruguaya{9} que éste publicaría en 1927.
Revista de Casa América-Galicia, 29 mayo 1923
Revista de Casa América-Galicia, 29 mayo 1923
Pero, excluyendo a Norah Lange por reconocida y a María
Clemencia por fugaz en la disciplina, aún quedan dos poetas incluidas en
Nosotros como ultraístas, Clotilde Luisi y Helena Martínez Murguiondo. La
primera, nacida en Paysandú en 1882, pertenecía a una familia de origen
italo-argentino, de numerosa prole, entre ella la primera mujer abogada,
Clotilde, y la primera médica, su hermana Paulina, recibidas en Uruguay.
Estudió magisterio igual que todas sus hermanas y luego egresó de la Facultad
de Derecho en 1911. En el Primer Congreso Internacional de Estudiantes
Americanos, fue la única mujer que integraba la delegación de su país y es
factible que haya desarrollado alguna actividad diplomática en Europa.
De su producción juvenil solo conocemos el poema incluído en
Nosotros, Vi lo más bello en sueños,
Era un color liso
un amplio color puro
más allá del violeta
un libro en blanco
un muro sin ornamentos
un país sin historia
un hombre que no ha escrito nada
un espejo
el desierto de arenas
el mar
la voz de la vida
que no se oye porque no se calla
la luz que no se ve
porque no tiene tinieblas
He visto en sueños lo más hermoso
era el tiempo sin fin.
Sin embargo, si tenemos en cuenta su fecha de nacimiento, es
posible que en Uruguay hubiera publicado antes y después de ése. La producción
tardía de Clotilde no es poética: publicó Regreso y otros cuentos, en 1953, y
Treinta jóvenes poetas italianos (con José Ma. Podestá, que era su marido) en
1958, ambos en Montevideo. Murió en 1969, en Italia.
En cuanto a Helena Martínez Murguiondo, nació en 1895 y era
descendiente directa del Brig. Gral. Enrique Martínez que acompañó a San Martín
en la Campaña de los Andes, por lo que estaba emparentada con la familia de
Leonor Acevedo. Hija de Enrique Ruperto Martínez Martínez, fallecido a pocos
meses de nacer ella, y Elena Murguiondo Alzaga, su madre y Helena coincidieron
la familia Borges en su primer viaje a Europa y, aunque permanecieron en París,
volvieron casi contemporáneamente, en 1920, a Buenos Aires. Allí retomaron la vinculación,
por lo que la joven Martínez Murguiondo frecuentaba a los amigos de Georgie
junto a Norah.
Como los Borges, su familia tenía linaje patriótico pero no
fortuna, por lo que vivió con su madre y una tía segunda, María Cherno Alzaga,
en la casa de su abuela, Trinidad Alzaga de Murguiondo, y trabajó como
profesora de francés y de religión. Si bien hizo votos perpetuos en forma
privada en 1923, recién ingresaría al Convento de las Benedictinas de la
Epifanía, de Belgrano en 1961, después de la muerte de su madre. Fue conocida
como Sor Helena y por su incansable trabajo a favor de las empleadas
domésticas, después de su muerte sucedida en 1972, hubo un movimiento que
promovió su beatificación.
Por lo que puede verse, los casos de Clotilde y Helena presentan
diferencias muy marcadas. La inclusión de la primera en la pequeña antología de
Nosotros es un hecho único aunque relevante, que evoca esas participaciones
especiales de artistas prestigiosos en un solo capítulo de una miniserie
televisiva, cuyo elenco permanente, en cambio, se repite de principio a fin.
Existe la hipótesis no comprobada de que la selección de los
autores de los poemas ultraístas la haya hecho uno de los directores de la
publicación, Alfredo Bianchi (1882-1942), lo que no sólo explicaría la
inclusión de Roberto Ortelli, administrador de la revista, sino posiblemente la
de Clotilde Luisi, que era contemporánea de Bianchi, por tanto mucho mayor que
los jóvenes ultraístas y que, como se dijo, no volvió a aparecer asociada a
ellos. El hecho de que la hermana de Clotilde, Luisa, poeta modernista colega
de Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini y María Eugenia Vaz Ferreira, fuera
una colaboradora frecuente de Nosotros refuerza esa idea.
Helena, en cambio, pasó por las páginas de Nosotros,
Poemas
Las flores se apagan a la tarde
y en lo más interior se recogían
Se esperaba el Silencio
(Tal vez llegara entre la noche envuelto)
y bajo el arco que el Dolor blandía
como un poniente corazón cantaba
II
Crucificar el corazón
Para que libre
pueda el Dolor en él hundir sus manos
hundirlas frenéticas del gozo
de abrazar torturando
hasta que exhale
todo el perfume en un cantar de fuego.
Proa, con el poema transcripto más arriba, en el que ya
puede leerse la sublimación del amor terrenal a cambio de la paz serena dada
por la Presencia, y Alfar –donde publica los mismos poemas de Nosotros– es
decir, que acompañó el ultraísmo durante 1922 y 1923, y Guillermo de Torre se
ocupa de ella con idéntica intensidad que de Norah Lange. O sea que la
presentación y el desarrollo de Martínez Murguiondo como poeta se hizo en el
seno del grupo capitaneado por Borges y, a partir de que éste se disgrega, por
la prematura muerte de Pancho Piñero y el segundo viaje de la familia Borges a
Europa (1923), se pierde su huella literaria –posteriormente solo escribiría
poesía religiosa, recogida póstumamente en el libro Hablo del amor (1985).
Helena Martínez Murguiondo, Sor Helena, 1895-1972
Helena Martínez Murguiondo, Sor Helena, 1895-1972
Después de su muerte, la Hna. María Leonor Lorenzo, priora
del Convento referido escribió su biografía, posiblemente como documento para
la gestión de beatificación, Hermana Helena Martínez: el Evangelio fue su
vida{10} donde se consigna, además de los datos sobre el parentesco con los
Borges y la coincidencia en el viaje a Europa, una información que puede
resultar reveladora:
«Una vez Dios permitió que fuera probada su fidelidad. Había
regresado de Europa. Frecuentaba las amistades de la familia Borges. Conoció
ahí a un poeta que se enamoró profundamente de Helenita y ella continuó
eligiendo al Señor. El poeta se va al campo y muere trágicamente. Dos veces le
pregunté si había tenido algún pretendiente y se mostró reticente. Esto lo supe
por Norah Borges de Torre.»
El único poeta amigo de Borges muerto prematuramente{11}, en
un accidente en Río Negro y por esa época, es Francisco Pancho Piñero quien,
según su amigo Hipólito Etchebéhére{12}, se negó a que lo llevaran al único
hospital de Viedma porque pertenecía a una congregación religiosa y, cuando
llegó a Patagones, el hospital más cercano, falleció. La fatal tozudez de
Piñero siempre se adjudicó a su ateismo militante, pero la información del
párrafo anterior y la secuencia de las fechas de la profesión de votos de
Helenita, 2 de febrero de 1923, y de muerte de Pancho, 30 de mayo de 1923, hace
sospechar un violeto y metafórico rechazo a los hábitos que le habían robado el
objeto de su adoración.
Tal vez la frustrada historia de amor entre Helena Martínez
Murguiondo y Francisco Pancho Piñero haya sido la más cinematográfica e
ignorada tragedia romántica de la vanguardia argentina.
Notas
{1} Néstor Ibarra, La nueva poesía argentina. Ensayo crítico
sobre el ultraísmo 1921-1929, s/mención editorial, Buenos Aires 1930.
{2} Norah Lange, Obras Completas, Beatriz Viterbo Editora,
Buenos Aires 2005.
{3} El Ateneo, Buenos Aires 1999.
{4} J. Samet, Buenos Aires 1925.
{5} Incluída en op. cit., en 44.
{6} Caro Raggio, Madrid 1925. En la segunda edición, Historia
de las Literaturas de Vanguardia, Ediciones Guadarrama, Madrid 1965, aumentada,
ese capítulo desaparece. En la primera edición también se incluyen los nombres
de Norah Lange, Helena Martínez Murguiondo y María Clemencio López Pombo, en el
capítulo denominado Los poetas ultraístas. Esquema para una antología crítica.
{7} La revista Verde fue dirigida por el joven poeta
brasileño Rosario Fusco, discípulo de Mario de Andrade, en la localidad mineira
de Cataguazes. Salió entre 1927 y 1929, y estaba vinculada al movimiento
modernista brasileño.
{8} Editoriales Cruz del Sur y Martín Fierro,
Montevideo-Buenos Aires 1926.
{9} El Ateneo, Buenos Aires 1927.
{10} Colombo, Buenos Aires, 1974
{11} Francisco (Panchito) López Merino se suicidó en 1928 y
no participó del grupo ultraísta.
{12} Hecho narrado en el Prólogo de: Francisco Piñero, Cerca
de los hombres, Samet, Buenos Aires 1923.
Fuente : El Catoblepas • número 89 • julio 2009
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