domingo, 27 de enero de 2019

“En El Aleph, Borges mira y define la infancia”



Honoria Zelaya de Nader rastrea en un libro de su autoría las huellas de las lecturas de infancia del autor de “Ficciones”. Prólogo de Pedro Barcia.


Cuenta Honoria Zelaya de Nader que decidió escribir “La literatura infantil juvenil en la obra de Jorge Luis Borges” cuando observó que la enorme influencia de las lecturas primeras del autor de “Ficciones” había pasado prácticamente inadvertida para los investigadores del universo borgeano. “Me salían al paso constantemente Lewis Carroll con ‘Alicia en el país de las maravillas’, Rudyard Kipling, con ‘Kim’, Robert Stevenson con ‘La Isla del Tesoro’, Wells con ‘El hombre invisible’, Mark Twain con ‘Huckleberry Finn’, Dickens, Swift, numerosos encuentros con ‘Las Mil y una Noches’ y ‘El Quijote’. Además, me empujaba la convicción de que las ficciones abrazadas en los años iniciales enlazan la memoria. En consecuencia, las lecturas primeras de Borges como sedimento nutricio imaginario no podían estar ausentes en su obra. Habitaban en ella”, afirma la doctora Nader, en relación a su flamante obra, prologada por Pedro Luis Barcia.

- ¿Algunas pistas?

- Las encontramos en sus Prólogos y Epílogos, en sus ensayos, en sus cuentos, en sus poemas, en sus conferencias, en sus trabajos periodísticos. Un ejemplo es el Prólogo del libro ‘Evaristo Carriego’: “pero quienes poblaron mis mañanas y dieron agradable horror a mis noches fueron El bucanero ciego de Stevenson, agonizando bajo las patas de los caballos y el traidor que abandonó a su amigo en la luna, y el viajero del tiempo que trajo del porvenir una flor marchita, y el genio encarcelado durante siglos en el cántaro salomónico”.

- El capítulo “La infancia como sujeto literario”está centrado en el cuento “El Aleph”. ¿Por qué?

- Porque el personaje que estructura la diégesis es un niño. El niño más relevante quizás de la literatura argentina. Con pocas palabras, con pinceladas precisas y altamente simbólicas, con la maestría que le es propia, Borges se acerca, mira y define la infancia. Ese niño tiene las potencialidades de la imaginación, de los sueños, y de las alas para transponer la realidad y reconstruir mundos. Es un niño el que descubre el aleph.

- En su selección del imaginario infantil de Borges aparecen los antepasados militares, gloriosos. Pero uno no se imagina a un Borges niño jugando a los soldaditos. ¿Hay huellas de los juegos de infancia de Borges, aparte de la lectura?

- Existen huellas. No las he incluido en este libro, pero vale compartir la que registra Nicolás Helft en “Borges: Postales de una Biografía”, de una entrevista a la madre de Borges: “Bueno ahora le voy a contar un cuento que es… en fin… -un poco shockimg- pero que da la idea de lo que era el Chico. Georgi no quería sentarse a hacer sus… cosas en el wáter. No quería sentarse tampoco en el bidet.

-Entonces ¿Dónde te vas a sentar? -le dije un día.

Había unas latas de galletitas muy grandes, cuadradas, que arriba tenían un agujero… Bien, él eligió eso. Entonces se sentó y dijo:

-Estoy en el trono de la noble igualdad.

Era tan gráfico, era tan cierto… que yo me quedé con la boca abierta”


- ¿Existen anécdotas de cómo vivio él la lectura de Alicia, de La isla del tesoro, de los cuentos de Kipling, del Quijote, cuando fue niño?

- Existen. Cuenta Alicia Jurado en “Genio y figura de Jorge Luis Borges” que al pequeño no le gustaba ningún juego de destreza fuera del diávolo, pero que le atraía representar con su hermana Norah escenas tomadas de los libros y que además le gustaba jugar al perseguidor y el perseguido. Ya en los juegos de niño “buscaba”, como lo haría más tarde repetidas veces en sus cuentos de adulto.

Fuente: La Gaceta Tucuman
Foto de INéS QUINTEROS ORIO




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