Luis Eduardo Cortés Riera | Ilustración: Victoria Peña | 31 diciembre, 2018
Cuando era yo estudiante universitario emeritense leí, entre
otros, un relato famoso del escritor argentino y universal Jorge Luis Borges
llamado El Aleph, al que algunos han visto como una prefiguración o predicción
de la red de redes o internet, pues fue publicado justo al final de la Segunda
Guerra Mundial, septiembre de 1945, nos refiere Daniel Martino en Ficciones-El
Aleph. El informe de Brodie. En aquellos años, lo sabemos, nadie pensaba en
semejante prodigio de las comunicaciones, pues los autores de tal revolución
tecnológica que cambió la faz de la Tierra, Norbert Wiener y Alan Turing, estaban dando los primeros pasos para crear
la cibernética. Y sabemos que la red es un producto de la Guerra Fría en su
fase postrera: finales de la década de los años 60 y el terror nuclear.
Carlos Argentino, personaje del célebre relato, muestra a
Borges el Aleph en el sótano de una casa bonarense, y quien dice:“Hay un mundo
en el sótano, es uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos.
El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico
estaba ahí, sin disminución de tamaño”. Pero como en la red de nuestros días,
todo está allí contenido: la Luna, muchedumbres, pirámides, ciudades como
Londres, todos los espejos del planeta, nieve, tabaco, desiertos y cada uno de
sus granos de arena, un cáncer de pecho, libros antiguos como los de Plinio,
pudiendo ver cada letra simultáneamente, caballos, el Mar Caspio al alba,
barajas, helechos, tigres, una baraja española, émbolos, bisontes, todas las
hormigas de la tierra…”Mis ojos habían visto -dice Borges- ese objeto secreto y
conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado:
el inconcebible universo.
Cuando visité Buenos Aires en 2012 pensaba constantemente dónde podría estar esa casa donde Borges
colocó el Aleph, y hasta estuve a punto de salir a buscarla, sólo que mi esposa
Raiza me impidió hacer aquella búsqueda por “improcedente”, según argumentó mi
compañera.
De modo que me puse a buscar aquel prodigioso y
extraordinario lugar en donde precisamente ha de estar de seguro: Internet.
Para mi sorpresa, no es una idea original del autor de Historia universal de la
infamia. No. Existen unos antecedentes en la literatura universal que nos
refieren a algo parecido al “punto de los puntos” borgeano, tales como
Polyolbion de Michael Drayton. Otros dicen que el argentino es el verdadero
padre de la www (worldwide web), hasta le han llamado Cy-Borges. Umberto Eco
dice que Borges recrea un mundo devorado por el conocimiento, donde los libros
atrapan a sus lectores, donde el saber parece tener vida propia, lo que
despierta inmediatas asociaciones con la ciberrealidad actual. El argentino
prefigura la realidad virtual, las bibliotecas universales, la lectura infinita
e infinitamente personalizada, dice el Diario ABC.
Resulta poco menos que asombroso que un libro como Las
palabras y las cosas, del Maestro del pensamiento Michel Foucault, comience
precisamente con un relato del escritor ciego y argentino. Alfonso del Toro se
atreve a decir que toda la epistemología del siglo XX está contenida en la obra
borgeana. En 1940 instaló el tema del rizoma, fundamental en el pensamiento
posmoderno, antes que Deleuze y Guattari. Y además creó la teoría de los muchos
mundos. Un libro de Hugh Everett, un destacado físico que propuso la existencia
de tales mundos paralelos en la física cuántica, comienza con una cita
memorable de su cuento El jardín de los senderos que se bifurcan. En el
Aleph-agrega Toro- se ve el mundo completo. Pero el narrador no está
horrorizado por lo que ve, sino porque no puede escribirlo en forma simultánea
tal como lo ve, ya que la lengua y la escritura son lineales.
Adolfo Bioy Casares, su gran amigo, ha escrito que “La
imagen de Borges aislado del mundo, que algunos proponen, me parece
inaceptable…he comprobado que la palabra de Borges confiere a la gente más
realidad que la vida misma.” Resulta, de tal modo poco menos que incomprensible
que la Academia Sueca no le haya otorgado el Nobel a este inmenso literato
argentino y universal, autor de los circunloquios, proposiciones y espejismos
intelectuales más sorprendentes de la literatura de todos los tiempos, una
preocupación metafísica literaturizada: existe o no la realidad.
Fuente: El Impulso.com
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