Dalia Ber
Algunos investigadores dudan si participó en una ficción
policial publicada por el diario Crítica a fines de 1932. Las hipótesis y la
polémica.
Borges el poeta. Borges el cuentista. ¿Borges el novelista?
Aunque es sabido que Borges no publicó ninguna novela, hay un misterio que
persiste a través del tiempo. El enigma de la calle Arcos es, desde hace unas
décadas, un enigma en torno a Jorge Luis Borges.
Hay que ir a los meses finales de 1932, cuando el diario
Crítica publicó, en una serie de folletines de la Revista Multicolor de los
Sábados, la que presentó como “la más apasionante novela policial”, firmada con
el seudónimo Sauli Lostal. Basada en sucesos ocurridos en Buenos Aires, en la
tradición del clásico policial de misterio, al año siguiente la editorial
Am-Bass la llevó al formato libro con el título El enigma de la calle Arcos. En
ese momento se mencionaba al periodista Luis F. Diéguez, prosecretario de
redacción de Crítica, como el posible autor. Pero nunca se confirmó.
En 1996 la obra –una de las primeras novelas policiales
argentinas– fue reeditada con un prólogo de la investigadora Sylvia Saítta y
creció la polémica: ¿pudo haber sido Borges su verdadero autor?
La firma del libro en cuestión “es un nombre que pudo ser
tomado de la misma guía telefónica para anagramarlo como Sauli Lostal. No nos
olvidemos, por ejemplo, que se trataba de una época en que los escritores
solían burlarse creando entimemas y supercherías”, sostuvo el escritor Juan
Jacobo Bajarlía en una nota periodística publicada en 1997. Sucedía que algunos
especialistas atribuían la autoría de la novela a Luis A. Stallo, de quien
estaba probada su existencia, y es anagrama de Sauli Lostal. Bajarlía sostenía
que Ulyses Petit de Murat, codirector junto a Borges de la Revista Multicolor,
“fue terminante” al asegurarle que “la novela fue escrita por Borges para
ensayarse en este género”.
El escritor Mario Tesler, licenciado en Bibliotecología y
Documentación, cita a Bajarlía en su texto El presidente y la novela de Borges
–que escribió a propósito de un furcio de Alberto Fernández a fines de 2019–,
donde también incluye comentarios de autores como Nicolás Helft, que
encontraron elementos que permiten sugerir la participación de Borges en la
escritura de la novela.
“A mí me interesa el seudónimo y todo lo que el seudónimo
trae aparejado”, sostiene Tesler. “Solamente en Argentina, por ejemplo, tengo
identificados en mi colección entre 10 y 15 mil seudónimos” de autores. Y
agrega: “Si se toman en cuenta las iniciales de Borges, que son consideradas
inicialónimos, tiene una variante: en lugar de usar JLB usa LB. O seudónimos
como Daniel Aslam, Bernardo Haedo, Francisco Bustos y Benjamín Beltrán. También
refiere a Honorio Bustos Domecq y Benito Suárez Lynch, como firmó junto a
Adolfo Bioy Casares, y a los conjuntos que usaban algunos autores en la Revista
Martín Fierro y según él lo hacían ‘por pura diversión’”.
“Mi objeto de estudio no es el autor sino los seudónimos”,
aclara Tesler. “Estudié todos los otros que Borges utilizó, los que se le
atribuyen y otros que en su momento dijeron que le pertenecen, pero ahora se
sabe que no fue así. Con respecto a la autoría de la novela sostiene: “Lo interesante
es mostrar que Borges tiene un montón de seudónimos. En El Enigma… pudo haber
participado. No se puede decir es de él, no es de él, o ha participado. Es una
polémica que viene de hace tiempo, solo que se van sumando nuevos aportes”.
El director de la Maestría en Literaturas de América Latina
de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), Gonzalo Aguilar, sostiene
respecto de la obra en debate: “Borges no es su autor y Borges se refiere a
ella crípticamente en una de sus ficciones inaugurales: El acercamiento a
Almotásin, lo que muestra que la novela no le era indiferente. En el medio hay
varios hechos para considerar: las charlas en la redacción o en los bares de
quienes colaboraban en el diario Crítica (donde Borges dirigía el suplemento de
Cultura), la inexistencia de Sauli Lostal, el experimento de ambientar la
novela policial en Buenos Aires (algo que ya se había hecho pero que en este
caso impactó a Borges). ¿Participó Borges en conversaciones que tuvieron que
ver con la novela? Ulyses Petit de Murat asegura que sí”.
Agrega Aguilar: “Creo que lo más importante es considerar
ese período en el que la novela policial es usada por Borges para experimentar
con las relaciones entre narración y cultura de masas, género y escritura,
orden y caos. De hecho, él mismo escribió con Bioy Casares cuentos policiales
con seudónimo. En el camino de Borges hacia la invención de una narrativa
propia, El enigma de la calle Arcos cumple un papel, menor pero sin duda
enigmático”.
Ulyses Petit de Murat, codirector junto a Borges de la
Revista Multicolor, aseguraba que “la novela fue escrita por Borges para
ensayarse en este género”.
En el artículo La novela que Borges jamás escribió, incluido
en su libro El forajido sentimental. Incursiones por los escritos de Jorge Luis
Borges, dice el profesor Fernando Sorrentino: “Creo que nadie puede escribir
totalmente en un estilo ajeno: aun quien se proponga la más descarada parodia
termina, tarde o temprano, por hacer asomar su estilo entre los párrafos que va
elaborando.
Recordemos que, en los pocos casos en que Borges ensayó textos
paródicos (…) siempre, detrás de su escritura burlesca, aparecen la
inteligencia deslumbrante, la sutileza, el delicado matiz y las mil y una
virtudes que conocemos como estilo borgeano. Dicho esto, afirmo con todas las
letras que, en ninguna circunstancia real o imaginada, Borges –ni ebrio, ni
dormido, ni víctima de los efectos de atroces alucinógenos– podría escribir
párrafos como los que siguen, que en El enigma... se prodigan desde el principio
hasta el fin. Empecemos con el retrato de uno de los personajes:
Juan Carlos Galván podía tener unos cuarenta años; acaso no
tuviera ni treinta y cinco, pues mientras el rubio opaco de su cabello espeso y
naturalmente ondulado matizábanlo infinidades de níveos hilitos que
intensificaban blancuras cerca de las sienes, su tez fresca y rosada como la de
un mozalbete exaltaba juventud.
Sus ojos grandes, verdemar, eran ojos de niño, aunque –en su
plácido mirar– tenían un no sé qué de severo, agreste y cruel. Encarnaba, en
todo caso, el prototipo del gran señor. (…) Notábase en sus ademanes un sello
de inconfundible distinción que, unido a su innata sencillez y amabilidad,
hacíale en seguida atrayente.
Consultado para participar de esta nota, el escritor
Guillermo Martínez, autor entre otros exitosos títulos del libro Borges y la
matemática, acercó una reseña escrita por Borges del libro Excellent
Intentions, del autor Richard Hull, aparecida en la revista El hogar, en la que
habla de una hipotética idea de escribir una novela. El artículo fue publicado
en 1938, fecha posterior a la aparición de El enigma de la calle Arcos, por lo
que podría deducirse que el creador de La biblioteca de Babel no había probado
con el género: “Uno de los proyectos que me acompañan, que de algún modo me
justificarán ante Dios, y que no pienso ejecutar (porque el placer está en
entreverlos, no en llevarlos a término), es el de una novela policial un poco
heterodoxa. (…) La concebí una noche, una de las gastadas noches de 1935 o de
1934, al salir de un café en el barrio del Once. Esos pobres datos
circunstanciales deberían bastar al lector: he olvidado los otros, los he
olvidado hasta ignorar si los inventé alguna vez ”.
Fuente: Clarin.com
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