La Casa Cabrera tal como la conoció Borges. Así lucía antes
de su restauración, en 1981 (Foto: http://casacabreracusco.blogspot.com/)
En 1978 el periodista
peruano Luis Enrique Tord se reunió en Cusco con Jorge Luis Borges. Lorena
Tord, hija del periodista, rescata el recuerdo de dicho encuentro a propósito
del aniversario número 121 del nacimiento del escritor argentino.
En 1978 el entonces joven periodista peruano Luis Enrique
Tord (Lima, 27 de enero de 1942 - 2 de junio de 2017) fue a buscar al escritor
argentino Jorge Luis (Buenos Aires 24 de agosto de 1899 - Ginebra 14 de junio
de 1986) a un hotel en Cusco. Tord había averiguado que Borges, a quien
admiraba con fervor, estaba en la Ciudad Imperial junto a María Kodama y acudió
al lugar esperando saludarlo y regalarle su primer libro Crónicas del Cusco
(1977). El gran Borges rondaba entonces los 79 años de edad.
El argentino recibió al peruano con amabilidad, y, en medio
de la conversación entre ambos, Borges mencionó ser descendiente del
conquistador Cabrera, fundador de Córdoba de Tucumán. Tord le respondió:
“¿Conoce entonces la Casa de Jerónimo Luis de Cabrera, aquí en Cusco?”. Eso
volvió el encuentro memorable, no solo para el periodista y escritor peruano,
sino también para Jorge Luis Borges, quien hace mención de esta mañana en
más de una entrevista. Tord describe la conversación:
- Mire usted, Luis Enrique, hablando de apellidos tengo
líneas que descienden de conquistadores como Garay, el fundador de Buenos
Aires; Cabrera, el fundador de Córdoba del Tucumán...
- ¿Conoce entonces la casa de Jerónimo Luis de Cabrera,
aquí en el Cuzco?
- ¿La casa de Cabrera? ¡Cómo! ¿Dónde queda? No tenia esa
referencia. Pero ¿hablamos del mismo Cabrera?.
- Del mismo. De Don Jerónimo Luis de Cabrera y Toledo,
fundador de Ica en el Perú y de Córdoba del Tucumán. Si tiene usted tiempo
maestro, vamos a la casa. Está en la plazuela de las Nazarenas.
- ¡Vamos! Preguntemos a María cuánto tiempo tenemos para
ir. Si usted dice que en cinco minutos llegamos en taxi...
- ¡Vamos de inmediato!
Luis Enrique Tord, quien en su juventud le regaló a Jorge
Luis Borges una hora memorable en Cusco [Foto: Christian Ugarte / Archivo]
La casa de los
antepasados
Luis Enrique Tord había pasado buena parte de su residencia
en el Cusco estudiando los edificios coloniales del centro histórico y era
este un tema de vital importancia en el libro “Crónicas del Cusco”, que le
acababa de regalar a Borges. Sabía muy bien lo que decía. El vuelo de Borges
y Kodama, que abandonaban la ciudad ese día, se había retrasado casi una hora.
Las constelaciones parecían haberse alineado y la emoción de ambos era
intensa. Tord describe este momento memorable en un artículo publicado en en el
diario La Prensa, del domingo 10 de diciembre de 1978:
“Aún faltaban cincuenta minutos para ir al aeropuerto. El
viaje al pasado estaba decidido. En un auto blanco Borges, María y yo bajamos
por la avenida El Sol, Santo Domingo, San Agustín, Herrajes y Palacio. Ya en
las Nazarenas descendimos delante del caserón que ahora es un colegio. Ya
sobre el embaldosado se sentía la emoción del maestro en su actitud, en su
impulso, en sus manos. Pidió la descripción de la casa: dos altos pisos,
grandes ventanas enrejadas, amplio portón y un largo balcón central que
oculta el viejo escudo de piedra. El encanto de la visita pareció transfigurar
al escritor ilustre. Decidió subir hasta la puerta. "
Una mañana
providencial
Jorge Luis Borges era ciego desde hacía más de veinte
años y no podía ver con sus propios ojos la casa de su antepasado que tenía
delante. Tord le ayudó a acercarle la mano a la aldaba para que Borges pueda
tocar la puerta y describe las emociones encontradas cuando Borges hizo resonar
el antiguo portón: “El entusiamo le ganó. Los golpes resonaron en el espacio
vacío del zaguán y en el gran patio principal. Era domingo y la casona
aparentaba estar deshabitada. Al final del último aldabazo, el maestro me dijo
con voz suave: - Es una mañana providencial: la del encuentro con los fantasmas
del pasado. Usted me ha regalado una hora inolvidable”.
Tord logró llevarlo al interior de la casa y describe con
detalle el recorrido que hicieron al interior del antiguo solar y cómo “Jorge
Luis Borges tocó la fría superficie de las columnas de piedra, los rudos
capiteles, los pedestales gastados y porosos”. Finalmente ambos subieron hasta
el balcón del segundo piso, desde donde se mira a la Plaza Nazarenas y donde
se encuentra el blasón del antiguo solar de Cabrera. Sobre ello dice Tord:
“Guié entonces su mano sensible y fina - la de tantos poemas y relatos
memorables - sobre las plumas y el yelmo de piedra y, luego, más abajo, sobre
los altorrelieves del primer cuartel con las armas de los Cabrera: una cabra
pasante y la bordora componada. Los dedos de Borges parecían deslizarse y, esa
mañana pródiga, el poeta, el narrador, volvía de pronto con su talento
poderoso, a traves de las formas roídas por la lluvia y por el tiempo, a
recordar las frágiles, complejas y sutiles líneas de la sangre que lo
llamaban cuatrocientos años atrás”.
Un espíritu elegante,
armonioso y cortés
Emociona leer esta nota de prensa en el papel cada vez más
amarillo, después de cuarenta años y con las letras impresas al estilo de las
viejas máquinas de escribir de esa época. Una nota memorable que se cierra
con un final emotivo:
" (...) me despedí de ese hombre extraordinario con el
que viajé por una hora hacia el pasado. Con quien, entre la magia radiante de
la ciudad imperial, renové mi respeto por un espíritu elegante, animoso,
cortés que, al borde de los ochenta años, y sin poder ya admirar con sus ojos
el mundo, camina curioso, entusiasmado y gentil (...) - Adiós maestro. Creo
que ahora nos une al menos una mañana con don Jerónimo Luis de Cabrera. -
Así es Luis Enrique, con Cabrera... y con el resto del universo. "
Fuente: El Comercio – Lima – Perú
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