René Ceballos |
Herbst 1995
Todo hombre debe ser
capaz de todas las ideas y entiendo que en el porvenir lo será.
Jorge Luis
Borges Pierre Menard, autor del Quijote.
Uno de los autores más leídos y a su vez más controvertidos
—en lo referente a su interpretación— es Jorge Luis Borges. Existen diferentes
puntos de vista que intentan ofrecer una interpretación de los cuentos de
Borges, sin embargo, la mayoría de ellos se llevan a cabo en un nivel en el que
se pregunta cuál es la intención del autor; qué pretende y qué podemos deducir
de sus textos como lectores.
Uno de estos puntos de vista nos lo proporciona Umberto Eco
(1). Según él, la técnica que Borges generalmente utiliza en sus cuentos está
regida por la forma del pensamiento de la abducción. La abducción aparece
cuando el pensamiento desarrollado por la inducción no nos ayuda más a resolver
o aclarar cierto problema o fenómeno. Esto es, nos enfrentamos a una situación
que podríamos llamar extraordinaria. Para que esta situación deje de ser
inexplicable se tiene que encontrar una ley o norma bajo la cual las
características de la misma sean aclarables o descifrables. Suponiendo que
todos los datos que encontramos en un cuento de Borges fueran realmente
verdaderos no tendríamos entonces ningún misterio, ninguna situación ilógica o
inexplicable. Es decir, todo sería normal.
Eco propone que el lector adopte una posición spinoziana
para poder encontrar un método lógico de lectura. Spinoza dice que “el orden y
conexión de las cosas es idéntico con el orden y conexión de las ideas”, es
decir, el mundo está organizado con una exactitud parecida a la de las
matemáticas. Lo que Borges hace con esta concepción es convertirla en un
universo en el cual todo se rige bajo las normas de una biblioteca: de una
Biblioteca de Babel. En este “mundo spinoziano” el detective conoce de antemano
cuál será el siguiente paso del asesino —y viceversa— porque ambos se rigen
bajo las normas de una lógica fantástica que no es más que una “lógica de
biblioteca” (2). Eco agrega más adelante que el universo borgesiano funciona
bajo las leyes de la “escenificación”, es decir, de la Ficción (3). Este modelo
parece funcionar sólo para algunos cuentos, es decir, las propuestas anteriores
son “correctas” para los cuentos detectivescos pero pierden su validez al no
poder ser aplicadas a aquellos de corte “fantástico” o a los “cuentos-ensayo”.
El anterior sólo es un ejemplo de los muchos intentos
interpretativos de los cuentos de Borges. Al parecer no se hace el intento de
penetrar en la estructura de los mismos (en el caso de que ésta exista) y
tratar de determinar el funcionamiento general de los mismos. El propósito del
siguiente trabajo no es tratar de demostrar si estas posiciones son válidas o
correctas. Sin embargo, podemos decir que éstas no ayudan al lector a
comprender la forma en la que Borges escribe, y por el contrario, crean aún más
desconcierto y dudas en el mismo.
En el presente trabajo hemos analizado El idioma analítico
de John Wilkins (4) tomando como punto de partida la teoría del Rizoma
propuesta por Deleuze y Guattari en su libro Rhizom (5). En ella no se menciona
en ningún momento la obra de Jorge Luis Borges, sin embargo, sus propuestas
pueden ser empleadas para abrir un nuevo nivel interpretativo en la llamada
Obra Borgesiana. Este es un intento más, si así se quiere ver, pero creemos que
las ideas expuestas por Deleuze y Guattari pueden ayudar a explicar un poco la
estructura de la escritura en Borges.
Al leer El idioma analítico de John Wilkins, el lector se
encuentra, como en muchos otros textos de Borges, con una gran número de
escritores, filósofos, científicos y sus respectivas obras, que el autor
implícito menciona. Estos provocan, en primera instancia, perplejidad o
desorientación en el lector. Tales
nombres son los siguientes: John Martin Scleyer (volapuk), Peano (interlingua
románica), Letellier, Descartes, Leibniz, Bonifacio Sotos Ochando, Pedro Mata
(Curso de lengua universal; Buenos Aires 1886), Franz Kuhn, David Hume
(Dialogues concerning natural religion; V, 1779), Chesterton, P. A. Wright
Henderson (The Life and times of John Wilkins; 1910), Fritz Mauthner
(Woerterbuch der Philosophie; 1924), E. Sylvia Pankhurst (Delphos; 1935),
Lancelot Hogben (Dangerous thoughts; 1939) y John Wilkins (An Essay towards a
Real Character and Philosophical Language; 1668) (6).
A continuación hacemos un excursión a través de las
enciclopedias para saber hasta qué punto nos pueden ayudar los títulos y
escritores citados en la interpretación de los textos.
Empezamos por John Wilkins, siguiendo la pista que el
yo-narrador incinúa al comienzo del cuento: “He comprobado que la decimocuarta
edición de la
Encyclopaedia Britannica suprime el artículo sobre John
Wilkins. Esta omisión es justa, si recordamos la trivialidad del artículo
[...].”(7)
Consultamos la Enciclopedia Britannica, sin embargo,
no la decimocuarta edición sino la decimoquinta. En ella encontramos que el obispo John Wilkins es mencionado, en el
volumen decimooctavo, como uno de los primeros y más importantes
exponentes del llamado “diccionario conceptual” o “diccionario de conceptos”:
“The ‘conceptual dictionary,’ in which words
are arranged in groups by their meaning, had its first
important expo-nent in Bishop John Wilkins, whose Essay towards a Real
Character and a Philosophical Language was published in 1668.”(8)
Como podemos comprobar por medio de la cita anterior tanto
el autor como el libro y la fecha de aparición que menciona el yo-narrador al
inicio son verídicos (9). Más adelante encontramos en el mismo tomo de la
enciclopedia una referencia a la forma de predicar de John Wilkins, según la
cual, éste intenta substituir palabras por cifras y liberarlas así de sus
asociaciones [podemos ver un intento de ello en el cuento de Borges (10)]:
“John Wilkins, bishop of Chester, advocated a plain style in his discourse on
preaching, Ecclesiastes (1646), and in his Essay towards a Real Character and a
Philosophical Language (1668) he made a galant attempt to substitute ciphers
for words so that their associations should be lost.” (11)
En otras páginas de la misma enciclopedia se hace mención a
las investigaciones de John Wilkins en la rama de la física: Wilkins intenta
utilizar las fuerzas magnéticas o eléctricas para producir un movimiento
perpetuo (12).
El yo-narrador acota que John Wilkins se interesó por “la
posibilidad de un viaje a la luna (13)”. A este respecto no encontramos nada en
las obras consultadas, sólo se menciona que John Wilkins se interesó por volar
(14). Es quizás este aspecto el que le da pie al comentario del yo-narrador y
no limitarse a mencionar solamente su inclinación por las cuestiones del
lenguaje. Este último aspecto es un punto que tienen en común el personaje y el
narrador.
Pasemos ahora a otro de los autores mencionados: Fritz
Mauthner (15). Este autor provocó con su obra principal Beitrage zu einer
Kritik der Sprache (Aportaciones a una crítica del lenguaje), publicada en tres
tomos entre 1901 y 1902, un cambio radical en la filosofía del lenguaje.
Mauthner niega radicalmente la capacidad del lenguaje como instrumento de
conocimiento del mundo; afirma que el lenguaje es metafórico y abstracto, razón
por la cual carece de una relación directa con la realidad. Para Mauthner no existe
ninguna conexión entre las cosas y sus denominaciones con la realidad. Afirma
también que no solo hay un idioma sino que los idiomas son individuales y cada
individuo los utiliza, en consecuencia, de distintas formas. El idioma es un
juego con muchos jugadores para quienes las palabras nunca tienen el mismo
significado y por ello se convierte el lenguaje en un medio del
No-entendimiento. Sin embargo, la lengua sí resulta útil para la poesía y la
política. Mauthner propone en su obra renunciar al intento de crear un
“lenguaje universal” —ya que éste no nos serviría para percibir la realidad— y
entregarse a la Mística
en la que la división entre objeto y sujeto no existe.
Las posiciones anteriores se encuentran sin duda en mayor o
menor grado en los cuentos de Borges, como lo afirma en su trabajo la autora
Silvia G. Dapía (16). Sin embargo este hecho no nos es de gran utilidad para
explicar la estructura o el funcionamiento de la literatura borgesiana.
Después de esta pequeña excursión nos preguntamos cuál es el
objetivo del narrador al mencionar dichos autores y cuál es su fimción o de qué
le sirve ésto al lector. En primer lugar podemos afirmar que no son mencionados
para irritar, ahuyentar o desorientar al lector. Se trata de una especie de
pista que el narrador nos brinda, es solamente el incicio de un cabo que
comenzará ha desenvolverse en el transcurso de los narrado, sin implicar esto
que el texto tomará una forma o estructura tradicionalemte coherente. Es
también un pronóstico de lo que al lector le espera en las próximas líneas. El
factor común entre John Wilkins y Fritz Mauthner es la ocupación con el
lenguaje y el intento de ofrecer una nueva forma del mismo. Como hemos visto,
ambos escribieron trabajos en este campo.
El yo-narrador en El idioma analítico de John Wilkins
presenta, como los dos autores anteriores, su contribución a una nueva forma en
el uso y posibilidades del lenguaje. Es aquí donde podemos hablar de
intertextualidad. Ésta es, sin embargo, débil, es de “menor intensidad funcional”,
es decir se trata más bien de una hipotextualidad (17). El autor implícito
simula que su procedimiento al escribir se basa en la intertextualidad; no se
trata de una intertextualidad al ciento por ciento, en la que el diálogo entre
dos o más textos puede comprobarse fácilmente. Ésta sólo se simula, es decir,
tenemos una serie en la que el peso de las informaciones no es proporcional al
peso de las significaciones. La vaga codificación de la intertextualidad es
también en algunos casos imaginaria, lo que nos sugiere que se trata de una
simulación. Es curioso pero Borges, en sus inicios, simulaba ya, como lo
comenta el crítico J. Alazraki. Borges era de la idea que al escribir de una
manera sencilla la gente creería que no sabía escribir bien: “I used to write
in a very baroque and ostentatious style. Out of timidity, I believed that if I wrote in a simple way, people
would think that I did not know how to write. I then felt the need to prove
that I knew many rare words and that I was able to combine them in a very
startling fashion.” En su artículo comenta J. Alazraki que Borges con esta
actitud juega a ser un escritor moderno: “Borges was then playing the role of
being a modern writer, and by doing so he was at most a pseudo-modern” (18). Moderno
o no el comentario anterior nos muestra cuál es la actitud de Borges al
escribir.
Con otras palabras podríamos decir que el universo
Borgesiano se rige por las leyes de la simulación (ficción) y también por las
del rizoma. En el texto nos topamos con situaciones que aparentan otras que no
son y parecen estar ligadas ilógicamente entre sí. Esto es, nos enfrentamos a
una conexión asignificante de signos, existe una aparalelidad tanto en el nivel
de la semántica como en el de la sintagmática. Los signos forman una red en la
cual la relación convencional, directa entre significado y significante se
desvanece. En este caso la intertextualidad se convierte en un rizoma. La
conexión entre los signos no sigue la lógica de la semántica como en la
clasificación taxonómica de la enciclopedia china. De este modo se crea una
imposibilidad en la recepción inmediata y contemporánea de la lectura de las
obras citadas. La intención del autor implícito es crear un texto totalmente
nuevo a partir de los textos citados. En este sentido, el autor implícito se
encuentra en la tradición intelectual de aquellos autores mencionados y la
codificación ambigua es un signo más que el lector implícito debe descifrar
para descubrir la afinidad literaria e intelectual con textos pasados. Los
textos falsos atribuidos a autores existentes pueden haber sido escritos por
ellos o no, esto no juega ningún papel importante ya que en el intertexto se
mantienen las características y la tradición literaria de dichos autores. Es
así como Borges lleva a cabo una deconstrucción de las obras citadas:
identifica primero cuál es la estructura de dichas obras y las transporta al
siglo XX sin imitarlas o destruirlas, las transforma a tal punto que resulta
casi imposible reconocerlas ampliando asimismo las posibilidades de contenido.
El punto de unión ficticio o verdadero entre los textos de Borges y aquellos
por él citados no es más que un nudo más en el rizoma. No es un punto de
partida ni tampoco uno de llegada, es simplemente un punto común con
ramificaciones en diferentes sentidos y direcciones. Lo anterior nos lleva a
pensar que Borges funciona como el alter ego de dichos autores creándose, a su
vez, a sí mismo. Es decir, Borges crea, por medio de su escritura, a Borges.
En Foucault nació la sospecha, a partir de este texto de
Borges, de que “hay un desorden peor que el de lo incongruente [...] que hace
centellear los fragmentos de un gran número de posibles órdenes en la
dimensión, sin ley ni geometría, de lo heteróclito” (19). Lo anterior con
palabras de Deleuze y Guattari es un rizoma. En este punto nos preguntamos ¿qué
tiene que ver lo anterior con Borges, qué es lo nuevo en él y cuál es su
aportación literaria? La respuesta puede ser la siguiente. En los textos de
Borges encontramos un nuevo paradigma en la tradición literaria en cuanto que
niega la mimesis literaria e inaugura una escritura de carácter intertextual
extremo, es decir, rizomática. Además de esto introduce una nueva concepción
del signo: sus textos están formados en base a una cadena cuyos signos se encuentran
drásticamente liberados de la convención. El modo de significación entre el
significante y el significado se ha desvanecido. La codificación que
normalmente hay entre ellos, ya sea explícita o implícita, es difícil de
establecer. Ella ya no es unánime o constrictiva, fuerte o débil (20). Las
“nuevas” características del signo en El idioma analítico de John Wilkins no
están determinadas por la substancia de los mismos, sino por la forma (21). La
yuxtaposición de los diferentes tipos de animales con las letras del alfabeto
es lo que irrita al lector porque viola las reglas de la lógica del pensamineto
e imaginación. Esta serie contrapone el desorden al orden, rompe con la
tradición en la que el modo de significación estaba basado en la semejanza de significado
y significante; rompe también con el orden de subordinación a un concepto o
término superiormente codificado. La relación entre los signos es ahora
ontológica y es ésta quien determina el sentido, como nos dice el narrador: “En
el idioma universal que ideó Wilkins al promediar el siglo XVII, cada palabra
se define a sí misma”. (Borges: 103)
El autor implícito juega con la imaginación, con lo ficticio
y con lo real. Imagina animales, no monstruos (esto sería ya una exageración
banal), y una clasificación fantástica, por ser imposible fuera de la
narración. Todo esto lo sitúa en el lugar ideal o tradicional para el
almacenamiento de conocimiento: un libro, una enciclopedia. Pero ésta,
curiosamente, no es conocida en el occidente (como la Britannica), es
apócrifa y además china. Para el recipiente occidental es todo aquello
referente a China o su cultura tan lejano que casi podría decirse que aparece
envuelto de un velo de fantasía conjugado con antigüedad y meticulosidad. Estos
factores combinados son los que nos apetecen imposibles, rompen con la supuesta
organización basada en similitudes y diferencias: nos parecen imposibles de
pensar. Por otro lado vemos que este “conjunto de imposibilidades” es real y
además goza de una realidad tanto óptica como acústica, sólo es posible dentro
del lenguaje y es a través de él como percibimos y comprendemos la “realidad”
en primera instancia.
Quizás se podría decir que el enigma del discurso borgesiano
se desvanece poco a poco en la medida que el lector activo, el lector-coautor,
se introduce más y más en este mundo que en ocasiones parece irreal pero que no
lo es. Se va desvaneciendo cuando se descubren las diferentes pistas que Borges
ofrece al lector. Un ejemplo de cómo puede entenderse a Borges nos lo proporciona
él mismo en Kafka y sus precursores: “El hecho es que cada escritor crea a sus
precursores. Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de
modificar el futuro. En esta correlación nada importa la identidad o la
pluralidad de los hombres”. Es decir, el significado externo o anterior (en el
sentido de espacio y tiempo) de cada uno de los signos incluidos en un texto no
son importantes. Ese significado anterior ya no es válido, lo que cuenta es
sólo el nuevo significado que ellos adquieren en el texto que el lector tiene
frente a sí mismo. Esto es, entender la literatura como una reescritura de la
literatura. Borges es un autor que opera y divaga en el pasado literario (sin
substituirlo o destruirlo), y su vez crea así una nueva forma literaria:
rizomática e intertextual-simulada.
Para finalizar nos gustaría añadir una cita de Jacques
Derrida. En ella leemos que una estructura sin “centro” representa lo
impensable, sin embargo, encontramos que en el disurso borgiano lo impensable
ya se ha vuelto posible: “Indem das Zentrum einer Struktur die Koharenz des
Systems orientiert und organisiert, erlaubt es das Spiel der Elemente im
Inneren der Formtotalitat. Und
noch heute stellt eine Struktur, der jegliches Zentrum fehlt, das Undenkbare
selbst dar.” (22)
___________________________________
(1) Eco,
Umberto: Über Spiegel und andere Phänomene. München (dtv), 1988.
(2) (Ibíd.
1988:212-213).
(3) (Ibíd.: 212).
(4) Borges, Jorge Luis: El idioma analítico de John Wilkins
en: Otras Inquisiciones. Madrid (Alianza Editorial), 1989. Las citas fueron
tomadas de este ejemplar.
(5) Deleuxe, Gille/Guattari, Félix: Rhizom. Berlin (Merve
Verlag), 1977. Es importante aclarar que nuestras posiciones se basan también
en los diferentes trabajos publicados a este respecto por A. de Toro.
(6) De todas las obras y autores mencionados sólo
encontramos en las obras de consulta general (véase bibliografía) los nombres
de John Wilkins, Fritz Mauthner, David Hume, Descartes y Leibniz. Los nombres
volapuk e interlingua románica corresponden a idiomas “artificiales” parecidos
al Esperanto.
(7) Vid. Borges, J. L.: (1989: 102).
(8) Enciclopaedia Britannica. Volumen 18 (1986: 390).
(9) La única diferencia se encuentra en la palabra An con la
que comienza el título en el ensayo de Borges.
(10) John Wilkins acomete hacia 1664 la empresa de crear un
idioma general capaz de organizar y abarcar todos los pensamientos humanos
(análogo al sistema de numeración, propuesto por Descartes, que facilita en un
solo día nombrar y escribir todas las cantidades hasta el infinito). En 1668,
cuatro años después, escribe su libro An Essays towards a Real Character and a
Philosophical Language.
(11) (Ibíd. 1986:580-581).
(12) (Ibíd. 1986: 442 y 457).
(13) Borges (1989: 102).
(14) No se puede negar que Borges es también un autor
interesado por el lenguaje. Sin embargo, una de la “hazañas” del siglo XX que
más le impresionaron fue la llegada del hombre a la luna (aquí se expresa otro
punto en común con John Wilkins: volar). En un de las conversaciones que Jorge
L. Borges sostuvo con Osvaldo Ferrari, comenta el primero, con respecto a la
llegada del hombre a la luna, lo siguiente: “[...] yo escribí un poema sobre
este tema. Ahora por razones políticas, es decir, circunstanciales y efímeras,
la gente tiende a disminuir la importancia de esa hazaña que, para mí, es la
hazaña capital de nuestro siglo.” Vid. Ferrari, O./Borges, J. L. (1987: 37).
(15) Con respecto a la obra de Fritz Mauthner hemos
consultado: Neu Kindlers Lexikon (Vid. bibliografía).
(16) Vid. Silvia G. Dapía (1993: 49-139).
(17) Con respecto al término de hipotextualidad aquí
utilizado vid. Alfonso de Toro (1992: 160).
(18) Vid. Jaime Alazraki (1990: 100).
(19) Vid. Foucault (1988:3).
(20) Con respecto al término “codificación” cfr. Guiraud
(1992: 33).
(21) Utilizamos los términos substancia y forma en el
sentido de Guiraud, quien a su vez se remite Hejelmslev. Vid. Guiraud (1992:
41-42). La forma se refiere a la conexión entre los signos y la substancia a
todo aquello que se entiende bajo cierta palabra (signo).
(22)
Derrida (1972:422).
BIBLIOGRAFÍA
Alazraki,
Jaime: Borges and the New Critica! Idiom, en: Aizenberg, Edna (Ed.): Borges and
His Successors. The Borgesian Impact on Literature and the Arts. University of
Missouri Press. Columbia and London, 1990, pp. 99-108.
Dapía,
Silvia G.: Die Rezeption der Sprachkritik Fritz Mauthners im Werk von Jorge
Luis Borges. Koln, Weimar, Wien (Bohlau Verlag), 1993.
Derrida,
Jacques: Die Struktur, das Zeichen und das Spiel im Diskurs der Wissenschaften
vom Menschen, en: Derrida, Jacques: Die Schrift und die Differenz. Frankfurt am
Main (Suhrkamp Verlag), 1972.
Deleuxe, Gille/Guattari, Félix: Rhizom. Berlín
(Merve Verlag), 1977.
Eco,
Umberto: Semiotik und Philosophie der Sprache. München (W. Fink Verlag), 1985.
Eco, Umberto: Über Spiegel und andere
Phanomene. München (dtv), 1988.
Foucault, Michel: Las palabras y
las cosas. México (Ed. Siglo XXI ) 1988.
Guiraud, Fierre: La semiología.
México (Ed. Siglo XXI), 1992.
Toro, Alfonso de: El productor ‘rizomórfico’ y el lector
como ‘detective literario’: la aventura de los signos o la postmodernidad del
discurso borgesiano (intertextualidad-palimsesto-rizoma -deconstrucción), en
Karl Alfred Blüher/Alfonso de Toro (Eds.): Jorge Luis Borges: Procedimientos
literarios y bases epistemológicas. Frankfurt am Main (Verlag Klaus Dieter
Vervuert), 1992.
Toro, Alfonso de: Borges y la “simulación rizomáíica
dirigida “: percepción y objetivación de los signos, en: Revista de Estudios
Hispánicos 28, (1994).
Kindlers Neues Literatur Lexikon. München 1991.
Enciclopaedia Britannica. Tomo
18 15a. Edición 1986.
Fuente : Quetzal
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