El escritor argentino encontraba su inspiración en títulos
de filosofía y religión, según La biblioteca de Borges, de Fernando Flores.
Algunos de los libros que leía y sus anotaciones son el
contenido de La biblioteca de Borges (Paripé Books), una obra de la que se
deduce que la mayoría de obras de ese espacio, que acoge 2.000 volúmenes, trata
de filosofía y religión porque era ahí donde el argentino encontraba las claves
de la felicidad.
Así lo explicó hoy el autor de la obra, Fernando Flores,
durante su presentación junto a la viuda del autor, Maria Kodama, en Madrid.
“Este trabajo muestra una filosofía de vida que apunta a la
felicidad, Borges era una persona feliz que buscaba la felicidad”, destacó el
artífice de hacer la selección de estas obras que se encuentran en la
biblioteca de la Fundación Borges en Buenos Aires.
Para Kodama, según explicó, esas anotaciones eran hechas por
Borges para llamar la atención sobre algo que “le aportaba la posibilidad de
reflexionar”, y matizó que no a “todo el mundo” le “pueden aportar este
interés”.
“Este libro me parece muy interesante porque es una manera
de que la gente tenga acceso a los libros que le gustaban, porque Borges -según
sus palabras- decía que su obra no era para tanto. Él disfrutaba leyendo a
otros autores y ese placer lo quería transmitir a otros lectores para que se
iniciaran en ese amor por los libros”.
Así, entre estas páginas se pueden encontrar fotografías
realizadas por Javier Agustí de las portadas y páginas anotadas de libros de
Jean Cocteau, Kipling, Dante Alighieri -de quien conservaba el mayor número de
ejemplares-, Tomas Carlyle, Schopenhauer, Unamuno, Dickens, Quevedo, Homero,
Henry James, T E Lawrence, o Spinoza.
Unos libros que, en su mayoría, pertenecían a la casa de su
abuela inglesa, y desde “muy pequeño estaba familiarizado con ellos”.
Obras en las que el autor de El Aleph (Buenos Aires, 1899 –
Ginebra, Suiza, 1986) escribía con su propia letra acotaciones sobre los
pasajes que habían despertado su interés.
“Son los libros que leía y quería, los libros que no le
gustaban desaparecían o los regalaba”, ha contado Kodama sobre estos ejemplares
con los que su marido pasó horas y horas de lectura.
“Tus libros preferidos, lector, son como borradores de ese
libro sin lectura final”, decía Borges, según recoge el libro, donde también se
descubre cómo para él leer un libro de Cocteau era como “conversar con su
cordial fantasma”.
Y donde se puede leer de su puño y letra esta anotación en
el libro de La Eneida: “Virgilio es nuestro amigo. Cuando Dante Alighieri hace
de Virgilio su guía y el personaje más constante de la comedia, da perdurable
forma estética a lo que sentimos y agradecemos todos los hombres”.
Y también está la Biblia, donde Borges encontró un “interés
literario” y, según la define, es una “biblioteca de los libros fundamentales
de la literatura hebrea ordenados sin mayor rigor cronológico y atribuidos al
Espíritu, al Ruach”.
“Cuando yo lo conocí ya no podía leer, pero podía caminar
(…) -apunta Kodama- Pero tenía una memoria prodigiosa y cuando quería que le
leyera algo me decía donde estaba cada uno de sus ejemplares y me decía ve más
adelante, más hacía atrás”.
Tanto era el amor por los libros que tenía el argentino que,
según dijo su viuda, nunca le regaló uno porque de haberlo hecho tendría que
haber sido “uno espectacular” y hubiera sido “imposible de comprar”.
Fuente: Culto – La Tercera.com
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