Para él la ficción
avanza sobre la realidad. Cómo sus ideas funcionan con fuerza en tiempos de
Google.
Daniel Mecca
Les propongo que imaginemos esta posibilidad: los nazis han
derrotado a los aliados en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos fue
invadido y repartido entre los vencedores. En esta realidad los alemanes
anexaron la costa atlántica bajo un régimen de terror, mientras que los
japoneses han hecho lo mismo con la costa del pacífico. De repente, en este
mundo, todos empiezan a hablar de un libro de ficción misterioso que trata de
un mundo donde los americanos... han ganado la guerra.
La trama es de El Hombre en el Castillo, una novela de
Philip Dick nítidamente borgeana. Como ha dicho Ricardo Piglia, en Borges —de
cuyo nacimiento se cumplen 120 años este 24 de agosto— no opera la idea de cómo
la realidad entra en la ficción sino, por el contrario, cómo la ficción penetra
en la realidad. En otras palabras, cómo la ficción coloniza lo real. En este
libro, así, el escritor estadounidense Philip Dick (conocido popularmente por
Blade Runner) irrumpe con fuerza la idea de mundos alternativos y paralelos.
Universos paralelos, “descensos infinitos”, sueños dentro de
sueños, libros virtuales que contienen todos los libros: todo apunta a indagar
sobre el “Borges 3.0”, es decir cómo se vinculan sus ideas emblemáticas—sobre
todo los de los años 40 con los libros Ficciones y El Aleph— en los tiempos de
los smartphones, google, ebooks y las apps.
Veamos: la teoría de los universos paralelos plantea la
posibilidad de infinitos universos simultáneos. Esto proviene de la física
cuántica. Para no hacerla complicada: dentro de las leyes de la mecánica
clásica –Newton mediante– se puede medir un valor único (digamos la trayectoria
de una pelota de fútbol), pero en las partículas cuánticas es diferente: en
lugar de tener una posición definida de la partícula en forma perfecta, se
tiene una distribución de probabilidades ya que cada una puede estar en todos
los lugares a la vez.
En otras palabras, cuando se hace la medición de las
partículas microscópicas sólo se obtiene uno de todos esos estados posibles,
pero las otras posibilidades que “desaparecieron” están ocurriendo en realidad
en universos paralelos. Borges trabaja precisamente esta idea de El jardín de
senderos que se bifurcan.
En este cuento, Borges narra la historia del espía del
ejército alemán Yu Tsun quien, desde Inglaterra y perseguido por el implacable
capitán Richard Madden, necesita comunicar a Berlín la ciudad que deben atacar.
Acorralado por Madden, el protagonista idea su plan: encuentra en la guía
telefónica el nombre de Stephen Albert, un sabio sinólogo cuyo apellido era
igual a la ciudad que los alemanes debían bombardear. El plan era asesinarlo
(finalmente lo fulmina de un balazo, con la única bala que tenía en el
revólver). Los alemanes comprenderían el cifrado mensaje.
Veamos un poco más de la trama (ojo, sin entrar en
spoilers): En los momentos previos a ser asesinado, el sabio reconoce que su
asesino es bisnieto de un antiguo gobernador de China que había dejado todo
para edificar un laberinto “donde se perdieran todos los hombres” y escribir
una novela, El jardín de senderos que se bifurcan, la cual, tras publicarse,
fue tratada de insensata ya que allí ocurrían todos los desenlaces, todas las
posibilidades a la vez.
“Su antepasado ---le dice Albert a Yu Tsun-- creía en
infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos
divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan,
se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las
posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe
usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En este, que un
favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al
atravesar el jardín, me ha encontrado muerto”.
Publicado originalmente en 1941, este cuento se adelanta 16
años a la llamada Interpretación de los muchos mundos. En rigor, el primero en
hablar de "multiversos" (en vez de "universo") fue el
filósofo estadounidense William James, en 1895, a quien Borges, efectivamente
había leído (como así también a su hermano, Henry James). Esta idea de los
universos paralelos también se usa en Rick and Morty, una serie que presente
una visión punk, trash, de la astrofísica.
¿Era el Aleph un teléfono inteligente?
Pero pasemos a El Aleph, otro cuento clásico de Borges,
incluido en el libro del mismo nombre de 1949. El texto parte de la muerte de
Beatriz Viterbo —la mujer del Borges que es personaje del cuento— en una
candente mañana de febrero. Ella era alta, frágil, muy ligeramente inclinada,
de graciosa torpeza, como un principio de éxtasis.
El misterio, tras esa muerte , va a ocurrir en una casa de
la calle Garay, en Constitución, donde vive el primo hermano de ella, Carlos
Argentino Daneri. Beatriz Viterbo había muerto en 1929; desde entonces Borges
no dejará pasar un 30 de abril, día de su cumpleaños, sin volver a esa casa.
En el sótano de la casa, en la parte inferior del escalón,
hacia la derecha, hay una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable
fulgor. Es "el Aleph". Al principio —dice Borges al ver este objeto—
la creyó giratoria; luego comprendió que ese movimiento era una ilusión
producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del
Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin
disminución de tamaño.
¿Era el Aleph un smartphone? Guillermo Martínez, autor del
libro Borges y la matemática, razona ante Clarín que en realidad en el Aleph
están todas las imágenes a la vez, simultáneamente, pero su enumeración,
forzosamente, es sucesiva. Es un lugar que es todos los lugares. Así, la esfera
(el Aleph) parece tornasolada por la simultaneidad de lo que aparece a la
vista. En un teléfono celular podemos encontrar algunas imágenes -no todas a la
vez- y en forma sucesiva. Es decir, sería otro tipo de sistema respecto a la
“experiencia” que propone Borges. Pero el razonamiento puede invitar a otras
analogías.
En el texto está latente lo que Beatriz Sarlo llama
estructura en abismo. Escribe ella en Borges, un escritor en las orillas: “El
Aleph posee esa propiedad escandalosa: punto que incluye todos los tiempos y
todos los espacios, esfera abstracta y concreta, desafía a la percepción porque
es un infinito. Sugiere además un dilema filosófico: si contiene todo espacio y
todo tiempo, entonces debe contenerse a sí mismo, pero, si se contiene a sí
mismo, debe contener otro Aleph que contiene también todo, incluido otro Aleph,
y así sucesivamente, de modo tal que es un infinito en abismo, que obliga a
preguntarse sobre la ilusión perceptiva (¿se puede captar el infinito por los
sentidos?) y sobre la paradoja (¿cómo un infinito contiene a otro infinito?)”.
Parece todo un delirio, ¿no?, pero esta idea de un punto que
contiene otro punto la podemos ver cotidianamente. ¿Dónde? En la navegación en
Internet (y, por tanto, en los smartphones): navegar implica un link dentro de
otro link dentro de otro link, y así. Esta idea se ve con claridad en un cuento
de Borges como Las ruinas circulares (un sueño dentro de otro sueño), o el
poema Ajedrez. En este poema se lee al final: "Dios mueve al jugador, y
éste, la pieza. / ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y
sueño y agonía?".
Este razonamiento, reflexiona Guillermo Martínez, es un
concepto antiquísimo, que viene ya de los gnósticos que tenían “dioses detrás
de dioses”, como así también de Aristóteles y, más cerca en el tiempo, de Lewis
Carroll y su Alicia en el país de las Maravillas. También está en la teoría
literaria con la intertextualidad, o sea un texto dentro de otro texto. Y en el
“descenso infinito” de las teorías de la matemática. Es decir son razonamientos
antiguos que Borges hace propios —en su mundo universal y a la vez nacional—
para crear ese artefacto extraordinario que es su obra.
Pero, en la web, además de lo sucesivo está la profundidad,
la memoria. Lo googleado, digamos. Entonces podemos hablar del cuento Funes el
memorioso, aquel personaje de Borges que puede verlo todo, que conserva la
memoria del detalle. Dice: “Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en
una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra.
Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de
mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas
de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez”.
Yendo más allá, utilizando siempre los rastros emblemáticos
de Borges, Guillermo Martínez comenta que se podría implementar la idea del
e-book que fuera como El libro de arena, en el sentido que describe Borges en
dicho cuento y que contuviera todos los volúmenes de todas las bibliotecas.
El narrador, en este cuento, estaba en un cuarto piso de la
calle Belgrano cuando oyó un golpe en la puerta. Abrió y entró un desconocido.
Era un hombre alto, de rasgos desdibujados. Estaba de gris y traía una valija
gris en la mano.
"Vendo biblias", dijo de repente este hombre
desconocido. Siguió: "Puedo mostrarle un libro sagrado que tal vez le
interese". Abrió la valija y lo dejó sobre la mesa. Era un volumen
encuadernado en tela.
El narrador lo examinó. Lo abrió al azar. Los caracteres le
eran extraños. Las páginas, que parecían gastadas y de pobre tipografía,
estaban impresas a dos columnas a la manera de una biblia. Llamaba la atención
que la página par llevara el número (digamos) 40.514 y la impar, la siguiente,
999.
El vendedor le dijo: "El número de páginas de este
libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna la última. No sé
por qué están numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que
los términos de una serie infinita admiten cualquier número".
El narrador lo dice así: quedé prisionero del libro. Ya no
se asombra a la calle. Examinaba con una lupa el gastado lomo y las tapas.
Comprobó que las pequeñas ilustraciones distaban dos mil páginas una de otra.
Las fue anotando en una libreta alfabética, que no tardé en llenar. Nunca se
repitieron.
Sin embargo, el protagonista rechaza la posibilidad que se
tratara de un artificio, de materia de la ficción. En otras palabras, la
ciencia ficción, como en el aleph, perturba la realidad y la hace propia,
nueva. Sea a través del formato e-books o en las distintas narrativas de lo
digital, lo que ha empezado como imaginación, como ficción, hoy es la materia
de lo que está hecho el presente. Parafraseando una idea de Borges, toda
ficción es precursora de la realidad.
La ficción colonizando la realidad
Así llegamos a cómo en Borges la ciencia ficción interviene
en la realidad. En El Aleph, este objeto está en el barrio de Constitución. En
otro cuento, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius un misterioso mundo imaginario, citado
en una enciclopedia, empieza a invadir la realidad de los narradores.
Borges escribe entonces: "el contacto y el hábito de
Tlön han desintegrado este mundo. Encantada por su rigor, la humanidad olvida y
torna a olvidar que es un rigor de ajedrecistas, no de ángeles. Ya ha penetrado en las escuelas el
(conjetural), 'idioma primitivo' de Tlön".
Entonces dice que el mundo será Tlön y que él, Borges, no
hace caso, y sigue revisando en los quietos días del hotel de Adrogué una
indecisa traducción quevediana (que no piensa dar a la imprenta) del Urn Burial
de Browne.
También vemos que el 29 de julio de 1953, Borges y su amigo
Adolfo Bioy Casares prologan su antología Cuentos breves y extraordinarios. En
el texto ‘Der Traum Ein Leben’ se cita un fragmento del libro Memorias de un
bibliotecario (1955), de Francisco Acevedo, que habla de un diálogo entre este
autor y su sobrino donde el pequeño le cuenta que lo vio en un sueño y le
pregunta, ya en la vigilia, qué estaba haciendo ahí.
Se trata de un autor y un libro ficticios. Francisco Acevedo
es el propio Borges: el escritor usa su segundo nombre y el apellido materno
para ocultar la pista. Como verificación: en 1973, en una entrevista con María
Esther Vázquez, Borges narra la misma anécdota, pero dice que es su sobrino.
Está en el libro Borges, sus días y tiempo (Tajamar editores, 2009).
En El acercamiento de Almotásim (de Historia de la
Eternidad, 1936) Borges desarrolla la historia de la novela The approach to
Al-Mu’tasim de Mir Bahadur Alí. Bahadur es, otra vez, un personaje ficticio. La
clave está en el contexto: Borges introduce esta ficción en un libro de ensayos
sobre textos reales. Hace así la reseña verdadera de un libro imaginario.
Y en "Examen de la obra de Herbert Quain” (Ficciones,
1944) hace una biografía de Herbert Quain y su obra. Es otro personaje de
ficción, pero Borges va a producir un giro copernicano: le adjudica a Quain un
cuento real, “Las ruinas circulares”... del propio Borges.
Un Borges 3.0 donde el futuro llegó hace rato.
Fuente: Clarin.com
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